LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

Diego Alfredo Pérez Rivas (CV)
Universidad Complutense de Madrid
diego.perez.rivas@ucm.es

 

1  El mito de Prometeo y la condición política del ser humano

Con toda seguridad el Mito de Prometeo, contenido en el Diálogo de Protágoras o los Sofistas de Platón, es uno de los lugares en los que se expresa de mejor manera la visión de los sofistas en lo competente al concepto de ser humano y ciudadano. En el centro de la discusión acerca de la posibilidad de enseñar la virtud, el sofista de Abdera expone a su interlocutor la causa por la cual es posible hablar de instrucción política. Así entonces, el sofista expone los principios que dan vida al arte en el cual presumía estar especializado, haciendo con ello oposición a la primera postura socrática según la cual la virtud no podía ser clasificada como una de las cosas propensas a ser aprendidas. El método del cual se sirve Protágoras para mostrar dicha posibilidad es a través del mito, y deja a un lado la explicación a través del lógos en tanto que discurso demostrativo. Es decir, el método utilizado por el de Abdera es una construcción que hace uso de instrumentos culturales, pero no necesaria y estrictamente filosóficos para mostrar una visión sui generis de la naturaleza y la condición humana.

            En una interpretación del mito, Tomás Calvo expone que la tesis primordial que defiende Protágoras se puede sintetizar en que “La cultura no forma parte del equipamiento natural del hombre”. 1 Con ello, lo que se enseña es que la cultura forma parte de un proceso artístico y creativo que el ser humano se construye para sí mismo, ya que no le es dado de forma natural ni espontánea. La cultura, opuestamente, viene a ser el primer producto que inventa el ser humano para dotar de orden a la vida en sociedad.  Tal producto, sin embargo, condiciona en una segunda instancia al ser humano ya que lo percibe como algo dado por naturaleza, no pudiendo visualizar su verdadero origen.  De tal manera, según su forma de ver las cosas, los principios mediante los cuales puede ser resumida la postura del de Abdera son los que a continuación se presentan:

  1. Es la necesidad la que empuja al hombre a crear sus propios recursos.
    1. Para subvenir a las exigencias elementales del alimento, vivienda, etc.
    2. Para posibilitar la imprescindible convivencia y colaboración entre los hombres (saber político, sentido de la justicia y de la moral).
  2. Protágoras suscribe una interpretación evolucionista del progreso, interpretación muy extendía entre los sofistas y pensadores del siglo V.
  3. Contrapone los saberes técnicos al conocimiento moral y a la justicia.
    1. Su distribución entre todos los hombres constituye un supuesto necesario para defender la democracia, el derecho de todos a decidir sobre lo justo y lo conveniente.2

Para Tomás Calvo, lo esencial del Mito de Prometeo podría interpretarse como una respuesta negativa a la visión platónica de la dimensión moral. En la visión platónica, la existencia de un mundo moral en la cual habita el ser humano tiende a un modelo o paradigma universal. Contrariamente a ello, Protágoras piensa que lo que se denomina como saber político, sentido de la justicia y la moral no responde a un modelo, sino que más bien es el producto de circunstancias particulares.

 Si para Platón el modelo o paradigma del ser humano representaba su verdadera realidad, para Protágoras dicho modelo no existe y las exigencias del ser humano concreto y relativo son las que siempre se imponen en la construcción de la dimensión moral. Igualmente, si para Platón existía una diferencia cualitativa entre los distintos tipos de seres humanos dependiendo del tipo de apetencias a las que se inclinan, para Protágoras no existe una diferencia cualitativa entre los distintos tipos de seres humanos. Opuestamente, considera que en lo que respecta a la enseñanza de la virtud todos son aptos para recibirla independientemente de los apetitos. Para él, respecto a las posibilidades de aprender la susodicha virtud, todos los seres humanos poseen las mismas facultades y nadie se encuentra privado de concebir opiniones útiles y provechosas.

Otra de las ideas que se expresan en la opinión de Calvo en el mito es la referente a la interpretación evolucionista del progreso, misma que a nuestro parecer se encuentra poco fundada desde el frente que la expone. Efectivamente, la idea de progreso única y exclusivamente es accesible si es entendida dentro del marco de un paradigma. La idea del progreso presupone siempre un punto de partida y un punto de llegada, en el que se reconoce que un estadio es mejor que otro. Sin embargo, al rechazar la existencia de un modelo único que pueda determinar las características universales de dicho paradigma, Protágoras no podría  tampoco defender una teoría evolucionista de la especie humana so riesgo de caer en contradicción. La idea de progreso solamente es posible si existe un punto final al cual pudiera aspirar la naturaleza humana, por ejemplo, la cognoscibilidad del Bien en sí. Idea que el propio sofista niega al proponer que el hombre es la medida de todas las cosas.

Desde nuestro punto de vista, Protágoras considera que todo lo que Platón denomina como objetivo y universal en el mundo moral (como perteneciente al mundo de lo φύσις) es en realidad producto de las convenciones sociales (como perteneciente al mundo de loνόμος). Por esa misma razón no puede existir un componente natural en el ser humano que lo haga tender hacia una cierta perfección, o bien, en su defecto, a realizar una idea de sí que esté impresa en su naturaleza. De hecho, sería prácticamente imposible encontrar algo así como un motor de la historia en la teoría protágorica, al menos en el sentido de que dicho motor tenga un punto de llegada preestablecido. Por lo mismo, es muy factible que “aunque el relato contenga elementos importantes de la teoría evolucionista sobre el género humano, su pretensión no consiste en reafirmar polémicamente estos elementos, sino basándose en ellos, establecer un terreno teórico para la justificación del sistema democrático ateniense en particular y en general, de la necesidad de participación en la vida política de todos los ciudadanos”. 3

Para Antonio Alegre, el Mito de Prometeo puede ser dividido en tres grandes etapas, que a grandes rasgos pueden ser esquematizadas de la siguiente forma:

  1. Los dioses forjaron a los hombres, cuando a éstos les llegó el tiempo destinado de su nacimiento, y los forjaron, en el interior de la tierra y fuego y de las substancias que con la tierra y con el fuego se mezclan.
  2. Prometeo y Epimeteo son ordenados por los dioses para que distribuyan las capacidades y atributos a los hombres.
  3. Zeus, temiendo que sucumbiese la raza humana, envió a Hermes a que portase a los hombres el sentido moral y la justicia, a fin de que hubiera orden en las ciudades. Estos dones fueron repartidos democráticamente, por igual a todos. 4

Al parecer de Alegre, dichas etapas poseen contenidos que son indispensables para comprender los saltos cualitativos que representa la adquisición de nociones morales y políticas tanto en el ser humano como en el ciudadano. Cada período simboliza, de tal manera, un salto trascendente en el relato, que sirve para detallar la forma progresiva en la que la especie humana fue inventando nociones para crear el aparente mundo moral del cual participa.

En la primera etapa, Alegre supone que Protágoras continúa los postulados de la tradición materialista de la génesis del ser humano. Siguiendo a Anaximandro y a Demócrito, para el sofista, los seres humanos fueron forjados por los dioses a través de la confluencia de los distintos elementos naturales que componen a la realidad. Con ello, se sostiene que lo que esencialmente configura al ser humano es la reunión de elementos materiales, contrariamente a la visión platónica y aristotélica en donde el elemento inmaterial, el alma, es el factor determinante en la configuración de dicha realidad ontológica. Por lo mismo, Protágoras reduce la realidad humana a su existencia cósica o material, pues aquella es precisamente a la que considera como plenamente objetiva.

En la segunda etapa se predica que dado que los seres humanos no fueron dotados en una primera instancia de defensas naturales para asegurar su existencia, se hizo necesario el hurto de Prometeo a Hefestos y Atenea. De tal manera, después del robo del fuego y de su entrega a los seres humanos, aquellos consiguieron la posesión de la técnica. Así pues, el rasgo definitivo de los seres humanos en comparación con los demás entes animados no sería la posesión del alma racional, sino, más bien, la posesión de las artes que le permiten tener una relación transformadora con la realidad. Dicha posesión, empero, no asegura la sobrevivencia de los seres humanos, ya que aquella capacidad transformadora puede ser utilizada en pro o en contra de la especie.

El tercer momento es quizá el más importante, ya que, dado que Zeus temía que la raza humana sucumbiera por la propia capacidad de la que fue dotada, envió a Hermes a que entregará por igual a los seres humanos el sentido moral (αἰδώς) y de la justicia (δίκη). Esos dones representan las virtudes básicas y necesarias para la convivencia social, ya que en su ausencia predomina una guerra generalizada entre las distintas especies y en el seno mismo de la especie humana. De tal modo, con dicha entrega se consolida lo que Alegre denomina como “el optimismo de Protágoras”.

Tal optimismo se manifiesta en tres rasgos fundamentales. El primero de ellos predica que los seres humanos no están impedidos por naturaleza para conseguir la excelencia política y, por el contrario, se hallan obligados a realizarla. El segundo rasgo indica que dicha posibilidad de realización se puede llevar a cabo con las buenas leyes. Mientras que el tercer rasgo consiste en que con la democracia de Pericles se había llegado a una óptima situación de excelencia política en la que la historia podía ser vista como un proceso progresivo hacia niveles más elevados de razonabilidad.

Al igual que Calvo, Alegre sostiene que en el Mito de Prometeo puede ser encontrada una “estupenda historia del desarrollo de la civilización humana”. Los caracteres que definen dicha evolución pueden ser vistos de la siguiente forma:

  1. Primero debían existir las especies humanas y luego las animales. El hecho de que en el reparto de capacidades (δύναμις) se proceda primero con los animales y luego con los hombres nos hace pensar en una teoría de la evolución que aparece en Anaximandro.
  2. Los hombres se distinguen de los animales en varios aspectos: en la técnica artesanal (δημιουργικός τέχνη), en el que poseen el lenguaje y en que ofrecen culto a los dioses. 5

Desde nuestro punto de vista, el primer carácter no es definitivo para sostener la aparición de una teoría evolucionista de la civilización humana en Protágoras. La repartición de las facultades entre los animales y los seres humanos parece responder en mayor medida a la lógica explicativa del mito que a una secuencia necesaria en la que se procure decir que los seres humanos se encuentran ontológicamente por encima de los animales. De hecho, dado que los seres humanos se encontraban desprotegidos de facultades naturales para defender su existencia es factible deducir que la relación entre animales y seres humanos es vista siempre como una relación de guerra. La susodicha guerra de todos contra todos pone en evidencia que la condición primigenia de los seres humanos es de mayor debilidad biológica.

En el estado natural, antes del hurto de Prometeo, los seres humanos se encuentran materialmente en un rango inferior a los demás animales, dado que no poseen cualidades naturales para protegerse. Por eso mismo, es necesario el robo de Prometeo, ya que el ser humano y hasta los propios animales son reducidos a su expresión material en la que la sobrevivencia es un factor determinante. Por la misma razón, al final de todo, animales y seres humanos se encuentran en la misma posición ontológica y actuando bajo los mismos principios. El móvil principal de los seres animados es entendido a través del instinto de conservación no estableciendo diferencia alguna entre animales irracionales y racionales.

En lo que si acierta Alegre es precisamente en la explicación del segundo carácter, pues dota de elementos explicativos a la presumible teoría del progreso que subyace en el mito. La existencia de la técnica y su posesión por parte de los seres humanos ha configurado en una cierta parte de la tradición la idea que predica que el desarrollo técnico es por necesidad el indicativo de un perfeccionamiento en la condición humana. Es decir, para una especie de paradigma, la evolución de la especie humana no viene expresada por su acercamiento a la felicidad en términos de las virtudes cardinales o por el acercamiento a la verdad, sino más bien, piensan que viene dada por el control que puede poseer la especie sobre el entorno natural.

 Contrariamente a Platón y Aristóteles, que consideran que la felicidad humana debe ser buscada en la realización o desarrollo de las facultades intelectuales y morales, la teoría materialista y hedonista opta por una explicación en la que la satisfacción de los placeres es el punto clave. De tal manera, el sofista piensa que el progreso viene dado por el control del ser humano del medio natural, mismo que sirve fundamentalmente y a través de su transformación para satisfacer dichos placeres. El desarrollo de la técnica representa, desde este punto de vista, el índice más importante para afirmar que el ser humano ha alcanzado un mayor grado de confort que el poseído por otras épocas. Sin duda, existe la posibilidad de observar en dicho marco teórico la estructuración de una visión utilitaria de la realidad en la que el ser humano debería su predisposición progresiva a la capacidad de transformar su entorno en su propio beneficio. 

Desde nuestro horizonte de interpretación, el Mito de Prometeo expuesto por Platón tratando de sintetizar las ideas sustanciales de Protágoras acerca del ser humano, defiende en una primera instancia que todos los seres humanos son iguales en lo que respecta a la posibilidad de aprender la virtud política y las técnicas. De tal manera, el concepto de ser humano del de Abdera puede ser calificado como un concepto democrático, en tanto que no establece una diferencia sustancial entre los distintos tipos de seres humanos ni por las pasiones ni por las apetencias hacia los que aquellos se inclinan. Ergo, en el concepto de ser humano de Protágoras resulta mucho más importante el sentimiento moral y la noción de justicia que las pasiones.

En una primera instancia, la desatinada repartición de las facultades por parte de Epitemeo entre todos los seres vivos, parece simbolizar una teoría antropológica en la que se reconoce que al menos de forma biológica y material el ser humano se encuentra desprovisto de armas propias para defenderse de los peligros del entorno. Protágoras admite que el ser humano adquirió una cierta facultad transformadora de la realidad por medio del hurto de Prometeo, pero dicha facultad pertenece esencialmente a las deidades. Por ello, los seres humanos participan de una porción divina (θείας μετέσχή μοιρα) que les hace reconocer a los dioses, ya que la especie utilizó las artes de las cuales fue dotado para erigir altares e imágenes de aquellos.6 De tal manera, la religiosidad vendría a ser uno de los rasgos más importantes para entender al ser humano. Dicha religiosidad, se enmarca, sin embargo, única y exclusivamente en el reconocimiento pero no en el conocimiento. Si Platón piensa que la idea de Dios es cognoscible, para Protágoras dicha idea solamente es reconocible, ya que aunque forma parte de la condición humana las expresiones de dicho reconocimiento pueden ser múltiples y variadas. Para Protágoras no podrá existir conocimiento objetivo de Dios, sino exclusivamente nocional y relativo.

            Un elemento más es digno de ser señalado en la teoría antropológica de Protágoras. Opuestamente a Aristóteles, quien considera que la posesión del lógos es uno de los elementos que caracterizan y que siempre han definido al ser humano, el sofista de Abdera establece que la adquisición del lenguaje es posterior a la posesión de la sabiduría técnica (τεχνον σοφίαν) y del fuego (πῡρ). El origen del lenguaje articulado lo establece en una fase posterior, lo cual indica que dicho elemento no forma parte tampoco del equipamiento natural del ser humano. La posesión de la técnica y del fuego es anterior a la politicidad y al lenguaje, por lo que lenguaje y politicidad estarían condicionados por el saber técnico.

El lenguaje vendría a ser un producto artificial inventado por el ser humano y del cual hace uso para encontrarse en el mundo. De hecho, dentro de la lógica del mito, el lenguaje le sirve en una primera instancia a la especie para nombrar a las cosas, pero no para asegurar su sobrevivencia ni para tener un acercamiento con la verdad. Por lo mismo, al no poseer el arte de la política y de la guerra, Zeus les concede el sentido moral o pudor (αἰδώς) y la justicia (δίκη). La repartición de dichas facultades entre todos los seres humanos por igual es lo que sostiene su capacidad para participar de la administración de la ciudad de tal manera que no exista ya una guerra perpetua. El lenguaje es considerado por Protágoras como la llave que permite que los seres humanos puedan relacionarse entre sí para conservar la existencia, ya sea protegiéndose de los animales o de ellos mismos.

            El salto entre el estado natural de la especie humana y el estado político se encuentra condicionado por la necesidad que tiene el ser humano de defenderse de los otros animales. Aunque también viene dada por la necesidad de acabar con la incapacidad respecto a la cooperación, ya que dicha incapacidad hace más patente el peligro. De tal manera, lo que define al ser humano en la vida política no es tanto la técnica, ya que aquella es empleada única y exclusivamente para transformar el entorno natural de tal manera que su debilidad biológica estructural quede compensada por protecciones artificiales. Lo que hace asequible al ser humano la vida política no es la susodicha técnica, sino el sentido moral de la justicia con el que fue dotado por gracia de Zeus. Si la técnica separaría a los seres humanos en especialistas y no especialistas, el sentido moral los uniría a todos bajo una misma condición ciudadana que haría asequible el hecho de que todos puedan opinar en política con la misma validez.

            Si para Aristóteles el ser humano es esencialmente una entidad política que tiene anima, para Protágoras de Abdera dicha politicidad no es definitivamente un rasgo trascendente en la configuración de dicha entidad. De hecho, si seguimos al pie de la letra el mito, nos daremos cuenta que antes de poseer el sentimiento moral o pudor y la justicia, el ser humano ya era ser humano. De tal modo, la politicidad viene a representar simplemente un agregado que no es definitivo y no altera en gran medida el concepto de ser humano, sino únicamente modifica su condición. Aunque el ser humano careciera de la susodicha capacidad política, y aun cuando no poseyera el lenguaje para nombrar las cosas, la entidad humana seguiría siendo considerada como tal.

1 Calvo, Tomás, De los Sofistas a Platón: Política y Pensamiento, p. 80.

2 Ibidem.

3 Solana Dueso, José, El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras de Abdera, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, p. 98.

4 Alegre, Antonio, La Sofistica y Sócrates, ascenso y caída de la polis, Montesinos, Barcelona, 2006, p. 42.

5 Ibid. p. 45.

6 Platón, Protágoras, 322 a.