LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

Diego Alfredo Pérez Rivas (CV)
Universidad Complutense de Madrid
diego.perez.rivas@ucm.es

 

4.1 Formas de gobierno y tipos de ser humano

Al hablar de las formas de gobierno, en el libro VIII de la República, Platón advierte primeramente que en la ciudad ideal serán reyes (βασιλεία) los que sean mejores en lo tocante a filosofía y estrategia de guerra. En este lugar no hablaremos fundamentalmente de la considerada mejor forma de gobierno y de su justificación. Esa temática se desdoblará más adelante. De lo que hablaremos primordialmente es del resto de las formas de gobierno y de su relación con el carácter de los seres humanos que las conforman. Sólo así nos será más sencillo observar de qué manera existe una correspondencia analógica. Tomaremos en consideración que dichas formas de gobierno son pensadas en general como deficientes, o bien, menos perfectas que la que se establece en la ciudad ideal, ya que el tipo de ser humano que conforma el régimen aristocrático es denominado como bueno (ὀρθός) y justo (δίκη).1 Siendo, por ende, los demás seres humanos de las diferentes formas de gobierno más o menos adecuados al paradigma por excelencia dependiendo del grado de degeneración en el cual se encuentren.
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El primer régimen de gobierno del que habla Platón es de la timarquía o timocracia. Dicho régimen vio su nacimiento y mayor esplendor en las ciudades de Creta y Lacedemonia, por lo que son consideradas como modélicas. Posteriormente, menciona a la oligarquía, también conocida como el gobierno de unos pocos que establecen patrones de justicia en su propio beneficio. En tercer lugar, se habla de la democracia o del gobierno del pueblo, régimen de los pobres que ejercen el mando para sí en deterioro de los ricos. Y finalmente, de la tiranía, a la que se destaca como la forma más degenerada de todas. Más adelante indica que “…si las ciudades son cinco, también serían cinco los modos en que estén dispuestas las almas individuales”. 2

El régimen timocrático se entiende como una cierta organización que tiene como principios la ambición y el ansía de honores. La forma de gobierno se sustenta en “El respeto de los gobernantes y la aversión de la clase defensora de la ciudad hacia la agricultura, oficios manuales, negocios…Y el de no atreverse a llevar sabios a las magistraturas y hallarse en todo momento en pie de guerra (serán propensos)”.3 Igualmente, Platón piensa que en esa forma de gobierno “Codiciadores de riquezas serán…, pues tendrán almacenes y tesoros privados en que mantengan ocultas las riquezas que hayan depositado en ellos, y también viviendas amuralladas, verdaderos nidos de particulares en que derrocharán mucho dinero gastándolo para las mujeres o para quien a ellos se les antoje…Serán también ahorradores de su dinero, como quien lo venera y no lo posee abiertamente, y amigos de gastar lo ajeno para satisfacer sus pasiones; y se proporcionarán los placeres a hurtadillas, ocultándose de la ley como los niños de sus padres, y eso por haber sido educados no con la persuasión, sino con la fuerza, y por haber desatendido a la verdadera Musa, la que va unida al discurso y a la filosofía, honrando en más alto grado a la gimnástica que a la música”.4

Dentro de las propiedades del carácter del ser humano timocrático se encontrarán, a muy grandes rasgos, las siguientes:

  1. Obstinado.
  2. Duro con los esclavos y amable con los hombres libres.
  3. Obediente para con los gobernantes y amigo de los cargos y honras.
  4. Amante de la gimnasia y de la caza.5

Respecto a la oligarquía, aquella es entendida como el gobierno basado en el censo, en el cual mandan los ricos, sin que el pobre tenga acceso alguno al gobierno.6 Las características de tal régimen son, grosso modo, las siguientes:

  1. Emplean las arcas llenas de dinero heredadas para encontrar nuevas maneras de gastar el dinero violentando las leyes.
  2. Amarán la riqueza en deterioro de la virtud. Serán amantes del negocio y la riqueza.
  3. Al rico le aman y lo llevan a los cargos, mientras que al pobre le desprecian. 7

El gran defecto que encuentra Platón en la ciudad oligárquica es que no estará configurada como unidad. Por el contrario, pensará que la ciudad gobernada de tal manera está escindida fundamentalmente en dos partes. Una será la ciudad de los ricos, en donde sus intereses son los que predominan sobre la otra ciudad, la de los pobres. De tal manera, en el interior de aquel macrocosmos permanecerá ingente una lucha constante entre dos fuerzas antagónicas que podrían erigirse en el mayor mal para la ciudad. De hecho, precisamente en aquella forma de gobierno es en donde cree Platón que surgen las mayores injusticias debido a que todo puede ser vendido o comprado. Ahí habrá mendicidad y delincuencia, pues la pobreza arrastrará a algunos a actuar contrariamente a la ley y a la naturaleza. La realidad ontológica que es la ciudad tiene en su seno una contradicción tal que se puede constituir con mucha probabilidad en la causa de su crisis, disolución y extinción.

El ser humano con carácter oligárquico dispone el elemento razonador de su alma con miras a la obtención del dinero, mientras que el elemento irascible determina que su admiración por sí tiene que estar orientada y clarificada por la susodicha adquisición de bienes. Será una persona ahorradora e industriosa que se limitará a satisfacer los deseos más necesarios, pero que no se permitirá ningún dispendio adicional. Será sórdido y buscador de la ganancia en toda situación.

De igual manera a como existe una disensión en la ciudad gobernada de forma oligárquica, habrá una disensión en el ser humano que rija su ser de esa manera. Sin embargo, según la forma de ver las cosas por Platón, en términos generales, “prevalecerán en general los mejores deseos contra los peores”.8 El interés por la ganancia lo alejará de los otros vicios. Empero, aquel no será un ser humano que practique el “bien en sí” por el hecho de ser la recta regla, sino que así lo hará porque será un simple medio para saciar su hambre de riqueza. En donde el hombre recto pone el bien en sí, el hombre oligárquico pondrá la riqueza y el poder. Por ese motivo, la forma en la que el ser humano de carácter oligárquico se dominará a sí mismo será por el uso de la violencia y no por el uso de la razón. Gracias a la fuerza y al temor por perder su fortuna, no se inclinará a los placeres provenientes de la concupiscencia. Aquello es como dice Platón, “habrá volado muy lejos de él la genuina virtud de un alma concertada y armónica”.9

Siguiendo con las alteraciones en las formas de gobierno y con el tipo de ser humano que les corresponden, el régimen de gobierno democrático nacerá cuando “Habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran y a los demás les hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que, por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo”.10 De tal manera, la democracia nacerá en cierto sentido de la escisión que se establece en la ciudad cuando se divide entre pobres y ricos. Si el gobierno oligárquico se caracteriza por ser el régimen de los ricos y porque domina la irascibilidad, en la democracia serán los pobres quienes rijan y será la concupiscencia el elemento dominante.

Una de las características peculiares del régimen democrático es que en tal lugar habrá licencia casi absoluta para todos los modos de vida. Su mayor defecto, por lo mismo, es tratar a los desiguales como iguales.11 Todos los miembros de tal régimen vivirán en un régimen placentero y anárquico, como lo define el propio Platón.

La forma de vida del ser humano que se gobierna a sí mismo democráticamente la describe el de anchas espaldas de la siguiente forma: “El tal sujeto vive gastando tanto en los placeres innecesarios como en los necesarios, ya sea su gasto de dinero, de trabajo o de tiempo; y si es afortunado y no sigue adelante en su delirio, sino que, al hacerse mayor, acoge, pasado lo más fuerte del torbellino, a unos grupos de desterrados y no se entrega del todo a los invasores, entonces vive poniendo igualdad en sus placeres y dando, como al azar, el mando de sí mismo al primero que cae, hasta que se sacia y lo da a otro, sin desestimar a ninguno, sino nutriéndolos por igual a todos”.12

La característica más importante del ser humano democrático es que coloca en una escala horizontal a todos los placeres, no encontrando diferencia cualitativa entre aquellos. De tal forma, los lugares ontológicos y morales que Platón asignaba a cada uno de los elementos que conforman al alma del ser humano se ven descompuestos y eliminados de su escala jerárquica. Las diferencias resultarán cuantitativas y tendrán que ver más con la intensidad que con su relación respecto a la parte más excelsa del ser humano. Por lo mismo, el hombre democrático considera a todos los deseos como dignos y justos. Este tipo de ser humano es el más polifacético de todos y puede presentar las caras más distintas, ya que los deseos son varios y diversos. 13

La última de las transformaciones de la ciudad y del ser humano, será la transición que se lleva a cabo de la democracia a la tiranía. En ese sentido Platón plantea lo siguiente: “Cuando una ciudad gobernada democráticamente y sedienta de libertad tiene al frente a unos malos escanciadores y se emborracha más allá de lo conveniente con ese licor sin mezcla, entonces castiga a sus gobernantes si no son totalmente blandos y si no le procuran aquélla en abundancia, tachándolos de malvados y oligárquicos”.14

La transición de la democracia a la tiranía está mediada por cierta ansía de libertad excesiva y por la introducción de la indisciplina en todos los campos de la vida. Los roles sociales sufren entonces una subversión y todo aparece en completo desorden. De tal modo, la demasiada libertad termina por convertirse en esclavitud, misma que va a estar presente tanto en la ciudad como en el ser humano.15 Por lo mismo, Platón piensa que la más ruda esclavitud se origina en la extrema libertad de la democracia, ya que prácticamente todo está permitido en esa forma de gobierno. Esa misma libertad excesiva, que no es otra cosa que el libertinaje, será la fuente de la que se alimentarán los tiranos para hacerse del poder. De hecho, la forma de gobierno tiránica estará sumamente emparentada con la tiranía moral proveniente de la concupiscencia, ya que en el ser humano gobernado de esa manera prevalecerán los apetitos concupiscibles, es decir, estando sobre los irascibles y los racionales.16

Para su análisis, la ciudad democrática es dividida en tres elementos. Uno, el conformado por el linaje que nace de la licencia y que son apartados del poder político, a los cuales se denomina como “multitud”. El segundo grupo, al que Platón denomina como zánganos y representa a los “ricos” en general. Mientras tanto, el tercer linaje será el pueblo que es en general pobre. La transformación de la democracia a la tiranía se llevará a cabo cuando uno de los maestros o jefes del pueblo se convierta metafóricamente en lobo.17 Es decir, al iniciar procesos de persecución contra los ricos y contra los ciudadanos sobresalientes que pongan en peligro su poder.18 Por lo mismo, una de las características de la tiranía será que el tirano necesitará siempre hacerse de una guardia personal para cuidarse de los ataques de la ciudadanía. Dicha ciudadanía  considerará a su régimen, en general, como advenedizo y nocivo en cierto momento. Los tiranos, contrariamente a los monarcas legítimos, necesitarán de la intervención de los poetas a sueldo, para que estos a su manera adulen su mandato. De hecho, una causa más por la que Platón desprecia en general a los poetas es porque los considera, bajo ciertas condiciones, como los cantores de la tiranía.19

En suma, Platón sostiene que las formas de gobierno de la ciudad son análogas a los tipos de ser humano, dependiendo del elemento que sobresalga, ya sea en el gobierno del macro o microcosmos. Igualmente, piensa que las transformaciones en las formas de gobierno van hacia peor, ya que a la corrupción de un cuerpo político o humano siempre se suman las demás corrupciones. La tiranía es considerada la peor forma de gobierno, en el mismo sentido en el que la monarquía es considerada como la mejor. La razón de que aquello suceda de tal manera, a pesar de la paradoja que implica por ser ambos gobiernos de uno solo, es que en la monarquía la ciudad estará ordenada según lugares ontológicos y morales muy específicos, mismos que no se respetarán en la tiranía. Si la monarquía es el gobierno de un ser humano libre sobre otros seres humanos libres que son guiados a la virtud y a la felicidad, la tiranía será entendida como el gobierno de un esclavo sobre otros esclavos en donde predomina el vicio y la ignorancia. Tal ignorancia tendrá que ver en el fondo con el lugar ontológico y la condición moral del ser humano y del ciudadano.

1 Platón, República, 544 e.

2 Ibidem.

3 Ibid, 547 d-e. Los paréntesis son míos.

4 Ibid, 548 a-c.

5 Ibid, 549 a.

6 Ibid, 549 c.

7 Ibid, 550 e-551 a.

8 Ibid, 555 d-e.

9 Ibid, 554 e.

10 Ibid, 557 a.

11 Ibid, 558 c.

12 Ibid, 561 a.

13 Ibid, 561 e.

14 Ibid, 562 d.

15 Ibid, 564 a.

16 En 573 b, Platón plantea una metáfora interesante en este respecto, ya que Eros (el dios que incita los apetitos de la concupiscencia por excelencia) es visto como un borracho tirano.

17 Ibid, 565 e.

18 Ibid, 567 c.

19 Ibid, 568  b y ss.