LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

Diego Alfredo Pérez Rivas (CV)
Universidad Complutense de Madrid
diego.perez.rivas@ucm.es

 

2 El  concepto de ser humano en otros sofistas

Con mucha evidencia, uno de los debates más intensos de la filosofía clásica giró en torno a la distinción entre lo que pertenece a lo νόμος y a lo φύσις en cuestiones morales. De ahí precisamente que tal distinción abarque muchas temáticas como la concerniente al concepto de ser humano. Para filósofos como Platón y Aristóteles la dimensión moral del ser humano es considerada como algo natural que no puede ser aislado del concepto ontológico de dicha entidad. Por el contrario, para los sofistas la susodicha dimensión moral fue considerada siempre como perteneciente a lo νόμος. De hecho, por el mismo motivo, no aceptaban tampoco que en la dimensión moral pudiera existir un paradigma fijo, universal, verdadero e inmutable. El propio Mito de Prometeo atestigua tales características del pensamiento sofista. En el presente apartado, haremos una sucinta revisión respecto al concepto de ser humano desde el tópico de lo φύσις y lo νόμος.

            Desde el punto de vista de Calvo “La oposición entre physis/nomos constituye una de las grandes creaciones de la filosofía griega”.1 A su parecer, dicha oposición se encuentra fundamentalmente en la crítica a la cultura y sus dos vertientes cardinales: el origen y el valor de las leyes y la moral. Los rasgos que caracterizan dicha crítica se encuentran en cuatro factores fundamentales que pueden ser esquematizados de la siguiente forma:

  1. Su interpretación como regalo o imposición divinos dejó de constituir una hipótesis explicativa de los fenómenos morales.
  2. Quedo atrás la racionalización parcial del νόμος propuesto por Heráclito, según la cual éste forma parte de la Ley o λόγος del Universo.
  3. Se tenía una concepción mecanicista del universo como la proponía Demócrito.
  4. La naturaleza era comprendida como regida por la necesidad ciega y carente de fines.2

Los cuatro rasgos que caracterizan la crítica a la cultura son sustanciales para entender de qué manera los mitos antiguos dejaron de constituir una base explicativa para entender al ser humano y su relación con el entorno natural y social. En medio de esa transición se encontró el pensamiento sofista. Gracias a dicho cambio, los sofistas pensaron que los asuntos morales y legales estaban regidos por variables que obedecían al interés y a la conveniencia, pero no a patrones universales. Su propio concepto respecto al ser humano estuvo influido por dichas consideraciones. Sin embargo, algunos afirmaron el carácter positivo del νόμος como logro y progreso, mientras que otros lo consideraron como algo negativo ya que impedía la realización de las facultades naturales del ser humano.
            Para Alegre “La antitesis physis/nomos llega a ser posible gracias al derrumbe de varias rígidas anteriores concepciones, a saber, cierta concepción de los dioses y de la religiosidad, ciertas socio-políticas, así como otras que mostraban un rigor lingüístico-filosófico tan opresivo que impedía la comprensión de la alteridad (parmenidismo), así como también el desmoronamiento de ingenuas concepciones lingüísticas”.3 Lo cual implica que la visión sofista del ser humano fue una concepción que intentó comprender la alteridad gracias a un planteamiento plural en el que se intentaba despojar a tal entidad de sus residuos culturales. El pensamiento sofista quiso, por lo mismo, dejar al ser humano en completa desnudez para analizarlo al margen de sus constructos socio-culturales que si bien lo influyen no son considerados como enteramente determinantes en su configuración como realidad ontológica.

            Desde la visión del sofista Trasimaco, el ser humano es por naturaleza egoísta. Con ello, niega la posibilidad de que tal entidad tenga acceso a una dimensión moral trascendente en la cual pueda discernir acerca de lo bueno y lo malo, así como de lo justo y lo injusto en términos absolutos y objetivos. Todo lo considerado como ético y moral sería más bien el producto de visiones subjetivas y contingentes. El llamado mundo moral de los deberes vendría a ser en realidad una construcción social que carece de bases naturales. 

Para dicho pensador, la diferencia ontológica que Platón y Aristóteles establecían en términos generales para distinguir las entidades animadas irracionales de las racionales es carente de fundamentos sólidos. Por el contrario, pensará que los llamados animales irracionales y racionales responden a los mismos principios, por lo que su naturaleza sería esencialmente la misma. Opuestamente a la visión según la cuál los seres humanos son animales políticos con la capacidad de socializar, de civilizarse y de construir lazos de unión entre sí, Trasimaco pensará en cierto sentido que el ser humano sigue siendo un animal silvestre que responde exclusivamente a su propio interés y conveniencia. Para él, la norma universal más irrebatible de todas, pues es a la cual responden todas las entidades, es la ley del más fuerte sobre el más débil. 4

De hecho, considera que todo lo denominado comoνόμος, el producto artístico del hombre aislado o en sociedad, es el resultado de dicha ley. En la misma lógica, en 338 e de la República, expone la relatividad que a su parecer es esencia de la justicia, afirmando que dependiendo del régimen de gobierno se establecen patrones de justicias diferentes. La fuerza dominante será en todo caso la que determine qué se debe entender por justicia. En tal cauce, expondrá “cada gobierno establece las leyes según su conveniencia (τό αύτή συμφέρον): la democracia, leyes democráticas; la tiranía, tiránicas; y del mismo modo las demás”.5 De tal modo, la justicia es entendida por el sofista como la expresión de la conveniencia (συμφέρω), de lo que es más útil a aquel o aquellos que detentan el poder público. Justicia, fuerza y  monopolio de la violencia serán tres conceptos que estarán relacionados sistemáticamente en la visión de la naturaleza humana que expone Trasimaco.

Para apoyar su posición con argumentos que parecen a primera vista irrefutables, Trasimaco indica que los hombres que son llamados sustancialmente como justos en el mundo moral trascendente sufren cuatro tipos de inconvenientes, que son a su parecer: pobreza, contribuciones desiguales, ayudas desiguales y nepotismos.6 De tal forma, entiende de manera implícita que la «justicia» surge realmente de la asociación humana y que únicamente dentro de dicha asociación tiene cabida su existencia. Entiende, igualmente, que la única justicia verdadera es aquella que beneficia a los poderosos. Seres humanos y animales irracionales responderían a los mismos principios según su concepción de la naturaleza humana.

Una cosa que es importante señalar, pues constituye el punto nodal de la exposición de Trasimaco, es la idea que predica que la justicia es en todo caso y en cualquier circunstancia un bien enajenable, mismo que pertenece indudablemente a aquel o a aquellos que son poderosos. Con dicha tesis, el sofista defiende una idea relativista de la justicia. Sin embargo, algo que igualmente es importante señalar, es que con tal relativización lo que realmente se hace es negar la existencia tanto de un Derecho Divino universal e inmutable, como la existencia de un Derecho Natural con las mismas cualidades.

Para el sofista, el mejor prototipo de hombre político que podemos encontrar es el tirano, ya que nadie mejor que éste es capaz de volcar todo el esfuerzo político en un beneficio egoísta. El tirano es, por lo mismo, el que logra llevar a cabo su beneficio de forma perfecta. La justicia y la ley, en otros términos, vienen a constituir conceptos que dependen exclusivamente de las convenciones social y políticamente establecidas entre gobernantes y gobernados, siendo aquellas garantes nocturnos de los intereses de los primeros sobre los segundos. Cabe resaltar en tal cauce que para Trasimaco, todas las formas de gobierno tienden a la tiranía y al despotismo, pues precisamente en la erección de leyes y patrones de justicia que contravienen los intereses de los gobernados vienen a concentrarse potencial y activamente los deseos de dominio de los gobernantes. Sólo nos resta decir en términos axiológicos que aquella postura constituye una visión negativa no ya de la naturaleza humana, sino de las inclinaciones o deseos comunes del género humano.

Otra postura interesante respecto al concepto de ser humano y su relación con la dicotomía φύσις /νόμος es la que defendió Hipias. Aunque son pocas las fuentes con las que se cuentan para delinear con precisión las características de su pensamiento, algo sobresaliente es su rechazo a las disposiciones legales por considerarlas contrarias a la naturaleza. De la misma manera que Trasimaco, admite que la parte animal del ser humano es la fundamental en su configuración, negando la susodicha universalidad de una dimensión moral en la que pudiera participar por la posesión de las facultades intelectuales. Sin embargo, contrariamente al sofista de Calcedonia, considera que el hecho de que el νόμος se imponga en las relaciones sociales tiene efectos negativos para la naturaleza humana. Para Hipias, la ley (loνόμος) impone su tiranía sobre los hombres, por lo que actúa frecuentemente con violencia, en contra de la naturaleza (lo φύσις).7  

En la misma corriente de pensamiento respecto a los efectos negativos de lo νόμος sobre la naturaleza humana se encuentra Antifonte. Para él, las exigencias de la ley son contingentes o accidentales, mientras que las exigencias de lo physis son necesarias. Lo curioso es que para este último pensador los seres humanos, griegos y bárbaros, son considerados iguales en todo, contrariamente al pensamiento generalizado según el cual había una superioridad natural de los primeros sobre los segundos. Esta visión igualitaria de la naturaleza humana no tiene precedente alguno en el pensamiento griego, por lo que constituye un planteamiento vital para entender la posición democrática de los sofistas.

Antifonte reconoce también la capacidad intelectual de la especie humana, aunque establece que dicha capacidad no es necesariamente la prueba de que exista un mundo moral universal y objetivo. Según Galeno, Antifonte instituye que “en todos los seres humanos el pensamiento gobierna al cuerpo, tanto en lo que a la salud se refiere, como a la enfermedad e igualmente en todo lo demás”. 8 En concordancia con tal postura, plantea que los seres humanos obedecen los preceptos legales no por alguna obligación trascendente sino por el pudor. Así entonces, considera que el mundo moral y jurídico nace de las convenciones sociales.

Dentro de una lógica de carácter hedonista establece que el dolor y el placer son los indicativos más objetivos del actuar humano, ya que aquellos definen también lo qué es el ser humano: un animal que siente y desea. “Lo que produce dolor, en justa razón, no es más conveniente a la naturaleza que lo que produce placer. Por tanto, lo que produce dolor no puede resultar más útil que lo que aporta placer. Porque lo verdaderamente útil no debe producir daño sino resultar provechoso...”. 9

Para Antifonte, al igual que para Protágoras y para Trasimaco, el aspecto material de la configuración humana será el más esencial, restándole valor a aquellos elementos que hacen posible la participación del mundo moral. Por el mismo motivo, lo más importante en las decisiones morales será lo producido por la facultad sensitiva. De ahí precisamente que Antifonte exponga que en lo referente a las necesidades naturales, así como en la cuestión del placer y el dolor, todos los hombres sean esencialmente iguales entre sí.10 Para el sofista de Atenas el ser humano tiene que preocuparse fundamentalmente por hallar concordia entre los deseos, considerando la anarquía de dichos deseos como el peor estado de todos.

1 Calvo, Op. Cit., p 75.

2 Ibid, p. 77.

3 Alegre, Op. Cit., p. 23.

4 Platón, República, 338 c.

5 Ibid, 338 e.

6 Ibid, 343 d.

7 Platón, Protágoras, 337 c-d.

8 Galeno, Comentario al tratado de Hipócrates “De los deberes del médico”, tras el fragmento 1, en Sofistas: testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, p. 346.

9 Col. IV, (100-131 H), en Ibid, p. 361.

10 Ibid, Col II. (266-299 H), p. 363.