EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

El Institucionalismo

El Institucionalismo data de la época del primer tercio del siglo XX, especialmente desarrollado en los EEUU. Su principales exponentes fueron: Thorstein Veblen, John Commons, Wesley Mitchell y Clarence Ayres. Entre sus principales postulados, destacan el relativo a la razón de ser de la Economía, dicen que debe ser teoría del proceso económico del grupo y del desarrollo de la naturaleza humana. También afirmaban que todos los grupos buscan pautas de consumo de la clase ociosa. Todo lo que se quiere es riqueza, no necesariamente la realización del Ser. Por otra parte, afirman que  el sistema de precios  no sirve porque pervierte los patrones de consumo y postulan una alta tributación al consumo conspicuo, para lo que, como se verá nosotros proponemos el “Impuesto Blacutt”. Dicen que el salario, a diferencia del beneficio y de l os dividendos dividendos está determinado por factores institucionales, no por las fuerzas del mercado, observación que constituye un acierto en la historia del pensamiento económico, adelantándose con ello a los poskeynesianos en los asuntos de la distribución del ingreso. Lo más importante de sus propuestas es que ponen de relieve los aspectos institucionales de la economía, lo que nosotros traducimos en una visión más general, esto es, en los aspectos culturales, pero coincidimos con ellos en que la economía debe formar parte de un sistema de sociología económica

El Neoinstitucionalismo

En las décadas del ochenta y del noventa, apareció una nueva versión del Institucionalismo con autores tales como Oliver Williamson, Douglas North y Ronald Coase. Hay en ellos cierta continuidad, aunque muy lejana, con los primeros institucionalistas.  Pero, algunos desafían a las corrientes neoliberales, sobre todo en lo que se refiere al excesivo énfasis que el  neoliberalismo, cuyo modelo económico es el neoclásico, pone en el individualismo. Ante la crisis del capitalismo mundial y su doctrina neoliberal, el neoinstitucionalismo trata de mejorar en algo su configuración. Este cambio se manifiesta, sobre todo, en sacar a la disciplina económica de la argumentación exclusiva basada en el mercado y hacer notar que las fuerzas del mercado interactúan con las formas institucionales de una sociedad determinada.

Desde el punto de vista metodológico, el Neoinstitucionalismo afirma que la sociedad es un sistema que está conformado por un conjunto de elementos institucionales, los cuales interactúan entre sí, aunque no cree que  haya un proceso de dominación y explotación entre los grupos humanos que conforman una socie-dad. Uno de los aportes de esa escuela de pensamiento, se refiere a la visión que tienen sobre las instituciones. Éstas no se refieren necesariamente a una forma determinada de aparato institucional, sino más bien a las reglas del juego para normar la interacción humana. Pero, integralmente, las instituciones podrían ser formales, tales como las regulaciones, la Constitución Política del Estado, las normas y códigos y otros parecidos. También podrían ser informales, como el modo en que esas “reglas del juego” se expresan en una cultura o un grupo humano determinados. En todo caso, el Neoinstitucionalismo quiere que todas las sociedades del mundo se conviertan en sociedades de contratos explícitos sobre las reglas del juego. El cumplimiento de estos contratos mostraría que el capitalismo es adecuado si se tienen las reglas adecuadas, es decir, las instituciones adecuadas. Por eso es que surge la necesidad de fortalecer las instituciones a través del cambio, reformas o eliminaciones, entre ellas, la del Estado.

Consideran que el ser humano tiene siempre la posibilidad de realizar sus elecciones de una forma racional. Una elección racional se supone que se basa en el conocimiento del marco institucional y no solamente desde el ángulo de la elección del homo economicus. En todo caso conservan el fin primordial de una supuesta elección racional: la instituicionalidad permitiría maximizar los beneficios. En este punto, no hay una diferencia significativa con el sistema neoliberal al que prentenden desafiar. Una de sus mayores preocupaciones estriba en los derechos de  propiedad, los que deben ser muy claros y debidamente protegidos; es decir, se quiere una red institucional que legitime la propiedad en el sentido de que los derechos de la propiedad sean reconocidos por la sociedad. Las subsociedades de un país que no reconocen los derechos de propiedad y no los protegen debidamente carecerían de un Estado consolidado. Esto sería aplicable a todas las comunidades indígenas y pueblos originarios de los países subdesarrollados.

Para los neoinstitucionalistas hay costos de transacción, que definen como aquéllos costos de transferencia y protección de los derechos de propiedad y que se expresan en los gastos exigidos por el entorno institucional, político, social y legal para asegurar el derecho de propiedad. Los costos de la información también forman parte de estos costos, puesto que, según dicen, incidirían sobre los derechos de propiedad. Estos costos generarían confianza en el país y el Estado sería el instrumento al servicio de los costos de transacción para reducirlos y asegurar el derecho de propiedad a través de la normativa. La insurrección armada sería rechazada, pero no por los muertos y otros daños humanos, sino porque pondría trabas al mercado y eso aumentaría los y aumentaría los costos de transacción, sin contar que aumentarían también los costos de información sobre el mercado. Sólo desde ese punto de vista, los neoinstitucionalistas serían partidarios de las soluciones políticas negociadas. Por último, sostienen que a medida que el Estado crea “restricciones” al libre mercado, aparecen rentas que atraen el interés de los gremios, los sindicatos y otros similares para apoderarse de ellas; estas rentas llegarían inclusive al soborno. En cuanto al gasto público, dicen que éste podría ser suficiente si es que se lo administrara bien. Por lo visto, el neoinstitucionalismo no es sino un neoliberalismo con otro pretendido nombre que busca la reforma del Estado para que favorezca al capital financiero, especulativo y depredador. Su política de salarios, por ejemplo, dice que se debe reducir el salario para reducir también los costos de producción. No queda clara la intención del nuevo modelo de llamarse a sí mismo Neoinstitucionalismo, pues su intención teórica nada tiene que ver con lo que fue el original.

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