PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

Ernesto Menchaca Arredondo
Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas”, México

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Capítulo 3

Redes del bienestar y valores culturales

El bienestar en México

“El bastón tiene la finalidad de demostrar que las manos de su portador se emplean para una finalidad distinta del esfuerzo útil y, por ende, tiene utilidad como demostración del ocio de quien lo lleva. Pero es también un arma y satisface por ello una necesidad sentida por el hombre bárbaro”.

—Supervivencias modernas de la proeza, Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa, 1899/1951, p. 271

En este capítulo se presenta, en primer término, una mirada a los indicadores básicos de bienestar, en términos de ingreso o proporción de satisfactores básicos para la población en México, en seguida se profundiza en el análisis de los resultados empíricos de la investigación, para mostrar la producción de nuevas formas de satisfacción social más allegadas a nuestras percepciones, además, el derrumbe de las concepciones tradicionales sobre bienestar a través de una fragmentación socio-política del bienestar subjetivo, el cual denominamos bienestar líquido o fugaz. El enfoque permite construir una forma global de medirlo, incorporando aspectos materiales e inmateriales sobre cómo viven las personas. Se obtuvieron los componentes principales del bienestar subjetivo y de los valores culturales, realizando diversos mapas/red para la identificación de sus características estructurales subyacentes al entramado institucional democrático.
Al hacer una descripción de algunos aspectos sobre el bienestar en México, respecto al promedio de los países pertenecientes a la OCDE, podemos ver las desigualdades. El país gasta menos del 1% del PIB en apoyo a familias con niños, junto con Chile y Corea, menos de la mitad del promedio, alrededor del 2.2%. El gasto público por niño es mucho menor en todas las etapas del ciclo de vida infantil. Así como el asignado a la primera infancia es particularmente bajo, aproximadamente siete veces menor que el promedio de los países de la OCDE $39,600 M.N. por niño, comparado con los $274,700 M.N.
México, junto a Israel, tienen la tasa más alta de pobreza infantil de la OCDE, más de 1 de cada 4 niños mexicanos vivía en hogares pobres en 2008 (25.8%). Las diferencias de género en México, en cuanto al trabajo remunerado y no remunerado, se ubican entre las mayores de la OCDE. Los niveles de empleo femenino van modestamente en aumento, pero aún son los más bajos después de Turquía. El 43% de las mexicanas tienen un empleo, comparado al promedio que es del 60%. En casa, ellas pasan 4 horas más por día en trabajo no remunerado que los hombres (OCDE, 2011).
El enfoque de desarrollo humano propone que lo que un individuo puede ser o hacer define su bienestar. La libertad existente para elegir formas de vida alternativas, de acuerdo a metas propias, es entonces indicativa del desempeño de una sociedad. El objetivo básico del desarrollo en esta óptica es ampliar las oportunidades de la gente para vivir una vida saludable, creativa y con los medios adecuados para participar en su entorno social. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) selecciona tres dimensiones para medir el desarrollo: longevidad, conocimientos y acceso a recursos. Como indicadores toma los siguientes aspectos: la esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización, la matriculación escolar y el PIB per cápita (PNUD, 2014).
Para el caso de México, a pesar de que muchos de los municipios mexicanos podrían ser incluidos en el ordenamiento mundial como entidades en un nivel de desarrollo humano medio, los contrastes que privan entre distintos municipios son enormes. Por ejemplo, dentro de los municipios con alto desarrollo humano destaca la delegación Benito Juárez del Distrito Federal tiene un IDH comparable a países como Alemania, España, Italia y Nueva Zelanda, los cuales se encuentran dentro de los veintiún primeros países a escala mundial. En el otro extremo, encontramos al municipio de Metlatónoc en Guerrero, cuyo IDH se encuentra en un nivel muy similar al de países como Benín, Costa de Marfil, Guinea y Tanzania; todos parte del continente africano que se ubican dentro de los últimos veinte lugares en IDH. Estos datos muestran, a su vez, las propias limitaciones que tiene el índice para mostrar el desarrollo de un país, sobre todo, por la gran desigualdad existente.
Según indicadores de Naciones Unidas el origen de esa desigualdad del IDH por componentes, se da según la siguiente forma: el 13% proviene por la forma en cómo se distribuye la sobrevivencia infantil entre municipios, mientras que el 31.5% surge del componente de educación, y 55.5% del ingreso. Lo que muestra la importancia de la distribución de los ingresos en la solución a largo plazo.
Por el lado alimentario, hay un cálculo para elaborar las llamadas líneas de bienestar, con base en la suma de calorías supuestamente necesarias para vivir, así se define la canasta alimentaria;1 para el caso de zonas rurales es el equivalente a 2215.9 calorías al mes, tiene un costo de $613.8 M.N. La línea de bienestar rural mensual es de $1,202.80 M.N., la urbana es de $1921.74 M.N. Con estos cálculos se define el salario mínimo, considerando la suficiencia para que una persona viva decentemente, como es obvio, es insuficiente.
Los trabajadores junto a sus familias, no solo, requieren alimentos; incluye casa, transporte, vestido y salud, lo que da lugar a la llamada Canasta Básica Constitucional Integral (CBCI), la cual tiene un costo diario en México de $940.00 pesos, considerando bienes y productos de primera calidad, lo que equivale a 15.08 salarios mínimos diarios, o un salario mensual de 27,600 pesos. Pero somos un país de más de cien millones de habitantes y, sin embargo, sólo el 1.8% (2 millones 34 mil 987 personas) del total pueden adquirir la Canasta Básica Integral, mientras el 98.2% no la alcanza ni puede aspirar a tenerla (Cantú et al., 2004).
Un pequeño recuento histórico, permite visualizar la situación de las familias en México, de acuerdo a estudios realizados por el Centro de Análisis Multidisciplinario CAM de la UNAM para el año 1987, las familias mexicanas les bastaba el ingreso de un miembro familiar para comprar los alimentos contemplados en la Canasta Alimentaria Recomendable (CAR), al año 2000 los jefes de familia tenían que optar por buscar dos empleos o bien trabajar dos miembros del grupo familiar, la situación empeoró para 2012, se requiere que tres miembros de cada núcleo familiar laboren para colaborar al ingreso, que apenas alcanza para alimentos y servicios básicos indispensables (CAM, junio, 2015).
El bienestar desde una mirada de los indicadores básicos, en términos de ingreso o proporción de elementos básicos para la sobrevivencia de las personas, muestra un deterioro cada vez más acentuado. Ante la imposibilidad del régimen para ofrecer alternativas sociales para mantener el bienestar se constituyen nuevas representaciones para paliar las insatisfacciones de las personas.

El bienestar subjetivo de los mexicanos

Veamos de manera general cómo se encuentra el bienestar subjetivo en México, según datos del Inegi: del total de las personas entre 18 y 70 años de edad que viven en México, 47.3% dicen estar satisfechas con su vida; 36.1% están moderadamente satisfechas; 11.8% están poco satisfechas, y 4.8% están insatisfechas con su vida (INEGI, 2012).
En una escala de 0 a 10, la valoración promedio de satisfacción con la vida dada por el grupo poblacional en estudio fue de 8.0. Los aspectos o dominios de vida en los que los mexicanos manifiestan mayor satisfacción en la escala de 0 a 10, son: vida familiar, 8.6; autonomía, 8.5; salud, 8.2, y vida afectiva 8.2. En contraste, los aspectos peor calificados son: situación económica, 6.5; país, 6.8; tiempo disponible, 6.8, y educación 6.9.
Los datos disponibles para el año 2015 muestran que la satisfacción con la vida familiar aumento a 8.9, le siguió la vida afectiva 8.5, los dominios que menor satisfacción presentaron fueron seguridad ciudadana 5.9, junto a satisfacción  del país 6.9 (INEGI, Agosto-Noviembre 2014).
De manera similar a lo que se ha reportado para otros países, la relación entre la satisfacción con la vida y la edad tiene forma de “U”: el nivel más alto se tiene en el grupo de 18 a 29 años (8.1) y el más bajo en el grupo de 45 a 59 años (7.9). Por su parte, tanto el grupo de 30 a 44 años como el de 60 a 70 años, tienen una valuación de 8.0.
La satisfacción con la vida es mayor a medida que se consideran grupos de población con mayor nivel educativo. Así, el promedio de satisfacción con la vida (en escala de 0 a 10) es de 7.8 entre quienes tienen primaria completa; de 8.0 entre quienes tienen secundaria completa; de 8.2 entre quienes tienen preparatoria terminada; de 8.4 entre quienes tienen licenciatura, y de 8.7 entre quienes tienen posgrado. La satisfacción con la vida reportada por las personas solteras es prácticamente igual que la de las casadas (8.1 en ambos casos), mientras que la correspondiente a quienes viven en unión libre es un poco menor (8.0), y claramente menor entre los divorciados y viudos (7.7 en ambos casos) y los separados (7.6).
En términos de felicidad, el promedio correspondiente a las personas casadas es 8.5, ligeramente superior al de quienes están en unión libre y al de los solteros (8.4 en ambos casos). Les siguen los divorciados con 8.1, y los separados y viudos, ambos con un nivel promedio de felicidad de 7.9. Se observa también que los niveles promedio de satisfacción con la vida se incrementan a medida que se consideran individuos en hogares con mayor gasto corriente per cápita. Al dividir a la población en quintiles según su gasto corriente per cápita, se observa que la satisfacción con la vida del quintil con menor gasto es de 7.6, mientras que la del quintil con mayor gasto es de 8.5.
Como puede verse, los mexicanos podemos estar objetivamente —si todos concordáramos— muy mal en aspectos económicos, de salud, educativos, etcétera. Pero la satisfacción con la vida y la felicidad son rebosantes. Así pues, lo que tenemos es un derrumbe de las ideas tradicionalessobre el bienestar, y a la vez un proceso permanente de modificación de las condiciones sociales, económicas y políticas que nos permite hoy exponer una imagen fragmentada de un bienestar líquido y fugaz. Y al mismo tiempo encontramos nuevos desafíos en lo que se refiere a la forma adecuada de medir el desarrollo y el progreso de las sociedades.
Los resultados muestran una paradoja entre las altas valoraciones del bienestar en lo que se refiere a los aspectos menos materiales —como la relación en la familia, la autonomía y la vida afectiva— y la valoración baja de los indicadores más tradicionales, como la economía y la educación. De modo que si tratamos de comprender adecuadamente lo que sucede en estas esferas, necesariamente debemos combinar ambos aspectos, con miras a obtener una mejor radiografía de los aspectos subjetivos que están modificando la forma de entender el desarrollo y el progreso. Los diversos indicadores hasta ahora construidos no dan cuenta de la integración de estos nuevos factores y de la diversidad de las sociedades en el mundo.

1 También existe el cálculos para la canasta básica no alimentaria (Véase Cantú, de la Torre, y Hernández Laos, 2004).