EL TURISMO COMO FACTOR DE TRANSFORMACIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA DE BAHÍA DE BANDERAS, NAYARIT

EL TURISMO COMO FACTOR DE TRANSFORMACIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA DE BAHÍA DE BANDERAS, NAYARIT

Candelario Fernández Agraz
Universidad de Guadalajara

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6.3 Turismo: expansión, apropiación y grupos sociales

El turismo en América Latina tiene sus orígenes en Cuba, desde mediados del siglo XIX siendo aún posesión española era concurrida por viajeros estadunidenses. Después de la Primera Guerra Mundial, la prohibición del juego coincide con la prohibición del alcohol imperante en los Estados Unidos lo cual provocó que oleadas de norteamericanos viajaran hacia la isla, situación que se prolongó hasta finales de los cincuenta, con la irrupción de la Revolución Cubana.
Al inicio de la década de los años cuarenta, las explotaciones mineras y la producción bananera habían sucumbido totalmente a las condiciones de mercado y a la expropiación agraria respectivamente en la región de Puerto Vallarta y con ello también la economía del Valle de Banderas. La explotación de plata y banano son remplazados por la pesca, principalmente de tiburón, el cultivo de tabaco y la producción de coquito de aceite (Munguía, 1997).
A raíz de la guerra fría, Latinoamérica excluyendo a México, entro en una fase violenta donde predominaron movimientos armados, guerrilla, dictaduras y golpes de estado. Los Estados Unidos enfrentan esta crisis a través de intervenciones armadas, injerencias políticas y medidas económicas. Estas medidas económicas requirieron inversiones en el ramo de la industria del turismo como estrategia para generar control económico y político desde el exterior en los países aliados y de esta manera el turismo se convierte en un modelo de desarrollo.
Para esos años, las costas del Pacífico mexicano eran lugares excluidos y marginados en particular los litorales de Jalisco y Nayarit. Sin embargo, a partir de la década de los cincuenta, el Estado mexicano inicia el proyecto de ocupación de sus costas a través de programa “La marcha al mar”, lo que transformaría al Pacífico mexicano de occidente que se transfiguraría en el foco de desarrollo turístico posicionándose como destinos de sol y playa.
Inicialmente, “La marcha al mar” promovió la agricultura de riego, ganadería intensiva y pesca moderna por sistemas cooperativos en la zona de Bahía de Banderas (Puerto Vallarta y El Valle de Banderas), posteriormente, se inició el desarrollo del sector servicios, entre ellos el turismo lo que acabó por integrar progresivamente a la región al mercado nacional e internacional.
Hacia 1940 se construyen los primeros hoteles en Puerto Vallarta y cuyo establecimiento obedeció al auge comercial marítimo y de tierra adentro que sostenía la cabecera municipal. El Hotel Gutiérrez, el Hotel Rosita, el Hotel Paraíso y el Hotel Central albergaron a los primeros visitantes que llegaban en calidad de negocios o de aventuras (Munguía, 1997).
Hacia 1942 en la revista Modern México publicada en Nueva York, presenta un anuncio que  mencionaba la existencia de un pequeño pueblo en el litoral del pacífico mexicano con características mágicas donde se podía vivir, cazar y pescar de manera rudimentaria y cuya saga iniciaba con un vuelo procedente de la ciudad de Guadalajara a la costa norte del estado de Jalisco (Fideicomiso, 2000).
Hacia 1953, el entonces Gobernador del Estado de Jalisco, Lic. Agustín Yáñez establece constitutivamente la Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco y cuyo objetivo sistematizado dualmente con la Secretaria de Economía a través de la Dirección de Estudios Económicos planteaba el equilibrio de las actividades económicas de las regiones costeras, entre ellas la región de Puerto Vallarta (Jalisco, 1958).
Los informes técnicos procedentes de este instituto requirieron la movilización de recursos privados y públicos para obras de carácter general y cuya administración corrió a cargo de la misma Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco y se enfocaron a la construcción de vías de comunicación, servicios públicos, e infraestructura agrícola. Para la zona de Puerto Vallarta se plantearon cuatro obras públicas que habrían de coadyuvar en lo sucesivo en el cambio del paisaje de toda la bahía: la carretera federal 200, la terminal marítima, la planta termoeléctrica y el aeropuerto.
En 1954, la Compañía Mexicana de Aviación establece oficialmente la ruta comercial Guadalajara-Puerto Vallarta lo cual es el primer indicio de competencia aérea comercial entre aerolíneas por los destinos de playa aun sin desarrollar. En los años sesenta se apertura la ruta aérea Los Ángeles-Mazatlán-Puerto Vallarta  a través de una alianza comercial entre Mexicana de Aviación y Pan American Airlines (Munguía, 1997).
La industria turística se asentó en la región de El Valle de Banderas prácticamente con el desarrollo en la vecina ciudad de Puerto Vallarta a finales de la década de los sesenta. La famosa película que protagonizara la actriz norteamericana Elizabeth Taylor, titulada “La Noche de la Iguana”, la reunión binacional que sostuvieron los presidentes Richard Nixon y Gustavo Díaz Ordaz a principios de los setentas, la apertura del aeropuerto internacional, de la terminal marítima y de la carretera federal 200, y la categorización a “Ciudad” catapultaron a Puerto Vallarta a nivel mundial como centro turístico de sol y playa.

6.3.1 Expansión turística local

A mediados de 1970, la reunión entre los presidentes de México y Los Estados Unidos, Gustavo Díaz Ordaz y Richard Nixon pone de manifiesto el interés de grupos inversores internacionales en turismo sobre la Bahía de Banderas. En diciembre de este mismo año se publica oficialmente el decreto expropiatorio aprobado un mes antes y que declara por causa de utilidad pública el desarrollo habitacional y turístico en los terrenos que circundan la Bahía de Banderas en los estados de Nayarit y Jalisco (Guzmán & Anaya, 2011).
Durante el sexenio presidencial del Lic. Luis Echeverría Álvarez se planeó desarrollar Bahía de Banderas como polo de desarrollo turístico. Por lo cual, se creó el Fideicomiso Bahía de Banderas (FIBBA) y se expropiaron las zonas de playa a los ejidos limitantes con el litoral desde la margen sur del Rio Ameca en Puerto Vallarta,  hasta la zona de Boca de Chila en Compostela.
Se expropió a favor del Gobierno Federal las superficies ejidales de varios centros poblacionales de la costa sur de Nayarit, en el municipio de Compostela comprendido por 4136 hectáreas y 1036 para Jalisco en el área de Puerto Vallarta principalmente. Las que estaban destinadas al desarrollo turístico, estas abarcaban 140 km. de playa a lo largo del litoral nayarita, con radio de acción o efecto directo a los programas agrícolas, ganaderos, pesqueros, industriales, educativos y de vivienda popular de 60 mil has. (Real et. al., 2010).
En el decreto se establece como fideicomitente a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y al Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos con carácter de institución Fiduciaria y a favor de la cual debería transmitirse la propiedad. Los ejidatarios fungen como fideicomisarios y el terreno rustico los bienes expropiados (Federal, 1970).
Ya en 1971, se promueve la escisión del fideicomiso en dos, uno por Nayarit y otro por Jalisco. En 1973 se crea el fideicomiso traslativo de dominio con el nombre de Bahía de Banderas con fundamento en la reforma al Artículo quinto del 10 de noviembre de 1970 y relativo a los bienes ejidales expropiados en el municipio de Compostela y Puerto Vallarta. Al año siguiente se crea el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), que a la postre se convierte en el fideicomitente del Gobierno Federal y de Nacional Financiera y se nombran delegados fiduciarios 
Aunque el sustento jurídico se fundamente en la causa de utilidad pública, el valor comercial de los terrenos alcanzó precios estratosféricos sobre todo aquellos localizados frente al mar comparado con el muy bajo valor pagado a sus dueños originales. El proceso comercializador especuló con los precios de los terrenos sobre todo aquellos cuya locación frente al mar que alcanzaron precios exorbitantes expresado en metros cuadrados (Guzmán & Anaya, 2011).
El fideicomiso es sin lugar a dudas un antes y un después en el marco del desarrollo socioeconómico para la región de la Bahía de Banderas y lo que es hoy la costa del municipio de Bahía de Banderas en Nayarit. El despegue económico que inicialmente proviene desde Puerto Vallarta ejerce influencia sobre la costa sur de éste estado, lo que significó el abandono de un estilo de vida basado en una economía endémica rural a una economía comercial y de servicios sustentada en el turismo.
La industria del turismo tiene sus inicios en Nayarit a partir de la década de los setentas cuando el Estado planifica la creación de centros turísticos orientados al mercado doméstico: Rincón de Guayabitos y posteriormente Lo de Marcos, San Francisco, Sayulita y Bucerías. Nayarit apuesta por atraer visitantes a sus playas del sur de la entidad (Gutierrez, 1971). Construye infraestructura urbana para asegurar la rentabilidad de las inversiones privadas, favorece la expropiación y legalización de tierras ejidales, construye inmuebles para uso hotelero, contribuye con recursos para la capacitación de la fuerza de trabajo y aporta financiamiento a los empresarios turísticos (Real et. al., 2010).
La actividad siguió creciendo a lo largo de la década de los setentas aunque en menor grado debido al retiro del apoyo federal. A inicios de la década de los ochenta se comienza a desarrollar Nuevo Vallarta, en los límites con Jalisco, con elementos que elevaron su imagen como polo de desarrollo turístico: zona de marina, campo de golf, hoteles, fraccionamientos exclusivos y zona comercial con todos los servicios integrados. Adicionalmente, en la playa norte de Bucerías se desarrolló una zona hotelera con un mercado objetivo orientado a la zona de occidente del país. Un proyecto muy parecido al de Rincón de Guayabitos. 
A inicios de la década de los noventa, en Puerto Vallarta se desarrolla Marina Vallarta, lo que eleva el auge turístico de esta última ciudad y de la zona de litoral del Valle de Banderas. Este proyecto impactó en ambos márgenes del río Ameca al acentuar los niveles de desarrollo locales y apresuró el crecimiento económico de la región. A finales de este periodo, en 1989, la zona del Valle de Banderas es declarada municipio de Bahía de Banderas, con ello, se comienza a escribir una nueva fase en la historia de la región.

6.3.2 El auge del turismo y el declive de las actividades agrícolas en el municipio de Bahía de Banderas

La agricultura en Bahía de Banderas
La mayoría de los ejidos de la zona del valle en el municipio, fueron creados en la década de los años treinta. Con el desmantelamiento de la mayoría de las haciendas en el estado, sobrevino el reparto agrario que dio origen a los 13 ejidos o núcleos agrarios que subsisten en el municipio, aunque es de destacar y ya se mencionó, sólo 8 de ellos están situados en la zona llana agrícolamente productiva.
Posterior a la década de los años treinta, sobrevino el desarrollo agrícola en la región que se caracterizaría por la producción de tabaco, frijol y chile principalmente, así como otros cultivos cítricos estacionales y además de la creación del distrito de riego de Bahía de Banderas durante los años cincuenta, fundado precisamente con la intención de administrar los vastos recursos hidrológicos con los que cuenta la región.
Hacia la década de los años sesenta, el mercado mundial de tabaco experimentó un notable crecimiento; el gobierno instituyo la paraestatal denominada “TABAMEX” (Tabacos Mexicanos), que se encargaba del crédito agrícola en este rubro, pero que además monopolizó la industria tabacalera como actividad primaria.
A finales de la década de los ochenta, la apertura comercial y la caída en los precios internacionales del tabaco principalmente, marcaron el declive de las actividades agrícolas como sector económicamente predominante en la región. La entrada de México a los mercados internacionales significó para el sector agrícola una abrupta competencia y desventajas sobre todo tecnológicas que se reflejaron en la competitividad productiva.
Se muestra a continuación datos estadísticos que demuestran el decremento de las actividades agrícolas sobre todo en la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI. En ellos se establece  de manera absoluta y relativa la caída en la productividad y otros rubros que la componen.
En el VII censo ejidal de 1994 llevado a cabo por el INEGI, se muestra un claro descenso en la cantidad de hectáreas aparceladas por ejido o comunidad agraria. De hecho, el censo solo reporta 12 núcleos agrarios cuando en realidad subsisten 13 organizaciones, tampoco reporta cuales son las razones potenciales por las cuales se muestra esta baja significante en la cantidad de hectáreas aparceladas, pero se muestra un declive en este rubro de alrededor de 37.46%. La razón más lógica por la que se presenta esta declinación puede ser atribuida a la comercialización y venta de la tierra, aunque este dato estadístico es una apreciación general, es decir, de todo el municipio no intenta establecerlo de manera específica o solamente de la zona de estudio (INEGI, 1994).
El cambio en la cantidad de hectáreas aparceladas por ejido o comunidad tiene una lógica pertinente si se observa la disminución en el número de ejidatarios y comuneros de 1993 a 2001. El número de miembros que dejaron de pertenecer a una organización agraria fue de 667 individuos, porcentualmente significa un declive de 22.59%.
En 1993 existían 2853 individuos que poseían una parcela de manera individual, ocho años más tarde la baja porcentual en este rubro es apenas superior al 30.13%, de manera que 860 personas vendieron o cedieron su parcela. El promedio de miembros por organización agraria en el municipio es de 220 personas, de manera que si se asocia el actual número de ejidatarios y comuneros hubiesen desaparecido poco más de 2 núcleos agrarios en tan solo ocho años (INEGI, 2002).
Las cifras más recientes que registran la cantidad de hectáreas de labor y de temporal sembradas por disponibilidad de agua con cultivos cíclicos, relatan una baja sensible en el número de hectáreas cultivadas hasta 2003. Esta disminución es igual a 516 hectáreas y que porcentualmente representa una caída de 6.27%. Nótese el aumento considerable de superficie dedicada al cultivo de sandía y de maíz de 1993 a 2004. En el caso de la sandía tuvo un aumento que sobrepaso el 100% de la cantidad de superficie que se cultivaba en 1994 y en el caso del maíz el aumento porcentual fue de 13.34% (INEGI, 2004).
Sin embargo, en existe un desvanecimiento progresivo en el caso del sorgo como producto cíclico, para 2003 no se cultivó en lo absoluto superficie alguna y en el caso del tabaco la disminución paso de 1395 hectáreas en 1993 a 381 en 2003, en apenas diez años la baja porcentual en la superficie cultivada para este producto fue de 72.68 (INEGI, 1994).
Es complejo establecer razones o causas que originaron este desplome; puede presumirse que el más lógico es el uso de la tierra para fines extraordinarios entre los cuales destacaría la venta de la misma  tierra o el uso para fines pecuarios entre otros. Generalmente la tierra con disponibilidad de agua en esta región se encuentra en la zona llana o el valle, de fácil accesibilidad y cerca de los medios de transporte y de comunicación, lo que lleva a suponer que este deslizamiento también se debería a causas urbanas, es decir, para llevar a cabo proyectos inmobiliarios.
Para el caso de los cultivos perennes y que antaño fueron incluso cultivos tradicionales, tales como el mango, el papayo, la guayaba, la guanábana, el plátano y el café, para 2004 habían desaparecido en su totalidad como productos y superficie destinada al cultivo de los mismos, excepto el mango, que incrementó en un 24.46% la cantidad de hectáreas de cultivo (INEGI, 2004).
El volumen y el valor de la producción total comparando los años 1998 hasta 2004 arrojan cifras que explican la baja en el sector agrícola en los diferentes rubros en el cultivo de los productos cíclicos y perennes en la región. Es necesario aclarar que el INEGI, fuente de información total en este caso, no desagrega la inflación acumulada por cada periodo que casi alcanzo los dos dígitos en cada uno de los periodos (año), por lo que es necesario desglosar de manera literal para describir el comportamiento de cada variable, para este caso cada cultivo o producto (INEGI, 1994).
Es sorprendente el cambio en el volumen total de la producción de maíz en grano entre 1998 y 2004, esto explica el incremento en la superficie cultivada. Para 2004 el volumen de la producción de maíz se sextuplico, paradójicamente, la diferencia en el valor total para este producto en 2004 apenas fue superior al 11%, esto se explica debido a que el precio internacional del maíz se desplomó debido a una sobreproducción a nivel mundial en este lapso (INEGI, 2005).
Para la sandía que mostró incrementos acumulados  en la superficie cultivada  de cerca de 130%, para 2004 el volumen de la producción se elevó de manera extraordinaria y el valor total de esta se quintuplicó debido a la producción precisamente. Destaca aquí el hecho de la productividad por hectárea pues la relación entre volumen total y valor total para 2004 señala que hubo incrementos en la producción de sandía por hectárea.
La producción del tabaco ha experimentado decrementos tanto en la superficie cultivada como en el volumen de la producción. Para el periodo señalado, la baja en la superficie cultivada ha sido de alrededor de 70% y el volumen de la producción sufrió una baja de 50%, consecuentemente, el valor de la producción tuvo una disminución de casi 60% para 2004.
Para el caso del sorgo, este ha desaparecido como cultivo cíclico tradicional, de hecho, 1998 es el último ciclo agrícola en el que aparece como parte de los cultivos producidos en la región. Para 2004, no se señala más como parte del inventario de los cultivos regionales. 
El mango es el único cultivo perenne producido en la zona del valle, no obstante, la superficie cultivada aumentó de 1994 a 2004, el valor de la producción  experimentó  un ligero decremento de 4.78%  originado quizás por el precio del producto en el mercado internacional (INEGI, 2005)
El turismo en números
La industria turística se asentó en la región de Bahía de Banderas prácticamente con el desarrollo en la vecina ciudad de Puerto Vallarta, Jal. A finales de la década de los sesenta. La famosa película que protagonizara la actriz norteamericana Elizabeth Taylor, titulada “La Noche de la Iguana” y la reunión binacional que sostuvieron los presidentes Richard Nixon y Gustavo Díaz Ordaz a principios de los setentas, la construcción del aeropuerto y de la carretera federal 200, y la categorización a “Ciudad” catapultaron a Puerto Vallarta como centro turístico de sol y playa.
El desarrollo de este centro vacacional demandó mano de obra que en parte el sur del municipio de Compostela (Bahía de Banderas) suplió de manera parcial. Sin embargo, los atractivos naturales de playa en su mayoría se encuentran en la parte norte de la bahía, es decir, en el extremo sur del estado de Nayarit, que contribuía de manera alterna a la atracción de turistas en ambos municipios.
Durante el sexenio presidencial del Lic. Luis Echeverría Álvarez se planeó desarrollar de Bahía de Banderas como polo de desarrollo turístico. Por lo cual, se creó el Fideicomiso Bahía de Banderas (FIBBA) y se expropiaron las zonas de playa a los ejidos limitantes con el litoral desde la zona del Rio Ameca hasta la zona de Boca de Chila en los límites con el municipio de San Blas, Nayarit (Gutierrez, 1971).
A raíz del crecimiento de la industria en Puerto Vallarta, colateralmente la región sur que entonces pertenecía al municipio de Compostela experimentó crecimientos económicos significativos. A mediados de los setenta se planea el desarrollo turístico “Nuevo Vallarta”; ya para finales de la década de los ochenta la región entraba en pleno auge económico por lo que en 1990 el gobierno del estado decretó y reconoció a la región como el municipio número 20 con el nombre de “Bahía de Banderas” para facilitar la gestión administrativa pública. 
El auge del turismo en la región de la zona del valle en el municipio de Bahía de Banderas está ligado incuestionablemente con el crecimiento de los establecimientos de hospedaje. En el periodo de 1987 a 1993, se observa una disminución casi del 50% en la cantidad de negocios de este rubro.
Sin embargo, once años más tarde en 2004, el ramo de la hotelería registró un crecimiento apenas superior al 200%. Cuatro años más tarde en 2008, este mismo rubro tiene un crecimiento de 25% con respecto de 2004. Si se toman las estadísticas de 1993 a 2008, la industria creció a una tasa promedio anual de 5% en lo que respecta a la construcción de establecimientos de hospedaje. 
Aunque los establecimientos de categoría clase económica fue la que más creció de 1987 a 2008, la categoría de 5 estrellas que agrupa a la clasificación gran turismo tuvo crecimientos anuales extraordinarios, pues creció a una tasa promedio anual de 10% y además de que es la categoría que más cuartos construye por establecimiento. De hecho, el resto de las categorías no experimentaron cambios (INEGI, 2009).
En 2008, existían 6846 cuartos de categoría gran turismo y cinco estrellas, en promedio cada establecimiento de estas categorías tiene 446 cuartos  mientras que las categorías 4, 3 y 2 estrellas poseen en promedio 127, 46 y 16 cuartos respectivamente. Para el caso de la clase económica en este mismo año cada establecimiento tenía un promedio de 63 cuartos por establecimiento.
La categoría cinco estrellas y gran turismo creció del periodo de 1993 a 2008 a una tasa promedio de 6.38% o en todo caso se construyó un establecimiento para cada año agregando 446 cuartos por año a esta categoría. En el caso de la clase económica, esta creció a un ritmo más o menos similar al de cinco estrellas, solo que el promedio de cuartos por establecimiento fue mucho menor como se señaló en el párrafo anterior (INEGI, 2009).
Hacia 1993, el total de visitantes entre nacionales y extranjeros creció un 15.41% con respecto de 1991, cinco años después, en 1998 el crecimientos porcentual fue de 315.37% con respecto de 1991. La tasa promedio anual de crecimiento de visitantes al municipio fue de 45.05% esto significa que por cada año a partir de 1991 hasta 1998 se agregaron anualmente 60,062 turistas.
Tal como se muestra la tabla 8, el número de extranjeros visitantes rebaso en 1998 a los visitantes nacionales. Paradójicamente, en 1991, los nacionales constituían el 67% del mercado, situación que se revirtió hacia 1998. En este último periodo, los visitantes extranjeros constituían el 62% del mercado de la industria turística municipal (INEGI, 2009).
Las cifras encontradas hasta 2008 muestran un notable crecimiento en la industria restaurantera. De 1998 hasta este último periodo, el aumento porcentual se sitúa en 53%. Para el rubro de cafeterías el aumento es extraordinario en un periodo de diez años. Las cafeterías tuvieron un crecimiento acumulado de 96% y una tasa promedio anual de crecimiento de 10% lo que se traduce como la incorporación de diez establecimientos por cada año desde 1998 hasta 2008.
En el caso de las discotecas, centros nocturnos y bares, estos han presentado decrecimientos, en suma la industria de los alimentos y bebidas ha crecido a una tasa acumulada del periodo de 232.07%, es decir, a una tasa promedio anual de 23% (INEGI, 2009).
Los servicios adicionales como las agencias de viaje, arrendadoras de automóviles, campos de golf, salones de convenciones y marinas han mantenido un crecimientos sustantivo, sobre todo en el caso de las agencias de viaje que han ido a la alza desde 2001. En el caso de los salones de convenciones han pasado de prácticamente nada en 2001 a 11 unidades en 2008.
El municipio cuenta ahora con cuatro campos de golf, dos marinas y un balneario. En el caso de las arrendadoras de autos, estas han disminuido su presencia a solo dos unidades en la franja turística y se han preferido concentrarse en el aeropuerto o la ciudad de Puerto Vallarta (INEGI, 2009).
El análisis comparativo
Los dos apartados anteriores demuestran cuantitativamente el decrecimiento paulatino  del sector agrícola y el aumento progresivo de la industria turística en las últimas dos décadas en el municipio de Bahía de Banderas. No obstante, existen otros rubros donde el turismo ha ganado terreno a la agricultura y ha desplazado a esta como la actividad principal. Ello se puede demostrar de manera cuantitativa en la población ocupada por sector, en la población económicamente activa y el ingreso per cápita por sector de ocupación.
Los datos más recientes que detallan la participación  de la economía por sector de actividad municipal, datan de 1990, año en que se creó el municipio. Para ese año, la tasa de participación por sector de actividad para el sector servicios tenía una significancia de 44.7%; para el año 2000, el sector terciario tenía una participación de 61.42% mientras que el sector primario descendió de 31.0% en 1990 a 15.30% en 2000.

6.3.3 La zona costera de la región de Bahía de Banderas: daños irreversibles al patrimonio y paisaje natural

El crecimiento económico de la región de Bahía de Banderas, a través de la apropiación de la zona de litoral ha impactado negativamente y de manera significante el sistema estuarino local compartido por estos municipios en ambas entidades federativas. La práctica agrícola, el desarrollo del turismo y la industria inmobiliaria son los medios de expansión del sistema económico a través de los cuales se ha modificado y apropiado el paisaje costero local (Sauer, 1925; Claval, 1999).
Un sistema costero biológico marino se define por la presencia de ríos, arroyos, canales, esteros, pantanos y humedales con nivel cero con respecto al nivel del mar y se expande tierra adentro (Yañez-Arancibia, 1986). La región costera de los  municipios de Bahía de Banderas y Puerto Vallarta ésta conformada por los esteros El Salado, Boca Negra, Boca de Tomates, El Chimo y la Laguna del Quelele. Las zonas de humedales y pantanos adyacentes están conectadas a este régimen terrestre-marino a lo largo de la zona de litoral a través de ríos, arroyos y canales en ambos municipios en un espacio de alrededor de ocho kilómetros cuadrados.
Las autoridades federales y locales de ambos estados (Jalisco y Nayarit), han ignorado la función natural de este ecosistema en el funcionamiento biológico-marino de la región al permitir el uso indiscriminado del territorio costero para fines agrícolas, desarrollo turístico y desarrollo inmobiliario al consentir la trasgresión a zonas estuarinas hipersensibles a cambios radicales en el uso de suelo con fines económicos.
La agricultura en la zona de litoral de la región de Bahía de Banderas
Las actividades agrícolas, la agricultura y la ganadería principalmente son rubros  económicos que en primera instancia demandan tierra para el cultivo de productos y el pastoreo de ganado bovino. A partir de la dotación de tierra a mediados de la década de los años treinta del siglo pasado y la constitución del distrito de riego entre 1954 y 1958 (Núñez, 2009) la zona agrícola del valle de lo que es hoy el municipio de Bahía de Banderas experimentó un crecimiento sostenido en el rubro primario hasta finales de la década de los ochenta.
La demanda de granos, principalmente cereales (maíz, arroz y frijol), y el cultivo de tabaco, elevaron la demanda de tierra en la zona del valle, situación que llevó a los campesinos y núcleos agrarios  a proponer ampliaciones y reclamar  las tierras aledañas a los esteros, pantanos y humedales para uso agropecuario, incluso allende al Rio Ameca, ya en el estado de Jalisco.
La demanda de tierra aproximó a los campesinos a las zonas limítrofes de los esteros, humedales y zonas pantanosas, de manera que la frontera entre zonas estuarinas y tierras de cultivo estuvo diferenciada por una delgada capa de manglar, lagunas estacionales o bosque tropical o incluso los caminos de acceso trazados y construidos  a lo largo de los canales de los esteros y zonas bajas.
El gobierno federal no se preocupó por hacer respetar los límites entre las zonas de cultivo y las zonas de estero, tampoco por establecer un radio perimetral lo suficientemente amplio para proteger la vida marina, la fauna y flora endémicas de estos ecosistemas o en su defecto declarar como zona protegida a los esteros y sus elementos costeros.
Ejemplos concretos de estos desbalances son la zona norte y éste del estero El Salado en el municipio de Puerto Vallarta que constituye un sistema natural de humedales y es utilizado como zona agrícola y de pastoreo, y de igual manera en la desembocadura del Rio Ameca y las inmediaciones del estero Boca Negra. En el estero El Chimo en la zona de Mezcalitos y La Jarretadera la frontera entre estero y propiedad privada lo constituye una finísima barrera de manglar y los humedales localizados en ambos márgenes del carretera federal 200 han sido utilizados para pastoreo de ganado y zona de cultivos.
El turismo y sus efectos en la zona costera
A inicios de la década de los setenta, perecía que el desarrollo regional lograría conciliar las políticas públicas federales hacia el desarrollo económico de las zonas marginadas socialmente. Se incorpora el modelo de polos de desarrollo turístico que convenía en conjuntar el desarrollo en una misma actividad económica supuestamente más lucrativa desde la óptica macroeconómica e implicaría el desarrollo de otros sectores y regiones y de los propios naturales a quienes se le había expropiado la tierra (Real, Olivarría, & Madera, 2010), no obstante, esto significara remplazar al sector primario como actividad tradicional y ocupar el territorio tajantemente.
A escasos días de terminar su administración, el Presidente Gustavo Díaz Ordaz firmó el decreto expropiatorio por causa de utilidad pública de la zona costera de la región de Bahía de Banderas y de la zona norte del municipio de Compostela (Jaltemba y Valle de Chila). La expropiación de las zonas de litoral a los ejidos, la creación del FIBBA y la venta de los terrenos colindantes al litoral significó una nueva forma de trasgresión territorial a la zona costera (Gutierrez, 1971).
Si bien, la agricultura y la ganadería se practicaban de manera estacional y tradicional, éstas tuvieron como límite el manglar, el humedal permanente y el pantano. Las afectaciones en cierta forma fueron absorbidas por el sistema estuarino y regeneradas gradualmente durante la temporada de lluvias. El turismo, la actividad remplazante no escatimó en transformar de manera radical el paisaje natural al infligir daños irreversibles a lo largo y ancho de la zona costera de Bahía de Banderas edificando construcciones que eventualmente modificaron el paisaje natural de manera definitiva.
Una vez consumada la expropiación, el FIBBA, proyectó “El Fraccionamiento Náutico Residencial Nuevo Vallarta” destinado a un mercado turístico con alto poder adquisitivo y un campo de golf profesional, para lo cual demandó de una gran extensión de tierra costera en el ejido de Jarretaderas en una extensión de más de cinco kilómetros a lo largo de la línea costera. Inicialmente ocupó por completo el estero “El Chimo” en donde emprendió una deforestación masiva de la flora doméstica para la edificación habitacional.
En la zona aledaña a la Laguna del Quelele, se construyó el campo de golf y a lo largo de la línea costera hacia el sur, se han construido complejos turísticos entre la zona de playa y el estero el chimo hasta la desembocadura del Río Ameca donde recientemente se construyeron nuevos complejos y campos de golf invadiendo zonas de humedales limítrofes al río Ameca con nivel cercano a cero con respecto al nivel del mar donde se han levantado los niveles para contener las aguas de éste rio.
El crecimiento de la actividad turística en la región ha incrementado la demanda de tierra adyacente a la zona para la construcción de centros turísticos de recreación, esto ha elevado la plusvalía de la tierra que antaño tenia usos diferentes a actividades comerciales terciarias, al respecto Jiménez (2005) se pronuncia en cuanto a la reducción de las actividades tradicionales cuando el aumento de la demanda debería fortalecer a ésta actividad localmente
La carretera federal 200 es la  periferia y hasta donde comprende la zona territorial exclusiva de la industria turística local desde la terminal marítima, pasando por la desembocadura del rio Ameca hasta las inmediaciones del poblado de Bucerías. Esta zona exclusiva comprende más de 8 kilómetros de playa en una extensión de más de 12 kilómetros cuadrados .
Puede observarse con claridad el flagelo que se le ha impuesto a los ecosistemas estuarinos a causa de la actividad turística a lo largo y ancho de la zona adyacente a la costa en ambos estados y municipios. En el estero el salado, el complejo denominado “Marina Vallarta” barrió por completo la boca norte de este estero convirtiéndolo en un estacionamiento marino plagado de edificios, campo de golf y centro comercial para uso residencial, comercial y hotelero.
Antaño, el estero El Salado estaba intercomunicado con el estero Boca Negra y este a su vez con el estero Boca de Tomates a través de humedales y pantanos que hoy día ocupa el Aeropuerto Internacional Gustavo Díaz Ordaz interrumpiendo la acción biológica de reproducción de fauna y flora marina así como la desalinización del agua entrante al sistema estuarino a través de la boca principal ubicada en la terminal marítima (Yañez-Arancibia, 1986).
La zona estuarina norte en el municipio de Bahía de Banderas, comprendida desde el río Ameca hasta la Laguna del Quelele, estaba intercomunicada a través de humedales y canales que absorbieron los desechos orgánicos e inorgánicos de los complejos turísticos que contaminan el estero El Chimo, alejando con ello la fauna local y destruyendo paulatinamente el ecosistema estuarino de esta zona cuyo olor a marisma se mezcla con el de aguas negras.
Según la OCDE en datos citados en (Bifani, 2006) la demanda de tierra de uso agrícola  para actividades turísticas y para construcción urbana y obras viales,  ha mostrado tendencias crecientes en los países industrializados y emergentes. En la zona de Bahía de Banderas, la industria del turismo reclamó para sí misma, no sólo la mayor parte del frente de playa, invadió flagrantemente los santuarios naturales que albergaban infinidad de especies tanto marinas como terrestres.
Los desarrollos inmobiliarios
A partir de la década de los noventa, la apertura de Marina Vallarta y Nuevo Vallarta desencadenó la entrada de capitales nacionales y extranjeros hacia las diferentes áreas del sector servicios, acciones que provocan la dinamización de la economía de Nayarit, sin embargo, la ausencia de un plan de urbanización municipal que contemplara la migración, la saturación de espacios, empleo, subempleo, vivienda y servicios originan la invasión indiscriminada de espacios de áreas naturales aledañas a la franja turística o espacios dedicados a la agricultura y la ganadería (Real et al, 2010).
La demanda laboral que se origina a raíz de la creciente oferta hotelera en Puerto Vallarta, Nuevo Vallarta y los complejos turísticos desarrollados al norte de la Bahía de Banderas superan la oferta de mano de obra, lo que elevó la tasa migratoria local y atrajo a corrientes migratorias de los estados del centro y sur del país (INEGI, 2004)
A lo largo de la década de los noventa, la región de Bahía de Banderas experimentó un crecimiento demográfico que superó por mucho la media nacional, esto debido a los migrantes que se asentaron en la zona, tanto en Puerto Vallarta como en Bahía de Banderas. Esta población, en consecuencia demandó sobre todo vivienda entre otros servicios (INEGI, 2004).
La economía regional mantuvo hasta finales de 2007, un crecimiento anual de 7%, por mucho muy superior a la media nacional que osciló entre 2.5% y 3% (INEGI, 2008). El crecimiento económico dinamitó posteriormente el crecimiento demográfico que a su vez provocó un “boom” inmobiliario y un alza continua de la plusvalía de la tierra tanto en la zona costera como en la zona del valle en ambos municipios.
Esto atrajo a las compañías inmobiliarias quienes conjuntamente con las autoridades municipales y bajo criterios técnicos muy dudosos, permitieron la venta, planeación y edificación de fraccionamientos sobre zonas de humedales y lagunas estacionales muy próximas a la zona de los esteros, y arroyos, tales son los casos del fraccionamiento Luz de Luna, Sendero de Luna, La UNIVA en el margen éste del estero el salado. La colonia Guadalupe Victoria frente al aeropuerto y la colonia Magisterio y Portales en las venas y canales que alimentan al estero El Salado.
El asentamiento del Campus de la Universidad de Guadalajara sobre zona de humedal y laguna estacional, así como el nuevo edificio de la Presidencia Municipal al norte y sur del estero El Salado respectivamente, son una muestra de la falta de planeación y cuidado de las zonas lacustres que integran al sistema estuarino de la región de Bahía de Banderas.
Los Fraccionamientos Valle Dorado, Las Ceibas y Rincón del Cielo, asentados en la ribera norte del Rio Ameca en zonas de humedales y con niveles cercanos a cero con respecto al nivel del mar, están asentados en zonas de alto riesgo. Los asentamientos humanos en la zona del Tondoroque incluyen nuevos fraccionamientos y centros comerciales que ocupan espacios que constituían una zona de pequeñas lagunas limítrofes con la parte norte del estero El Chimo y la Laguna del Quelele.
Insularmente, se desarrollaron fraccionamientos en los suburbios de los poblados de San Vicente, El Porvenir, San José y El Valle, en lo que habían sido zonas de cultivo de riego y huertas de mango, con características arquitectónicas que distan de las originales y propias de la región y que rompen con el esquema rural de manera abrupta al acondicionar un espacio agrícola a un espacio urbano con pobladores con otras costumbres e idiosincrasia.
El turismo y el desarrollo inmobiliario mantendrán un crecimiento sostenido, no así la agricultura; sin embargo, el proceso económico debe coincidir con el acatamiento y observación al orden natural del territorio dada la fragilidad de éste a la presencia del hombre.
Las autoridades municipales en ambos estados, deben regular de manera efectiva el crecimiento poblacional, el respeto a las leyes locales de urbanización y el control efectivo de los usos de suelo para actividades económicas, esto para propiciar la preservación de la naturaleza y el medio ambiente. Debe pesar el respeto a los ecosistemas endémicos sobre el interés comercial y particular y evaluarse el costo de oportunidad a largo plazo entre el respeto a la naturaleza y el desarrollo económico, pero sobre todo, se debe crear conciencia civil y ciudadana sobre el futuro del patrimonio natural costero de la región.

6.3.4 La dinámica poblacional

Durante la primera mitad del siglo XX, el desarrollo de las actividades primarias y el acceso al mar a través de Puerto Vallarta poblaron pausadamente la región del Valle del hoy municipio de Bahía de Banderas (Munguía, 1997). Después de 1950, al virar la economía vallartense hacia el sector servicios, arrastró gradualmente a la economía del Valle de Banderas que giraba en torno a las actividades primarias locales y con ello el aumento la dinámica poblacional (Gómez & Gómez, 2012). Sin embargo, la economía del Valle de Banderas continuó dependiendo del sector primario, pues la constitución del distrito de riego mejoró las condiciones de cultivo y producción de la región, y con ello parámetros como el empleo y el ingreso (Gómez, 2008).
Las causas dinamizadoras de la población de la región del Valle, del hoy municipio de Bahía de Banderas se fundamentan básicamente en la construcción de la carretera federal 200, la construcción del aeropuerto internacional y la terminal marítima en Puerto Vallarta, la expropiación de terrenos costeros ejidales, la creación del Fideicomiso Bahía de Banderas hacia 1970 y la construcción de centros de salud y las redes de agua potable con lo que se elevó el nivel de calidad de vida de la región.
La tasa anual de crecimiento poblacional en la zona del valle se mantuvo en promedio en 3.63% hasta 1990, sin embargo, la construcción de Marina Vallarta y Nuevo Vallarta hacia este mismo año, así como otras inversiones de ésta índole en ambos márgenes del rio Ameca, coadyuvan en la tasa de crecimiento para el 2000, alcanzando un 4.6% anual a partir de las inversiones tanto nacionales como extranjeras aparejado con el aumento de la oferta laboral proveniente del incremento de la infraestructura turística (Núñez & Rodríguez, 2009).
Durante la década de 1990 a 2000, Destacan en Puerto Vallarta la creación de Marina Vallarta y la zona hotelera norte y en Bahía de Banderas la construcción de infraestructura y estructura hotelera en Nuevo Vallarta y Bucerías, cuyos efectos habrán de repercutir en la expansión poblacional de ambos municipios, tal y como lo demuestran los censos de 2000 y 2010. En tan solo diez años, de 1990 a 2000, las actividades primarias pasaron de 31% a 16% en lo que se refiere a la actividad económica por sector ocupacional debido al crecimiento de la industria turística que demandó mano de obra (INEGI, 2008).
De 2000 a 2010, la tasa de crecimiento poblacional se disparó hasta alcanzar 7.73% en Bahía de Banderas debido a la expansión económica sustentada en la actividad de servicios, mientras que Puerto Vallarta vio disminuir su índice poblacional a 3.31%. La misma variable poblacional en el municipio de Compostela apenas fue notorio al alcanzar una tasa escasamente superior a medio punto porcentual. 
El crecimiento demográfico en la región se explica a partir del flujo de inmigrantes; para el año 2000 éstos constituían el 53% de la población que había nacido fuera del municipio, mientras que el 47% de la población había nacido en las localidades municipales (Núñez & Rodríguez, 2009). Para 2010, la región del Valle de Banderas se había convertido en un municipio de inmigrantes.

6.3.5 Nuevos grupos sociales

Comúnmente se habla del territorio de Bahía de Banderas como una región económicamente integrada. Sin embargo, en el plano socioeconómico dista mucho de existir una estructura más o menos homogénea que la defina de una manera uniforme. De tal forma, que la composición social ha estado en constante metamorfosis desde la segunda mitad del siglo XX.
El proceso de transición rural a urbana del municipio de Bahía de Banderas empezó desde 1980 cuando la población urbana equivalía a 56% y la rural a 44%. Para 1990, las mismas variables representaban el 84% y 16%, respectivamente, y para 2010 la urbana representaba el 96% mientras que la rural el 4% (Banderas, 2011; INEGI, 2009). Estos parámetros concuerdan fielmente con el crecimiento poblacional y la tasa de inmigración del municipio de las últimas dos décadas.
La inmigración en el municipio de Bahía está compuesta de emigrantes de diversa composición social, grupos indígenas, trabajadores rurales, técnicos y profesionistas, comerciantes, inversionistas agrupados en grupos turísticos nacionales y foráneos, y residentes extranjeros (estadounidenses y canadienses principalmente), entre los que destacan pensionados y veteranos que se asientan en la franja costera en calidad de segunda residencia o residentes que responden a situaciones climatológicas (César & Arnaiz, 2006).
La conformación social a raíz de la inmigración diferenciada a partir de la misma composición social ha impuesto un estilo de convivencia donde convergen por separado cada grupo y que se manifiesta en el proceso de urbanización que define al territorio en zonas para turistas, de segunda residencia, comerciales y de alta y baja densidad. Lo que acelera el proceso de inducción de territorio rural a urbano en forma abrupta y por demás desordenada.
De lo rural a lo urbano
El proceso de urbanización del territorio del Valle de Banderas se gestó a partir de la expropiación del litoral a los ejidatarios de las organizaciones agrarias con posesiones en la zona costera en 1970. La construcción de infraestructura y urbanización requerida para el desarrollo de un sistema económico fundamentado en los servicios turísticos conllevó la promesa de integrar a los ejidatarios al proceso económico al que finalmente fueron ajenos (César & Arnaiz, 2006).
La zona costera significó históricamente el lugar de disfrute de las familias de la región, el lugar donde se pescaba y disfrutaba de paseos familiares, un espacio común y de libre acceso. Sin embargo, el proceso de urbanización del litoral lo convirtió en espacio restringido al que se accede con ciertas limitaciones y condiciones que se asemejan más a entornos impuestos exógenamente.
El FIBBA, es el instrumento legal del cual se valieron las autoridades tanto federales y estatales para imponer la infraestructura turística con la que se muta del espacio natural al espacio urbano. Este cambio induce una nueva cotidianidad, intercambio y convivencia entre los residentes locales y los visitantes, entre ellos no necesariamente se comparten costumbres, tradiciones y valores en un mismo espacio. Para el turista, el espacio urbanizado representa una forma de ocio y disfrute, mientras que para el residente el espacio es su historia, su vida diaria y su idiosincrasia (César & Arnaiz, 2006).
Hasta inicios de los años setenta, el litoral significó una forma de vida sustentada en la práctica agrícola, ganadera y pesquera. La zona costera es parte esencial del sistema económico; la expropiación y posterior urbanización conduce a los residentes de esta área a un cambio en el estilo de vida. Las relaciones económicas giran hacia el sector servicio cuando los núcleos agrarios ceden el espacio del litoral a los agentes económicos del sector terciario, con ello, cambia el uso de suelo y las variables económicas que de este dependen.
La ocupación y urbanización de la zona costera excluye a los nativos del disfrute y gozo de las playas, lo que antes era de acceso general donde los locales paseaban con la familia, celebraban paseos, fiestas y reuniones, se convierte en infraestructura hotelera e inmobiliaria que excluye a los locales al ubicarlos fuera de su realidad social o ambiente al que son totalmente ajenos. La ocupación del espacio les es negado en el nuevo sistema económico a través de la infraestructura física que se direcciona para otro estrato social y económico.
El proceso de urbanización en la región se caracteriza por espacios bien definidos a lo largo y ancho del territorio del valle y zona de litoral. La carretera federal 200 representa uno de los límites que demarcan perfectamente el área exclusiva para el desarrollo de la industria de servicios e inmobiliaria, desde la boca norte del rio Ameca, hasta la zona de Bucerías. En esta franja, la edificación de hoteles se ha hecho a línea de playa mientras que el espacio adyacente se ha utilizado para desarrollos inmobiliarios de segunda residencia sobre áreas verdes pertenecientes a los elementos costeros (pantano, estero y humedal).
La construcción de la planta turística y residencial, su delineación y materiales contrastan con la arquitectura local. El diseño de vivienda, espacios, trazado de calles y materiales no coinciden con los elementos arquitectónicos que le han dado identidad a la región con lo cual se exhibe una forma arbitraria de la ocupación del territorio que rompe con el paisaje cultural (César & Arnaiz, 2006).
Después de 1990, una vez que se inicia la construcción de nuevas edificaciones hoteleras y residenciales en Nuevo Vallarta, Bucerías, Marina Vallarta y la zona hotelera norte de Puerto Vallarta, la oferta laboral excede la demanda, con lo que se inicia un crecimiento demográfico significativo, sobre todo en el municipio de Bahía de Banderas cuyo ritmo de crecimiento poblacional demandó espacio para la construcción de vivienda para los trabajadores de la industria del turismo y de la construcción.
Tras el desarrollo turístico e inmobiliario en la región vinieron otros sectores residenciales, desde los ochenta llega la clase trabajadora, durante los noventa, llegan otros sectores sociales principalmente de la zona del Bajío (compradores nacionales) y del estado de California, USA (Babyboomers) llamados residentes “climáticos” (Gómez, 2008). Prontamente, la base social se transforma en la zona del litoral y del valle debido al incremento continuo de la oferta turística y de segunda residencia.
A inicios de los noventa, el proceso económico demandó la ocupación del territorio insular de la región de Puerto Vallarta para la construcción de complejos habitacionales de vivienda popular y de interés social. En el municipio de Bahía de Banderas la demanda de tierra para la construcción de vivienda de este tipo se da hacia finales de la década de los noventa y se inicia con la construcción de fraccionamientos aledaños a la margen poniente de la carretera federal 200.
Posteriormente, y según lo señala Chavoya, citado en (Gómez, 2008), se ocupan zonas que antaño fueron tierras de cultivo en las inmediaciones de los poblados cercanos a la franja costera, en El Porvenir, San Vicente, San José y El Valle donde se ha edificado vivienda mal adaptada a las condiciones locales. La edificación de este tipo de vivienda se ha dado en llamar “ciudades dormitorio” (César & Arnaiz, 2002), dado que cumplen una función de mercado laboral.
Como resultado de la ocupación del espacio costero e insular, se ha inducido al territorio en fuertes degradaciones ambientales sobre todo en la zona costera debido a un litoral con una fuerte presión de densidad poblacional (2500 hab. /Km2 y de hasta 7500 hab. /Km2) en las zonas urbanas que colindan con este.
La desarticulación territorial de la zona costera debido a la desproporcionada carga humana sobre el litoral, ha terminado por amenazar el acervo natural de la región. Al tiempo que se hace evidente la opresión que genera el modelo de desarrollo económico sobre el territorio, es innegable que los resultados no son los que se esperaban y que se dista bastante de parámetros de sustentabilidad aceptables.