EL TURISMO COMO FACTOR DE TRANSFORMACIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA DE BAHÍA DE BANDERAS, NAYARIT

EL TURISMO COMO FACTOR DE TRANSFORMACIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA DE BAHÍA DE BANDERAS, NAYARIT

Candelario Fernández Agraz
Universidad de Guadalajara

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6. RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN DOCUMENTAL

6.1 La transformación del espacio, Compostela a través del modo de producción agrícola

6.1.1 El paisaje natural local

El antiguo municipio de Compostela se asentaba en la costa sur del estado de Nayarit y comprendía lo que es hoy el municipio de Bahía de Banderas hasta las inmediaciones con el estado de Jalisco hasta 1989, año en que éste último municipio se funda. Los limites al norte y este se han mantenido con los municipios de San Blas, Xalisco y San Pedro Lagunillas. Al sur y sureste limitaba con el estado de Jalisco y el municipio de Amatlán de Cañas respectivamente y al oeste con el Océano Pacífico. Comprendía una extensión territorial de 2,669 kilómetros cuadrados que equivalía al 9.38% del total del territorio del estado de Nayarit (Rodríguez, 1990). 
A principios del siglo XX y hasta la primera mitad de éste, la mayor parte de las tierras eran de uso agrícola, forestal y minero. Compostela contaba con una superficie de 262,134 hectáreas. Geológicamente el municipio estaba constituido por terrenos de depósitos sedimentarios clásicos del terciario, afloramiento de rocas sedimentarias marinas y metamórficas del mesozoico. Presentaba tres formas de relieve: la primera corresponde a zonas accidentadas; la segunda a zonas planas, y la tercera a zonas semiplanas  (INEGI, 1993).
Las zonas accidentadas, se localizaban en el norte, centro, este, y suroeste, formadas por terrenos montañosos que dan origen a la Sierra Madre del Sur que se prolonga hasta Oaxaca y Chiapas y que mantiene elevaciones como la Sierra de Zapotán con una altitud de 1,520 msnm; el cerro Buenavista con 1,380 msnm; cerro del Vallejo con 1260 msnm; cerro El Negro con 1,240 msnm; y cerro El Molote con 1,060 msnm. La altura media sobre el nivel del mar era de 260 metros. La ciudad de Compostela, cabecera municipal está situada a una distancia de 47 kilómetros de la costa en la parte más próxima y a una altura de 1200 metros sobre el nivel del mar (INEGI, 1993). 
En el municipio se situaban dos cuencas hidrológicas: la cuenca Huicicila-San Blas, que comprende las subcuencas de Huicicila e Ixtapa con una superficie del 72.7% del territorio y la cuenca Ameca-Ixtapa ubicada al sur y al este del mismo. Las corrientes de agua principales eran el Río de la Tigrera, El Refilión, Huicicila, Río Chila (Viejo), Río Compostela, El Caimanero, Río Ameca, La Cucaracha, Salsipuedes y Lo de Marcos.
En la parte norte del municipio se cuenta con los esteros el Custodio, Boca de Chila y la Mataiza en la zona de Chila, Boca del Naranjo y Canalán en Jaltemba. Los esteros El Quelele, El Chimo y Boca Negra en la zona de lo que es hoy Bahía de Banderas, y la laguna El Mastranzo ubicada a un costado de la carretera Las Varas-Chacala, siendo los principales cuerpos de agua del otrora municipio; además sobresalen el de aguas termales de "Jamurca" en la comunidad de la Cuata y otros ubicados al norte y sur de la cabecera municipal, "Santa Ana” y el "Molino" respectivamente (www.e-compostela.gob.mx) Consultado: 25/05/2012.
La vegetación era abundante, con plantas semitropicales hacia la costa y la parte boscosa de la sierra donde abundan la habilla, papelillo, huapinol, huanacaxtle, capomo, palma de coco de aceite, palo maría, remo, comingal, amapa, entre otros. En la fauna del municipio se encuentran mamíferos terrestres, tales como el venado, tlacuache, armadillo, tejón, coyote, jabalí, liebre, tigrillo y una gran variedad de aves y abundantes especies marinas. El clima es semicálido y subhúmedo, con lluvias de julio a septiembre, La precipitación media anual es de 968.5 mm. La temperatura media anual es de 22.9 ºC. Los vientos van en dirección hacia el sudeste.

6.1.2 El paisaje cultural local

Antiguamente, el territorio de Compostela fue habitado durante la época prehispánica por grupos indígenas de los señoríos de Xalisco y Zacualpan, durante el Virreinato, la ciudad fue sede del territorio de la Nueva Galicia que ocupó los territorios de los actuales estados de Jalisco, Colima, Aguascalientes, Nayarit y parte de Zacatecas, Sinaloa, Durango y San Luis Potosí (López & Muría, 2005). La sede fue cambiada a la ciudad de Guadalajara hacia 1560 debido a los descubrimientos de ricos materiales y el tráfico de plata en Zacatecas además de situaciones de seguridad.
En la época colonial, el territorio del litoral constituyó un punto de atraque para los barcos piratas ingleses y holandeses que atacaban con frecuencia los puertos de Chacala y Bahía de Banderas, la zona estuvo muy bien vigilada con guardias permanentes desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII (González, 2008).
Durante la dominación española, la costa compostelense en específico el puerto de Chacala, que etimológicamente significa “lugar de camarones”, fue utilizado como punto de partida de diversas expediciones que fueron organizadas para explorar los territorios del norte de la Nueva España y establecer el comercio con el puerto de Acapulco (Gutiérrez, 2003).
En 1823, una vez consolidada la independencia, la zona del litoral estuvo integrada a la partida de Compostela del Séptimo Cantón del estado de Xalisco; en 1846, formó parte del departamento y prefectura de Compostela; en 1885, pasó a formar parte del territorio de Tepic; en 1904, se creó la subprefectura de Valle de Banderas; en 1918, con la promulgación del Estado Libre y Soberano de Nayarit, la región de Chila, Jaltemba y el Valle de Banderas quedaron formalmente integrados al municipio de Compostela (www.e-localgoverment.gob.mx) consultado: 25/05/2012.
De acuerdo con (Gómez & Gómez, 2012) la Revolución y la Cristiada se manifestaron sólo en la ciudad de Compostela y sus alrededores; en los pueblos y rancherías costeras del municipio ambos eventos no se presentaron, lo que significó que la costa fungiera como residencia temporal de familias desplazadas por estos movimientos políticos y sociales donde encontraban tranquilidad y trabajo sobre todo en la temporada de secas cuando el trabajo agrícola en las haciendas de la región costera abundaba.
Una vez que amainó el movimiento revolucionario y la Guerra Cristera hacia 1929, la región costera no sufrió mayores cambios puesto que el territorio permaneció en manos de los hacendados y latifundistas y la población se conformaba mayoritariamente de jornaleros, vaqueros y trabajadores temporales procedentes de los municipios serranos del estado de Nayarit y del estado de Jalisco principalmente.
De 1933 a 1938 se llevó a cabo la expropiación de la mayoría de los latifundios en el estado de Nayarit. En Compostela éste fue encabezado por Gilberto Flores Muñoz y las haciendas del altiplano y de la zona costera fueron disueltas, y las tierras entregadas a los grupos de campesinos que se agruparon en asociaciones agrarias denominadas “ejidos o comunidades indígenas”.
Una vez complementado el reparto agrario hacia 1938 y dotado de tierras a los residentes de la costa, ésta se pobló pausadamente y fueron las cuestiones económicas: el cultivo del coco de aceite, del tabaco y la ganadería principalmente para las zonas de Chila, de Jaltemba y del Valle de Banderas. La agricultura se asentó finalmente como el centro de gravedad económica en todo la costa compostelense.

6.1.3 Elementos identitarios y valores locales

A principios del pasado siglo, la agricultura, la ganadería y la minería dominaban el panorama económico del territorio de Compostela. La minería se practicaba en el altiplano y alrededores de la Cabecera municipal, mientras que la agricultura y la ganadería se practicaban en la costa. En Chila, Jaltemba y el Valle de Banderas se asentaban las haciendas ganaderas y productoras de tabaco, maíz, frijol, coquito de aceite entre otros productos (Rico, 2012).
Compostela se conformaba por tres zonas geográficas (altiplano, costa y valle) (Luna, 1989), y económicamente cuatro microrregiones a partir de una clasificación que los habitantes tanto de la costa y del valle, así como de la zona serrana habían adoptado para referirse y describirse regionalmente. La región alta o serrana simplemente se le denominaba Compostela, el litoral norte que comprende desde Ixtapa hasta la zona de El Capomo, se le conocía como Chila, que etimológicamente significa “En el chilar, donde hay chiles, o donde abundan los chiles”. A partir de la hacienda de La Lima hasta lo que es hoy Lo de Marcos se le conocía como Jaltemba, “en el borde del jal”, y a la parte sur en los límites con el estado de Jalisco, se le llamaba “Valle de Banderas” indistintamente (Gómez & Gómez, 2012).
Hasta 1933, la población se concentraba en la cabecera municipal. Los mineros se asentaban en Compostela y algunos pueblos de los alrededores donde estaban las minas. La costa fungía como proveedora de alimentos para esta actividad y la ciudad (Gómez & Gómez, 2012). La tierra pertenecía a hacendados y terratenientes tanto en el altiplano como en la costa; los trabajadores agrícolas se desempeñaban en estas como jornaleros, medieros o caballerangos.
Desde inicios del siglo XX hasta 1933, la vida rural en la zona de la costa difería de la de la cabecera municipal. La zona costera se poblaba de trabajadores rurales procedentes de los municipios serranos de Nayarit, del estado de Jalisco y de los alrededores de Compostela que venían en temporada de secas a trabajar en los veranos en las haciendas costeras. Compostela era el centro de actividad política y comercial y las haciendas en la costa constituían los centros productores.
La decadencia total de la minería en la región coincide con el reparto agrario (1933-1938) pues éste cambia el paisaje cultural del municipio. La dotación de tierras a las familias campesinas originó el asentamiento formal de estas sobre todo en la región de la costa. Los campesinos son ahora los dueños de la tierra y las haciendas desaparecen lo que origina cambios en el sistema de producción debido al nuevo estatus legal de la tenencia de la tierra.
Las familias, una vez asentadas de manera formal y tras haber recibido una dotación de tierra para su sustento económico durante el reparto agrario, recibió también un espacio para asentamiento humano denominado comúnmente “solar” en los alrededores de lo que había sido la hacienda. Este espacio que generalmente alcanzaba una superficie de 600 metros cuadrados era usado para el cultivo de alimentos y de cuyo mantenimiento se encargaba la mujer. En el se cultivaban plantas como: guaje, nopal, tamarindo, guayabo, limón, mango, ciruelo, pepino, calabaza y algunas hortalizas y especies que conformaban la dieta regular de las familias; además, se guardaba espacio para el pesebre de caballos, mulas y asnos, capital de trabajo de los labriegos, chiqueros y gallineros para la cría de cerdos y aves de corral. Constituía este espacio una especie de “economía de corral”.
Dada la escasez de productos básicos, los moradores de la costa complementaban su dieta básica con tomatillos silvestres de color rojo, verde y amarillo que sustituían la ausencia de tomate convencional y que eran deshidratados y colocados sobre la hornilla para conservarlos fuera del alcance de las moscas e insectos. El quelite manso, los bonetes, las verdolagas, y los nopales eran parte del cuadro alimenticio común y crecían de forma silvestre en las tierras de cultivo (Agraz, 2010).
El pescado y el langostino de rio (chacal o cauque) formaban parte del alimento usual dada su abundancia en los muchos ríos y lagunas con agua corriente durante la mayor parte del año. Regularmente, en los pueblos de la costa, el abasto de carne lo hacía un carnicero local y se sacrificaba un cerdo y una res el domingo, único día para abastecerse de carne que regularmente se conservaba bajo el método de salación y secado al sol. La manteca de cerdo constituía parte de la dieta común al utilizarse en la mayoría de los guisos regionales (Gómez & Gómez, 2012). Los animales silvestres entre ellos, el tejón, armadillo, liebre, venado, jabalín, chachalaca, pato pirulero, pato pipichín y paloma litibú constituían parte de la dieta alimenticia cárnica de los pobladores de la costa (Rico, 2012).
El frijol y el maíz constituían la dieta básica y éstos complementaban un ciclo alimenticio que giraba alrededor del período agrícola anual. Las familias guardaban estos cereales que consumirían a lo largo de la temporada de secas y aguas. Consumían elotes cocidos, asados o tatemados, y una vez que éste se tornaba rígido, se cocinaban soporondongos, tamales, gorditas, pinole, cuala, tostadas, totopos, chilaquiles, pozole y tortillas. Las hojas del maíz, una vez secas, se guardaban generalmente colgadas sobre los pretiles para usarse en la elaboración de tamales que a su vez eran acompañados de café de olla, atole de masa de maíz o de coco de aceite (Agraz, 2010).
Una vez cosechado el maíz y el frijol, el rastrojo y la paja eran utilizados como pastura para el ganado y posterior al desgrane, el olote era utilizado como combustible fósil al igual que la leña para cocinar pues no existían estufas ni expendios de gas natural en la región, por lo que el petróleo constituía el único combustible líquido disponible en los pequeños comercios de los pueblos utilizado en las cachimbas para proporcionar luz durante la noche.
Las guamaras, cocuixtles y coyules eran cocinados a través de un proceso de endulzamiento a base de piloncillo o panocha y constituían los postres comunes al igual que la cuala de coco, atole de coco, bolitas de ajonjolí, plátano costillón cocido con piloncillo o azúcar y plátano macho frito o cocido en agua o a las brasas al igual que la calabaza de castilla o buchona.
El agua para consumo humano se extraía de las norias o pozos y era usual que cada familia contara con una afluente de agua de este tipo en el corral, la cual se hervía antes de consumirla para no enfermar de difteria o cólera, enfermedades muy comunes debido al consumo de ésta sin proceso de purificación. Los ríos y arroyos constituían comúnmente el espacio típico para lavar la ropa al que acudían generalmente las mujeres (Gómez & Gómez, 2012).
El temporal de lluvias iniciaba en los primeros días de junio y clásicamente los labriegos lo reconocían a través de un ruido meteorológico que señalaba el exceso pluvial y que se conocía con la expresión: Cuando retumba Matanchén y le contesta el Vallejo… ¡Agárrate cuero viejo! Éste enunciado se refería a los truenos que se producían en la zona norte del municipio en los límites con el municipio de San Blas y la zona sureste en la Sierra del Vallejo y que suponía que un gran temporal se avecinaba, la temporada de lluvias oficialmente había comenzado (Agraz, 2010). En la zona del Valle de Banderas existía esta misma expresión aunque con algunas variantes: “Cuando truena Chamela y retumba el Vallejo… ¡Cuídate culo viejo! También utilizada para referirse a la llegada de un mal temporal (Gómez & Gómez, 2012). La llegada de la temporada de secas se percibía en el mes de octubre con la llegada de oleadas de aire caliente que incluso llegaban a afectar las hojas de frijol y de maíz debido a las altas temperaturas de éstas corrientes de aire (Rico, 2012).
Debido al aislamiento geográfico en la región de Chila y de Jaltemba, la construcción de las viviendas se hacía con elementos endémicos. Los lugareños tenían que improvisar para sobrevivir y satisfacer sus necesidades más apremiantes. Así pues, las paredes de las casas eran construidas con rajas de palma de coco de aceite, y los techos con las palapas o ramas de esta misma planta. Las lianas o cuamecates sustituían la falta de cuerdas o hilillos de ixtle para sujetar las palapas y las rajas adheridas a las soleras y orcones.
De acuerdo con (Agraz, 2010), en los hogares se construían las camas y la mesa a partir de ramas y venas de palapa ajustadas sobre pequeñas orquetas que constituían los sostenes del lecho y de la mesa. Generalmente se construía un pretil y un tapeixte donde se cocinaba y guardaban los víveres y el mandado respectivamente. Las únicas casas de material o de adobe eran la hacienda y algunas de vecinos medianamente acomodados. Después del reparto agrario, fue común la construcción de casas de adobe y tejado.
Hacia 1952, durante el gobierno de Gilberto Flores Muñoz se fundan y construyen escuelas primarias en Zacualpan, Las Varas, El Valle, San Juan y San José como parte de una cruzada educativa pues existía un alto índice de analfabetismo que se intentó combatir con escuelas rurales (Gutiérrez, 2003), de ahí que los planteles educativos de esos años algunos hoy todavía en pie, tengan el mismo modelo arquitectónico, pues el maestro albañil que los construyó pertenecía a la familia Pontanillo, originaria de Compostela.
Posteriormente, se crearon algunas escuelas improvisadas en las rancherías de la costa con maestros egresados de las escuelas primarias y secundarias de Compostela y Tepic y aún de las mismas rancherías, pues para esas fechas se carecía de escuelas normales en el estado y en muchos casos el pago y subsistencia alimenticia de los maestros corría a cargo de los mismos pobladores. El maestro residía en la ranchería donde impartía clases y los lugareños construían la casa que habitaba el profesor (González, 2008).
El rol social de la mujer y el hombre que habitaban la costa por esas fechas estaban claramente definidos. La mujer se encargaba de los quehaceres domésticos, sin embargo, también participaba en las labores del campo principalmente en época de cosecha debido a la escasez de mano de obra y de recursos para financiarla. El hombre por su parte, se encargaba de las faenas del campo y de las labores propias del ganado. Particularmente por estas fechas las familias eran bastante numerosas y los hijos formaban parte de la mano de obra disponible tanto en las labores caseras como agrícolas (Gómez & Gómez, 2012).
Según (Rico, 2012), el proceso de siembra para los cultivos de maíz, y frijol durante la temporada de secas se llevaba a cabo de manera rudimentaria utilizando un tanate, herramienta que se ajustaba en la parte derecha de las manceras del tiro, que a su vez era impulsado por una yunta de bueyes o de mulas y caballos. El tanate era una herramienta en forma cuadrada y alargada en forma de tolva que terminaba en punta en su parte inferior, adherido a las manceras y hueco para permitir el paso de la semilla que a su vez era arrojada a través de éste en forma pausada o granulada, el equipo de trabajo se componía esencialmente de dos personas, el rayador y el sembrador.
El periodo de siembra y cosecha se ajustaba al efecto de la luna, es decir, cuando ésta entraba en fase de luna llena. Era común que los labriegos y ganaderos concordaran los periodos de siembra y cosecha así como el nacimiento del ganado equino, porcino y vacuno al efecto lunar pues se decía que “con el efecto lunar se nacía y se moría”.
En la temporada de aguas la siembra se hacía en los cuamiles o chapones que habían sido “rozados” y quemados previamente en los meses de abril y mayo, y generalmente se utilizaba un barretón o coa para abrir la tierra y arrojar las semillas utilizando el píe para arrojar tierra y tapar. A este proceso se le denominó “tapapíe”. El cuamil o chapón era utilizado de tres a cuatro temporadas de aguas y después se abandonaba para permitir que creciera el monte y evitar la erosión.
El tabaco y el chile se plantaban de manera manual durante los primero días de noviembre. Previamente, desde mediados de septiembre la planta era tratada en un invernadero rustico llamado plantero, que generalmente se ubicaba en los lomeríos o cuamiles evitando las anegaciones de los veranos.
En lo que concierne al aspecto religioso, la fe católica era prácticamente el culto único tanto en la zona de la costa como del altiplano. En las rancherías y pueblos de Chila y Jaltemba existían capillas donde periódicamente asistía un cura proveniente de Compostela y oficiaba misa. Posteriormente y hasta finales de los años cincuenta una vez que la población se había incrementado, en algunos pueblos se establecieron curatos permanentes. No obstante, algunos pueblos del Valle de Banderas mantuvieron presencia religiosa de manera regular desde la primera mitad del siglo XX, entre ellos El Valle y San José (Gómez, 2008).
En lo concerniente a la expresión lingüística (Gómez, 2007), refiere que el aislamiento geográfico de más de cuatro siglos en particular de la zona del litoral desde el norte del municipio, hasta la región del Valle de Banderas, propició la caracterización de un habla muy particular llenándola de un “aire metafórico de lenguaje primitivo”, el habla regular desde la parte norte del municipio hasta el Valle de Banderas prácticamente era el mismo, no había diferencias significantes.
Esta manera especial de expresarse comenzó o forjarse desde principios del siglo XVII, una vez que la población natural casi se había extinguido y quedando unos cuantos pueblos diseminados a lo largo de la costa en particular algunos naturales, mulatos y españoles. Las manifestaciones culturales a partir de entonces definieron la expresión lingüística de la región compostelense que amalgamó vocablos autóctonos con el castellano.
El habla de los naturales de esta región según refieren las crónicas, se hablaba la lengua de los naturales mexicanos (náhuatl) y el tecoxquín, este último aún no definido. A estas lenguas se agregaron palabras del Cora, Huichol y Tepehuano. Además se impuso el español a través de la evangelización, y la agricultura y la ganadería aportaron palabras africanas y caribeñas. El auge del tabaco, el algodón, el plátano y la minería a finales del siglo XIX y principios del siglo XX agregaron vocablos anglosajones. Después de los años treinta, la radio y el cine nacional imponen nuevas palabras al contexto idiomático local, que conformaron un lenguaje con expresiones muy particulares de la región.
Sin embargo, la llegada del turismo, la urbanización y la inmigración aunada al abandono paulatino de las actividades principalmente agrícolas y el incremento del nivel educativo local a partir de la década de los sesentas, atenuaron el uso cotidiano del lenguaje y las expresiones endémicas sobre todo en la zona del Valle de Banderas. El habla cotidiana cedió ante la invasión fonética y nuevos vocablos fueron adheridos de acuerdo a las circunstancias establecidas por un nuevo orden económico.

6.1.4 El poblamiento de Compostela desde la economía agrícola

La dinámica poblacional del municipio de Bahía de Banderas está ampliamente ligada a los municipios de Compostela y de Puerto Vallarta por razones geopolíticas, históricas y económicas, variables que ayudan a entender la transición de una economía rural a una de servicios y desde donde se puede entender las características de la estructura poblacional actual (Núñez & Rodríguez, 2009).
La caída en los precios internacionales de la plata a principios del siglo pasado arrojó la primera ola migratoria hacia la costa del municipio de Compostela y el municipio de Puerto Vallarta proveniente de los municipios del altiplano nayarita y de los municipios del altiplano de Jalisco (Gómez, 2012; Guzmán & Anaya, 2009). Esta corriente de migración interna se avocó a las tareas agrícolas en las haciendas costeñas pertenecientes a la Casa Delius, la Casa Barrón, la Casa Aguirre y los Maizterrena, aunque en primera instancia era una población flotante que giraba en torno al ciclo agrícola de secas, es decir, de octubre a finales de mayo (Agraz, 2010).
A partir de la década de los veinte, el dinamismo económico se centró específicamente en las actividades agropecuarias en todo el municipio de Compostela, quedando esta ciudad como centro de gravedad económico para la región de Chila y Jaltemba en la costa norte. El Valle de Banderas estaba ligado económicamente a la región de Puerto Vallarta por razones geográficas y económicas más que políticas.
El censo poblacional de 1930 muestra el entorno social y económico del entonces municipio de Compostela, del Valle de Banderas y de la región de Puerto Vallarta. Los sucesos pos revolucionarios, el movimiento cristero, la caída de la producción minera en Compostela y la zona serrana norte del estado de Jalisco expulsaron hacia la costa sur de Nayarit a una población flotante en busca de paz y trabajo, aunque el aislamiento geográfico y la proliferación de enfermedades tropicales poco tratadas para esa época dilataron el poblamiento de las zonas del litoral (Gómez & Gómez, 2012), asimismo el principal factor económico, la tierra, estaba en manos de los grandes latifundios.
Para 1930, la región de Puerto Vallarta que ya para entonces experimentaba un crecimiento económico basado en la explotación tabacalera, bananera y ganadera mantenía comunicación marítima con el resto del país, El Valle de Banderas sujetó su economía regional a éste auge comercial y se independizó de Compostela económicamente desde la segunda década del siglo pasado, además la población temporal en esta región no era tan pronunciada como en el resto de la región costera de Compostela (Gómez & Gómez, 2012). 
La expropiación agraria llevada a cabo a partir de 1933, eleva la tasa de población a un ritmo superior a 13% anual para el año de 1940 en el Valle de Banderas, porcentaje muy superior al resto del municipio de Compostela y de Puerto Vallarta. Esta nueva ola de migrantes provenía principalmente de los municipios de Amatlán de Cañas, Ahucatlán y de la zona serrana de Nayarit, y de los municipios de San Sebastián, Mascota, Ameca, Tenamaxtlán y Talpa en Jalisco.
Las condiciones económicas y naturales propiciaron que el Valle de Banderas mantuviera un crecimiento poblacional superior al 5% anual para inicios de la década de los cincuenta. El crecimiento poblacional de Compostela alcanzó una tasa anual de poco más de 19% para esta misma época y se debe precisamente al poblamiento de Chila y Jaltemba cuyos parámetros demográficos se acentuaron a mediados de la década de los cuarenta debido a la explotación del coquito de aceite y del tabaco, además el reparto agrario se prolongó hasta finales de los años cincuenta en estas regiones (Rico, 2012).

6.1.5 El poblamiento de Compostela desde la economía de servicios

Hacia 1950, el municipio de Compostela contaba con una población de 25,644 habitantes, cifra superior al vecino municipio situado en la margen sur del Rio Ameca, Puerto Vallarta, cuya población para estas fechas era de 10,801 habitantes. El Valle de Banderas contaba con una población 7375 habitantes, casi una tercera parte de la población municipal compostelense se asentaba en dicha región lo que se puede explicar a través de la relación económica que se sostenía con Puerto Vallarta (Gómez & Gómez, 2012).
A partir de la década de los cincuenta el sector agrícola del Valle de Banderas se desarrolla con intensidad y en 1954 se inicia la construcción del Distrito de Riego que mantiene la dinámica poblacional a una tasa de crecimiento poblacional anual de entre 3% y 4.4% debido al auge agrícola en la región y al inicio paulatino de la actividad turística en Puerto Vallarta (Núñez & Rodríguez, 2009).
Si bien, la minería y la explotación agropecuaria a principios del siglo pasado poblaron la región a ritmos pausados al centrarse el modo de producción en estas actividades, la apertura a un nuevo sistema económico y con ello el mejoramiento en los niveles de vida a través de las instituciones oficiales a partir de la década de los cincuenta, apresuró y transformó el panorama demográfico de la región del Valle de Banderas (Gómez, 2008; Guzmán & Anaya, 2009).
Entre 1960 y 1980, Puerto Vallarta logra proyectarse como destino turístico internacional y durante este periodo su tasa de crecimiento demográfico rebasa a la del municipio de Compostela, aunque la población de éste último todavía es mayor que la de Puerto Vallarta. La región del Valle de Banderas mantuvo un crecimiento promedio de la tasa poblacional de 4% para este mismo periodo.
La evolución de la población del Valle de Banderas hasta 1980, se explica principalmente a través del auge agrícola en lo referente a la producción de tabaco, la infraestructura en comunicaciones y de su cercanía con Puerto Vallarta. La expropiación de la zona costera a través del Fideicomiso explica la política pública de fomento a la actividad turística, lo que expande la infraestructura hotelera debido a la certeza jurídica de la tenencia de la tierra y redunda claramente en la generación de empleos (Núñez & Rodríguez, 2009).
Para este mismo periodo, es importante resaltar que el Valle de Banderas puede dividirse en dos regiones: la zona valle identificada con actividades agrícolas y la zona del litoral que se apega más a actividades que tienen que ver con la prestación de servicios turísticos.
De 1980 a 1990, Puerto Vallarta despunta demográficamente y alcanza una tasa de crecimiento poblacional de 6.9% superando en población al municipio de Compostela cuyo crecimiento poblacional es mucho menor a un punto porcentual debido a la separación de la región del Valle de Banderas, que se convierte en el municipio de Bahía de Banderas y que alcanza una tasa de crecimiento poblacional de 3.17%. A inicios de la década de los noventa, el nuevo municipio eleva sus índices de crecimiento poblacional debido al auge de la economía de servicios que para estas fechas inicia la construcción de Nuevo Vallarta y se beneficia de la bonanza turística de Puerto Vallarta debido a la construcción de la zona hotelera norte y del complejo Marina Vallarta.

6.1.6 Actividades productivas locales

La estructura económica del municipio de Compostela desde inicios del siglo XX, se caracteriza por la concentración de las actividades económicas en la costa, en la cabecera municipal tradicionalmente se concentraban las actividades comerciales del municipio hasta finales de la década de los sesentas del pasado siglo. En la región de la costa se practicaban la cría de ganado bovino y la agricultura, aportaban a Compostela tabaco, frijol, maíz, chile, coquito de aceite, algodón, arroz, plátano, ajonjolí y en menor grado la silvicultura y la pesca a lo largo del año (Gómez & Gómez, 2012).
La pesca como actividad económica se practicó hasta mediados de la década de los sesenta del siglo pasado a manera de subsistencia, aunque durante la bonanza minera fungió como proveedor de alimentos marinos para esta actividad económica en Compostela. La zona del Valle de Banderas aportaba a la actividad minera de San Sebastián y Cuale pescado seco, maíz, frijol, jitomate, chile, melón, calabaza, plátano, piña entre otros (Guzmán & Anaya, 2009).
Según (Gómez & Gómez, 2012), la economía regional del municipio estaba sustentada en la práctica agrícola y ganadera. El periodo agrícola circunscribía la temporada de secas y la temporada de lluvias. La primera de éstas comprendía desde principios de octubre hasta los últimos días de mayo y el temporal de lluvias se extendía de principios de junio hasta los últimos días de octubre, lo que hoy se denomina ciclo agrícola otoño-invierno y verano-otoño respectivamente.
En toda la zona de la costa, los cultivos en temporada de secas eran maíz, frijol, tabaco, sandía, arroz y chile desarrollados en las planicies o veranos. Los cultivos en temporada de lluvias eran maíz, cacahuate y ajonjolí principalmente y se sembraban en las zonas de lomerío o cerriles debido a que los ríos en Chila y Jaltemba inundaban las planicies y no permitían el cultivo de éstas (Rico, 2012). 
Sin embargo, de acuerdo a (Gómez & Gómez, 2012), en la zona del Valle de Banderas, el Río Ameca no anegaba los veranos, de manera que se podían obtener hasta tres cosechas a lo largo del año holgadamente, lo que propició que esta última región se poblara a un ritmo más acelerado que las regiones de Chila y Jaltemba puesto que los trabajadores eventuales empezaron a optar por la residencia permanente desde antes del reparto agrario y la economía local ya dependía predominantemente del comercio con Puerto Vallarta.
Hasta antes del reparto agrario, los labriegos solían trabajar en la cuida del ganado bovino ya fuera como, caballerango, mediero o peón. El caballerango se encargaba de las cuestiones del ganado y el mediero de las faenas del campo, el peón trabajaba al jornal y recibían su pago muy frecuentemente en especie, es decir, en medidas de maíz y frijol (Agraz, 2010).
Para aquellos que trabajaban la tierra y el ganado, lo hacían mediante un convenio a la palabra y consistía en entregar la mitad de la cosecha o de las crías al hacendado o latifundista en función de la cantidad de la producción agrícola y las crías nacidas. El hacendado a su vez proveía de víveres al trabajador durante el ciclo agrícola y al término de éste hacían cuentas en la tienda de raya. A ésta modalidad productiva se le denomino “mediero”, debido a que la mitad de la producción pertenecía al hacendado y éste a su vez descontaba de la mitad perteneciente al mediero el costo de los víveres entregados a lo largo del ciclo agrícola. Esta modalidad económica subsistió hasta 1938, año en que desaparecieron la mayoría de las haciendas en la costa compostelense.
Durante la temporada de aguas, el ganado era llevado a las planicies donde abundaba la pastura debido a las precipitaciones pluviales. Al finalizar las lluvias a mediados de octubre, el ganado era retirado a los agostaderos o cerros que rebozaban de agua, pastura y forrajes endémicos y se procedía al barbecho y siembra del verano, cuestión que se prolongaba hasta el mes de enero cuando se sembraban las últimas parcelas.
La temporada de cosecha de los diversos productos empezaba hacia mediados del mes de enero. Se pizcaba el maíz, se cortaba y secaba el chile ancho y cola de rata, se faineaba y garroteaba el frijol y empezaba el corte de tabaco a través de un proceso que se dominaba ensarte (Agraz, 2010). La cosecha se extendía hasta finales del mes de mayo una vez que los últimos cultivos habían sido recogidos por el hacendado, transportados a lomo de remuda a Compostela para su almacenamiento y comercialización o embarcados en el Puerto de Chacala o de Puerto Vallarta en el caso del Valle de Banderas. La temporada de cosecha del ciclo agrícola de temporal de aguas se llevaba a cabo en los meses de octubre y noviembre y se seguía el mismo proceso de transporte y comercialización (Rico, 2012).
Hasta 1938, fecha en que culmina el reparto agrario, era común que la gente que se quedaba en Compostela y sus alrededores manifestara su deseo de permanecer en la ciudad dadas las condiciones bioclimáticas extenuantes en la costa, a lo que aducían: “de rico en la costa y pobre en Compostela, mejor pobre en Compostela”. Este comentario era en alusión al ingreso económico que se obtenía en la costa durante la temporada de secas y a la proliferación de enfermedades tropicales poco tratadas durante esa época y cuya tasa de mortalidad era muy elevada. Peyorativamente durante este periodo a los trabajadores y pobladores de la costa se les denominaba “cheros” diminutivo de rancheros (Agraz, 2010; Rico, 2012).
Las actividades agrícolas propias de la costa suponían labores ininterrumpidas a lo largo del ciclo agrícola y por su naturaleza rudas y exhaustivas y por lo tanto bien remuneradas, aunque como se mencionó anteriormente, era frecuente que a los trabajadores se les pagara en especie, es decir con víveres o comestibles. Una vez terminada la temporada de faenas agrícolas, los jornaleros regresaban a su lugar de origen con sus ahorros producto de su trabajo al finalizar el ciclo agrícola de secas.
Compostela después del reparto agrario
Entre 1928 y 1930, se impulsa el movimiento agrario, encabezado por Guillermo Flores Muñoz y otros líderes, que culmina con el reparto de tierras, beneficiando a numerosos campesinos, sobre todo en la región serrana y de la costa que entonces estaba conformada también por lo que es hoy el municipio de Bahía de Banderas en el extremo sur del estado y donde se asentaban las haciendas más importantes de la región.
Las haciendas más significativas fueron: Zacualpan, Las Varas, Ixtapa, El Valle, Alta Vista, San Vicente, San Juan de Abajo, La Jarretadera, El Colomo, San Vicente y Puerta de la Lima en Nayarit. El Colexio, Ixtapa y Coapinole en Puerto Vallarta, la mayoría de ellas pertenecientes a la familia Maizterrena, La Casa Aguirre, La Casa Delius, y Barrón y Forbes, entre otros (Rico, 2012; Gómez & Gómez, 2012).
Hacia 1933-1938, se crean la mayoría de los ejidos en la zona del litoral desde Los Otates en la parte norte del municipio hasta La Jarretadera en la desembocadura del rio Ameca. Las regiones costeras del municipio empezaron a poblarse con los mismos trabajadores rurales que anteriormente habitaban de manera temporal. Las tierras que habían sido expropiadas se repartieron entre ellos, de manera que se convirtieron paulatinamente en residentes permanentes. La dotación de tierra fue el condicionante para radicar de manera definitiva, sin embargo, las condiciones sociales a pesar del cambio en la tenencia de la tierra no mejoraron (Gómez & Gómez, 2012).
Una vez formado los ejidos, los campesinos empezaron a residir de manera formal en la región costera. La economía regional durante los años cuarenta y cincuenta estuvo sustentada preponderantemente en la explotación del coquito de aceite y del tabaco. Sin embargo, no era menos importante el cultivo de maíz y de frijol entre otros productos.
El sistema económico imperante en la región hasta 1938 sufre modificaciones debido al cambio en la tenencia de la tierra, no obstante, continua siendo economía agrícola. Los grandes latifundios desaparecen, sin embargo, afloran en la escena económica nuevos agentes económicos que fungen como fuentes de crédito y financiamiento para los nuevos campesinos de la zona del litoral. En Compostela radicaban estas fuentes de financiamiento facilitaban la producción y comercialización de la producción agrícola local.
Las casas comerciales nominalmente conocidas por apellidos tales como: Pimienta, Camberos, Flores, Gradilla, Gutiérrez entre otros, facilitaban créditos agrícolas a condición de que la cosecha se les entregara a ellos o compraban cosechas de productos procedentes de la costa y posteriormente los comercializaban al interior del estado o del país. Quienes no recurrían al crédito financiaban sus actividades con recursos propios, lo que propició que muchos labradores no cultivaran la tierra, sino que por el contrario siguieran trabajando como jornaleros debido a la escasez de recursos económicos (Rico, 2012).
En el Valle de Banderas, las fuentes de financiamiento agrícola se asentaban en Puerto Vallarta, y al igual que Compostela, existían casas comerciales que habilitaban económicamente a los campesinos de la región: Maizterrena, Flores, Boungarten, Güereña, entre otras, fueron las casas comerciales de la región (Munguía, 1997).
Hacia mediados de los años cincuenta, el aumento del precio internacional del tabaco, exhortó a los campesinos el interés por la tierra, lo que acentuó la tasa migratoria y la deforestación de bosques y selvas de la costa compostelense. A partir de esta fecha, la explotación del tabaco y del coquito de aceite se convirtió en el motor de la economía regional del municipio.
La comercialización del tabaco por las casas comerciales de Compostela había impulsado la industria del puro desde finales del siglo XIX, existían en la ciudad diversas empresas dedicadas a este rubro. Esta industria desapareció hacia finales de los años 60´s debido a las excesivas cargas fiscales, el cigarrillo industrializado y problemas obrero-patronales (Gutiérrez, 2003).
Las Comunicaciones
A inicios del siglo XX y hasta la década de los años treinta, los caminos eran de herradura, por lo que los víveres y cosechas eran transportados por los “arrieros” en caravanas de mulas y asnos entre Compostela y la costa. El pueblo de Chacala en Chila fungía como punto de atraque para barcos que transportaban a Manzanillo, Acapulco y Mazatlán las cosechas de tabaco y de coquito de aceite de las haciendas de Las Varas, Zacualpan, Ixtapa, La Lima y Alta Vista principalmente (Agraz, 2010).
Las enfermedades tropicales, el clima extremoso, la carencia de víveres y medicinas y la falta de medios de comunicación capitalmente fueron factores que retardaron el crecimiento económico de la región sur del estado de Nayarit. El municipio estaba intercomunicado hacia 1930 por caminos rústicos y de herradura. El camino al Molote cubría la ruta Zacualpan, Las Varas, El Colomo, San Juan de Abajo, El  Valle y San José,  y proseguía a Puerto Vallarta.
Posteriormente, a finales de la década de los años cuarenta se abrió un camino de terracería hacia la población de Mazatán, a esta nueva vía de comunicación se le denominó “La Tigrera”  y desembocaba en Las Varas para continuar hacia el sur del municipio. La ciudad de Compostela fungía como centro de aprovisionamiento, pues la mayoría de los víveres eran llevados a la costa desde Compostela vía caminos de herradura y posteriormente por el camino de La Tigrera en las llamadas corridas “tropicales”, que eran camiones rústicos desprovistos de servicios y comodidades elementales (Gutiérrez, 2003).
De acuerdo con los relatos de (Gómez & Gómez, 2012), después del reparto agrario Compostela siguió siendo el centro de actividad comercial de la zona suroeste del estado. Constituía la única salida terrestre (carretera y ferrocarril) de los productos procedentes de la costa, las cosechas eran compradas por los principales comerciantes de la ciudad, entre ellos estaban las familias más adineradas de la región, además algunas de ellas eran terratenientes tanto en la zona serrana como en el litoral y fungían como corredores o representantes de empresas tabacaleras en la ciudad y proporcionaban financiamiento económico a los campesinos de Chila y de Jaltemba para el cultivo de los productos agrícolas tradicionales.
Aunque la región del Valle de Banderas dependía políticamente de la cabecera municipal, en el plano económico era totalmente independiente. La zona mantenía contacto comercial con Puerto Vallarta por su cercanía y debido a la conexión marítima que esta última ciudad tenía con Manzanillo, Acapulco y Mazatlán. De manera, que su producción agrícola y su actividad comercial estaban ligadas en el terreno económico a Puerto Vallarta más que a Compostela debido precisamente al aislamiento en materia de comunicaciones.

6.1.7 Organización geopolítica

Jurídicamente, el municipio de Compostela fue constituido en 1918, una vez promulgada la constitución política del estado de Nayarit. El acceso físico hacia la zona sur del municipio y la incomunicación facilitaron el aislamiento político y económico de la región debido a que todas las decisiones en estas materias eran tomadas desde Compostela así como los nombramientos para puestos administrativos públicos sólo se nombraban a personajes oriundos o avecindados de la cabecera municipal (González, 2008).
El primer pronunciamiento sobre la separación del Valle de Banderas de Compostela según lo refiere este último autor, se da en 1935 durante la gestión administrativa del entonces Gobernador Francisco Parra y que dicha diligencia quedo en el olvido debido a los trámites burocráticos y el extravió de la solicitud en el congreso del estado. Las autoridades municipales asentadas en Compostela jamás hicieron caso del Valle de Banderas, jamás les importó y abandonaron políticamente a esta región.
Hasta 1940 no había escuelas, oficina de correos, ni centros de salud en el Valle de Banderas así como tampoco se destinaban recursos para ello. En los pueblos más grandes (San José, El Valle y San Juan de Abajo), las plazas públicas, la electrificación, las escuelas y el empedrado se hicieron con base en colectas ejidales y mano de obra directa por parte de los ejidatarios. La autoridad municipal prácticamente no existía.
Ya desde 1942, se manifestaba la inquietud de segregar la zona sur del municipio de Compostela. Candelario Miramontes, gobernador del estado hacia esas fechas, acudió a la inauguración de la brecha Compostela-Valle de Banderas-Puerto Vallarta y se le hizo el primer planteamiento formal por parte de los ejidatarios y los pobladores más viejos, solicitud que no tuvo mayor eco.
Se manifestaban protestas pueblerinas dada la distancia con la cabecera municipal y lo complejo que resultaba hacer trámites de tipo civil y mercantil, y además existían beneficios mínimos para la región y las contribuciones hacendarias iban a parar a la tesorería municipal sin retribución para los pueblos de la costa sur del municipio, todas las mejoras eran para Compostela mientras que el sistema carretero era un desastre, el correo y en general los servicios públicos.
Hacia 1963 se da un segundo pronunciamiento formal durante la gestión del Lic. Julián Gascón Mercado a quién se le hizo de nueva cuenta el planteamiento de la creación del vigésimo municipio. Como resultado de esas diligencias políticas se obtuvieron suplencias diputacionales que en algo vinieron a amainar los deseos de segregación política.  
Hasta antes de la década de 1970, Compostela en general era un municipio muy pobre, la recaudación fiscal procedente de la zona del Valle de Banderas, no superaba los mil pesos. La economía de la región sur municipal estaba más ligada económicamente a la economía de Puerto Vallarta y pertenecía más a Jalisco que a Nayarit debido al desarrollo económico que venía dándose en ésta última ciudad desde 1950 en el sector servicios.
La creación del Fideicomiso de Bahía de Banderas confinó una infinita gama de recursos económicos por parte del gobierno federal para el pago de la tierra a ejidatarios y generó una serie de desarrollos en el Valle de Banderas y Puerto Vallarta después de 1970, lo que elevó paulatinamente muchos parámetros socioeconómicos a lo largo de las dos siguientes décadas en la región, a diferencia de otras regiones del estado. Este hecho funcionó como un distractor que calmó los deseos de escisión.
Durante la administración del Gobernador Julián Gascón Mercado se concedió la primera representación pública de la región ante el congreso del estado aunque a manera de suplencia. El primer movimiento divisorio lo dio la asociación ganadera local al conseguir dividirse de la asociación ganadera de Compostela, lo cual calentó los ánimos separatistas.
Posteriormente  a consecuencia de las presiones de los precursores divisionistas, en el pueblo de El Valle de Banderas se asentó la comisaría, los jueces auxiliares y el registro civil donde se trataban todos los asuntos relacionados con la administración pública municipal local sin necesidad de ir hasta Compostela. A inicios de los años ochenta se construyó la carretera desde Mezcales hasta el Colomo lo que hizo disminuir los intentos segregacionistas y se concedió una regiduría.
En 1987, se concede la primera diputación plurinominal para la región y una vez instalado como primer magistrado del estado de Nayarit, el Lic. Celso Humberto Delgado Ramírez apoyado por el entonces Presidente Carlos Salinas De Gortari, se facilitaron las gestiones para la formación del nuevo municipio.
De Compostela se mandó el decálogo de requisitos necesarios para la segregación y formación del municipio, asunto que tenía que ver con la anuencia de las autoridades ejidales de todos los pueblos y delegaciones que por entonces comprendían la parte norte de la municipalidad, una vez consensuados todos los requerimientos necesarios, se dio celeridad al decreto asentándose como jurisdicción el pueblo de Lo de Marcos, además se logró la primera diputación titular vía plurinominal.