ESTRATEGIA PARA LA GESTIÓN SOSTENIBLE DEL RECURSO AGUA. ESTUDIO DE CASO: CUENCA DEL RÍO NARANJO, PROVINCIA LAS TUNAS

ESTRATEGIA PARA LA GESTIÓN SOSTENIBLE DEL RECURSO AGUA. ESTUDIO DE CASO: CUENCA DEL RÍO NARANJO, PROVINCIA LAS TUNAS

Yoandris Garcia Hidalgo (CV)
Universidad Agraria de La Habana

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1.2. Marco conceptual para la gestión sostenible del agua

La gestión sostenible del agua emana de los “buenos principios de gestión hídrica” que defienden numerosos organismos internacionales y que han sido refrendados en diversos simposios internacionales y eventos al más alto nivel como la Declaración de Dublín sobre el agua y el desarrollo sostenible (WMO, 1992). En ella se señaló que la escasez y el abuso del agua dulce, ponen en peligro el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria, el desarrollo industrial, la salud y el bienestar humano. Otras conferencias, tales como la Conferencia de Naciones Unidas celebrada en Mar del Plata (UNDP, 1977), Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (UNDP, 1992) han tratado el tema de la sostenibilidad del recurso, definiendo principios, estrategias y políticas.
Otro foro de discusión ha sido el Consejo Mundial del Agua (World Water Council WWC), fundado en 1996, que es una organización no-gubernamental cuyo objetivo es despertar la sensibilización de los gobiernos sobre la importancia de realizar una gestión hídrica de forma sostenible y su divulgación se realiza a través de los Foros Mundiales del Agua (Marruecos, 1997, Holanda, 2000, Japón 2003, México 2006, Turquía 2009).
Organismos como el Banco Mundial (WWB, 2006), han publicado documentos para establecer el marco de actuación en políticas hídricas mundiales. Como consecuencia de todo esto, muchos países han comenzado un proceso de revisión y reforma de sus políticas hídricas sobre la base de establecer un balance entre la preservación de los recursos naturales y los objetivos de desarrollo socioeconómico. A pesar de ello, existe todavía un claro déficit no solo de implementación de medidas de gestión hídrica sostenible, sino también de existencia de metodologías estandarizadas para tal fin e incluso de planificación previa a la gestión (UICN, 2006).
Al respecto Mariño (2001) y Heinz et al. (2007), plantean que en la actualidad, se considera que la mejor forma de realizar una gestión sostenible, equitativa y eficiente de los recursos hídricos, particularmente a escala de cuenca, debe ser desde un enfoque integrado. Existen muchas definiciones de manejo integrado de los recursos hídricos, donde subyacen diferentes concepciones de políticas macroeconómicas. Quizás el primer principio que se considera es que la gestión del agua debe ser interdisciplinar, aspecto que resultará eficaz si combinan los conceptos y métodos económicos con la ingeniería y la hidrología. De esta forma, no es suficiente determinar el impacto generado en un aspecto particular o considerar una estrategia única de gestión, sino que debe valorarse cualquier efecto que se produzca (ambiental, socioeconómico, político, legal, etc.), relacionado con la gestión de los recursos hídricos (Barkin, 2004).
En segundo lugar, es necesario realizar una participación activa de los actores socialesdesde el inicio del proceso de planificación hasta la implantación de la gestión para que, de esta forma, ellos puedan tener la oportunidad de identificar los aspectos que son más importantes, aunque esto pueda dar lugar a conflictos y opiniones encontradas pero el proceso se verá enriquecido y se podrán hallar soluciones con un consenso razonable (UNESCO, 2003).
El concepto de la integración significa que el impacto producido por un determinado tipo de gestión o por una decisión específica no está limitado a un aspecto individual, sino que también afecta a las cuestiones relacionadas con el recurso y con su medio físico y social. Por otro lado, muchos problemas de la gestión hídrica requieren soluciones holísticas e integradas (Prato et al., 2009), puesto que los impactos que tienen efectos beneficiosos para un grupo de actores socialespueden ser perjudiciales para otros. En definitiva, para alcanzar el equilibrio necesario, los impactos de las decisiones deben ser evaluados de una forma global y del resultado del balance se podrán tomar decisiones con el mayor grado de consenso.
El agua tiene un valor como bien económico y como un bien social. Muchos de los errores en la gestión integrada de los recursos hídricos pueden atribuirse a la falta de reconocimiento del verdadero valor del agua. Si la percepción errónea del valor del agua persiste, entonces no podrá obtenerse el máximo beneficio de los recursos hídricos (FAO, 2000).
De lo anterior se deduce que el concepto de gestión sostenible, está sujeto a diversas definiciones, la gestión del agua debe incluir “la integración, coordinación y administración de actividades”. Ello coincide con Reimold (2005) y Barthel (2008), quienes plantean que a pesar de las definiciones existentes sobre la gestión del agua, ésta ha estado siempre condicionada por dos cuestiones fundamentales: la cantidad de agua que se necesita (demanda) y cuánta hay disponible (oferta). Oferta y demanda han sido tradicionalmente las claves para analizar los sistemas hídricos, aunque, en las últimas décadas, la manera de abordar estas cuestiones básicas ha cambiado radicalmente por razones que permiten explicar este cambio en la perspectiva de la gestión hídrica, se encuentra, en primer lugar, el concepto de sostenibilidad y de gestión hídrica a largo plazo; además, la necesidad de llevar a cabo buenas políticas de gestión hídrica ha sido planteada hace relativamente poco tiempo en los foros internacionales.
Desde el nacimiento del concepto de sostenibilidad en la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo (1987), a través del informe Bruntland, el agua ha sido reconocida como un componente esencial para el desarrollo presente y futuro de los seres humanos (Loukas et al., 2007). Otras de las razones que explican el cambio de perspectiva es que mientras la gestión hídrica ha sido tratada únicamente mediante consideraciones hidrológicas o económicas y por separado, ahora se reconoce la necesidad de la integración de objetivos múltiples (enfoque holístico), con frecuencia contrapuestos, pertenecientes a los diferentes gestores y grupos de interés (“actores sociales”). Por ello, en los últimos años se viene aceptando el hecho de que el conjunto de aspectos e impactos económicos, medioambientales y sociales tienen que ser considerados (Hawkes, 2003).
De esta forma, deberían ser tenidos en cuenta los impactos producidos por un estado cambiante de recursos hídricos, a menudo sobreexplotados, en la calidad de la vida humana y en los ecosistemas dependientes (Bouwer, 2002).
Actualmente se habla de crisis mundial del agua, porque el 35% de la población del planeta vive en condiciones precarias de abasto de agua y de medidas de saneamiento. Se prevé que para el año 2025 esta cifra se duplicará (Casanova, 2007). La escasez de agua en el mundo tiene como causas principales: la presión sobre los recursos hídricos debido a la sobrepoblación, la contaminación, el cambio en los usos y ciclos del agua, y el cambio climático generado en gran parte por los seres humanos (FAO, 2008).
Esta situación de escasez del agua, amenaza aspectos fundamentales de la seguridad humana, tales como la producción de alimentos, la salud y la estabilidad social y política, ya que generan conflictos entre usuarios; y hace que se elaboren estrategias en el manejo del agua (FAO, 1996).
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la humanidad extrae cerca del 8% del total de agua dulce renovable del Planeta, se apropia del 26% de la evapotranspiración y del 54% de las aguas de escorrentía accesibles; incluyendo 8000 km3 de agua contenidos en embalses construidos (UNESCO, 2003).