EL PAPEL DE LAS PRÁCTICAS ACA-DÉMICAS EXTERNAS EN LA FORMACIÓN DE LOS ESTUDIANTES DE ECONOMÍA

EL PAPEL DE LAS PRÁCTICAS ACA-DÉMICAS EXTERNAS EN LA FORMACIÓN DE LOS ESTUDIANTES DE ECONOMÍA

Rafael Moratilla López (CV)
Universidad de Castilla–La Mancha

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Diferencias en las valoraciones entre distintos colectivos

En este apartado vamos a comparar las valoraciones de distintos grupos de alumnos y de distintos tipos de prácticas, con el fin de comprobar si hay características del alumno o de las prácticas que influyan positiva o negativamente en la valoración de los agentes implicados en el proceso de prácticas. Las características recogidas son la titulación, el sexo, la edad, la duración de las prácticas, las prácticas de verano frente a las del resto del curso, la existencia de una remuneración y el sector de actividad.

En cuanto a la titulación, cabría esperar que, en la medida en que los estudiantes de ADE tienen más conocimientos relacionados con el mundo de la empresa (contabilidad, economía de la empresa, matemáticas financieras…) ocuparan puestos donde se utilizasen más dichos conocimientos, que fueran destinados con frecuencia a tareas comerciales; o que fueran mejor valorados por sus tutores al ser potencialmente más útiles para la empresa. Sin embargo no se aprecian diferencias significativas en ningún ítem ni en las valoraciones globales entre los estudiantes de Económicas y los de ADE, ya sea por parte de los estudiantes o de sus tutores (Cuadro 3.6).
Según sexo, las mayores diferencias se centran en aspectos como: a) Los varones son destinados en mayor medida a puestos donde se precisa manejar una lengua extranjera; b) Las mujeres tienden a estar más satisfechas con las tareas comerciales que resolvieron durante las prácticas; y c) Para la mitad de las mujeres las Prácticas Externas son su primer contacto con el mercado de trabajo, mientras que para los varones dicha proporción es menor (40 por ciento).

Podríamos esperar diferencias en la percepción de las prácticas según la edad de los, dato que hemos obtenido estando al año de inicio de la práctica el año de nacimiento del joven. Al no disponer del mes de nacimiento se incurre en cierto margen de error que consideramos que no resta validez a los resultados obtenidos. El gráfico 3.7 recoge los valores medios de todas las valoraciones globales. Lo más destacado es que hay una ligera tendencia a su disminución conforme aumenta la edad del alumno, lo que no deja de ser llamativo pues se supone que a mayor edad mayor nivel de conocimientos acumulados y mayor madurez en cuanto a responsabilidad y experiencia laboral. El hecho de que la valoración del tutor disminuya conforme aumenta la edad del alumno parece concordar con lo expuesto anteriormente. Las explicaciones de ello podría ser: a) Que cuanto mayor es el alumno mayores son las expectativas que sobre trabajo tiene el tutor, de forma que la posibilidad de quedar insatisfecho con el resultado de la práctica es mayor; b) A los responsables de la Oficina de Prácticas les consta que en algunos sectores de actividad, sobre todo en el de entidades financieras –ofertan la mayoría de los puestos en prácticas–, los tutores no ven con buenos ojos la incorporación de personas de 25 años o más. Identifican su “elevada” edad con algún problema para tener buenos resultados académicos y, por tanto, como una señal negativa de sus habilidades; y c) Problemas de motivación: los alumnos “mayores” entienden la experiencia de las prácticas como una experiencia laboral al uso y ello va en detrimento de su ilusión y disposición para aceptar determinadas condiciones de la empresa, son más exigentes con sus tutores y con el puesto y dan prioridad a las prácticas remuneradas. Su menor flexibilidad y mayores expectativas de ser contratados, con la desilusión cuando la práctica no culmina en un contrato laboral, pesan negativamente en las valoraciones globales de dichos alumnos y de sus tutores. También resulta interesante que el grupo de jóvenes mayoritario por edad, el de los 22 años, registra, por lo general, valoraciones peores que los de edades anteriores y posteriores. Por otro lado, los que comenzaron sus prácticas con 20 ó 21 años suelen ser los menos satisfechos al inicio de la práctica, hay una considerable mejora al cabo de un mes y mucho mayor aún al final de la experiencia de modo que al concluir las prácticas son los más satisfechos. Su juventud e inexperiencia se traducen en problemas de adaptación inicialmente, pero, una vez superados los resultados son muy positivos. Este resultado es coherente con la evidencia empírica en la literatura de satisfacción laboral sobre que cuanto más joven es un trabajador, ceteris paribus, mayor satisfacción tendrá con el trabajo. Pero ello no explica que los tutores estén más satisfechos con sus alumnos más jóvenes, lo que invita a la Oficina de Prácticas Externas a incentivar aún más la participación en el programa de los alumnos al inicio de su segundo ciclo. Lo positivo de este grupo de edad al que pertenecerían en su mayoría es un acicate, una motivación más para culminar con éxito sus estudios.
Los siguientes aspectos versan sobre cuestiones como: a) Si las prácticas más largas, al afianzar la relación del joven con la empresa y permitirle acumular más habilidades y conocimientos, generan mejores resultados que las prácticas cortas; y b) Si hay una “duración óptima” de las prácticas de forma que no tenga sentido prolongarlas, pues se empeoran los resultados perseguidos (Cuadro 3.17). Respecto a la primera pregunta  solo encontramos una valoración positiva a través del significativo indicador contenido en el cuestionario del tutor donde estos expresan que los conocimientos del alumno que se reflejaron en la empresa crecen de forma casi continua conforme aumenta la duración de la práctica. El 85 por ciento de los tutores–profesionales durante un periodo inferior a tres meses manifiestan que los conocimientos del alumno se reflejaron en la empresa, mientras dicho porcentaje se eleva al 100 por ciento cuando se trata de tutores de alumnos que renuevan sus prácticas en cursos académicos sucesivos. Cabe pensar también una relación en sentido inverso: Que precisamente son las prácticas renovadas las que hacen ver a los tutores la utilidad de los conocimientos del alumno para la empresa y, por ende, la utilidad de las prácticas. Parece lógico que así sea pues cuanto más tiempo dure la práctica, mayor ocasión habrá de que el alumno aproveche y plasme sus conocimientos. También es posible que las tareas vinculadas a prácticas de larga duración sean más instructivas y relevantes que las de menor duración. Por último, otro aspecto que mejora con la duración de las prácticas es la condición de “creativo” del trabajo realizado por el alumno. A partir de los tres meses los estudiantes desarrollan tareas que exigen más creatividad cuanto mayor es la duración de la práctica. Finalmente entre otras particularidades resaltamos: a) En las prácticas de menos de tres meses es donde los alumnos se quejan más de falta de interés del tutor (hasta el 25 por ciento de los jóvenes que enviaron cuestionario mensual), así como la mayor coincidencia entre el horario establecido y el inicial; y b) En las prácticas de seis meses o más es donde más requieren el uso de un idioma extranjero.
En cuanto a la cuestión sobre la “duración óptima de las prácticas” no se ha llegado a ninguna conclusión. Encontramos un resultado contradictorio con los cuestionarios del tutor. Así los jóvenes que realizaron prácticas de seis meses son los que más manifiestan que utilizaron los conocimientos adquiridos en la Universidad. Esto resulta lógico si se compara con lo que hicieron hasta tres meses de prácticas, pero no respecto a los que realizaron más de 6 meses, sólo el 55 por ciento de ellos manifiesta haber puesto en práctica sus conocimientos cuando el 100 por cien de sus tutores responden que los conocimientos del alumno se reflejaron en la empresa. Los responsables de la Oficina de Prácticas consideran que seis meses es el periodo máximo razonable de duración de las Prácticas Externas, pues es un tiempo suficiente para conocer la empresa con detalle y para que el empresario conozca al alumno sobradamente para decidir su contratación o no. Transcurridos seis meses los objetivos del alumno (aprendizaje y señalización ante el mercado de trabajo) y del empresario (selección de personal) deberían quedar más que cumplidos.
Por otro lado, se han diferenciado las prácticas según sean “de verano” o se desarrollen durante todo el curso académico. Para identificar las de verano hemos utilizado la duración (tres meses o menos) y el mes de inicio (junio, julio o agosto). El interés en esta diferenciación parte de la preocupación de las empresas por apoyar de forma barata a sus trabajadores en vacaciones de verano. En su estrategia esperan que el estudiante desempeñe labores asimilables a las de un empleado normal. Por su parte la Oficina de Prácticas Externas considera que, al estar parte de la plantilla de vacaciones, la atención y ayuda que el estudiante recibe de los otros trabajadores y tutores es menor que en el resto del curso. Se trata, por tanto, de comprobar si este prejuicio sobre las prácticas de verano (60 por ciento del total) es cierto. Los resultados de la comparación de quedan recogidos en el Cuadro 3.18.
Afortunadamente, los resultados demuestran que nuestro prejuicio carece de evidencia empírica alguna. La única diferencia destacable entre ambos tipos de prácticas es que las de verano suponen, con mayor frecuencia, la primera toma de contacto de los estudiantes con el mercado de trabajo. La valoración global del tutor es algo mejor (0.6 puntos más de media) en las prácticas de verano, lo que responde a que dichas prácticas son más habituales entre el alumnado más joven que precisa el resto del año para estudiar. Ya señalamos que estos alumnos son los mejor valorados por los tutores–profesionales.
Otro factor que consideramos indicativo de la calidad de las prácticas es el que tengan vinculada una gratificación, la normativa sobre las prácticas la identifica como beca o ayuda al estudio (Cuadro 3.19). A tenor de los resultados, las prácticas remuneradas, en principio, no son de mayor calidad que las no remuneradas. No obstante hay diferencias significativas en algunos aspectos: en las prácticas remuneradas es más frecuente el manejo de una lengua extranjera, lo que está vinculado a tareas más cualificadas y de mayor responsabilidad, así como más ligadas a la parcela comercial.

En general, las prácticas remuneradas no suelen ser la primera experiencia laboral del estudiante. Lo normal es que comience por prácticas no remuneradas. La remuneración o no de las prácticas no marca diferencias relevantes en las valoraciones globales de los alumnos pero sí en las de los tutores. En las remuneradas se muestran más exigentes y esperan del alumno comportamientos y habilidades como si fuera otro empleado. Además, suelen proporcionarles formación adicional ya que, como se apuntó esperan de ellos un desempeño próximo al de un profesional. Todo ello se traduce en una menor valoración de los tutores (0.8 puntos por debajo), particularmente en el caso de los tutores de las entidades financieras.
Hemos dejado para el final del análisis comparativo el elemento que posiblemente nos dé más pistas sobre los factores determinantes de una práctica satisfactoria y de calidad: El sector de actividad de la empresa donde se llevó a cabo la práctica. La división sectorial utilizada está forzada por la necesidad de tener un tamaño muestral mínimo en cada una categoría. Contemplamos cinco, que hemos dado en llamar “sector”: Entidades financieras, asesorías, entidades no lucrativas, agricultura/manufacturas/construcción, y servicios no financieros ni consultivos (Cuadro 3.20).
Al inicio de las prácticas, los estudiantes se quejan de falta de atención de sus tutores con más frecuencia en asesorías y entidades no lucrativas. Esta queja persiste en el caso de las entidades no lucrativas un mes más tarde. También es en estos sectores donde los estudiantes manifiestan en menor medida estar realizando un trabajo creativo. Es en estas entidades y, sobre todo, en las financieras donde se indica más a menudo que los alumnos no ponen en práctica sus conocimientos académicos. En este punto su valoración apenas presenta diferencias con la de los tutores.

En las empresas de servicios no financieros, de consultoría y en las empresas vinculadas a otros sectores de, es donde los estudiantes señalan más a menudo que, inicialmente, necesitan manejar un idioma extranjero. Las entidades no lucrativas registran los peores resultados en los siguientes ítems: “interés de los tutores” (aunque muy cerca de las empresas de servicios no financieros y de las entidades financieras); “conocimiento del funcionamiento en detalle de la empresa (lo que sorprende si la entidad en donde se hicieron las prácticas es compleja, caso de un ayuntamiento o un hospital), “realización de labores comerciales que resultan de su agrado” (lógico por la propia naturaleza de las instituciones es poco común hacer estas tareas y si no las realizan, no pueden contestar que son de su agrado).

En cuanto a las valoraciones del tutor los de las asesorías son los menos satisfechos con la labor desempeñada por el alumno. Quizá sea porque el perfil típico demandado es el de una empresa pequeña donde los trabajadores son multifuncionales y el ritmo de trabajo es, en ocasiones frenético, lo que dificulta los procesos de aprendizaje del nuevo personal. Los tutores esperan de los estudiantes de económicas o de empresariales un desempeño “profesional” para el que no están preparados por su inexperiencia y por falta de tiempo y medios para su formación cuando se incorporan a prácticas a estas empresas. No obstante, sí que “el alumno no hizo labor comercial satisfactoriamente” significa, simplemente que no hubo tal labor, la respuesta hay que entenderla en el sentido de que en las asesorías los alumnos desarrollan tareas administrativas pero no entran en contacto directo con clientes.

También hay además diferencias interesantes en las valoraciones globales, tanto por parte de los estudiantes como de los tutores. Las peores impresiones iniciales y al cabo de un mes se registran en las entidades no lucrativas y en las empresas de servicios. Al final, son estas últimas, junto con las asesorías, las que mantienen las peores valoraciones globales. Por otro lado, la valoración de los tutores en las entidades financieras es en media la más baja, aunque la diferencia no estadísticamente significativa, sólo a 0.6 puntos de diferencia de la más alta (empresas agrarias, manufactureras y de la construcción).

Finalmente, si combinamos las dos últimas características (sector y remuneración) para ver las diferencias relevantes entre alumnos con prácticas remuneradas y sin remunerar. En el cuadro 3.21 se recogen los resultados de la razón entre las puntuaciones recibidas por los distintos sectores cuando las prácticas son remuneradas y cuando no lo son. Así, por ejemplo, si un sector registra un 2 en “es necesario usar un idioma extranjero” quiere decir que en él la utilización de un idioma foráneo se da el doble de veces en una práctica remunerada que en una sin remunerar. Si la valoración final del alumno es 0.75, implica que en él las prácticas remuneradas tienen una valoración final un 25 por ciento más baja que las no remuneradas.
A tenor de los resultados obtenidos en las prácticas remuneradas las funciones están más claras en empresas de agricultura/manufacturas y construcción, en las asesorías, y de servicios no financieros y resultan algo más creativas. En las entidades financieras, asesorías y entidades sin lucro dichas prácticas están más vinculadas al manejo de idiomas. En las entidades no lucrativas los alumnos alcanzan un mayor conocimiento de la empresa. En las entidades financieras y no lucrativas las prácticas remuneradas están más vinculadas a la realización de labores comerciales. Por último, en general, las valoraciones de los alumnos son superiores en las entidades no lucrativas cuando las prácticas son remuneradas.

Como aspectos menos frecuentes en las prácticas remuneradas reseñamos: a) Las empresas con actividad distinta a los servicios demandan menos los idiomas en las prácticas y aplican menos los conocimientos académicos adquiridos por los alumnos. En los servicios no financieros y, sobre todo, en las asesorías, los alumnos remunerados son más exigentes. En consecuencia, el porcentaje de ellos que responde afirmativamente sobre si las tareas que ha realizado en prácticas han satisfecho sus expectativas es menor que entre los alumnos de prácticas no remuneradas. Por otro lado, como ya se indico las prácticas remuneradas como experiencia laboral son menos relevantes que en el caso de las no remuneradas, muy especialmente cuando se desarrollan en entidades no lucrativas, empresas de servicios no comerciales y otras no pertenecientes al terciario. En las asesorías y en las empresas agrarias, manufactureras o de construcción, los tutores señalan con menor frecuencia que el alumno realizó labores comerciales satisfactoriamente cuando las prácticas son no remuneradas, aunque en dicha cuestión persiste el problema interpretativo al que se aludió en otros puntos del epígrafe. En las entidades financieras los tutores de prácticas remuneradas están menos satisfechos globalmente con las tareas del alumno que cuando son no remuneradas. Como dichas entidades ofrecen más de la mitad de los puestos en prácticas, la opinión de sus tutores sesga sustancialmente la media general. La realidad es que, prescindiendo de dichos tutores, no se aprecia mayor descontento cuando la práctica es remunerada. Tal resultado está ligado a que los tutores de las oficinas bancarias emitan informes para sus superiores acerca de la pertinencia de una futura contratación del alumno en prácticas como empleado “regular” en la empresa. Por tanto los miran y evalúan como potenciales trabajadores, y esta óptica es mucho más exigente que la adoptada por los tutores de otras empresas que no sopesan la futura contratación del alumno.

4.- Resumen y conclusiones
En esta sección hemos tratado de recoger las valoraciones que los principales actores de las prácticas en empresa han hecho durante el periodo objeto a lo largo del estudio. Se han analizado los valores medios de dichas valoraciones, su evolución durante el proceso de prácticas, su evolución en el tiempo y las diferencias entre los distintos tipos de alumnos y de prácticas.
Respecto a los valores medios se aprecia que las valoraciones de los alumnos y tutores son, en media, razonablemente altas (del orden de 8 sobre 10 puntos).

En relación a la evolución de la valoración durante el proceso de prácticas, lo más destacable es que, por lo general, la valoración que hace el alumno de su práctica mejora con el tiempo.

La comparación de los resultados de los cuestionarios a lo largo del tiempo muestra una suave,  aunque discontinua, mejoría en los resultados de las evaluaciones que tanto alumnos como tutores hacen del proceso de prácticas.

Al comparar los distintos colectivos de alumnos se comprueba que no hay diferencias destacables entre estudiantes de Económicas y Empresariales. Los varones ocupan en mayor medida puestos donde es necesario el manejo de un idioma extranjero. Además utilizan en menor proporción las prácticas como primer contacto con el mercado laboral. Los estudiantes más jóvenes son los que más valoran las prácticas y los más valorados por sus tutores.

Al comparar los distintos tipos de prácticas se concluye que no hay una duración “óptima” de las mismas. Las distintas duraciones tienen diferentes características Las más cortas presentan más desventajas al principio que el resto. Apenas se advierten aspectos que mejoren con la duración de la práctica, con la salvedad de que los tutores observan mayor aplicación de los conocimientos del alumno en la empresa conforme la duración aumenta. Tal percepción no es compartida por los estudiantes. Otros resultados relevantes son: a) El rechazo al prejuicio inicial sobre una posible peor calidad de las prácticas de verano respecto a las que se desarrollan durante el curso académico; y b) La observación de ciertas ventajas de las prácticas remuneradas sobre las no remuneradas. En este sentido, las remuneradas están vinculadas a tareas más creativas en determinados sectores que demandan conocimiento y manejo de algún idioma extranjero. Las ventajas de las prácticas remuneradas varían según sectores de actividad pero se confirma como una variable clave en la determinación de la calidad de las mismas. Aparecen algunos puntos débiles en las prácticas de entidades no lucrativas como: Menos claridad en las funciones, menos creatividad, menos aplicación de los conocimientos, menos actividades comerciales satisfactorias y algo menos de valoración inicial y mensual, pero no final. También se advierten puntos débiles en las asesorías (claridad inicial en las funciones, creatividad y realización de tareas comerciales por debajo de la media), y en los servicios no financieros ni consultivos (interés de las actividades comerciales realizadas y valoraciones globales de los alumnos inferior al promedio). También resulta de interés subrayar dos aspectos preocupantes de las prácticas en entidades financieras: a) La escasa puesta en práctica de los conocimientos adquiridos en la Universidad; y b) La baja valoración global por parte de los tutores. Por último, el sector mejor valorado globalmente es el de empresas agrarias-manufactureras-de la construcción.

En suma, los resultados de los cuestionarios son en general positivos, pero han arrojado dudas sobre algunos aspectos que induce a la reflexión. Entre ellos reseñamos los siguientes:

  • La pregunta sobre labores comerciales realizadas satisfactoriamente en el cuestionario del tutor debe ser reformulada, pues no está claro si la respuesta negativa a la misma significa que el estudiante no realizó labores comerciales o si, habiéndolas realizado, no lo hizo satisfactoriamente.
  • Si los estudiantes más jóvenes son los mejor valorados y los que más valoran las prácticas, merece la pena fomentar e impulsar la oferta de las prácticas entre los alumnos que inician el segundo ciclo. Los buenos resultados de las prácticas pueden motivarles a concluir con mayor rapidez los últimos cursos de la carrera.
  • Respecto a por qué los tutores valoran más a los estudiantes cuanto más jóvenes son habría que averiguar si se trata de un problema de expectativas sobre el desempeño de los mismos o es que, objetivamente, los estudiantes de mayor edad están menos motivados porque están más pendientes de otras oportunidades laborales o porque llevan mucho tiempo en la Universidad y han perdido ilusión por realizar actividades prácticas como vía de encontrar un primer empleo.
  • También parece de interés profundizar en el análisis de las prácticas en entidades no lucrativas, ya que en ellas se han detectado la mayoría de las debilidades del programa de Prácticas Externas. Convendría segmentar más el sector y revisar el tipo de puestos que ocupan los titulados para comprobar si son relevantes de cara a la formación profesional de nuestros egresados.

Por último hay que seguir animando a las empresas a remunerar a sus alumnos en prácticas. Ello eleva su exigencia con el alumno y les incentiva a ofrecerles más formación para que puedan desarrollar tareas comerciales. En sectores como entidades sin ánimo de lucro y Administraciones Públicas la remuneración mejora la valoración de las prácticas por los alumnos.