SUJETOS SOCIALES, CONFLICTOS Y GESTIÓN DE LOS SERVICIOS DE AGUA POTABLE, ALCANTARILLADO Y SANEAMIENTO EN EL

SUJETOS SOCIALES, CONFLICTOS Y GESTIÓN DE LOS SERVICIOS DE AGUA POTABLE, ALCANTARILLADO Y SANEAMIENTO EN EL "ESPACIO SOCIAL-NATURAL" DE LA CIUDAD DE PUEBLA 1984-2010

Rafael de Jesús López Zamora (CV)
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

3.- Gestión de los SAPAS, acumulación por desposesión y modelo de industrialización en el “espacio social-natural” de la ciudad de Puebla

El agua de uso urbano y los servicios que lleva aparejados, son de vital importancia ya que los problemas relacionados con ella se pueden convertir en un factor limitante para el desarrollo económico, social y para la evolución sustentable de las ciudades y las poblaciones en su “espacio social natural”, por lo que se hace necesario conocer la historia y origen de las actuales practicas de gestión de estos servicios. Se hace necesario conocer a fondo la problemática, manejo y administración de aquellos servicios; la extracción, conducción, distribución y uso, pasando por el desalojo y destino de los desechos relacionados con el recurso, ante el embate de las diferentes formas del capital, en el contexto de las relaciones sociales que se establecen, y las que se establecen entre aquellas y el soporte material de las condiciones materiales y ambientales de producción.
La problemática respecto a la actual gestión de los servicios, al igual que el modelo que la acompaña, tienen su origen en etapas anteriores al desarrollo urbano de la ciudad de Puebla, es ahí donde debemos buscar su lógica y naturaleza, los antecedentes se remontan a los tiempos del virreinato. Poco después de haberse fundado la ciudad (1531) se empezaron a desarrollar importantes actividades productivas sobre la base de un modelo de “acumulación por desposesión” que la convirtieron en la segunda de la Nueva España, sobre todo por su producción agrícola, textil y de harina de trigo.

3.1.-La gestión de los servicios de agua potable y el desarrollo económico y social de la ciudad de Puebla

A mediados del siglo XVI destacaba por su importancia la producción textil, en particular los productos de seda; durante el siglo XVII la manufactura de textiles de lana cobró auge en los obrajes; posteriormente este rubro sería rebasado por el de productos de algodón. La ciudad, rica en recursos hidráulicos, provenientes sobre todo de los ríos que permitieron la generación de la energía hidráulica necesaria para los procesos de producción, propició la conformación de un importante sector preindustrial a orillas del río San Francisco, donde se instalaron los primeros molinos de trigo, obrajes textiles, tocinerías, ladrilleras, curtidurías y otros establecimientos manufactureros. La infraestructura hidráulica, además de la de servicios básicos, en especial la rueda utilizada en los molinos, sirvió de base para el arranque industrial propiamente dicho en el siglo XIX, materializado en la producción de textiles de algodón. Puebla tuvo una gran tradición textil desde tiempos prehispánicos; el conocimiento del oficio fue aprovechado en la manufactura colonial y la destreza de los artesanos facilito la incorporación de la mano de obra en las fábricas textiles. Además de esto, la región contó con aprovisionamiento de materias primas, mercado y capitales para invertirlos en la industria. El sector textil del algodón fue predominante hasta los años sesenta del siglo XX (Ventura, 2006).
Para la investigadora Rosalva Loreto (2009), el agua formó parte de  un sistema  de abasto, de arrastre y de energía que generó un modelo de desarrollo económico a partir de su papel en la producción, particularmente en la molienda de trigo y la manufactura, además de haber sido condicionante de cambios en la infraestructura hidráulica, la producción textil y el uso de energía eléctrica, situación que coincidió con la sobreexplotación del ecosistema acuático y sus conocidas consecuencias. Este proceso, visto en su conjunto y que se inició en la segunda mitad del siglo XIX, incidió en las transformaciones características de la modernidad urbana y en la configuración del actual “espacio social natural” de la ciudad de Puebla.
A partir de la condición de ciudad exportadora asociada de manera directa con  la producción de jabón, loza y de productos alimenticios destinados a satisfacer la demanda de un mercado externo con circuitos mercantiles de amplio alcance, como fue el caso de la producción de harina, una de las ramas más representativas y de gran impacto ambiental, que ligaba indisolublemente a la ciudad de Puebla con su entorno agro-productivo (Loreto, 2009).
Aquello generó un modelo de desarrollo económico que puede considerarse como “exitoso”, en atención a su capacidad productiva, pero también expreso sus propios límites de crecimiento al sustentarse en un esquema de sobreexplotación agrícola basado en la implementación tecnológica para el aprovechamiento hidráulico de los principales ríos de la ciudad, el San Francisco y el Atoyac. Desde épocas remotas empezaron a establecerse los primeros molinos trigueros en torno a estos afluentes, aprovechando su corriente natural, sin embargo al poco tiempo y a fin de aumentar la capacidad productiva, se recurrió al empleo de zanjas o canalizaciones directas de los ríos. A estos mecanismos de uso y apropiación se añadieron socavamientos minerales, desvío y anexión de manantiales, lo que generó además, erosión y desgaste de los mantos acuíferos de donde emergían los cuerpos de agua (Loreto, 2009).
La red productiva de la molienda se consolidó a lo largo de trescientos años y experimentó su primera transformación hacia el primer tercio del siglo XIX, cuando se presenciaron las primeras modificaciones en el uso del agua de los ríos y de sus suelos colindantes. Con la transformación de los molinos en fábricas de hilados y tejidos de algodón, un cambio fundamental se percibió hacia la segunda mitad del siglo cuando estas manufacturas  introducen el estampado, proceso que impactaría ecológicamente al ecosistema.
Lo anterior hace suponer que a partir de aquí se va a suceder otra etapa que tiene que ver con el papel del agua y los servicios en la transformación de la ciudad a partir de la expansión urbana precedida del acelerado crecimiento demográfico, pero ahora comandado por el capital inmobiliario y que lleva  aparejada la necesidad de buscar nuevas fuentes de agua para la ciudad en las comunidades aledañas a la ahora gran metrópoli, una vez agotadas las fuentes y los mantos acuíferos del subsuelo. 
Así, la misma lógica del modelo capitalista de industrialización implantado bajo el paradigma de dominación del hombre sobre la naturaleza (léase el capital sobre la naturaleza); que se desarrolla a expensas de la apropiación, acumulación por desposesión y sobreexplotación de los abundantes recursos de las comunidades y del espacio natural; que crea, recrea, y se nutre de sus propias condiciones para operar; no sólo fue determinante en la configuración del actual modelo de gestión, apropiación, distribución y consumo  del agua de uso urbano y el patrón tecnológico extractivo que le acompaña, así como en la configuración económica y social de la ciudad; sino que lo creó a su imagen y semejanza, de acuerdo a sus intereses y bajo su lógica, de tal manera que le ha sido funcional y por lo tanto lo recrea. Este mismo modelo predomina en el estado de Puebla y en el país en su conjunto hasta la fecha.  

3.2.-Los SAPAS y la distribución de las desigualdades sociales

Aquella desigual distribución del agua que prevaleció durante el siglo XIX, en pleno “arranque industrial”, tuvo un carácter jerárquico e inequitativo, provocó y reprodujo una creciente desigualdad social, en primer lugar por la ubicación diferenciada de las redes desde el virreinato,  entre la traza española y los barrios de la periferia, lo que privilegiaba a la población de la primera por sobre la población de los barrios, en su mayoría indígena. Así mismo, tal desigualdad se observaba al interior de cada uno de aquellos espacios, entre fuentes públicas y particulares, así como entre propiedades que contaban con “merced”, específicamente casas-habitación y los establecimientos industriales y comerciales, lo que dejaba ver ya, la existencia de conflictos entre los diferentes actores, sectores y fracciones de clase.
La importancia de estudiar las formas de acceder al agua en una ciudad de antiguo régimen, radica en que en estas sociedades la dependencia de los recursos naturales es muy fuerte. Esta relación con la naturaleza influye en la organización social, debido a que el abasto del líquido requiere de una organización social y de la puesta en práctica de una estructura jurídica que norme, tanto la forma de construcción de los cauces del agua, como la manera de dotar del líquido a la población, siendo un servicio que dependía de las autoridades de la ciudad (Salazar, 2010).
En aquella etapa prevaleció el crecimiento constante en la captación y explotación del agua superficial de los manantiales y a pesar de la importancia del impacto del desarrollo y cambio tecnológico en el sector agua sobre el consumo y el incremento de los volúmenes disponibles y extraídos, no se aseguró el suministro permanente de toda una ciudad, sino que por el contrario se dilapidó el recurso de los manantiales, recurso que era de fácil acceso, pese a lo cual tarde o temprano sería necesario avanzar hacia las aguas subterráneas, que hoy también están ya sobre explotados. La misma lógica de aquel incipiente patrón de industrialización determinó la exclusión del servicio a los barrios de la periferia en virtud de que la propuesta de modernización de la privatización de 18551 sólo contemplaba al “grueso de la población”, es decir a los que habitaban dentro de la retícula urbana (Toxqui, 2009), además de estar orientada claramente hacia un esfuerzo de industrialización a toda costa de la ciudad.
La desigual distribución, así como la creciente desigualdad social que prevaleció durante el siglo XIX también se explica porque, a pesar de que aún con la privatización se conservaba el dominio público sobre el recurso y a pesar de que existían restricciones formales sobre del uso del agua potable en motores hidráulicos, de ferrocarriles, en el riego de huertas, en resumen, en objetos distintos del abastecimiento de la ciudad, ya a mediados y durante las dos últimas décadas del siglo XIX, el agua potable se utilizaba indistintamente tanto para consumo domestico como para el sector servicios, posadas y baños públicos, o para el riego de jardines, para uso manufacturero e industrial como ladrilleras, fabricas de licores y tocinerías (Toxqui, 2009). Lo que también demuestra que el modelo de gestión de los servicios de agua potable respondía ya a las necesidades de un modelo de acumulación e industrialización  dominante.

3.3.- Impacto ambiental sobre el “espacio social-natural”

Con el auge de la producción de harina, una de las ramas más representativas y de gran impacto ambiental, que ligaba indisolublemente a la ciudad de Puebla con su entorno agro-productivo y “espacio social natural” (Loreto, 2009) junto con los mecanismos de uso y apropiación que llevaba aparejado, se agudiza la sobreexplotación del ecosistema acuático. A estos mecanismos de uso y apropiación se añadieron socavamientos minerales, desvío y anexión de manantiales, lo que generó además, erosión y desgaste de los mantos acuíferos de donde emergían los cuerpos de agua.
Los molinos empezaron a mecanizarse y a transformarse en fábricas de hilados y tejidos de algodón, aprovechando la infraestructura de energética- hídrica. Un cambio fundamental se percibió hacia la segunda mitad del siglo XIX cuando estas manufacturas bajo el signo de la industrialización, completaron su ciclo productivo con la introducción del estampado, proceso mediante el cual los nuevos procedimientos tecnológicos, térmicos y químicos impactarían ecológicamente a ambos afluentes de la ciudad. De esta manera inicio la agonía de los ríos que delimitaban a la ciudad de Puebla, haciéndose evidente los efectos ambientales negativos sobre la configuración del “espacio social natural”, los efectos negativos de un metabolismos social e hídrico altamente agresivo.
Aunado a lo anterior, se fueron creando los rellenos sanitarios (basureros municipales) en el valle volcánico, en la zona de mayor recarga de los mantos acuíferos y en las cercanías del cerro Tzapoteca, la única reserva ecológica del valle. El volcán Tzapoteca en cuyo entorno se encuentran siete pueblos cholultecas (San Cristóbal Tepontla, San Gregorio Zacapechpan, San Francisco Coapa, San Juan Tlautla, San Sebastián Tepalcatepec, San Diego Cuachayotla y San Agustín Calvario) y a escasos 1.5 kilómetros del casco histórico de la ciudad de San Pedro Cholula, fue declarado reserva ecológica el 8 de abril de 1994. Sin embargo, el 8 de abril de 2003, por voluntad del gobernador Melquiades Morales y el Presidente Municipal de San Pedro Cholula, Oaxaca Carreón, se violó oficialmente la ley de la reserva, y que desde esta fecha inmobiliarias voraces y políticos corruptos acechan al Tzapoteca, principal fuente de recarga de  Cholula. En su entorno se ha ido concentrando el crecimiento de la población: fraccionamientos de alta densidad proliferan y demandan cada vez mayores entregas de agua y otros servicios públicos básicos. Las autoridades, conceden cada vez más permisos para ampliar esos fraccionamientos, fomentando nuevas migraciones y mayores negocios inmobiliarios sobre tierras de la reserva (y aledañas) cuyos suelos erosionados y deforestados pierden capacidad para almacenar el agua (Ashwell, 2006).
Aquel modo de relacionarse con el territorio y el modelo de acumulación depredador que le acompaña ha significado un fuerte impacto sobre el “espacio social natural” de la ciudad de Puebla y se manifiesta actualmente en dos aspectos alarmantes de carácter ambiental: por un lado, la fuerte contaminación de los ríos de la cuenca y de la presa de Valsequillo y por el otro, la sobreexplotación del acuífero del Valle de Puebla, en particular la parte del subsuelo donde se ubica la ciudad de Puebla. Ambos aspectos ponen en riesgo el futuro del ecosistema y con él, el futuro de las poblaciones ahí asentadas.
Ante la problemática, la CNA y los últimos gobiernos estatales han mostrado su preocupación, con pobres resultados aún, ya que sus esfuerzos han sido rebasados por la realidad,  por emprender acciones para sanear la cuenca del Atoyac y recuperar la presa de Valsequillo, así como controlar el abatimiento del acuífero que abastece a la zona. Frente al primer asunto se realizó la construcción de un sistema de saneamiento que incluye una red de colectores marginales para conducir las aguas residuales a las plantas de tratamiento ubicadas en puntos estratégicos de la ciudad cuya construcción fue concesionada a una empresa privada, filial de la transnacional DEGREMONT. El segundo proyecto partió de la necesidad de controlar el abatimiento del acuífero por lo que se proponía buscar nuevas fuentes de abastecimiento de agua, preferentemente fuera de la cuenca hidrológica definida por el Valle de Puebla; pero como veremos más adelante, eso no fue posible por todos los costos que implicaba, de tal manera que la solución más inmediata se redujo a perforar nuevas fuentes en las cercanías de los puntos de recarga del mismo acuífero del valle, Nealtican (González, 1995).
Pese a lo anterior la situación y el impacto ambiental no se han podido revertir y sigue siendo preocupación del actual gobierno estatal y municipal en sus planes de desarrollo. El río Atoyac que nace en una barranca de aguas cristalinas producto de los deshielos del Iztaccíhuatl, a su paso por  territorio tlaxcalteca recibe las descargas industriales y municipales de diferentes localidades, degradándose por la alta concentración de coliformes; en el tramo de San Martín Texmelucan a la confluencia del río Zahuapan recibe las descargas industriales y municipales de Texmelucan y el río Zahuapan le descarga todas las aguas contaminadas de la ciudad de Tlaxcala, agregándose claro, las descargas del municipio de Puebla (González, 1995).
La presa de Valsequillo o “Manuel Ávila Camacho” es la más importante obra de infraestructura hidro agrícola del estado, fue iniciada en 1941 y concluida cinco años después, tiene una capacidad de almacenamiento de 300 millones de metros cúbicos de agua, abastece al Distrito de Riego de Valsequillo y estaba destinada a contener el agua del río Atoyac para el riego de 33 mil 820 hectáreas en beneficio de más de 13 mil usuarios. El Distrito abarca los Valles de Tecamachalco, Tlacotepec, y Tehuacán y cubre parcialmente 17 municipios de la Región Centro- Oriente. Hoy, a 66 años de su construcción la presa está convertida en una gran cloaca de desechos domésticos e industriales, que acabaron con la fauna de la presa y cubierta de dañino lirio acuático. Según estudios se encuentra prácticamente muerta (González, 1995).
Toda la población de la rivera de la presa y los agricultores del Distrito de Riego han resultado afectados por la contaminación, ya que la misma ha provocado una gran reducción en las extensiones regadas; el riego se ha condicionado a ciertos cultivos, lo que impide el desarrollo hortícola. Toda serie de planes y proyectos para sanear la presa se han publicitado por el gobierno local, pasando por el proyecto de regeneración incluido en el Programa Angelópolis desde mediados de 1995 y que realizaría la empresa consultora Advanced Science Incorporated (ASI) con un costo de 300 mil dólares que serían financiados por la Agencia de Intercambio y Desarrollo de los E.E.U.U. (González, 1995).

Aquella relación de explotación y expoliación que se ha entablado con el “espacio social natural” ha ido modificando y profundizando sus efectos e impactos ambientales, no se ven posibilidades ni las políticas adecuadas para revertir el proceso. Mientras no se saneen las aguas superficiales, en particular los ríos y la presa de Valsequillo, se seguirá afectando la salud y la economía familiar de los agricultores del Distrito de Riego y del resto de la población. Por su parte, respecto al problema de sobreexplotación y abastecimiento, no se dan soluciones que resuelvan el problema de sustentabilidad de largo plazo, sólo se buscan soluciones temporales y sobre criterios puramente de beneficio-costo económico, sin tomar en cuenta los costos ecológicos, ambientales  y sociales que acarrean las decisiones tomadas, aún en contra de la voluntad de los pobladores de las localidades vecinas, a quienes finalmente se le transfieren aquellos.

1 Recuérdese que en 1855 el Ayuntamiento concede a una empresa particular denominada “Empresa de cañerías”,  el uso de las aguas que pertenecían a la ciudad para que se encargara de ofrecer el servicio de abasto de agua potable (Toxqui, 2009).