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 Cronología de la    descentralización de los SAPAS en México (principales hechos) | 
Actualmente  en la república existen 2,356 Organismos Operadores, un organismo puede brindar  el servicio a un municipio o a parte de él, dos o más municipios o parte de  ellos, e incluso puede brindar el servicio a municipios de entidades diferentes  (AGUA, 2007).
      A pesar de los avances, en promedio el nivel de servicio,  desempeño y eficiencia de los 2,356 organismos operadores de agua del país es  relativamente baja comparado con el desempeño de países de la Organización para  la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). México presenta importantes  rezagos, mismos que padecen países con niveles similares de desarrollo como  Chile, Argentina y Colombia, y presentan una situación crítica debido a  elevadas pérdidas de agua, baja calidad de los servicios, tarifas que no cubren  la mayor parte de los costos, dificultades para recaudar las tarifas, costos de  operación por encima de los ingresos, alta rotación del personal directivo,  costos laborales crecientes, entre otros (AGUA, 2007).
      Los Organismos  Operadores son organismos para-municipales que conforman un grupo bastante  heterogéneo, con competencias técnicas, comerciales, financieras y  administrativas muy diversas. Destacan por su desempeño a nivel nacional, como  los mejores sistemas de gestión pública estatal y en orden de importancia  Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey (SADM), en la segunda ciudad más  grande de México; la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT)  que opera los servicios en una región fronteriza del norte, en Tijuana, Baja  California, centro maquilador, es reconocido como ejemplo de excelencia y el  Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León (SAPAL) en la ciudad de León,  Guanajuato, centro industrial de curtiduría y Zapatos, primer gran sistema  descentralizado que escapo a la privatización de los años ochentas. Estos  organismos han logrado asegurar la prestación de un buen servicio, ampliar las  coberturas y mejorar la calidad, reduciendo las pérdidas en redes de  abastecimiento e incrementando la recaudación, a pesar de que sus tarifas son  más altas que en el resto del país. Estos sistemas operan sin subsidios, aunque  todavía reciben recursos públicos para ampliar los servicios a las comunidades  marginadas (Barkin, 2008).
      Pero en general los OO’s padecen serios problemas, en ellos,  el horizonte de planeación es muy estrecho ya que el cuerpo directivo se  renueva cada tres años con la llegada del presidente municipal; enfrentan  deudas con la CNA y con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) por derechos  y tarifas no pagados; el costo de operación es mayor que los ingresos o éstos  son apenas suficientes para cubrir los costos de operación básicos; las  inversiones, si las hay, son resultado de largas gestiones con las autoridades  federal y estatal para conseguir recursos a fondo perdido, dado que la mayoría no  son capaces de generar recursos suficientes para ello.
      Se supone que uno de los objetivos prioritarios de los  Organismos Operadores de agua en México es proporcionar los servicios a los  ciudadanos, pero dada la difícil situación técnica y financiera de la mayor  parte de ellos, se podría pensar que en el fondo no tienen los incentivos para  prestar el servicio de manera eficiente, es decir con acceso universal, al  menor costo posible y con una calidad adecuada. Los directivos de los OO’s se  preocupan más por tomar decisiones que tienen que ver más con la política  pública del agua, que con la prestación adecuada de los servicios y, por lo  mismo, dejan como objetivo secundario la gestión eficiente de la empresa  encargada de brindarlos. 
      Las cientos de pequeñas decisiones cotidianas, tales como  instalar o mantener un medidor, detectar y reparar fugas rápidamente, atender  cortésmente a los usuarios, facilitar el pago de las cuentas y evaluar la  rentabilidad de las inversiones entre otras muchas, son dejadas de lado, cuando  en la realidad son estas decisiones las que permiten una gestión eficiente del  agua y la prestación de un servicio de calidad por el OO. En el fondo, son  también las que permitirían acercarnos a una cultura de uso racional y  eficiente del agua.
      El marco institucional en el cual operan no produce señales  adecuadas para lograr una gestión socialmente óptima de los servicios que  prestan. Por ejemplo, es mayor el reconocimiento político cuando se invierte en  una planta de tratamiento o en una presa, que cuando se reducen las pérdidas de  agua en redes de distribución. En la misma medida, es más fácil para las  autoridades ofrecer subsidios, que ser duros con los usuarios que no pagan, a  pesar de que esta práctica provoque desperdicio de agua o que impida al sistema  aumentar la cobertura a colonias sin servicio por la falta de ingresos. 
      Los responsables de supervisar y normar el buen funcionamiento  de los OO’s también están más preocupados por las grandes obras que por las  mejoras marginales pero constantes, estas instancias están enfocadas a la  planeación y gestión de recursos y no a la regulación del servicio y  protección de los derechos de los usuarios.  Por lo mismo, no se han desarrollado instrumentos legales, técnicos y de  información que permitan contar con datos objetivos sobre las condiciones con  las que se prestan los servicios. Así, al no haber medición y control de la  eficiencia, ésta no es parte de los objetivos de los sistemas de agua.    
      En este escenario -común a la realidad de muchos organismos-  los usuarios y el medio ambiente no tienen garantía de contar con mejores  servicios, más eficiencia y un bajo impacto sobre los recursos hídricos.  Lo más probable es que al final de cada  administración la situación siga igual o peor en cuanto al servicio, pero con  un deterioro del medio ambiente y con recursos dedicados a proyectos e  iniciativas que no tienen efectos palpables en los niveles de eficiencia del  propio organismo y, por el contrario, con una creciente carga financiera.
      Aunque  generalmente los bajos niveles de eficiencia y calidad del servicio se atribuyen  a la falta de recursos para invertir en la rehabilitación y ampliación de la  infraestructura, instalación de mejoras tecnológicas o capacitación, la  eficiencia de un OO tiene que ver más con su capacidad para proporcionar los  servicios de distribución de agua potable, alcantarillado y saneamiento a la  mayor cantidad de personas, con las menores pérdidas posibles, a un costo  razonable; con su eficacia para hacerse de los fondos necesarios para lograr su  cometido y garantizarlo en el largo plazo.
      De acuerdo con un estudio realizado por la CNA en 2001, de un  total de 329 localidades con poblaciones mayores a cincuenta mil habitantes, el  promedio del agua no contabilizada era superior al cuarenta por ciento. Esto  quiere decir que de cada 10m³ producidos o entregados, más de cuatro se pierden  y que a mayor tamaño de ciudad, las pérdidas son menores. El agua perdida o no  contabilizada se debe a fugas en las redes de agua y en los tanques de  almacenamiento, errores de medición en fuentes de agua, redes y tomas  domiciliarias, y robo de agua o tomas clandestinas. Además del agua no  contabilizada, los organismos sufren de agua no pagada o agua no cobrada. El  primer concepto se denomina eficiencia física, en tanto que el segundo se  denomina eficiencia comercial (Contreras, 2005).
      Estimaciones internacionales indican que los ingresos  necesarios para cubrir los costos de operación, mantenimiento y algo de  inversión en un sistema de agua varían entre 5 y 11 pesos por m³, dependiendo  de qué tan costosa sea la ciudad donde se ubica el sistema. Si tomamos como  referencia que en México la recaudación promedio de acuerdo con CNA fluctúa  entre 2 y 3 pesos por m³, el resultado es un déficit importante, entre 100 y  300 por ciento. Si los ingresos no alcanzan a cubrir los costos, ni las  inversiones, la infraestructura se deteriora, el servicio baja de calidad, no  llega a los más pobres y el agua no se trata (Contreras, 2005).