SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

INTRODUCCIÓN

El 15 de marzo de 1993, el gobierno de Carlos Menem decide cerrar el servicio de transporte de pasajeros perteneciente al ramal del ferrocarril General San Martín y concesionar el transporte de cargas a la gestión privada. Desde entonces, gran parte de los terrenos donde se ubicaba la Estación Central de Mendoza (36 hectáreas aproximadamente) permanecieron abandonados. En julio de 2007 tres colectivos sociales, con diferentes historias grupales, deciden comenzar a reunirse para articular la defensa de esos terrenos públicos frente al avance de nuevos proyectos de privatización, principalmente, ante los convenios firmados por el gobierno nacional, municipal y la Corporación Antiguo Puerto Madero SA, para realizar una reurbanización de ese espacio y emprendimientos inmobiliarios. Lo que estas organizaciones, ferroviarios, Organizaciones Sociales Autoconvocadas y Casa Amérika se proponen, es la recuperación de la Estación como espacio público. Logran sintetizar sus demandas a través de las consignas: “no al uso privado de tierra pública”, “planeamiento y gestión participativos sobre los destinos de la Estación”.
En esta tesis propongo analizar el conflicto social abierto en torno a la disputa por el destino de esos terrenos. Para ello indago en las experiencias de lucha condensadas en el ciclo de confluencia entre las tres organizaciones, abierto hacia mediados de 2007. La pesquisa llevada a cabo sobre la experiencia de lucha política de estos sujetos agrupados en defensa de lo público durante el período, 2006/2008, despertó interrogantes vinculados a la historia singular de cada uno de esos colectivos, a las modalidades diferenciales de sus prácticas políticas y al rastreo de sus tradiciones, pues ellas determinan sus formas de pensar el conflicto, de concebir el espacio público, de diseñar las tácticas de su recuperación. Delimitado el tema, la experiencia política de sujetos subalternos en defensa de lo público, procedí a la inscripción del asunto en una problemática capaz de articular procesos culturales y transformaciones sociales, es decir, las experiencias, prácticas y tradiciones de los sujetos implicados y

los procesos históricos-sociales que, en los últimos años, han producido abruptas transformaciones en la sociedad argentina. Desde el punto de vista de la inscripción de estos asuntos en un campo disciplinar, dado que el abordaje contempla cuestiones sociales, históricas y referencias a las experiencias de sujetos individuales y colectivos, he recurrido a los aportes de la sociología de la cultura, la sociología y la antropología políticas y a algunas herramientas conceptuales de la filosofía en lo concerniente a conceptualizaciones teóricas.
Ahora bien, veamos brevemente quiénes son los sujetos de esta experiencia.
En primer lugar, el grupo de los trabajadores ferroviarios, quienes participaron del conflicto principalmente organizados a través de sus respectivos sindicatos (La Fraternidad, la Unión Ferroviaria y APEDEFA). Los ferroviarios que se movilizaron en defensa de los terrenos de la Estación, actualmente trabajan para la empresa privada América Latina Logística (ALL). Lo hicieron, por una parte, preocupados por la defensa de sus puestos de trabajo, pues los proyectos de refuncionalización del predio abandonado ponen en riesgo los talleres mecánicos donde trabajan, por la otra, motivados por la creación de nuevas expectativas a futuro, la reactivación de proyectos ferroviarios. Es de alguna manera el sujeto colectivo cuya presencia ha tenido mayor peso, pues su historia, experiencia y tradiciones (aún con la fragmentariedad propia de los sectores subalternos) hunden sus raíces en la historia de la nación.
En segundo lugar, participaron las Organizaciones Sociales Autoconvocadas (OSA), una red de organizaciones que, nacida en 2005, ha tenido como objetivo reunir a diversas organizaciones sociales para elaborar en conjunto propuestas que apunten a una visión integradora, esto es, capaz de superar la mirada fragmentaria que cada colectivo tiene de su problemática particular, bajo el supuesto de que es preciso transformar la sociedad toda. OSA busca además ejercer una presión ciudadana sobre el gobierno de turno para intervenir en las políticas públicas del Estado, promocionando una “democracia participativa”. Muchos de sus integrantes vienen de experiencias político-partidarias de la década del ‘70 e interrogan el presente en función de ese pasado, de las marcas que dejaran la derrota política y la dictadura sobre los proyectos de transformación social, otros, más jóvenes, están marcados por la experiencia de los ’80 y ‘90, por la instalación del neoliberalismo como pensamiento único y los efectos de la reforma neoliberal del Estado, todos y todas por los abruptos cambios sucedidos en la sociedad argentina. Se trata de una organización compleja y heterogénea.
Por último y en tercer lugar, el colectivo Casa Amérika, una agrupación político-cultural que en el año 2006 decide la “okupación” de la Estación para realizar actividades artísticas, pero que con posterioridad resignificará su práctica como política de recuperación del espacio público. La mayoría de sus integrantes son jóvenes, varones y mujeres, entre 25 y 35 años y están vinculados a la actividad artística (actores/as, músico/as, artistas plásticos, acróbatas, clowns, diseñadores/as, titiriteros/as, etc.).
En la tesis apunto a analizar el conflicto social abierto en torno a los terrenos de la Estación a partir de la experiencia de organización de esos tres colectivos. El campo problemático en el que ubico el trabajo supone conceptualizar las relaciones entre subjetividad individual, constitución de sujetos colectivos y experiencias políticas de los sectores subalternos, atendiendo a una perspectiva histórica capaz de considerar la relación pasado-presente, el vínculo entre trayectorias individuales y experiencia política colectiva y las transformaciones ocurridas en torno a los temas de conflicto.
Desde el punto de vista teórico-conceptual es posible advertir una preocupación mantenida a lo largo de las distintas redefiniciones a las que he sometido el problema de investigación, la cuestión de la experiencia política de los sujetos subalternos, una problemática habitada podría decir “desde siempre”, esto es, transmitida como parte de las preocupaciones políticas y los interrogantes conceptuales de la tradiciones críticas en las ciencias sociales y humanas.
Al comienzo de la investigación, la pregunta por la experiencia política de los sectores subalternos giraba en torno de las siguientes interrogaciones: ¿qué relación existe entre memoria, experiencia y práctica política? ¿Cómo incide en la experiencia política de los sectores subalternos la relación entre pasado y presente, entre subjetividad y condiciones materiales de existencia, entre sujeto individual y sujeto colectivo? La formulación de estas preguntas colocó la experiencia de los sujetos en el centro del problema. La búsqueda de algunas posibles respuestas me obligó, por una parte, a precisar las herramientas teóricas a emplear, delimitando el sentido asignado a la idea de experiencia política de los sectores subalternos. Por la otra, el ingreso al campo y la interrelación con los sujetos me orientó hacia nuevos interrogantes, pues éstos organizaban sus prácticas en torno al problema de la reorganización espacial en Mendoza. Ubicados en un escenario en el que se ponían de manifiesto tensiones que excedían esta disputa singular, los sujetos agrupados en torno al conflicto de la estación, se batían en un terreno no elegido, enfrentando la tendencia a la privatización y el avance sobre los espacios públicos propios de la lógica del capitalismo tardío. Apoyado en las conceptualizaciones de Meiksins Wood y David Harvey, hallé en las nociones elaboradas por estos autores orientaciones valiosas para la lectura del conflicto. El capitalismo no sólo avanza produciendo una apropiación de lo que es común, sino que la acumulación por desposesión, priva a los sujetos de las capacidades de decisión, concentradas en pocas manos. Es en ese sentido que las clases dominantes marcan el terreno con sus iniciativas.
La lectura del conflicto, además, me colocaba ante los dilemas de lo que se ha denominado el nuevo ciclo de protestas que tuvo lugar hacia fin del siglo XX en muchas regiones latinoamericanas. En Argentina tendrá como fecha simbólica de inicio la pueblada de 1996 en Cutral-Có y una definitiva inflexión en diciembre de 2001. El debate académico y político sobre lo que se ha denominado los “nuevos movimientos sociales”, estuvo organizado en nuestro país, en torno a la espinosa labor de comprender el alcance de las transformaciones que las jornadas de diciembre habían impulsado, incluida la posibilidad de determinar cuáles habían sido los cambios operados en la protesta social y en las prácticas política de los sujetos subalternos. Se pusieron entonces en circulación una gran cantidad de análisis y ensayos sobre la protesta social que, debido a sus formas organizativas y de protesta inhabituales, desafiaba al conjunto de las ciencias sociales a producir herramientas conceptuales no convencionales para su interpretación, ya que resultaba dificultoso ubicarla dentro de los moldes y conceptos interpretativos tradicionales. La cuestión de las nuevas y viejas formas de la protesta social las colocó frente do dos grandes desafíos. Por una parte, el de pensar las relaciones entre pasado y presente, generalmente concebidos en términos disyuntivos, esto es, como si los acontecimientos políticos y sociales estuvieran en total continuidad con otros sucedidos en el pasado, o en radical ruptura. En segundo lugar, y tal vez de alguna manera relacionado con lo anterior, existe una tendencia a interpretar los conflictos en términos de reconocimiento de identidades culturales, concebidas como si fueran ajenas a las condiciones materiales de existencia. Desde la teoría crítica se ha insistido en señalar las dificultades interpretativas que producen tanto la deshistorización de los procesos sociales como la escisión entre lo social y lo político.
En mi caso me he concentrado en la lectura de la experiencia de los sujetos apelando a un modo de abordaje cualitativo del problema, a través de un trabajo de campo que permite una descripción densa de la experiencia. La memoria política de los sujetos, sus relatos, constituyen un recurso importante para una lectura a contrapelo del mundo histórico-social. He tratado de llevar a cabo un análisis teniendo en cuenta la doble determinación entre las condiciones no elegidas y las prácticas efectivas de los sujetos, manteniendo una posición tensa y respetuosa de la densidad y el carácter contradictorio de sus prácticas.
En el análisis he atendido a la doble dimensión, espacial y temporal, de la experiencia de los sujetos agrupados en defensa de los terrenos de la Estación de trenes.
La tesis está estructurada en tres grandes partes. En la primera, retomo los problemas conceptuales que enfrenta la teoría social crítica para leer el conflicto social. Se trata de una problematización de las herramientas teóricas que busca hacer explícito el punto de vista asumido en esta investigación, aquel que organiza el conjunto de preguntas lanzadas a la realidad: la construcción del “objeto”. En tal sentido, he planteado la necesidad de horizontes de lectura que recuperen el punto de vista de la totalidad, que sean capaces de superar las dicotomías entre pasado y presente y las separaciones entre lo social y lo político, es decir, capaces de percibir la historicidad del conflicto social. En dicha búsqueda, dedico un apartado a la recuperación del amplio campo del pensamiento marxista, como parte de los desafíos actuales para la formulación de un pensamiento crítico. Ahora bien, si parte de la ruptura con el saber inmediato implica la problematización de la familiaridad que el analista guarda con el universo social estudiado –como obstáculo epistemológico por excelencia-, el mismo incluye al sentido común construido dentro de la tradición teórica en la que uno/a se inscribe. “Herencia de las palabras, herencia de las ideas”, recordaba Bourdieu. Un obstáculo que pasa todavía más inadvertido cuando se presenta bajo la apariencia de un discurso “científico”. Gran parte del objetivo de la primera parte es la definición de palabras clave, a partir de la revisión crítica de algunos problemas epistemológicos y conceptuales que ha tenido la propia tradición.
En síntesis, la preocupación que orienta esa parte del trabajo es la de establecer determinaciones en las relaciones entre economía, política y cultura bajo las condiciones del tardocapitalismo. En particular, la necesidad de tomar distancia de la mirada fragmentaria que promueve la perspectiva liberal, del conjunto de separaciones que efectúa en el análisis de la realidad histórico-social: entre economía y política, entre economía y cultura, etc. Por el contrario, resulta preciso conceptualizar el capitalismo como el proceso histórico por el cual se va produciendo, paulatinamente, la privatización de la política, esto es, la manera como asuntos que anteriormente eran considerados públicos (sujetos a decisiones colectivas) fueron siendo separados del ámbito de la cosa pública y convertidos en una esfera separada e independiente de la política, llamada “economía”. Dicha perspectiva permite pensar las relaciones entre la forma actual del capitalismo y las resistencias que los sujetos protagonizan, ancladas a condiciones que son a la vez económicas (de espacialización de la expansión capitalista), políticas (de recomposición de la lucha de clases) y culturales (vinculadas a viejas tradiciones y nuevas formas de experiencia política).
La segunda parte de la tesis, dedicada a la descripción y análisis de la Estación como escenario político, puede ser entendida como una síntesis del trabajo de campo. En ella expongo las dimensiones espaciales y temporales del conflicto abierto alrededor de los terrenos de la Estación de trenes. En cuanto al primero de ellos, la configuración del conflicto por los terrenos de la Estación lleva las marcas propias de las relaciones entre economía y política en el capitalismo, se trata del proceso de espacialización de la lucha de clases, teorizado en la actualidad como “acumulación por desposesión”. Tanto desde el punto de vista de los sujetos de la experiencia, como desde la mirada de los/las analistas sociales, se señala la privatización de lo público y los problemas acerca de quién decide sobre esos asuntos como los ejes del conflicto. La experiencia de lucha por la recuperación de la Estación presenta una singularidad que, a su vez, se inscribe en una conflictividad que atraviesa otras experiencias de lucha y resistencia en la Provincia, los conflictos por la reorganización del espacio que han puesto de manifiesto la disputa por el uso de la tierra y del agua.
Ahora bien, ese proceso de territorialización de la política tiene una historia, en la que interviene, siguiendo a Thompson, la historia política y cultural de los sujetos tanto como la economía. La práctica política que ponen en marcha los sujetos, que vuelve conflictivo el destino de los terrenos del ferrocarril, no compromete únicamente al espacio físico de la Estación (las 36 hectáreas de tierra), sino que pone en juego una compleja trama entre pasado, presente y futuro. El “no al uso privado de tierra pública” se apoya en la solidificación de ciertas significaciones en torno a las paredes de la Estación: la Estación ha sido construida como lugar de la memoria. Por ello, en la segunda parte también procuro exponer la(s) temporalidad(es) de la conflictividad, la manera como las prácticas políticas de los sujetos pusieron en marcha procesos de rememoración. Los recuerdos contribuyeron a la configuración el conflicto y a la dinámica de la constitución de los sujetos colectivos así como también a sus posibilidades de confluencia. La irrupción de la Estación en el espacio público, sus ruinas, refiere a recuerdos que permiten una temporalidad común (los relatos acerca de la función de los FFCC en la historia nacional), pero también a temporalidades diferenciales de cada colectivo, que relee ese pasado a partir de las condiciones particulares en que las vivenció (generacionales, de clase, de género, etc.). Esa ambivalencia del recuerdo marca las tensiones propias en la experiencia de la lucha por la recuperación de la Estación como espacio público.
Por último, la tercera parte está dedicada al análisis de las experiencias de los sujetos. Cada uno de los capítulos que conforman esta parte pueden leerse por separado, pues he procurado proporcionar un relato de la experiencia organizativa de cada colectivo que guarda sentido en sí mismo y permite reconocer el punto de vista desde el cual miran el conflicto los sujetos implicados. En efecto, propongo rastrear, a través de su experiencia, qué definen como problema político, cuáles son las preocupaciones que los lleva a involucrarse, cómo conciben lo público y su recuperación y cómo se organizan en torno a esas cuestiones. A la vez, he buscado hacerlo desde una perspectiva histórica, esto es, inscribiendo sus miradas en relación al recorrido grupal y las trayectorias individuales. Al apelar a la memoria política de los sujetos, no he tratado de indagar tanto sobre la relación memoria/olvido con respecto al pasado político reciente de la Argentina (la dictadura y sus efectos sobre el conjunto de la sociedad Argentina), sino más bien de buscar las formas de operación de la memoria en relación con las prácticas políticas de los sectores subalternos. He rastreado, en el relato que hacen los sujetos de su experiencia “individual”, la manera como condiciones histórico-sociales claves (la clase, la edad, el género sexual) determinaron ciertas disposiciones a la acción, manifestadas en la experiencia de lucha por la recuperación de la Estación como espacio público. Los sujetos (siempre pienso en términos de sujetos sociales) confluyen en colectivos incidiendo en función de sus experiencias pasadas y sus prácticas colectivas en la construcción de ciertas formas de organización, determinada visualización de los problemas y sus causas, una concepción de la política, una definición de lo público, ciertas expectativas de futuro, etc.
Para las tradiciones teóricas de las que provengo el valor de la abstracción conceptual ha sido enorme, no obstante he procurado mantener, en el modo de abordaje, cierta prioridad otorgada a la experiencia de los sujetos subalternos y al relato que sobre ella proporcionan. La importancia de sus testimonios para la producción de un conocimiento crítico, radica en el hecho de que sus puntos de vista no han sido tenidos en cuenta en las visiones del mundo histórico-social construidas desde los sectores dominantes, es decir, sus relatos pueden ser un recurso para realizar una lectura a contrapelo de la historia y de la realidad presente. Eso no quiere decir que debamos tomar sus experiencias a la manera de “evidencia” histórica incontrastable, sino que los relatos sobre la experiencia pueden ser tomados como registro de las tensiones mismas que, desde su interior, la determinan (en el sentido de “límites y presiones”): entre autonomía y heteronomía, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre pasado y presente, etc. En efecto, he optado por una estrategia cualitativa de producción de datos, en la que priorizo el trabajo de campo etnográfico (entrevistas en profundidad y observaciones participantes y no participantes). Esa metodología resulta crucial para poder acceder a los puntos de vista de los sujetos e incorporarlos en el proceso de investigación. Igualmente, acudí a otras fuentes documentales (como documentos de las organizaciones, periódicos locales, páginas de Internet, audiovisuales) para ampliar la mirada sobre algunos aspectos de la conflictividad analizada.
Estar atentos a la experiencia de los sujetos, a sus prácticas y a sus propias miradas sobre esas prácticas resulta fundamental para abrir las categorías y prevenir los riesgos de la reificación conceptual, más aún, en un momento histórico de grandes transformaciones en el terreno de las prácticas sociales y de recomposición de fuerzas que obligan a la búsqueda de nuevos horizontes de sentido.
Si se tiene en cuenta lo anterior, la construcción/delimitación del problema a investigar es producto del diálogo entre la experiencia política de los sujetos y la teoría sociológica contemporánea (expresada en la construcción de hipótesis). Al decir del diálogo, me refiero a la posibilidad de intercambio que tiene lugar a través de la mutua interrogación entre sujetos pertenecientes a espacios con diferentes lógicas pero que lo hacen un terreno que los afecta por igual. Lucien Goldmann, señala que todo fenómeno social es siempre un fenómeno de praxis, es decir, de conciencia, de acción y pensamiento ligados entre sí. En ese sentido, el criterio de validez de una investigación es la posibilidad de constituir al objeto como “estructura significativa”, contra el prejuicio positivista que dice encontrar objetos “dados” en la realidad; los objetos solo existen como correlato de un sujeto y con relación su praxis.