PSICOLOGÍA ECONÓMICA: INFLUENCIA DE LA PERSONALIDAD EN EL NIVEL DE POBREZA EN LA COMUNIDAD DE GUARARI DE HEREDIA Y LA CARPIO EN LA URUCA, COSTA RICA

PSICOLOGÍA ECONÓMICA: INFLUENCIA DE LA PERSONALIDAD EN EL NIVEL DE POBREZA EN LA COMUNIDAD DE GUARARI DE HEREDIA Y LA CARPIO EN LA URUCA, COSTA RICA

Carlos Alberto Guido Masis
Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología

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2.5. Exclusión social y marginalidad

El crecimiento demográfico de las ciudades se debe en lo fundamental a la concentración productiva y a la facilitación y alcance de los recursos y servicios públicos. Dicho crecimiento demográfico, aparte del crecimiento natural, está determinado por el éxodo rural hacia la ciudad, y además, por la migración internacional. En mucho, es la migración, sea nacional o internacional, el principal foco de conversión de la exclusión social a la marginalidad. En el caso concreto de Costa Rica, la inmigración tiene carácter económico y social.

El entramado territorial de la Gran área metropolitana (GAM) del país concebido como la red urbana radial y periférica, ha deparado una vertebración territorial con una estructura urbana deforme y deficiente debido al descuido gubernamental durante años, por un lado; y al crecimiento espontáneo y aleatorio del urbanismo, por el otro. El proceso de crecimiento y concentración de la ciudad es producto del descontrol de la relación demografía-geografía.

La exclusión social de gran parte de la población nacional aunada a la gran inmigración internacional, también excluidos en sus respectivos países, le genera a la ciudad un crecimiento imprevisto e inmanejable que ocasiona otras carencias a esta misma población. La tugurización de la vida de esta población profundiza más la exclusión social de que son víctimas, con todas las consecuencias que ello conlleva para la vida de estas personas.

En tanto la urbanización es un proceso social entonces la tugurización también deviene en una construcción social emergente de la realidad que marca modelos de convivencia y aculturación. La vida en precario es el fruto de la divergencia, inercia e inequidad social y económica. El precario y su actividad cotidiana yacen por debajo de las estructuras sociales existentes en la sociedad, cual reflejo de un submundo de seres humanos cuya vida se mueve solo en torno a las necesidades mínimas. Un mundo al margen de la existencia digna y de la conciencia social.

Todo precario ha sido construido al margen de la leyes, las normas y de las autoridades gubernamentales. No ha existido un proyecto previo de urbanización que haya sido sometido al estudio y aprobación de las autoridades respectivas; así, las viviendas no cuentan con los requisitos mínimos de construcción y espacio vital, no hay respeto por las áreas de tránsito peatonal y menos vehicular, tampoco por los espacios de recreación, para la escuela, el centro de salud, la casetilla de policía, entre otros servicios básicos de toda comunidad.

En el precario resulta notable la inexistencia total del concepto de urbanismo, como negación de la relación con la geografía, denotándose la construcción de viviendas en suelos no adecuados para tal fin; y por lo general, en pronunciadas pendientes de las riberas de las quebradas y ríos. Como resultado, en muy pocos días se tiene una urbanización de viviendas construidas con latas, tablas y cartones en condiciones de hacinamiento unas de otras, no hay estructura urbana ni entramado territorial, y sin ningún tipo de servicio básico imprescindible para la salud y la vida en comunidad. Infraestructura que el mismo Gobierno tiene difícultades para desarrollar posteriormente, pues las viviendas son posesiones de “hecho”, sin titulación de propiedad y que su movimiento o erradicación generan violencia en muy alta dosis.

El precario es una manifestación de fuerza originada en una invasión de terrenos de propiedad ajena por parte de los llamados “precaristas”, adonde la posesión de los lotes también es producto de la fuerza e intimidación. De ahí que rápidamente se convierte en un territorio hostil y peligroso con un espíritu de solidaridad comunal y un ejercicio de la vida social muy limitados. Salvo la relación con la familia y un reducido grupo de amistades o conocidos, la vida social en el precario transcurre casi en total ausencia de relaciones. La frustración, la desesperanza, la inseguridad personal, la impotencia, el hacinamiento, la suciedad, la promiscuidad, la inestabilidad emocional, la caída de la moralidad, el abandono personal, el consumo de alcohol y drogas, la delincuencia como medio de ganarse el sustento, consolidan un modo de vida de poca valía para el habitante del precario, que  vive su soledad en la tristeza de la familia y en total desprotección social y civil.

Los pobladores de los precarios viven al margen de la ley, al margen de la relación social sana, al margen de las bondades de la vida en sociedad, al margen de los ingresos periódicos producto del empleo, al margen de la cultura y la educación, la salud y el deporte. Una vida totalmente informal y despersonalizada, con rostros pero sin nombres. Por eso los pobladores del precario son marginales.