APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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IV.2. Barrera de la RPI sobre la competitividad interna

Un análisis funcional de la modalidad de capitalismo que ha regido en Venezuela requiere concentrarse en el efecto producido por la disponibilidad extraordinaria de plusvalía internacional bajo la forma de renta petrolera. Esta disponibilidad es, ante todo, capacidad adquisitiva externa. En el comercio internacional la capacidad adquisitiva depende del valor de las exportaciones, estableciéndose así términos de intercambio condicionados por el valor de uso, la productividad de las mercancías y el valor de la fuerza de trabajo, aspectos que determinan las correspondientes ventajas comparativas. Los intercambios internacionales, en tanto parte del metabolismo capitalista, deben tender al cambio de equivalentes, lo que significa que los valores tenderán a estar nivelados. Las distorsiones normales obedecen a los mismos factores que operan a lo interno del ciclo de reproducción en un sistema cerrado, a saber: las desviaciones entre los valores y los precios de producción y las desviaciones estadísticas o erráticas de los precios de mercado. Otra distorsión valor-precio puede incidir en el mediano o largo plazo, como la ventaja de bajos salarios. 1 Las balanzas de pagos habrán de reflejar a la larga el equilibrio entre exportaciones e importaciones, compensándose los saldos positivos y negativos de cuenta corriente según la dinámica de las productividades, la demanda y la oferta monetaria (sistema de crédito). Como toda actividad situada en la esfera circulatoria, no crea valor, sólo distribuye valores. Pasemos ahora a observar el referido efecto de la RPI.

La RPI no contraviene el principio de la circulación, que acabamos de mencionar, pero sí altera indefectiblemente los términos de intercambio basados en las productividades dinámicas de las mercancías, es decir, altera el condicionamiento de la competencia. Es un efecto objetivo que impone su propia regla a los términos de intercambio y, finalmente, a la misma funcionalidad interna del sistema. El enunciado es sencillo: la renta diferencial impone sobre los términos de intercambio una productividad espuria o aparencial que condiciona la competitividad interna y de la oferta exterior de las mercancías. El efecto directo ocurre sobre el tipo de cambio, abaratándolo, como si en conjunto la productividad de la oferta de petróleo fuese mucho más elevada de lo que en realidad es. Este abaratamiento no es propiamente una sobrevaluación monetaria entendida como un efecto fiscal, aunque guarde relación. Mientras una sobrevaluación fiscal es el resultado de una disparidad entre una tasa de cambio oficial y una tasa efectiva que rige en el sistema de precios en un momento dado, siendo la última mayor que la primera, el abaratamiento que induce la RPI es un hecho objetivo sólo contrastable con el escenario supuesto de que ésta no existiera. Desde luego, de producirse igualmente una sobrevaluación monetaria, los precios internos pierden competitividad exterior. Veamos algo al respecto.

Si se comparan las productividades de la misma mercancía producida en países distintos, tendrá ventaja el país de mayor productividad, digamos el país A. Si aumenta aun más la productividad, disminuye el valor unitario de la mercancía de A y podrá exportar mayores volúmenes en desmedro del competidor B. En el equilibrio mercantil, descartando las desviaciones valor-precio (suponiendo que las mercancías se intercambian por sus valores), las productividades del país A deben ser equivalentes a las que corresponden a las mercancías de importación, así los términos de intercambio estarán determinados por el tiempo social necesario para producir dichas mercancías. Salvo que exista una unión monetaria, el valor de las mercancías se mide contra el signo de cada país de origen, de manera que los polos equivalenciales, al ser heterogéneos, requieren contrastar sus respectivas productividades.

Si el polo equivalencial fuese universal, como el oro, las mercancías podrían canjearse sin necesidad de contrastar los signos monetarios de sus países de origen. Este caso sería igual al de una unión monetaria. La productividad de los patrones metálicos, al ser universal, permite una referencia de valor (y de precio) uniforme para todas las mercancías. No sucede así al primar los patrones fiduciarios, que no obedecen a ninguna productividad sino al crédito interno de cada país. Las mercancías deben tasarse en sus respectivos patrones y, de acuerdo al volumen de intercambio, establecer los términos equivalenciales entre aquéllos. Podemos asumir metodológicamente un criterio de “productividad” del signo monetario que permita expresar el valor (w) de una mercancía “a” cualquiera como el cociente entre la productividad del dinero pd y la productividad pa de la mercancía. La productividad se asume como producto por tiempo unitario. Expresamos seguidamente al valor, partiendo de las productividades en contraste, como

donde Ma es la masa monetaria y Td el tiempo social necesario de reproducción de la mercancía-referente (dinero). La premisa teórica de los intercambios internacionales consiste en el intercambio de equivalentes, siendo pues la suma de los valores exportados por el país A igual a la suma de los importados del resto del mundo:

S wA@ S wB.     (IV-2)

Entre una mercancía cualquiera del país A y otra del país B media una relación equivalencial que depende del tiempo social necesario para producirlas, sirviendo de puente la relación entre las respectivas monedas. Ambas masas de valor, conjuntamente con las productividades diferenciales de los medios de cambio, definen la paridad. Cumpliendo con la premisa (IV-2), si la productividad del patrón de A dobla al de B, el tipo de cambio es 2 unidades de A por cada de B. Vale decir que la masa monetaria de A dobla la de B. Así, teóricamente, y descartando cualquier factor que impida la premisa (IV-2), el tipo de cambio estará determinado por las masas monetarias de los países respectivos. Las mercancías que puedan ser susceptibles de exportar deben superar la productividad de la competencia, y para que su oferta interna sea viable, la productividad debe ser al menos igual. El tipo de cambio del país A respecto de B se determina así según la relación

donde Q es el volumen exportado / importado según el subíndice. Los cambios en las productividades, para cumplir (IV-2), deben compensarse con modificaciones en los volúmenes. Hasta aquí p no es más que una variable nominal dependiente que, por ende, no incide sobre la dinámica de la competencia hallada en función de la eficiencia productiva. Pasemos ahora a observar en qué forma la RPI modifica este papel pasivo del tipo de cambio al suprimir la premisa (IV-2).

El flujo de RPI crea un desbalance entre las masas de valor de las mercancías sujetas de intercambio, que se expresa en un desbalance aparente entre la productividad correspondiente al hidrocarburo y la productividad asociada a las mercancías importadas, todo lo cual obedece a la masa de renta diferencial. Ese desbalance no es corregido en el curso del ciclo de reproducción por cuanto la propia demanda es la que impone la renta diferencial. El desbalance expresa una alteración de los términos de intercambio a favor del propietario del recurso induciendo una presión a la baja de la paridad monetaria. Pero debemos razonar el mecanismo. El efecto fundamental sobre la economía, como habrá de mostrarse, es el de la desventaja competitiva de todos los rubros susceptibles de exportación (o transables, en general) que no alcanzan un cierto nivel crítico de productividad, menoscabando o suprimiendo su permanencia en el conjunto de la oferta interna. Prestemos seguidamente atención al mecanismo propuesto para respaldar este postulado.

La condición esencial viene dada por la premisa (IV-2), cuya vulneración nos lleva a sostener las diferencias en las masas de valor. El precio de mercado del hidrocarburo contiene la porción de renta que, al deducirla, permite obtener el valor de la mercancía y, con él, la productividad real que se determina por el tiempo social necesario de producción. Sin embargo, esa porción interfiere en el proceso distributivo provocando el desbalance de la premisa (IV-2), de tal forma que la masa de valor recibida en calidad de importaciones supera la masa de valor entregada en calidad de exportación, llegando así a un plano analítico que comprende un nivel de productividad superior aparente del hidrocarburo. Este plano analítico revela una masa de valor menor a la real, pero es la masa real la equivalente a la masa importada.

Si el momento de equilibrio en que se cumple (IV-2) se rompe por un incremento en la productividad de la mercancía exportada, el equilibrio debe retornar cuando se incrementa el volumen de exportación o, en su defecto, cuando disminuye la masa de valor importada al nuevo nivel. En el comercio internacional, los incrementos en las productividades inciden en los volúmenes de exportación cuando interesa torpedear la competencia, esto es, ofrecer mejores precios. En la situación que analizamos, la diferencia en la productividad, si la vemos como un incremento, no conduce al equilibrio, es decir, se modifica la masa de valor del producto exportado mientras permanece constante su volumen. Si, por ejemplo, se ofrecen 100 unidades cuyo valor unitario es 1, al duplicar la productividad el valor baja a ½ y la masa de valor a 50. Esto le permite al exportador elevar la oferta y desplazar competencia. Pero al disminuir la masa de valor exportada permaneciendo constante la importada, se produce una apropiación de masa importada en la proporción en que cambia la primera. Esta apropiación es una aproximación analítica al desbalance en los términos de intercambio que produce la RPI. No obstante, la productividad aparente es sólo un plano analítico para hallar los vínculos lógicos que interesan. Sigue deducir la diferencia entre las masas de valor. Para ello vamos a trabajar con los agregados del tiempo social necesario de producción, que se expresan como el cociente entre el volumen producido y la productividad unitaria,

donde S es el tiempo social total.

En cada industria que produce para la exportación existe, como en las demás, una magnitud real S que, en condiciones de equilibrio, y sumada a las demás mercancías de exportación, debe ser igual a la suma de las S correspondiente a las mercancías importadas para cumplir con (IV-2). Si, como se dijo, esta última es mayor, entonces se requiere un método para hallar la diferencia. Siendo SA la mercancía-hidrocarburo que nos interesa, la afectamos por la productividad aparente que permite el componente de renta, con lo cual la productividad unitaria real pA cambia a la productividad aparente pA’, mayor, siendo pues pA’ > pA. Aplicando (IV-4) tenemos entonces que SA’ < SA. Como impone la premisa (IV-2), considerando al hidrocarburo como única mercancía de exportación, que SA = S SX, siendo SX  el tiempo volumétrico de cada mercancía importada (en condiciones de equilibrio teórico), entonces SA’ < S SX. La diferencia SA’ – SSX corresponde metodológicamente a una magnitud aparente y sólo sirve para calcular la verdadera diferencia entre SA y SX’, representando esta última magnitud el tiempo volumétrico efectivo de las mercancías importadas. Esta diferencia permite obtener la proporción entre los volúmenes contrastados.

El cálculo que sigue para corregir o “invertir” la relación es una simple regla de tres considerando SA afectado por un factor FXi = SXi / SA’. Se insiste en que SXi es el tiempo volumétrico de cada mercancía importada en condiciones de equilibrio, es decir, cumpliendo con la premisa (IV-2). Al obtener el factor se obtienen los tiempos volumétricos efectivos de cada una de ellas, mayores a los del equilibrio teórico de la premisa. Se obtiene así el tiempo volumétrico particular real,

SXi’ = FXi · SA.

Lo que se ha hecho es aplicar la misma proporción que media en SA’ ↔ SX (aparente) a SA ↔ SX’ (efectiva). La magnitud aparente SA’ es sencillamente la que se obtiene al romper el equilibrio SA ↔ SX, considerando tanto el valor como el componente rentístico de la mercancía en un solo cuerpo, asumiendo en consecuencia una productividad mayor a la real. Como es sólo un puente para encontrar las magnitudes reales, sabemos que ninguna mercancía modifica su productividad, lo que sucede es que el intercambio se hace objetivamente desigual, correspondiendo al tiempo volumétrico real SA un agregado de tiempo volumétrico SX’ tal que SA – SSX’ < 0. Esta diferencia es el componente rentístico del tiempo volumétrico sujeto al intercambio comercial. El volumen de importación se obtiene mediante el producto entre el tiempo volumétrico y las mercancías producidas en cada unidad de tiempo,

QXi = pXi · SXi’.

La masa de valor (W) de cada grupo de mercancías se halla seguidamente como el producto entre el valor unitario (ver ecuación (IV-1)) y el volumen,

WXi = wXi · QXi.

Es evidente que una masa de mercancías mayor a la que garantiza la productividad interna condicionará drásticamente la oferta disponible. Ahora será fácil definir el efecto sobre el tipo de cambio, aplicando la relación (IV-3), contrastando los coeficientes que corresponden respectivamente al escenario de equilibrio teórico y al escenario real. Las masas de valor en el primer escenario corresponden a SA ↔ SX, hallando un pt teórico WA / SWXi. La masa de valor del hidrocarburo permanece invariable en ambos escenarios, solo cambia la masa de valor de las mercancías importadas, pues hemos pasado de SA ↔ SX a SA ↔ SX’. La diferencia de las masas de valor agregadas de las importaciones es SWXi –  SWXi’ < 0, entonces se colige de (IV-3) que el tipo de cambio real es menor al teórico en ausencia de renta, pr < pt.

El tipo de cambio deformado a la baja se convierte en una barrera artificial para las mercancías susceptibles de competir con las importaciones. La política arancelaria debe lidiar entonces no sólo con la disparidad productiva, sino con la dificultad adicional del abaratamiento funcional del tipo de cambio, que debe tomarse como un hecho absolutamente objetivo. No basta que las productividades estén niveladas (condición básica de la competitividad), sino que aun debe alcanzar cotas de suficiencia para atravesar la barrera cambiaria. Los industriales nativos tienen que superar un conjunto mayúsculo de factores para poder competir a lo interno y peor si se busca exportar valor agregado en escenarios de altos ingresos de renta. Si no se reúnen las condiciones objetivas óptimas de competitividad (productividad, calidad), y subjetivas (salarios, facilidades institucionales), la posibilidad de mantenerse en el mercado interno dependerá de la propia capacidad de importación en relación al volumen de la demanda, mientras la posibilidad de exportar será prácticamente nula. Esta barrera de orden económico franquea la opción de invertir el capital dinero preferentemente en actividades comerciales y de especulación financiera, y somete a la producción industrial interna a limitarse a la producción de no transables, de materias primas o de mercancías de escasa complejidad tecnológica.

Veamos seguidamente la condición formal de la barrera por depresión del tipo de cambio. Con este razonamiento tendremos una base para respaldar el enunciado del problema que nos ocupa. Partimos para ello de la definición de la productividad implícita en la relación (IV-1) para una mercancía “a” cualquiera,

siendo md el valor unitario del referente-dinero doméstico, md = Ma / Td (ver relación (IV-1). El valor se puede expresar en moneda extranjera tal que

wa = p wa’,     (IV-6) 2

Esta expresión del valor conlleva ya una deformación, no debiendo tomar a wa’ como el simple “valor al cambio”. Al combinar (IV-4) con (IV-5), hallamos

Con esta expresión se tiene lo necesario para describir la condición de barrera del tipo de cambio funcional. El cociente md / wa’ se puede considerar constante tal que

pa = ap-1,     (IV-7)

obteniendo así el vínculo inversamente proporcional entre la productividad y el tipo de cambio funcional. Para un tipo de cambio de equilibrio p0, en que los precios de producción de las mercancías se mantienen sin alteración, las modificaciones sucesivas derivadas del efecto de la RPI se pueden expresar mediante la función

pa = ap0-a, tal que a ≤ 1.     (IV-8)

con la cual tenemos que una baja en el tipo de cambio funcional obligará a un ajuste de la productividad por encima del nivel de equilibrio competitivo, es decir, aquél en el cual la productividad doméstica es igual a la foránea. Mientras mayor el efecto de la RPI sobre el tipo de cambio, mayor será la exigencia de los niveles de productividad capaces de competir a lo interno con mercancías importadas más baratas, y todavía mayor para competir en el mercado de exportación.3 A esta función se le puede llamar barrera interna de realización.

El límite funcional condicionado por la RPI conduce en fin a dos situaciones de interés: a) la capacidad competitiva interna y externa de la producción mercantil transable no petrolera y no primaria; y b) la formación de “bolsones” de renta diferencial mercantil para las importaciones. La primera situación está bien aclarada, restando la observación de atenuantes en el conjunto de variables económicas y de política comercial. La segunda amerita su propio comentario, como sigue: La capacidad excedentaria de importación que determina la propia renta petrolera guarda una relación dinámica con la demanda solvente para un espectro amplio de mercancías, algunas de las cuales deben ser complementadas con producción doméstica, frecuentemente efectuada con inversiones asociadas al capital extranjero. La demanda solvente puede imponer la homologación de los precios por encima del valor de la mercancía importada, en vez de actuar éste como un barreno competitivo, logrando el importador un “plus”. Si la mercancía producida en el país se hace con la misma productividad, el efecto de la RPI será paradójicamente un precio mayor al cambio. Su realización dependerá entonces de la posibilidad de la “nivelación” de las mercancías importadas hasta un precio “de equilibrio” determinado por la capacidad de importación o disponibilidad de divisas, dado un nivel de demanda solvente. A mayor capacidad, menor el espacio de realización de las mercancías domésticas, aproximándose el precio de realización al valor.

La barrera interna comercial se erige en el capitalismo rentístico en una norma “fisiológica” del sistema, acotando la capacidad de absorción productiva a la par de incidir en la configuración de los nichos de rentabilidad. Por una parte, la RPI es una disponibilidad útil para la motorización productiva y la inducción de efectos multiplicadores, pero por la otra actúa como un freno de esas mismas capacidades que permite desarrollar en principio, y la barrera interna de realización es una de sus expresiones. El alcance de la renta dependerá pues de la capacidad efectiva de importar sin contrapartida de valor, ora atenuando, ora estimulando su incidencia. Se conjugan también las medidas políticas de mitigación que a lo largo de la formación y consolidación del sistema se han llevado a cabo, en especial las acciones proteccionistas del período de sustitución de importaciones. Las políticas conscientes de estimulación productiva, orientadas al mercado interno en unos momentos, y al comercio mundial en otros, se han combinado con dispositivos monetarios para contener el rentismo sin mayor éxito que el de promover un mínimo de desarrollo de las fuerzas productivas en constante amenaza de retroceso. Pero el mayor efecto atenuante lo constituye la disipación de la renta derivada de los límites de la capacidad de absorción productiva, que induce deformaciones compuestas y paradójicas como el endeudamiento público, la fuga de divisas y las deformaciones monetarias, todo lo que conduce a una disminución de la capacidad rentística de importación. No deja de ser conveniente refrescar aquí la dinámica de brotes y reflujos que hemos observado, puesto que condiciona obviamente el límite funcional del sector externo.

Es preciso, pese a las consideraciones anteriores y a tenor del enfoque dado, poner de manifiesto que la condición expresada por (IV-7) rige mientras haya alta dependencia de la renta, a desdén de los atenuantes de las políticas de Estado. Se agrega como agravante la configuración estructural del capital productivo: la alta dependencia de importaciones de insumos y equipos, además de la dependencia tecnológica común de la periferia capitalista, los cuales impiden respuestas oportunas aun en las situaciones de reflujo rentístico y encarecimiento de la divisa. Las oportunidades de inversión productiva que ofrecen estas situaciones se ven dificultadas por la débil inclinación de la burguesía y las pequeñas burguesías nacionales para asumir riesgos competitivos, más aun sin antes haber agotado las opciones de enriquecimiento especulativo o de protección patrimonial improductiva. La conformación oligopólica del aparato de la oferta se erige por su lado como una muralla contra los intentos autónomos de inversión competitiva, sin mencionar las actitudes culturales de los consumidores, sumamente manipulados por la polución publicitaria. Resta comentar que el carácter objetivo que impone la barrera hace sugerir la articulación de políticas arancelarias proteccionistas sobre aquellos rubros que puedan considerarse estratégicos en función de la tasa de cambio teórica y del caudal de renta diferencial. El diseño y discusión de los fundamentos teóricos, contables y estadísticos de esta función podrían resultar interesantes en cuanto a la pertinencia de un dispositivo metodológico dinámico que se integre a la formulación de la política comercial.

1 Esta ventaja debe tender a moderar en la medida que los capitales migran a las zonas de bajos salarios, copando la fuerza de trabajo disponible. En el capitalismo la ventaja de bajos salarios ha estado asociada a la ampliación de la frontera de dominio, mientras sea posible contar con nuevos ejércitos de reserva provenientes de las poblaciones campesinas.

2 p se define en la expresión (IV-3) (ver).

3 La relación matemática del ajuste de la productividad por el efecto de la RPI se describe por el diferencial de la primera respecto del exponente de la función: P’a(a)= -ap0-a log (p0).