APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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V. Bases funcionales del capitalismo rentístico

Hemos examinado ya algunos aspectos que tocan la funcionalidad del capitalismo en Venezuela, por lo que proseguiremos con una abstracción de la totalidad sistémica. El capitalismo rentístico no es un sistema autocontenido, no es una particularidad o una rama divergente del régimen capitalista en general, sino un apéndice condicionado del propio sistema global dominante. Como proceso metabólico social, forma parte de éste desde sus inicios, sufriendo modificaciones irreversibles en varios períodos históricos diferenciados. De entrada, podemos afirmar que la característica más abstracta de la práctica capitalista en Venezuela es la disponibilidad recurrente de una masa de plusvalía de origen externo administrada por el Estado. El capitalismo rentístico ha sido, por lo mismo, un sistema de soporte fiscal, una organización que tiene por núcleo institucional al Estado. Desde su aparición en los años 20 hasta ahora, sólo en la década de los 90 hubo un intento frustrado de autonomizar la práctica capitalista de la mediación del Estado. No obstante, todo propósito de suprimir esta mediación debe encarar la renta diferencial como un fenómeno extrínseco del metabolismo capitalista “puro”. Por eso en los 90 la ortodoxia liberal fue proclive a la apropiación directa de renta a través de la desnacionalización implícita del recurso petrolero, no exactamente a una organización metabólica fundada en la pura formación de plusvalía endógena. En otras palabras, las corporaciones petroleras estaban asumiendo el rol de terratenientes y propietarios de facto del recurso, quitándoselo al Estado, para retrogradar a los tiempos más primitivos de la explotación.

Al tratar sobre los orígenes del capitalismo rentístico referimos sus elementos motrices: los mecanismos de acumulación originaria y el desarrollo de las condiciones necesarias para su estabilización funcional. Sabemos bien que el período que va desde los inicios de la explotación comercial petrolera hasta 1945 comprende el crecimiento simple, la vocación preferentemente consuntiva de la renta, el progresivo rol soberano sobre los yacimientos, la construcción de algunas infraestructuras públicas y la formación de nuevas clases trabajadoras. Ese período abarca lo principal del marco institucional y legal, mencionando la creación del Banco Central, las instituciones de fomento económico y las Leyes de Impuesto sobre la Renta y de Hidrocarburos de 1943. Es un período de enclave propiamente dicho, que deja atrás el régimen secular del arcaico capitalismo agrario y durante el cual se apuntalan los fundamentos estructurales y superestructurales de la actual sociedad burguesa venezolana.

La disposición fiscal de la renta fue la fórmula de todo ese proceso, por necesidad, dada la legislación propietaria sobre los yacimientos, y por no haber infraestructuras modernas. La renta sirvió así, inicialmente, para emprender inversiones que ninguna burguesía nacional o extranjera podía o quería hacer, preparando las condiciones para el surgimiento de industrias privadas, el crecimiento urbano y el ensanchamiento mercantil. La estabilización funcional llega finalmente con la posguerra, en que la renta se aplica a las inversiones públicas modernizadoras, estimulando la formación de plusvalía mediante un peculiar desarrollo capitalista autóctono. Como sucede en todos los casos de penetración y establecimiento del modo de producción y distribución capitalista, en Venezuela surge una clase asalariada al servicio del capital junto a las demás condiciones generales asociadas: mercado interno, trabajo libre y pleno derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción. No se trata de un episodio de despegue industrial, sino de un enclave de explotación primaria, pero eso en nada desdice del carácter capitalista de una economía ya en vías de consolidación y maduración. Aquí el problema de la propiedad de la tierra se pudo soslayar en buena medida 1 por cuanto la producción agrícola no fue necesaria como basamento del arranque capitalista.

El gasto público adquiere una connotación distinta que en las economías no rentistas, tornándose en el mecanismo formal de distribución de la RPI. Las políticas públicas pasan a ser fundamentales para la estabilización funcional, de allí que las burguesías hayan tenido necesidad de coexistir con un estamento funcionarial que ellas mismas fomentaron en el siglo XX, estableciendo el marco regulatorio de la distribución y las facilidades de acumulación a través del aseguramiento de altas tasas de retorno. La misma renta y el efecto multiplicador crearon una base de demanda privada capaz de formar un perímetro de producción no atada a la demanda del Estado, que mal que bien ha logrado mantenerse hasta hoy, incluyendo una pequeña industria cuasi-artesanal de precaria rentabilidad, complementando parcialmente la oferta de importaciones. El proceso metabólico social comprende así, fundamentalmente, la formación de valor agregado interno, que se distribuye en los componentes factoriales (trabajo y capital), y la asimilación de plusvalía externa por parte del Estado.

El valor agregado interno privado alcanza sin duda un grado de autonomía con un cierto componente no capitalista, fundado en la circulación simple, responsable de una parte de la masa monetaria en circulación. El resto contiene la distribución característica del capital (constante y variable) con su respectiva cuota de plusvalía endógena. El efecto multiplicador induce el complemento del valor agregado interno, incluyendo la porción no capitalista perteneciente al Estado. Para ordenar este enfoque diremos que, independientemente de la RPI, una fracción del aparato de producción responde a una demanda interna cuasi autónoma, en tanto el resto obedece a la absorción de renta. Mientras mayor la dependencia de las importaciones, menor el estímulo de lo que en adelante llamaremos motor autónomo. Para comprender esto, diremos que, si la RPI se reduce a cero, el valor agregado residual es entonces independiente del efecto rentístico. Hay así dos nociones inherentes al multiplicador interno: a) un multiplicador asociado a la demanda rentística, o multiplicador rentístico; y b) un multiplicador asociado a la demanda autónoma, o multiplicador autónomo.

Las importaciones rentísticas ejercen tres efectos que debemos identificar, cada uno con un alcance cualitativamente distinto: a) un efecto de estímulo de demanda netamente consuntivo, ocasionado por importaciones de mercancías acabadas; b) un efecto de estímulo secundario de demanda por importaciones de insumos empleados como capital circulante en el proceso de producción inmediato; y c) un efecto acelerador inducido por importaciones de capital fijo, efecto que co-determina el plantel tecnológico, la productividad y, por ende, el alcance de la reproducción ampliada. No es difícil ver la diferencia cualitativa de estas tres formas de incidencia de la RPI, siendo las dos primeras simplemente aditivas o no estructurales, en contraste con la tercera, que interviene en el proceso de producción modificándolo. La incidencia de las importaciones rentísticas puede oscilar entre el extremo consuntivo y el extremo de inversión productiva de la renta. Cabe esperar que un sesgo hacia la inversión productiva eleve el peso relativo del motor autónomo y la formación de plusvalía en cada compartimiento. Antes se hizo referencia de las ondas consuntiva y productiva inherentes al desarrollo de la asimilación de los ingresos fiscales petroleros, así como su juego recurrente. Hallamos en resumen tres estímulos: consuntivo; secundario y acelerador.

Sin embargo, la automaticidad de este resultado no es tan obvia si se considera la incidencia de reemplazos tecnológicos que desplacen fuerza de trabajo, elevando la tasa de explotación sin inducir un crecimiento del valor agregado. Tampoco es automático el efecto consuntivo sobre la formación de valor agregado, pues un incremento de las importaciones puede conducir a una reducción de la producción de mercancías no competitivas. Si la rentabilidad de las importaciones consuntivas supera la rentabilidad de producir en el país, habrá reemplazo. De este modo el estímulo consuntivo del producto interno pede ser negativo, es decir, que la fuerza de trabajo incremental necesaria para absorber una masa creciente de importaciones para el consumo final termina por ser eclipsada gracias a la expulsión de fuerza de trabajo por neutralización de capital productivo. Tendremos así una modificación negativa en la calidad y magnitud del valor agregado.

En el capitalismo venezolano la significativa dependencia de capital constante importado es un factor moderador del multiplicador no rentístico y, desde luego, de la funcionalidad autónoma de la oferta agregada. Si suponemos que la RPI baje a cero, sólo quedará teóricamente en actividades la parte más autónoma del aparato productivo, llevando a cero igualmente el efecto multiplicador de la renta. Los equipos importados no podrán reponerse si no es con exportaciones no rentísticas, lo que conlleva necesariamente a una autonomización del proceso productivo y a la producción interna de medios de producción. A la larga debe darse un cierto equilibrio entre la inducción productiva de la renta y su disposición consuntiva, análogo al equilibrio entre la formación interna de plusvalía y la masa de plusvalía captada del exterior. La modificación del equilibrio puede llevar a una mayor dependencia de la renta o a una disminución relativa de ésta, y cabe esperar que la capacidad importadora neta deje margen sólo para la potencialidad productiva complementaria, incluyendo mercancías de exportación. La renta, en conclusión, antes que estimular indefinidamente el desarrollo de las fuerzas productivas, las refrena, impone un límite funcional. Para que esto pueda revertir, necesariamente debe darse una matriz productiva capaz de superar la ventaja de importar, lo que puede suceder únicamente a través del logro de tasas de productividad competitivas si se descarta la acción proteccionista estatal.

La mayor dificultad está en la propia fisiología de la acumulación del capitalismo rentístico contemporáneo, que descansa en la absorción de renta como una fuente de ganancia con claras ventajas frente al motor autónomo. La razón fundamental, como veremos oportunamente, reside en la presión que la vocación comercialista del capitalismo autóctono ejerce sobre la oferta de divisas de origen rentístico, hecho que tiende a su revaluación cuasi-sistemática, confiriendo ganancias no establecidas sobre la plusvalía endógena, sino sobre la succión de renta, es decir, sobre la plusvalía internacional. Por otra parte, el sesgo comercialista está vinculado a las deformaciones circulatorias. La masa de renta que equivale a una parte del capital constante confiere facilidad de maniobra frente a la alternativa de producir aquí los medios de producción, especialmente en lo que respecta al capital comercial. Lo único que necesitan los importadores es tener la capacidad financiera en bolívares para adquirir divisas que no tienen respaldo en las exportaciones no petroleras, no haciendo falta producir aquello que rápidamente y con mucho menos riesgo puede traerse del exterior bajo un respaldo prácticamente fiduciario. La tasa de plusvalía puede ser complementada en forma contingente por una auténtica tasa rentística. Esto sirve para establecer diferencias entre los efectos de las políticas de desarrollo industrial, que durante el período de sustitución de importaciones pudo inducir con mucha certeza una autonomización relativa del valor agregado nacional, en contraste con la conducta observable desde 1974, en que se refuerza la dependencia rentística.

1 El problema de la propiedad de la tierra no tiene en Venezuela las mismas connotaciones de los demás países latinoamericanos, por cuanto no constituye una fuente importante de plusvalía ni rentas asociadas.