 
	
	GESTIÓN DEL  CONOCIMIENTO, CULTURA Y PARTICIPACIÓN EN LOS PROCESOS DE DESARROLLO LOCAL EN  CUBA
  
  Roberto  Garcés-González1 
  Addiel Pérez  Díaz 2
  
    Resumen
  El  desarrollo local no es una receta universal de aplicaciones generales  aplicables a cualquier escenario, en realidad es una necesidad que se  acrecienta y que requiere de estudios desde la complejidad del municipio hasta  la manera en que es asumido desde las instancias superiores, tanto políticas,  administrativas como académicas. 
  Este trabajo aborda  algunas ideas sobre la concepción del valor sustancial que tiene lo comunitario  en el desarrollo local y todos los demás procesos que inciden en él, como la  gestión del conocimiento. En él se aborda lo comunitario como una cualidad del  proceso y a la comunidad como la expresión de los vínculos simétricos que se gestan  en él entre los diversos factores del desarrollo como son la cultura, la  gestión del conocimiento y la participación ciudadana.
   
  Palabras clave:
  Gestión del Conocimiento,  Cultura y participación.
Desarrollo
  El  papel de lo comunitario en el desarrollo local en las circunstancias actuales  de Cuba demanda análisis a la medida de cada municipio partiendo de sus  complejidades específicas, pero es necesario el logro de posiciones  consensuadas en cuanto a algunas ideas generales que garanticen un punto de partida  en la realización de aproximaciones teóricas acerca del tema.
  Los investigadores del  Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las  Villas consideran a lo comunitario como eje transversal en los procesos de  desarrollo local, porque este en su planificación y despliegue demanda del  concurso constante de todos los actores sociales vinculados directa o  indirectamente al municipio y en ese esfuerzo son precisamente los vínculos que  se establecen entre los sujetos participantes los que van a legitimar o no la  esencialidad del proceso en sí y su real contribución medible en los  principales indicadores locales y al mejoramiento de la calidad de vida de los  todos los ciudadanos. 
  Este  trabajo tiene el objetivo de esclarecer esta posición y dar un aporte teórico  dentro de la diversidad de opiniones acerca del tema invitando a la reflexión a  partir de las condiciones histórico-concretas de país.
  El desarrollo local como  conjunto singular de procesos donde se integran las cualidades de las personas,  los recursos disponibles y las herramientas de gestión de cada lugar, es único  e irrepetible. Labrada plantea que en el caso concreto de Cuba “… el desarrollo  local es una perspectiva que ha estado presente en las prácticas del desarrollo  del país, pensado este como un proceso integral” (Labrada 2008, p. 48). Esta  aseveración es justa, si se tiene en cuenta que el desarrollo económico y  social siempre ha sido uno de los objetivos fundamentales de la Revolución,  pero existe como antecedente que las decisiones,  aún cuando implicaban a los municipios, no se pensaban, ni se tomaban a  instancia local; a causa de la centralización de la sociedad y la verticalidad  en las decisiones, esa práctica ha generado que la habilidad de pensar y  decidir sobre sí de manera creadora con independencia de las instancias  centrales no está consolidada en el municipio para el desempeño de su gestión.
  Esta razón, más la sectorialización en la  economía y los servicios, está condicionando una inercia que obstaculiza el uso  de importantes recursos locales, entre ellos, los conocimientos relevantes que  son imprescindibles para fortalecer y dinamizar los procesos de desarrollo  local, mientras prevalece la práctica enervadora de esperar por decisiones y  recursos procedentes de instancias superiores, lo que no da tampoco mucho  margen al desarrollo de la conciencia crítica y la creatividad local. 
  Lo local se expresa en la complejidad  inmediata que representa al conjunto de actores entre los que se tejen las  relaciones sociales en un entorno concreto. Es la internalidad de un lugar  específico, en la que se refleja lo singular como elemento esencial, desde el  que puede ser superada la visión tradicional que subsume al municipio con todas  sus potencialidades en una condición de prestador de servicios, con una  autonomía limitada por las tendencias verticalistas y sectoriales, que impiden  el despliegue del potencial endógeno.
  Muchos autores, tanto extranjeros como cubanos  se han referido a la necesidad del  fortalecimiento de las dinámicas locales como precondición para dinamizar las  estructuras y los actores locales, entre ellos, Palma (2006), considera que el  desarrollo local debe propiciar el fortalecimiento de las estructuras urbanas,  el tejido social y empresarial local, el aprovechamiento de los recursos  endógenos disponibles, la eliminación de las desigualdades territoriales y la  movilización y participación activa del ciudadano, a través de nuevas fórmulas  participativas en los ámbitos político, social y obviamente en el económico. 
  Valdizán expresa que “…el  desarrollo local no es una estrategia para acumular riqueza y crear bienestar a  costa de otros territorios, sino que debe de saber recurrir a formas renovadas  de cooperación, de mediación y de resolución de conflictos, participando en  iniciativas locales regionales, nacionales y transnacionales. Lo que debe de  constituir un aprendizaje social” (Valdizán 2006, p.433). 
  Esta  autora contribuye a comprender que el desarrollo local se apoya en los recursos  e iniciativas locales, pero también se nutre de recursos externos, porque unos  y otros recursos se complementan y que “…conceptos como redes, cooperación,  asociativismo, integración sinérgica de capacidades, desarrollo endógeno y  coordinación están en la base de los procesos de desarrollo que intentan  descubrir y rescatar las particularidades de cada territorio, potenciando y  revalorizando las capacidades existentes en   la comunidad en función del logro de fines comunes” (Valdizán 2006, p. 435).
  La  argentina Susana Finquelievich, señala que: “…el actual paradigma de desarrollo  local incluiría la interacción proactiva entre los diferentes actores sociales  locales y regionales, las interrelaciones entre aspectos económicos, políticos,  institucionales y culturales, la capacidad para implementar medios innovadores,  para plantear estrategias adecuadas de gobernabilidad y de producción local y,  sobre todo, la capacidad de gestionar las estrategias, planes e iniciativas  locales, utilizar con eficacia los recursos humanos, financieros y tecnológicos  disponibles, y a conseguir los necesarios para los objetivos planteados”  (Finquelievich 2004, p. 4). A lo que esta autora llama “interacción proactiva”,  no es otra cosa que la cooperación.
  Los  proyectos de desarrollo local deben conducir a la formulación de estrategias  que articulen a todos sus potenciales endógenos con las oportunidades externas  para superar los obstáculos, sobre todo en los  momentos actuales, porque se ha tomado conciencia de las enormes reservas que  puede revelar el despliegue del desarrollo local en Cuba y el gran aporte que  significaría para la economía y la sociedad cubana, porque “…si no se resuelven  los problemas municipales no se van a resolver tampoco los problemas globales…”  (Alarcón 2012, p. 4). 
  Esta  es una oportunidad inédita que le abre a los municipios una sólida perspectiva.  En el caso de Cuba no se plantea este cambio de visión como ha sucedido en  otros países, donde la introducción del desarrollo local ha sido apoyado con el  objetivo expedito de municipalizar las crisis, sino para fortalecer una  estructura política y económica que es fundamental para fortalecer el  desarrollo integral del país lo que puede devenir en una contribución decisiva  al éxito de los procesos de desarrollo local.
  Daniel Arroyo, sociólogo argentino, analiza  que algunas experiencias de desarrollo local en su país han fracasado por no  haber tenido en cuenta que “…la clave son los actores locales, los que viven en  el lugar; los que pueden realmente motorizar o no un proceso verdadero de  desarrollo local” (Arroyo 2002, p. 3).Indudablemente que está llamando la  atención sobre el papel decisivo de la participación.
  Este autor además, desde su propia experiencia alerta sobre el espacio  que debe ocupar en la implementación de políticas sobre desarrollo local el  tema de la identidad y planeta la congruencia de estas políticas con las  condiciones de cada lugar. “No es un problema de generar ideas, tiene que ver  con ideas que, a la vez, se correspondan con la identidad local; que tengan que  ver con lo que se sabe o no en relación con las expectativas de la sociedad. Si  no tiene que ver con la identidad local, la mejor idea se puede frustrar”  (Arroyo 2002, p. 3). 
  La anterior consideración invita a  perfeccionar la visión sobre la singularidad de cada caso, atendiendo de manera  especial que toda acción de desarrollo debe ser profundamente sensible ante los  valores de la cultura local (Carranza, en Acosta 2002). Asumir lo contrario  puede promover la realización de acciones ajenas a las necesidades y a las tradiciones  locales, lo que tendría como consecuencia la desvalorización gradual de la  estrecha relación que une a la población con sus valores patrimoniales  tangibles e intangibles que representan de manera integral su identidad  provocando su atomización.  
  El planteamiento de estas ideas es ajeno a la  pretensión de incentivar procesos de encapsulamientos localistas, ni  distorsiones que contribuyan al aldeanismo en negación de lo universal; se  ratifica que "...el sujeto aprehende la realidad desde y a través de su  cultura..." (Aguilera y Bao 2008, p. 9). Si se deforma el legado cultural,  los sujetos del desarrollo local construirán una realidad ajena que desvirtuará  las esencialidades del proceso. En momentos en que existe una invitación  constante al desarraigo y a asumir un “pensamiento único” la cultura debe  servir para evitar la colonización de la espiritualidad desde lo local. El  papel de la cultura es sustancial en la calidad de vida y en el mejoramiento de  la condición humana (Prieto 2010).
  Arocena (1995), ratifica la importancia de la  identidad en el desarrollo local, este criterio es acertado porque en los  procesos en que ella se constituye intervienen algunos elementos bien precisos:  reúnen el pasado, el presente y el proyecto de un imaginario compartido e  interiorizado por el conjunto de miembros de la sociedad; se desarrollan en una  relación cultural en que valoran la innovación, el trabajo y la producción;  marcan la diferencia y la especificidad, para situarse en la relación con otras  diferencias y especificidades que permite el diálogo de lo local con el mundo,  enriqueciéndose, sin dejar de ser. En la articulación de lo local con lo  comunitario la identidad desempeña un rol fundamental como “…fenómeno  principalmente sociocultural” (Martínez, en Colectivo de Autores 2009, p. 260).
  Es una necesidad el fortalecimiento de la  conciencia crítica en los contextos locales, como una de las vías de  apropiación creativa de lo cultural como representación social y sentido de  pertenencia; porque lo cultural, como valor compartido es un soporte de lo  comunitario como elemento aglutinador en la sociedad. La apropiación social del  conocimiento sobre los valores patrimoniales locales, tangibles e intangibles,  debe ser integral y coherente para fortalecer la responsabilidad social y el  sentido de pertenencia. 
  La valorización del conocimiento tradicional,  como parte de ese patrimonio, es también un elemento relevante de la identidad  local y está presente, de manera tácita, en lo que la gente ya sabe y se puede  socializar y externalizar a través del diálogo intercultural en los contextos  locales, donde "…los juicios de los no expertos suelen ser tan razonables  y pertinentes como los de los expertos (argumento sustantivo). En muchas  ocasiones, la complejidad de los problemas abordados por el conocimiento  especializado, y la familiaridad de algunos agentes sociales con respecto a los  mismos, hacen de la integración del conocimiento local una forma de mejorar  sustancialmente la evaluación técnica" (López 2007, p. 8).
  Lo cultural no es la actividad de determinado  sectorial administrativo, es una construcción social. La identidad cultural del  municipio debe tener una visibilidad coherente en el modo de actuar de las  personas y en el sistema social de valores en la vida multisectorial local.  Reconocer la importancia de lo cultural como eje trasversal del desarrollo  significa que la cultura ha de configurarse como el punto de partida y como  objetivo, en la que debe de converger todo, lo cual implica tomar en cuenta con  mucha responsabilidad los valores e identidades de cada pueblo, de forma que se  rompa con la idea singular de desarrollo para llegar a una plural, en la que  quepan distintos modelos de desarrollo, dependiendo de las particularidades de  cada grupo o comunidad y de las circunstancias de su aplicación (Habermas  1998).
  Es un riesgo no asumir el desarrollo en  correspondencia con la realidad local específica, sin respetar ni contribuir al  enriquecimiento de la praxis humana auténtica de cada lugar. Para lograr su  sostenibilidad, el desarrollo local debe fortalecer los valores de identidad,  como el conjunto de elementos socioculturales y económicos que definen las  características propias del municipio. La aplicación responsable de diversas  iniciativas de desarrollo local no puede conducir a la atrofia y atomización de  los rasgos de identidad, sino a su fortalecimiento. La cultura debe ayudar a  buscar en los procesos de desarrollo local el lenguaje unitario y el valor  transversal  (Leal 2011). 
  Lo cultural tiene un vigoroso potencial  sinérgico y asumir su transversalidad en los procesos de desarrollo local  también significa que la cultura individual de las personas se exprese a través  de la actuación comprometida con la actividad concreta de cada cual; como una  expresión de su profesionalidad, sentido de la ética, compromiso,  responsabilidad social en su actividad concreta y en las demás manifestaciones  de la vida personal y colectiva en correspondencia con un sentido de  pertenencia profundo y responsable en congruencia con el legado cultural local  de acuerdo a la idea martiana de que: “La madre del decoro, la savia de la  libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios es, sobre  todo lo demás, la propagación de la Cultura” (Martí 1975, p. 301). Está claro  que eso no se logra por decretos, sino a partir de la integración, la  eficiencia en el trabajo intersectorial y la profesionalidad de los actores  sociales implicados. 
  La gestión local de los gobiernos municipales  debe nutrirse de nuevas capacidades para desaprender sus rutinas y superar las  formas de gestión tradicionales relacionadas con la administración de la  cotidianidad con un marcado carácter asistencialista para asumir el rol que les  permita, dinamizar el desarrollo integral del territorio, potenciando la participación  como elemento fundamental, a partir del reconocimiento de sus contradicciones y  del uso coherente de sus potencialidades y recursos, entre ellos especialmente  el conocimiento.
  Esto significa que  todas las acciones que se realicen para favorecer el desarrollo local deben  tener como resultado la cohesión social a través del fortalecimiento de los  procesos comunitarios, no “como producto residual”, como afirma Gallicchio  (2004), sino como parte indisoluble de todo el proceso, porque en caso contrario  podría provocar la atomización de los procesos sociales inherentes.
  El desarrollo local debe planificarse cuidadosamente como una visión  compartida de lo que el municipio será en el futuro, elaborada de manera  conjunta entre todos los actores del proceso, en especial, por el pueblo, como  actor más importante; en esta tarea, se asume el criterio de que los gobiernos  municipales “…deben jugar el rol de conector indispensable para la interacción  proactiva entre los diferentes actores. Facilitar las interrelaciones entre  aspectos económicos, políticos, institucionales y culturales integrados en  redes de actividades innovadoras, aún como condición de un desarrollo que  incorpore fuertes componentes externos al propio territorio, pero con visión  estratégica desde lo local” (Boffill 2010, p. 36). Se asume que esta visión  estratégica es el resultado del pensamiento colectivo de los actores locales  implicados como guía para el despliegue creativo de la gestión municipal.
  El desarrollo local  es también un proceso de vertebración social, económica e institucional, por  eso como tarea inmediata dentro de la gestión municipal, el Gobierno junto a  las demás instituciones locales debe articular y fortalecer los vínculos entre  los actores y darle incentivos a la gestación de redes para producir y  desarrollar las sinergias imprescindibles para el desarrollo del municipio.
  Estas redes de relaciones tienen el objetivo de vincular estrechamente  a los actores dentro de la sociedad local y se fundamentan en valores socioculturales compartidos entre sus  miembros, lo que posibilita que puedan contribuir con éxito a la solución de  problemas de interés social.
  En las interacciones a nivel local intervienen organizaciones y  también personas individuales. Los actores son internos y externos. Los  internos son los individuos, grupos e instituciones que participan en el  desarrollo local dentro de los límites del municipio. Los externos son los que  tienen sus sedes o viven fuera del municipio, pero sus acciones se articulan en  los escenarios municipales junto a los actores internos. La participación de  los actores no es estática, es un esquema flexible que se adapta a la realidad  cambiante y las redes locales no surgen por directivas, sino por la confluencia  de criterios y valores compartidos.
  A partir de  todo lo anterior se puede plantear que el desarrollo local para ser pertinente  en las circunstancias actuales debe integrar las cualidades y capacidades de  las personas, los recursos disponibles y las herramientas de gestión propias de  cada lugar por lo que puede catalogarse como único e irrepetible, enfocado  hacia la singularidad de cada caso, para evitar generalizaciones innecesarias,  de modo que pueda coadyuvar a la “…superación de contradicciones desde una  perspectiva comunitaria en los municipios” (Rivero et al. 2008, p. 11).
  Es cierto que  la capacidad del municipio para su desarrollo depende de las potencialidades  materiales de su economía, de la posibilidad de realizar inversiones en la base  industrial, pero eso no es absoluto, es muy importante también la disposición  de los actores locales involucrados, expresada en niveles concretos de cohesión  social comunitaria y en cómo se aplican productivamente los conocimientos que  poseen o los que pueden captar fuera de sus límites. Está claro que una fortaleza  indiscutible de cara a la promoción de procesos de desarrollo en la escala  local son las inteligencias que se pueden encontrar en cualquier lugar de Cuba,  porque son la mayor riqueza del país y el mejor fruto de la política  educacional inclusiva y equitativamente distribuida que aplicó desde 1959 que  ha devenido en un sistema educacional consolidado (Guzón 2002). 
  Sin embargo, esos saberes  diversificados pueden coexistir junto a los problemas sin intervenir en sus  soluciones. La aplicación de la gestión del conocimiento  en los procesos de desarrollo local en Cuba necesita de sinergias efectivas  entre los actores implicados, para la construcción de redes sociales que  articulen los conocimientos relevantes con las necesidades que los demandan, pero  esos vínculos necesitan una concepción sobre lo comunitario que facilite su identificación,  adquisición, desarrollo, difusión, utilización y retención de los conocimientos que están presentes en la vida social local o fuera  de ella, lo que es posible si se fortalece como premisa un tipo de  participación en la que "…los mecanismos de deliberación eficaces y la  responsabilidad de los actores estratégicos involucrados pasan así a ser  elementos constitutivos de la capacidad de la sociedad local para ejecutar una  política de desarrollo viable y consensuada" (Cravacuore 2010, p. 2).
  El  desarrollo local, en las condiciones de Cuba, debe contribuir al  fortalecimiento de las comunidades creando contextos donde se manifiesten  “…ethos de comunidad, desligando comunidad (gemeinschaff) de sociedad (gesellschaff) (Enríquez 1997, p. 2). Esa concepción sobre lo comunitario como cualidad del  desarrollo local se posiciona en que una comunidad se desarrolla cuando se  convierten en dinámicas sus potencialidades y para ello es necesario: a) elevar  la capacitación de la población sobre el tema. b) la existencia de personas  formadas y con posibilidades de impulsar iniciativas, asumir responsabilidades  y aportar nuevas propuestas en forma de proyectos. c) autoridades municipales  con voluntad política, capacidad de convocatoria y comprensión de la tarea. d)  una participación real de la sociedad a través de redes de actores. d)  capacidad para atraer recursos que contribuyan a desarrollar plenamente las  potencialidades locales.
  Lo  comunitario no sería un nuevo “apellido” al desarrollo local, sino una cualidad  que para su implementación en la práctica se precisa de la apropiación social  de una concepción sobre comunidad ajena a la tradicional que la circunscribe al  espacio físico y a relaciones de vecindad, que se ha acomodado además dentro  del discurso oficial y que puede ocasionar intervenciones “comunitarias”  incoherentes con las realidades locales implícitas. 
  El  concepto de comunidad es un reto para polemizar, en torno a él abundan los  estudios que enriquecen el tema y aportan elementos sustanciales para el  análisis. La noción de comunidad en el devenir de la Sociología es asumida,  según Alonso, “…desde dos perspectivas, una, como lugar donde lo espacial  constituye el fundamento de adscripción para ubicar procesos en los que se  manifiesta la particularidad que la hace distinguible frente a otras  configuraciones sociales; o como relación social en que la simetría social del  vínculo existente entre los sujetos implicados permite señalar la esencialidad  que la identifica y la lógica social de su devenir” (Alonso et al. 2012, p. 3).
  Desde  la primera perspectiva es difícil movilizar de manera efectiva o sostenible a  los actores sociales para impulsar la gestión del conocimiento en los procesos  de desarrollo local porque los sujetos convocados no estarían internamente  implicados y se relacionarían de manera aislada mientras que las supuestas  redes locales serían estructuras o creadas desde algún lugar y establecidas  sobre los hábitos reiterados de la verticalidad y eso impide, en las  condiciones actuales, la completa implicación de estos sujetos relevantes, que  además no podrían participar en condiciones de simetría con sus semejantes. La  comunidad es el punto de encuentro del consenso de la diversidad. La  complejidad de la comunidad es la propia complejidad de las relaciones humanas.
  Por  eso se asume la segunda perspectiva para la cual “…comunidad es un grupo social  donde transcurren procesos de cooperación y participación en torno a un proyecto  colectivo” (Alonso 2009, p. 6). Esta definición se operacionaliza con mucha más  coherencia en los procesos de desarrollo local si se tienen en cuenta sus ejes  transversales, que son: conciencia crítica, creatividad, participación,  cooperación y proyecto; también es muy importante para la construcción de las  redes sociales imprescindibles en los procesos de desarrollo local, además  permite desarrollar la habilidad de ir al encuentro de los emergentes; que es  donde se encuentra la verdadera contradicción, oculta entre malestares o  demandas de menor consistencia, para articular diagnósticos salidos de un  diálogo local, en correspondencia con el criterio de que: “La verdadera  medicina, siempre según la tradición hipocrática, comienza con el conocimiento  de las enfermedades invisibles, es decir los hechos de los que el enfermo no  habla, de los que él no tiene conciencia o que olvida de sacar a luz. Vale lo  mismo para una ciencia social preocupada por conocer y comprender las  verdaderas causas del malestar que se expresan a la luz del día a través de  signos sociales difíciles de interpretar porque son en apariencia demasiado  evidentes” (Bourdieu 1997, p. 57). 
  El  desarrollo local como proceso de superación y anulación de contradicciones debe  mantener una orientación comunitaria hacia la inclusión. “El tratamiento  comunitario de cualquier asunto debe producirse a través de modos de actuación  que propicien la emergencia, despliegue, fortalecimiento y consolidación de  vínculos simétricos desde una lógica del método que no reduzca al otro a  objeto, lo manipule y coloque en nuevas dependencias reproductoras de  asimetría” (Alonso et al, 2012:14).
  Esa idea ayuda a  fortalecer la lógica interna del proceso para articular la potencialidad de  todos los actores con las estrategias e impulsar de manera coherente el  desarrollo local empleando la gestión del conocimiento, porque el  fortalecimiento de lo comunitario puede contribuir a la legitimación de las  redes de actores en los espacios locales y a potenciar los vínculos sinérgicos  entre sí y con los sujetos decisores para garantizar el flujo del conocimiento  donde es preciso, según Castro Diaz-Balart (2006) y Bacallao (2004), contar con  un sistema que lo gestione y la necesidad de un entorno dinámico (Alhama,  2008).
  Se asume que apropiación social del conocimiento es “…el proceso mediante  el cual las personas participan de actividades de producción, adaptación,  aplicación de conocimientos y acceden a sus beneficios. Significa que la gente  interioriza el conocimiento y lo convierte en referente para el juicio y la  actividad” (Núñez Jover, 2011b). Tal proceso, desde la connotación comunitaria  que se propone es mucho más intenso y sostenible. 
  De ese modo la  relación entre el conocimiento y los procesos del desarrollo local puede contribuir  en gran medida a la transformación del municipio, porque es evidente que “…el  desarrollo dependerá cada vez más de aquellos factores de naturaleza intangible  que dependen de la capacidad de los actores locales para crear o mantener las  condiciones e institucionalidad apropiadas para el fomento de las innovaciones,  y que actúan objetivamente como propiciadores del desarrollo (…) Estos pueden  ser los que marquen la diferencia entre localidades y ser determinantes en el  éxito de las iniciativas de desarrollo local” (D´Angelo 2003, p. 20).
  En correspondencia con  eso, los procesos de desarrollo, incluyendo, por supuesto, el desarrollo local  serán más realizables si están basados en el conocimiento y la innovación; pero  necesitan “…de la participación cada vez más calificada e interesada de todos  los actores involucrados (…) es decir, de todas aquellas personas y  colectividades cuyos intereses sean susceptibles de estar afectados por el  desarrollo en cuestión, exige entonces de calificación, entrenamiento y  habilitación permanentes, no sólo de entusiasmo y deseos esporádicos e  interventivos” (Limia, 2004 p. 6). Este autor también considera que la  participación debe producirse en tres elementos primordiales, que son la  definición de las prioridades a través de la construcción conjunta de los  diagnósticos correspondientes; en la definición de las políticas a seguir para  encauzar adecuadamente los resultados del diagnóstico, en la implementación de  las políticas diseñadas a través de proyectos, en la evaluación de los  resultados de las políticas y en el control de los resultados a corto, mediano  y largo plaza (Limia 2004b).
  La  participación es uno de los temas más tratados en las ciencias sociales, pero  es también uno de los asuntos que más polémicas despierta por su trasfondo  político-ideológico. (Alonso et al 2004) Participar es mucho más que ser parte  de algo, pero su enunciación denota la posición filosófica o  político-ideológica de quien la postula, por lo que ante el desconocimiento o  la repetición acrítica se puede plantear la participación en sentido ajeno a  nuestro sistema social. Para el Centro de Estudios Comunitarios de la  Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas “…la participación constituye  una acción humana, necesaria y encaminada a fines concretos, influyente,  multidimensional, que expresa una relación social democrática y permite  aprendizajes de actitudes y vínculos” (Alonso et al 2004, p. 266).
  Estos mismos autores  consideran que el concepto anterior encarna como principios que la participación  no se concede, es un derecho, no se participa en sucesos abstractos, sino en  eventos específicos y con objetivos claros, deja en los actores sociales una  impronta que se traduce en valores, se puede participar en cualquiera de las  manifestaciones de la vida social en la que se establece una relación de  simetría dentro de la horizontalidad ajena a posiciones verticalistas, y debe  concebirse y promoverse como un proceso de construcción social en el que se  facilitan los procesos mutuos de aprendizajes. 
  En estas condiciones se  incrementan los vínculos sinérgicos entre los diferentes actores sociales que  participan y dialogan entre sí en torno a una idea o proyecto compartido, que  se hace más vigoroso y sustentable al aumentar su base social por donde fluyen  los saberes que devienen en constructos colectivos altamente pertinentes con la  idea de transformación que se quiere gestar.
  La participación  comunitaria en los procesos de desarrollo local requiere de:
De esta forma se podrían  involucrar en los procesos de desarrollo local personas con diferentes y  profundos conocimientos, que constituyen fortalezas no explotadas en cualquier  rincón de la geografía nacional. El país ha creado una enorme capacidad  intelectual, que es una de sus principales riquezas potenciales, pero no la  logra explotar eficientemente; muchos autores cubanos indican ese problema,  entre ellos Núñez Jover (2011) insiste en que el desperdicio de cerebros, brain waste, es tan nefasto para el país  como el llamado drenaje de cerebros o brain  drain. Esta contradicción se hace más evidente en los escenarios locales  donde se precisa que forjar desde lo comunitario escenarios inclusivos. 
  La gestión del  conocimiento no puede verse igual en todo tipo de escenario, por lo que al  traspolarse hacia lo social puede contribuir a la interacción entre los  diferentes contextos, al fortalecimiento de la conciencia crítica y  de la creatividad como hecho social y  personal en la determinación y superación de las contradicciones, al diálogo  entre saberes sobre la base de la cooperación entre diferentes actores sociales  implicados, a la inclusión y la participación social, condicionando  positivamente los procesos de innovación local que son elementos que fortalecen  la condición humana y el espíritu comunitario como cualidad de los procesos de  desarrollo si se asume la innovación “…como la solución creativa de problemas  en ambientes productivos, material, cultural, simbólico” (Núñez Jover 2011, p.  207).
  A tono con las  ideas anteriores la gestión del conocimiento no puede aplicarse de manera  mecanicista, sino en correspondencia con las características de los colectivos  o individuos y es importante tener en cuenta, la calidad de la comunicación y  el conjunto de relaciones que se crean donde se realiza y en especial “…el rol  protagónico de los gobiernos locales para establecer políticas públicas  orientadas a la utilización del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la  innovación; la utilización efectiva del capital humano que se posee en el municipio;  y la vigilancia local que permita capturar, transferir, socializar y utilizar  el conocimiento relevante (Boffill 2010, p. 19).
  La gestión del  conocimiento solo es viable si se aplica en correspondencia con las condiciones  específicas de cada lugar. Pueden existir experiencias parecidas; pero cada una  es particular e irrepetible y el éxito dependerá de la coherencia con la  gestión de gobierno y el resto de las organizaciones que son las que le  aportarán direccionamiento a estas acciones en lo inmediato, lo mediato y en lo  estratégico. 
  La gestión del  conocimiento, bajo estas concepciones, puede servir de catalizador en la  determinación y solución de contradicciones en el municipio, provocando  rupturas en la cotidianidad al crear nuevos espacios de participación que  enriquecen el aporte social, el reconocimiento público y la vida espiritual de  las personas involucradas; también revaloriza el saber extraacadémico, porque  los conocimientos no son un recurso exclusivo de una élite de pensadores aislados,  ellos pueden estar en todos los sectores de la sociedad y esa cualidad si se  ejercita en un territorio puede contribuir al fortalecimiento del diálogo y a  la cohesión social. 
  No  se puede construir una estrategia de gestión del conocimiento desde el pensamiento no  comprometido con el cambio que la sociedad está demandando, porque no se puede  emplear el conocimiento relevante, que es “conocimiento en contexto” (Núñez  Jover, 2007), para  reproducir el pasado, sino para parecerse al futuro. Ese tipo de pensamiento es  conservador y provoca ralentizaciones; se conoce que “…la herencia organizativa  es muy defensiva. En las empresas más jerarquizadas, donde unos piensan y otros  no, y en aquellas que trabajan con énfasis en el proceso, el cambio empieza por  los propios directivos” (Simeón Negrín 2004, p. 7). Es recomendable la  existencia de un equipo de asesores dedicado especialmente al diseño, al  desarrollo y a la evaluación del proceso de gestión del conocimiento a tono con  los diagnósticos construidos socialmente. 
  Durkheim declara  “… no hay en el mundo dos fenómenos que se asemejen, por sencillos que  sean” (Durkheim 1893, p. 271).  Esto no significa que no sean  generalizables las mejores experiencias. Los proyectos de gestión del conocimiento para el  desarrollo de una localidad no se pueden generalizar mecánicamente a otra;  deben diseñarse en función de las características de la organización o del  lugar (valores y objetivos, estructura, sistema relacional y funciones  organizativas). La originalidad de cada aplicación puede ser una garantía de  posible éxito; sin embargo la copia de experiencias y su aplicación mecanicista  comprometen seriamente en lo estratégico el éxito, sin embargo una correcta  proyección de cada una de las dimensiones de la gestión del conocimiento puede  contribuir también al fortalecimiento de los vínculos comunitarios en beneficio  del propio proceso. 
  Es  necesario precisar que la gestión del conocimiento para el desarrollo local es  esencialmente un proceso social que no significa solamente qué medios técnicos  se deben elegir para garantizar el flujo de conocimientos, sino cómo se van a  potenciar y dinamizar los vínculos comunitarios entre los seres humanos  implicados en el proceso, porque el uso indiscriminado de la las tecnologías de la información  puede obstaculizarla. Lo anterior no significa rechazo al uso de las  tecnologías; sino destacar el papel de las personas, sus capacidades,  interacciones y valores en el proceso que sí puede contribuir a vincular su  talento innovador en beneficio del desarrollo local. 
  La  identificación del conocimiento relevante es una operación que puede fracasar  si no existe un ejercicio continuado y objetivo de la conciencia crítica en los  actores. Esta acción se encamina a articular la sabiduría de las personas con las  necesidades de cambio en el entorno en que vive, por lo que la gestión del  conocimiento se convierte también en  un mecanismo para la inclusión social porque puede transformar a cualquier  persona en un actor significativo en los contextos donde transcurre su  cotidianidad al identificarlo como dueño de saberes relevantes; así se puede  evitar una forma de exclusión social a muchas personas que pueden ser actores  significativos, con potencialidad para hacer importantes contribuciones a los  procesos de desarrollo local desde sus respectivos saberes si se eliminan los  obstáculos que impiden su participación Esta es una dificultad que afecta también a las demás dimensiones de la gestión del  conocimiento.
  La  adquisición del conocimiento impone la necesidad de crear o fortalecer los  vínculos internos entre los actores que conforman las redes para que el flujo  de saberes compartidos contribuya a la solución de las contradicciones locales  y estimulen intercambios en condiciones de simetría social que conduzcan a la superación  constante del patrimonio humano; porque “…el conocimiento se (…) se concreta  localmente en la manera en que la persona como sujeto de formación permanente  materializa y aplica sus aprendizajes en el contexto de su sistema local  mediante la práctica cotidiana (Valdizán 2006, p. 414). 
  El desarrollo del conocimiento como dimensión se  basa en procesos de aprendizajes colectivos, que no son solo resultado de  esquemas curriculares, sino fruto del diálogo de saberes, de intercambios de  experiencias; estos aprendizajes se producen cuando un individuo o grupo toma,  asimila y aplica los conocimientos en diversos contextos de acuerdo a intereses  expresados en proyectos personales o colectivos; la pericia de los líderes de  estos procesos debe encaminarse al fortalecimiento de los vínculos, no en balde  una autora como Boffill alerta que: “…aún persisten en  nuestros municipios debilidades como falta de comunicación y coordinación entre  los diferentes actores, desarticulación de los procesos de planeamiento, insuficiente  información y capacitación sobre gestión local de los dirigentes, falta de  perspectivas para poder solucionar los problemas por la vía del desarrollo  local” (Boffill 2010, p. 10). La superación gradual de esas contradicciones  hará más sostenible y profuso el empleo de los conocimientos relevantes en los  procesos de desarrollo local.
  Compartir el conocimiento es una acción que está ligada a su adquisición,  su desarrollo y al fomento de la capacidad de aprendizaje. Esta acción se  dirige a fortalecer habilidades para que los diferentes actores del desarrollo  local se apropien y desarrollen criterios y conceptos desde situaciones  prácticas que promuevan formas de compartir el conocimiento; con razón Humberto  Ríos (2011) considera que el nuevo conocimiento aparece en las interacciones.  Se hace prioritario fomentar la capacidad de las organizaciones locales para  potenciar al individuo como el principal ente que valoriza los procesos de  aprendizaje colectivo a través del desarrollo constante de sus conocimientos,  adaptándose a los cambios, incrementando su capacidad para desaprender y  aprender. 
  Es  un hecho comprobado que “…el papel activo del sujeto del conocimiento está  fuera de toda discusión...” (Núñez Jover 2007, p. 161). Esto no significa negar  que el conocimiento pueda apoyarse en bases de datos, programas, métodos  operativos, rutinas empresariales, etc; pero estos elementos son sólo soportes  materiales de un conocimiento que, en sus aspectos propiamente intelectivos,  está en las personas y en sus relaciones sociales lo que significa que el  proceso de gestión de los conocimientos tiene complejidades que lo hacen  diferente en cada lugar independientemente de que tengan correspondencias  conceptuales. Lo importante para potenciar el uso colectivo de ese conocimiento  que es tácito es crear mecanismos eficaces de socialización, en este aspecto la  importancia de lo comunitario como cualidad vuelve a manifestarse.
  En este proceso  es importante evitar el academicismo y los protagonismos indebidos y fomentar  el trabajo en red como principal premisa, buscar el conocimiento y permitirle  el flujo de manera natural facilitando el aprendizaje y el proceso de  apropiación “…con el deseo de mejorar el rendimiento de la transmisión del  saber diversificando las formas de la comunicación pedagógica y apegándose a la  cantidad de saberes realmente asimilados más que a la cantidad de saberes  teóricamente propuestos” (Bourdieu 1997, p. 79). 
  Según Rullani  (2000), la valorización del conocimiento plantea un dilema a su poseedor porque  para extraer valor del mismo es necesario acelerar su difusión lo que lleva a  la socialización del conocimiento que deviene, así, patrimonio común de  usuarios potenciales. La expresión de la madurez de los nexos comunitarios en  una organización o en una localidad estimula la necesidad de compartir el  conocimiento y revela la importancia creciente de las redes, porque "...no  sólo será importante la producción de conocimiento, sino la capacidad que se  logre para su distribución..." (Hernández y Coello 2007, p. 69).
  Nonaka y  Takeuchi (1999), consideran que la clave para compartir el conocimiento es la  existencia de un ciclo dinámico de conversión de tácito a explícito y de  explícito a tácito, a través de procesos de interacción social en grupos, en  contextos compartidos de relaciones emergentes. En el municipio, esos contextos  son las redes como espacios comunitarios de naturaleza crítica. La difusión del  conocimiento por medio de redes formales e informales es tan importante para el  desarrollo local como su generación. La conformación de las redes de innovación  y de conocimiento debe formar parte de las estrategias de desarrollo en la  agenda del gobierno local como procesos sistémicos que adquieren una expresión  en la vida, a nivel individual, comunitario y local a partir de la cooperación,  como elemento sustancial de lo comunitario que “…es esencial para el grupo como  oposición a la competencia en la que el otro siempre está en la posición de  adversario…” (Alonso et al, 2012:7). La competencia en el sentido de superar y  anular al otro es lo contrario al fortalecimiento de lo comunitario en el  empleo del conocimiento para el desarrollo local.
  La  acción de compartir el conocimiento se logra por medio de la creación y el  fortalecimiento de relaciones sinérgicas que apoyen el diseño de proyectos  sociales. Para Stiglitz (1998), el conocimiento y su gestión tienen como  objetivos desarrollar sinergias dentro del sistema. Las interacciones hacen  sostenibles estos procesos y fortalecen el patrimonio intelectual del municipio  y sus organizaciones. 
  También  es imprescindible potenciar la calidad de la comunicación entre todos los  actores sociales involucrados para que todos puedan establecer entre sí nexos  sólidos; siempre resulta oportuno desarrollar la habilidad de “… escuchar al de  las ideas, así sea un individuo medio loco, medio cuerdo, analítico y con gran  capacidad creativa para solucionar problemas desde una óptica que parece  ilógica para muchos de quienes le rodean, es quien logra ver lo que nadie ve a  donde todos miran” (Gómez Escobar 2008, p.1). Fidel Castro  añade a esto que “…el capital humano no se crea con egoísmo, estimulando el  individualismo en la sociedad” (Castro 2006, p. 705). Los ambientes más  favorables para el desarrollo son aquellos en los que se producen procesos  interactivos y cooperativos de aprendizaje y de innovación, donde la  comunicación se gesta sobre el respeto a la bilateralidad, a la diversidad de  criterios, encaminada a crear sinergias y no asimetrías. 
  En  las condiciones actuales de los municipios cubanos la forma más conveniente de  retener el conocimiento es su socialización efectiva entre las personas y las  organizaciones que lo necesitan ampliando su base social; por esa razón se  reitera que los decisores locales deben privilegiar la importancia al trabajo  en red estimulando espacios de socialización y diálogo de saberes, porque la  estructura técnica para el soporte informacional de esos conocimientos puede  ser insuficiente y la gestión del conocimiento es un proceso social que se produce  en las interacciones entre actores y las estructuras de la sociedad.
  En este aspecto son necesarias políticas más  efectivas en el tratamiento de los profesionales y de otras personas de saberes  y desempeños relevantes para evitar su éxodo, que fortalece a otros territorios  vecinos, pero contribuye a que en el municipio “se  produzca un proceso de descapitalización humana de alta calificación” (García  Cuevas, tomado de GUCID 2006, p. 25).  Los que dirigen en una organización o  localidad, deben entender que esas personas son vitales para ellos y el sistema  que dirigen y es necesario conseguir que puedan permanecer en él. 
  Sobre este asunto pueden ser válidas en los  diferentes contextos locales “…algunas políticas y prácticas orientadas a  retener a los miembros de la organización, por ejemplo: la participación y  libertad en la toma de decisiones; ofrecer medios y espacios para que los  trabajadores puedan desarrollar sus conocimientos; establecer sistemas de  recompensa equitativos; fomentar la existencia de valores compartidos; extender  la creencia de que cada miembro es significativo más allá de los propios  intereses organizacionales; fomentar un sentido del disfrute en el trabajo;  ofrecer la oportunidad de trabajar con profesionales de alto nivel; y otras  cuestiones también importantes como la estabilidad de los proyectos de  innovación o un horario que se adapte a los requerimientos de la tarea, sin  rigideces innecesarias” (Peris, Lloria y Méndez 2002, p. 11).  Sería además correcto promover diferentes  vías para mejorar la atención y el reconocimiento social a estas personas como  un medio para fortalecer su compromiso con sus territorios y organizaciones. 
   
Bibliografía
Visitado el 12 de enero de 2013. http://www.saap.org.ar/esp/docs-congresos/congresos-saap/cravacuore.pdf
http://www.scribd.com/.../durkheim-la-division-del-trabajo-social-caps-2-3-y-7-Libro-I.
http://www.externos.uma.es/cuadernos/pdfs/pdf146.pdf.
http://www.unctad.org/en/Docs/prebisch9th.en.pdf