LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

Rocío Esthela Urías Urías
Juan Manuel Mendoza Guerrero
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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CAPÍTULO VII.- RESULTADOS

6.1 Resultados del modelo del modelo de regresión

Los resultados del modelo de regresión lineal se obtuvieron de la siguiente ecuación:  

6.2 Significación global del modelo

En función de conocer la significación global del modelo, se realizó la prueba de hipótesis de igualdad de variables mediante el estadístico F obtenido a partir de la división de la varianza explicada entre la varianza no explicada bajo el siguiente supuesto:
Donde: (k −1) son los grados de libertad de la varianza explicada; (kn) los grados de libertad de la varianza no explicada.  En cuanto a la distribución F en tablas Gujarati y Dawn (2010), con un nivel de significancia de 5% y un nivel de confianza de 95% con 6 grados de libertad para el numerador (varianza explicada) y 18 grados de libertad para el denominador, notamos que 2.66.  Mientras que el resultado del cálculo de F empírica queda como sigue:

Por tanto, tenemos que , lo cual indica que este modelo econométrico si es globalmente significativo porque en efecto existe una relación de cada una de las variables exógenas con la variable endógena.

Por otro lado, se obtuvo además la prueba del coeficiente de Wald la cual reflejó un F estadístico de 32.56 y una  de 32.56 con un probabilidad de casi cero para ambos (véase tabla 20). Ello indica que en tanto la probabilidad es menor que el nivel de significancia tomado (5%) se rechaza la hipótesis nula, rechazando así la igualdad entre los parámetros.

   Los residuos de la regresión parecen estar simétricamente distribuidos. Al aplicarse la prueba Jarque-Bera, se hace evidente que el estadístico JB es casi de 0.6152, y que la probabilidad de obtener tal estadístico con el supuesto de normalidad es alrededor de 73% (véase figura 36). En consecuencia no rechazamos la hipótesis de que los términos de error están normalmente distribuidos.

Dentro de los resultados generales del modelo, el coeficiente de correlación (R2) obtenido indica que las variables exógenas tomadas explican en un 94% el modelo. La probabilidad de F- estadístico con valor cercano a cero, demuestra que el modelo es confiable y que es representativo de la situación en que se relacionan las variables. Por otro lado, la gráfica de residuos (véase figura 37) presenta un buen ajuste entre los valores reales y los estimados, esto se debe a que la bondad de ajuste del modelo es de alrededor del 94%.

6.3 Un análisis prospectivo

En consideración de los resultados generales, y notando que las variables resultaron significativas se permite deducir que según la ecuación de mínimos cuadrados ordinarios:
Soberanía alimentaria vs volumen de agua para regadío
De mantenerse sin variación las demás variables, por cada incremento de 1 tonelada de producción agrícola disminuye la disponibilidad en el volumen de agua en 46.45 m3.  Consecuencia de ello es la alta demanda del recurso hídrico para la agricultura de regadío. Actualmente los mayores demandantes de agua son los municipios de los valles: Ahome, Guasave, Navolato y Culiacán, mientras que el resto mantiene una agricultura concentrada principalmente en tierras de temporal con una baja contribución al volumen total de la producción estatal (véase figura 38).  Existe una gran disparidad en la distribución de los volúmenes de agua, lo cual es una contrariedad, ya que mientras el agua se captura y almacena en los municipios de la sierra, estos quedan desprovistos del recurso en función de alimentar la imparable dinámica de agricultura de exportación de los municipios de los valles.
Es por tanto, que a falta de agua y aunado a las vulnerables precipitaciones que registra Sinaloa, los municipios de Badiraguato, Choix, Concordia, San Ignacio, Cosalá y Rosario, entre otros, contribuyen en menor grado a la soberanía alimentaria estatal. Por otro lado, la presencia de sequias vulnera también la producción en los espacios irrigados debido a una clara reducción sobre la oferta de agua de las presas.
Bajo este contexto y considerando que los resultados del proyecto de J. curcas indican que la planta no es comercialmente viable para condiciones de temporal, ello repercutiría negativamente en una mayor demanda de agua a medida que incrementaran las plantaciones, en el entendido que en su mayor parte las siembras se proyectan para sistemas bajo sistemas de riego por goteo (véase figura 39).  Con ello se generaría  una mayor disputa por el recurso, además que resultaría una contradicción utilizar agua para plantaciones energéticas, y no para la trastocada producción de alimentos en los municipios de la sierra.  Es por tanto un efecto dominó, ya que si incrementa la demanda mundial de biocombustibles, incrementarían también los cultivos energéticos, así como la demanda del recurso hídrico y un menor acceso a los alimentos producidos en la región.

Soberanía alimentaria vs trabajadores del sector primario
Según la estimación, de continuar las demás variables sin cambio, para un incremento de 10,089 toneladas la producción agrícola, implica incorporar 121 jornaleros.  Sin embargo, habría que considerar que ante la ausencia de registros por municipio, la base de datos utilizada no contempla los jornaleros que inmigran cada año de manera temporal a la actividad agrícola de Sinaloa. Pese a ello, la mano de obra respecto a la productividad de cada municipio es representativa.
El número de trabajadores del sector primario registrados ante el IMSS se concentra en los municipios de los valles agrícolas: Culiacán, Navolato, Guasave y Ahome quienes captan año con año a miles de jornaleros (véase figura 40).  Mientras tanto, al son de la baja productividad, en el resto de los municipios también se tiene baja captación de mano de obra, especialmente en los ubicados en la región serrana: Badiraguato, Choix, Cosalá, Concordia, Salvador Alvarado, San Ignacio y Sinaloa quienes juntos concentran solo el 2.1% de la mano de obra agrícola captada en el estado.
Aun a pesar de la gran dotación de recursos naturales existentes en sus límites geográficos, no existen las condiciones económicas e infraestructura productiva para ofertar empleos dignos. En tales regiones, la actividad agrícola ha pasado a ser un bien hereditario más dentro del patrimonio en el que se desenvuelven.  Ante el palpable declive de la agricultura de temporal, para dicha región el uso de la tierra queda incrustado por mera convicción cultural como vía a dar continuidad al trabajo heredado por la familia. Es por tal motivo, que su permanencia en la agricultura no radica esencialmente en la remuneración económica que esto atraiga, sino más bien en la tradición y cultura que la dinámica productiva conlleva para sus comunidades. En dichos municipios la producción gira en torno a una diminuta producción de maíz, frijol, calabacita, entre otros, que sirve para el autoconsumo, o bien, el sorgo que sirve de alimento para ganado, o en su defecto, para la venta al por menor debido a que por cada ejidatario o comunero el número de hectáreas ronda entre 5 y 10, lo cual los deja en desventaja frente a los grandes productores. 
En los últimos años, desde los estragos que ha dejado la implementación de políticas neoliberales sobre la agricultura rural de Sinaloa, los campesinos demandan una diversificación de las actividades productivas a partir de la generación de proyectos que derramen en su forma más generosa una mejora socioeconómica para la población.  Sin embargo, hasta la fecha las estrategias de política estatal no han direccionado congruentemente su mirada hacia las problemáticas agrícolas presentes en la serranía del estado. Lo más próximo, es la estrategia para producir J. curcas comandada por la filosofía de “energía verde”.  (véase figura 41).  Según los resultados del proyecto, las plantaciones prometen una generosa oferta de empleo, ya que es de los pocos cultivos que demandan una fuerte mano de obra,  especialmente para las podas y cosechas del fruto.
Si bien, ello podría captar una cuantiosa mano de obra, una derrama económica y la recuperación de muchas de las tierras agrícolas que actualmente se encuentran en estado ocioso, esto también podría ahondar la problemática debido a las condiciones productivas presentes. Como lo muestra el gráfico, además de un diminuto número de trabajadores agrícolas registrados, se tiene también una efímera contribución a la soberanía alimentaria de cada municipio, por tanto ¿qué tan congruente sería direccionar una estrategia agrícola hacia la captación de mano de obra para la producción de cultivos energéticos y no para el despunte de la trastocada producción de alimentos?
Además de ello, según la lógica capitalista toda estrategia productiva va encaminada hacia la reducción de costos a partir de una menor utilización de mano de obra.  Como ocurre en Brasil con la caña de azúcar o bien en Argentina con la soya, donde la producción para ambos casos ha tomado una modalidad de monocultivo a fin de mejorar las utilidades.  Lo mismo podría ocurrir a mediano y largo plazo con las plantaciones de J. curcas, ya que según (Angulo, 2013) en algunos lugares ya se está implementado el uso de maquinaria apta para la cosecha mecanizada de J. curcas.
Soberanía alimentaria vs uso de agroquímicos
La agricultura sinaloense muestra una fuerte dependencia a los insumos químicos. El valor del coeficiente obtenido en el modelo de regresión permite inferir que ante un cambio de una tonelada de producción agrícola, se requiere del uso de 65.4 kilos de agroquímicos. Las variaciones en los volúmenes de producción del estado se asocian en un 84% a las variaciones en el consumo de agroquímicos. 
Por ejemplo, Culiacán, Ahome, Guasave y Navolato son los municipios que concentran el 62% del uso de agroquímicos, a la par que son los que presentan mayores niveles de productividad, a diferencia de Badiraguato, Choix, Cosalá, Salvador Alvarado, entre otros, quienes hacen un bajo uso de agua y agroquímicos y reflejan bajos niveles de producción agrícola (véase figura 42). Pese a que el uso de agroquímicos eleva los niveles de productividad en el estado, es necesario reparar en las implicaciones que su uso trae consigo, como: erosión de suelos; daños sobre la salud de los jornaleros y las poblaciones aleñadas a los cultivos1
Bajo este contexto repleto de daños y contradicciones, las plantaciones de J. curcas requerirían de un análisis más estricto. Rosset (2004) advierte que el modelo capitalista dominante basado en monocultivos a gran escala requiere de gran cantidad de insumos químicos. Por tanto, a medida que el cultivo de J. curcas se posicione altamente redituable, se demandará no solo tierra convirtiéndolo en monocultivo, sino un mayor uso de agroquímicos, lo que terminará por afectar aún más los ecosistemas presentes en el estado (véase figura 43).

Soberanía alimentaria vs superficie sembrada en temporal
Desde hace dos décadas, la producción agrícola en superficies de temporal en Sinaloa ha venido decayendo a favor de la adopción de modos de producción capitalista que demandan tierras irrigadas para la producción de exportación en su mayor parte. Los resultados en este modelo ratifican dicha situación. Pues si la producción agrícola aumenta en 1 tonelada, la superficie sembrada en temporal disminuye en 7.4 hectáreas contribuyendo solo en un 35% a la soberanía alimentaria de Sinaloa.
Ello se debe a la priorización y concentración sobre la producción de los valles agrícolas, lo cual ha dejado en incipiente postura a la producción temporalera de  municipios de la sierra como Choix, Badiraguato, Sinaloa, Cosalá, Concordia, entre otros (véase figura 44), quienes contribuyen en menor medida a la producción alimenticia estatal, enfocándose solo al uso de sus tierras para la producción de sorgo.
Con la entrada de modos de producción capitalista las tierras de temporal quedaron fuera del cálculo de la economía por su precaria y deficiente contribución incrustándolas bajo el concepto de “tierras marginales”, no por la falta de fertilidad, sino más bien por la ausencia de condiciones de infraestructura hídrica, tecnológica y de transporte. Sin embargo en una era de incertidumbre energética, los agrocombustibles como J. curcas reintroducen dentro del cálculo económico a tales “tierras marginales”, apostándolas como una oportunidad de desarrollo para los municipios de la sierra pese a que los rendimientos en campo indican que las plantaciones no serán comercialmente viables en estas condiciones por sus bajos rendimientos (véase figura 45). Por tanto, ¿qué tan lógico resulta considerar estas tierras para la producción de “energía verde” y no para recuperar la producción alimenticia?
Soberanía alimentaria vs pobreza alimentaria
La lógica implica que ante mayores niveles de producción alimenticia tiende a disminuir la pobreza alimentaria de la población.  El valor del coeficiente obtenido en este modelo de regresión permite inferir que por cada incremento de 1 tonelada de producción agrícola disminuye la pobreza alimentaria de 3 a 4 personas.  Sin embargo, la variable pobreza alimentaria tiene un grado de debilidad del 17% en relación a la soberanía alimentaria debido a que en la problemática alimentaria influyen también factores económicos como la vulnerabilidad de ingresos.
Es un tanto ilógico que pese a los altos volúmenes de producción agrícola que presenta Sinaloa, haya tan altos niveles de pobreza alimentaria, en especial en los municipios de los valles agrícolas Culiacán, Guasave y Ahome (véase figura 46), quienes concentran un poco más del 40% de la población en extrema pobreza, y que además carecen de acceso a los alimentos producidos en la región. Para estos casos, la pobreza alimentaria se explica porque la mayor parte de la producción agrícola de Sinaloa se destina al mercado de exportación, dejando no solo en una nula disponibilidad de alimentos a la población del estado, sino que también los productos son ofertados a precios elevados lo que posiciona en mayor dificultad de acceso alimenticio a la población con vulnerabilidad de ingresos.
Eso por un lado, pero en otro escenario también se encuentran algunos municipios serranos con alto grado de pobreza alimentaria, pero con bajos niveles de producción alimenticia.  A lo cual, aquí resultaría lógico incrementar la producción agrícola en función de disminuir el número de personas en pobreza alimentaria (véase figura 46).  Si bien el declive en la producción agrícola de estos municipios ha sido acompañado por la vulnerabilidad climática, también ha influido el cambio de estrategias productivas mediante un giro en el patrón de cultivos. Los efectos de tales acciones han profundizado las fisuras sobre su base productiva, los cuales hasta el momento siguen la lógica del mercado descuidando su autonomía de producción y comercialización. 
Por tanto, en medio de este panorama, un cuello de botella que enfrentaría J. curcas en Sinaloa sería asegurar la disponibilidad y acceso a los alimentos, tanto física como económicamente. Aun considerando que el proyecto postula la utilización “modesta” de 3,000 hectáreas para las plantaciones de J. curcas,cabe la posibilidad a mediano y largo plazo de un incremento de la superficie a usar a medida que aumente la demanda de biocombustibles. Por lógica, ello llevaría a una mayor reducción de la producción alimenticia, y por ende a una menor disponibilidad y acceso a los alimentos producidos localmente.

1 Nota periodística. << Aumentan muertes por la contaminación de agroquímicos>> en: http://www.eldiariodelosmochis.com.mx/movil/publicacion.php?id=92319