LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

Rocío Esthela Urías Urías
Juan Manuel Mendoza Guerrero
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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5.3 El Sinaloa dividido: la otra cara de la moneda

La preferencia por modos de producción agrícola capitalista ha dejado en estado “inexistente” a la agricultura tradicional y de subsistencia. Si bien por un lado se tiene un Sinaloa productivo, a la vanguardia en la tecnificación agrícola y en la adopción de novedosos modelos de producción, por otro lado, es visible un Sinaloa con una agricultura de temporal fisurada por la implementación de políticas de corte neoliberal que de forma reacia prioriza a la agricultura comercial y competitiva.
La agricultura de Sinaloa, al igual que la del resto del país, sigue circunscrita y regida por un espacio concentrado y desigual regido por dos modelos de producción agrícola: el de desarrollo rural y el de agricultura comercial (Aguilar, 2003). Es en base a estos dos modelos que la soberanía alimentaria surge como medida de confrontación. El primero está basado en la economía familiar campesina y el otro es de tendencia neoliberal. El modelo de agricultura familiar se ve como un anacronismo ineficiente que debería desaparecer, mientras que el otro se visualiza como la base de las economías locales y del desarrollo económico nacional (Rosset, 2004).
En Sinaloa, la agricultura comercial se concentra en los espacios irrigados (Ahome, Guasave y Culiacán) quienes tienen el 78% del valor de la producción agrícola estatal. Mientras tanto, la mayor parte de la agricultura campesina se ubica en los municipios de la sierra quienes poseen la mayor parte de la superficie agrícola de temporal (Badiraguato, Choix, El fuerte, Sinaloa, Mocorito, Cosalá, San Ignacio y Concordia) (véase figura 11).
La diferenciacion se enmarca a partir de los cambios en modernización y tecnificación del campo, incluido aquí el TLCAN. Las consecuencias se gravaron en una mayor disparidad entre pequeños y grandes productores. Los primeros quedaron rezagados ante su insuficiencia en recursos económicos y tecnológicos, mientras que los segundos consolidaron y cimentaron sus sistemas de producción en base a nuevas tecnologías.
Los modos de producción capitalista cargados de paquetes tecnológicos, han permitido consolidar un modelo agrícola enfocado a la siembra de productos hortícolas y granos de altos rendimientos (Aguilar, 2003). Mientras que en los valles irrigados se producen 10.5 toneladas de maíz por hectárea, en las superficies de temporal apenas y se obtiene 1.5 (SIACON, 2012).
Este otro Sinaloa, como lo llama Lizarraga et al (2010) es quien mayormente ha sufrido las políticas de libre mercado. Las consecuencias derivan desde la reducción en el nivel de aranceles a la importación de productos agrícolas de 1987, seguido del retiro de Conasupo en 1989 1, y finalmente la puesta en vigor del TLCAN terminó por ahondar las dificultades y contradicciones sobre la pequeña producción agrícola (Calva, 1997).
La introducción de productos abaratados dejó incompetente a la pequeña producción campesina.  Además, que su diminuta producción quedó comprada y controlada por unas cuantas empresas importadoras de maíz, quienes inciden en la determinación de los precios domésticos 2. En Sinaloa, los principales compradores de maíz son Cargill, Maseca, Finco-Minsa, ADM, Columbia y algunos compradores pecuarios (De Ita, 2003).
Ante la inviabilidad de la pequeña producción, en Sinaloa muchos productores   prefieren vender o rentar sus tierras, pues les es más redituable rentarlas que hacerlas producir. Ello debido a que sus cosechas terminan tan abaratadas que en muchos de los casos ni siquiera les alcanza para cubrir los costos de producción.  A partir de tal situación, se pronuncia el fenómeno de concentración tierras.
A diferencia de los pequeños productores y campesinos, los grandes productores obtienen rentas diferenciadas en el proceso de produccion y comercializacion. Los productores de los valles agrícolas captan la mayor parte de los recursos económicos gozando además de elevados subsidios a la comercialización. Ello les asegura una buena parte de su ingreso.  Un empresario agrícola que renta tres mil hectáreas, produce alrededor de 25,000 toneladas de maíz, por las que recibirá 10 millones de pesos como subsidios a la comercialización. Esto causa serios desequilibrios en los productores pequeños y de subsistencia, quienes solo quedan atendidos por los subsidios otorgados por el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO).  
Ante este tipo de desigualdades, y en sintonía con su principio de reforma agraria, la soberanía alimentaria defiende el control en el aprovisionamiento de créditos, tecnología, mercados y servicios de extensión, cuidando que los gobiernos establezcan y apoyen sistemas descentralizados de crédito rural que prioricen la producción local de alimentos. Sin embargo, la implementación de políticas neoliberales prioriza a la agricultura comercial de exportación a costa de la producción local campesina.
Los cambios de política que han girado en torno a la pequeña producción han causado un declive sobre la producción de granos básicos en comunidades rurales. De 1980 al 2012, el maíz de temporal cayó en un 64% y el frijol en 84% a favor de un incremento sobre la producción de sorgo grano y sorgo forrajero (véase figura 12). Prueba de ello es que en Sinaloa los municipios con el mayor porcentaje de superficie de temporal utilizan sus tierras para la producción de forrajes y pastos. Choix, Cosalá, San Ignacio y Concordia tienen alrededor del 50% de volumen de producción de pastos; Badiraguato un 66% de sorgo grano; Cosalá y San Ignacio un 40% y 30% respectivamente.  La producción de maíz temporalero se concentra en El Fuerte y Sinaloa quienes reportan alrededor del 50% en su volumen de producción total. En cambio, el resto de los municipios practica una efímera producción de maíz, usada por lo regular para el autoconsumo o para alimentar al propio ganado (véase figura 13).
Otro aspecto a considerar es que la agricultura de temporal campesina ha sido minada no solo por las crisis recurrentes de la economía, sino también de las perturbaciones naturales, como sequías, inundaciones y heladas que han hecho más disímil la explotación agrícola de temporal. Según Hirata et al (1989), esto representa una situación multifactorial que ha colocado al ejidatario temporalero y de subsistencia en serios problemas de sobrevivencia económica y cultural. 
Al final el campesino es quien sufre las consecuencias de un modo de agricultura capitalista.  Díaz Coutiño (2004) indica que este tipo de productor se distingue por dos características: son oferentes de su propio mercado y son demandantes excluidos tanto del progreso técnico, como del progreso económico, dicho en sus propias palabras:
Para los productores que detentan la superficie cultivable y la producción de alimentos básicos que se pierden entre las grandes superficies de cultivos comerciales, localizadas en los faldones de la sierra Madre Occidental, o en los lugares más adentrados de la misma, el progreso técnico resulta ser una trivialidad. Estos agentes económicos poco han aprovechado de los alcances del crecimiento económico, aunque de sus recursos naturales se desprenda la oferta de uno de los insumos más importantes para el cultivo de bienes exportables: el agua.  Así, esta gente sin historia enfrenta su tragedia.  Es decir, de esta manera están condenados a sobrevivir en la subsistencia que es la que define los límites entre la vida y la muerte.
Por otro lado, las actividades vinculadas al narcotráfico profundizan el rezago de la población del campo, tomando ventaja de la pobreza presente en la región. Tal como se hace alusión al panorama de los “altos de la sierra sinaloense”;  “en la sierra de Sinaloa, la miseria es abono para el cultivo de drogas”3 , en dicha zona gran parte del territorio se destina a narcocultivos como mariguana y amapola.  Enfrentados pues a un panorama de alta incertidumbre y escasez de actividades económicas, la mayoría de los agricultores han tendido a abandonar, rentar o vender sus tierras y emigrar si bien hacia los municipios de los valles que concentran el 24.24% de la fuerza laboral en actividades primarias, o en su defecto a otros estados, o bien a Estados Unidos (Lizárraga, 2004).

5.3.1 Pobreza alimentaria en un estado agrícola

La pobreza alimentaria que se vive actualmente en muchos municipios de Sinaloa, connota de marcadas contradicciones a una entidad que se autoproclama “estado líder en la producción de alimentos”. Es incongruente y absurdo a la vez la presencia de hambre en medio de una entidad dotada de altos niveles de producción agrícola y contenedora de la mejor tecnificación del país. Es una situación multifactorial que acelera paulatinamente la inseguridad alimentaria en el estado. Torres (2001), señala que la inseguridad alimentaria se ve amenazada por un juego de intereses conformado al menos por cuatro elementos que atentan sobre la disponibilidad, estabilidad y acceso a los alimentos:
(…) por un lado las condiciones internas de la política económica que han generado insuficiencia de oferta agropecuaria para satisfacer la demanda interna de alimentos; en segundo lugar la crisis económica recurrente que deteriora los niveles de ingreso y concentra la riqueza de tal manera que el acceso a los alimentos se ve severamente restringido en diversas regiones y para grupos muy amplios de la población; en tercer lugar los factores externos donde los agentes económicos más fuertes implementan estrategias de manipulación de los mercados agrícolas, con lo cual están en posibilidades de desabastecer los mercados locales e incidir en la generación de riesgos y finalmente un posible escenario de desaceleración abrupta de la economía junto con una insuficiencia alimentaria interna donde el valor de las importaciones alimentarias sobrepase los límites de valor convencionalmente aceptados para las exportaciones totales (Torres, 2001).

La pobreza alimentaria de Sinaloa ha ido en incremento. En el 2010, 450 mil personas vivían en pobreza alimentaria 4, mientras que para el 2013, el número de personas que carecen de acceso a la alimentación incrementó a 674 mil 604 5 según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Durante el 2010, las zonas con mayor atención en ayuda alimentaria fueron los municipios de Choix, Sinaloa, Badiraguato y Cosalá, lo cual resultaba lógico por el declive agrícola y la carencia de actividades económicas que se ha vivido en los municipios de la sierra durante las últimas dos décadas. Sin embargo, para este año se sumaron los municipios de Ahome, Guasave, Culiacán, Mazatlán, Navolato, Mocorito y el Fuerte, de los cuales resulta muy preocupante asimilar que en algunos de los municipios donde se ubican los extensos valles agrícolas del estado haya carencia alimentaria.6
Tan solo en Guasave el 30% de su población se triplicó en pobreza alimentaria, siguiendo Ahome 26%, Navolato 21% y Culiacán 21% (véase figura 14). Por ejemplo, en Culiacán hay 110 mil ciudadanos que viven en pobreza alimentaria, los cuales se encuentran en la periferia y las zonas rurales. Para muchos analistas es sumamente preocupante e incongruente que la política de la cruzada contra el hambre haya llegado a un estado altamente agrícola, sin embargo la desagradable realidad es palpable.
Para los municipios de los valles agrícolas, la inseguridad alimentaria no es un problema de oferta–demanda, sino de las asimetrías en las condiciones de acceso que se ve afectado por una alta vulnerabilidad de ingresos y por otro lado, por el desequilibrio que causa el control internacional del abasto y precios de los principales productos alimenticios.
Actualmente, la población que habita en los “municipios desarrollados” presenta alta vulnerabilidad en sus ingresos, lo cual limita el acceso a una adecuada alimentación. Según datos de CONEVAL, de un total de 212 922 personas con alta vulnerabilidad de ingresos, el 60% se concentra en los municipios de Ahome, Guasave, Culiacán y Mazatlán (véase figura 14).  Es por tal que Torres (2001) encuadra la idea de que la percepción en los problemas de disponibilidad de alimentos van más allá de las deficiencias observadas en la estructura productiva sectorial, sino que otro de los problemas clave que ahondan más la vulnerabilidad alimentaria es la difícil accesibilidad a los alimentos.
Según Arturo Torres Santillán, presidente del Banco de Alimentos de Culiacán, el problema de la pobreza alimentaria que se sigue presentando en el estado deriva esencialmente del inadecuado aprovechamiento de recursos naturales y de  materias primas que se producen 7. Para muchos, dicha percepción se connotaría un tanto obsoleta, sin embargo aún sigue manteniendo un valor intrínseco, por lo cual no se podría descartar la importancia del eficiente uso de los recursos naturales de la región en función del incremento productivo agrícola. El declive productivo en la agricultura de temporal, derivado del cambio en el patrón de cultivos y de las vulnerabilidades climáticas, da muestra clara de dicha percepción, pues buena parte de la producción agrícola es asumida para el autoconsumo.
Además de esta crucial problemática, la carestía de alimentos en los municipios de la sierra se entrecruza con “mil y un factores”, pues ni disponibilidad y suficiencia en la oferta de alimentos, ni mucho menos las condiciones económicas para el acceso a una adecuada dieta alimenticia. Así lo indica Torres (2001):

Son las zonas rurales que producen para el autoconsumo quienes más expuestas se encuentran a la inseguridad alimentaria, toda vez que la mayor parte de su producción se canaliza al mercado para satisfacer sus propias necesidades, lo cual no logran por el intercambio desfavorable de precios; más bien deben complementar sus necesidades comprando productos que son más caros y esto los coloca en una situación de déficit permanente, más aún porque su baja productividad e ingresos provocan un alto grado de subconsumo, malnutrición, deficiente salud y endeudamiento llevando a un limitado desarrollo humano, competitividad y reproducción económica.

Es bajo este contexto que la soberanía alimentaria viene en picada desde hace más de una década. Por ejemplo, del 2003 al 2013 en Choix se dejaron de sembrar 1,931 hectáreas de maíz, 2, 357 en El Fuerte y 9, 301 en Sinaloa. Situación similar sucede con el frijol y otras especies alimenticias. Además de esto, los municipios de la sierra se encuentran dentro de los principales con la población en pobreza extrema. Por si fuera poco, mantienen un alto porcentaje de su población sin acceso a la alimentación: el 31.6% en Choix, el 31.3% en El Fuerte y el 35.7% en Sinaloa. Según CONEVAL estos municipios presentan un rango de alto riesgo nutricional debido a que tanto el trastoque productivo como la vulnerabilidad de ingresos les imposibilita acceder a una adecuada alimentación.

Cerca del 60% de sus ingresos son utilizados para la alimentación de la familia. En muchos de los casos ni siquiera alcanza para la compra de productos que complemente una dieta balanceada de alimentos. Tanto verduras, frutas, carnes, huevos y productos lácteos son ahora productos de lujo para la población con alta vulnerabilidad de ingresos. Para comprar un kilo de queso necesitan un salario mínimo, para un kilo de carne o de camarón ocupan dos salarios mínimos. Ello resulta un tanto incongruente. En primera porque buena parte de estos productos el campesino solía producirlos y ahora tiende a demandaros de las ciudades, y en segunda, porque mientras en los valles agrícolas del estado se producen la mayoría de dichos productos, estos entran en un círculo vicioso del capital en el que la producción se prioriza para exportación, o bien una parte queda para el suministro de la población urbana y rural, pero a precios extremadamente elevados.

Al final, todo ello repercute en cambios sobre los hábitos alimenticios de la población urbana y rural. Richard M. Mirsky y Francisco Entrena señalan que los hábitos alimenticios se producen y reproducen socialmente, y son resultado del influjo de la globalización que propicia la pérdida de soberanía alimentaria a través de disturbios sobre los medios de producción, cambio tecnológico e influencia cultural llevando consigo una reducción en el flujo de ingresos para los pequeños agricultores, así como en cambios sobre el qué, cómo, para quién y cómo se producen y consumen los alimentos. Actualmente, la alimentación ha quedado encuadrada sobre los productos de alto contenido en harinas refinadas de cereales complejos, azúcar refinada, aceites vegetales, además del consumo elevado de comida chatarra comercializada por empresas transnacionales (Otero, 2013).

Según Entrena (2008), el consumo alimenticio ha dejado de estar limitado a los cultivos tradicionales de cada país o territorio local. En pueblos rurales, los cultivos y productos como la calabacita, tomate, ejotes, quesos, panelas, entre otros, quedan paulatinamente bajo los escombros. Es ésta globalización quien lleva a una deslocalización y des estacionalización de las dietas, y a la vez a la extensión de hábitos de consumo cada vez más parecidos a los de la población mundial. Es por tal que ahora en las comunidades rurales no es raro ahora ver un consumo elevado de refrescos, la compra de enlatados y leche industrializada por ejemplo. Así bien, las consecuencias homogeneizadoras de la globalización sobre la alimentación afectan a tal grado que acaban por dañar la soberanía alimentaria de la población en un contexto de producción local. Es por tal que Rubio (2011) afirma que pese a que la economía campesina se basa en la capacidad comunitaria para producir sus alimentos, su autosuficiencia alimentaria declina año con año.

Las familias que abandonaron la siembra de granos, ahora tienen que comprar el kilogramo de maíz y frijol a precio elevado. La disponibilidad de maíz para autoconsumo se carcome paulatinamente. Ahora las tortillas caseras que solían elaborarse desaparecen de la mesa familiar. La mayoría de las familias ahora las adquiere de las tortillerías más cercanas. Por otro lado, cultivos y productos para el autoconsumo como el ejote, las calabacitas, tomates, quesos, leche, panela, carnes, entre otros, se escasean y tienen que ser comprados en la tienda local a precios estratosféricamente elevados. Ya ni la ganadería funciona como actividad económica remunerativa y de autoconsumo. Las familias ya no cuentan con la estabilidad económica para mantener “unas cuantas cabezas de ganado”, por lo que terminan por venderlas8 .

Bajo éste contexto de inaccesibilidad física y económica, hay ocasiones en las que la alimentación se limita sólo a tortillas con sal acompañadas con un plato de frijoles y un trozo de queso ¡si bien les va!9 Así pues, la abundancia de alimentos de la década de los 90’s ya no existe. La dieta alimentaria de las familias rurales presenta ahora una fuerte dependencia de los productos de la ciudad que marchan al ritmo de la tasa inflacionaria de las transnacionales.

En este sentido, buena parte de la pobreza alimentaria que vive Sinaloa se deriva de su alta dependencia hacia el mercado de exportación de productos agrícolas, pues tiende a asegurarse primero el mercado exterior, antes que el mercado local y la autosuficiencia alimentaria, y todo por una obstinada filosofía de acumulación de capital e interminable lucratividad. Así lo señala Barking (1991):
“La difusión internacional de modernas tecnologías agrícolas se introdujo a la economía local provocando fisuras y contradicciones en las redes culturales y las estructuras productivas de los entornos inmediatos donde se desarrollaba la agricultura para exportación; así como desequilibrios en los ecosistemas. La modernización de esta agricultura implicó sembrar la semilla de la heterogeneidad en el seno de la agricultura, en tanto actividad general.  Aún más, desarrolló una fuerza restrictiva que la obligó a alejarse del objetivo de la autosuficiencia alimentaria”.
Del 2005 al 2008 Sinaloa vivió una alta dinámica en exportación de productos agroalimentarios, mismos que en su mayoría son enviados a Estados Unidos. Por obviedad el desabasto alimenticio dejado, habría de cubrirse con un incremento de importaciones agroalimentarias al estado, que llegaron a más de 10 millones de pesos para el 2008 (véase figura 15). En teoría Hewit (1992) dice al respecto que:
En un mercado internacional perfectamente balanceado, el aumento de las exportaciones se contrarrestaría con importaciones de los bienes alimenticios necesarios para satisfacer la demanda local. Pero en una situación de recursos locales escasos y un mercado internacional volátil, saturado o restringido, el aumento en el intercambio puede implicar una creciente vulnerabilidad al sistema alimentario (Hewit, 1992, citado por Torres, 2001).

Una reducción en las importaciones, si bien abonaría a favor de la autosuficiencia alimentaria de la entidad, no necesariamente es reflejo de una seguridad alimentaria. La inseguridad alimentaria no solo viene ligada a la deficiencia productiva regional, sino también a la vulnerabilidad económica que permea a la población dejándola en incapacidad para acceder a alimentos que siguen la lógica de los precios alcistas emanados por intereses internacionales (Hewit, 1992, citado por Torres, 2001). Así lo reconoce el presidente del Banco de Alimentos de Culiacán, Arturo Torres Santillán:
“Lamentablemente no todos tenemos acceso a los alimentos que se producen en el estado. La mayoría de los productos que se generan en el campo sinaloense se comercializan, entran a un proceso al que no se tiene acceso si no hay recursos económicos”.
Es por ello que Torres (2001) señala que en el nivel más general, está situación está asociada a un problema de vulnerabilidad social, la cual se ubica en problemas de accesibilidad a los alimentos cuyo origen está esencialmente en manos de las asimetrías del desarrollo a costa de toda la estratificación de la base  económica, social y productivas de las regiones.

5.3.2 Soberanía alimentaria y la explotación de recursos naturales en Sinaloa: agua y tierra

Dentro de sus principios, la soberanía alimentaria demanda la protección y uso sostenible de los recursos naturales: agua, tierra, semillas y razas animales. Esto nos obliga a analizar los factores productivos de Sinaloa frente a la demanda de agrocombustibles.

La explotación de los recursos naturales en Sinaloa es por demás crítica. Son más de 100 años de explotación continua de agua y tierra para la actividad agrícola. El agua, en tanto es un recurso natural para la sobrevivencia del ser humano, se ha connotado como un bien que fácilmente puede ser apropiado y explotado en pro de la función acumulativa del capital. Si bien la estructura económica de Sinaloa se destaca por su agricultura de exportación, ello no significa que tales recursos seguirán disponibles por largo tiempo, sino más bien ya se encuentran en los umbrales de su agotamiento (Díaz Coutiño, 2004).

Díaz Coutiño (2004), señala que la abundancia y escasez del recurso se confunden por la enorme ignorancia social sobre la importancia de estos valores naturales y la rapiña de que son objeto por formas diversas del capital. Hasta el momento,  los planes estatales de desarrollo continúan delineando sus políticas en torno a la abundancia de recursos naturales como vía hacia el crecimiento y desarrollo económico. Es en tanto, una actitud política obstinada, negándose a creer que tanto el agua como la tierra se encaren cada vez más.

Sinaloa cuenta con 11 ríos, los cuales son fragmentados para abastecer del recurso hídrico al total de las presas de la entidad (véase tabla 9), y éstas a su vez a la agricultura comercial.  La presencia de once ríos y doce presas muestran el potencial hidrológico del estado, claro, siempre y cuando el comportamiento climático no vulnere la captación de agua. 
Precisamente, ésta ha sido la mayor problemática, pues las precipitaciones en la región tienden a ser muy vulnerables al cambio climático. Es por ello, que los buenos temporales no distinguen a Sinaloa debido a sus bajos niveles de precipitación pluvial y la aleatoriedad de las lluvias. Según López y Trujillo (2003), de 1941 a 1996 la precipitación pluvial ha sido en promedio de 750 milímetros, pero en el período específico de 1986-2000 tan sólo fue de 694, y en los últimos años se han padecido con más frecuencia temporadas de fuerte sequía; al menos que los mismos efectos del cambio climático dejen venir huracanes como el suscitado “huracán Manuel” de septiembre del 2013 que vino a incrementar claramente el almacenamiento de agua en la entidad (véase figura 16).

Bajo éste contexto, la capacidad total de las presas ha disminuido. Tan sólo del 2003 al 2011 el volumen almacenado disminuyó en 9.1% equivalente a 1,353 millones de m3 lo que repercutió sobre la oferta de agua para la agricultura (véase figura 17). Aguilar (2004), señala que los sucesos ambientales han generado crisis para la economía agrícola regional. Basta recordar las sequías de 1987 y 1988 que provocaron la no cosecha de más de 300 mil hectáreas de temporal y la no siembra de alrededor de 350 mil hectáreas en superficies de riego.
Ante dicha situación, las repercusiones se tienen en una reducción sobre el agua distribuida para la agricultura. Es por tal que en el periodo 2011-2012, la superficie sembrada bajo riego disminuyó 476,631 hectáreas para el periodo otoño-invierno, mientras que la de primavera-verano ha quedado en nula representación. De la superficie no sembrada en dicho periodo, alrededor de 450 mil fueron de maíz, 82 mil de cártamo, 75 mil de sorgo y 45 mil de frijol, además de las hortalizas (chile, tomate y calabaza) 10. La cosecha de maíz llegó solo a 3.6 millones de toneladas, muy por debajo de la cosecha del 2008 donde se tuvo 5.3 toneladas (SIACON, 2012).  Los distritos de riego 074, 063 y 109,  tuvieron restricciones de hasta 60% del volumen distribuido (m3); mientras que en el  075, 076 y 108 fue de alrededor de 48% (CONAGUA, 2012). 11

Por otro lado, el uso intensivo de agroquímicos, ha posicionado a Sinaloa como uno de los estados más contaminantes del país. Díaz Coutiño (2007), señala que miles de hectáreas para siembra relativamente intactas, han sido deforestadas y sometidas a siembras adictas al agua, a los fertilizantes y a todo tipo de sustancias químicas para el fortalecimiento de la agricultura capitalista. Desde hace más de dos décadas, se han venido depositando miles de kilogramos y de litros de sustancias químicas y biocidas (Díaz Coutiño, 2004).  Según  datos de INEGI (2009), indican que cerca del 40% de las unidades de producción agrícola en Sinaloa, están fertilizadas con químicos. La agricultura sinaloense concentra el 12% de los agroquímicos usados en el país.12 En el año agrícola 2012, Sinaloa sembró 765, 741 hectáreas de riego con agroquímicos, ocupando el primer lugar en el país, seguido sólo de Sonora, Chihuahua, Guanajuato, Michoacán y Tamaulipas.

Según datos de la Unión Nacional de Fabricantes y Formuladores de Agroquímicos y de la Asociación Mexicana de la Industria de Plaguicidas y Fertilizantes, en Sinaloa se aplican poco más de 7 mil toneladas anuales de herbicidas, insecticidas y fungicidas, y 220 mil toneladas de fertilizantes. Con ello, se generan anualmente más de 500 toneladas de envases tóxicos, de los cuales se tiran casi 300 toneladas sobre campo, canales y arroyos13 .

Los municipios que concentran el 70% de la superficie fertilizada con químicos son los ubicados en los valles agrícolas: Guasave, Ahome, Culiacán, Navolato y Angostura. De igual manera, estos concentran el 61% en el uso de semillas mejoradas para siembra. Y por lógica, en función del alto insumo de sustancias químicas también acaparan el 63% de la superficie atendida con servicios de sanidad vegetal (véase tabla 10).

Por su modalidad como monocultivo y su alta rentabilidad, el maíz, sorgo, cártamo, garbanzo, frijol, algodón, las hortalizas (papa, chile y tomate) y la caña de azúcar son los que requieren de una mayor cantidad de agroquímicos, donde por su mala aplicación y uso excesivo han ocasionado problemas graves de salud tanto en los jornaleros como en las poblaciones aledañas a las siembras (Díaz Coutiño, 2004). Alrededor de 10 mil jornaleros agrícolas del norte de Sinaloa, ponen en riesgo su salud de forma constante por no contar con equipos de de protección a los efectos de los agroquímicos. Ello ha ocasionado que en los últimos años hayan incrementado los fallecimientos por leucemia, cáncer de páncreas y de piel, entre otros.14
El intenso uso de estos insumos se erige como una amenaza para la conservación y preservación del medio ambiente. El Sinaloa con una agricultura intensiva en uso de agua, tierra e insumos químicos ha ignorado los elementales principios de la ecología local. Tal como lo señala Altieri (1998):
La irrupción intensa de la mecanización, la cultura de los monocultivos, el uso indiscriminado de diversos tipos de pesticidas y fertilizantes sintéticos no sólo contribuyen a la desaparición de la diversidad biológica, sino además, favorecen la vulnerabilidad de los agroecosistemas que aún resisten a las complejas amenazas 15.

1 Único organismo que minimizaba el impacto de los precios internacionales sobre los precios domésticos a través de una política de precios de garantía para los granos básicos y oleaginosas.

2 En México operan tres de los mayores carteles mundiales en el sector comercializador de granos básicos: el formado por Cargill-Continental; el integrado por ADM-Maseca y el formado por Minsa-Arancia-Corn Products International.

3 Nota periodística.  <<Ese verde tan peculiar de la mariguana>> en: http://www.jornada.unam.mx/2009/05/23/sociedad/040n1soc,

4 Nota periodística. << Se combate la pobreza alimentaria>> en: http://www.sexenio.com.mx/sinaloa/articulo.php?id=6315

5 Nota periodística. << Dejan con hambre a 589 mil en Sinaloa>> en: http://www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=937355

6 Nota periodística. << Sinaloa y los Bancos de Alimentos se suman a La Cruzada contra el Hambre>> en: http://www.noticieroaltavoz.com/?p=92368

7 Nota periodística. <<Pobreza alimentaria, el otro rostro de Sinaloa>> en: http://www.debate.com.mx/eldebate/noticias/default.asp?IdArt=12581636&IdCat=17065

8 Entrevista con familias campesinas, 12 de septiembre de 2014. Comunidad de Cabrera de Inzunza, municipio de Sinaloa de Leyva, Sinaloa.

9 Ibíd. 

10 Nota periodística. << Dejan sin agua de presas a los agricultores de Sinaloa>> en: http://www.vanguardia.com.mx/dejansinaguadepresasalosagricultoresdesinaloa-1743780.html

11 Nota periodística. << Por escasez de agua, Sinaloa dejará de sembrar 25% de superficie del ciclo otoño-invierno>> en: http://imagenagropecuaria.com/2011/por_escasez_de_agua_sinaloa_dejara_de_sembrar_25_de_superficie_del_ciclo_otonoinvierno/

12 Nota periodística. <<Sinaloa concentra 12% del uso nacional de agroquímicos>> en: http://www.debate.com.mx/eldebate/noticias/default.asp?IdCat=12302&idArt=13425915

13 Nota periodística. << Alertan uso excesivo de agroquímicos>> en: http://www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=821961

14 Nota periodística. <<Aumentan muertes por la contaminación de agroquímicos>> en: http://www.inforural.com.mx/spip.php?article105002

15 En Aguilar y Maya (2007).