ABUSO SEXUAL INFANTIL EN MÉXICO: Análisis Jurídico-Social de las Causas Consecuencias y Prevención

ABUSO SEXUAL INFANTIL EN MÉXICO: Análisis Jurídico-Social de las Causas Consecuencias y Prevención

Janeth García Velázquez
Macarena del Carmen López Huerta
María Fernanda Ramírez Navarro

Volver al índice

CAPITULO III. ETIOLOGIA DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL

Lugares, sonidos, olores, situaciones cotidianas, provocan que la víctima del abuso sexual infantil recuerde el horror del cual fue objeto y aun pasados los años le parezca incomprensible y difícil reconocer las causas que motivaron el daño o los factores que influyeron para que se encontrara en una situación de riesgo que desencadenaría un final fatal.
La mutilación emocional se convierte en algo cotidiano y las voces de los infantes carecen de eco y de respaldo, señalar las causas de este problema es un primer paso para la concientización del mismo, para dejar de pensar que es un hecho aislado y comenzar a contemplarlo como algo polémicamente habitual que a pesar de esta característica no tiene un ápice de normalidad.
La naturaleza humana se caracteriza por su complejidad, es difícil imaginar las dimensiones que un acto ejecutado por el hombre puede llegar a causar, sin embargo, hemos sido testigos de cómo es capaz de destruir a su propia especie y entorno e incluso voluntaria o inconscientemente colaboramos.
Uno de los actos más aberrantes y que desgarran profundamente el tejido social en sin lugar a dudas el Abuso Sexual Infantil, tema que hoy nos ocupa, puesto que al contemplar la presencia de individuos que son capaces de aprovecharse de la inocencia y vulnerabilidad de un niño, nos muestra una clara prueba de la degradación humana que fractura gravemente la idea evolutiva y encierra a estos sujetos en el sustantivo de bestias y a nosotros nos convierte en espectadores con grandes posibilidades de participación como cómplices.
El problema de las agresiones sexuales hacia menores de edad no suele ser asimilado en todas sus dimensiones por el conglomerado poblacional. Se cree que solo les pasa a quienes viven en condiciones marginales, con carencias económicas y que los agresores son individuos desconocidos, con poca educación, tendientes a desarrollar alguna adicción a cualquier sustancia o psicotrópico. Efectivamente estas circunstancias no son erróneas, sin embargo la población se niega a ver más allá, mostrándose indiferente, y tolerante al fenómeno, obstaculizando la comprensión de las situaciones que lo conjugan, y descartando en todo momento que dentro del núcleo familiar se estén efectuando situaciones de tal índole, cometidas por algún, familiar llámese, abuelo, padre, hermano, tío, hijo, etc.
Indiscutiblemente, nos damos cuenta de que se trata de un hecho social, mucho más constante de lo que las personas creen que lo es, más frecuente de lo que los medios masivos de comunicación publican y mucho más alto de lo que las estadísticas arrojan en sus resultados.
Si hacemos un estudio, minucioso sobre las causas que influyen en la consumación del Abuso sexual infantil, nos remitiremos a un sinfín de conductas tendientes a la comisión del delito, las cuales son ejercidas con dos propósitos uno de ellos, es el de dañar a los menores inmersos en la situación, y por la otra la satisfacción de los agresores al momento de ejercer dicha acción.
Se debe tener presente que el abuso sexual infantil es el resultado de la interacción de múltiples factores, por lo que no hay una única razón; para conocer las causas que motivan a realizar este abuso.
La comunidad infantil jalisciense se enfrenta a un sin número de conductas reprobables por parte de los adultos que ejercen sobre ellos actos de índole sexual, atentando contra la integridad tanto física como psicológica de los menores, estos desplantes son encausados por diversidad de motivos, acciones, situaciones, y analogías que se prestan en la realización de los mismos, dejando en un plano de desamparo a los sujetos pasivos que forman una parte elemental del desarrollo de nuestra sociedad, los niños y niñas, del Estado.
No podemos minimizar, la magnitud de este problema que aqueja nuestra sociedad, considerando que el niño se encuentra, en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y con la persona equivocada. Porque cada uno de los distintos tipos de abuso tiene una causalidad distinta, pero con el mismo fin, y común denominador que es atentar contra la integridad y sano desarrollo de la población infantil.
Para dar respuesta a las múltiples interrogantes que nos hacemos, es necesario analizar, investigar y evidenciar, las preguntas que en primera instancia nos hemos cuestionado, por ejemplo ¿Por qué el agresor cometió el delito?, cuales son los motivos que impulsaron su actuar, razones, circunstancias, desordenes, e inclinaciones, que la sociedad repudia rotundamente.
Por eso enfatizamos en la importancia de conocer y reconocer, las características y perfil del agresor sexual, y gracias a ellos sabremos si en realidad los sujetos activos son efectivamente personas desconocidas o en su defecto duermen bajo el mismo techo que la víctima, donde no se excluyen padres, tíos, abuelos, maestros e incluso personas vinculadas por amistad o autoridad moral.

  • Influencia del miedo y ausencia de denuncias:

Resulta difícil contemplarnos como participes de un delito, pues la tendencia generalizada es creer que ocupamos el papel de la víctima, desgraciadamente en la actualidad mucho contribuimos a que se perpetúen las conductas delictivas, ¿Cómo lo hacemos? 
El miedo a hablar  es una de las causas más evidentes y arraigadas que alimenta a los abusadores y crea sobre ellos una coraza de seguridad que les permite seguir atacando y destrozar a su víctima reduciéndola a un ser sin ningún tipo de amparo social y mucho menos legal. El callar los hechos delictivos aumenta  las denominadas cifras negras, es decir aquellas que no son comprobables  porque son relativas a los delitos que no se denuncian, por lo cual lejos están de ser  objeto del escrutinio público y jurídico.
El miedo es cómplice y pieza fundamental dentro de un abuso sexual a un menor, este obstaculiza toda detección precoz del daño causado y es importante hacer hincapié en que la no visibilidad material de un hecho no significa que no exista, y en este caso muchos sectores de la sociedad aún se empeñan en cubrir el abuso sexual infantil con el manto del secreto familiar que pasa de generación en generación transgrediendo el tiempo pero nunca las paredes del hogar.
El miedo a repercusiones como la desintegración del hogar cuando el agresor se encuentra dentro del mismo y la incapacidad de uno de los cónyuges para responsabilizarse plenamente de los hijos en distintos ámbitos y especialmente el económico impide la denuncia, aunado al mito generalizado en el cual se cree que guardar el secreto de un abuso de índole sexual cometido contra un menor  lo beneficiara, puesto que con el paso del tiempo logrará olvidar y esta vejación podrá dejarse atrás, lo cual es absurdo, un ser con capacidad para percibir su entorno superior a la de cualquier otro por su magnitud intelectual no puede minimizarse a un simple ente que es ajeno a los actos que sobre él se ejecutan, resulta ser todo lo contrario, el daño se agudiza y consume poco a poco la seguridad de la víctima   la cual debe ser contemplada como lo que es, un sujeto digno de la máxima protección.
La responsabilidad en lo que a la protección del menor respecta recae lógicamente en el adulto y si el menor calla  es porque sus padres han descuidado grave y lamentablemente la esfera de comunicación familiar del infante, misma que propicio que este fuese sujeto pasivo de un delito, desgraciadamente este problema se gesta en los hogares, el lugar que debería ser el más seguro y en el cual el menor se nutre de elementos positivos que posteriormente irradiará a la sociedad. Sin embargo, la resistencia a hablar en muchos de los casos tiene que ver con la relación afectiva que el agresor tiene con el menor o con la familia del mismo, teniendo un lazo de parentesco o siendo amigo cercano, manipula y chantajea al niño asegurando su silencio, pues este teme a la desintegración familiar, a que una vez que le cuente a sus padres estos no le crean pues a el mismo se le dificulta gravemente exponer su problema ya que carece del conocimiento para describir lo que le acontece, aunado a las constantes amenazas del abusador.
La incredulidad y la concepción de que el menor no tiene conciencia para percibir cuando algo le resulta desagradable por sus tintes de maldad o rareza  y el miedo a aceptar el abuso sexual infantil dentro de la familia se convierten en los factores que destruyen por completo la esperanza de un futuro seguro para el niño, pues los padres quienes deberían garantizarlo se transforman en muchas ocasiones en verdugos del mismo.
El callar este problema se traduce en la falta de denuncias que la autoridad registra, las estadísticas se convierten en mofas y en datos que nada tienen que ver con la realidad que hoy encaran los infantes; la cultura de la denuncia se ha empobrecido día con día; la responsabilidad de protección a la ciudadanía recae en el Estado y consecuentemente en sus autoridades mismas que han perdido la confianza de la población genéricamente, la cual evita tener contacto con la ley pues lejos de creer que amparará al infante considera que lo perjudicará y que incluso beneficiara al agresor, lamentablemente esto no dista mucho de la realidad.
 El temor inminente al estigma social al hacerse público un abuso una vez presentado ante las autoridades provoca que el silencio se vuelva  un arma de protección que resulta poco efectiva ante un problema de tal agresividad que cabe mencionar no siempre va acompañado de violencia física factor que dificulta aún más su detección, pues al no ser evidentes los daños que provoca la única esperanza de identificación es sin lugar a dudas alzar la voz.
Desgraciadamente muchos de estos sucesos solo  se exteriorizan varios años después incluso décadas, cuando la víctima llega a una edad adulta y está plenamente consciente de las vejaciones de las cuales fue objeto y sobre todo cuando ya no se siente en un total estado de vulnerabilidad, lamentablemente el tiempo es un factor influyente para que se pueda llevar una investigación con resultados fructíferos por parte de las autoridades y a su vez con consecuencias legales contundentes.
Otro punto relevante que cabe señalar es que el sexo masculino igual de vulnerable que el femenino se muestra gravemente reticente a la denuncia y al dialogo de este problema pues la  sociedad  encierra al varón  en un doble estigma, el de víctima de abuso sexual  y el del calificativo de homosexual, es por ello que los menores en muchas de las ocasiones apoyados por sus padres se niegan a hablar.

  • Desintegración y falta de atención familiar como factor influyente en el abuso sexual infantil:

La desintegración familiar es uno de los fenómenos con mayor impacto en el sano desarrollo de los niños, numerosos son los factores que influyen en el abuso sexual  infantil, la inmadurez en la que se encuentra el menor, la inexperiencia y la falta de atención de los padres son unos de los principales factores constituyentes para que se cometa este delito.
Los niños son una recepción en potencia, si dentro de sus hogares existe la desintegración familiar sin duda alguna repercutirá en su desarrollo físico y mental, y es ahí en donde el agresor sexual aprovecha el descuido de los padres para abusar del menor.
Los problemas que provocan la desunión familiar minimizan y dejan en un segundo plano la dificultad en el que se encuentra un niño que está siendo abusado, por ejemplo si existe violencia intrafamiliar el infante opta por callar  para no ocasionar más discusiones entre sus progenitores y obviamente esto es aconsejado por el agresor, el cual utiliza cualquier tipo de artimañas para tomar a su favor esta desintegración y falta de comunicación.
Si el menor se siente poco valorado por su familia, lo único que buscara es una muestra de cariño, alguien que se preocupe por cómo se encuentra y es ahí donde el abusador aprovecha para lograr sus objetivos proporcionándole lo que el pide a gritos, manipulando el cariño que está dispuesto a brindarle.
En la mayoría de las ocasiones los niños que son afectados con la desintegración familiar son muy aislados, esto es un punto a favor del sujeto activo, puesto que el pasivo no tiene la confianza de expresar lo que le está sucediendo o posiblemente ni siquiera se percate de que es algo que lo está dañando, pues el agresor se encarga de que parezca algo normal, aunado a que el niño no lo comenta con  nadie y los padres lejos están de percibir el daño del cual el menor es víctima, pues no se toman el tiempo para platicar con sus hijos, o simplemente no quieren hacerlo porque siguen segados en la idea de que esto es un tabú y que en su familia nunca podría pasar algo similar.
Los niños son un blanco fácil para los abusadores sexuales por el hecho de que no tienen la fuerza, ni la capacidad suficiente para resistirse a esta agresión; la familia juega un papel fundamental en la comisión de este delito, ya sea por acción cuando es alguno de los integrantes del núcleo familiar el que abusa del menor, u por omisión cuando no hacen nada para evitarlo o impedirlo, pero cuando existe este quebrantamiento de la unidad dentro del hogar, a pesar de vivir bajo el mismo techo y de tener relaciones cotidianas, este abuso pasa inadvertido.
Reiteramos que la desintegración familiar, es uno de los principales elementos influyentes en la comisión de este delito, puesto que los adultos están tan ocupados en sus problemas que toman una actitud individualista dentro de un núcleo que se supone es el más fuerte que puede existir,  no se toman un minuto de su tiempo para saber si el menor está desarrollando su infancia con la normalidad que tendría que hacerlo y dejan pasar los signos de advertencia que deberían haber notado. Lo más lamentable es cuando uno de estos integrantes familiares, que se supone sensatos, son el agresor, por lo que en este tipo de situaciones, es donde el menor es convencido más fácilmente de que guarde silencio o secreto, por la confianza o el sometimiento que existe entre ambos y el laso afectivo que los une.
Cuando un niño tiene una autoestima baja por causa de esta desintegración familiar es más propenso a un abuso sexual infantil, si es criado con valores, confianza, con educación, una edificación de cultura y los padres están al pendiente de él es menos probable que puedan violar su libertad sexual.
La desintegración familiar es un problema que afecta el comportamiento de sus integrantes, dentro del hogar se da una lejanía entre los integrantes y externamente con problemas de integración social del menor, creando un desequilibrio entre sus interrelaciones con la estructura de su comunidad.
Es un hecho aún más lamentable cuando los padres están conscientes de que se está cometiendo este atentado contra el infante y no hacen nada para impedirlo o cuando ellos son los quienes lo ejecutan; esto último constituido por circunstancias de creencias religiosas, por costumbre, algún trastorno mental o la ignorancia de las personas con respecto al sano desarrollo de los niños.
Hay que hacer hincapié en que esta desunión familiar también puede convertir a un individuo en abusador sexual y puede inducirlo a que cometa este delito, puesto que si dentro de su hogar existe o existió: desintegración, violencia intrafamiliar o sexual, alcoholismo, drogadicción, divorcios, abandono o desinterés de alguno de los padres, migración, enfermedades, o cualquier otro problema que haya afectado su sano desarrollo, éste malinterpretara sus necesidades y buscará satisfacerlas incluso afectado a terceros, no dejemos de lado los trastornos de índole sexual de los cuales son víctimas muchas personas que por falta de orientación psicológica adecuada y oportuna se convierten en sujetos activos de este delito.

  • Ignorancia

Desde un contexto metafórico podríamos decir que la ignorancia es una semilla que se riega con la inconciencia social y que produce frutos que entrañan la denigración del hombre, lamentablemente constituye un cimiento para que la edificación del abuso sexual infantil aumente día con día.
La gravedad del desconocimiento de un hecho no radica en la ignorancia del mismo, sino en las consecuencias que esta puede desencadenar; en México, actualmente miles de personas carecen de información respecto al Abuso Sexual Infantil, incluso podemos afirmar que hay quienes no tienen la mínima educación sexual, lo cual dificulta considerablemente la descripción de un hecho delictivo de esta índole.
Aunque no lo parezca estamos hablando del medio de control más eficiente cuando un niño jamás ha escuchado sobre los actos nocivos que un adulto puede ejercer sobre él, puede incluso considerarlos afectivos o normales, pero si por otro lado le resultan desagradables la carencia de un conocimiento sexual básico, es decir, al menos nombrar e identificar sus partes íntimas provocará que sea sumamente complejo expresarlo, con lo cual el descubrir que es víctima de un abuso sexual se prolongara por mucho tiempo o incluso jamás se sabrá.
La vulnerabilidad del menor ante su victimario se vuelve casi incontenible cuando los padres, sujetos de protección para el infante, no saben o se niegan a tener cultura sexual, cabe mencionar que esto nada tiene que ver con el nivel socioeconómico, sin lugar a dudas la pobreza no radica únicamente en el factor monetario, la falta del conocimiento o la negación al mismo son incluso paradigmas familiares que reducen las posibilidades de los menores de un entorno seguro.
El abuso sexual infantil torna a la educación sexual un tema de urgencia que debe ser abordado con naturalidad y desprendimientos de prejuicios de toda índole, debiéndose tratar en ambientes cotidianos como la escuela pero sobre todo el hogar, pensar que un niño es demasiado pequeño para recibir orientación sobre su cuerpo es una idea retrograda o pecaminosa, que sumerge al infante desde sus primeros años en la ignorancia y como hemos venido reiterando, ésta es un velo que impide la visualización de la violencia de todo tipo.

  • Entorno Del Agresor Sexual Infantil.

Todos los días escuchamos, en los medios masivos de comunicación, casos alarmantes sobre abusos de índole sexual ejercidos en contra de menores, y lo primero que se nos viene a la mente, cuando imaginamos al agresor, son los calificativos de degenerado, impulsivo, agresivo, monstruo, depravado sexual, e infinidad de denominaciones; pues es tanta la repulsión hacia ellos, que no se admite siquiera ser considerados como seres humanos, y hasta cierto punto es lógico, ya que la indignación de la sociedad que pasa por situaciones de esta magnitud, demanda la aplicación de las penas más severas en este tipo de delitos, inclusive amenazando con quitarles la vida.
Otra atribución que se les adjudica a los violadores es juzgarlos como personas distintas, instaurándolos en un plano de psicópatas o enfermos mentales, que si bien puede ser un componente para la comisión del crimen, derivan en una cantidad mínima, los delitos de abuso sexual infantil cometidos por personas con algún tipo de trastorno mental, lo cual es aún más alarmante; pues el hecho de tener conocimiento sobre la realidad que nos acosa, con personas en sus cinco sentidos realizando un agravio a un infante de tal magnitud nos parece inaudito y repudiable.
Pero como todo tiene un ¿Por qué?, esta vez no sería la excepción, es por ello que para poder entender el perfil del sujeto activo debemos tener un mínimo de conocimientos sobre la conducta sexual del individuo, todos aquellos factores, desde su entorno, social, familiar, educativo, cultural, etc. que fue adquiriendo éste a lo largo de su vida.
En base a lo anterior, podemos establecer que el actuar del individuo se debe a múltiples agentes no solamente a que el ofensor sexual presenta indicios de haber pasado por violencia sexual, que si bien ésta pudo ser una de las características que hacen que se desarrollen de esta manera, hay que tener presente que no es la única razón de su actuar.
Ahora bien nos compete, señalar las diversas coyunturas vividas por el agresor, las cuales han aportado acciones que moldearon su personalidad que menoscaba a la sociedad, aquí radica la importancia que representa un enfoque detallado para conocer la realidad oculta de los agresores sexuales de menores, ya que al percibir las diferentes características que influyeron en su temperamento; y su formación, dentro del cual estuvo inmerso, nos ayudara a saber qué fue lo que motivo a la acción que dio origen para realizar el delito.
La conducta antisocial que ejecuta el agresor, siempre tiene un motivo y una causa de peso, como el abandono, maltrato, mala educación, sin olvidar que este conjunto de cuestiones no se generaliza, y no es un requisito que todos los agresores hayan atravesado por esto en su infancia.
Sin embargo es de suma importancia, incidir en el entorno que rodea al agresor durante los primeros años de su vida, más que nada en su ambiente familiar pues es clave en el proceso de socialización y concretización de la formación de la identidad,  carácter y conductas, que influyen, en sus ejecuciones posteriores, planteando una ejemplificación clara, es que los traumas o trastornos no serán los mismos en aquellos infantes que hayan convivido en un ambiente armonioso en su familia, practicando los valores, el cariño y el cuidado muto, a otro infante con ausencia de padre o madre, o donde esta última se dedique a la prostitución. Es evidente que en ellos existe una historia personal con determinadas particularidades, un contexto social y ciertas disposiciones que fallan en determinadas circunstancias, es así que podemos establecer algunas características, fenómenos mentales o cualquier comportamiento que presenta un agresor sexual y algunos de ellos son los siguientes:

  • Ordinariamente descienden de familias fraccionadas.
  • Padre o madre alejados o ausentes.
  • Roles familiares inversos.
  • Desapego emocional.
  • Abuso físico, emocional y/o sexual
  • Inseguridad emocional.
  • Alcoholismo o fármaco dependencia por alguno de los padres.

Estos son algunos de los factores que sin duda alguna se presentan en los sujetos activos, los cuales al observarlos es claro que la mayoría de estos tienen una estrecha relación con su desarrollo desde edades tempranas, su educación, valores y conductas realizadas por parte de su nucleó familiar.
Para tener una concepción más exacta sobre las interacciones desde el punto de vista de diversas disciplinas, tomaremos como base investigaciones criminológicas, y ¿Por qué la criminología?, citando a América Plata Luna, en su libro Criminología, Criminalística y Victimología establece que “es la ciencia que estudia el hecho social constitutivo del delito y lo hace desde un enfoque estratégico y sociológico”. (Luna, 2012) Partiendo de ello, podemos observar que el tomar esta ciencia como herramienta para la búsqueda de las múltiples explicaciones requeridas respecto a los crímenes ejercidos contra los menores de edad es de suma importancia. Ya que las investigaciones criminológicas han tratado de dar múltiples explicaciones con respecto a los crímenes sexuales contra menores de edad, existiendo entre ellos factores biológicos, sobre excitabilidad sexual heredada; lesiones neurológicas, factores psicológicos, enfermedades mentales desarrolladas, evidentemente con base social; alteraciones fetales por sufrimientos subconsciente producto de actividades impropias de la madre gestante, etc; y factores sociales, modelos inadecuados de familia en la que se ha desarrollado el agresor; desviaciones sexuales producto de relaciones familiares traumatizantes; estereotipos machistas y de dominio contra niños y género femenino que impone muchas sociedades.
Y cabe resaltar que es más riguroso el factor psicológico, ya que se ha podido identificar un tipo de parafilia que involucra la agresión sexual preferencial y permanente contra menores de edad, la cual es la pedofilia, consideramos importante hacer mención de lo que es, según la revista la pedofilia, de Ricardo Capponi y esta establece que “La pedofilia es una condición mental perturbada en un sujeto que, de niño, fue víctima de situaciones traumáticas de abuso sexuales o de carencias afectivas muy intensas frente a las cuales no pudo usar otros recursos que la actuación y la hipersexualización, con un componente variable de agresión”. (Capponi, 2010) Lo cual en palabras simples, es la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.
Es preciso detenernos, a analizar lo que es la pedofilia, conocerla a fondo, y saber qué factores influyen, para que una persona desarrolle esta parafilia, y no solo eso darnos cuenta de que a veces es mal utilizado este término, confundiéndolo con la pederastia que si bien tienen algunos rasgos similares son dos cosas distintas.