LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

Maximiliano E Korstanje
Universidad de Palermo, Argentina

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Percepción del riesgo frente a situaciones traumáticas
Un reciente artículo de Vastfjall, Peters and Slovic (2008) demuestra que las experiencias catastróficas (como el Tsunami sucedido en 2004) predisponen a los grupos a estados de humor negativos en comparación a los grupos que no vivieron la experiencia. Rememorar la posibilidad (inducida) de un nuevo desastre provoca no sólo pensamientos negativos sino que acorta la perspectiva en la cual el sujeto se ubica con respecto al futuro. Los alcances del trabajo sugieren que los estados de ánimos se encuentran condicionados por las experiencias pasadas; en consecuencia un sujeto que vivió una experiencia negativa es proclive a imaginar más riesgos que otro el cual no tuvo la misma vivencia. Una persona que experimentó una experiencia cercana a la muerte comprende a la vida de una manera más finita, corta y pesimista. En aquellos que no han experimentado personalmente una tragedia, la comparación con situaciones similares en el pasado ayuda a disminuir la sensación de malestar. Sin embargo, la introducción de información en los sobrevivientes de una tragedia no reduce el pensamiento negativo. Por último, los eventos catastróficos, cuando suceden, envían señales a otras regiones alejadas que predisponen al alerta y a un cambio en el proceso diario de toma de decisiones; existe un estado de ánimo poblacional que predispone a las personas, pero a diferencia de los estados de los sobrevivientes, los primeros son fácilmente manipulables (Vastfjall, Peters y Slovic, 2008). Por algún motivo, el impacto del trauma sobre la personalidad no ha sido continuado en las investigaciones de turismo respecto a la problemática estudiada.

Por su parte, D. Hunter en un estudio llevado a cabo en 369 pilotos de compañías aero-comerciales confirma que la experiencia de situaciones peligrosas en pleno vuelo predispone al sujeto a percibir menos riesgo. Aquellos que han atravesado situaciones de peligro consideran (en líneas generales) que el transporte aéreo es más seguro que otros como manejar en auto o micro. Asimismo, los pilotos jóvenes ponderan que la posibilidad de sufrir un accidente es mayor en comparación con los pilotos de mayor edad (Hunter, 2006: 143).

El Riesgo en Profesionales del Turismo
Wang et al (2010) han realizado una investigación en 310 guías de turismo (tour leaders) correspondientes a 75 agencias de viajes de Taiwan, China. El trabajo se articula en la necesidad de mejorar los abordajes clásicos de la teoría de la percepción del riesgo. Wang et al critican a Roehl y Fesenmaier haber propuestos dimensiones de análisis demasiado amplias que no pueden ser contextualizadas empíricamente. Además, sugieren que mientras la mayoría de los investigadores recurren a muestra formadas por estudiantes universitarios,  su estudio ha sido conformado por guías y profesionales especializados con respecto a paquetes turísticos en China, Europa y Estados Unidos. Desde esta perspectiva, los autores sugieren estudiar la percepción del riesgo desde 12 dimensiones distribuidos antes, durante y después del tour: riesgos relacionados a la compra o a sobreprecios, negligencia del Guía, problemas con el conductor, ataques sexuales contra turistas, problemas con la Aduana y contrabando, daños sufridos en el hotel al equipaje, gastos por transportar equipaje no permitido o excedido de peso, problemas de visado, secuestro y accidente aéreo, perdida de equipaje, y robo de documentación personal. En base a las respuestas que dieron los participantes se formaron tres diferentes grupos (clusters) dependiendo aquellos que señalaban riesgos que no pueden ser controlados (exogenous risks), riesgos intrínsicos a decisiones tomadas por los guías durante el tour (Tour leader self-induced risks) y riesgos asumidos por negligencia del turista (tourist-induced risk). El proyecto revela que los participantes ponderaron los problemas de visado o migratorio como el riesgo central en la fase anterior al tour mientras que el robo de documentación, con el transporte de ciertas mercaderías, o robo de equipaje como los riesgos principales durante el tour. Finalmente, el asalto sexual a mujeres fue señalado como el riesgo o peligro más común después del tour. Con respecto a una mala relación entre el guía y el chofer, Europa fue señalada como el itinerario más riesgoso en comparación con Tailandia, Japón y Estados Unidos. Ello se debe a la poca predisposición, según los guías consultados, de los europeos en hablar inglés durante las excursiones (Wang et al, 2010: 173-175).

Ampliamente superadora desde lo metodológico con respecto a los estudios anteriores, la propuesta de Wang et al combina métodos cualitativos y cuantitativos estableciendo una fase tri-dimensional con respecto al tour antes, durante y después. Asimismo, es el primer trabajo que focaliza en los profesionales del turismo como unidad propia de análisis dando como resultado 12 dimensiones sobre la percepción del riesgo. No obstante, la definición operativa de riesgo como “la posibilidad de sufrir algún daño físico, enfermedad o peligro a la integridad” tiene más que ver con la definición de amenaza que de riesgo. Esta confusión predispone a los autores a construir categorías poco comparables entre sí como el sobreprecio y la caída de un avión.

Limitaciones de la Teoría
En la siguiente sección se analizarán las diferentes limitaciones y problemas metodológicos que muestra la teoría de la percepción del riesgo en el estudio científico. Particularmente, los estudios en cuestión tienen como objetivo principal explicar la relación entre la percepción del riesgo en viajeros y su incidencia en el consumo turístico a la vez que pretende reconocer y asilar los aspectos que amenazan al turismo (Floyd, Gibson, Pennington-Gray y Thapa, 2003) (Yuan, 2005) (Castaño, 2005) (Reisinger y Mavondo, 2005) (Wong y Yeh, 2009). En este sentido, los objetivos planteados llevan a que los resultados sean superficiales y el contenido de la investigación se desdibuje en un mar de coeficientes econométricos. Asimismo, como ya se ha revisado: a) las muestras elegidas son desproporciónales entre sí hecho que afecta las comparaciones porcentuales (Roehl y Fesenmaier, 1992) (Floyd y Pennington-Gray, 2004) (Sacket y Botterill, 2006), o no existe un criterio claro de justificación en la elección de las mismas (Plog, 1972; 1991) (Sacket y Botterill, 2006) (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003) (Wong y Yeh, 2009); b) algunas de las preguntas en las escalas aplicadas son etnocéntricas ya que suponen una división ideológica entre las sociedades industriales y emergentes (Kuto y Groves, 2004:89) o replican mensajes “nacionalistas” (Floyd, y Pennington-Gray, 2004) (Yun y Maclaurin, 2006) (Kozak, Crotts, y Law, 2007); c) previas relaciones definidas de subordinación entre encuestado y encuestador (Yun y Maclaurin, 2006); d) cuestionarios sólo aplicados en inglés para no nativos de ese idioma y exclusivamente en momentos de pre-embarque que condicionan la respuesta (Wong y Yeh, 2009).

En segundo lugar, no existe una clara diferenciación entre el riesgo como categoría y la aversión como respuesta condicionada. ¿Hasta que punto el riesgo atrae o repele? es una cuestión inconclusa en la mayoría de estos trabajos. W. Aschauer crítica a los estudios en la materia por estar orientados exclusivamente a una cuestión comercial sobre el destino turístico confundiendo (conceptualmente) la percepción del riesgo con el sentimiento de inseguridad. De hecho, algunos turistas eligen los deportes extremos los cuales presuponen un riesgo mayor (sensation seekers). Para el autor austriaco, es la estructura psicológica y no la percepción la que condiciona la respuesta (atracción o aversión) a un lugar considerado como peligroso. Partiendo de la base que ambas categorías funcionan en diferentes esferas de la psicología humana, Aschauer considera que es “la percepción de inseguridad” aquella la cual lleva a un viajero a evitar ciertos destinos. Según una muestra de 930 turistas en Bali (antes y después de los atentados de 2005, el autor concluye que una evaluación negativa de cierta región (imagen del destino) conectada a una sensación de inseguridad promueve una falta de comunicación y contacto entre pobladores locales y turistas debido a que aumenta la desconfianza entre unos y otros. La percepción de riesgo, por sí sola, es insuficiente para explicar porque algunos viajeros eligen ciertos países y evitan otros  (Aschauer, 2010: 15).

Por otro lado, la mayoría de los estudios en este campo se llevan a cabo mediante la implementación de métodos cuantitativos intrusivos los cuales no son complementados con ningún tipo de metodología cualitativa que permita una perspectiva alternativa. Además, otra de las limitaciones que presenta la teoría radica en su énfasis sobre el destino, en lugar de tomar al viaje como objeto de estudio. Como resultado, sus observaciones se transforman en guías de ingeniería comercial tendientes a justificar o aceptar ciertas inversiones en vez de constituirse como un corpus teórico sustentable; además de un método defectuoso para inferir las respuestas.  Con respecto al método, P. Slovic llama la atención sobre la predominancia de lo cuantitativo y la psicometría en el estudio del riesgo. La percepción del riesgo implica algo más profundo que una simple correlación multivariada de respuestas sobre categorías previamente construidas. Para poder superar esta perspectiva iniciada con los trabajos de Starr, es necesario combinar la postura cuantitativa con abordajes de tipo cualitativo que midan el impacto de la amenaza en el entrevistado (Slovic, 1987: 285). 

Desde el curso político-ideológico, la teoría de la percepción del riesgo parece vinculada a intereses geo-políticos específicos reforzando cierta subordinación al binomio centro-periferia. Al margen de lo expuesto y de los serios problemas metodológicos subrayados, los trabajos en cuestión dicen más por lo que omiten que por lo escrito. En cierta manera todos ellos se detienen en tres puntos: a) los efectos del 11 de Septiembre de 2001 como fecha mítica que marca un antes y después para los destinos turísticos internacionales; b) el “terrorismo” atenta no sólo contra sus objetivos específicos sino contra la productividad de los destinos y el empleo a mediano plazo y c) el turismo adquiere el deber moral de convertirse en un instrumento “estratégico” para mejorar la productividad material y económica de una región.

En concordancia a lo ya dicho, R. Bianchi ha enfatizado sobre el rol ambiguo del turismo y de las prácticas políticas “hegemónicas” como condicionantes de la proliferación de la percepción del riesgo y del miedo en la actualidad. Paradójicamente, los estudios en la materia terminan afectando a la industria que pretenden proteger. Desde la perspectiva crítica de Bianchi, existe un estado de perpetua inseguridad en materia de transporte suscitado por el atentado a las torres gemelas. El evento ha sido funcional a una lógica simbólica de discriminación y exclusión por la cual se ha estigmatizado a los viajeros “no-blancos” provenientes de Medio Oriente como así también sobre otras minorías étnicas residentes en Europa y Estados Unidos  (Bianchi, 2007: 68).