MOVIMIENTOS Y LUCHAS SOCIALES, TERRITORIO  Y DESARROLLO SUSTENTABLE

MOVIMIENTOS Y LUCHAS SOCIALES, TERRITORIO Y DESARROLLO SUSTENTABLE

Rivera Espinosa Ramón (Coordinador)
Universidad Autónoma Chapingo

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TILA. UNA LUCHA CHOL POR SU TERRITORIO

María Gracia Castillo Ramírez


Presentación

Los ejidatarios de Tila pertenecen al pueblo ch’ol, un pueblo con una gran riqueza cultural. Ello tiene que ver con sus raíces mayas y con la forma en que a lo largo de su proceso histórico se han relacionado con pueblos originarios –winik- semejantes a ellos, y con todos los otros grupos diferentes a ellos –kaxlanes-: españoles, mestizos, extranjeros, finqueros, iglesia, gobierno, comerciantes, etcétera. Estos han buscado explotar, imponerse y dominar su zona –al igual que todas las zonas indígenas. La relación de los ch’oles con ellos es asimétrica, de colonización y dominio, lo que los ha llevado a organizarse de manera constante y a luchar por su libertad y autodeterminación, por construir su vida y vivirla de manera propia y no impuesta. A lo largo de ese proceso han tenido que negociar, ceder, retroceder; rechazar y oponerse a ciertas cosas, así como apropiarse de otras y, dándoles significados propios, incluirlas en su vida a través de una continua actualización y construcción de su cultura. Estas cuestiones también han generado conflictos y divisiones al interior de sus propios grupos. Todo ello a pesar de la exclusión en que los ha situado el Estado y la sociedad mexicanos. Son un pueblo que está luchando por su territorio, su cultura y su dignidad. La dimensión temporal de su cultura les permite integrar el pasado, el presente y el futuro; la permanencia es condición para el cambio y el cambio es condición para la permanencia. Esto se manifiesta de manera clara en su cosmovisión, en sus rituales, en su forma de interactuar entre ellos y con los otros, en su concepción de la tierra y del territorio, en las formas en que han llevado a cabo los trámites, trabajos y demandas relacionadas con el ejido.

La mitología y cosmogonía ch’oles son importantes para acercarnos a la comprensión de este pueblo, su cultura y la relación que tienen con la naturaleza, con la tierra, con la diversidad de seres que la habitan; con lo divino, lo sagrado y sus representantes; para tratar de entender sus tradiciones y costumbres, sus enfermedades –tanto las naturales como las sobrenaturales- y su forma de curarlas; su organización social y sus tradiciones; sus luchas y sus resistencias.

Pero, por otra parte, las identidades étnicas indígenas, y por tanto su vida, sus luchas y resistencias, no pueden comprenderse si no se incluye al mestizo como otro sujeto del complejo de relaciones generalmente inequitativas en las que han estado inmersos. El ocultamiento de éstas ha producido una imagen parcial y distorsionada de su realidad social y cultural, que es descrita e interpretada desde la racionalidad moderna sin tomar en cuenta su lógica propia.

  1. El Municipio de Tila. Cuando se habla de Tila, hay que tener presente que tres organismos diferentes llevan ese nombre: el municipio, el pueblo y el ejido. Tila es el nombre de un poblado ch’ol, que es parte del municipio que lleva el mismo nombre.

El municipio de Tila se ubica al norte del estado de Chiapas, en la frontera entre las montañas y la llanura costera del Golfo de México. Limita al norte con el estado de Tabasco y el municipio chiapaneco de Salto del Agua; al sur con Yajalón, Chilón y Simojovel; al oeste con Sabanilla y al este con Salto del Agua. Tiene una superficie de 798.57 km2 y una población de 71,432 habitantes, de los cuales 35,704 son hombres y 35,728 son mujeres. Pertenece a la Región VI Selva de Chiapas. Tiene clima cálido-húmedo en la zona baja y templado-húmedo en el resto del municipio, siempre con abundantes lluvias. Su precipitación pluvial anual es mayor a los 3000 mm y crea muchas corrientes subterráneas de agua y manantiales, formando cascadas y ríos montañosos que desembocan en Tabasco y en el Golfo. Su terreno es predominantemente accidentado, con algunas pequeñas planicies. Sus principales ríos son Chinal, Grande de Petalcingo, Sabanilla, Hidalgo-Shumuljá, Tulijá. Posee una gran biodiversidad. La Zona Norte de Chiapas era una de las partes más aisladas del estado. Hasta hace relativamente poco, no había caminos transitables todo el año en más del 60% de su territorio. Es uno de los seis municipios del estado de Chiapas con fuerte presencia ch’ol. Además, en esa jurisdicción viven mestizos, chontales, tzeltales, tzotziles, entre otros. Cuenta con dos tipos de asentamiento poblacional: parajes aislados donde sus habitantes no tienen la mayoría de los servicios públicos y sociales; y zonas urbanas, donde se ubican sedes institucionales y cuentan con la mayoría de los servicios. 29.73% de la población vive en cuatro localidades urbanas de más de 2,500 habitantes, mientras que el 70.27%  reside en 137 localidades rurales, que representan 97.16% del total de las localidades del municipio. Actualmente, en la región existe una economía basada en el autoconsumo y servicios comercio en pequeña escala, que enfrenta la llegada de grandes empresas comerciales, la industria extractiva y el sector turismo y mercantil.

2.El pueblo de Tila. Está asentado en la parte alta de una serranía en donde destaca el Santuario del Señor de Tila. Evidencias documentales, arqueológicas y lingüísticas muestran la existencia del poblado ch’ol desde antes de la llegada de los españoles. En las relaciones estadísticas de la Iglesia se cita a  Tila desde 1564. El Santuario, el parque, las edificaciones actualmente ocupadas por dependencias gubernamentales –municipales, estatales y federales- las oficinas de telégrafos y radiocomunicación –antena de telcel-, la Casa del Pueblo, mercado, algunos hoteles, comercios, fondas y restaurantes, farmacias –entre ellas una del Doctor Simi- así como casas habitación de algunos de sus pobladores, configuran el centro del poblado. Cuenta con agua entubada, luz eléctrica, teléfono, telégrafos, gas, calles pavimentadas, drenaje, guardería, escuelas de diferentes niveles, varias iglesias, dos clínicas y dos que tres cantinas. Algunas de sus empinadas calles cuentan con pasamanos para ayudar a los transeúntes a subirlas o bajarlas. Los materiales y estilos en la construcción de sus casas son variados: desde las hechas de madera “costera” con techo de lámina, hasta las de dos y hasta tres pisos, fabricadas con material, enjarradas y pintadas. Entreverados entre las casas se encuentran corrales donde se crían animales para el autoconsumo –principalmente aves para los días de fiestas o para la comida ritual después de las ceremonias-, y platanares, árboles frutales, hortalizas, cafetos y algunos espacios con milpa. A Tila se llega a través de taxis colectivos y camionetas de redilas, en ocasiones cubiertas con una gruesa lona, en cuya parte trasera se amontona la gente. En 1992  la carretera para llegar al pueblo todavía era una brecha.

En 2010 Tila contaba con 7164 habitantes de los cuales 3519SON  mujeres y 3645 hombres. Durante la semana es un poblado tranquilo al que sus habitantes recorren y dan vida a través de la realización de las actividades que a cada uno le corresponde según su género y edad. Las mujeres preparan los alimentos principalmente con lo que sus hombres cultivan, cuidan a los críos, limpian la casa y la ropa, y hacen las labores del hogar. Los niños y las niñas colaboran en las labores de los adultos, hacen mandados y van a la escuela. Una de las principales ocupaciones de los tilenses es el cultivo del café, el cual durante buena parte del siglo XX fue fuente de escasos ingresos monetarios para muchas familias; sin embargo hoy su precio es muy bajo y la mayor ganancia es para los “coyotes”, intermediarios entre campesinos y grandes compradores. Por ello, muchos han decidido abandonar el monocultivo del café para regresar al cultivo tradicional de la milpa: maíz, frijol y calabaza. Al igual que Tumbalá y Sabanilla mantienen un vínculo comercial con la ciudad de Yahjalon, principalmente para el comercio del café. La ganadería es poca. En la actualidad, dada la escasez de tierra y algunas oportunidades que se les presentan, algunos hombres y mujeres trabajan como albañiles, peones, maestros o sirvientas.

Los domingos o días de fiesta el poblado es concurrido. A él llegan campesinos para hacer trámites, asistir al templo, realizar negocios o pasear. Algunos compran, otros venden; esos días se matan animales y se vende carne. Si bien la mayoría de los mestizos que viven ahí se dedican al comercio, en esos días los ch’oles organizan sus puestecitos provisionales de venta de comida, animales, muebles de madera artesanal y ropa tejida a mano. En esos espacios y actividades se puede advertir una característica maya: la gente observa y se ríe mucho.

En este ambiente –aunque  a veces desde la perspectiva kaxlana no se perciba- está presente un mundo profundo y misterioso –espiritual-, el mundo de los ch’oles, el que heredaron de sus antepasados y que permanece arraigado de diversas maneras en sus formas de vida y en sus corazones. Una visión del mundo, una forma de mirar, de explicar, de interactuar en y con su entorno. Rituales comunitarios que forman parte del mundo ch’ol se realizan diariamente –curaciones, promesas-; algunos en lugares sagrados, otros en sus hogares, en momentos precisos, con quien forma parte del mismo mundo y con la presencia de “ancianos”, no siempre se hacen a la vista de todos, especialmente de los kaxlanes.

Tila es el principal centro religioso de la región, significativo no solo para los ch’oles, también para miles de católicos ladinos, quienes realizan numerosas peregrinaciones periódicas con el fin de rendir culto al “Señor de Tila”. El monto de las obvenciones recibidas por la iglesia gracias a este culto, así como de las ganancias por el comercio que se desprende de esta práctica es considerable.

3. La lucha por el ejido1 . Iniciada en 1922, la lucha de los ejidatarios de Tila por su tierra y territorio lleva 90 años y en ella han intervenido varias generaciones. Ello lleva a los actuales ejidatarios a sentirse comprometidos con una lucha histórica que los incluye no sólo a ellos sino a sus ancestros y a sus hijos. Esa lucha ha sido atravesada por diferentes políticas gubernamentales: agrarias, comerciales, desarrollistas, indigenistas, así como por la presencia de intereses económicos kaxlanes. Estas intromisiones han provocado diferencias al interior de los ejidatarios, así como pugnas con las autoridades municipales y estatales. Las propias las han resuelto por medio de sus propias asambleas o recurriendo a las autoridades agrarias. Las relacionadas con agentes externos las han llevado a las instancias oficiales correspondientes. Algunas de las dificultades a que se han enfrentado, como la que actualmente libran por la defensa de la posesión de las 130 hectáreas fueron ocasionadas por procedimientos u omisiones por parte de las autoridades correspondientes o por arbitrariedades cometidas por los gobiernos municipales y estatales. Ellos no siempre se dieron cuenta con la debida oportunidad de tales hechos.
La solicitud de tierras fue presentada el 3 de febrero de 1922. La resolución presidencial fue firmada el 30 de julio de 1934 y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 16 de octubre de ese año. A diferencia de otras resoluciones, en ésta no se especifica una porción destinada a fundo legal o núcleo urbano. Dos años después, el 28 de diciembre de 1936 se firma el acta de posesión de los ejidatarios de Tila. Sin embargo, debido a que nunca se hizo un deslinde oficial preciso, y a que ya estaba en trámite una ampliación, en 1954 se contrata al Ingeniero Guillermo Yáñez para que lo haga. Éste, en contubernio con el Ayuntamiento entrega un deslinde en el que se toman en cuenta 80 hectáreas pertenecientes a Yocpocquioc en donde se cultivaban 8000 plantas de café en plena producción, por lo que los ejidatarios de Tila solicitan, el 21 de enero de 1955 que se modifique el deslinde anterior. Los problemas derivados o relacionados con el deslinde continuaron hasta el 2 de junio de 1961 en que se da el Acta de Posesión y Deslinde Total en la que no se destina nada a fundo legal o zona urbana. Los problemas que obstaculizaron el deslinde definitivo generalmente fueron propiciados por autoridades locales y estatales en contubernio con agentes comerciales externos que, con miras a la construcción de caminos, bodegas y campos de aviación, pretendían apoderarse de terrenos ejidales en donde había cafetos en plena producción, para lo cual no vacilaron incluso en aliarse con ejidatarios y tratar de promover a través de ellos la división del ejido. Ante tales acontecimientos, los ejidatarios dirigieron quejas y solicitudes de intervención del Departamento de Asuntos Agrarios, el cual durante buena parte de ese tiempo estuvo a cargo del profesor Roberto Barrios.

En esos tiempos las reuniones ejidales se celebraban en la Casa del Pueblo –conforme a la tradición de las asambleas- de la cual los despojó el Ayuntamiento, por ello construyeron una nueva casa ejidal en 1962.

  1. Los problemas con el Ayuntamiento por las 130 hectáreas.2 El 9 de noviembre de 1966, sobre el Plano definitivo de la Dotación de 1961 el Cuerpo Consultivo Agrario inserta una nota en la que se especifica el supuesto fundo legal de 130 hectáreas y se dibuja su ubicación en el plano justo en donde se encuentra el poblado de Tila. El 4 de octubre de 1966 el Secretario General de Asuntos Agrarios comunica que el fundo no está incluido en la resolución presidencial. Desde entonces, hasta la fecha, ese problema continúa, el Ayuntamiento, evocando diferentes argumentos, ha llevado a cabo una serie de irregularidades en los terrenos que no son de su propiedad –usufructo, venta, renta, cobro de derechos de piso y de otros impuestos locales-; su propósito es quitar a los ejidatarios esas 130 hectáreas a pesar de que cuenta con 101 hectáreas destinadas a fundo legal en el poblado de Petalcingo, según la resolución presidencial que otorga las tierras a ese ejido –el de Petalcingo.

En medio de la disputa, el 4 de noviembre de 1974 los ejidatarios destinan 23 hectáreas a la creación de la Escuela Secundaria Técnica Agropecuaria en Tila. 

A finales de los años setentas el Ayuntamiento niega la asignación de solares a ejidatarios y a principios de los ochenta organiza a los hijos de los ejidatarios y a comerciantes para adueñarse de las 130 hectáreas. Además vende y dispone de los terrenos ubicados en ellas, sin tomar en cuenta a las autoridades ejidales. Éstas se dirigen principalmente a las autoridades federales pidiendo su intervención. Después de diferentes estudios, 9 marzo de 1994, el Cuerpo Consultivo Agrario deja insubsistente el acuerdo aprobado en sesión 30 de septiembre de 1966.

Sin embargo, según los ejidatarios de Tila, aunque el punto de acuerdo y la nota quedaron insubsistentes, “la ejecutoria no se cumplió, pues no se suspendió la copra venta de solares, ni se cancelaron los catastros introducidos. En 2000, el Comisariado Ejidal revisa esa cuestión y, mal aconsejado por un abogado, demanda la cancelación de los catastros en lugar de ir a la raíz de la cuestión /la pertenencia de las 130 hectáreas al ejido/. Hubo muchos trámites legales de los cuales el abogado se benefició económicamente. Cuando esa autoridad /ejidal/ terminó su cargo, ya fuera de su mando, el 4 de diciembre, presenta un escrito ante el Gobierno y el Congreso del Estado y ante el Ayuntamiento en el que se solicita el ‘incumplimiento sustituto’. Se envían a dos peritos para que hagan la valoración de la indemnización y definen que se trataba de 34 millones, los cuales no fueron aceptados. Entonces el Comisariado fue al juzgado y, sin consentimiento de la asamblea, pidió 48 millones. La Asamblea vio que eso estaba mal, dejaron de requerir el dinero y se dieron cuenta de que estaban en medio de un problema que no sabían cómo arreglar. Al ver que la demanda de incumplimiento sustituto iba por buen camino e invitado por el gobierno, el antiguo presidente del comisariado se alió con las autoridades estatales. Los ejidatarios no podíamos cambiar al abogado y se tuvo que seguir con él hasta que hubo una oportunidad… y dejan /ya no siguen con/ el abogado anterior. Se mete un recurso para impugnar el incidente sustituto y se gana. Con miras a su ejecución se manda a la Suprema Corte para que se regrese la tierra al ejido.”

Cabe aclarar que de las 132 hectáreas en disputa, sólo 52 están construidas, el resto, bastante más de la mitad, constituyen platanares, cafetales y alguna que otra milpa, lo cual, de quedar en manos del Ayuntamiento dejaría a quienes cultivan esas extensiones sin el sustento principal para sus familias. Además, al estilo de los poblados campesinos, una proporción significativa de los solares de Tila cuentan con una casa y en los alrededores tienen platanares, hortalizas, árboles frutales y corrales pequeños para la cría de pollos y otros animales para autoconsumo.

5. Los actores. Entre los actores que se vislumbran en este conflicto se pueden distinguir los siguientes, cuyo involucramiento y afectación es de diferente naturaleza y tamaño.
5.1 El Ejido Institución de carácter federal, sujeta a la normatividad agraria del país, integrada por indígenas ch’oles que han respetado las normas legales pero que también responden a su cultura propia. Ellos han peleado por la tierra que, conforme a lo señalado antes, es mucho más que un medio para ganarse el sustento; ella tiene un papel central en su cultura y en su organización social, familiar y en su ser individual. El quitarles esa parte de su territorio, incrementará la dificultad para dar de comer a sus familias pues algunos ejidatarios se quedarán sin tierras que cultivar. Los que viven en el poblado saben que de pasar esas tierras al Ayuntamiento tendrán que pagar impuestos y derechos sobre lo que originalmente es suyo. Y para colmo de males, se les quitará por completo el santuario donde ellos han honrado al Señor de Tila, donde realizaban sus fiestas, ese lugar que ha sido un punto de referencia importante. La autoridad de los encargados tradicionales, tatuches y ancianos se reducirá aún más. Temen que el gobierno municipal se apropie de las cuevas cercanas que son otros de sus lugares sagrados. Pero además están conscientes de que el dinero que les pueden dar como indemnización se acaba, mientras que la tierra es una Madre que, sabiéndola cuidar, siempre les proporcionará alternativas para alimentarse. Saben también, que los trabajos en que se les pueda emplear son mal pagados, que a los empleadores no les interesa el bienestar de la población sino el incrementar sus ganancias y que en esas labores siempre serán discriminados.

    1. Avecindados simpatizantes del ejido. Maestros, campesinos venidos de comunidades, comerciantes indígenas, algunos profesores, hijos de ejidatarios, cuyos intereses no se encuentran en contra del ejido y que están ahí porque o son de Tila o son de la zona. “No son agresivos”. Salvo los hijos de ejidatarios, son conscientes de que no tienen derecho a la tierra, pero al compartir tradiciones culturales, saben que, bajo la autoridad del comisariado ejidal, su vida y sus formas de subsistencia encontrarán una solución pacífica, y posiblemente mejor que la actual. De hecho, muchos de ellos son aliados de ejidatarios en otras luchas que buscan el bienestar en su vida y en la de sus familias.
    1. Avecindados comerciantes y aliados del Ayuntamiento. Gente que llega de fuera, varios de más allá de la región inmediata, gentes que vienen de San Cristóbal, Ocosingo, Tabasco, con intereses económicos y políticos propios, ajenos al bienestar de los ch’oles tileños. Algunos han hecho acuerdo con el párroco para la realización de las fiestas e introducen costumbres nuevas que poco tienen que ver con sus tradiciones. “No respetan, nos quieren mandar, pueden abrir sus calles, solicitar obras y lo que les conviene, organizándose a través del gobierno de Chiapas. No toman en cuenta a la Asamblea, ni al Comisariado Ejidal. Otros coyotes y gente que se dedica a la compra venta de maíz. Los comercios y demás negocios que se han establecido con el permiso del Ayuntamiento, no benefician al campesino. Los beneficios y ganancias los están cosechando otros. Esto se debe en parte a que se aprovecharon de la falta de conocimiento sobre las leyes. En la calle somos respetuosos con todos, porque también nos damos cuenta de que fueron engañados por el Ayuntamiento, pero algunos de ellos no. El dueño del Hotel no tenía nada, pero empezó a comprar solares. Se revisó y había vendido doce solares que compró barato y vendió caro. Pero nadie se dio cuenta. Pensaron que las autoridades estaban trabajando bien… Se dan matrimonios mixtos, porque somos respetuosos o dejados; pero hay algunos que si lo aprovechan para provocar divisiones y tensiones. Esto influye en que haya hijos de ejidatarios que no quieren asistir a asambleas.”

Los ejidatarios estarían de acuerdo en que los hospedajes que se han establecido en el pueblo permanezcan siempre y cuando se destinen principalmente a para los peregrinos y estén dispuestos para ellos.

    1. La parroquia. Como se mencionó antes, el culto al Señor de Tila y las fiestas eran organizadas a través del sistema de cargos y en ellos participaban cotidianamente los ejidatarios, los barrios, en general todos los pobladores ch’oles de Tila. El sacerdote era el encargado de las misas y de los sacramentos. Sin embargo, el párroco actual, a semejanza de lo que pasa con el Ayuntamiento, les expropio su forma de culto a la divinidad y al Señor de Tila, sus ritos y sus fiestas. Ha ido haciendo a un lado al sistema de cargos, los ha excluido, ignorando su cultura ancestral, y les da un trato que ellos consideran discriminatorio y racista, específicamente en las celebraciones a las que acuden kaxlanes. Ahora las fiestas las organizan y administran entre el párroco y la autoridad municipal, de lo cual sin duda, salen beneficiadas ambas instancias. Basta con ver la forma de vida del sacerdote, la casa donde vive, el carro en que se mueve, y los varios solares que se le han asignado en el poblado para hacer construcciones que no responden a las necesidades religiosas de la población. Los ejidatarios están conscientes que el problema con el párroco no solo es un asunto de la iglesia, sino también federal. Pero también saben que el Santuario está asentado en terrenos ejidales. “Nosotros si queremos la iglesia y hacer el culto como es la costumbre. Con lo que no estamos de acuerdo es en que afecte nuestras costumbres, usurpe nuestras responsabilidades, y nos discrimine.” Entre el sacerdote y el Ayuntamiento han convertido al Santuario y el culto al Señor de Tila en un negocio del que sacan jugosas ganancias; los ejidatarios lo que buscan es tener el culto a su manera, conforme a sus costumbres que les dan seguridad y los hacen sentirse protegidos”. De hecho no lo han suspendido, pero lo tienen que realizar en otros lugares, de manera poco visible.
    1. El Ayuntamiento. La dualidad entre las autoridades tradicionales y el Ayuntamiento ha originado choques entre los dos grupos. Las elecciones municipales son a veces conflictivas, en otras la imposición gubernamental ocasiona descontentos; es difícil encontrarse con un presidente municipal que simpatice con el pueblo. Muchas veces el presidente es un ladino, un “kaxlan” que no represente la voluntad del pueblo. Esta situación ha afectado las costumbres y la cultura ch’ol, pues en ocasiones, cuando tratan de resolver un problema conforme a la tradición y no pueden llegar a un acuerdo, recurren a la autoridad alternativa, el Ayuntamiento, el cual haciendo una rara combinación entre las costumbres tradicionales y las leyes estatales, aprovecha las situaciones para crear división e imponer sus propios intereses y políticas. Tal es el caso, por ejemplo, de las mujeres golpeadas que se han casado no en la forma tradicional, sino por huida, que al no poder resolver el problema a través de las familias, la familia de la maltratada acude al Ayuntamiento, muchas veces no para obtener protección para ella sino para obtener beneficios de la familia del varón golpeador.

Estando asentado en territorio del ejido el Ayuntamiento ha dispuesto de él como si fuera propio, vende solares, los inscribe en el Registro Público de la Propiedad, es decir privatiza terrenos ejidales, cobra impuestos, ha cometido una serie de irregularidades, permite la presencia de la fuerza pública, permite la corrupción. Como autoridad estatal viola sistemáticamente y en muy diversos aspectos el convenio 169 de la OIT, ya que no consulta nada con los ejidatarios y lejos de ello viola sus derechos individuales y colectivos sistemáticamente.

    1. El ejido de Petalcingo. En la tradición tanto de los tzeltales de Petalcingo como de los ch’oles de Tila, ambos del municipio de Tila, originalmente el Ayuntamiento se encontraba en Petalcingo, pero en 1919 hubo una epidemia que motivó que mucha gente se saliera de esa población y que el Ayuntamiento cambiara provisionalmente su residencia a Tila. Pero se quedó en esta población, tal vez por el Señor de Tila. Si bien en documentos oficiales y en la Constitución del Estado y sus modificaciones no se ha podido localizar el que en algún momento Petalcingo haya sido cabecera municipal, los ejidatarios de Petalcingo cuentan con copias de documentos en los que aparece el sello del Ayuntamiento Municipal de Petalcingo. Además en la resolución presidencial que les otorga el ejido se destinan 101 hectáreas para fundo legal. Ellos, los de Petalcingo han hecho trámites para que la sede del Ayuntamiento regrese a su localidad y de hecho actualmente se ha nombrado un comité pro regreso del Ayuntamiento a Petalcingo. Ellos, al igual que los de Tila han tenido una serie de conflictos con quienes han estado en los últimos años al frente del Ayuntamiento y consideran que esos problemas se podrían evitar si la sede estuviera en su localidad, porque sus hijos y gente suya trabajarían en él.

 

    1. Paramilitares. Se trata de una élite ch’ol de comisariados ejidales, maestros y comerciantes que, durante la decadencia del sistema agrario priísta siguieron recibiendo reducidos beneficios. Para ellos, las contradicciones del agrarismo oficial no hacen crisis porque se siguieron beneficiando del sistema hasta el final, como se mencionó cuando se trató el papel que SOCAMA jugó en la distribución de créditos oficiales. Y esto lo lograron simplemente porque estaban como articuladores políticos del régimen con las comunidades campesinas. Para ellos, el discurso del Estado/gobierno como benefactor y aliado sigue siendo válido. Ésta élite priísta constituyó, desde marzo de 1995 el grupo paramilitar Desarrollo, Paz y Justicia. De ellos se han valido las autoridades y poderes locales para mantener atemorizada a la población desde hace más de década y media. Se trata de grupos ilegales a través de los cuales se violan sistemáticamente los derechos individuales y colectivos reconocidos por la Constitución Mexicana y la Legislación Internacional para todos los seres humanos y específicamente para los integrantes de grupos étnicos.
  1. El derecho del Ejido Tila a conservar sus 130 hectáreas. A pesar del contenido de los primeros dos artículos de la Constitución Mexicana, las instituciones estatales son inequitativas al otorgar derechos iguales a los que de hecho no son iguales y no reconocer en la práctica la existencia de diferencias culturales y derechos comunitarios. Esto apareja la inequidad de hecho y de derecho. La larga lucha de los ejidatarios de Tila por la defensa de su tierra y su territorio es una muestra más de la relación desigual que el Estado y la sociedad han mantenido con los pueblos indígenas, de violaciones a la Constitución Mexicana y a la legislación internacional, particularmente al convenio 169 de la OIT. La gran mayoría de los problemas que han enfrentado los ejidatarios de Tila se han debido a omisiones en el cabal cumplimiento de su deber por parte de las autoridades gubernamentales tanto federales como estatales y municipales. En este aspecto se registra una lentitud por parte del Estado que resulta grave para los campesinos indígenas, pues los deja por largos periodos en la incertidumbre y los hace gastar dinero en trámites que de otra forma destinarían a la satisfacción de sus necesidades y en viajes que afectan sus labores cotidianas. Y la casi totalidad de las dificultades que han tenido con el Ayuntamiento responden a que éste viola sistemáticamente sus derechos como pueblo indio, no ejerce la consulta, introduce en su territorio la fuerza pública, dispone y lucra con sus bienes (territorio), y por supuesto, dado lo anterior, no busca soluciones consensuadas y mucho menos el consentimiento previo, libre e informado. Su comportamiento es racista y excluyente.

Expropiar a los ejidatarios de Tila las 130 hectáreas que con diferentes argumentos quieren quitarles las autoridades municipales, aunque se les indemnice –y a pesar de que cuentan con un fundo legal dentro del municipio en la localidad de Petalcingo-, constituye una violación a sus derechos como ejidatarios y como ch’oles. Es afectar su derecho a la autodeterminación de su vida, de su futuro, a permanecer como cultura, con sus prácticas religiosas, sitios sagrados y derechos políticos y sociales. Es atentar contra su derecho a la propiedad ya que conforme a sus usos y costumbres ellos no han parcelizado la tierra. Perder una proporción considerable de sus tierras implicaría una reestructuración general de su territorio, una afectación de su derecho a la alimentación, a sus redes sociales, a su autonomía.

Este problema –que puede verse como la manifestación local de un campo de lucha más amplio, como muchísimos de los que afectan a los pueblos originarios- se deriva de la presencia de extraños, de que los de fuera quieren explotar un territorio que no es suyo en beneficio de de sus negocios y empresas, lo cual afecta muchos aspectos de la vida de los ejidatarios ch’oles de Tila. Los extraños –funcionarios municipales, sacerdote, comerciantes-, llegan con planes de aprovecharse económica y políticamente de las situaciones que generan en beneficio propio y de sus grupos. De ahí su interés por originar pugnas y divisiones. Esto ha sido la constante a lo largo de la historia de los ejidatarios ch’oles de Tila y, en tiempos recientes, se hace evidente a partir de las políticas indigenistas desarrollistas de los setentas del siglo XX, las cuales no solo dividieron al grupo, sino que lograron la alianza de algunos de ellos con los intereses de los extraños. Desde entonces han actuado en contra de los de su propio pueblo.

Dado el aumento de familias los productos de la tierra cada alcanzan menos para alimentar al conjunto de los habitantes, lo cual obliga a los ch’oles de Tila completar la subsistencia con otras actividades, trabajando como asalariados y emprendiendo sus propios negocios, algunos de los cuales están vinculados a la devoción despertada por el Señor de Tila. Sin embargo, estas medidas de las que pueden echar mano para construir su vida de una manera digna, se verán más obstaculizadas de lo que ya lo son –permisos, impuestos, discriminación, racismo, competencia inequitativa, entre otras medidas- en caso de que el Ayuntamiento quede en posesión de las 130 hectáreas.

El enfrentamiento entre los ejidatarios ch’oles de Tila y la administración municipal, no puede entenderse solo como la confrontación entre una instancia de carácter federal (el ejido) y el Ayuntamiento. Tras de ello está la concepción liberal del Estado que no tiene otra forma de ver la tierra que como propiedad, como mercancía, como medio de producción, y es incapaz de percibir que para muchos miembros de este país, la tierra no es una mercancía, es la Madre que les da de comer, la que puede mantener unidas a las familias en torno a la mesa en que comparten los alimentos y muchas otras cosas más. La tierra forma parte de su territorio, ellos la conciben como parte de su propia vida. El Ayuntamiento la fracciona, la vende, cobra impuestos sobre ella. Ellos la comparten, colaboran en los gastos comunes y en las faenas que requieren del trabajo en común. El Ayuntamiento busca la división a través de promesas y prebendas individuales; ellos buscan la unión. El gobierno favorece económicamente a un sector en perjuicio del Bien Común; mantiene un sistema de desinformación e información distorsionada que confunde; utiliza a los que consigue comprar a través de sus prebendas para que actúen en contra de los suyos. A través de estos mecanismos reprime las formas propias y consensuales de arreglar las diferencias internas.

Los ejidatarios de Tila son un grupo que ha resistido el mestizaje, si bien han abandonado sus antiguas vestimentas y han aprendido el castellano, no han dejado de lado la lengua de su cultura. Esto les da una particularidad cultural. Saben que tienen que defender lo propio, las tierras por las que lucharon sus abuelos en contra de los finqueros y que ahora ellos tienen que negociar con el gobierno y las organizaciones kaxlanas, en el afán de construir una vida digna para ellos y para sus hijos. Desde su perspectiva, su lucha habrá sido siempre la misma: por la madre tierra y por la defensa de su libertad. Saben que esa tierra les pertenece tanto por derecho ancestral, como por derecho mexicano, pues el ejido constituye una institución de carácter federal. Existe en ellos el temor por los abusos que se pueden cometer en contra de los recursos naturales, cosa que afectará a todo el territorio y por lo tanto a ellos, pero también están preocupados por lo que se puede hacer con sus lugares sagrados como ríos y cuevas.

Según la legislación mexicana y las autoridades judiciales las 130 hectáreas en disputa pertenecen al ejido Tila. Respecto al asunto de la posible indemnización, de acuerdo con el convenio 169 de la OIT, los ejidatarios tienen derecho a la consulta libre, previa e informada sobre el destino de su territorio. Como lo han manifestado en sus procedimientos judiciales recientes, ellos no quieren la indemnización por todo lo que significa el territorio para ellos –afectación de su derecho a la propiedad, a la cultura, a la religión, a sentar sus propios principios de desarrollo (autodeterminación), sitios sagrados- y lo que prevén que pasará en caso de que queden en manos del Ayuntamiento. Conforme al derecho a la libre determinación, así como a los derechos correlativos, el que el Estado tome decisiones sobre las vidas de otros, en este caso de los ejidatarios de Tila, puede tener consecuencias catastróficas, sobre todo a sabiendas de que lo que se encuentra detrás de la ambición por apropiarse de esas tierras, es el afán de lucro, la discriminación y la exclusión. Se violaría el derecho a determinar cómo va a ser su territorio. Sin embargo, el gobierno y las instancias oficiales no comunican ni preguntan, ni respetan la organización ejidal en Tila, la discriminan. La incertidumbre y la amenaza constantes dificultan el mantenimiento de su cultura y sus prácticas propias. Entre las graves violaciones de los derechos humanos que ha cometido el Ayuntamiento de Tila es no solo permitir la presencia sino introducir él mismo a la fuerza pública y al ejército en territorio del Ejido ch’ol de Tila, cosa explícitamente prohibida por el artículo 30  de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, con lo cual, además de los enfrentamientos que se han dado con diferentes habitantes del municipio de Tila, crea miedo entre la población y entre otras muchas cosas afecta su derecho a la libertad de circulación.

Los ejidatarios ch’oles de Tila se encuentran entre la población económicamente pobre del país.  La pérdida de esas 130 hectáreas pone aún en mayor riesgo su economía, su alimentación, su salud y la protección del medio ambiente. La carencia de tierras es un problema para la población indígena. Por ello se incrementaría la violación sistemática de sus derechos humanos fundamentales, a tener condiciones de vida dignas, a sus formas tradicionales de vida y organización, a la cultura, a la tierra, territorio y recursos naturales, al consentimiento previo y libre. La privatización atenta directamente contra los derechos territoriales de los pueblos indígenas, y es una muestra más de racismo y discriminación
El despojo de los territorios originales es parte de una política de Estado que, de hecho, ha desconocido a los indígenas como personas y como pueblos, negándoles el derecho a la propiedad de sus tierras y territorios, y con ello, otros derechos fundamentales como el derecho a la vida, a la libertad, a la identidad e integridad personales. Las prácticas discriminatorias expresadas en intentos de asimilación religiosa, política, económica y militar; en la distribución de los recursos naturales en la que se da preferencia a ricos y extranjeros y en el despojo; en falta de respeto, protección y garantías judiciales y denegación de justicia; todo lo cual propicia situaciones de inseguridad territorial que propician las violaciones al patrimonio cultural en este caso de los ejidatarios ch’oles de Tila, genera inseguridad alimentaria y es una manifestación del estado de corrupción de la administración pública.

Los ejidatarios de Tila no quieren desarrollo de tipo capitalista porque saben, son conscientes, lo han vivido, que los ubica en condiciones de miseria, de pobreza, de desventaja, los indigna; ellos quieren una vida digna, buena, en la que puedan decidir cómo quieren vivir y se sientan libres.

Archivos Consultados

Acervo del Archivo del Obispado de San Cristóbal
Acervo del Archivo Histórico de Chiapas
Acervo del Archivo del CDI
Acervo del Archivo General Agrario
Acervo del Archivo del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas

Entrevistas

Ancianas y Ancianos del Ejido Tila
Grupo de Ejidatarios de Tila
Antiguo Agente Pastoral de la zona ch’ol

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1 Este apartado se redactó con base en una rápida revisión de los 14 legajos (con varios miles de fojas) que conforman los dos expedientes sobre el Ejido Tila en el Archivo General Agrario en la ciudad de México.

2 Buena parte de este apartado se redactó con base en la revisión de los expedientes sobre el Ejido Tila en el Archivo General Agrario en la ciudad de México.