VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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1.5 Historia y narrativa universitaria

Las instituciones, al igual que las actividades humanas, son siempre invenciones, producto del desenvolvimiento de los colectivos de hombres y mujeres que construyen significados, objetos, prácticas, rutinas y ritos que dan sentido, orden y regularidad a sus vidas. La universidad es uno de los inventos institucionalizados más importantes y fecundos de la cultura occidental. Por tanto los estudiantes como  estamento, ocupación y oficio también son un invento. Gimeno Sacristán (2003) disecciona y devela la invención del alumno, se trata de un personaje escolar que comparte  algunos rasgos con el estudiante universitario. Pero en definitiva el estudiante es una nueva especie social que evoluciona y se multiplica en un “Alma Mater” de la que egresa para buscar una posición en la mitad alta del mercado laboral.
            En la Edad media con el surgimiento de las universidades europeas aparecieron  los pobladores protagónicos de estas instituciones los estudiantes. En Bolonia y Salerno estudiantes y profesores establecieron un vínculo y asociación fundacional que maduró hasta convertirse en una organización visible. El mayor mérito de estas primeras etapas se ha atribuido a los estudiantes que fundaron, poblaron y concurrieron a estas nuevas casas del conocimiento, cuyo origen se suele vincular a instituciones clericales, de las que provenían una parte importante de los estudiantes y muchos de los ritos y prácticas que la impregnaron. En muchos aspectos se trata de una organización y luego una institución nueva, única, diferente, con elocuentes virtudes que lograron que de Bolonia pasara a otras ciudades de la actual Italia, luego a Francia, Inglaterra, España, Austria, al resto de Europa, a las colonias españolas y británicas, hasta alcanzar una cobertura mundial.  
            En aquellas primeras universidades –siempre urbanas- se fueron construyendo nuevas relaciones entre sus miembros. Los estudiantes se constituyeron en universitas, en una especie de sindicato de una comunidad heterogénea ejerciendo un nuevo oficio, distinto a los practicados por los demás pobladores de la ciudad. Se trataba de una comunidad compuesta por personas de diversos orígenes geográficos y sociales; de  edades e intereses diversos que generaron prácticas, significados y modos de vida peculiares que los distinguían tanto del profesorado como de los otros pobladores del medio urbano. Esa comunidad como todas, aspiraba a un espacio, un territorio y normas  propias, pero entendían que su seguridad y existencia dependían tanto del reconocimiento externo como de la identidad, lealtad y cohesión de sus miembros. El grueso de los estudiantes eran foráneos, pobladores temporales (de breve estancia en ciudades y universidades), jóvenes, con las necesidades de siempre, pero con actividades y aficiones que los distinguen, pero sobretodo con una libertad de la que no disponían antes y que ningún otro estamento social parecía poseer. Por ello los estudiantes aparecen descritos en muchos documentos anecdóticos y aún históricos como individuos licenciosos y conflictivos. En algunas tradiciones literarias como la española (Espronceda, 2005), se estereotipa la imagen de los estudiantes como bebedores, jugadores y pendencieros. En la historia de la Sorbona se consignan tipologías de estudiantes cuyas virtudes y vicios que se atan al origen geográfico o nacional de cada uno.
            En un principio los estudiantes provenían en su mayoría del mundo eclesiástico pero con el tiempo la proporción fue disminuyendo y su lugar fue ocupado por estudiantes de las clases medias urbanas, hijos de comerciantes y de la alta burocracia. La universidad durante muchos siglos fue un mundo masculino. Las mujeres en la comunidad universitaria nunca ocuparon posiciones de estudiantes o de docentes, aunque algunas mujeres contaron con una educación superior como lo evidencia la sapiencia de la mexicana Juana de Asbaje.
            Documentos de los colegios de las primeras etapas nos narran y describen como acaecía el día a día de los estudiantes: desde el amanecer se seguía un riguroso y extenuante horario de ritos y estudio, reglamentos y  alimentación. Un modo y condiciones de vida distintos de quienes vivían en alojamientos o viviendas completas arrendadas a los pobladores locales, estos últimos estudiantes dispusieron por lo general de mayores márgenes de libertad, dependiendo por supuesto de los recursos disponibles y de la posición social. Hilde de Ridder-Symoens (1994 y 1999) nos ilustra sobre los orígenes geográficos de los estudiantes universitarios, las migraciones y peregrinaciones académicas que realizaban estudiantes y maestros desde los diversos lugares procedencia, lo que comían, con quienes compartían el pan (compañeros); las indumentarias y objetos que portaban, las herramientas, útiles y textos que empleaban. Detalla la estructura curricular, su contenido y evolución para cada tipo de programa, las fuentes de conocimiento, profesores, discusiones, libros y copias manuscritas, apuntes tomados al vuelo, la estructura de los grados, los calendarios y horarios, las discusiones, las lecciones matutinas regulares y las extraordinarias, las posiciones de los estudiantes dentro del aula. Detalla la evolución del gobierno dentro de las universidades, los rectorados de estudiantes, la participación central de las naciones de estudiantes y luego con la formalización de los exámenes, la progresiva pérdida de poder de la representación estudiantil  frente al estamento docente. Igualmente dan cuenta del nacimiento y función de los colegios, inicialmente destinados a estudiantes de pocos recursos, luego progresivamente ocupados por estudiantes de clases privilegiadas. Son narraciones que describen las relaciones, interacciones y prácticas al interior de una comunidad dispar en la que conviven la solidaridad y la rivalidad entre estudiantes y, la permanente disputa con los pobladores urbanos. Las disputas entre naciones de estudiantes, los privilegios, las privaciones, los costos, las vacaciones, las ceremonias, los ritos y los emblemas, que al lado de las lecciones, manuscritos y tareas constituyen la vida de aquellos primeros universitarios.
            Las universidades y colegios se percataron de la conveniencia de contar con edificaciones y espacios propios acordes a las actividades propias de cada campo de conocimiento. Edificaciones no sólo útiles en plano funcional, también simbólicas que patentaran la dignidad de la institución y la importancia que le conferían sus nobles benefactores. Surgieron en estos edificios distintos tipos de salas de estudio, discusión, solemnes y de reunión. Las colecciones de manuscritos y libros, pero también las colecciones botánicas y de minerales, requirieron nuevos espacios. Utensilios, pequeñas máquinas y prácticas demostrativas fueron dando origen a los laboratorios, salas tipo anfiteatro, salas de exposiciones, pequeños museos, jardines botánico y al arboreto. Se  construyeron  nobles espacios para las autoridades, las áreas simbólicas de protocolo, del claustro docente y  áreas con mayor seguridad destinadas al resguardo de archivos, llaves y sellos de la universidad. Las funciones y organización de las universidades armonizadas con las aspiraciones, pero también con las capacidades de cada estado, dio  forma a  las infraestructuras  y a la vida universitaria.
            La estructura narrativa de los documentos históricos permite conocer generalidades y generalizaciones acerca de la vida de los distintos tipos de estudiantes, al igual que peculiaridades acerca de: instituciones, profesores notables, discusiones célebres, prácticas, ritos y ceremonias que fueron dotando de carácter y singularidad a cada Universidad. Junto a la narrativa histórica, la conservación de bienes materiales como mobiliario y algunos de los edificios que albergaban colegios, bibliotecas y universidades, permiten reconstruir con  poco esfuerzo imaginativo la actividad que ahí se desarrollaba. Documentos y registros dan cuentan de los distintos escenarios que integraban el hábitat de los universitarios que se extendía desde los colegios y casa de alojamiento, hasta  las bibliotecas, salas de lectura y discusión, patios, explanadas y jardines botánicos de la institución para terminar en mesones, tabernas, trayectos y correrías de  los estudiantes.
            Las colonias españolas en América pronto reclaman la creación de estas instituciones en el nuevo mundo y así surgen las universidades de México, Santo Domingo y Lima. La primera es la Real y Pontificia Universidad de México creada en 1551 cuya organización, currículum y cátedras emulan a las Universidades españolas de Salamanca y Alcalá de Henares.
            Pese a que la universidad en México fue creada para para que a ella concurrieran “naturales e hijos de españoles sin distingo alguno” (Sánchez, 2002) la imposibilidad de los indígenas y las restricciones a los mestizos  para ocupar cargos religiosos o de administración en el virreinato derivó en una universidad para varones criollos de buena posición. Los elevados costos de las ceremonias, anillos y vestuario para la obtención de los grados tal vez sea la causa de que durante el periodo colonial solo se graduaran 1,167 maestros y doctores mientras que 11,683  estudiantes de entre 12 y 14 años concluyeron el bachillerato. En todo caso se trató de una universidad  de pequeñas proporciones al servicio de las élites locales, sin comparación con la Universidad de Salamanca que en el siglo XVI tenía 3,000 estudiantes provenientes de cuatro regiones: Salamanca, Portugal, Burgos y Toledo, y menos con la universidad de Bolonia que acogía a 10,000 estudiantes de toda Europa. A pesar de la medianía de su matrícula no se puede pasar por alto su contribución en la formación de los primeros intelectuales, médicos, pensadores e ideólogos mexicanos.
            Apenas treinta años después de la caída de Tenochtitlan, la Nueva España ya contaba con la Real y Pontificia Universidad  de México, pero debieron transcurrir poco más de ochenta años para que se fundara (1624) una segunda universidad igualmente blasonada la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Javier en Mérida y en 1791 -ya por finalizar la etapa colonial- surge la Real y Literaria Universidad de Guadalajara. Con esa magra cosecha en materia de educación universitaria concluyen tres siglos de dominio español.

            Al triunfo del movimiento independentista y con la adopción del sistema federalista, a cada uno de los nuevos estados federados le corresponde  atender la educación superior. Durante el siglo XIX las  luchas fratricidas entre las facciones liberales y conservadoras, la guerra con Estados Unidos y la Intervención francesa no abonan al establecimiento y desarrollo de las universidades, máxime cuando fueron consideradas como instituciones afines al clero y a los conservadores. Eso explica –en parte- porque al término de las contiendas y durante los gobiernos de Juárez y Díaz se prefirió laicizar la educación superior creando Colegios Civiles e institutos científicos y literarios. Transcurrió todo el siglo XIX sin que México desarrollara un sistema universitario mientras que en América y el mundo se expandían y enfrentaban los tres modelos universitarios: el francés (napoleónico), el alemán (investigación) y el norteamericano (de vinculación). Así México -pese a la apertura de la Universidad Nacional en 1910- se mantuvo operando hasta mediados del siglo XX el modelo de institutos y colegios profesionales. (Piñera 2007).

            Al hilo con las descripciones y narraciones de carácter histórico, Bourdieu (2007) analiza cómo las universidades con el advenimiento de los estados modernos se convirtieron en instituciones de élite formadoras de la nueva nobleza de estado, conformada por  profesionales y expertos que instituyen, difunden y reproducen los valores que legitiman el poder del Estado. Las infraestructuras, acervos y profesorado de las universidades  reflejaban la importancia y sentido otorgada por el Estado a estas instituciones. Por ello se edifican empleando materiales nobles y naturales como piedra, maderas, hierro y ladrillo, que sirven para expresar y exponer la tradición académica  y la innovación arquitectónica. El profesorado se integra con los más notables intelectuales y científicos en cada una de las disciplinas y campos profesionales. Las bibliotecas con sus acervos y colecciones eran el corazón de esas universidades. Los estudiantes de las profesiones liberales provienen de las clases sociales más ilustradas y con mayores recursos, y aun cuando no están ausentes estudiantes de clases medias e incluso de los sectores menos favorecidos las proporciones de estos últimos fueron muy bajas. Debemos recordar que en estas instituciones de élite creadas, reformadas o consolidadas por el Estado hasta fines del siglo XIX, estuvieron ausentes las mujeres (Reques, 2009). En estas comunidades académicas el codeo se limitó -en la mayoría de los casos- a interacciones entre estudiantes y profesores que compartían: un mismo origen social y étnico, el género masculino y frecuentemente la misma filiación política. No se puede dejar de mencionar que en el caso de México, la UNAM fue durante medio siglo XX la universidad soporte del Estado mexicano, la institución encargada de formar a  las élites académicas, a los intelectuales, a la alta burocracia mexicana, además de aglutinar los primeros cuerpos de científicos; mientras que el IPN –un poco más tarde- se ocupaba de formar los cuerpos de ingenieros para apuntalar el desarrollo nacional y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey  (una institución privada) les ha disputado desde 1943 la formación de las élites empresariales.   

            Durante el Siglo XX las universidades crecen, se diversifican y se multiplican en todas las naciones. La expansión y cobertura de las universidades alcanza tasas nunca antes vistas, la incorporación de las mujeres y proporciones mayores de  estudiantes provenientes de las clases medias y bajas, las enriquecen, pero también las  convulsionan. En ell último tercio del Siglo XX, políticas nacionales de equidad geográfica en el acceso a la educación superior impulsan la creación de universidades provinciales y locales. En México parece plausible asegurar que el impulso a las políticas de regionalización y descentralización de la educación superior también provino de del movimiento estudiantil de 1968 y de las políticas orientadas a  dispersar o al menos evitar el crecimiento del número de estudiantes provenientes de otras entidades. En este contexto mundial y nacional aparece el concepto de universidad de masas (con las diversas connotaciones que el concepto de masas implica) se hacen patentes las complicaciones y dificultades que ocasionan: la magnitud de la matrícula, la diversidad del capital cultural de los estudiantes, la insuficiencia de profesorado calificado y la saturación e insuficiencia de muchos de los espacios y recinto universitarios, pero también porque se inicia una devaluación de los títulos de licenciatura que induce y alienta el desarrollo del posgrado.
            La composición de las comunidades académicas cambio, y la narración sobre su quehacer también lo hizo.  En la recopilación e integración de la historia de las universidades europeas a las que se ha hecho referencia se aprecia el esmero de los investigadores en mostrar el contexto, las condiciones, acciones y circunstancias en que se dio el nacimiento evolución y desarrollo de esas instituciones. Consignan las vicisitudes a las que estuvieron expuestos profesores, estudiantes y las comunidades que las acogían; tiempo, espacios, lugares, orígenes, rutas, conflictos, ritos, ceremonias, festividades, alimentación, vestimentas y modos de vida aparecen descritos en forma más o menos amplia. Es una historia episódica a saltos, pero en la que se reconoce el ritmo y profundidad de los cambios. En la Historia de la Real y Pontificia Universidad de México (Marsiske, 2006) los registros hacen referencia a los edificios, al estado físico y ubicación de los mismos, a cátedras, profesores, concursos de plaza, métodos de enseñanza, libros, bibliotecas, disputas académicas, exámenes, ceremonias, vestuarios, costos y tesis defendidas, y aún quedaba espacio para mencionar casos singulares como el de Fernández de Lizardi o para enumerar a los encuadernadores e ilustradores de las tesis.
            Paulatinamente ese formato narrativo y contextualizado en donde lo singular y hasta lo anecdótico tienen cabida, fue remplazado por un formato lacónico y objetivo, el informe, con mayor racionalidad técnica, más lineal y consistente -que diga más en menos espacio, y que mejor, que el informe gráfico estadístico- que posibilita la medición y comparación interna y externa. Las generalizaciones destierran lo singular, la persona desaparece, su origen, vida y trayectoria se convierten en datos, los datos se agrupan en variables e indicadores, se someten luego a procesos estadísticos y se nos ofrecen como cuadros y gráficos. De alguna forma las personas y las propias instituciones pierden visibilidad e identidad y forman parte de un entramado de cifras y comparaciones: número de estudiantes por género, programa y nivel educativo; profesores de tiempo completo, cuerpos académicos, perfil Promep y SNI; aulas, puestos de lectura, número de obras en las colecciones, número de computadoras; cobertura, movilidad, resultados en el EGEL, incorporación al mercado de trabajo y medallas deportivas. Todo se mide, todo se compara, y así cada institución obtiene un lugar, una posición en el campo de la educación superior mexicana y para cuestiones de financiamiento, la posición lo es todo.  

1.6. Naturaleza del estudio
La presente es una investigación educativa que tiene como protagonista central a los estudiantes, y a la parte de su cotidianidad que tiene como contexto y escenario de sus actuaciones e interacciones la institución universitaria.
            Por sus objetivos, propósitos y pretensiones es un estudio enmarcado en el paradigma cualitativo-interpretativo, abierto a la emergencia de categorías de análisis, en donde la realidad es abordada en condiciones naturales -tal y como se muestra- a la luz de la epistemología fenomenológica  teniendo como objetivo  la interpretación y la comprensión de la realidad que se estudia.
            Es una investigación educativa sobre la vida cotidiana de los estudiantes, que abordo acrisolando sobre la marcha ejes conceptuales y disciplinarios diversos:

  • sociológico (Teoría de la reproducción social de Bourdieu 2001,2004 );
  • antropológico cultural (Teoría del cruce de culturas Pérez Gómez 2004)  
  • psicoambiental-proxémico (Goffman,2010 y Hall, 1997);
  • geoespacial urbano y arquitectónico (Santos, 2000c; Duque, 2008; Delgado, 2008; Campos, 2009) y,
  • un eje histórico (la institución universitaria y de sus pobladores Ridder-Symoens, 1994 y 1999).
  • Y la epistemología fenomenológica (Heidegger,2009 y Merleau-Ponty, 2010).

            Esta amalgama es conciliada en un estudio de corte etnográfico caracterizado por una estancia de 24 meses en el medio estudiado y el uso de herramientas e instrumentos como:

  • la observación etnográfica y participativa,
  • voces e interpretaciones de los pobladores del campus académico
  • las entrevistas con profundidad,
  • los grupos de discusión,
  • los diálogos incidentales,
  • el registro en diario de campo y un registro fotográfico;
  •  así como el registro en planos arquitectónicos  y de conjunto del campus Ciudad Universitaria, de la evolución en el uso del espacio, y de la territorialidad de  acciones, actuaciones e interacciones de los estudiantes.

            El proceso de análisis y discusión de categorías se apuntaló con estrategias de triangulación entre fuentes, instrumentos y registros -como soporte de la credibilidad del estudio- todos los informes fueron confrontados primero con respuestas, narraciones e interpretaciones de los informantes en lo individual o de los informes obtenidos  en grupos de discusión y por los grupos de observación  de contraste; y en un segundo plano con los datos y el discurso de los documentos institucionales como: Plan Maestro de Ciudad Universitaria, tres informes rectorales, y dos Planes institucionales de Desarrollo.

1.7. Estructura del informe
El estudio se presenta en extenso en tres partes: la primera denominada TEXTOS Y CONTEXTOS incluye el capítulo I, en el que se presenta la justificación, objetivos, y un poco de historia; el capítulo II Marco teórico muestra los campos de conocimiento convocados para el diálogo interdisciplinario (Muñoz ,2011)  y en los que se sustentan las diversas categorías de análisis; el capítulo III hace un recuento de la metodología.  Una aproximación: histórico- antropológica y socioeconómica  al objeto de estudio y su entorno es el título del capítulo IVdedicado a caracterizar el entorno socio-cultural y económico que acoge a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y al Campus Ciudad Universitaria; cierra esta primera parte  el capítulo V, en el que se muestra una breve revisión de políticas en materia de educación superior que inciden en la vida de los pobladores de la Ciudad Universitaria.
            La segunda parte: CU TRAYECTO, ESCENARIO Y AMBIENTES se integra con los capítulos: VI Ciudad Universitaria y el campus didáctico; y el VII Habitabilidad del Edificio “A” una mirada al hábitat universitario. Esta parte es fundamentalmente descriptiva y está dedicada a recorrer la superficie: física, social, simbólica e institucional del nuevo campus universitario.
La tercera parte: COTIDIANIDAD, CULTURA Y  POBLAMIENTO DE CU se integra con los capítulos: VIII. Rasgos de la vida cotidiana en el campus, que hace un recuento de algunos componentes centrales de la cotidianidad, como el trasporte y la alimentación hasta los espacios lúdicos y las ciber-interacciones en las redes sociales; mientras que el capítulo IX centra su atención en la vulnerabilidad de la vida académica y la falta de estructuración de la cultura institucional, cierra esta parte y el informe el capítulo X en el que se presentan algunas reflexiones sobre la incidencia de las políticas institucionales y gubernamentales en la vida cotidiana y académica de los estudiantes pobladores de CU.