VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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II. Marco teórico

2.1. Fundamentos teóricos

De los diversos fragmentos del hábitat en que los estudiantes universitarios se construyen como individuos y agentes sociales, la institución en su connotación simbólica y normativa; y el campus universitario como materialidad, espacio y territoriointegran el eje articulador, porque en ellos y a partir de ellos se organizan, conjugan y sintetizan los espacios social, geo-urbano y antropológico que integran el texto y contexto de la cotidianidad de los universitario. La forma, contenido y estructura de un campo social [la educación universitaria] existe no sólo como condición –material, cultural y simbólica- dada, sino como campo de juego en el que todos compiten por un lugar, un territorio y una posición. La institución-campus es un medio social estructurado con apariencia homóloga para todos los estudiantes participantes, pero a la vez es un medio- estructurante distinto para cada uno de ellos. El pretendido isomorfismo se desvanece en función de sus biografías y de las posiciones con las que arriban al campo universitario. Posiciones que en gran medida son generadas por las diferencias en magnitud y composición de sus capitales (Bourdieu, 2002). 

            El capital (en la teoría de la reproducción social) está integrado por distintas especies de capitales identificables como: capacidades económicas, posición y  relaciones sociales, pero también y de manera muy relevante por los capitales cultural, político y simbólico que toman cuerpo en las disposiciones o habitus, exteriorizados  en comportamientos que se tornancentrales en las relaciones, estrategias y acciones que en el espacio geo-socio-antropológico realizan y asumen los estudiantes al habitar, transitar, construir e intercambiar significados, al tiempo que alternan su estadía en el campo universitario y en la citadina vida familiar.

            Los espacios privados, públicos e intersticiales que constituyen el hábitat de los estudiantes, son a la vez que configuraciones espaciales el escenario de su vida cotidiana; campos, territorios y lugares en los que hacen patentes sus formas de  -estar en el mundo- y del mundo afectivo que se construye en el –co estar- con otros agentes. Los comportamientos de tránsito, poblamiento, exploración, colonización, abandono, nomadismo o desinterés; uso, abuso o desuso en los diversos espacios institucionales son centrales para entender la forma en que cada agente percibe y vive la condición de estudiante universitario.

            El estudio se apoya en la corriente de la Sociología de la Reproducción social desarrollado por Bourdieu (2001, 2004, 2006, 2007, 2008) articulada  con el enfoque de la Antropología cultural que considera a la escuela -y con ella a la universidad- como cruce de culturas (Pérez G., 2004). Otro eje relativo al espacio tiene como soporte las teorías del espacio desde la dimensión macro-sistémica de la nueva geografía expuesta por Santos (2000c), en donde el espacio geográfico se integra simultáneamente por sistemas de objetos y sistemas de acciones; hasta el nivel micro de la antropología del espacio personal [proxemia] y de las interacciones que en él acontecen (Hall 1997 y Goffman ,1970). El entramado conceptual se completa incorporando elementos teóricos y conceptuales de la Psicología ambiental y Ecológica, como de la Antropología urbana (Holahan, 1999 y Delgado, 2007). Cierran el marco teórico la corriente urbanístico-arquitectónica “espacios didácticos” enarbolada por Campos Calvo-Sotelo (2009) en la que se amalgaman conceptos y propuestas de los campos del diseño y de la organización escolar, en este caso de la organización y función universitaria, con un acercamiento a las prácticas educativas de la ciudad de Reggia Emilia (Italia) que reconocen como los tres grandes educadores: a los adultos (padres y maestros), a los pares (otros estudiantes, hermanos y amigos) y al espacio público (edificaciones, patios, jardines y equipamiento). Rinaldi, 2001.

            El enfoque filosófico que articula el estudio es la Fenomenología desde la postura de Heidegger (2009), a las que se suman las interpretaciones de Duque (2007) sobre -habitar la tierra- como una forma de -estar en el mundo-  en la que la apropiación y construcción del espacio, de lo urbano y lo arquitectónico integran la existencia humana. Se acude a los conceptos y reflexiones de Bauman (2009) y Delgado (2007) sobre  liquidez de la vida, de la ciudad, de un mundo social siempre haciéndose, de la fugacidad de los encuentros, del consumo, de lo provisional, efímero y superficial, del miedo en el espacio urbano y de la pérdida del espacio público, para entender en el mundo posmoderno las angustias, perplejidad e incertidumbre de los estudiantes con orígenes y biografías diferentes al transitar por campus académico aun haciéndose en donde los territorios son efímeros y las prácticas, pobladores y escenarios cambiantes.

            La fenomenología permite conciliar el estudio de las acciones, interacciones y construcción de significados -co-estar-, -otredad- y el -mundo a la mano- de los estudiantes con capitales, procedencias y posiciones diferentes con el estudio del medio circundante en que se desarrolla su existencia, su –estar en el mundo-, particularmente en esta parte del el mundo, que es en más de un sentido destierro.

            En el medio circundante los referentes espaciales de la configuración territorial, las vías, la parcelación urbana, el transporte, las edificaciones, los horarios y servicios; así como los objetos del mundo -a la mano- (infraestructuras académicas: bibliotecas, salas electrónicas y dispositivos electrónicos personales), contribuyen en forma potente y al lado del tiempo disponible, en la exteriorización de las disposiciones, interacciones, aspiraciones y del mundo afectivo con los que participan los estudiantes en la construcción de sentidos y significados de su vida cotidiana.

2.2. El estudiantado fuera del aula y del rendimiento escolar

Los estudiantes como individuos han sido reducidos a meros educandos, confinados en aulas, siguiendo un currículum oficial en un espacio institucional (físico o virtual). Son los estudiantes con su mera  existencia los que dotan de sentido a las acciones y omisiones educativas, pero luego paradójicamente son ignorados. Estructura curricular, metodologías de enseñanza, estilos de aprendizaje, rendimiento y eficiencia terminal son los signos vitales que se monitorean en los sistemas educativos y en las instituciones universitarias. ¿Y los estudiantes?  En los estudios cuantitativos cobertura, eficiencia, rendimiento escolar, capacidad y competitividad académica, cuerpos académicos y movilidad son los factores clave, y al parecer lo único que vale la pena estudiar.

            Por otra parte muchos de los estudios antropológicos sobre interacciones, construcción de significados, institucionalización, ritualidad y reproducción social en el campo escolar o educativo han centrado su interés en el espacio estructurado y estructurante del aula. Un espacio cuyo diseño y mobiliario permite un repertorio limitado y repetitivo de acciones y relaciones (Gimeno, 2003). Es un espacio ritual y simbólico en el que las jerarquías, territorios, relaciones, tareas y el poder, están firme y formalmente instituidos. Pero las personas-estudiantes-ciudadanos se construyen también fuera de las aulas, en los encuentros, interacciones y relaciones con sus iguales, con quienes comparte escenarios, normas, angustias, afectos, necesidades, espacios y trayectos, pero con los que también compiten, por territorios, afectos, reconocimientos y becas.

                        La construcción de significados y la apropiación de prácticas y rituales de interacción por parte de los estudiantes universitarios fuera del aula con frecuencia es ignorada. La presencia o ausencia de los estudiantes en  otros espacios, nichos, territorios y actividades de la institución educativa que no sean las aulas, laboratorios, biblioteca y canchas o eventos de carácter obligatorio no parecen ser un objeto legítimo de estudio o de preocupación para la institución universitaria, -a menos- que se trate de acciones o actuaciones que la institución considera inadmisibles como el consumo de sustancias prohibidas, las relaciones afectivas profesor (a)-estudiante, el robo, la venta de alimentos entre estudiantes o el maltrato a las infraestructuras universitarias.

            Las investigaciones educativas suelen mantener la dualidad mente-cuerpo centrándose en lo inmaterial (aprendizaje, inteligencia, aprovechamiento), el cuerpo es un accidente biológico que porta al sujeto de la educación, si acaso -y eso porque se considera políticamente correcto- se prevén algunos paliativos como rampas y elevadores para los estudiantes con discapacidades motoras. Los edificios institucionales son vistos cuando el diseño arquitectónico lo permite como espacios emblemáticos; pero más frecuentemente son solamente los contenedores de la actividad escolar y los espacios en los que hay que distribuir los cuerpos de los estudiantes. Como si se tratase de objetos que deben ser colocados en forma ordenada y funcional en cada una de las aulas del gran contenedor o edificio universitario. Con los criterio de capacidad de los contenedores y la segmentación por programas educativos se establece: número de admitidos,  estudiantes por aula, número de puestos de lectura, equipamiento en las aulas electrónicas. La máxima aspiración en esta visión, es que todo  estudiante  encuentre un lugar en el interior de las aulas, un puesto de lectura en las bibliotecas y un equipo disponible en los centros de cómputo. Pero las inevitables necesidades bio-fisiológica y los desplazamientos de los estudiantes a los distintos ámbitos y nichos  existentes en el campus obliga a las instituciones a incluir espacios y condiciones de restauración y confort como: baños, cafeterías, corredores, escaleras y elevadores además de sistemas de climatización artificial, bebederos, patios y estacionamiento, pasando por alto con mucha frecuencia la necesidad de espacios para el  descanso, encuentro y trabajo colaborativo en condiciones autónomas.

            Concluyendo del horario de clases, para la institución universitaria cesa su obligación y el estudiante desaparece. De los estudiantes parece no importar o no tener relevancia la corporeidad, las fatigas, la emotividad, las  interacciones, ni las  condiciones de vida que propicia la ocupación y dedicación universitaria. En ocasiones incluso se ignora o desatienden los espacios para el aprendizaje independiente y colaborativo invocados en el modelo educativo. Las salas de estudio o áreas de estudiantado, los espacios para la representación estudiantil están ausentes, incluyendo equipamientos básicos como casilleros en donde dejar sus materiales o un espacio dotado de microondas en donde calentar sus alimentos y consumirlos con dignidad. Por ello los edificios universitarios son casi por definición contenedores de estudiantes, profesores, computadoras y libros. Los vestíbulos, halls, pasillos, escaleras y patios son zonas de tránsito [de transición diría Burgess 1962], son los necesarios distribuidores y enlaces entre las distintas zonas de contenedores o los pasajes de entrada y salida al mundo exterior. Las arboledas y ajardinamientos (cuando las hay) suelen ser paisajistas, aderezos estéticos más que espacios destinados al disfrute directo de los estudiantes o al aprendizaje y la reflexión como lo fueron inicialmente los jardines botánicos , y los arboretos. Cualquier espacio existente en el interior o en el perímetro de las edificaciones que no se convierte en contenedor de personas o de prácticas institucionalizadas es considerado un residuo arquitectónico, un exceso y hasta un desperdicio. (Ver el caso de las terrazas en los edificios A, C y B)

            Para abordar la entramada y compleja realidad del espacio social y antropológico en el que se constituye la vida cotidiana de los estudiantes fuera de las aulas, se consideró adecuado asumir de manera abierta que las intersecciones, solapamientos y transversalidades disciplinares inevitables o in-evitadas se entramen  en las descripciones, interpretaciones y comprensión de la cotidianidad que viven los pobladores de la ciudad universitaria.