VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Volver al índice

6.4 Aulas, salones y audiovisuales

El último elemento en ser estudiado dentro del modelo de “campus didáctico” propuesto por Campos-Calvo Sotelo es el aula, porque es el componente de menores dimensiones y con la configuración espacial más simple y regular. Pero en contraparte  el aula es el espacio más potente en configurar las relaciones de poder-saber (Foucault, 1976) y el espacio social más estructurado y estructurante del campo educativo (Bourdieu, 2007); pero es también el escenario en donde colisionan más claramente la cultura de la institución y el profesorado con la cultura de los estudiantes (Pérez Gómez, 2004).

          Los rituales de enseñanza-aprendizaje, las relaciones interpersonales o las asimetrías de poder que condicionan el acontecer al interior de los salones de clase  (Jackson, 2001 y Rivas, 1990) no ocupan -como ya lo he señalado- el foco de este estudio, pero las aulas son espacios, territorios y ambientes que  resultan de ineludible mención –así sea de manera tangencial-, porque en la escala material del “espacio didáctico” (Calvo Sotelo, 2009) la unidad de análisis más pequeña lo constituyen las aulas alojadas en las edificaciones y envueltas por los equipamientos, infraestructuras y ambientes del campus universitario. Las aulas y los horarios de ocupación son el eje en torno al  cual se organiza la actividad más visible del quehacer académico, son también los referentes simbólicos y espaciales más potentes, los  topos-escénicos de los encuentros, actuaciones, interacciones y afectos de estudiantes y profesores. La ubicación del aula, taller o laboratorio al que deben concurrir los estudiantes en el horario prescrito condiciona los desplazamientos, la permanencia, las prisas, las pausas; y la intensidad o fugacidad de las interacciones.

            La localización de las distintas aulas a las que debe concurrir cada estudiante durante su jornada académica, contribuye a que cada poblador  construya y recorra el territorio que con la reiteración de su presencia y actuaciones va haciendo propio, identificando y marcando con su afectividad, relaciones y significados aquellos lugares que son “su lugar”, porque en ellos se siente seguro y aceptado. En los trayectos al interior del campus universitario cada estudiante va reconociendo los territorios y espacios que también son de los otros, por ellos transita mimetizándose como transeúnte rutinario hasta lograr la  cotidiana invisibilidad de los nativos, esperando a cambio recibir en un intercambio recíproco, la tolerancia que implica la co-ocupación de un remoto hábitat que cohesiona, identifica y marca a quienes lo ocupan. Se trata de un hábitat estrecho y difuso que cada estudiante comparte con los “otros” pobladores y con la otredad ausente que ingresa a este espacio por  las vías cibernéticas y a quienes se aferra a través de mensajes de texto; con unos y otros  comparte en el imaginario colectivo,  la certeza de la lejanía y la ambigua noción de libertad y destierro, objetivadas ambas (noción y certeza) por el largo trayecto y el inhóspito entorno que circunda al hábitat universitario.

            Desplazamientos y territorio resultan esenciales para establecer y participar de los encuentros, intercambios e interacciones, tanto de las inesperadas y fugaces, como de aquellas más profundas que enriquecen y proveen  de  sentido a la vida cotidiana y al mundo afectivo de los estudiantes, incluso por encima del acontecer áulico.

            En este campus el soleamiento, el viento y la desnudez del paisaje son condiciones del medio ambiente exterior que inhiben los desplazamientos innecesarios y que desalientan alejarse  del confort interior de las edificaciones, propiciando en estudiantes y profesores la ocupación de nichos estrechos de actuación que pocas veces abandonan. Nichos que abarcan sus lugares rutinarios y los espacios de tránsito, pero que por lo general  no se extienden más allá de los umbrales y sombreados que proveen los juegos del sol y la arquitectura. De  manera semejante opera en el microespacio del aula, solo que en ellas los condicionantes de los ambientes de aprendizaje (Loughlin y Suina, 1997) e interacción (Goffman, 1970) son: los equipamiento, mobiliario, distribución, iluminación y temperatura porque todos ellos contextualizan y determinan una parte relevante de la diversidad de las interacciones y relaciones tanto de los procesos de enseñanza aprendizaje como de aquellas en las que se construyen los sentidos de pertenencia a un grupo a una carrera, a una comunidad universitaria.

            El interés por atisbar el acontecer en las aulas en este estudio etnográfico radica en que las aulas son el espacio social, antropológico y simbólico más estructurante, espacio en él  se inculcan o no las normas de actuación y las regulaciones de la cultura institucional universitaria que incorporan, portan y ejercen los estudiantes en el campus y también porque las aulas son foros y arenas institucionales en donde se encuentran y enfrentan en un ejercicio de microfísica de poder las distintas  especies del capital. En la escena universitaria el enfrentamiento distingue las distintos capitales culturales; por un lado están las culturas experiencial, social y escolar que portan los estudiantes y por el otro las culturas académica, institucional y crítica del profesorado y de la universidad. Esta distinción es importante, porque el aula  se constituye en un espacio afectivo existencial, desde donde se negocian y construyen afectos, rivalidades, lealtades, complicidades, incluso con mayor intensidad que el ethos  de la profesión y el sentido de identidad institucional. Cada aula se asume como un territorio en disputa y cada grupo de estudiantes que comparten un mismo docente, con el que mantienen la relación pedagógica, construyen una relación de afectación mutua, objetivada en procesos de modelación mediante: negociación, adulación, victimización, o de ser necesario mediante presiones, burlas y confrontaciones en las redes sociales. Los estudiantes perciben y defienden el campus de CU como su propio territorio y son los maestros, sobre todo los que van incorporándose a la planta docente (los nuevos) quienes deben acomodar sus exigencias, tareas y evaluaciones a las expectativas de los estudiantes, o al menos esa negociación se ha tornado en la parte más visible de la interacción estudiantes-profesores.

            Ingresé a las aulas del campus universitario de CU, lo hice preferentemente antes de que fuera ocupada o una vez que  la clase había concluido; evite convertirme en un intruso e interferir en un ámbito que los profesores consideran privado, casi de su propiedad. Pero era necesaria esta acción itinerante para atender el señalamiento de Mauss (1971), quien reclama que los trabajos etnográficos partan de una descripción completa de todos los espacios, recintos y lugares (físicos y simbólicos) en los que: comparten, intercambian y construyen significados los miembros de la comunidad estudiada,  (porque de lo contrario se corre el riesgo de mutilar y caricaturizar la realidad que se pretende comprender).

            Una vez concluida la clase es fácil apreciar: dimensiones, equipamiento, iluminación y la distribución del mobiliario utilizada en el encuentro docente, además están como evidencias los restos de escritura en la pizarra y la limpieza o falta de ella que impera en el aula. Porque aun con el escenario desierto se advierten los ritos, prácticas, tareas e interacciones que ocuparon el quehacer de los actores del proceso educativo.

            Las aulas o salones de clase son esencialmente contenedores arquitectónicos de la actividad docente, de los encuentros y aprendizajes; de las emociones y afectos de los universitarios. Son espacios cerrados cuyo diseño y dimensiones atienden más a las tradiciones y prácticas, que a las aspiraciones del modelo educativo o los avances de las tecnologías de información. Son recintos en donde la asimetría del poder está legitimada, son escenarios antropológicos muy estructurados y por ello, son el primer referente en el imaginario social, en el diseño espacial y en la planeación de la gestión  institucional.

            En el cambiante campus académico de CU, existen espacios – particularmente de gestión y los servicios de apoyo- que con frecuencia mudan de uso, pero esto no sucede con las aulas, que como contenedores centrales de la actividad académica han conservado siempre el mismo uso, salvo aquellas que al incorporar o retirar equipamiento de cómputo  pasan de ser aulas típicas a ser aulas electrónicas. La muda en el uso de los espacios institucionales en CU debe interpretarse en el contexto de crecimientos simultáneos pero no armónicos de infraestructuras y población. En este  campus académico se amalgaman programas educativos nuevos con apéndices o extensiones (programas espejo, les llaman con elegancia) de los programas educativos existentes en los campus citadinos de la UACJ, así cada vez que se incorpora una nueva edificación o inicia un nuevo curso, los usos y los usuarios mudan. Claramente se trata de un escenario antropológico inacabado, de un campus académico en desarrollo, de una comunidad que comparte la ambigüedad de un hábitat, que parece estructurarse y desestructurarse semestre a semestre. De un espacio siempre haciéndose, en donde los responsables del campus exploran y experimentan desde distintas alternativas y visiones; mientras la trashumante comunidad académica, puebla y luego abandona –sin resistencia- territorios, prácticas y lugares que ya consideraban propios. Desde los ojos de algunos miembros de la comunidad de CU, la recurrencia de los cambios, pone en evidencia: falta de definición, improvisación y una  ruptura incesante. Para muchos otros, el cambio, es una condición que se ha vuelto natural, al punto de esperar cada semestre además de nuevos co-ocupantes, de nuevos colonos, la apertura de los nuevos escenarios, de nuevos territorios que explorar y poblar. A pesar de la  naturalizada trashumancia, no se deben pasar por alto las emociones e incertidumbres que los cambios les provocan. Les desconcierta abandonar el edificio que fue el nicho de sus interacciones y afectos, ver que los escenarios de sus actuaciones pasan de próximos a distantes; que el cine club desaparezca, que la comunidad de sus afectos se disperse en los nuevos edificios y que algunos de sus compañeros abandonen este campus universitario, reavivando  las sensaciones de lejanía y  soledad.

            Las aulas presentan –a pesar de su regularidad funcional-, características diversas en cada una de las cuatro edificaciones de Ciudad Universitaria. La diversidad abarca: dimensiones, temperatura, iluminación, sonoridad,  mobiliario,  equipamiento, estética y nivel de regulación.

            En el edificio A las secciones de aulas se localizan en las tres plantas. En la planta baja se encuentran seis aulas, tres en cada uno de los extremos oriente y poniente del cuerpo semicircular en la parte norte y otras trece se distribuyen entre la primera y segunda plantas. Las aulas en este edificio se caracterizan por la curvatura de sus muros y por sus dimensiones irregulares: aunque la mayor parte de los espacios de docencia distribuidos en las tres plantas son de tamaño medio (60m2), encontramos en la primera planta cuatro aulas pequeñas y dos talleres de 99 y 113 m2 respectivamente, cada uno de los talleres con acceso a una pequeña terraza. Estos recintos aunque conservan la denominación de talleres han devenido en grandes aulas (207A y 208A) utilizadas regularmente para docencia y de forma ocasional para conferencias y a pesar de que se alcanzó la suficiencia  de espacios áulicos, los talleres no han recuperado su función originaria.

            La variedad de dimensiones en las aulas obedece, por una parte a la lógica organizacional de disponer de espacios de distintas dimensiones para grupos de clase de tamaños diversos, pero esencialmente porque la configuración arquitectónica del espacio que acoge a las aulas predispone con la  curvatura de sus cuerpos la asimetría.

En las áreas de docencia se distinguen claramente cuatro tipos de aulas:

            a) Las más fáciles de identificar son las aulas electrónicas, dotadas con equipos de cómputo, destinadas a sesiones o encuentros docentes en las que es indispensable utilizar  equipos de cómputo, conectividad o software específicos. Además del equipamiento, las distingue el sistema  normativo. En ellas las actuaciones están sujetas a una mayor regulación: el  acceso y permanencia de estudiantes a este tipo de aulas, está restringido al arribo o presencia del profesor responsable (quien abre y cierra estas áreas como medida antirrobo), hasta entonces los estudiantes permanecen de pie o  sentados en el piso en las proximidades del aula. En este tipo de aulas se cumple  rigurosamente la exigencia  de “no introducir alimentos o bebidas”. Se trata de aulas utilizadas unas con el carácter de salas electrónicas de libre acceso, y otras dedicadas a la docencia. En ambos tipos de salas conviven los  significados implícitos en las TICS (modernidad, tecnología e información) con significados no explícitamente declarados como la sospecha de que los estudiantes hacen un uso inapropiado de la conectividad y de que pueden hurtar componentes del equipamiento, como lo muestran las medidas precautorias dirigidas especialmente, pero no exclusivamente a la población estudiantil.

            En estas aulas el equipamiento, la distribución del mobiliario, las normas y las instrucciones del profesor se funden en rituales que de manera inadvertida, conforman  ambientes de aprendizaje que predisponen la interacción frontal  y unidireccional entre profesor y  estudiantes, así como la ejecución individual. Sin embargo la disposición escénica, que desdeña los procesos los procesos de aprendizaje colaborativo, no logra suprimir las interacciones laterales de aprendizajes, apoyo y cuchicheo entre los estudiantes.

            Para mí los salones de cómputo son como un centro de entretenimiento [sic]. Ahí va      uno cuando no encuentra que hacer para ver videos, jugar y que el tiempo no se haga       tan largo. Qui.DER

            A partir del 2013 el director o jefe del campus solicitó mejorar los procesos de registro de estudiantes que hacen uso de las salas  electrónicas y prohibió al personal de intendencia el uso de los equipos de cómputo, -incluso fuera de su jornada laboral- para evitar el potencial uso inapropiado o maltrato del equipo.

            Si nosotros somos los que andamos cuidando y los que les decimos a   los        estudiantes que no metan bebidas, y nos dice que no podemos usar las salas de   cómputo porque podemos dañar el equipo, lo que pasa es que piensa que        nosotros solo vamos para ver pornografía. P3 Int.   

            b) Otro tipo lo integran un conjunto reducido de aulas con mobiliario diverso, distribuidas en los distintos edificios, pero caracterizadas por la dotación de un cañón de proyección fijo  al techo. Estas aulas suelen ser muy disputadas porque su equipamiento facilita y propicia la presentación de materiales de enseñanza, gráficos e ilustraciones en formato digital, así como videos y el acceso a todo el universo de internet, lo que sin duda enriquece la clase. Pero este aditamento en sí mismo no trastoca el modelo de enseñanza frontal, centrado en lo que el profesor dice y muestra, sino que por el contrario tiende a reproducir las prácticas de docencia unidireccional incluso cuando son los estudiantes -en lo individual o en equipo- quienes realizan las “presentaciones”.

            …lo que nosotros hacemos cuando nos toca exponer es llegar antes y tapar las ventanas con periódicos, porque si no, de que sirve preparar un buen       material, si        empiezan a decir que “no se ve”, que no alcanzan a leer.  Ine.ADM 207

            Una desventaja que prevalece durante algunas horas del día- en aulas en las que se utiliza el cañón de proyección, radica en que la intensidad de la luz natural diluye y reduce la nitidez de las imágenes proyectadas. Como las ventanas de las aulas carecen casi todas de cortinajes o persianas es un problema recurrente. Pero magnificado en  las aulas acristaladas del edificio “C”. Ésta sobre-iluminación obliga a los estudiantes a fijar papel periódico en los cristales en un intento por oscurecer un poco el área de proyección. Otra desventaja de las aulas más equipadas, radica en que permanecen cerradas como medida de seguridad; pero robando con ello, espacios tradicionalmente abiertos al estudiantado.

c) El tercer tipo grupo está formado por un aulas típicas con la pizarra de acrílico estableciendo el proscenio didáctico, el escritorio del profesor;  y frente a él se acomoda el mobiliario para estudiantes, pudiendo ser: unitario, binario, restirador y mesa alta.

            La mayor parte de las aulas típicas del edificio “A” están equipadas con mobiliario unitario de diseño modular, es ligero  e individual, compuesto por una mesa triangular y silla independiente, lo que facilita que pueda ser desplazado e integrado en formas diversas  cuando las dinámicas grupales y las estrategias de aprendizaje  grupal o colaborativo así lo requieran. Mientras que en el edificio “C” existe una combinación de aulas provistas con el mobiliario individual –ya descrito-, pero la mayoría cuenta con mobiliario binario, que se distribuye en el aula formando tres líneas con cinco o seis mesas cada una. Las líneas de los costados se localizan muy próximas a los muros para dejar entre ellas y la línea central  corredores para los desplazamientos. El mobiliario binario se integra con una mesa para dos ocupantes y sillas independientes, este tipo mobiliario por lo regular permanecen en su sitio, -a diferencia del individual- porque al mover alguna mesa (salvo las de la parte posterior) se afecta el desplazamiento al interior del aula. Cambiar de posición el mobiliario implica la participación colaborativa y sincrónica de varios estudiantes, por lo que algunos profesores prefieren “no moverle”, y así la distribución del mobiliario predispone que las actividades de aprendizaje sean preferentemente del tipo expositivo. Con el mobiliario binario es posible formar grupos de trabajo, aproximando dos de las mesas, pero pocos docentes hacen uso de esa alternativa. Predomina en estas aulas la enseñanza, frontal porque el acomodo del mobiliario resulta propicio para presentaciones electrónicas o en la pizarra. Una de las ventajas del  mobiliario binario radica en que permiten colocar con mayor seguridad las computadora portátiles, algún libro, el cuaderno y otros materiales, pero a la vez propicia la territorialidad y la formación de parejas y grupos cerrados que han tomado como propias las mesas que de manera regular ocupan y con ello sectorizan interacciones, diálogos y cuchicheos; en contraparte este mobiliario ofrece oportunidades para compartir materiales y contenidos exhibidos en su computadoras o tabletas. La distribución de los toma-corriente eléctricos, localizados en los muros suelen ser fuente de disputa o inconformidad, porque los estudiantes alejados de esas ubicaciones queden con alguna desventaja cuando pretenden utilizar sus dispositivos electrónicos.

            Ellas tres son un grupito y la primera que llega se sienta junto a la conexión de la luz,      aunque no traiga computadora y no me parece bien porque mi batería ya no sirve y           si no la conecto pues no puedo trabajar. ED 207

            En el edifico “B”  el mobiliario es más variado, se pueden encontrar aulas amuebladas con pupitres individuales, mesas binarias, pero también existen aulas provistas con restiradores. Se trata de ese mueble de trabajo que por años han sido distintivo de los programas de arquitectura, diseño y arte. Independientemente de que este mobiliario con cierto anacronismo es de mayores dimensiones, altura y peso, y que los asientos son bancos de respaldos bajos,  resultan ergonómicamente inadecuados  para clases teóricas de dos horas; el restirador permanece en uso por su versatilidad, ya que sirve como: mesa individual, mesa binaria, mesa común para  discusión grupal y por supuesto, permite realizar, dibujos, trazos y elaborar planos con solo darle la inclinación adecuada a su gran cubierta. Pero no debemos pasar por alto el carácter simbólico de este mueble tradicional que confiere distinción e identidad profesional a los estudiantes de los programas educativos, de arquitectura y diseño.

            d) Como casos excepcionales se destacan  pequeños grupo de aulas singulares. Una de ellas, de pequeñas dimensiones se localiza en el edificio A, originalmente se trataba de un espacio áulico de dimensiones promedio que  se seccionó en dos partes, para habilitarlas como cubículos compartidos para el profesorado de tiempo completo adscrito a esta División Multidisciplinaria, aunque luego ante la falta de profesores y  la necesidad de aulas en donde atender a una población estudiantil -mayor a la programada originalmente-, se decidió utilizar esos espacios -por el momento- como aulas, en una de ella 224 “A” se distribuyó el mobiliario binario (mesas) formando un óvalo como suela suceder en las aulas tipo seminario. La combinación de estrechez y distribución del mobiliario incrementó la proximidad entre los participantes y la visibilidad mutua de todos los protagonistas del proceso educativo, pese a la reducción de las distancia corporales –casi invasiva- del espacio proxémico (Hall, 1997), estas condiciones mejoran la integración grupal, gracias a la percepción simultánea y casi frontal de cada uno de los participantes. Paradójicamente en esa distribución, los compañeros más próximos son los menos visibles, pero al menos el campo visual de los estudiantes dejo de ser usurpado por la nuca del compañero de enfrente.

            Una segunda aula atípica ocupa el espacio diseñado como “salón multifuncional de docentes” para el descanso, revisión de trabajos y preparación de clase de los profesores de asignatura, el espacio dispone de amplios acristalamientos y una sección contigua donde debieron estar casilleros, cafetera y un dispensador de agua, pero, por el momento se ocupa para impartir clases del programa de nutrición, ya que el área adjunta le resulta propicia.

            La tercera aula atípica  se localiza en la planta baja del edificio “A”, es un recinto gemelo y de las mismas dimensiones (187 m2) que la sala audiovisual  separadas por de  la sección norte del lobby. Se trata de un aula abierta, que forma parte de un recinto más amplio que acogió casi dos años los servicios de biblioteca del campus CU y que ahora alberga al “Centro de lenguas” compuesto por un área de docencia -en un aula sin muros, sin mamparas y sin artilugio alguno que lo provea de privacidad-. Ahí se ejerce el encuentro docente  rodeado por los usuarios del Centro de lenguas que realizan  ejercicios autónomos de aprendizaje o prácticas individuales en los equipos de cómputo colocados junto al muro norte. Esta distribución permite observar lo que el estudiante está viendo en el monitor y con ello se evita el un uso distinto de los equipamientos.

            En el área compartida por todos los participantes en los procesos de aprendizaje de lenguas extranjeras, también está presente el personal de administración y supervisión del “Centro de auto-acceso.” Con lo cual el aula, un recinto tradicionalmente privado, “el cortijo del profesor” se convierte en un espacio público, abierto al escrutinio, la observación y el control.

Finalmente se encuentran dos salas audiovisuales localizadas una en la planta baja del edificio “A” y la otra en la planta baja del edificio “C”, la primera, es un pequeño recinto que aprovecha la curvatura de los muros y la pendiente isóptica para distribuir en forma radial las butacas, el escenario y los equipamientos. Esta infraestructura dotada de  pequeño vestíbulo distribuidor, proscenio elevado área y cañón de proyecciones está equipada también con equipo de sonido y bocinas. El segundo es más grande, de forma rectangular con templete elevado y las butacas formando líneas rectas. Se trata realmente de un auditorio. Estos recintos destinados inicialmente para presentaciones, conferencias, sesiones informativas, proyección de documentales y eventos artísticos como el concurso de talentos (artísticos) y sesiones reuniones con docentes  fueron cambiando sus usos  sobre todo el audiovisual del edificio “A” en virtud de que su equipamiento, capacidad y solemnidad  resultaba muy atractivo para realizar presentaciones de fin de curso, disertaciones de profesores invitados, incluso se han impartido talleres prácticos, pero el diseño y mobiliario fijo destinado para audiencias  constriñe su funcionalidad. Esta sala audiovisual se ha estado utilizando también de manera cotidiana para impartir clase por parte de docentes que cuentan con sus materiales didácticos en formatos electrónicos, para los que resulta más apropiado ingresar a un escenario educativo ya dispuesto. Con la dotación de equipos de proyección en un grupo reducido de aulas de los tres edificios, la sala audiovisual “A” paulatinamente recupera su función original. En tanto que el Auditorio del edificio tal vez por sus dimensiones es menos demandado. Pero se utiliza por docentes y grupos de estudiantes para realizar presentaciones teatrales, sociodramas o para simular escénicamente un juicio.

                        La distribución de las aulas a los grupos de clase sigue la lógica de salones grandes para grupos grandes y los más reducidos para grupos con menos miembros, ello es comprensible, incluso se percibe una distribución  por áreas de conocimiento que si bien se consideró no deseable, (se deseaba mayor interacción entre estudiantes de los distintos programas educativos) pudiera ser explicable por razones de escenarios distintos para disciplinas y procesos de aprendizaje distintos, sin embargo -y salvo las aulas con mesas de dibujo (restiradores)- la diversidad de mobiliario utilizado en las aulas, no parece obedecer a los procesos pedagógico ni a las tareas de aprendizaje que en ellas deben realizarse. 

            La asignación de aulas en algunos momentos pretendió evitar o reducir  los desplazamientos de uno a otro edificio- inicialmente considerados valiosos para la interacción y la socialización- sin embargo no se trata de un acto caprichoso, porque una parte relevante de esta decisión es atribuible a el clima exterior y a la distribución de los edificios que deja expuestos al sol, al viento, al frio y ocasionalmente a la lluvia o nieve  los andadores exteriores que deben recorrer estudiantes y profesores. 

El equipamiento de las aulas, la planta en que se ubican, la distribución, tipo de mobiliario y equipamientos, condicionan los encuentros docentes y con ello: el modelo educativo constructivista, las tareas de aprendizaje, las interacciones, los rituales y los intercambios se establecen entre el docente y los estudiantes, como de los estudiantes entre sí.

6.4.1 Una aproximación a la vida en las aulas

            A llegar a las aulas en la primera clase del día,  los estudiantes encuentran   -como prueba de que el recinto fue aseado- las sillas (patas arriba) sobre las mesas, la escena a fuerza de cotidiana se ha vuelto inadvertida. Cada estudiante al ingresar al aula baja de la mesa o pupitre la silla que habrá de utilizar, pero solo esa, ello ocasiona que con mucha frecuencia aún con algunas sillas sobre las mesas, inicie con naturalidad y desenfado la actividad académica en escenarios a medio montar. Evidenciando la incipiente construcción de una cultura de colaboración y corresponsabilidad, porque cada miembro de la comunidad argumenta y justifica su omisión.

            Intenté predicar con el ejemplo y siempre que llegaba a clase en la primera hora bajaba   las sillas que se encontraban sobre las mesas, para que el salón estuviera bien   dispuesto, en algunas ocasiones un par de estudiantes             colaboraban, los demás fingían no darse cuenta y lejos de considerarlo un buen ejemplo pensaban que era una             tontería que el profesor realizara una actividad que correspondía a los intendentes. INV   

            En las aulas los estudiantes forman  pequeños grupos por afinidad,  la distribución del mobiliario individual es irregular con alguna resistencia a mantener líneas o agrupamientos ordenados; en contraste existe una clara aceptación de la distribución cuando se alinean las mesas binarias. Con alguna frecuencia se observa en las aulas con mobiliario unitario que se forman desdibujadas y asimétricas medias circunferencias. Pero sea cual fuere la distribución y el nobiliario siempre es posible identificar a estudiantes en punto de evasión o de fuga colocados en puntos periféricos. Aunque resulta evidente que las ubicaciones frontales o más próximas al profesor no les intimidan, ni representan obstáculo para que algunos alumnos continúen consultando o enviando mensajes de texto con solo colocar las manos y el “celular” bajo la mesa y, al fondo los más audaces e irreverentes se atreven a ver videos o hasta una película (J.A.2013) mientras al frente el profesor continua con su elocuente discurso o su magistral explicación.

            En el aula, la posición más común entre  los estudiantes, es de cara al pizarrón, o al profesor, aunque algunos estudiantes prefieren posturas laterales, desde la cuales exhiben mayor interés en sus compañeros, en sus tabletas y en los dispositivos electrónicos,  que en el contenido de la clase o en las actividades de aprendizaje que en ella se realizan. Pero ello sucede ante la indiferencia de algunos profesores que prefieren -mientras no se muestren desafiantes o impertinentes- ser tolerantes y con ello evitan ser señalados como autoritarios o incluso penalizados en las evaluaciones que de ellos hacen los estudiantes. Un profesor me expuso claramente que en ocasiones se siente rehén de algunos estudiantes que exigen prerrogativas y altas calificaciones a la vez que protestan e les interpelan cuando se incrementan las exigencias académicas, aludiendo sin nombrar las evaluaciones del profesorado que para muchos estudiantes son los “tiempos de revancha”. (Silva, 2009, pág. 10). El aula es claramente un espacio de negociación no solamente porque el modelo educativo promueve que los contenidos y evaluaciones sean presentados y acordados  entre los actores del proceso educativo, sino también porque una parte de las demandas,  necesidades y prácticas de la vida cotidiana de los estudiantes  son llevadas al aula.

            Las aulas de los edificios de CU a los estudiantes les parecen no solo adecuadas, sino bonitas y acogedoras, sin que por ello dejen de señalar  inconvenientes como la sobre-iluminación o temperaturas inadecuadas, el reducido número de toma corrientes, el insuficiente aislamiento sonoro y hasta la inadecuada ubicación de los sensores de iluminación que dejan a obscuras el aula durante un examen o una clase apacible.

            Para el profesorado la percepción del aula es distinta porque es su lugar de trabajo y en él, debe concretar su propuesta didáctica y el modelo educativo institucional. Por una parte el mobiliario del aula le advierte y condiciona algunas de las actuaciones y tareas previstas, pero también lo hace el equipamiento –o su ausencia- porque potencia y predispone el tipo de presentación de la información que será analizada en clase. Si el aula dispone de cañón de proyección el problema está resuelto para los profesores especializados en la exposición y para aquellos que recurren con frecuencia a las presentaciones realizadas por equipos de estudiantes. Si por el contrario, el aula carece de ese equipamiento el profesor deberá tomar la providencias pertinentes, tales como adquirir y trasladar de un lado a otro sus equipos personales de cómputo y de proyección o como última instancia  deberá llegar unos minutos antes de su clase y hacer línea junto a otros docentes para solicitar el equipo de proyección en la dependencia encargada de su resguardo (ya que no permite la reserva anticipada). Corriendo el riesgo de que los equipos disponibles se agoten antes de llegar al frente de la línea.

            Yo me canse de hacer línea para solicitar el equipo, subir y bajar para     recogerlo y        luego para entregarlo. Si el aula no tiene cañón, yo trabajo en el pizarrón. E.P

            No es posible ir de un edificio a otro todo el día, y cuando falla el elevador es peor,         subir y bajar con la bolsa, la computadora y el cañón,        sin que nadie te ayude, pues     no… PPI

            Para los profesores que prefieren el uso de la pizarra acrílica para mostrar procesos o resolver problemas, las dimensiones de las pizarras fijas parecen adecuadas, sin embargo otros han solicitado que estas pizarras sean más grandes o que se adquieran pizarrones que permitan recupera toda la información y remitirla a los estudiantes de manera electrónica. Un investigador del área de ingeniería propuso -como solución al problema de las dimensiones-habilitar la totalidad del muro como pizarrón mediante un recubrimiento que permita escribir y borrar utilizando los mismos materiales que en la pizarra acrílica. Esa petición fue atendida en un par de aulas del edificio “D” y con ello brinda la posibilidad de desarrollar en forma completa procesos y ecuaciones complejas..

            Para los docentes especialistas en dinámicas de grupo, o de trabajo por equipo las aulas con mobiliario individual resultan inmejorables. Lo cierto es que todos los profesores intentan variar las modalidades y tareas de aprendizaje dentro del aula, pero también lo es, que terminan por imponerse su personal impronta pedagógica, el mobiliario y el montaje escénico del aula.

            El mobiliario y equipamiento predisponen algunas actuaciones en los procesos educativos. Pero, ni aún las nuevas tecnologías: pizarrones electrónicos o la intangible aula virtual en la que se imparten asignaturas diversas logran romper los tradicionales procesos de aprendizaje frontal.

            Los profesores como todos los pobladores de los espacios educativos tienen espacios y aulas preferidas, a las que sienten como territorio propio -al menos durante su clase-. Pero también existen aquellas que les incomodan como las aulas con cristales que permiten observar las actuaciones del profesor, abrogando la tradicional privacidad o el aula 214 del edificio “C” en la que no existe el típico escritorio  para el profesor, pero en su lugar se encuentra un pupitre triangular individual, que a los profesores les parece impropio, sobre todo porque los estudiantes disponen en esa aula de mesas binaria (más formales y grandes). Esta incomodidad del profesorado nos recuerda que en los espacios educativos las dimensiones, calidad y solemnidad del mobiliario se asocia con la posición y el poder simbólico (Santos Guerra 1990). En el caso del aula  descrita, estos significados son violentados en detrimento del estatus del profesorado. Que por otro lado le parece bien que los estudiantes se las arreglen en ese estrecho mobiliario, pero que para él  y su investidura, parece pequeño. 

            La vida en las aulas se compone de regularidades y rutinas; de la ocupación del espacio, y la integración de territorios; de las tareas, acciones e interacciones; pero como ya lo he señalado, la vida en las aulas esta predispuesta por los rasgos del escenario educativo integrado por: el nivel de institucionalización de las normas, la vigencia del modelo educativo y claramente asociada al mobiliario, equipamiento y horario; pero esencialmente está condicionada por la capacidad del profesor de imbuir en sus estudiantes los valores y prácticas y tradiciones de las culturas académica e institucional.