VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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8.2 Rituales y prácticas de alimentación.

            La distancia-tiempo para concurrir a CU y el aislamiento son los elementos que con mayor potencia condicionan la cotidianidad de los pobladores de esta comunidad y en esta cotidianidad, que vulnera la autonomía se incluye la alteración que la lejanía y los horarios escolares y del indiobus propician en las interacciones y en las prácticas de alimentación.
            Para los nuevos universitarios las prácticas cotidianas de tomar algún alimento antes de salir de casa, o de preparar el “lonche” se desestabilizan y modifican cuando hay que salir a las seis de la mañana para alcanzar el transporte universitario (indiobus). Desde la noche anterior el estudiante (o su madre)  ha decidido llevar o no, algo para comer o destinar algo de dinero para adquirir  alimentos ya preparados en el trayecto o en el campus universitario, pero no faltan –así sean unos pocos- que salen de casa, a ejercer la ocupación de estudiantes con el estómago y los bolsillos vacíos.
La diversidad de horarios y las condiciones singulares de cada miembro de la comunidad universitaria propicia la co-existencia de múltiples y peculiares modos de afrontar las rutinas de alimentación. El personal que realiza las labores de intendencia –por ejemplo- suele llevar viandas que luego en el horario previsto consumen en forma individual en los  diminutos y oscuros cuartos destinados al almacenamiento de sus materiales de trabajo o lo hacen en forma colectiva reuniéndose en pequeños grupos (2-4) para compartir los alimentos que cada uno ha llevado con ese propósito. En estos encuentros se construyen rituales de interacción recíprocos que afianzan los comportamientos solidarios entre grupos focalizados de intendentes. Porque en este estamento institucional se observan fragmentaciones internas, propiciadas por los turnos laborales, pero también una fragmentación muy evidente por razones de género.
                        El personal secretarial y administrativo -incluyendo coordinadores- también participa de la práctica de traer de casa alimentos preparados y frutas para consumirlos en algún momento propicio. En este grupo prevalece la alimentación de tipo individualista, unos aprovechan la privacidad que les brinda su despacho y otros lo hacen con naturalidad y desenfado en sus puestos de trabajo y de atención al público. Para los miembros de estos estamentos -que poco uso hacen de las cafeterías-, están disponibles en el área administrativa del edificio “C”: un horno de microondas para calentar sus alimentos y una cafetera siempre provista de café al igual que la de que se encuentra en la dirección (edificio “A”). Pero siempre están dispuestos –con motivo de un cumpleaños- a brindar un abrazo y compartir –sin mayores rituales- una porción de pastel con  los compañeros de área y de turno.
            Entre el profesorado los rituales de alimentación son menos visibles, muchos prefieren esperar para comer en casa o fuera del campus universitario, unos pocos  consumen entremeses o algún bocadillo en la cafetería o un poco de fruta en la cafetería externa. Ocasionalmente  y preferentemente en el turno matutino, es posible encontrar a miembros del profesorado consumiendo un platillo fuerte. Los profesores de tiempo completo tienen la oportunidad de consumir algún bocadillo en su cubículo, aunque es más frecuente que tomen  café, galletas y algún panecillo. De los profesores contratados por honorarios -que no disponen de un espacio privado-, algunos concurren a la cafetería en sus horarios libres para trabajar en las mesas y aprovechan o justifican su presencia consumiendo algo ligero. También es posible observar que una parte del profesorado (mayormente mujeres) consume sus alimentos y bebidas traídos de casa  en los espacios del profesorado -siempre cambiantes- que la institución ha destinado para la espera y preparación de clase de los profesores de tiempo parcial. En el estamento docente la alimentación se realiza por lo general de manera solitaria, libre de rituales, con discreción y casi a hurtadillas. Observar al profesorado tomando alimentos en alguna de las cafeterías o en los espacios de descanso empezó a volverse más frecuente  a partir de agosto del 2013, debido a que los docentes que utilizan el transporte institucional de profesores para su traslado al campus, deben permanecer en CU de 8 de la mañana a 2 de la tarde o  bien de 2 a 8 de la tarde, porque esos son los únicos horarios disponibles en ese medio de transporte.
            Entre el estudiantado las prácticas de alimentación es más amplia,  esa diversidad se encuentran asociada a la disponibilidad de tiempo  y de recursos económicos, al el lugar de origen (local o foráneo) y a la posición en la  familia (proveedor o dependiente). Pero se observan básicamente cinco prácticas o pautas de alimentación, estudiantes que: 

  1. traen  alimentos preparados en su casa,
  2. aquellos que adquieren alimentos preparados en el campus,
  3. otros que por razones diversas de trabajo, prefieren comer en casa 
  4. los que compran y/o consumen alimentos durante el trayecto a CU
  5. quienes alternan dos o más de las prácticas de alimentación anteriores.

            Algunos de los alimentos preparados por los propios estudiantes o por sus madres esa misma mañana o la noche anterior no logran llegar a CU, porque ocasionalmente el sándwish, el burrito o el panecillo empiezan a ser mordisqueado durante el trayecto mientras otras viandas permanecen en su envoltura o recipiente hasta el momento que su portador considere oportuno consumirlas. Esta dosificación es importante sobre todo para quienes deben permanecer durante más tiempo y deben administrar hambre y alimentos o para aquellos que prefieren compartir el momento de la alimentación con algún compañero en lugar de hacerlo en forma furtiva y solitaria.
            Aunque algunos estudiantes  iniciaron su ingesta durante la primera sesión del día, alimentándose con discreción, una buena oportunidad para romper el ayuno se presenta al término de la clase que se imparte de 8 a 10 de la mañana. Como se evidencia cuando una parte notable de los estudiantes coloca sus alimentos sobre el pupitre o mesa para consumirlas (yogurt, panecillos y burritos). La participación simultánea de diversos estudiantes en este ritual, no implica que vayan a compartir alimentos, con frecuencia solo se comparte la actividad y la proximidad. La simultaneidad de la actuación estudiantil termina por crear un ambiente de complicidad que desafía tanto la prohibición institucional  de “comer en el aula”, como al profesor de la siguiente clase que deberá  elegir entre solicitarle  a un sector –en ocasiones notable- de sus estudiantes que concluyan el desayuno o pretender ignorar el desafío.
            El cambio de clase y de profesor, también es aprovechado para realizar entre estudiantes intercambios comerciales de pequeña  escala. Con naturalidad y algún sigilo los estudiantes-proveedores distribuyen entre sus compañeros–clientes alimentos como burritos, panecillos, frituras o alguna golosina. Los intercambios se realizan al interior de las aulas y eventualmente en corredores, puede tratarse de un intercambio espontáneo y eventual, pero muchos de los clientes son los compañeros habituales y han establecido  con anterioridad - en forma personal o mediante las redes electrónicas la oferta y solicitud de alimentos.
            El sistema de intercambios suele ser discreto, con alguna dosis de complicidad,  en virtud de que no está permitida la venta de alimentos por y entre estudiantes, ya que este servicio lo ofrecen empresas que concursaron por la concesión de venta exclusiva de alimentos y demandan de las autoridades del campus CU el cumplimiento del convenio. Por ello los alumnos que son detectados  en esa actividad –para algunos de supervivencia- reciben un llamado de atención y se les apercibe sobre las consecuencias de la reiteración de esa actividad. Como resultado de la vigilancia (en realidad muy laxa porque los estudiantes vendedores cuentan con la simpatía de esa comunidad) los contenedores térmicos (hieleras) en los que inicialmente transportaban los alimentos han desaparecido. Con ello se reduce la visibilidad de la actividad, pero continúa realizándose, colocando ahora los alimentos en bolsas y en mochilas escolares. Estas nuevas prácticas han logrado reducir visibilidad, pero también la escala de los intercambios.
            Desde el diseño del campus universitario, se pensó que sus pobladores deberían disponer de una amplia oferta de servicios de alimentación. La primera acción en este sentido fue destinar un espacio en el interior del edificio A los servicios de cafetería. Conforme avanzó el poblamiento se evidenció la insuficiencia de las instalaciones, pero también la insatisfacción con el servicio, los precios y con la poca variedad de alimentos caracterizada como comida rápida, por lo que se autorizó un segundo proveedor a condición de que su oferta fuese de alimentos frescos (jugos, licuados y frutas). Pero en el contexto de lejanía y aislamiento los servicios y alternativas de restauración para la comunidad de CU, continúan siendo reducidos.
            Fuera de las cafeterías  la comunidad de CU carece de espacios institucionales (Comedores) destinados a que los estudiantes consuman sus alimentos (traídos de casa o adquiridos) en condiciones dignas e higiénicas. Esta carencia empuja a los estudiantes a establecer sus prácticas de alimentación en escenarios diversos, los invita a buscar lugares donde consumir sus alimentos en forma un poco más sosegada, algunos de esos lugares son las aulas, los pasillos, los peldaños de las escaleras, las sillas de espera, el patio interior, otro de esos lugares propicios es el aula 108 del edificio “A”, abierto sin clases durante el periodo de las14 a las 16 horas. Los restos depositados en la papelera ilustran sobre las prácticas de alimentación. Las bolsas y recipientes para frituras diversas son los más abundantes, seguidos de envolturas de golosinas y contenedores de líquidos (refresco, té o café). También se encuentra en forma abundante papel aluminio utilizado como envoltura de los burritos y los restos de una solitaria manzana. Estos restos ilustran sobre los hábitos y los alimentos que consumen una parte de los universitarios para apaciguar o engañar el hambre que les acompaña durante una parte del día.
            Al principio si me caía un poco mal, pero el estómago se acostumbra y ya sé, que con    un bolso de tostitos bien enchiladitos aguanto hasta que llego a mi casa. ETS  

            8.2.1 Las cafeterías 
El primer y más antiguo servicio institucionalizado de venta de alimentos a los pobladores de la comunidad universitaria, es una cafetería en el interior del edificio “A” que expende  (hamburguesas, burritos, calzone, pizza, platillos combinados, desayunos y ensaladas, además agua embotellada, café, bebidas envasadas y una gran variedad de frituras y algunos dulces). El espacio con 30 mesas distribuidas en un espacio semicircular, resulta relativamente obscuro, saturado de mobiliarios e insuficiente para una población universitaria que casi alcanza los 5,000 estudiantes. El área de  tránsito suele reducirse a un pasillo frente a la barra de servicio, obstaculizado regularmente por la fila larga de compradores que esperan para  solicitar la consumición y realizar el pago. (Sin recibir comprobante alguno).
            La peticiones más frecuentes son de alimentos calientes que ya se encuentran preparados o cuya preparación es casi inmediata (burritos, calzonne, pizza y hamburguesas). Este tipo de alimentos se consumen al interior de la cafetería en las mesas o llevándolos directamente a la boca sin mayor formalidad ni higiene. Una parte de los alimentos adquiridos en la cafetería son llevados fuera para consumirlos en otro espacio y momento. Se trata generalmente de alimentos de los denominados “comida rápida” y “comida chatarra” caracterizadas no solo por su disponibilidad inmediata, pero también por su composición abundante en grasas, sal y carbohidratos. Menos frecuentes son las peticiones de  platillos combinados (como las enchiladas) y las ensaladas cuya preparación ocasiona alguna demora,  pero que además  resultan  difíciles de  llevar fuera de la cafetería, requieren una mesa o superficie firme en donde apoyar el platillo, así como el uso de cubiertos.  Martínez Varela en su video animado Cafetería  ilustra con cierta sorna las limitaciones de la oferta de alimentos.
            A los estudiantes los alimentos ofrecidos por la cafetería llegan a cansarlos, les parece que el precio es elevado y el sabor, no resulta agradable del todo. Esto ha ocasionado molestias y quejas recurrentes, que derivaron en el cambio del concesionario. La insatisfacción con los precios ha propiciado que los estudiantes realicen compras en un camión que originalmente vendía burritos solo a los trabajadores de la construcción porque les parece que tienen un mejor sabor y un precio más justo. A ello se agregan incidentes que evidencian poca higiene en la elaboración de los alimentos, como el de encontrar una cucaracha en un burrito (sin evidencia- disponible), que crearon las condiciones para que un grupo de estudiantes convocara a través de Facebook a iniciar la “revolución Cafetería” tendiente a boicotear a la empresa dejando de consumir en ella. Desde la convocatoria se anunciaba su fracaso cuando grupos numerosos de estudiantes hacían saber que al no existir otro lugar alternativo para comprar y consumir los alimentos, serían ellos mismos los perjudicados al quedase con hambre y muy probablemente sin el derecho a ingresar a la cafeterías, que es también el lugar en donde realizan tareas, descansan y charlan. La negativa puede entenderse como falta de solidaridad entre los miembros de esta comunidad, o puede interpretarse como una estrategia (una razón práctica) para preservar el lugar, un territorio que para muchos estudiantes significa mucho más que el área o los servicios de alimentación.
            …martes y jueves como aquí [cafetería del edificio “A”], porque que me quedo   una       materia en la tarde, no tiene caso ir y  volver, además ni me da tiempo. Yo he estado    probando, los burritos, el calzonne o los platillos combinados y de lo que venden lo         único que vale la pena es el combo de hamburguesa, con las papas y la soda por             treinta pesos, porque es lo único con lo que te llenas…, bueno,   yo por lo menos con      un combo tengo hasta la noche…E.I. ING.
            Las interacciones y rituales en las prácticas de alimentación en el campus universitario carecen de regularidad  porque cada uno come lo que puede y donde quiere, no existe un horario para la comida, ni el servicio de alimentos más formal (desayunos o comida corrida). Por ello la culturas experiencial y social de la comida rápida e informan continúan prevaleciendo, sin el contrapeso de alguna propuesta institucional de comedores o de un menú balanceado y de bajo costo como sucede en otras universidades tanto nacionales como extranjeras.
            Con frecuencia los comensales lleguen en pequeños grupos y se posesionan temporalmente de una mesa, que se asume hasta que la abandonan que es territorio colectivo, aunque no todos participen del ritual y de la consumición. La simultaneidad de la acción y ocupación territorial, no sigue patrones formales, los comensales  comparten la misma mesa, pero mientras uno consume un burrito  adquirido en la cafetería, otro lo hace con alimentos traídos de casa o adquiridos con algún compañero proveedor. Quienes no se alimentan, pero están presentes, recurren a la práctica de dosificar el consumo de las frituras o de alguna  bebida durante el tiempo que se permanece junto a sus compañeros en la cafetería. La falta de consumo no es causa de  señalamiento alguno-hasta el momento-. Ello permite acompaña un grupo de consumidores o permanecer en las mesas  realizando un trabajo, o simplemente ocupando el tiempo para charlar, manipular algún dispositivo electrónico u observar los videos que se exhiben en las pantallas de la cafetería.
            Algunos comensales, prefieren no concurrir a la cafetería para no evidenciar que sus alimentos son traídos de casa, pero otros estudiantes  asumen que ese espacio es suyo y no de los concesionarios y  aprovechan las mesas y  el horno de microondas -ahora de uso gratuito- instalado próximo a la caja, para calentar algún guiso o  pasta o para detonar las rosetas de maíz (palomitas), que luego consumen en las mesas de la cafetería o en otro espacio del campus.
            Entre los pobladores de la cafetería se encuentra un sector numeroso que concurre a hacer uso de las mesas, los enchufes y a descansar en las sillas, para ellos el consumo de apenas alguna bebida, café (muy pocos),o unas frituras es solo un acto simbólico para legitimar el uso de las instalaciones (como con frecuencia sucede en las cafeterías Starbucks), entre los parroquianos se encuentran profesores y estudiantes solitarios, parejas  que  charlan entre sí  o pequeños grupos que en sus “horas libres” permanecen por periodos relativamente prolongados aprovechando las mesas para trabajar, enviar mensajes, compartir un video, jugar cartas o simplemente esperar en un ambiente climatizado la hora de la siguiente clase o convertir a la cafetería en una confortable sala de espera en la cual permanecer hasta el momento de abordar el indiobus de regreso a la ciudad.
            Los rituales de aseo previo al consumo de alimentos prácticamente han desaparecido entre los universitarios. La cultura de la comida rápida, cuya presentación y envoltura invitan al consumo inmediato se impone sobre las prácticas de higiene aprendidas en casa. En la  cafetería junto a la caja de cobro, casi inadvertido se encuentra un frasco -relativamente pequeño- que contiene alcohol en gel para que los estudiantes y profesores puedan desinfectar sus manos después de pagar y antes de consumir los alimentos, del que muy pocos hacen uso. Las cucharillas y tenedores salvo que los alimentos solicitados las lleven implícitas, tienen costo y las servilletas están restringidas. Con lo que frituras, hamburguesa, pizzas y burritos  van directamente a la boca y a pesar de ello, resulta muy poco frecuente observar a los comensales concurrir antes o después de comer a lavarse las manos, lo que sí es abundante es la basura que se genera ya que todos los contenedores, recipientes y envolturas son desechables.
            La segunda empresa concesionada para ofrecer el servicio de venta de alimentos (FRUTT) está autorizada solo para expender alimentos frescos y bebidas sin envasar (frutas en trozos, jugos, licuados, sándwiches y café frío). Este servicio es parte de una estrategia institucional (Universidad Saludable) para ofrecer a los estudiantes no solamente otra opción de alimentación, sino sobre todo posibilitar una alimentación más sana y variada.
            FRUTT  empezó a funcionar durante el segundo semestre dee2012  en la planta baja del edificio “C” en un área ambigua porque es parte de la edificación y a la vez es exterior a ella. El espacio se encuentra  cubierto por la primera planta, pero está semi-abierto en dos de sus costados y dos grandes óculos permiten el flujo del aire y la luz natural, a esta área se le denominó  “Plaza Cívica”, pero funciona como un espacio de usos múltiples dedicado a la recreación, el deporte  y  la alimentación. Pero también se utiliza para impartir algunas clases del programa de entrenamiento deportivo y dinámicas grupales que requieren de desplazamientos.
            … es rico, para estar picando, más con el calor, porque se antoja algo fresco, pero         comer algo de fruta o tomar un jugo, yo no lo cuento como la comida…E.BQ
            La concurrencia de comensales es menor que en la cafetería del edificio “A”, pero también lo es el número de mesas disponibles y en virtud de que la plaza Cívica se ha convertido en el espacio lúdico-deportivo, resulta excesivamente ruidosa por la acumulación de fuentes sonoras y la reverberación en los muros. Por un lado está la música popular y por el otro los gritos de estudiantes participando en juegos de boli-bol, basquetbol, rebote y ocasionalmente un chinchilagua. Esta cafetería (sin café) parece un lugar poco adecuado para realizar tareas, pero ni el ruido, ni la ausencia de enchufes los desalienta a los estudiantes  para instalarse en las mesas y consultar materiales o videos en la computadora portátil. La ubicación del expendio de alguna manera condiciona a los usuarios, generalmente son estudiantes y profesores que concurren al edificio “C” y una parte menor  consumidores que se han trasladado ex profeso para consumir jugos o fruta. Ahí los rituales de interacción son  superficiales y los grupos en las mesas más pequeños, porque  la sonoridad propicia que los concurrentes se evadan o se encierren en sus charlas. La territorialidad en la ocupación de las mesas es muy clara y se refuerza mediante la colocación de materiales sobre la mesa y de la mochila en alguna de las sillas como señales de ocupación que desalienta la aproximación de intrusos. No debe descartarse que las señales de ocupación, no sea tales y  que se trate de una medida para mantener sus bienes y prendas a la vista, a salvo del olvido o el hurto. Esa expresión de territorialidad o de cautela  contribuye en el fluir de los consumidores, que optan por  eludir la zona de mesas y cruzan por un  corredor formado por las mesas y una jardinera que los conduce al ingreso de un área acristalada en la que  adquieren los alimentos y del que  luego deben retirarse para consumirlos de manera más pausada, en las mesas o en las jardineras de concreto que también sirven como asientos para observar las actuaciones de los jugadores mientras consumen sus alimentos. La sección con mesas y sillas ubicada en la parte sur-este de la Plaza Cívica es un territorio claramente estudiantil que se utiliza  para consumir alimentos, pero que también sirve como sala de espera y observatorios, gracias a la  proximidad con el punto de arribo y partida del Indiobus y al gran corredor exterior que une los edificios “A” y “C” desde donde es posible observar -casi agazapados- la llegada del profesor o el ir y venir de los amigos y compañeros del campus.

            8.2.2 Los proveedores extraoficiales
Durante algún tiempo estuvieron disponibles los burritos de un camión que expende estos alimentos a los trabajadores de la empresa que construye los nuevos edificios. Los estudiantes caminaban hacia la parte sur del campus y realizaban la compra a través de una abertura en la malla metálica que separaba las áreas universitarias en operación de aquellas que se encuentran en construcción. Esta opción sé desvaneció cuando se le advirtió (a petición de los concesionarios de las cafeterías) a la vendedora que si  les continuaba ofreciendo burritos a los estudiantes se le retiraría el permiso para vender alimentos y bebidas a los trabajadores de la construcción. Finalmente  en 2013 con la apertura del nuevo edificio desapareció la valla y quedó franco el acceso a la camioneta de los burritos y a un nuevo vendedor que concurre con la carga de alimentos en el baúl o portaequipaje (cajuela) de su automóvil.  Con la supresión de la barrera no se diversificó la oferta de alimentos (más burritos), pero si amplió las posibilidades de elección de alimentos a menor costo y redujo la adquisición subrepticia.
            Los alimentos recién adquiridos en los improvisados expendios se consumen en el trayecto de regreso, o se mantienen en la mano hasta arribar a un espacio más confortable como: áreas vestibulares sombreada, bancas exteriores, alguno intersticio interior, los pasillos, el aula o incluso en las mesas de las cafeterías “oficiales”.
            El mercado de comensales universitarios insatisfechos, atrae de manera intermitente a vendedores ambulantes a los que los guardias de seguridad les vedan el ingreso al campus universitario, pero otros  vendedores provistos de vehículos o puestos móviles se instalan en los márgenes del campus universitario, sin lograr atraer a un número suficiente de estudiantes con lo que su presencia resulta generalmente efímera.
            De manera ocasional con motivo de fiestas o eventos culturales se permite durante dos o tres días -a un grupo de indígenas de la etnia huichol- realizar la venta de alimentos y algunas artesanías, esta oportunidad la aprovechan muchos estudiantes pero solo “para variar” o como una forma de participar en el ambiente festivo a sabiendas de que es una alternativa fugaz. Tan fugaz como la venta de alimentos fuera de los edificios, autorizada de manera ocasional a estudiantes de los distintos programas que buscan obtener recursos para concurrir a un congreso foráneo. Con todo, las alternativas de alimentación  en condiciones dignas siguen siendo limitadas y claramente insuficientes.
            Las condiciones de higiene en que se ofrecen y consumen los alimentos por los expendios extraoficiales parecen poco adecuadas. Más cercanas a las prácticas alimenticias de los transeúntes urbanos, que a las prácticas de las comunidades universitarias. Sin embargo el precio y sazón de esta comida “de la calle” se impone ante la ausencia y el desinterés institucional por establecer los servicios de un comedor universitario. A pesar de los riesgo a la salud de los estudiantes, el desplazamiento desde los distintos edificios atravesando una vialidad y luego un polvoso terreno baldío para llegar hasta los vendedores, resulta una incomodidad que están más dispuestos a ignorar, cuando el trayecto se recorre en compañía al menos de un amigo, una amiga o un pequeño grupo de compañeros, con los que durante esos pasos comparten confidencias, anécdotas y bromas. El recorrido y las interacciones que la acompañan sirven para consolidar afectos y lealtades, también contribuyen a que los rituales de alimentación, -si bien muy informales-, no se conviertan en una actividad meramente biológica de ingerir nutrientes, sino en un momento social, afectivo y cultural. Aunque luego la notable cantidad de envolturas de papel de aluminio, y de envases plásticos que se encuentra en los trayectos, salones, patios y corredores  evidencian de que las prácticas de higiene y cuidado del medio ambiente (Cultura de la sustentabilidad) no se ha arraigo en esta comunidad.

            8.2.3 La red de estudiantes- proveedores de alimentos
            En las instituciones estructurantes como las escuelas y universidades, las resistencias y prácticas de sus miembros que contravienen las regulaciones institucionales suelen verse como actuaciones maliciosas, como indisciplina o rebeldía. Pero en el caso de los “estudiantes-proveedores” hay que recorrer como señala Bourdieu (2001) el origen, evolución y condiciones en las que surgen las prácticas alternativas. Recuérdese que cuando iniciaron las actividades académicas en CU el edificio “A”, único nicho habitable del campus, se encontraba aun a medio terminar y sin servicio continuo de electricidad y agua. La cafetería, localizada en la parte posterior del edificio, estaba equipándose y los accesos permanecían obstruidos por las obras, de tal forma que  por la puerta de servicio se vendían a los pobladores refrescos envasados y frituras. No existían condiciones para ofrecer otro tipo de alimentos  y se careció de sensibilidad para atender esa necesidad, a pesar de que los estudiantes permanecían en CU desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde en horario corrido. Aquellos pioneros habían dejado sus casas a las seis y media de la mañana o aún antes y regresarían cerca de las seis de la tarde -considerando los tiempos promedio de traslado en el indiobus. El incipiente campus estaba, -aun lo está-  alejado, aislado, desgajado  del tejido urbano y de  sus servicios, en esas condiciones algunos de los primeros estudiantes refieren que pasaron hambre, otros traían de “lonche” galletas, burritos y bocadillos que hicieran más tolerable las horas de ayuno antes de regresar a casa. En estas condiciones y dado que en el país y en nuestra localidad el trabajo y las actividades de comercio informal son prácticas comunes de las que participa el 60% de la población, no resultó sorprendente que más de un estudiante viera la oportunidad, de atender esa necesidad y de paso obtener algún ingreso para sí y para su familia con la venta de los alimentos que algunos de sus compañeros demandaban.
            Esta oportunidad, alternativa o acto solidario -como quiera verse- con la apertura de la cafetería del edificio “A” y la llegada de nuevos pobladores y nuevos estudiantes-proveedores que ofrecían de manera abierta alimentos diversos, generó la reacción del proveedor oficial o concesionario que vio en ellos una competencia desleal por lo cual demandó de las autoridades del campus el cumplimiento del convenio de exclusividad en la venta de alimentos. Las autoridades -hasta entonces permisivas- hicieron la labor de localizar, señalar y  desalentar a los estudiantes, de tal forma que la  venta de alimentos por parte de los estudiantes quedó proscrita y durante algunos momentos se les acosó, pero sin mucho celo o entusiasmo. Situación que propició que una parte de esos intercambios cambiaran de escenario, para realizarlos durante el trayecto del Indiobus desde el centro urbano a ciudad universitaria, cumpliendo al menos  durante una hora, con la restricción impuesta de no vender alimentos en el campus.  El resultado fue que esos intercambios e interacciones pasaron a ser una actividad encubierta, con los rituales propios de la clandestinidad. Ignorando que las necesidades y las limitaciones de los estudiantes seguían existiendo y que la venta de alimentos asumía otro significado al crear redes y lealtades entre los estudiantes proveedores y compradores. La formación de redes para esos intercambios debe entenderse de manera textual. En las páginas electrónicas creadas por estudiantes de CU y en faceboock todas orientadas a mostrar su actividad y afectividad, se adoptaron también como vías para visibilizar las ofertas de alimentos (burritos, galletas, panecillos, moffins) y para establecer peticiones anticipadas. Se trata de una práctica de ¿Comercio justo? Que vincula sin intermediación al productor y consumidor, o de una manifestación de ¿comercio ilegal? Serían estas  dos formas de ver una misma actividad. Para la comunidad de CU se trata de una interacción significada por el intercambio económico solidario entre estudiantes; mientras que para los concesionarios y autoridades el intercambio asume el significado de complicidad delictiva.

            8.2.4 Alimentos traídos de casa
De acuerdo con mis registros y observaciones la práctica de alimentación más generalizada es el consumo de alimentos traídos de casa, sea por cuestiones de costo, de gusto o con el propósito de variar, lo cierto es que la práctica dominante entre los estudiantes es alimentarse casi en cualquier momento y lugar (salvo la biblioteca y las salas electrónicas). A los estudiantes se les puede observar ingiriendo alimentos y bebidas, lo mismo en las aulas con o sin la presencia de profesores, que en los patios interior y exteriores, en los pasillos, entrepisos, vestíbulos, intersticios y en los escalones de las escaleras, sentados en  bancas, jardineras, sillones de descanso, sillas de espera o sobre el suelo en las partes sombreadas del exterior. La alimentación se realiza sin ritualidad, solitarios, en parejas o en pequeños grupos que nunca superan los cuatro miembros. Se comparte solamente el momento, cada quien consume lo propio, pero es posible –sobre todo entre las chicas- conceder una probada o intercambiar un alimento por otro. Portaviandas de plástico (Tupper), papel aluminio y envolturas son los signos que anuncian y denuncian las actuaciones que ahí se realizan. Algunos tenedores o cucharas rompen la regularidad de “comer con las manos”. Prevalecen las prácticas de consumir alimentos fríos o recalentados, solamente para acallar el hambre, sin sofisticación alguna, con poca higiene; estas condiciones -a fuerza de su cotidiana reiteración- llegan a parecer escenarios y comportamientos naturales, por lo que nadie echa en falta la dotación de espacios y equipamientos (mesas, sillas, horno de microondas y máquinas expendedoras de bebidas) para que en ellos puedan ingerir sus alimentos los  estudiantes y demás miembros de esta comunidad. Los rituales formales de higiene y alimentación se fueron desvaneciendo con la premura de los comensales y la sencillez de los alimentos traídos de casa.
            El proceso de restauración se ve convertido en un pic-nic forzoso. Para algunos de los comensales la actuación pública es inevitable, pero otros intentan ocultarse y obtener un poco de privacidad. En el acto de alimentación concurren condiciones y circunstancias que le otorgan distintos significados e involucran aspectos afectivos y emocionales de distinta intensidad. ¿Qué se come? es tan importante como ¿con quién y dónde se come? No en balde compañero es una derivación del término que designa a aquel con quien se comparte el pan. La diversidad de posturas, lugares y no lugares que se pueblan y territorializan para realizar esta actividad nos muestra  que la estructuración- estructurante del espacio institucional  -que se hace y rehace con cierta frecuencia- tiene en poca estima la atención de las necesidades del individuo-cuerpo-afecto y centra sus esfuerzos, quehacer e infraestructuras en el desarrollo del individuo-intelecto-profesional, como si fuera posible -en un modelo de educación humanista- atender una parte del ser, desatendiendo la otra.
            Los estudios sobre la alimentación  y sus condicionantes de Riva (2002) entre los estudiantes universitarios muestran el descuido y la pérdida de hábitos, porque los estudiantes  optan por la inmediatez y el consumo de carbohidratos frente a otras alternativas. En México la definición del perfil nutricional  de los estudiantes universitarios en la UNAM arrojó que 27,000 de ellos sufre de desnutrición. Con base en esos datos se realizó otro estudio de campo en la misma institución para establecer la relación entre nutrición y rendimiento escolar de los universitarios encontrando que la nutrición (adecuada y oportuna) tuvo un impacto  directo, claro y, casi inmediato en el rendimiento académico del 90% de la muestra estudiada. (Zabludowsky, 2008) El estudio mostró entre otras cosas, que el impacto de una adecuada alimentación está muy por encima de otras estrategias como el asesoramiento y la orientación experta. Como consecuencia  de ello y a petición de la fundación UNAM, esa institución educativa decidió establecer un programa piloto de becas alimenticias proporcionando diaria y directamente los alimentos a los estudiantes para asegurar el consumo de una ración de alimentos balanceados, en lugar de un monto que con frecuencia resultaba insuficiente o se destinaba a otros gastos urgentes. Bajo el rubro de Becas alimentarias las facultades de Química, de arquitectura y en la FES Acatlán exponen en sus páginas electrónicas los resultados y convocatorias de este programa.
            A pesar de que la relación alimentación- rendimiento escolar resulta evidente, solo se han establecido políticas compensatorias permanentes en materia alimenticia en los niveles educativos básicos, pero se desatiende el nivel educativo superior, por considerar que los universitarios son adultos, y pertenecen a un segmento social y culturalmente privilegiado y que, por tanto quienes obtienen la beca PRONABES pueden adquirir y regular su ingesta alimentaria de manera satisfactoria.
            En la comunidad universitaria del campus CU, se enmadejan condiciones de economía familiar, distancia, horas de permanencia y hábitos de alimentación que complica que la alimentación de los estudiantes pueda ser adecuada y  de calidad. La institución no ignora, ni es ajena a esta problemática; pero tampoco se compromete en su atención. El programa institucional “Universidad saludable” cuenta para el campus CU con un programa de becas alimenticias, que a pesar de sus pequeñas proporciones, deja constancia de que la institución está enterada de que una parte de su comunidad pasa hambre. La beca alimenticia se materializa diariamente -para un grupo reducido de estudiantes en situación económica precaria- en una  ración diaria de alimentos formada por un sándwish o un burrito, una bebida y una fruta. La cobertura y alcances del programa son pequeños porque dependen de la solidaridad de algunos miembros de los estamentos docente y de gestión que hacen aportaciones vía nómina para la alimentación de un becario durante un semestre, de tal forma que la ración alimenticia que mucho agradecen y aprecian los beneficiarios, puede considerarse más como una acción de carácter simbólico; que como un programa institucional de becas alimenticias.
            Los problemas de hambre, ayuno y mala nutrición entre los estudiantes de las universidades, tecnológicos, y universidades tecnológicas es tal magnitud que las instituciones universitarias no han querido comprometerse en su atención, pues solo reconocen como suya la obligación nutricia en materia intelectual y de competencias profesionales.
            La condición de hambre se acompaña también del componente emocional porque para recibir la ración alimenticia se debe seguir y cumplir con algunas condiciones: realizar una solicitar apelando a condiciones de pobreza, resultar beneficiado (porque son más los que la solicitan, que quienes la reciben) y concurrir diariamente a una dependencia (COBE) para recogerla. Luego cada uno buscará el momento y el escenario para consumir su ración en forma furtiva y casi vergonzante.