INNOVACIÓN E INTELIGENCIA ESTRATÉGICA

INNOVACIÓN E INTELIGENCIA ESTRATÉGICA

Luis Héctor Perego (CV)
Romina Silvia Miguel
(CV)

Volver al índice

¿Qué es la Inteligencia y para qué sirve?

Las respuestas a estas preguntas son fundamentales para abordar los estudios sobre Inteligencia y delimitar las ópticas científicas usadas. En primer lugar establecer categorías que definan conceptualmente a la Inteligencia y sus campos de estudio. En segundo lugar, hacer referencia a las técnicas del oficio. Y en tercer lugar la incidencia de la Inteligencia en el ámbito de los tomadores de decisión.

¿Cómo conceptualizar a la Inteligencia?

La respuesta más difundida es aquella que la define como un oficio que ha acompañado a la estabilidad del poder y que generalmente se ha interpretado como la habilidad de recolectar e interpretar información para la seguridad del Estado; acciones que son equiparadas y confundidas con el espionaje político por ser una práctica antigua encargada de la recolección y transmisión de la información de manera secreta, pero que en realidad abarca una de las instancias de la Inteligencia (Rivera Vélez  2011).

Otra consideración que es importante recordar es que la Inteligencia tradicionalmente ha sido una herramienta institucional del Estado más que de otras organizaciones sociales. Esta visión actualmente se encuentra cuestionada desde el análisis del usuario o  destinatario de la Inteligencia incorporando actores privados dentro del estudio de la misma; de hecho, las necesidades de manejar información privilegiada para intervenir en los mercados regionales y mundiales cuestionan los enfoques tradicionales asociados a versiones estado céntricas de la estrategia económica.

A pesar de existir un relativo consenso alrededor de lo que significa Inteligencia, aún se debate sobre su rigurosidad científica. El manejo empírico expresado en prácticas y técnicas de desempeño, tanto de informantes como de uso de fuentes cerradas y abiertas, así como el uso intuitivo del sentido común utilizado para hacer análisis complejos, han sido algunos de los aspectos que no han permitido establecer criterios claros de elaboración de variables científicas.

 Un aspecto relevante a evidenciar en los estudios sobre Inteligencia producidos en América Latina es la constante preocupación por analizar y promover la profesionalización de las labores de Inteligencia en regímenes democráticos; es decir, el debate se ha centrado en las distintas estructuras institucionales que han adoptado los diferentes Estados, su normatividad y los controles democráticos para sus labores. En este plano se ha priorizado el funcionamiento de las múltiples comunidades más que la construcción teórica-conceptual de la Inteligencia.

El reto de todas las Inteligencias

La finalidad última de la Inteligencia viene determinada por el uso que se haga de ella. Este uso viene, en buena medida, determinado por el grado de compromiso con  la misión en la determinación de los objetivos críticos de Inteligencia, y el grado en el que estos últimos hayan conseguido apoyar de manera efectiva a los propósitos de la misión de las organizaciones. En Inteligencia, como en los negocios, la principal causa de fracaso y malogro de los proyectos es la falta de atención a su fin último. Por lo tanto podemos decir que el objeto de la Inteligencia es dar sentido a las cosas. Puede definirse, desde la perspectiva del producto, como la generación de conocimiento, o mejor entendimiento, destinada a apoyar la toma de decisiones.

Pero la Inteligencia es también un proceso: un empeño ambicioso que requiere tiempo y capacidad para poner y quitar distancia a fin de facilitar que los hechos cobren sentido. Así, la Inteligencia se configura como una actividad puntillosa y puntillista en constante lucha por superar las limitaciones que imponen las dimensiones del tiempo y el espacio, y en compleja relación con la realidad a cuya comprensión se aplica y sobre la que puede incidir hasta configurarla decisivamente como consecuencia del simple hecho de intentar interpretarla. Una complejidad adicional de la Inteligencia reside en que como actividad se asienta sobre un dualismo esencial: Inteligencia -en sentido estricto- y contra Inteligencia.

La primera, persigue entender lo que ocurre a nuestro alrededor con independencia de que los objetos de nuestro interés colaboren o no con ese entendimiento, por otro lado, y de forma paradójica, la contra Inteligencia ha de guiarnos en el control de aquella parte de nuestra actividad que queremos que sea entendida o que preferimos que permanezca oculta. Entonces, de acuerdo con esto, el trabajo en materia de Inteligencia viene caracterizado por la necesidad de ser capaz de prosperar entre dualidades y paradojas.

Así, si a menudo resulta muy útil mantener distintas fuentes de forma concurrente y en el desconocimiento de la mutua existencia -a fin de poder cruzar datos y contrastar la calidad de la información o la evolución en la credibilidad de las distintas fuentes-, en lo que atañe a la diseminación y circulación de la información, la estricta compartimentación está cada vez más desacreditada. En la búsqueda de la relevancia, se requiere el equivalente a una inversión de la carga de la prueba  desde el mantenimiento del secreto por defecto hacia el fomento de la circulación de la información.

Categorías de Inteligencia

El término inteligencia, normalmente, induce a confusión, y cuando se le añaden adjetivos la confusión aumenta; cada especialista o grupo involu­crado en estas materias lo entiende de una manera distinta. Trataremos por nuestra parte de estructurarlo en sus diferentes categorías.

Aparte de los servicios de inteligencia, que son perfectamente conocidos e identificables, existen otros dominios y conceptos que se entremezclan unos con otros. Básicamente, la inteligencia se podría encuadrar en cinco categorías, cuya jerarquía se muestra en la figura 1, que sitúa de arriba abajo las especialidades más tecnológicas.

Las dos primeras son muy soportadas por tecnologías de uso frecuente. Así, el campo de la inteligencia artificial ha estado desarrollándose desde los años cincuenta y va dirigido fundamentalmente a comprender la manera en que el ser humano piensa, aprende y razona para desarrollar técnicas y programas informáticos que traten de emu­lar el comportamiento humano. De ahí nacieron la robótica, los sistemas expertos y los sistemas de ayuda a la decisión, todos ellos apoyados en tecnologías que tienen la capacidad de aprender.

Un paso más se dio con los sistemas de gestión del conocimiento que, básicamente, tienen que ver con los sistemas expertos. Son sistemas que die­ron origen a una rama de la ingeniería que hoy se conoce como ingeniería del conocimiento, cuyas técnicas se apoyan en varios elementos: adquisi­ción del conocimiento, codificación del conocimiento, evaluación y prue­bas del sistema codificado e implementación del sistema.
La codificación se basa normalmente en reglas que, a medida que se complican debido a múltiples cadenas, se pueden transformar en redes neuronales; otra forma de tratar de simular la manera en que trabaja el cerebro humano. Y de ahí se puede llegar a otras funciones como son los sistemas de comprensión del lenguaje natural, visión computarizada, etc., técnicas todas ellas que no representan lo que realmente se entiende por inteligencia económica, competitiva o estratégica, pero que a veces ayudan en su desarrollo.

La Gestión del Conocimiento (Knowledge Management o KM) se orienta preferentemente hacia el conocimiento existente dentro de la organización, y a las formas de captarlo y aprovecharlo en un marco de trabajo en colaboración.

La inteligencia económica se ha definido de mil maneras. Depende de quien lo interprete y así serán sus aplicaciones. También depende del país, por ejemplo en Es­tados Unidos y otros países anglosajones, el término business intelligencese aproxima a las actividades relacionadas con la gestión del conocimiento. En concreto, son metodologías y modelos que tratan de descubrir la informa­ción «escondida» dentro de las bases de datos a fin de proporcionar herra­mientas para la toma de decisiones. Una derivada de ello sería el marketing intelligence, que se dirige a los aspectos comerciales y de marketing de las empresas en su entorno competitivo.

De esta manera se «modelizan» los comportamientos de los clientes actuales o potenciales con el objetivo de aumentar las ventas o, simplemente, evitar que se vayan a la competencia. De manera diferente, los franceses definen la inteligencia económi­ca —intelligence économique— como el conjunto de acciones coordinadas de investigación, tratamiento y distribución con vistas a su explotación, de la información útil a los actores económicos.

Una definición que para sus autores tiene una doble consecuencia: por un lado, la inteligencia cien­tífica, que se dirige a «no inventar la rueda», es decir, a investigar en las fuentes científicas accesibles la aparición de nuevos dominios científicos que aporten ventajas económicas diferenciales, y por otro, la inteligencia competitiva que, en la misma línea, se dirige a seguir la actividad de la­boratorios o fábricas de países o empresas competidoras con el objetivo de conocer sus avances y mejorar la propia competitividad. Un ejemplo serían los laboratorios farmacéuticos en otros países (Martre 1994).

Siguiendo con estos conceptos, otros países no anglosajones entienden la inteligencia económica como las actividades del Estado para defender sus intereses económicos en el marco internacional. De ahí que sean los servicios de inteligencia los que lideren estas actividades en dichos paí­ses.

La inteligencia competitiva se dirige, como su propio nombre indica, a me­jorar la posición competitiva en los mercados, ya sea de las propias nacio­nes o de las empresas, aunque es en éstas donde se ha desarrollado con más profundidad. Y, en realidad, se concentra en tener conocimiento de lo que sucede para mejorar la posición, pues si el conocimiento proporciona un valor diferencial, la inteligencia aporta poder (Rothberg y Erickson 2005). O dicho de otra manera: la inteligencia compe­titiva busca lo que se necesita a partir de lo que se conoce.

Por otra parte, es menester destacar que la información científica y técnica (propiedad intelectual, investigación, productos, estándares, etc.), y los análisis prospectivos y de tendencias tecnológicas se han situado en la vanguardia del desarrollo de metodologías y herramientas de inteligencia en los últimos años, con la denominación de Vigilancia Tecnológica.

Por último, otras técnicas y métodos de inteligencia existentes, vinculadas a las estrategias defensivas o de lobby, son considerados a veces en el marco de la llamada Inteligencia Estratégica. Todos estos enfoques que operan en relación con la inteligencia y la toma de decisiones han tenido una difusión mayor o menor según los países de que se trate, y su empleo está condicionado por las distintas visiones o enfoques de gestión que se aplican en cada caso.

Incidencia de la Inteligencia

Sin embargo, estos autores pierden otras perspectivas que, a nuestro pa­recer, se deberían incluir como elementos esenciales de la inteligencia competitiva o, incluso, la estratégica, ya que, para una eficaz toma de de­cisiones, es indispensable establecer los cuatro elementos del rombo de inteligencia que se muestran en la figura 3, asunciones condicionantes (lo que sabemos que conocemos); conocimiento latente (lo que no sabemos que conocemos); vacíos de información (lo que sabemos que no conocemos), y los puntos ciegos (lo que no sabemos que no conocemos).

Así, se pue­de concluir que las actividades de inteligencia, independientemente del adjetivo que se les dé, han de servir para aportar conocimiento en todos los vértices de lo que nosotros definimos como rombo de inteligencias­ - aspectos del conocimiento que interactúan y que se interrelacionan unos con otros–; con la circunstancia añadida de que si se unen los puntos verticales, es decir, «lo que sabemos», nos moveríamos en el entorno estratégico de la organización, mientras que horizontalmente, es decir, considerando «lo que no sabemos», tendríamos en esencia el eje de in­teligencia. Y trabajando en ambas direcciones daríamos a la inteligencia su carácter estratégico que, en realidad, es lo que marca la diferencia competitiva.

La inteligencia estratégica, por tanto, será la agregación de las anteriores con el objetivo de proporcionar información y conocimiento a fin de facili­tar una toma de decisiones de corte estratégico. Teniendo en cuenta que la información puede conducir, en lugar de al conocimiento, a elementos no deseados como son el rumor o el desconcierto.
Para nuestro caso, utilizaremos el concepto de Inteligencia Estratégica como inclusiva del conjunto Inteligencia Económica y Gestión del Conocimientos, atendiendo que la Vigilancia Tecnológica, pertenece a la Inteligencia Económica en su rol observacional.