NATURALEZA, CULTURA Y DESARROLLO ENDÓGENO: UN NUEVO PARADIGMA DEL TURISMO SUSTENTABLE.

NATURALEZA, CULTURA Y DESARROLLO ENDÓGENO: UN NUEVO PARADIGMA DEL TURISMO SUSTENTABLE.

Salvador Luna Vargas (CV)

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El Altiplano

El altiplano potosino es sin duda la región más árida del estado en el que se le dio poco interés por conocer, debido a sus desérticos terrenos en el que se pensaba que no había mucho por conocer, sin embargo hasta el siglo XVI fue éste una zona de transición, de choque e intercambio cultural entre la frontera mesoamericana y los nómadas que más tarde se enfrentarían a los españoles y sus aliados a finales del siglo XVI.
Esta región formó parte de una gran gesta migratoria de grupos que hoy serían definidos como mesoamericanos, y que fue realizada durante el Preclásico inferior, es decir, durante los años de 200 a 100 a.c. esta gran migración permitió la creación y desarrollo de diversos asentamientos mesoamericanos en el Altiplano potosino, que se extendieron hasta el Posclásico superior, entre los años 900 a 1200 d.c. (Ruiz, 2009: 26), por este motivo las arqueólogas Marie Aretti Hers y Beatriz Braniff denominaron a esta extensión territorial que corre desde el estado de Sonora hasta la vertiente noroccidental del Golfo de México, pasando por la serranía de Durango, Durango, Zacatecas y el estado de San Luis Potosí (Altiplano y la Zona Media), como la Mesoamérica Septentrional, ya que esta región es la delimitación más marcada de Mesoamérica, región donde habitaron colonos de origen mesoamericano (probablemente nahuas) estableciéndose en el Altiplano. De esto se tiene conocimiento gracias a hallazgos como lo son la llamada cerámica “San Luis” por haberse encontrado en lo que actualmente es la capital del estado y la hallada en el municipio de Villa de Reyes. La cronología permite a los arqueólogos fechar a estos asentamientos entre los años 70 a 900 d.c. periodo que comprende la forja de la cultura norteña en el que se construyeron importantes centros ceremoniales, como los hallados en Cerro de Silva en el municipio de Villa de Arriaga  y en Salinas Hidalgo al pie del Peñón Blanco en el municipio de Salinas. Además del descubrimiento de entierros de gente dolicoide (de origen nómada) localizados en Cerrito de Silva y en Cerritos. Además de haberse encontrado con utensilios como vajillas intrusivas que provienen o tienen influencia de distintos lugares al sur y al este como Chupícuaro, Guanajuato; Rioverde, San Luis Potosí, y Tula en el estado de Hidalgo.
Al norte del Altiplano existen restos arqueológicos más definidos y representativos de culturas nómadas del desierto en las que predominan las pinturas rupestres expuestas en los farallones de las montañas, petroglifos, pipas tubulares, proyectiles y restos líticos. A partir de los años de 1000 a 1200 d.c. en el colapso de la frontera mesoamericana desapareció la cerámica en el Altiplano potosino
Las leyendas que recogió Sahagún de los ancianos mexicas en torno a una migración de los chichimecas al sur del Río Lerma probablemente aluden a este movimiento poblacional, donde los antiguos grupos mesoamericanos, asimilados como chichimecas, hubieron de abandonar sus antiguas moradas. Si bien las causas de este repliegue de las fronteras mesoamericanas no están claras, si se mantuvo el recuento de la migración al norte como parte de las tradiciones culturales mesoamericanas (Ruiz, 2009: 29).
De acuerdo al cronista Fray Guillermo de Santa María existían cuatro grandes naciones en esta región a la llegada de los españoles, estas eran; los pames, los zacatecos, los guamares y los guachichiles.
Los pames se extendían desde el noreste del actual estado de Querétaro, hasta el norte del estado de Guanajuato y parte de San Luis Potosí. El territorio de los zacatecos, otra de las naciones belicosas, se localizaba en el noroeste del septentrión mexicano, la zona donde en 1548 se encontraron las minas de Zacatecas. Las tierras de los zacatecos coincidían al este con las de los guachichiles; hacia el norte se habían extendido en un gran arco territorial hasta limitar con los tepehuanes, en el actual estado de Durango; hacia el sur tenían tratos con los guamares, cuyos territorios se localizaban en gran parte del estado de Guanajuato. El núcleo y baluarte principal de los zacatecos se localizaba en Malpaís, en el llamado Peñón Blanco, en Durango; hacia el sur tenían tratos con los guamares, la tercera nación belicosa, dominaba las sierras de Guanajuato y se extendía hacia el norte, hasta San Felipe, en el actual estado de Guanajuato; hacia el este, colindaban con los pames y con los otomíes de Querétaro. En el oeste llegaban a merodear hasta el actual estado de Aguascalientes, Ojuelos y Ayo el Chico. En el sur, el Río Lerma, frontera del imperio purépecha o tarasco, limitaba sus andanzas. El núcleo principal de la belicosa confederación guamar se localizaba en las cercanías de San Miguel el Grande (Actual San Miguel de Allende, Guanajuato), Pénjamo y San Felipe.
Los guachichiles, probablemente la más aguerrida y belicosa de las naciones chichimecas, controlaba un extenso territorio. Su hábitat se localizaba en el norte hasta Saltillo, Coahuila, y en el sur llegaba hasta San Felipe, Guanajuato. Hacia el occidente, su territorio estaba limitado por la Sierra Madre Oriental, y al occidente por los zacatecos. El núcleo principal de los guachichiles se localizaba en el Tunal Grande, la amplia zona de nopales que se encuentra en las inmediaciones de la actual ciudad de San Luis Potosí. La importancia de este último grupo fue notable, puesto que era considerado por los españoles como una de las “naciones principales” por el número de guerreros. (Ruiz, 2009: 31-32). Los arqueólogos basándose  en diversos estudios lingüísticos, arqueológicos y antropológicos fecharon la consolidación de la cultura del desierto hacia el 5000 a.c.

Zona Media

La zona media es un área distinta a la del Altiplano, conformada por una calurosa meseta intermedia que recorre el Rioverde delimitada geográficamente como refiere Dominique Michelet; la Zona Media está limitada por la sierra de Tamasopo, al este; al sureste, las estribaciones de la Sierra Gorda constituyen otra de sus demarcaciones; al oeste, los macizos de la Sierra de Álvarez no sólo fueron una frontera física sino también una frontera cultural con los nómadas del septentrión. Hacia el norte, esta región alcanza su mayor amplitud, ensanchándose hasta las estribaciones montañosas de Cerritos y Guadalcázar.
Parece ser que la mayor parte de las aldeas agrícolas que estaban establecidas en esta zona de valles fueron pobladas originalmente por grupos de origen huasteco y otros grupos mesoamericanos del septentrión. De acuerdo a la secuencia cronológica que presenta Michelet, la primera la denominó “Pasadita” que podría situarse entre los años de 250 a 500 d.c. caracterizada por el surgimiento de comunidades agrícolas y sedentarias, probablemente de origen huasteco, cuyo fenotipo parece corresponder a los de este grupo, que una vez siendo más compleja su sociedad comenzó a vincularse más activamente  con otros grandes centros culturales como la Huasteca, la Sierra Gorda y el Valle de México. Al parecer los grupos insertos en el periodo denominado “Pasadita” contaban con una baja densidad poblacional, pero que sin duda estaban localizados en áreas estratégicas que les permitían obtener mayores beneficios agrícolas gracias a las precipitaciones fluviales, más específicamente a partir del paralelo 22, en donde las condiciones ecológicas tienen una variación importante respecto del área geográfica de los grupos nómadas del norte.
En el periodo conocido como “Pasadita” la cerámica resulta bastante similar a la de la región del Panuco, signo del intercambio comercial que mantenían con la Huasteca y la costa, además del de las zonas bajas tamaulipecas y del sureste de los Estados Unidos, teniendo como prueba la presencia de pipas tubulares de gran antigüedad. Además del intercambio con estas zonas también se han encontrado las de origen teotihuacano que corresponden al año 400 d.c. y por último la relación con la Sierra Gorda, teniendo como prueba el hallazgo de la loza denominada “Pajarito pulido” también inspirado en la cultura teotihuacana.
La segunda fase que localiza Michelet es la Rioverde A, situada entre los años 500 a 700 d.c. en esta fase se puede encontrar mayor complejidad en los asentamientos agrícolas y sustentado en la estratificación social, pero además también se encuentra que en este periodo se comienza a tener relaciones comerciales con centros políticos y religiosos más lejanos como el Tajín que confirmó Michelet al localizar cerámica con características de ésta, denominada “Terrazas Lustroso”. Además de contar con esta variada influencia, los grupos étnicos de la zona media producían sus propias figurillas de estilo local y autónomo, que se encuentran localizadas en el fondo de la laguna de la Media Luna, en la que representan jugadores de pelota, que parecen indicar posibles rituales sudamericanos asociados al agua y la fertilidad.
A la tercera fase Michelet le denomina Rioverde B, que se sitúa entre los años 700 a 1000 d.c. el cual parece representar el mayor grado de desarrollo y complejidad de las poblaciones agrícolas, muestra de eso son las nuevas edificaciones, como estructuras ceremoniales de base circular y áreas de juegos de pelota, que en algunos casos están construidos en torno a una plaza central, lo cual deja ver la importancia religiosa planificada que representaba la cosmogonía mesoamericana. Uno de los más importantes centros religiosos estaba ubicado en San Rafael, se especula que este lugar pudo haber sido la capital o el centro religioso y político más importante de la zona.
Con la caída de Teotihuacán, las relaciones comerciales con la Sierra Gorda queretana y la Huasteca se incrementaron, con materiales como el cinabrio y obsidiana por maíz y algodón.
En las exploraciones arqueológicas se encontraron enterramientos de individuos del tipo braquicéfalo (cabeza corta y ancha). Sus cráneos, por otro lado, evidencian diversas deformaciones tabulares, particularmente de tipo erecto; es una prueba de los estrechos vínculos de la Zona Media con pueblos circunvecinos que también acudían a esta práctica, como los huastecos (Ruiz, 2009:45), se ha hecho esta comprobación a través de un perfil bio antropológico de la población prehispánica de San Luis Potosí. Parte de este estudio describe de esta manera los hallazgos de cráneos en Rioverde, Rayón, San Ciro y Villa de Arriaga, comparando así esta práctica con las culturas mesoamericanas, y más específicamente la cultura Huasteca:
Se pudieron detectar, en algunos cráneos, las huellas de las bandas utilizadas para inmovilizar y ejercer presión sobre los huesos, aún inmaduros, de la cabeza del infante, y así obtener la deformación deseada. Estas huellas o surcos, pasan por lo general transversalmente por arriba del cráneo (surco postcoronal) o lateralmente, a nivel de la región astérica. […] la utilización de estos aparatos corporales puede deducirse con mayor seguridad si se toman en cuenta las representaciones cerámicas de tales artefactos en figurillas de diversos sitios arqueológicos (Romano, 1974); para la cuenca de Río Verde, Braniff (1975:231) cita figurillas de tipo moldeado “atadas con una faja contra una especie de cama, con los brazos al lado del cuerpo, también características de Teotihuacán IV”. […] Llama la atención su similitud con los casos publicados por Romano (1965) que pertenecen al Postclásico del área cultural huasteca y central veracruzana (Tanquián, S.L.P., Isla del ídolo e isla de Sacrificios, Ver.) y con aquellos reportados por López Alonso (1965), también del Postclásico, de Tanquián, S.L.P.[…] Por otra parte, cabe apuntar una especificad de los grupos de esta región de San Luis Potosí: al parecer, no practicaron la mutilación dentaria, costumbre asociada con gran frecuencia con la deformación craneal intencional en otras regiones de Mesoamérica. Los cráneos postclásicos de la Huasteca a que antes hemos aludido, procedentes de Tanquián, Tamuín e Isla del ídolo, presentan con relativa abundancia ejemplos de mutilación dentaria, aunque se trata, como se ha dicho de la cronología prehispánica más reciente. Hasta la fecha no se tienen datos de la existencia de mutilación dentaria durante el Clásico, en San Luis Potosí, ello podría indicar que en estas regiones ésta práctica pudo haber sido importada tardíamente (Serrano y Ramos, 1984:22-23).
Una vez terminada la fase Rioverde B hacia el año1000 d.c. marcada por el abandono de los poblados sedentarios y los centros ceremoniales, más tarde se marcaría por un periodo amplio de casi 400 años en los que no se tiene registro de quienes fueron los pobladores que se asentaron en esa región antes de la llegada de los españoles.
Los primeros españoles en llegar a esta región  fueron frailes franciscanos que buscaron evangelizar a la población autóctona, que junto con ellos arribaron los otomíes aliados de los españoles quienes fundaron el pueblo de Xichú (situado al norte del estado de Guanajuato) hacia la segunda mitad del siglo XVI, que fueron primordiales para consolidar los pueblos de misión en la Zona Media como Xichú y San Francisco del Rioverde. En ese tiempo grupos de la etnia guachichil y pame habitaban las Zona Media. De acuerdo a un testimonio de Juan Porras y Ulloa en 1621, se pudo poblar la localidad y el convento de San Francisco de Rioverde con indígenas mascorros (pames) y guachichiles. Tomando en cuenta que dentro de la etnia pame se consideraban diversos grupos que se engloban, como los mascorros, guascamas, Alaquines, coyotes, jijotos y caysanes.

La Huasteca

Los límites de la Huasteca indican que se extendió por gran parte el territorio de los actuales estados de Veracruz, Hidalgo, porciones orientales de Tamaulipas y San Luis Potosí, a estos también se incluyen partes de Hidalgo y Querétaro que más bien por este último estado se le aprecia por los fuertes vínculos establecido entre la Huasteca y la Sierra Gorda queretana.
En México, en particular en la Huasteca, la biodiversidad es alta y resulta de la combinación de un conjunto complejo de factores, de estos, los principales son la historia geológica, los fenómenos volcánicos, la fisiografía, los climas y la posición latitudinal en Mesoamérica, zona de transición entre regiones templadas al norte y regiones tropicales al sur (Rzedowzki, 1991, cit. en Puig y Lacaze, 2004: 129).
La región que se define como Huasteca potosina es la que definía Lorenzo Ochoa como la provincia de Tamaulipas, que comprende una parte de la ribera izquierda del Río Pánuco y toma una porción de la Sierra Madre Oriental en el estado de San Luis Potosí. Esta región comprende una diversidad de nichos ecológicos que se dividen por la franja de la Sierra Madre Oriental, la cual desciende hasta las tierras bajas costeras. Siendo la Huasteca una región rica en flora y fauna, misma que fue importante para los pueblos que se asentaron en la zona desde la época prehispánica.
A partir de los primeros estudios de prospección de la zona (zona de Veracruz) en el que Gordon Ekholm desde 1940 comenzó a establecer una de las primeras tipologías de la cultura huasteca. Se descubrió que algunos de los materiales cerámicos parecían relacionarse a otras culturas mesoamericanas, lo cual se conocía anteriormente gracias al Códice Mendocino, el cual indica que poco antes del arribo de los españoles al Valle de México, los mexicas recibían tributos de esta zona en forma de pieles de jaguar, plumas de aves exóticas y cacao.
Hacia los años de 1947 y 1950, otro arqueólogo de la escuela norteamericana, Richard MacNeish, realizó diversos trabajos de investigación en Pánuco Veracruz. En estos trabajos de campo, MacNeish señaló la existencia de materiales cerámicos que mostraban una secuencia de ocupación más antigua que la señalada por Gordon Ekholm (Ruiz, 2009:49). Todos estos hallazgos además del estudio lingüístico que se hizo, y que fue señalado por Guy Stresser Peán, indican que la lengua huasteca o teenek proviene del tronco mayance.
Eckholm supone que la introducción de la lengua maya en esta región pudo haberse dado en el periodo Formativo, en las etapas I y II de la secuencia Pánuco, es decir, a partir del 700 a.c. […] De esta forma, se considera que durante el periodo Formativo los grupos pre huastecos se encontraban concentrados mayormente en las costas y en las llanuras de San Luis Potosí y en la sierra de Tamaulipas. Las primeras secuencias de esta ocupación pueden situarse alrededor del año 2000 a.c.

Las construcciones de este periodo, particularmente en las costas, se situaban sobre plataformas para poner a salvo las viviendas de las aguas. Asimismo, la mayor parte de estas poblaciones se encontraba sobre los afluentes de los ríos. Las viviendas suelen ser de forma circular y rellenas de piedra y lodo. De la misma forma, el patrón de asentamientos suele ser disperso y extendido sobre las márgenes de los ríos que cruzan la región. La arquitectura de este periodo está formada por edificaciones circulares. De acuerdo con Lorenzo Ochoa este tipo de edificaciones es característico de las llanuras potosinas y del norte de Veracruz. Este elemento hace pensar que estas grandes estructuras fueron una innovación desarrollada por los huastecos desde épocas tempranas. En el municipio de Ébano, San Luis Potosí, permanecen los restos de una plataforma circular levantada sobre un promontorio natural y que ha sido fechada en el periodo Formativo (Ruiz, 2009:49-50).
En el periodo Formativo además de desarrollarse en cuanto a la arquitectura también lograron expandirse desde el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas al actual estado de San Luis Potosí.
En el periodo Clásico el proceso de expansión se acentuó hasta ocupar toda la llanura costera de San Luis Potosí ocupando la parte sureste del estado. Es probable que hayan alcanzado territorios del Altiplano, partes de Querétaro, la serranía de Hidalgo y el norte de Puebla, en donde se han encontrado vestigios de la ocupación Huasteca, en sitios como Atlapexco, Tehuatlán y Huejutla, del estado de Hidalgo.
El estado de San Luis Potosí cuenta con diversos conjuntos arquitectónicos y ceremoniales, sitios como Tamtok, Tamohi, Buenavista y Huaxcamá, además de otros sitios aún no excavados pero que se tiene el conocimiento que existen importantes centros ceremoniales como en el municipio de Tampamolón Corona. La cerámica hallada en estos sitios podría corresponder a la época de Tajín, es decir, a finales del periodo Clásico.
Durante el periodo Posclásico, la cultura huasteca comienza a reducirse y va adquiriendo nuevos rasgos. Un ejemplo de esto es el centro ceremonial de Tamposoque, en donde se manifiesta una manifestación religiosa formal, con grandes plataformas a las que se llega por escaleras con alfardas y estructuras rectangulares en su cima.
Se construyen pirámides escalonadas en muchas de estas plataformas. Sin abandonar las construcciones circulares, todo el conjunto muestra similitudes con la Mesoamérica nuclear. Asimismo, los murales de Tamuín son los más representativos de estas tendencias e influencias mesoamericanas sobre la cultura huasteca. En algunos de ellos el estilo es similar al del Tajín y muestra influencias de Tula y del área Maya. (Ruiz, 2009:50).
Durante fines del Posclásico, es posible suponer que parte de la huasteca potosina, probablemente dividida en pequeños señoríos, pudo ser tributaria de la Triple Alianza, como lo representa el Códice Mendocino, pero fuera de este testimonio no existen otras evidencias que sugieran que esta área se mantuviera bajo dominio de los aztecas. En todo caso, el panorama lingüístico de esta región poco antes de la llegada de los españoles parece sugerir que en la Huasteca potosina se habían arraigado grupos de origen nahua, otomíes e incluso pames. Por ejemplo la región de Oxitipa que posteriormente sería parte de la alcaldía mayor de Valles, estaba formada por señoríos huastecos, unidades políticas hablantes de náhuatl y otomí. Por otro lado en la región del Pánuco observamos predominio de los grupos huastecos, los cuales también estaban divididos en pequeños señoríos que habían resistido con éxito la invasión de Meztitlán (un señorío independiente), así como de la Triple Alianza. A pesar de ello, este territorio también estaba habitado por grupos hablantes de náhuatl, y sobre las costas y regiones montañosas de Tamaulipas, grupos nómadas, hablantes de tamaulipeco en constante conflicto con los huastecos. (Ruiz, 2009:51-52).