PROGRAMA DE CAPACITACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LOS ACTORES LOCALES EN EL DESARROLLO DE NUEVA PAZ

PROGRAMA DE CAPACITACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LOS ACTORES LOCALES EN EL DESARROLLO DE NUEVA PAZ

Elaine Artigas Pérez (CV)
Universidad Agraria de La Habana

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PROGRAMA DE CAPACITACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LOS ACTORES LOCALES EN EL DESARROLLO DE NUEVA PAZ

“En el centro de lo que llamamos participación se encuentra la idea de que los intereses de los sujetos deben ser construidos colectivamente, de modo que el colectivo responda a ellos (...)” (Garzón, Pineda, Acosta, 2004).

Por supuesto, esta es una de las condiciones para que la participación sea efectiva; por otro lado, según el Equipo Claves (1994 citado en Camacho, s.a.), para que sea sostenible, se deben de cumplir tres requisitos: poder, saber y querer1 ; en cuanto a poder se refieren a crear cauces que la permitan, normas, mecanismos, estructuras, organización, y plantean que este es el primer paso imprescindible para poner en marcha cualquier proceso de fomento de la participación 2; el saber por su parte, se asocia a la capacidad, conocer cómo, saber técnicas, las habilidades, las destrezas3 , lo cual exige aprendizaje4 ; y el querer depende de incentivar la participación, a partir de mostrar que participar es algo satisfactorio, creativo, ello implica explicar las razones, los motivos para participar, y su utilidad para el desarrollo de la sociedad.

Por lo tanto, para que los ciudadanos apuesten por la participación, esta debe ser eficaz, la ciudadanía debe verla como algo que sirve en lo concreto y sobre todo que se tienen en cuenta sus opiniones5 y los compromisos acordados, y que hay resultados públicos verificables y evaluables6 . Por ello, y teniendo en cuenta el diagnóstico realizado, urge la necesidad de construcción colectiva de un programa de capacitación para estimular la participación activa de los actores locales de Nueva Paz en sus procesos de desarrollo, condición sine qua non para ostentar la condición de Municipio Inteligente. En este sentido, se esbozan en el presente capítulo, los procedimientos empleados a partir de los talleres realizados desde la Educación Popular y la IAP. 

3.1 Plataforma teórico-metodológica de la Educación Popular y la IAP.

De acuerdo con Basagoiti, Bru, Lorenzana (2001), la IAP es una metodología de investigación, que propone el análisis de la realidad como una forma de conocimiento y sensibilización de la propia población, que pasa a ser, a través de este proceso, sujeto activo y protagonista de un proyecto de desarrollo y transformación de su entorno y realidad más inmediatos –ámbitos de vida cotidiana, espacios de relación comunitaria-.

La Investigación Acción Participación, forma parte del conjunto de metodologías cualitativas que asume a la teoría como un proceso permanente de producción de conocimientos, permitiendo adaptar el proceso con los objetivos de la investigación y las condiciones específicas de cada situación concreta” (Méndez, 2007).

Asimismo, Santos, Díaz, Lautín (2011), afirman que “la Investigación Acción Participativa (IAP) es una metodología de la investigación cualitativa que se “acomoda” al trabajo comunitario integrado desde la Educación Popular en el contexto actual de Cuba (...); propicia el desarrollo de iniciativas innovadoras que surgen del cimiento de las estructuras sociales y que se erigen en sujetos activos y protagonistas del proceso investigado (...)”.

“(...) Su objetivo es encontrar respuestas a problemas de la comunidad o del colectivo social investigado, poniendo énfasis en la lógica de la acción. En este proceso, la investigación se concibe como un componente de la acción, es decir, se constituye en un instrumento de cambio para la comunidad” (Agurto, 2002).

Según Contreras (2002), “(...) podríamos entender a la IAP como un proceso metodológico que rompiendo los moldes de la investigación tradicional, conjuga las actividades del conocimiento de la realidad mediante mecanismos de participación de la comunidad, para el mejoramiento de sus condiciones de vida (...)”.

En este sentido, Balcazar (2003), apunta que la IAP “(...) está enfocada a generar acciones para transformar la realidad social de las personas involucradas. Esta posición cuestiona la función social de la investigación científica tradicional y postula el valor práctico y aplicado del trabajo de investigación-acción con grupos o comunidades sociales”.

Méndez (2007), nos dice al respecto que este modelo constituye “una metodología que da tanto valor y significancia al resultado investigativo como a los procesos humanos que le acompañan. Representa al propio proceso de investigación como construcción en sí misma, como espacio intersubjetivo que configura una realidad de este último orden a la que se llega por consenso”.

“La meta última de la investigación-acción participativa (...) es conocer para transformar; siempre se actúa en dirección a un fin o un “para qué”, pero esta acción no se hace “desde arriba” sino desde y con la base social” (Bru y Basagoiti, s.a.).

En consecuencia, se partirá de la propia experiencia de los participantes, de las necesidades o problemas vividos o sentidos. Con esta metodología se trata de explicar, es decir, de entender más y mejor la realidad, de aplicar, o sea de investigar para mejorar la acción y de implicar, esto es, de utilizar la investigación como medio de movilización social” (Ibíd.).

Al respecto, es importante precisar, que “(...) la participación que reclama la IAP no es simple movilización, sino recapitulación sobre el conjunto de procesos que condicionan la vida social de un colectivo determinado con el objetivo de acometer una eventual modificación de los mismos” (Moreno y Espadas, 1998 citados en Contreras, 2002).

Se “(...) intenta promover la cohesión activa de la comunidad para la participación, ayudando a sus participantes a descubrir problemas y a razonar en torno a la búsqueda de soluciones (...)” (Contreras, 2002); permitiendo la operativización de “la investigación para cambiar la realidad, orientándose hacia la realización de acciones conjuntas y coordinadas, para la realización de hechos concretos que permitan los cambios” (Ibíd.), y garantizando “(...) la participación activa y democrática de la población, en el planeamiento y la ejecución de sus programas y proyectos de desarrollo” (Ibíd.).

De acuerdo con Balcazar (2003), “las personas que participan, independientemente de su grado de educación y posición social, contribuyen en forma activa al proceso de investigación. Esta posición (...) refleja la convicción de que la experiencia de todas las personas es valiosa y les puede permitir contribuir al proceso”, reconociendo la importancia del conocimiento tradicional, al cual se refiere igualmente (Torres, 2011).

La participación de la población, colectivo o grupo puede adoptar dos formas básicas, aunque entre ambos polos se pueden establecer toda una serie de posibilidades según cada situación concreta. Así, puede participar durante todo el proceso, en la selección del problema u objeto de estudio, diseño de la investigación, trabajo de campo, análisis de resultados y diagnóstico crítico, elaboración de propuestas, debate y toma de decisiones, planificación y ejecución de actividades y evaluación de la acción. O bien de una forma parcial, es decir, participando en algunas de las fases, por ejemplo en el diseño pero no en la realización de la investigación para, una vez obtenidos los resultados, discutir y analizar posibles propuestas de actuación” (Bru y Basagoiti, s.a.).

Las circunstancias concretas de cada localidad, van a ser las que determinen de qué forma se va a hacer la investigación, y con qué medios se cuenta para ello; sin embargo, existen algunos criterios comunes para desarrollar el proceso (Basagoiti, Bru, Lorenzana, 2001):

  • Se trabaja para conseguir unos objetivos fijados al encontrar algunos problemas concretos que hay que solucionar.
  • La apertura a todos los puntos de vista que los actores tengan ante los problemas y los objetivos, permite saber qué pasa y recoger las propuestas que hayan salido a través de la participación, para poder debatirlas y negociar sobre ellas entre todos los actores.
  • Los actores implicados tienen que ser protagonistas, que aporten propuestas que marcarán las líneas de actuación para el futuro.
  • Cuando se ponen en marcha las líneas de actuación, se empiezan a descubrir otros problemas, para los que habrá que buscar nuevos objetivos.

Según Balcazar (2003), desde el punto de vista epistemológico, la IAP plantea primero que la experiencia les permite a los participantes “aprender a aprender” -rompiendo con los modelos tradicionales de enseñanza en los cuales los individuos juegan un papel pasivo y simplemente acumulan la información que el instructor les ofrece-, esta posición implica que los participantes pueden desarrollar su capacidad de descubrir su mundo con una óptica crítica, que les permita desarrollar habilidades de análisis que pueden aplicar posteriormente a cualquier situación; segundo, que el proceso de investigación les permite a los miembros de la comunidad aprender cómo conducir investigación, y valorar el papel que la investigación puede jugar en sus vidas; y tercero, que los participantes en IAP aprenden a entender su papel en el proceso de transformación de su realidad social, no como víctimas o como espectadores pasivos, sino como actores centrales en el proceso de cambio.

En los marcos de las observaciones anteriores, existen tres actividades centrales en la IAP (Balcazar, 2003). Primero, investigación7 , esto se refiere al papel activo que los participantes juegan en documentar la historia de su experiencia o su comunidad, analizar en forma sistemática las condiciones actuales de su problemática, y las condiciones que previenen el cambio en el ámbito local -análisis funcional de antecedentes y consecuencias-. Segundo, educación, los participantes aprenden a desarrollar una conciencia crítica que les permite identificar las causas de sus problemas e identificar posibles soluciones; el propósito es enseñar a las personas a descubrir su propio potencial para actuar, liberándoles de estados de dependencia y pasividad previos8 , y llevándolos a comprender que la solución está en el esfuerzo que ellos mismos puedan hacer para cambiar el estado de cosas. Tercero, acción, los participantes implementan soluciones prácticas a sus problemas, utilizando sus propios recursos o con la colaboración de otros grupos o gremios. Estas actividades están interrelacionadas y forman un ciclo dinámico; teniendo en cuenta que la intención es potenciar estos recursos disponibles, tanto a nivel del conocimiento como de la acción (Pereda, De Prada, Actis, 2003).

“(...) El rol del investigador vendría a ser el de dinamizador y orientador del proceso, con lo que se tendería a revertir la dicotomía sujeto-objeto, produciéndose una relación de cohecho entre el grupo o comunidad y el equipo de investigación” (Contreras, 2002). “El investigador como agente externo facilita y apoya el proceso, frecuentemente ayudando al grupo a formar coaliciones, a obtener recursos necesarios o facilitando el proceso de educación de los miembros de la comunidad (...)” (Balcazar, 2003).

(...) el agente facilitador puede jugar un papel inicial central, promoviendo el desarrollo de conciencia crítica y facilitando la evaluación de necesidades de la comunidad o grupo. Pero este papel se transforma a medida que el proceso avanza, pues los líderes locales son los que dirigen el proceso de cambio. La comunidad controla la agenda y el agente externo provee apoyo logístico basado en su experiencia y conocimiento previos” (Balcazar, 2003); procurando que la población –objeto-, pase a constituirse en sujeto principal del proceso, adoptando las otras instancias un papel subsidiario o de apoyo (Pereda, De Prada, Actis, 2003).

Sobre la base de las consideraciones anteriores, Bru y Basagoiti (s.a.), señalan los siguientes elementos definitorios o “ideas fuerza”, relativos al proceso de IAP:

  1. Conocimiento, supone un re-conocimiento de uno mismo, de otras personas o grupos, del entorno y del mundo.
  2. Formación, constituye un proceso formativo en diferentes niveles.
  3. Conciencia, es un proceso de toma de conciencia y sensibilización que posibilita la corresponsabilidad y la implicación en los procesos.
  4. Comunicación, a lo largo del proceso buscamos terrenos comunes de comunicación para acercarnos y aprender a escuchar y a expresar. Implica además, la difusión y socialización del conocimiento, la información sobre los recursos existentes y el acceso a ellos.
  5. Mediación, poner en marcha un proceso de este tipo es adentrarse en un trabajo de mediación, ya que se necesita identificar actores, colectivos e intereses y buscar los elementos de compatibilidad entre ellos; identificar necesidades sociales, los nudos de las redes, los comunicadores y los mediadores informales y tener conocimiento de todas las partes que pone en relación el proceso.

Por su parte, Contreras (2002), sugiere los siguientes elementos centrales de la IAP:

  1. El ser una metodología para el cambio.
  2. El fomentar la participación y autodeterminación de las personas que la utilizan.
  3. Ser la expresión de la relación dialéctica entre conocimiento y acción.

En este sentido, podemos resumir, según Selener (1997 citado en Balcazar, 2003), los siguientes principios generales para la implementación de la IAP:

  1. La IAP considera a los participantes como actores sociales, con voz propia, habilidad para decidir, reflexionar y capacidad para participar activamente en el proceso de investigación y cambio.
  2. El fin último del proceso de IAP es la transformación de la realidad social de los participantes a través del incremento de su participación en la toma de decisiones 9.
  3. El problema se origina en la comunidad y es definido, analizado y resuelto por los participantes. La participación activa de la comunidad lleva a un entendimiento más auténtico de la realidad social que ellos viven.
  4. El diálogo lleva al desarrollo de conciencia crítica en los participantes. Este proceso es muy importante para que los miembros de la comunidad o grupo desarrollen una visión clara de sus problemas y especialmente de su capacidad para solucionarlos.
  5. El reforzar las fortalezas de los participantes lleva a un incremento en el conocimiento de su capacidad personal y en la confianza en sí mismos para actuar.
  6. La IAP permite el desarrollo de un mayor sentido de pertenencia. Esto incrementa la posibilidad de continuidad del proceso de cambio social a largo término10 .

Por otra parte, Pereda, De Prada, Actis (2003), se refieren a cinco líneas básicas de la IAP, que poseen significativos puntos de contacto con las propuestas anteriores:

  1. Pasar de la relación sujeto/objeto a la relación sujeto/sujeto.
  2. Partir de las demandas o necesidades sentidas por los afectados, como condición necesaria para que sean ellos los principales protagonistas del proceso.
  3. Unir la reflexión y la acción.
  4. Comprender la realidad social como una totalidad, concreta y compleja a la vez.
  5. Plantear el proceso de IAP como una vía de movilización de los grupos sociales.

Teniendo en cuenta los elementos anteriores, diferentes autores han caracterizado a la IAP11 , pero Jara (1985, citado en Santos, Díaz, Lautín, 2011) lo hace considerándola como una dimensión integrante del proceso de Educación Popular, por lo que señala las siguientes características:

  1. No separa al sujeto que investiga del objeto de investigación.
  2. Es eminentemente participativa.
  3. Permite la comprensión de la realidad como un todo articulado.
  4. Permite descubrir las causas de los fenómenos sociales.
  5. Valoriza el conocimiento existente en el pueblo.
  6. Permite apropiarse de la capacidad de investigar.

Estos rasgos afirman que el trabajo comunitario desde la Educación Popular tiene en la IAP uno de sus mejores aliados para investigar y transformar su realidad (Santos, Díaz, Lautín, 2011). Por ello, el educador popular latinoamericano Orlando Fals Borda (2001, citado en Santos, Díaz, Lautín, 2011), ubica a la IAP en cuatro grupos para su aplicación:

  • Investigación colectiva, referida al trabajo en grupo que incluye a investigadores externos e internos y a la comunidad, tanto en la búsqueda de información, detección, jerarquización y solución de problemas.
  • Recuperación crítica de la historia, a través de la utilización del saber popular, y la recuperación de elementos que puedan ser útiles para el análisis de los problemas y su posible solución.
  • Valoración y empleo de la cultura popular, se logran resultados movilizativos superiores cuando se toman en cuenta valores esenciales de la región, es decir, elementos que identifiquen culturalmente.
  • Producción y difusión del nuevo conocimiento 12.

Estos elementos enriquecen la teoría de la Educación Popular, pues se parte de la investigación grupal, que utiliza el diagnóstico participativo para el discernimiento y trasformación de la realidad existente, hasta la visualización del camino epistémico para la obtención de un nuevo conocimiento (Santos, Díaz, Lautín, 2011).

A partir de las consideraciones anteriores, Ortiz y Borjas (2008), desde sus valoraciones sobre el pensamiento de Orlando Fals Borda, se refieren a los aportes de la IAP a la Educación Popular. En este sentido, destacan por un lado, un eje de carácter epistémico referido a la generación de conocimiento en una perspectiva crítica 13, reconociendo que la producción de conocimiento no es neutral, ya que siempre responde a la situación y a los intereses de los sujetos que lo producen desde su base social, prestando especial atención a ese conocimiento empírico, práctico, de sentido común, posesión ancestral de los actores locales 14; y por otro lado, el eje de la acción, teniendo en cuenta que se trata de una investigación que se funde con la acción, para transformar la realidad, ya que a la vez que se hace hincapié en una rigurosa búsqueda de conocimientos, la IAP es un proceso abierto de vida y de trabajo, una vivencia, una progresiva evolución hacia una transformación total y estructural de la sociedad y de la cultura, con objetivos sucesivos y parcialmente coincidentes (Rahman y Fals, 1989 citados en Ortiz y Borjas, 2008).

La vinculación de estos dos ejes, conocimiento y acción, han marcado las tensiones entre teoría y práctica, que conducen a un diálogo entre saberes teóricos y saberes prácticos, convirtiendo al investigador en un educador, que pone el conocimiento teórico al servicio del mejoramiento de la práctica; y relacionado con ello, las tensiones entre el sujeto que conoce y el objeto por conocer, que se trastoca en una relación horizontal entre sujetos que juntos construyen conocimientos e inventan nuevos caminos (Ortiz y Borjas, 2008).

Según el Instituto Cooperativo Interamericano (ICI, 2004), estos elementos describen los principios de la Educación Popular, “(...) que son como las columnas o pilares que le sirven de fundamento (...)”. Estos son el principio práctica-teoría-práctica, y la producción colectiva del conocimiento (Ibíd.).

“La práctica y la teoría tienen una vinculación íntima. No puede entenderse una sin la otra. Ambas se influyen y se determinan mutuamente. Nuestro actuar condiciona nuestros conocimientos y al mismo tiempo, nuestros conocimientos condicionan nuestro actuar” (ICI, 1997 citado en Van de Velde, 2010). “Esta variante propone lograr una coherencia entre el discurso y la acción, entre la práctica y la teoría (...)” (Flores y Acosta, 2003).

La producción colectiva del conocimiento es “un método o proceso en el cual se integran elementos o ideas en forma ordenada, a través de la participación colectiva basada en los conocimientos y experiencias del grupo, para llegar a construir teoría y nuevos conocimientos que permitan mejorar la práctica” (ICI, 2004).

“En la educación popular, el saber se considera como algo inacabado, vivo, dinámico, que se desarrolla a través del diálogo y reflexión colectiva. Los conocimientos deben producirse en el propio proceso educativo, (...) en forma conjunta con el aporte de todos, con la orientación del coordinador/a (...)” (ICI, 2004). “De este modo el proceso educativo implica la participación popular en la búsqueda teórica, en la comprensión de su realidad y en la organización de una acción con vistas a la transformación social (...)” (Flores y Acosta, 2003).

En el orden de las ideas anteriores, la educación popular puede considerarse entonces como un “proceso continuo y sistemático que implica momentos de reflexión y estudio sobre la práctica de un grupo u organización; es la confrontación de la práctica sistematizada con elementos de interpretación e información que permitan llevar dicha práctica consciente, a nuevos niveles de comprensión. Es la teoría a partir de la práctica y no a la inversa” (Núñez, 2001, citado en Flores y Acosta, 2003); por lo cual se dice que “(...) es, por definición, contextualizadora (...)” (Pérez, 2004), porque debe partir de la realidad. 

“(...) La Educación Popular no pretende ser teoría ‘seca’ porque constituye un sistema metodológico, necesariamente dinámico, cuyo objetivo consiste en facilitar la acción transformadora desde sectores populares para el mejoramiento de sus propias condiciones de vida (...)” (Van de Velde, 2010).

En este sentido, la Educación Popular es una propuesta metodológica pertinente para el trabajo de facilitación de procesos de desarrollo comunitario, para ir desarrollando alternativas de superación, construyendo colectivamente oportunidades para avanzar, a partir de las realidades en que vivimos (Ibíd.).

Según Fernando de la Riva (1991 citado en Van de Velde, 2010), “el objetivo último de la Educación Popular consiste en contribuir a la construcción de una sociedad sustantivamente democrática en la que la capacidad y la posibilidad de “actuar sobre” y “participar en” la orientación de los cambios sociales y en la toma de decisiones no sea, como señala Paulo Freire, algo adjetivo, formal, sino un elemento sustantivo”; en la que todos y todas puedan alcanzar el máximo grado posible de desarrollo humano y puedan contribuir, en condiciones de igualdad, a la construcción de un mundo mejor, más solidario, más cooperativo, en una mejor y mayor armonía con la Naturaleza.

En efecto, “(...) cuando hablamos de educación popular, nos referimos a un “proceso” de aprendizaje colectivo del pueblo, que apunta al fortalecimiento de su organización a fin de transformar la realidad en función de sus intereses” (Moreno et. al., 1997 citado en Van de Velde, 2010).

De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando, resulta oportuno destacar que desde el punto de vista metodológico, muchos autores han definido las etapas de la IAP, pero de acuerdo con Pereda, De Prada, Actis (2003), “para aplicar estos criterios no existen “recetas” metodológicas milagrosas (...)”, lo importante por ende, es la contextualización de las diversas propuestas existentes15 , ya que “las fases y técnicas de la IAP siempre varían al adaptarla a cada caso (...)” (Alberich, 2007).

Por ello, a los efectos de la presente investigación, el proceso metodológico seguido contempló una primera fase o fase preliminar, de investigación exploratoria o diagnóstica de la situación problémica inicial; una segunda fase referida al proceso organizativo, de identificación de actores locales, participantes potenciales de la investigación; luego se trabajó en el diseño metodológico, es decir, la formulación del problema científico, los objetivos, métodos y procedimientos, para la recopilación y análisis de la información, a partir de la acción y reflexión colectiva; y el uso de los resultados, para la planificación de las posibles acciones que se desarrollarán; pasando posteriormente a la elaboración del programa de acción comunitaria, en este caso la construcción colectiva del programa de capación para estimular la participación activa de los actores locales de Nueva Paz en los procesos de desarrollo; para final y posteriormente su puesta en práctica.

Teniendo en cuenta las premisas teóricas que desde la IAP y la Educación Popular se consideraron anteriormente, es importante destacar que en todo este proceso metodológico descrito, a los efectos de la presente investigación, se tuvo en cuenta la participación de los actores locales del territorio en la identificación de la problemática de estudio, pero sobre todo, en la búsqueda de la alternativa viable de solución, lo cual permitió, a partir de la negociación y concertación, la construcción colectiva del programa de capacitación para estimular la participación activa de los actores locales, en los procesos de desarrollo, y por ende la toma de decisiones en este sentido; todo ello, a partir de los Talleres realizados, cuyos principales resultados se exponen a continuación.

1 Igualmente, Gilberto Valdés, en la Entrevista realizada por Dacal (2011), reconoce que participar implica desear, poder y saber participar, y que la educación popular es un instrumento insustituible para incentivar y hacer posible estas premisas.

2 Ejemplo de ello en nuestro contexto, es la constitución de los Consejos Populares como estructura comunitaria, de acuerdo con Portal y Recio (2007), cuya ley resalta la importancia de la participación para el adecuado cumplimiento de sus objetivos y funciones, a la cual se hizo referencia en el capítulo anterior.

3 En este sentido, el diagnóstico realizado que se expuso anteriormente, sugería la necesidad de fortalecimiento de capacidades en los actores locales para la participación en la toma de decisiones.

4 Como dijera Zulema Ojeda Suárez, en las Visiones de IPS (2011), a nuestra población le hace falta conocer toda la capacidad que tiene en sí para transformar, pero hay que capacitarla para que conozca sus potencialidades para la participación crítica.

5 Elemento reiterado por los actores locales de Nueva Paz, en el diagnóstico realizado que se expuso en el capítulo anterior, considerándolo entre los más adecuados en cuanto a su participación en los procesos de desarrollo local; asimismo, Julia María Fernández, desde las (Visiones de IPS, 2011), nos dice que participar no es decir sí o no, levantar la mano o asentir con el rostro, participar es tomar, formar parte y tener parte, que su voz sea escuchada y la de otras y otros también, además de ser tenidos en cuenta, a partir de los saberes populares, independientemente de ser tal vez menos acabados o académicos.

6 Como dijera Francisco Santos, en Visiones de IPS (2011), cuando afirma que la participación, como un proceso crítico, consciente, de construcción, aprendizaje y crecimiento humano, tiene que estar contextualizada a un lugar y espacio, hacerse palpable y dejar una huella en el crecimiento del sujeto individual y social, es decir, implica eso que conocemos como “empoderar a la gente”, que crezcan y ganen en capacidad de incidencia en los espacios desde donde se genera la participación.

7 Descrita también por Santos, Díaz, Lautín (2011), como una de las actividades centrales de la IAP.

8 Reflejados en este caso en el diagnóstico realizado sobre la participación de los actores locales de Nueva Paz en los procesos de desarrollo, expuesto en el capítulo anterior.

9 Elemento este que resultó deficiente, como explicamos anteriormente, según el diagnóstico realizado sobre la participación de los actores locales de Nueva Paz en los procesos de desarrollo, que se expuso en el capítulo anterior.

10 Por el elevado grado de compromiso social que genera dicho sentido de pertenencia, elemento fundamental para que una comunidad sea considerada funcionalmente como tal (Artigas, 2012).

11 Entre ellos Gato, Muñoz, De Urrutia (2003) y López y Chacón (2005).

12 Según Torres (2004), socializar el conocimiento generado y someterlo realmente a su revisión y discusión por parte de sus actores de base es una necesidad que hace a los propios principios de la educación popular, siendo la participación consciente y la reflexión crítica uno de sus soportes y objetivos fundamentales.

13 Es decir, “el potencial de la investigación participativa apunta a la producción de conocimiento, articulando de manera crítica los aportes de la ciencia y del saber popular, con el fin de reorientarlos hacia la acción transformadora de la realidad” (Durston y Miranda, 2002).

14 Asimismo, Contreras (2002) haciendo referencia a la importancia de la IAP, plantea que esta ha mostrado su viabilidad en descubrir y entender el conocimiento y el saber local, como claves para la sustentabilidad de los proyectos, asegurando así la validación de los actores locales como sujetos de derechos y actores de su propio desarrollo. Este tipo de conocimiento es denominado por el Instituto Cooperativo Interamericano (ICI, 2004), como “saber popular”, y (Torres, 2011) lo refiere como conocimiento tradicional, y al respecto nos dice que “el saber local, representa un conocimiento que, aunque no codificado, resuelve los problemas de la vida práctica de los miembros de la unidad social que lo ha construido y que tiene la ventaja de poseer información que otros grupos sociales desconocen y la ciencia no tiene acceso por sus medios”.

15 Al respecto, Agurto (2002), y Ortiz y Borjas (2008), se refieren al ciclo de la IAP, y por otra parte, autores como Rodríguez (1998, citado en Bru y Basagoiti, s.a.); Basagoiti, Bru, Lorenzana (2001); Pereda, De Prada, Actis (2003); Gato, Muñoz, De Urrutia (2003); López y Chacón (2005); Alberich (2007); y Suárez y Gómez (1999 citados en Santos, Díaz, Lautín, 2011), se refieren indistintamente a las fases, estructura o momentos, de la IAP.