GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

Isis Arlene Díaz Carrión (CV)
Universidad Autónoma de Baja California

Volver al índice

 EL EMPODERAMIENTO DESDE LA GEOGRAFÍA.

El enfoque de género se ha introducido en la Geografía un poco más tarde que en otras ciencias sociales, pero su llegada ha supuesto vientos innovadores como consecuencia del uso de enfoques interdisciplinarios a los que recurre para analizar la realidad (Vicente, 2000:117).  La Geografía del género (Feminist geography) es una rama de la Geografía humana que se caracteriza por utilizar el concepto de género en el estudio del espacio geográfico al buscar disparidades en el territorio como resultado de diferencias sociales entre las mujeres y los hombres; estas desiguales relaciones entre el espacio, el uso del tiempo y las mujeres (o los hombres) -que son resultado de los aspectos socioculturales- no solamente tienen diferentes efectos en unas y otros, sino que además acusan diferencias en las escalas territoriales.  Con un contexto histórico pleno de cambios sociales, la Geografía del género busca nuevas alternativas –físicas y emocionales- en el uso de los espacios para romper con dualidades tradicionales de mujer/hombre, espacio público/espacio privado, actividad productiva/actividad doméstica, distancia/cercanía que mantienen ancladas a hombres y, principalmente, a mujeres en el desempeño de sus actividades cotidianas.

La Geografía del género.

La unión entre la Geografía y el feminismo surge –al igual que el concepto de empoderamiento- en el mundo anglosajón durante la década de los 1970´s (McDowell, 2000 y Vicente, Op.cit.); es el anterior un contexto caracterizado por una movilización social a partir de cambios demográficos, laborales, educativos y político-económicos que abren nuevos roles en la sociedad para un importante número de mujeres anglosajonas.1 La llegada de la corriente feminista al campo de la Geografía se produce en un escenario de corrientes radicales y críticas, un escenario donde el estudio de lo local, lo subjetivo y el compromiso social se enfrentan a otros planteamientos tradicionales y economicistas que buscaban convertir a la Geografía en una ciencia objetiva, neutra, científica y aplicable (Vicente, Ídem:123). 

Bajo la consigna de estudiar las relaciones que existen entre el espacio, el tiempo y el género, la aplicación de la filosofía feminista a los principios geográficos suma el espacio social al tradicional estudio del espacio físico (Baylina,1997); la consecuencia directa entre la fusión de la teoría social-práctica y esta ciencia contribuyen a modificar el concepto de lugar, mostrando how individuals change and are changed by the contexts in which they live and work, accepting and challenging norms (Monk, 2006:260). El lugar se convierte así no solamente en lo físico, lo tangible, lo palpable; es también resultado de un contexto cultural, un espacio que cambia y a su vez es cambiado; que construye y a su vez es construido; pero que también es experimentado de distinta forma por mujeres y hombres.

          Son diferentes los frentes de introducción por parte de la comunidad investigadora en el estudio de la Geografía del género; Monk (Ibidem) identifica dos artículos de Zelinsky que en 1973 atraen la atención sobre la baja participación de geógrafas estadounidenses y canadienses; otros trabajos considerados como pioneros en la Geografía del género son los de Burnett y Hayford, ambos publicados a principios de la década de los 1970´s que incorporan los principios del marxismo en la investigación geográfica feminista (Sabaté et al, 1995:32); por esos años la investigación sobre las mujeres era un campo de poco interés por parte de una Geografía marcadamente masculina: although geographers recognize the existence of women, they make little effort to investigate the role they play in society other than in terms of adjustment to a male-dominated and male-determined order (WGSG, 1988:20).  Los esfuerzos por generar estudios de género desde la Geografía se ven consolidados una década después cuando se registran los primeros acontecimientos académicos en la Unión Geográfica Internacional (UGI)  (Monk, Op.cit:25); a la vez que los artículos de divulgación científica se vuelven más abundantes (Sabaté, 1984:39); en un artículo sobre el tema, García-Ramón (1998:305) comenta la escalada de los artículos publicados que de 32 en la década de los 1970´s, alcanza un total de 309 en la década 1980´s, y de ahí aumentan hasta 698 durante el primer lustro de la década 1990´s.  Es a partir 1980´s que se puede hablar realmente de un enfoque de género en la Geografía siendo pioneros los esfuerzos de las geógrafas Hanson y Monk, García Ballesteros, Sabaté y García-Ramón, así como del grupo WGSG; los anteriores trabajos realizaron importantes aportes a la construcción de la categoría mujer como objeto de análisis desde la Geografía.  Ya hacia finales de la década de los 1980´s aparecen otros esfuerzos que aportan análisis teóricos más complejos sobre la variedad de constituciones espaciales de género a partir de la raza, clase social, edad, preferencia sexual e identificación cultural (Baylina, Op.cit:129-130). 

Para finales del siglo pasado, la Geografía de género contaba con un reconocimiento institucional como consecuencia de una consolidación de organizaciones, grupos de estudio y de trabajo, realización de congresos y simposia en un campo de investigación capaz de duplicar el número de asociados de comisiones más arraigadas con cincuenta años de existencia (Vicente, 2000:124).  Además de eventos de corte mundial, la Geografía de género se ha consolidado también como resultado de la producción científica de números especiales de revistas geográficas de corte general y en la aparición de otras de corte específico, con lo que se ha alcanzado una mayor difusión –a lo que ha contribuido el uso de las tecnologías de la información-; difusión que también resulta de una pluralidad de temas de Geografía urbana, desarrollo regional y Geografía industrial, así como del espacio rural en distintas escalas espaciales pero siempre guardando mayor importancia la escala local (Vicente, Ídem:125-126).

  La mayor parte de estos esfuerzos vienen indiscutiblemente del mundo anglosajón y los estudios de género en los países latinoamericanos, exceptuando Argentina, se encuentran poco difundidos; aunque en los últimos años comienzan a llamar la atención de los grupos de Geografía (Monk, Op.cit:29).  En México son pocos los esfuerzos que se pueden contar, pues como señala Escamilla: “En la mayoría de las investigaciones de carácter geográfico de nuestro país, relacionadascon la actividad productiva, no se ha hecho evidente la participación de la otra mitad del género humano…” (Escamilla, 2001:88); la introducción de la perspectiva de género ha sido más relevante en otras ciencias sociales entre la academia mexicana, pero algunos pocos trabajos se pueden ubicar desde la Geografía del género como los de Escamilla (Op.cit), González (1996), Figueras (1999) o Hernández (2006); los dos últimos trabajos en el corte de la Geografía histórica que también permite visibilizar a las mujeres al ir recuperando la figura de éstas en épocas pasadas.

Las mujeres y los hombres estamos situados de manera diferente en el mundo y también establecemos diferentes tipos de relaciones con los lugares donde vivimos; al igual que otros enfoques feministas en las ciencias sociales, la Geografía del género mantiene que la posición de subordinación de las mujeres en distintos espacios y tiempo nace como consecuencia de un conjunto estructurado de desigualdades (McDowell, Op.cit:335). En la búsqueda de la eliminación de esta subordinación, la Geografía del género se plantea dos objetivos generales: por una parte existe el objetivo inicial de visibilizar a las mujeres, y está también el objetivo de perseguir un cambio en las relaciones de género (WGSG, Op.cit. y Vicente, Op.cit). Durante el período de introducción de la Geografía del género los esfuerzos estuvieron abocados en demostrar los aportes y las relaciones de las mujeres en las diversas esferas de actuación; sin embargo, además de conocerlas era necesario cambiar su situación de subordinación, con lo cual se expande el estudio hacia esta temática: No sólo nos preguntamos cómo cambiar las estructuras de la sociedad (el enfoque neomarxista), ni cómo cambiar a las mujeres dándoles más oportunidades de educación (el enfoque neoliberal), sino cómo las mujeres mismas cambian su situación cotidiana, en interacción con las estructuras de la sociedad en su conjunto (Karsten y Meertens, 1992:186).

Durante las casi cuatro décadas de existencia la Geografía del género ha contribuido con su análisis a arrojar luz sobre los efectos de relaciones desiguales de poder en el espacio geográfico; es el anterior un aporte significativo hacia la generación de esfuerzos tendientes al logro de sociedades equitativas, pues como apunta McDowell (Op.cit) la tradicional idea de naturalidad que existe tras las divisiones de género y espacio genera que mujeres y hombres experimenten de manera diferente lugares y espacios construidos socialmente, donde la experiencia de las mujeres suele ser más limitada y controlada.

El aporte de la Geografía del género al Empoderamiento.

Desde su aparición, la Geografía del género ha aglutinado una considerable diversidad tanto en temas como en enfoques; inicialmente los estudios se caracterizaron por ser empíricos y descriptivos (Sabaté et al, Op.cit) en su esfuerzo por hacer visible a las mujeres; las investigaciones encaminadas a visibilizar a las mujeres todavía son importantes para esta rama de la Geografía, debido a que: siempre se requiere la colección y descripción e muchos datos elementales (Karsten y Meertens, Op.cit:184).  En esta tarea de documentar las diferencias existentes entre las mujeres juega un papel importante el contexto; independientemente de que resulte siempre sometido a las leyes y regulaciones de cada época y espacio, éste es relacional y variable (McDowell, Op.cit:44).  De la misma forma lo conciben otras investigadoras, por ejemplo Sabaté et al (Op.cit) consideran que la aproximación contextual que realiza la Geografía del género -tanto en el estudio de los roles como de las relaciones de género- es uno de los principios básicos de esta rama; a su vez, Vicente (Op.cit) considera que de gran importancia el análisis conjunto de lo económico y lo social con lo que se evita empobrecer la interpretación de los resultados.

La Geografía del género recibe como aportaciones más significativas de la Geografía humanista el uso de métodos cualitativos y el estudio de las microescalas de análisis (Sabaté et al, Op.cit:31) que resultan de utilidad al momento de abordar lo que Katz y Monk denominan como geografías personales (Ibidem). Independientemente del análisis personalizado es imprescindible no perder de vista el contexto donde se desarrolla la vida cotidiana de las mujeres: aunque centremos el interés en un lugar, necesitamos analizar un conjunto de movimientos a distintas escalas espaciales, para llegar a comprender cómo se ha construido la peculiaridad de ese espacio (McDowell, 2000:307-308).  Pues aunque la mayoría de las personas siguen desarrollando su vida en términos locales (Ibidem) algunos aspectos y elementos que se desarrollan en la escala global pueden tener efectos en la escala local y viceversa (Vicente, Op.cit).

Una de las variables básicas en los estudios de Geografía del género es el espacio, McDowell (Ídem:16-17) hace hincapié en que el estudio de éste se aborda a partir de la consideración de que el espacio –al igual que las personas- tiene un género y también se define, mantiene y altera como consecuencia de relaciones desiguales de poder; de tal suerte que tanto relaciones sociales como relaciones espaciales se recrean mutuamente.  El espacio no siempre ha funcionado como limitante para todas las mujeres y en algunos casos éste ha sido fuente de poder e identidad femenina; es así como lo interpretan Karsten y Meertens (Op.cit:187-188) cuando analizan los espacios de lucha y encuentro -que posteriormente se convierten en centros profesionales- desarrollados por mujeres del mundo occidental; espacios tradicionalmente femeninos que en los países económicamente débiles evolucionan de espacios de servidumbre individual a base de organización femenina; o también espacios donde rehacer la identidad de determinado grupo étnico (McDowell, Op.cit:136).  Los anteriores ejemplos sirven para reflejar sobre las diferencias en el uso del espacio y del tiempo como consecuencia del ciclo de vida de la mujer, la clase, la etnia, la casta o la religión; son las anteriores variables sobre todo de tipo sociocultural que se constituyen en la base para explicar la diversidad dentro de la categoría mujeres (Sabaté et al, Op.cit).  Además del espacio, el tiempo es la otra variable de peso en la Geografía del género; el tiempo concebido como un recurso escaso como consecuencia de las dobles o triples jornadas de trabajo que realizan las mujeres en casi todas las sociedades. Ambas variables resultan complementarias y es a través del estudio de la Geografía del género que se analiza el uso diferencial del espacio de mujeres condicionadas por el particular uso del tiempo disponible (Vicente, Op. cit:130) así como el desarrollo de estrategias de imbricación y compatibilidad a fin de estirar al máximo su tiempo y repartirlo entre los diferentes tipos de trabajo.

          A través del estudio de uso diferencial de tiempo y espacio, la Geografía del género analiza el impacto de las relaciones de poder y las normas sociales en la creación de los espacios; el espacio es así construido por unas relaciones de poder y limitado a su vez por las normas sociales que determinan quién pertenece a un lugar y quién queda excluido, así como la situación o emplazamiento de una determinada experiencia (McDowell, 2000:15).  Para Karsten y Meertens (Op.cit:186-187) es evidente que la movilidad de las mujeres es menor que la de los hombres y que éstas suelen encontrarse más recluidas en la esfera privada; si a lo anterior se añade que las jornadas laborales de las mujeres resultan además, generalmente, más largas se están identificando líneas de actuación coincidentes tanto para la Geografía del género como para el empoderamiento; tal como se expuso en apartados anteriores, el empoderamiento trae implícita la creación de nuevos roles para las mujeres, roles que traerán como consecuencia nuevos usos del tiempo y del espacio en una revaloración del tiempo de las mujeres, así como una redistribución de los espacios domésticos y productivos.  Esta idea queda reflejada en la siguiente figura, donde a partir del involucramiento de las mujeres como socias de iniciativas ecoturísticas en una ANP del sur de México se esboza el estudio del empoderamiento desde la Geografía del género.

La figura 2.6 presenta tres líneas de acción que se han presentado en la Reserva de la Biosfera de los Tuxtlas (RBT) en México y su efecto en diferentes escalas que desembocan en la adopción del ecoturismo como opción para hacerse de recursos; el propósito principal de esta figura es el de identificar el contexto a escala global y nacional que ha generado efectos en la participación de las mujeres en las empresas comunitarias relacionadas con el ecoturismo; cabe mencionar que el análisis de la escala local –al ser el objetivo principal de esta investigación- se desarrollará con profundidad en el capítulo siguiente.  El contexto global y nacional de las iniciativas de ecoturismo de la RBT  queda así definido por tres tendencias mundiales: el cuidado del medio ambiente, la implicación de las mujeres en el desarrollo de las sociedades y por supuesto el aspecto económico; cada una de estas tendencias impactan a su vez en otras escalas menores, constituyéndose así los lineamientos para la participación de las mujeres como socias de las empresas.  Una aparente debilidad del esquema es la falta de efecto que lo local podría haber causado en las macro escalas, dando a entender que las mujeres que habitan en las comunidades de la RBT están indefensas ante las fuerzas de mayor nivel; no es la anterior una presunción que resulte del todo agradable, pero a través de la investigación secundaria no ha sido posible establecer un interés entre las comunidades Los Tuxtlas para la implantación de proyectos de ecoturismo antes de que éstos fueran promovidos por agentes exógenos o la propia dirección de la RBT.

Continuando con la explicación del Esquema de Actuación de las Diferencias Espaciales y de Género en la RBT hay que señalar que con anterioridad se expusieron las tendencias globales –en algunos casos también presente entre algunas comunidades de Los Tuxtlas- que generaron los modelos alternativos de turismo a finales del siglo pasado,  el caso de la creación de la RBT se enquista también en esa línea de declaración de espacios protegidos con el fin de evitar su desaparición; el segundo efecto en la escala global es el relativo a la línea de género, también de significativa presencia a finales del siglo pasado y que desde los requerimientos mundiales terminaron presentándose en los Planes Nacionales de Desarrollo de los gobiernos mexicanos; finalmente, están las políticas económicas de tipo neoliberal que se han implantado en México al pie de la letra y cuyos efectos han impactado directamente en el campo mexicano.  Tanto la preocupación por el medio ambiente, como el interés en mejorar la calidad de vida de las mujeres y la internacionalización de la economía se identifican como las principales líneas de acción que se conjugan en las macroescalas para generar en la microescala la participación de las mujeres en las empresas comunitarias de ecoturismo.

En las actuales empresas comunitarias relacionadas con el ecoturismo la participación de las mujeres se ha garantizado como resultado de las políticas institucionales que lo establecían como un requerimiento (Andrade, 2007); por otra parte el énfasis en establecer proyectos de desarrollo local también facilitó la incorporación de las mujeres de las comunidades.  Es cierto que los proyectos comunitarios han estado presentes desde hace tiempo en las comunidades rurales de México, pero es como consecuencia de la existencia de políticas de género que las mujeres han accedido a grupos productivos con mayor facilidad que en el pasado; sin embargo, aún persiste una diferencia notable entre el tipo de actividades que desarrollan los proyectos de hombres, los mixtos y los de mujeres. 

Cuando el involucramiento de las mujeres en las actividades de ecoturismo le permiten acceder a nuevos espacios de poder y reconocimiento (p.ej. un empleo fuera de casa, asistencia a capacitación, presencia activa en el desarrollo de la iniciativa empresarial, contacto con visitantes, por mencionar algunos) a la vez que se redistribuyen las tareas domésticas en su hogar –y así el trabajo productivo no se convierte en una sobre carga a la jornada laboral de la mujer rural- se estarían dando las bases teóricas para el empoderamiento de las mujeres.  Como esto no ha sido documentado en todos los casos que en materia de turismo rural y género se han estudiado, aparece encerrado en líneas discontinuas;  sobre esta línea a continuación se revisarán las características de uso de espacio y tiempo que resultarían como consecuencia del empoderamiento.

Tal como se comentó en el capítulo anterior cuando se abordó la tipología del trabajo existe una clasificación básica de éste en doméstico/productivo y cómo la Revolución Industrial modificó el uso del espacio privado, extrayendo el trabajo productivo hacia el espacio público (la empresa).   Pero  también  se  ha comentado que  esta división del trabajo no resulta aplicable para todos los casos, recurriendo al ejemplo de algunas economías débiles donde buena parte del trabajo productivo continuó realizándose en el espacio doméstico; actualmente esta situación de conjunción del hogar con la empresa está cobrando importancia sobre todo a la luz del ahorro de costos en la producción.  En otras situaciones la conjunción de ambos espacios más que bajo la premisa del ahorro de costos surge como consecuencia del modelo productivo, tal es el caso de las ofertas de hospedaje rurales para turistas interesados en un mayor contacto con los residentes.

Tabla 2.7. Espacios tradicionalmente asignados por Género.

Espacio

Tipo de Trabajo

Asignación Tradicional

Hogar

Doméstico

Empresa

Productivo

Comunidad

Doméstico

Productivo

Fuente: Elaboración propia.

El estudio de las mujeres como actores sociales a partir de la Geografía del género puede aportar al estudio del empoderamiento la identificación de nuevas formas de división del trabajo desarrolladas a partir de las estrategias con las que se busca adaptarse al nuevo orden económico, pues como señalan Karsten y Meertens: Ya no estamos tan seguros de la dicotomía clásica en que lo masculino representa participación activa en la vida pública y lo femenino se asocie con la conservación pasiva del ámbito privado (Karsten y Meertens, 1992:186).  Recurrir al enfoque geográfico a través del estudio de la movilidad y el comportamiento territorial de las mujeres puede ser útil para valorar el empoderamiento de las mujeres en las esferas de las relaciones cercanas y comunitarias; por otra parte, el estudio del uso del tiempo también puede arrojar luz sobre los avances o retrocesos en la distribución de las tareas domésticas en la esfera personal.  Las tres temáticas de estudio también pueden ser de utilidad al momento de visibilizar a las mujeres en sus aportaciones a la sociedad, las limitaciones que imponen la tradicional división del trabajo y el desarrollo de estrategias para acceder a nuevos espacios públicos en la escala local.

Interpretación de los Modelos de Empoderamiento.

Hasta antes de la inclusión del enfoque de género a la Geografía se sabía mucho más de los hombres que de las mujeres (Sabaté, Op.cit:49), a través de la Geografía del género se ha comprobado como las opciones de empleo son más restringidas para las mujeres, la sobre carga de trabajo doméstico y productivo de las mujeres y también los radios de migración más amplios para los hombres (WGSG, Op.cit: 115-117).  Sin embargo, como ha concluido Benton en su estudio entre las mujeres Aymara en Bolivia: where women are able to make more control of their own lives they can improve their opportunities and social position (WGSG, 1988:118).

          Los modelos de empoderamiento que se explicaron con anterioridad actúan en la escala de lo local (esferas personal, de las relaciones cercanas y comunidad); sin embargo, tampoco descuidan las macro escalas pues éstas juegan un papel importante en la conformación de situaciones que impactan en la vida del día a día.  El modelo de Agarwal manifiesta directamente la presencia del Estado y del mercado como agentes que participan activamente en el proceso de empoderamiento; por su parte, el modelo propuesto por  Charmes y Wieringa presta también atención a las escalas regional y global, dando por sentado que influirán considerablemente en la vida de las mujeres. También los otros modelos consideran las macroescalas, aunque no la hacen de manera directa; por ejemplo, el modelo propuesto por Rowlands considera entre los potenciadores e inhibidores del empoderamiento algunos elementos que, desprendiéndose desde la escala global –o las intermedias-, impactan en el proceso; el modelo de INTRAC es el único que plantea el proceso de empoderamiento considerando exclusivamente la escala local y sin mencionar expresamente las demás escalas territoriales, pero sí dejando entrever su presencia.

Tabla 2.8. Usos de Espacios y Tiempos de las mujeres rurales.

No Empoderada

Empoderada

Espacios

Hogar

+

-

Empresa

-

+

Comunidad

-

+

Tiempo

Trabajo doméstico

+

-

Trabajo productivo

-

+

Trabajo comunitario

-

+

Fuente: Elaboración propia.

          En lo que se refiere al uso del espacio y del tiempo estos modelos de empoderamiento miden cambios en ambas variables como consecuencia de superar los límites impuestos por las normas sociales y las relaciones de poder.    Se habla así de un acceso a los espacios públicos –con sus respectivas actividades-   caracterizados por la fuerte   presencia   masculina  y   de  una revaloración  de  los espacios privado y públicos usados por las mujeres.  Por ejemplo, en la tabla 2.8 se identifica la distribución de espacios y el tiempo de una mujer rural no empoderada y los cambios que se producirían al empoderarse  ésta;   de  manera  general  puede   hablarse  de  una  presencia circunscrita al hogar en el caso de una mujer no empoderada  y  ésta  se  abriría  a  los  espacios públicos –sobre todo los catalogados tradicionalmente como masculinos- una vez que se haya empoderado en las esferas personal y colectiva.  El uso del tiempo mostraría también cambios al ser capaz de negociarse una disminución de la cuota de trabajo doméstico que tradicionalmente ha sido considerada como responsabilidad exclusiva de las mujeres.

Tabla 2.9. Divisiones Espaciales del Trabajo Productivo en las Empresas.

Nivel Organizacional

Asignación Tradicional

Nivel Directivo

Nivel Administrativo

Nivel Operativo

♂ y ♀

Fuente: Elaboración propia a partir de McDowell (2000).

Dentro de las líneas de investigación sobre Geografía y Género, McDowell (Op.cit) hace mención a las divisiones espaciales del trabajo productivo; en esta línea cabe abordar la tradicional presencia masculina en los niveles directivos de las empresas y demás formas de  segregación  vertical  y  horizontal  que  ya  se discutieron  con anterioridad. Hasta aquí se han abierto algunas de las convergencias más representativas a cerca del estudio del empoderamiento desde la Geografía del género, como puede apreciarse constituye un área de estudio novedosa y extremadamente productiva en la tarea de construir –y deconstruir- las sociedades; es ésta una tarea que puede catalogarse como de largo plazo pues como anota Vicente (Op.cit:118-119) el construir una cultura de la igualdad donde el género  no sea la base para definir los derechos de las personas es una tarea no solamente de lento aprendizaje, sino también un desafío a la totalidad de la sociedad.

 COMENTARIOS FINALES.

La toma de decisiones y el ejercicio del poder son para García (s/f:32) la más contundente de las exclusiones que caracterizan la situación de las mujeres en la mayor parte del planeta; y poco mejorará esta situación si las normas sociales que perpetúan los roles femeninos y masculinos permanecen tal cual.  Ante este panorama de desigualdad se recurre al empoderamiento buscando ganar una presencia pública y acceder al control de las estructuras del poder para transformarlas en estructuras que permitan una igualdad en acceso y control de los recursos y las oportunidades tanto para las mujeres como para los hombres.

El empoderamiento aún necesita resolver muchos problemas metodológicos; los avances están muy unidos a las dudas, a las contradicciones y a los retrocesos. Hay mujeres que consideran que el costo que deben pagar por arriesgarse al cambio es mayor que los beneficios que obtendrán, pero también hay muchas mujeres que cada vez están más dispuestas a afrontar los riesgos de mantener relaciones de género más equitativas.  Como ya se mencionó con anterioridad la categoría social mujeres está compuesta por diversos grupos de individuos que no responden de la misma forma ante las oportunidades; no es por lo tanto posible que una sola intervención sea total y rotundamente exitosa, pues siempre podrá existir una mujer que no puede –o no la dejan- aprovechar las oportunidades a su alcance. Tampoco ayuda de mucho el considerar que una mujer se ha empoderado exclusivamente como resultado de una intervención en concreto, pues eso sería asumir que las mujeres eran pasivas, derrotistas y miedosas antes de existir dicha intervención, y muchas veces se ha puesto de manifiesto lo contrario (Kabeer, 2001:82).

Según McDowell (Op.cit:70) tradicionalmente los hombres han estado acostumbrados a ocupar la mayor proporción de espacio posible, una situación apuntalada a través del sistema de patriarcado y del capitalismo.  Es así como la participación de las mujeres ha sido limitada a ciertos espacios y su tiempo sobrecargado con jornadas que alternan realización de trabajos reproductivo, productivo, doméstico y comunitario.  Los retos a los que se enfrentan las mujeres en su búsqueda de más espacios de actuación pasa indiscutiblemente por el acceso a los recursos, pero es más importante el controlar éstos y aprender a usarlos para alcanzar el bienestar personal.  Cada quien deberá resolver individualmente lo que se encuentra comprendido en dicho término; pero será necesaria una acción colectiva para que los intereses estratégicos de orden común sean establecidos como prioridades y discutidos.  El acceso a los espacios públicos de poder deberá también pasar por desempeñarse con acciones que efectivamente contribuyan a cambiar las normas sociales y abrir nuevos espacios para otras mujeres  para poder establecer alianzas que permitan trabajar en dos direcciones: en la construcción de roles más diversos para las mujeres y en la valoración de aquellos roles que tradicionalmente se han definido como femeninos.

1 Durante los primeros años de la Geografía del género se construyó una categoría única para las mujeres, si bien debe reconocerse su utilidad para comenzar a visibilizar a las mujeres también debe reconocerse que era poco representativa: Cuando se inician los esfuerzos por abrir brecha en los estudios de Geografía de género se asume por una parte las diferencias entre mujeres y hombres, así como una homogeneidad entre las primeras.  Esta postura no incluía el peso de las divisiones sociales aplicables a la categoría “mujer”; en décadas posteriores los estudios de Geografía de género reflejaron ya la diversidad de voces entre las mujeres y también ha ampliado su estudio a la construcción social de la masculinidad, en el entendido de que es necesario contar con los hombres al plantear la construcción de nuevos modelos sociales no sexistas (McDowell, Op.cit:358).