GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

Isis Arlene Díaz Carrión (CV)
Universidad Autónoma de Baja California

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3.1 EL TURISMO EN ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS.

De acuerdo con Sastre (2007) la preocupación de la conservación de los recursos naturales que lleva al establecimiento de figuras de protección data de mediados del siglo XIX con la creación de los Parques Nacionales en los Estados Unidos de Norteamérica1 ; sin embargo, para Melo (2002:15-16) iniciativas destinadas a proteger a la naturaleza vienen desde civilizaciones antiguas -como la egipcia, la asiria, o la persa-, a la vez que señala el establecimiento del sistema de cuotas o veda entre los vikingos en las islas Féroe, las Hébridas e Islandia; aunque no está del todo descartado que algunas de las iniciativas anteriores mas que perseguir la conservación de la naturaleza estuvieran encaminadas a fines cinegéticos.  Fines más excelsos son los que llevan al establecimiento de la Reserva de Bialowieza –siglo IV- buscando preservar flora y fauna que se encontraba en peligro de extinción (Ibidem); de manera similar, en la América Prehispánica, la civilización Inca también establecía un sistema de cuotas para la cacería de la vicuña; y entre los emperadores Chichimecas y Mexicas también destacan algunos esfuerzos por crear jardines botánicos y proteger áreas verdes.  Ya durante la Revolución Industrial, y con las migraciones hacia la ciudad, la naturaleza comienza a ser apreciada como objeto de ocio, un espacio donde las personas pueden recuperarse del ritmo laboral; es así como se descubre la campiña desde un ánimo de añoranza citadina por una vida más sana.  

Lo cierto es que después de esas iniciativas la humanidad entra en un período en el que la naturaleza es vista como algo que hay que dominar; de este período de esquilmar los recursos naturales aún sobreviven algunos ejemplos de estilos de vida depredadores repartidos por el globo terráqueo (Landa et al, 1997:208).  Es finales del siglo XX cuando los asuntos medio ambientales captan espacio en la agenda política internacional –espacio que hasta la fecha han mantenido-;  el Tratado de Ramsar (1971), las Conferencias de París y  Estocolmo (1972), así como las posteriores reuniones en Río (1992) y Johannesburgo (2002) son los antecedentes a la actual preocupación medio ambiental que se caracteriza por la preservación de la naturaleza, la preocupación por los recursos básicos encardinados al territorio, la modificación del medio ambiente global derivado del calentamiento del sistema superficial terrestre, el uso y generación de recursos energéticos y la problemática de solventar el déficit de productos alimenticios para la población mundial (Sastre, 2008).

El Área Natural Protegida y su uso turístico.

La naturaleza como un atractivo turístico ha estado presente desde los desplazamientos del Grand Tour Romántico, cuando la cultura pasó a ser un atractivo complementario subordinado al interés hacia la Naturaleza. La presencia  de  actividades  lúdicas  en la naturaleza no es algo nuevo, a través de los relatos de Squire (1995:2-15) es posible adentrase en los viajes de los primeros visitantes a las montañas Rocallosas motivados por la aventura, cacería y exploración. Posteriormente, durante los años que imperó el modelo tradicional, los atractivos naturales pasaron a ser considerados como un complemento pasivo en la experiencia turística; las relaciones que establecía el visitante con la naturaleza no planteaban involucramientos mayores a un paisaje atractivo y un clima soleado. 

Conforme se fueron modificando los intereses de los visitantes la naturaleza pasó a tener un papel principal en el diseño de los productos y sus respectivas actividades; algunas investigaciones realizadas durante la década de los 1970´s sorprendieron a los agentes turísticos al hallar indicios de visitantes que no encajaban en el modelo todo incluido del turismo de masas (Manning [1991], Reynoso y Regt, de [1991]; Noronha [1991] y Wilson [1991]).  La presión que la demanda ejercía sobre los saturados espacios litorales y un cambio hacia un turismo más activo hacen necesaria la ampliación de nuevas actividades en entornos donde el deterioro de la naturaleza sea poco visible; está listo el mercado para la introducción de ofertas turísticas que obedecen al modelo alternativo.
          La oferta alternativa ha tomado diferentes nombres: turismo rural, turismo de naturaleza, turismo ético, turismo indigenista, eco turismo, turismo verde, turismo responsable, turismo de baja intensidad, turismo suave, paraturismo, turismo de granja, turismo comuno-céntrico, y la lista continúa (Jafari, 2005:42-43); sus objetivos son significativamente parecidos a los que persigue el Desarrollo Sustentable y sobre todo buscan evitar los errores cometidos por el modelo turístico tradicional.   Independientemente del nombre que tome la iniciativa, todas están sometidas a una actitud crítica cuyo último fin es evitar que terminen siguiendo el modelo de masificación por el que se decantó la oferta del turismo de sol y playa o el turismo cultural urbano; la alarma ha saltado ante la existencia de algunas iniciativas que intentan justificar el uso inadecuado de los recursos apelando a un compromiso con el medio ambiente, pero que en el fondo resulta ser mera estrategia de comercialización; ¿Es el ecoturismo una nueva modalidad del turismo de masas? Se preguntan Bringas y Ojeda (2000) desde donde se plantea la existencia de  posturas encontradas entre el conservacionismo estricto y el dinámico.

La naturaleza como atractivo principal de un producto turístico puede albergar a diferentes segmentos del mercado, como el ecoturismo, el turismo científico o el turismo de aventura; y en combinación con la cultura da lugar al turismo rural, al turismo étnico o al turismo místico.  Para Weaver (2004:440-441) –al ser limitado el número de espacios libres del componente humano-, el turismo de naturaleza se desarrolla en espacios que han sido relativamente poco modificados  aun  cuando  el  componente cultural  haya sido considerado en la experiencia turística.  El turismo de naturaleza toma su nombre del espacio en el que la actividad se realiza y es, por lo tanto, un elemento de peso en la oferta central del producto. 2  Y contempla un nicho de mercado donde las actividades se desarrollan en Áreas Naturales Protegidas (ANP); desde la perspectiva de la demanda el que un espacio de naturaleza goce de alguna figura de protección se convierte en una etiqueta de calidad que confiere un mayor atractivo a la visita (Reinius y Fredman, 2007:847).

La declaración de una ANP refleja en algunos casos el deseo de proteger los paisajes naturales y la vida silvestre para la conservación y el interés científico; pero en otros ha pesado más el aspecto turístico que demanda el experimentar la naturaleza y diversidad animal (Thi Son et al, 2002:215). La controversia además tampoco puede ser leída sin considerar las características  de un modelo económico donde la participación del Estado tiende a minimizarse y por lo tanto los proyectos serán competitivos a partir de auto financiamiento; siguiendo esa línea los espacios naturales tendrán que generar sus propios ingresos, siendo el turismo una opción. 3  La anterior es una postura discutible; pero también es cierto que en algunos casos durante las décadas en que el capitalismo no apuntaba todavía sus pasos hacia su etapa neoliberalista, la falta de recursos económicos, materiales y humanos para cuidar de los espacios naturales era o bien nula, o bien insuficiente con lo que se dio lugar a buena parte de los atropellos actuales.  En México, por ejemplo; hasta antes de los 1980´s la política de protección de la naturaleza es pasiva con respecto a la problemática de algunas de las ANP donde abundaban conflictos de tenencia de la tierra, actividades productivas locales que dañaban lo protegido; así como la falta de respaldo técnico y presupuestal para llevar a cabo las actividades de administración (Melo, Op. cit:31-33).

Tabla 3.1. El Espectro Ecoturístico.


PERFIL DURO

PERFIL SUAVE

Compromiso MA elevado.

Compromiso MA superficial.

Visitantes especializados.

Visita multi propósito.

Pequeños grupos.

Grandes grupos.

Requiere pocas comodidades.

Requiere confort.

Elevado grado interacción con naturaleza.

Limitado grado interacción con naturaleza.

Énfasis en experiencia personal.

Énfasis en interpretación.

Arreglos de viaje de manera directa. 

Arreglos de viaje a través agencia & tour operadores. 

Fuente: Weaver (2002)

Ciertamente no todos los visitantes que acuden a la naturaleza establecen el mismo nivel de interacción con ésta; la duración de la estancia, el tipo de actividad desarrollada y el perfil del visitante son variables que deberán ser consideradas en los indicadores de fragilidad del medio ambiente físico y cultural. Weaver (2002 en Weaver [2005]) identifica a través de su espectro ecoturístico una serie de características que permiten conocer el perfil ideal de visitantes atraídos por la naturaleza realizan actividades de corte duro (hard) o suave (soft); el modelo resulta útil como una herramienta de gestión que auxilia al ir estableciendo los posibles impactos que cada grupo generará durante su visita.  Como es posible observar, ambos perfiles acarrean impactos de diversa índole;  por ejemplo, en lo que se refiere al impacto cultural los visitantes de perfil suave serán  más proclives a establecer menores contactos con los pobladores; mientras que aquellos que busquen mayores niveles de autenticidad estarán más tiempo en contacto con éstos, y la duración de dicha exposición implica una posibilidad más elevada de interacción entre unos y otros. 

          Tratándose de otros aspectos, como el económico y el medio ambiental está nuevamente presente la diversidad en el grado de los efectos causados; ya que quienes contraten servicios turísticos directamente con los residentes estarán realizando un gasto turístico cuyo porcentaje de contención en la misma comunidad será mayor que el de aquellos visitantes que contraten los servicios a través de intermediarios; mientras se espera que un consumo de los productos propios de la región incentive la demanda de los productos locales.  Unos y otros visitantes encontrarán su lugar en la oferta turística; algunos en espacios poco frágiles que guardan aún valores ambientales que pueden ser interpretados, otros –estando preferentemente sensibilizados sobre el alcance de esa experiencia- podrán acceder a espacios reservados para investigación  –turismo científico- o a un limitado número de actividades cuyo impacto medio ambiental o socio-cultural sea el menor posible.

          Independientemente de los anteriores beneficios encontrados entre uno y otro visitante, el turismo de naturaleza también plantea una serie de posibles calamidades en su devenir; a continuación se realiza una exposición más a fondo de estos riesgos que pueden afrontar las comunidades que busquen poner en valor su atractivo natural a través del turismo. 

Los Retos del Turismo en las Áreas Naturales Protegidas.

Los espacios de naturaleza también han vivido su particular forma de masificación que ha ido a la par de la de los espacios del litoral; por ejemplo, el turismo nival deportivo como el encontrado en los Alpes que contaban hace una década con aproximadamente 100 estaciones de esquí (Vera et al, 1997:144-145); o también el turismo de alta montaña que se efectúa en el Sagarmatha (Nepal,2000:665-666) que en la temporada 1996-1997 reportó 17,412 turistas más 13,389 miembros del staff y porteadores.  Ambos modelos reflejan la preocupación de la exportación del modelo masivo hacia espacios con poco –o nulo- desarrollo turístico (Bringas y Ojeda, Op. cit:388-393).

Quienes practican el ecoturismo buscan el contacto con ésta porque valoran la quietud, la tranquilidad, la paz, el silencio, la vida silvestre (Reinius y Fredman, 2007:846-848); por su parte el turista rural valorará además el aprender y comunicarse con la población local (Schlüter, 2002:177).  Ambas prácticas turísticas están en teoría enfocadas a través del lente de la sustentabilidad y no obstante, plantean escepticismo entre algunos agentes turísticos.  Parte de esas dudas nace por una industria turística trasnacional, que asentada en la actual globalización, es percibida como poco motivada a realizar cambios estructurales comprometidos con un mantenimiento a largo plazo de los valores naturales y culturales (Duim, van der y Caalders, 2002:746-747);4 el que además  Giddens (2007) se declare partidario por una humanidad que desconoce las bondades del largo plazo, tampoco ayuda a vislumbrar con optimismo estas ofertas alternativas a los modelos de consumo turístico masificado.

Tabla 3.2. Efectos causados por el Turismo Alternativo en ANP.


EFECTOS POSITIVOS

EFECTOS NEGATIVOS

Fomenta la demanda local de productos.

Crea tensiones sociales.

Mejora de las infraestructuras y servicios básicos.

Puede ocasionar severos e imprevisibles efectos a economías básicas de tipo primario.

Permite obtener fondos para financiar las ANP.

Motiva la migración hacia los polos turísticos.

Contribuye al crecimiento de la importancia del valor de la naturaleza.

Comercializa la cultura.

Crea nuevos empleos (en negocios o ANP).

Potencia el daño medioambiental por el uso de recursos.

Reduce la migración de jóvenes y personas capacitadas.

Destruye la naturaleza para satisfacer necesidades turísticas.

Potencia la participación de la comunidad.

Aumenta la importación de productos.

Ayuda a mantener elementos clave de la cultura local.

Crea empleos para foráneos.

Potencia el orgullo por el medio ambiente local.

Crea empleo temporal e inestable.

Permite integrar a las comunidades marginadas en planes de desarrollo nacionales.

Fomenta la competencia entre intereses locales y el capital global.

Fuente: elaboración propia a partir de diversas fuentes.

          Como es posible apreciar en la tabla anterior, la cantidad de beneficios y perjuicios que pueden resultar del turismo en los espacios naturales nos llevan a cuestionarse la implantación de esta actividad no sin antes realizar en exhaustivo análisis, sobre todo por quienes se verán afectados en primera línea; siendo en todo momento responsables del adecuado uso de los elementos naturales mediante compromisos éticos individuales y colectivos.  Motivo de reflexión también es el papel de complementariedad que debe jugar el turismo dentro de la economía local; puesto que el escenario donde se desarrollan las actividades de turismo alternativo se caracteriza por la existencia de actividades económicas donde el turismo, de momento, se considera como una actividad secundaria.  Dos razones sirven para justificar lo anterior: el turismo a pequeña escala que caracteriza al modelo Alternativo y la pronunciada estacionalidad de la actividad son razones que invitan a la prudencia ante las voces que declaran al turismo como la cura de todas las enfermedades que aquejan al campo y la naturaleza.

          El turismo hacia los espacios de interior con particular énfasis en la naturaleza no debe ser considerado de forma aislada del contexto económico, social, cultural, político, económico y ambiental;  es una herramienta más que puede ser utilizada para el desarrollo de la comunidad y así mejorar la calidad de vida de los residentes.  En algunas ocasiones, el aislarlo –si bien es práctico, sobre todo con fines de estudio- puede llevar a confundir los efectos, de tal forma que las decisiones que pretendidamente ataquen la problemática turística pueden afectar o entorpecer otra actividad económica.  También es importante señalar una vez más que no todos los miembros de la comunidad se verán afectados o beneficiados de la misma forma; estas diferencias deberán ser consideradas para que las decisiones tomadas busquen un equilibrio entre unos y otros.  En el ejercicio de ese interés por la comunidad y los proyectos que se promueven es donde resulta posible encontrar un campo de acción que permita la predominancia de los intereses propios de los residentes ante las presiones exteriores.

          Uno de los beneficios que pueden lograr las comunidades es el ser consideradas dentro de un esquema de planeación, generalmente, nacional; pero con esta oportunidad va inmerso el riesgo de no tener voz en el diseño y gestión del modelo turístico a desarrollarse en la propia comunidad; para que los residentes se interesen y no sean indiferentes al futuro de sus tierras y formas de vida es necesario potenciar la participación de esa comunidad.  Lo anterior no es algo fácil, pero esto tampoco es una excusa para desligarse de la responsabilidad de participar en la construcción de lo local.  La creación de nuevos empleos siempre será algo positivo; aunque la mayoría de los empleos que genera el turismo suelen ser temporales, conduciendo a la pluriactividad; la cuestión es que incluso en el modelo masivo la temporalidad marca profundamente el empleo generado, y es una variable que poco se puede modificar.   Sin embargo, tampoco hay que perder de vista que la temporalidad en los espacios rurales puede ser vivida de una forma diferente a como se vive en las ciudades. El campo ha vivido más pendiente de las estaciones que del calendario; épocas de siembra, de cultivo, de cosecha han sido más determinantes y también han generado un modelo de pluriempleo que no necesariamente debe ser visto como algo negativo.  Un mayor efecto se daría si la actividad turística entrara en plena competencia por los recursos locales, llegando incluso a desplazar a otras actividades –como se dio en tantos destinos litorales que terminaron convertidos en resorts turísticos- ya que un turismo convertido en principal fuente de ingresos se sostiene con modelos que pueden causar más efectos negativos que positivos.5   

Mayor margen de juego está presente en el gasto turístico, sobre todo en la capacidad de la comunidad para absorber el mayor margen posible; es ésta una tarea en la que los visitantes pueden jugar un papel activo al adecuarse a estilos de vida de la comunidad que promuevan el consumo de productos locales.  No parece lo anterior un sacrificio demasiado grande para los visitantes, ya que precisamente la motivación entre éstos es el conocer comunidades donde no solamente se potencie el desarrollo sustentable, sino hacer propia la experiencia de vida de la comunidad.  Apegándonos como visitantes a los modelos de consumo de las comunidades rurales será posible hacer frente a la demanda excesiva de recursos que se utilice para satisfacer las necesidades de los visitantes; si bien es cierto que a pocas personas les gustaría pasar privaciones de algún tipo tampoco es esa una justificación para exportar los modelos consumistas que nos resultan habituales. 6

          Algunos de los efectos negativos que pueden tener lugar en una comunidad rural que se decida apostar por el turismo son también imputables a la presencia de alguna otra actividad económica, sin que lo anterior sea considerado como una excusa válida para cometer toda una serie de acciones irresponsables; sí que debería ser considerado en una reflexión sobre las características actuales de los procesos productivos.   El turismo no debe de ser tratado de forma diferente a otras actividades económicas, pues igual que las otras ha demostrado ser sujeto de alteraciones en lo económico, lo social, lo cultural y lo ambiental, máxime cuando no existe un ejercicio crítico y continuo sobre su planeación y ejecución.

1 Tres eran las razones que movían el ánimo de la política conservadora de los EEUU: 1) El uso racional de los recursos naturales, gestionado por la administración estatal, 2) La tradición ruralista aún presente y fuertemente vinculante entre las clases sociales americanas, y 3) La creación de signos de identidad nacional después de la guerra civil.  Sobre este último aspecto también hay que señalar la postura de Alderman y Kennedy (2000) acerca de la creación de Parque Nacionales como una medida desalentadora ante los intereses de la población autóctona que reclamaba la restitución de sus tierras ancestrales.

2 La SECTUR clasifica al turismo de naturaleza como turismo alternativo; desde donde identifica tres segmentos de mercado: el turismo de aventura, el ecoturismo y el turismo rural (SECTUR, 2004).  Por su parte Vera et al (Op. cit:123-124) realizan una diferenciación entre el turismo rural y el turismo en espacios naturales; caracterizándose el último por realizarse en espacios –o áreas- naturales sobre las que se aplica alguna figura de protección, pero las motivaciones, comportamientos, perfiles, mecanismos de comercialización, respuestas de agentes, la continuidad física y la dualidad geográfica del territorio (rural-natural) hacen difícil la diferenciación y segregación conceptual y funcional de ambos segmentos.
 

3 Dentro de las cuatro funciones de las ANP se considera a las actividades de recreación y turismo como componentes de la función Portadora; siendo las otras tres la Regulatoria, la Productiva y la Informativa (Melo, Op. cit); por lo tanto, la inquietud subyace más en el modelo turístico a utilizar y sobre todo al uso de una filosofía donde los factores económicos eclipsen las consideraciones ecológicas.

4 De acuerdo con Duim, van der y Caalders parte de las complicaciones entre la relación del turismo y la biodiversidad se encuentran desde la propia definición del término biodiversidad, que al ser considerado como un concepto compuesto por los ecosistemas, las especies y los genes plantea –de inicio- la imposibilidad de maximizar –u optimizar- simultáneamente los tres componentes; llevando a una necesaria elección sobre la diversidad a conservar, así como las formas y  herramientas a utilizar en dicha tarea.

5 Evidentemente una de las críticas más severas que se aplica a los modelos alternativos es su imposibilidad para competir a partir de la cantidad de visitantes, las iniciativas de turismo alternativo se basan en una experiencia de contacto con la naturaleza y la cultura local que no admiten la presencia de numerosos visitantes, so riesgo de estropear la experiencia.  Es en esta línea donde se entiende que el pluriempleo y la estacionalidad se deben convertir en una ventaja y no en un handicap.

6 En su investigación sobre el turismo de alta montaña en el Sagarmatha, Nepal (Op. cit:665-667) relaciona parte de la deforestación en el Parque Nacional y sus alrededores con la cantidad de madera quemada para satisfacer las necesidades de los turistas.  Toda vez que la demanda de madera para calentar a los turistas incrementaba cerca de 85% la demanda de la comunidad.   El manejo de botellas vacías de oxígeno y de cerveza (asentados también en nuestro particular modelo de consumo) planteaban dificultades en la gestión de desechos sólidos, mismos que le han valido el sobrenombre de basurero del mundo al Parque Nacional.