LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA. PRIMERA PARTE

LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA. PRIMERA PARTE

Raúl Quintana Suárez (CV)
Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona

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6.- Anexionismo.

Constituye éste una de las corrientes políticas que más conspiró contra la independencia y real soberanía de nuestra patria, en la medianía del siglo XIX y que como pesado lastre nos ha acompañado a lo largo del acontecer  histórico de nuestra nación, incluso ya  fundada la República, a inicios de  la 20 centuria.

6,1.- Historia de una villanía.

El anexionismo tiene como antecedente el temprano y desmedido afán de expansión territorial que caracteriza a los gobernantes de Estados Unidos desde temprana fecha. En la Declaración de Independencia aprobada en el Segundo Congreso Continental el 4 de julio de 1776, redactada por John Adams,  Benjamín Franklin, Robert Morris, Roger Sherman y Thomas Jefferson, se obvia hacer mención a la abolición de la esclavitud, que impera con gran fuerza en los estados sureños, para lograr el necesario consenso.  El 13 de septiembre de septiembre de 1788 se aprueba la actual Constitución de los Estados Unidos, a los que se le agregan diversas Enmiendas, que permite crear por primera vez un gobierno centralizado pero perneado de profundas contradicciones, en última instancia de carácter económico, entre abolicionistas y esclavistas, solo resuelto con el resultado favorable a los primeros, culminada la llamada Guerra de Secesión en diciembre de 1865. Días antes el Presidente Abraham Lincoln logra con gran esfuerzo se apruebe por el Congreso  la Enmienda Constitucional  XIII que declara oficialmente abolida la esclavitud.
Si en 1776 el límite occidental de las entonces 13 colonias eran los Montes Apalaches ya en 1785 sus fronteras alcanzan las márgenes del río Mississippi  en 1790 se le compra la Louisiana a Francia; el 12 de febrero de 1819 finaliza el traspaso de la Florida, hasta entonces parte del dominio español; el  1ro de marzo de 1837,  culmina la anexión de Texas y el 2 de febrero de 1848, mediante el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, se despoja a México de la mitad de su territorio que hoy conforman los estados de California y Nuevo México.
Bajo el gobierno del presidente Polk se logra la cesión por Inglaterra del el  territorio de Oregón y en 1867, se le compra a Rusia, la actual Alaska. Todo ese proceso es posible por la práctica de políticas intervencionistas, genocidio de los pueblos indígenas e inmorales tratados logrados mediante el uso indiscriminado de la fuerza militar.
En cuanto a los afanes anexionistas de Estados Unidos respecto a Cuba estos  son de larga data.
John Adams, padre fundador de la democracia esclavista y segundo presidente de Estados Unidos, planteó en junio de 1783 que las islas del Caribe constituían “… apéndices naturales del continente americano. Cuatro años después, otro padre fundador, Alexander Hamilton, recomendó la creación de un imperio continental americano que incorpore a la unión los demás territorios de América…” (69)
En 1805, el senador J.C. Brackenridge manifestó en un pleno del Congreso como… “… tenemos reclamaciones que presentar a España, referentes a territorios al oeste del río Norte o Bravo y mejor todavía al este… Si con una mano impulsamos fuertemente estas reclamaciones, y con la otra ofrecemos un precio, seguramente obtendremos las Floridas; todo a su tiempo” (70).
Thomas Jefferson, sucesor de Adams, manifestó en una nota enviada al embajador inglés en Washington como “… en caso de guerra entre Inglaterra y España, los Estados Unidos se apoderarían de Cuba por necesidades estratégicas para la defensa de Louisiana y de la Florida”. (71)
 En 1823, el filósofo esclavista John C. Calhoun, líder de Carolina del Sur que sería vicepresidente de John Quincy Adams y Andrew Jackson, defendió la anexión al expresar:  “Confieso francamente haber sido siempre de la opinión que Cuba sería la adición más interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de Estados llenando por completo la medida de nuestro bienestar político”.  (72)
James Monroe, en su Mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1823 formula su conocida  doctrina, que en esencia estipula: “América para los americanos”. Se utiliza como pretexto el proyecto de algunas potencias europeas como España, Austria, Prusia, Francia y Rusia de recuperar o simplemente ocupar posesiones en América, en territorios ya liberados del colonialismo. A su vez los planes de Bolívar y del gobierno mexicano de intervenir en Cuba para apoyar su independencia, para reforzar su propia seguridad como naciones independientes.
Reflejo de esa política expansionista se revela en la nota con fecha 28 de abril de 1823 enviada por el entonces Secretario de Estado,  John Quincy Adams, durante el gobierno del Presidente Monroe, al embajador norteamericano en España donde le expresa como…”…el traspaso de Cuba a Gran Bretaña sería un acontecimiento muy desfavorable a los intereses de esta Unión [...] La cuestión, tanto de nuestro derecho como de nuestro poder para evitarlo, si es necesario por la fuerza, ya se plantea insistentemente en nuestros consejos y el Consejo se ve obligado, en el cumplimiento de sus deberes hacia la nación, por lo menos a emplear todos los medios a su alcance para estar en guardia contra él e impedirlo…Estas islas (Cuba y Puerto Rico. Nota del Autor) por su posición local son apéndices naturales del continente norteamericano y una de ellas, la isla de Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones. De trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión…Cuando se echa una mirada al curso que tomarán los acontecimientos en los próximos 50 años, casi es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal para la continuidad de la Unión y el mantenimiento de su integridad [...] Hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede aunque quiera, dejar de caer en el suelo; así Cuba, una vez separada de España e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que la Unión misma, en virtud de la propia ley, le sería imposible dejar de admitirla en su seno”  (73) 

6,2.- José Antonio Saco (1797-1880)

Figura controvertida y brillante polemista, se destaca Saco como sociólogo, profesor, periodista, historiador y economista De profundo amor por su país natal, denunció como pocos, las lacras impuestas a esta por el poder colonial, más incluso hasta su muerte, nunca fue capaz de reconocer  al independentismo como la única vía válida para erradicar tales ominosas  secuelas, no obstante ver frustradas una y otra vez  sus peticiones de reformas para la entonces colonia, ante las autoridades coloniales. Coetáneo de Félix Varela, con quien funda el periódico El Mensajero Semanal, en Estados Unidos, durante su exilio en dicho país y amigo cercano de Luz y Caballero, con quien comparte su rechazo al anexionismo como corriente política del pensamiento, de gran fuerza en Cuba entre 1845-1865 así como en la hondura ética de su pensamiento.
No obstante su gran mérito histórico consiste en su rechazo al anexionismo, reconocido entonces por destacadas personalidades afines a los ricos hacendados criollos. Partidario del abolicionismo combatió con igual pasión a la infamante  trata. Al respecto valora que…
 “Bajo tres aspectos principales se puede considerar la abolición del
tráfico de negros en Cuba: agrícola o material, moral, y político. En
cuanto a éste, sin examinarle de lleno, me contentaré con hacer aquellas reflexiones que basten para despertar la atención de España y de
su gobierno sobre los peligros que amenazan a Cuba. Acerca del moral,
guardaré un profundo silencio: he preferido combatir el interés con el
interés, pues siendo esta arma la que más hiere el corazón, el triunfo es
más seguro”. (74) 
Para este…“…todos saben que, en punto a esclavos, hay dos especies de abolición: una del tráfico con la costa de África, y otra de la misma esclavitud. Aunque ambas tiene relación entre sí, jamás deben confundirse, y bien puede la primera tratarse, y aun lo que es más, realizarse, con absoluta independencia de la segunda. [...] Pero esta distinción, tan marcada por la historia contemporánea, no basta siempre en Cuba para poner a cubierto de los tiros de la calumnia, al hombre honrado, al patriota puro, que levanta la voz para advertir los peligros que amenazan a la  patria. El criminal interés de unos, aprovechándose de la credulidad de otros, confunde e identifica las dos cuestiones; y no pudiendo defender el tráfico de negros, porque los tratados y las leyes lo prohíben, y la ilustración del siglo lo resiste, hacen aparecer a quien lo ataca como abolicionista de la esclavitud cubana, como conspirador sanguinario, que empezando por dar de un golpe la libertad a todos los esclavos acabará por degollar a los blancos de su propia raza, y proclamar la independencia….” (75) 
Para Saco la abolición de la  esclavitud, más que perjuicios reportará beneficios a los dueños de plantaciones, criterio sumamente audaz para la época. Por ello expresa como…“…yo estoy tan íntimamente penetrado de los inmensos beneficios que ha de producir a Cuba la abolición del tráfico africano, que lejos de temer que con ella mengüen nuestros frutos, firmemente creo que aumentarán. Cerrada que sea la puerta a la introducción de esclavos, los colonos que vayan a Cuba, si se les deja, como siempre debe dejárseles, la libre facultad de aplicarse a lo que quieran, se dedicarán a la profesión que más ventajas les ofrezca. Pero entre tantas como Cuba presenta, la agricultura se llevará la preferencia, pues a ella convida la fertilidad de sus campos, y el premio con que paga las fatigas del labrador industrioso. Inculta yace todavía la mayor y mejor porción de las tierras cubanas: sus propietarios, imbuidos hasta aquí en el error de que sin negros no se pueden cultivar, y careciendo muchos de medios para comprarlos, ningún beneficio sacan de ellas”.  (76)
Se enfrenta a los más destacados anexionistas, que tratan sistemáticamente de ganárselo para su causa. Para Saco...“…a mi personalmente una revolución en Cuba, lejos de causarme ningún daño, me traería algunas ventajas. Desterrado para siempre de mi patria, por el despotismo que la oprime  y aún errante en mi destierro, la revolución me abriría sus puertas para entrar gozoso  por ellas; pobre en Europa y abrumado de pesadumbres por mi condición presente y un triste porvenir, la revolución podría enriquecerme y asegurar sobre alguna base estable el reposo de mi vida [...] Si pues tanto me da la revolución (Saco entiende presumiblemente por “revolución” la anexión a Estados Unidos. Nota del Autor)  ¿por qué no marcho bajo sus banderas? Sé que algunos dirán que mis opiniones son retrógradas; otros, que soy un apóstata; y aún no faltará quien pregone que he vendido mi pluma, para escribir contra la anexión [...] Contemplando lo que Cuba es bajo el gobierno español  y lo que sería incorporada a los Estados Unidos, parece que todo cubano debiera desear ardientemente la anexión, pero este cambio tan halagüeño ofrece al realizarse grandes dificultades y peligros. La incorporación solo puede conseguirse de dos modos: o pacíficamente o por la fuerza de las armas. [...] Por lo que a mí toca y sin que se crea que pretendo convertir ningún cubano a mi opinión particular, debo decir francamente que, a pesar de que reconozco las ventajas  que Cuba alcanzaría formando parte de aquellos Estados, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la perdida de la nacionalidad cubana” (77)
Gran polemista y brillante argumentador de sus criterios expone como…“…dos son los móviles principales que impelen a una parte del pueblo norteamericano a la adquisición de Cuba; el deseo de engrandecerse y el interés de la esclavitud. ¿Pero acaso ni el uno ni el otro han cesado ya con el drama sangriento representado en Cuba? (Consultar referencia bibliográfica al final de la cita. N. del A.).  Ellos existen lo mismo que antes, y aunque es probable que dormiten por algún tiempo, creo que despertarán con más fuerza cuando se les presenta una ocasión favorable. En años anteriores las esperanzas de muchos hijos de la república americana (se refiere a Estados Unidos. N. del A.) se cifraban en adquirir  el hemisferio en que habitan desde el polo del norte hasta el istmo de Panamá; pero no contentos con tan vasto territorio, hoy proclaman en sus periódicos y juntas públicas que conquistarán todo el nuevo mundo. Un país donde se propagan ideas tan peligrosas es una amenaza inmediata a todos los pueblos vecinos.  Obsérvese la marcha  del engrandecimiento territorial de los Estados Unidos. Sus primeras adquisiciones fueron por título legítimo, pues compraron la Luisiana (Se respeta la ortografía original. N. del A.) a la Francia y las Floridas a España; más de Tejas ya se apoderaron de un modo infame. Cuando se trató de resolver la cuestión  del Oregón, bien quisieron apropiárselo todo, y sólo el temor de una guerra   con la Gran Berta fue lo que hizo entrar en razón. Provocaron después las hostilidades contra Méjico, y por una de las guerras más inicias lo despojaron de gran parte de su territorio. Por último, los repetidos amagos contra Cuba, las dos invasiones en ella en el corto espacio de catorce meses, y las maquinaciones que se están fraguando contra la infeliz nación mejicana, manifiestan hasta donde llega la criminal ambición de una democracia desenfrenada…” (78)
José A. Saco mantuvo, hasta su muerte, firmes prejuicios acerca de las consecuencias que acarrearía para su patria una revolución. Estos estaban sin duda fundamentados en que nunca pudo desprenderse del  criterio que caracterizó a la clase de los ricos hacendados criollos durante décadas: el temor a la sublevación de los negros esclavos tal como aconteciese en Haití así como sus arraigados intereses de clase. Ello lo lleva a valorar como…“…no hay país sobre la tierra donde un movimiento revolucionario sea más peligroso que en Cuba. En otras partes, aún con sólo la probabilidad de triunfar se pueden correr los azares de una revolución, pues, por grandes que sean los padecimientos, siempre queda el mismo pueblo pero en Cuba, donde no hay otra alternativa que la vida y la muerte, nunca debe intentarse una revolución, sino cuando su triunfo sea cierto como una demostración matemática. En nuestras actuales circunstancias, la revolución política va necesariamente acompañada de la revolución social; y la revolución social es la ruina completa de la raza cubana…” (79) 
Desoídas las peticiones reformistas, por la tozudez del gobierno español; inexistentes las condiciones que favorecían las posiciones anexionistas, terminada la Guerra de Secesión en Estados Unidos y ganando espacio en las ideario político la inevitabilidad del abolicionismo, tanto desde las motivaciones económicas como morales, progresivamente se van dando las condiciones para el predominio de las ideas independentistas en el pueblo cubano, incluso en un importante sector de los hacendados criollos, en la región oriental, con sus propias peculiaridades.
Evidentemente ya rebasada la primera mitad del siglo XIX se encuentra presente en los componentes que conforman el pensamiento cubano más progresista, un aire renovador, que reclama espacio para ideas cualitativamente distintas, que trascienden  en sólidos fundamentos ético-políticos, que ya anidados en la conciencia del pueblo más humilde estimulan el inicio de las ya inevitables contiendas independentistas.