EL PROFESORADO UNIVERSITARIO. RUPTURAS Y CONTINUIDADES

EL PROFESORADO UNIVERSITARIO. RUPTURAS Y CONTINUIDADES

Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara
Ma. del Refugio Navarro Hernández
Arturo Murillo Beltrán
Coordinadores

Universidad Autónoma de Nayarit

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Reflexionando dos paradigmas encontrados: La juventud y la Educación  contemporánea


José Ángel Moreno Gutiérrez 1

Resumen

En este artículo presento un análisis acorde a una reflexión personal en consecuencia al XV diplomado sociedad y región, el Profesorado Universitario. Vinculando en el presente una crítica plausible en relación a las herramientas adquiridas. Teniendo como objetivo transmitir y hacer recordar, principalmente, una de las tantas visiones en torno a la panorámica de la postmodernidad rotando en una reflexión conjunta de la que se deslindan dos temas de gran responsabilidad y presencia como lo son ´la juventud y la educación contemporánea´, que en nuestro siglo recobran peso e interés pues vinculan aspectos que vuelven a retomar el focus académico en este siglo XXI como un llamado a la pregunta ¿Qué ha sido del contexto postmoderno juventud y la escuela?

Introducción

He detectado que en el desarrollo del diplomado hemos ido más allá, se abrieron directrices que se unen a su vez con otros temas vitales que sin lugar a dudas comprenden el contexto actual que se pretende construir en este marco de reflexiones finales, con tan embebida claridad a los distintos temas que nos acercamos a lo largo de las sesiones.

Me aventuro ahora visto el final de las charlas y los debates, de las calamidades, de los juicios, de la panorámica perspectiva de utilidades, usos y desusos, ahondar en el objetivo por el cual a los profesores universitarios no se les debe olvidar por qué deben mejorar, el por qué son lo que son, cuál es el propósito vivo y real de su labor de enseñanza, de investigación, de gestión, de administración, etc.

La juventud y el hoy  es la respuesta y también el objetivo, puesto que del mañana y él ahora se desprende la inquietud por contribuir al desarrollo regional, cultural e intelectual, para que ese mañana sea redescubierto y vuelto a plantear pero siempre en virtud de algo mejor, una satisfacción mayor, un aprendizaje continuo en vista de expectativas reales que generen acciones congruentes y efectivas a esta sociedad que avanza sin detenerse y de la cual creo todos somos testigos.

¿Qué ha sido del contexto postmoderno juventud y la escuela?, ahora que he sido parte del Diplomado el Profesorado Universitario puedo decir que no hemos avanzado como se ha deseado en este panorama de la postmodernidad tan abrumante y exigente, no se ha contribuido en realismos serios, más que en discursos y charlas, sólo plenarias de voces y congruencias, de citas emblemáticas, de discursos y filosofía compuesta, ¿Pero dónde está la acción?, ¿Dónde están los jóvenes?, si… se es joven también de mente y de espíritu, claro, pero el cuerpo y la materia pensante de la juventud a cuestas de este postmodernismo ¿Dónde queda?, en las trincheras de la vida los jóvenes se jactan de denotar valor cuando es necesario, ¿Y cuán más que ahora es necesario?, se requiere su presencia puesto que la juventud se ha visto ´en el rezago´ mientras las instituciones sociales (de gobierno, privadas, entre otras) y los discursos que emanan tienden a cerrar el aspecto de posibilidades y a fijar en una rígida normatividad los límites de la acción de este sujeto social (los jóvenes), surgiendo una desregularización entre la ética, lo primordial, lo alcanzable, lo justo, lo necesario, una lógica en el joven que trastorna sus intereses y lo hace pasar desapercibido o  incluso todo lo contrario, pero alejado del rigor académico, de esa filosofía encaminada a su superación personal que él estigmatiza como aburrida, sin sentido, cómo una pérdida de tiempo, como algo necesario pero no muy importante, tal vez como una parodia. Asuntos similares que el joven discierne y maneja como tratables no son sino producto del desinterés… y la motivación por ángulos más atrayentes o preocupantes, tales como los efectos contraproducentes de la globalización; el internet con sus reacciones tanto adversas como positivas, el consumo, la publicidad, las tendencias y la moda, los cambios que ocurren en el planeta y sus graves repercusiones medioambientales entre otros.

Por consiguiente tenemos a una juventud ausente en el marco de la sociedad del riesgo, quienes además enfrentan el incremento de la pérdida de confianza en las instituciones, la pobreza, la crisis como referencia de vida, la ausencia de opciones ocupacionales y la atenuación de la educación como recurso de movilidad social. Esa sería la razón por la que los jóvenes viven un presentismo intenso, pues el futuro es un espacio opaco frente a sus problemas fundamentales. Valenzuela Arce, (2005: 28).

Ante esta reflexión, ahondemos con cautela en el contexto vigente de este postmodernismo y redescubramos el qué de su actualidad, conozcamos en breve uno de sus tantos rostros buscando el concepto antes de ir más allá de él, veamos cómo se registra en la realidad y cuál es su impacto.
La postmodernidad como crisis educativa
Los cambios en la educación actual no son más que consecuencia de la crisis de valores o valoraciones del hombre, de la sociedad y de la cultura, así como de su incapacidad por contextualizarse en su entorno inmediato.

La postmodernidad lo ha invadido todo: la familia, la escuela, la religión, la política, la literatura, los medios de comunicación, etc.

Como consecuencia de este enfrentamiento generacional:

  • Los jóvenes poseen un vocabulario propio y una semiótica muy diferente al que utilizan padres y profesores.
  • La educación institucional se debate en tener o no lugar al ritmo y vida de los jóvenes.
  • Padres e hijos parecen coexistir, más que convivir en unidad y profundidad interior.
  • La relación educativa se hace más tensa y difícil, más legal y material que íntima y personal.

El debate postmoderno
Ha generado un escaso consenso y una buena dosis de confusión y animosidad. Ya hoy los temas bien conocidos: las grandes narraciones históricas y las tradiciones del conocimiento basadas en principios básicos son tratadas con desprecio; los principios filosóficos canónicos y la noción de sagrado se han vuelto sospechosos; una «guerra a la totalidad» y un repudio de todas las visiones del mundo unívocas y abarcadoras pone en jaque la certidumbre epistémica y las fronteras establecidas del conocimiento académico; se rechazan las distinciones rígidas entre alta y baja cultura, insistiendo en que los productos de las así llamadas cultura de masas, cultura popular y formas del arte popular son objetos dignos de estudio; la correspondencia renacentista entre historia y progreso, y la fe moderna en la racionalidad, la ciencia y la libertad, causan un profundo escepticismo; la identidad uniforme del sujeto humanista ha sido reemplazada por una demanda de espacio narrativo pluralizado y fluido; y finalmente, se desdeña la historia como un proceso no lineal.

También se puede observar y reconocer los procesos de cambio cultural y social discutidos en los planteos posmodernos, apropiados para comprender las experiencias contemporáneas de la juventud y la extensa proliferación de la diversidad en una era de declinación de la autoridad, incertidumbre económica, multiplicación de tecnologías electrónicas y extensión de lo que llamo «pedagogía de consumo» a casi cualquier aspecto de la cultura juvenil.

La manera en que los educadores y trabajadores culturales entienden el alcance y el poder político de la pedagogía como orientadora de los jóvenes dentro de una cultura posmoderna, sugiere que no hay que idealizar ni descartar con indiferencia el posmodernismo, pues es vital que los educadores, docentes y formadores comprendan las condiciones cambiantes de la formación de la identidad dentro de culturas mediadas electrónicamente, y la forma como esas condiciones están produciendo una nueva generación, fronteriza entre un mundo modernista de certidumbre y orden, moldeado por la cultura occidental y su tecnología impresa, y un mundo posmoderno de identidades híbridas, tecnologías electrónicas, prácticas culturales locales y espacios públicos pluralizados.

La juventud entre modernidad y postmodernidad

Hablar de la juventud no resulta sencillo, es un tema que se presta al debate. Principalmente los desacuerdos se presentan al delimitar su contorno: algunos autores basan la demarcación en cuestiones biológicas y de edad, el recorte suele ser arbitrario y se asocia con la adolescencia; otros autores, optan por un recorte social que entraña cuestiones del contexto histórico y cultural. En nuestro caso consideramos que ambas posturas no son excluyentes, el concepto de juventud integra la idea de momento de vida que se construye socialmente con base en referentes biológicos, sociales, psicológicos y culturales.

La juventud como construcción social ha transitado de la modernidad a la posmodernidad bajo distintas distinciones: en los siglos XVIII y XIX, como la capa social que gozaba de privilegios en un período de permisividad entre la madurez biológica y la madurez social (Margulis, 1998); en el siglo XX, se convierte en un concepto negativo, la juventud es vista como sinónimo de problemas y malestares sociales, es marcada la criminalización de su figura social (Martín-Barbero: 1998); y en el siglo XXI, tiende a florecer la trivialización de la juvenilización (Margulis, 1998; Maffesoli, 1990).

La ambivalencia que mencionamos de la modernidad y el desencanto en la posmodernidad están presentes en la comprensión de la juventud. Los jóvenes en diferentes momentos de la historia, han sido concebidos entre lo positivo y lo negativo. En lo positivo, se les ha conferido la posibilidad del cambio como cumplimiento de la esperanza para la realización de la felicidad humana (herencia moderna) o como contestatarios al desencanto (actuación posmoderna); como negativos, porque reciben el rechazo de la sociedad en general, en la modernidad como desadaptados sociales y en la posmodernidad como altermundistas; en ambos casos, se les pretende desterritorializar, no existe cabida en el mundo sino responden al estereotipo de la ley y el orden.

En la historia aparecen los adultos en primer plano, son los que gobiernan y toman decisiones, sólo por mencionar un ejemplo, en el siglo XVI y XVII, en la pintura se aprecia que se pintan retratos de adultos, después empiezan a pintar grupos o familias pero los jóvenes nunca ocupan el lugar central, aparecen en las orillas y con colores opacos; posteriormente, cambia la concepción y empiezan a pintar de otra manera a la juventud, ahora la expresan como la fuerza y la belleza a través de los adonis o de ángeles y arcángeles, entonces la juventud ahora es símbolo de belleza y fuerza y surgen las expresiones como ¡juventud divino tesoro! (edad dorada de la modernidad).

En algunos países europeos se les empieza a conferir confianza a los jóvenes y ellos son quienes organizan las fiestas religiosas, empiezan a tener injerencia en los asuntos políticos a través de su participación en las diferentes instancias de poder, también hay jóvenes guerreros, que desempeñan esta actividad con éxito debido a su fortaleza, existen también los jóvenes revolucionarios, cuya participación en los movimientos emancipadores de diferentes pueblos juegan un papel preponderante y surgen líderes que guiarán y representarán a otros jóvenes.

En la modernidad la juventud, en general, fue identificada bajo una visión de progreso en la que al joven habría que conducirlo bajo los canales de la superación y el logro individual, en búsqueda de prestigio y realización social. Si salía de ese canon entonces era considerado como algo negativo causante de violencia ante la ausencia de valores que le brindaran una identidad acorde a las reglas establecidas.
¿Y qué pasa con la juventud en la postmodernidad?
Observamos ante esa doble manifestación positiva-negativa, una posible positividad en el desarrollo de la pluralidad de microidentidades; pero como signo negativo, la uniformidad de esas identidades bajo el principio económico de la venta de imaginarios que dan sentido a la diversidad de imágenes y rituales bajo los cuales se asume la juventud. El logo no es sólo una cuestión de marca de producto sino también de rostros, se es diferente en la universalización –o globalización– de la diferencia. En este sentido se teje una red fina que seduce en la búsqueda del espacio propio dentro de la geografía de las juventudes; sin embargo, existe una red burda que vende la imagen real de la juventud, en la sociedad de consumo: la juventud emprendedora:

El heredero imaginario es el formato modélico postulado para los jóvenes por la retórica dominante: obediencia, adaptabilidad, capacidad de progreso, pulcritud, respeto, operatividad, ideas innovadoras, ambiciones, responsabilidad, confianza, visión de futuro, simpatía; es decir, el conjunto de virtudes contenidas en la imagen publicitaria de un gerente junior (sea después político, administrador, conductor mediático, profesional liberal, hombre o mujer de empresa) (Margulis, 1998, p. 19).

En ese tenor, compartimos lo expresado por Giroux (1996), quien define a la juventud como algo fronterizo, influenciada por los medios electrónicos, son jóvenes diferentes porque experimentan la cultura de manera distinta, porque estos medios se han convertido en sustitutos de la experiencia, que los aterrorizan y fascinan a la vez; se ha apropiado de ellos, la mercantilización. La condición de juventud se mueve entre los signos comerciales. La juventud se define a partir de sus adjetivos, esta idea la retomamos de Pérez (1998), que cita al respecto una frase de Jorge Luis Borges El sustantivo se forma por acumulación de adjetivos, así la juventud es movible, múltiple, movediza y transfronteriza. Sin olvidar que esos adjetivos mantienen un fuerte contacto con el mercado de producciones simbólicas:

El concepto de joven en la actualidad tiene relación básica con el ámbito de la producción, circulación y consumo de significaciones, pero a la fecha la reflexión al respecto se ha visto muy limitada; como decíamos más arriba, la medición de la edad es en ocasiones el único criterio de definición. La reflexión en este sentido, amerita detenerse más para intentar buscar más explicaciones y no descripciones de los sectores juveniles (Pérez, 1998, p. 52).

Tomando en cuenta lo anterior, el conservadurismo señala que hablamos de jóvenes ajenos, extraños, aburridos, desmotivados, y desconectados del mundo real, con un gran sentimiento de vacío e indeterminación, para los cuales la violencia es una práctica cotidiana. No responden al ideal de joven emprendedor.

Consideramos que esa es una forma simple de ver a la juventud, se olvida que gran parte de esas actitudes o maneras de ser, se derivan de la falta de oportunidades en que este sector de la población se encuentra –y del bombardeo de venta de imaginarios–, es considerado como un grupo vulnerable, ocupa el primer lugar dentro de la pirámide de edades, un buen porcentaje de jóvenes en edad de trabajar no cuentan con un empleo que les garantice el mínimo de bienestar; si consideramos que por su edad, tendrían que dedicarse a estudiar para prepararse y posteriormente poder competir en un mercado laboral, tampoco es favorable el panorama, pues sólo una tercera parte de los jóvenes aspirantes a estudiar el bachillerato, logra obtener un lugar en alguna escuela.

Si nos detenemos a mirar las estadísticas relativas a las causas de mortalidad, nos indican que el 90% de las muertes en jóvenes son por causa de accidentes automovilísticos, en la mayoría de los casos estaban bajo el influjo de alguna droga o del alcohol, otra causa de mortalidad que va en aumento es el SIDA.
Un buen número de jóvenes del sexo femenino ya no pueden continuar con sus estudios debido a que se convirtieron en madres a temprana edad, lo cual implica un riesgo en su salud y en la del recién nacido, que con frecuencia presenta bajo peso al nacer, entre otros problemas, pues la joven madre no está preparada ni física ni psicológicamente para enfrentar este suceso, que en la mayoría de las ocasiones lo hace sola, pues la pareja no asume la responsabilidad, pasando a formar filas de las madres solteras que tendrán que trabajar en lo que sea para mantener a su hijo.

Ante esta situación tan agobiante, los y las jóvenes tienen pocas alternativas, por lo que buscan una solución a sus problemas a través del uso, según Atalí (1992), de uno de los objetos nómadas: la droga; un menor número opta por el suicidio y algunos menos se evaden, y deambulan por las calles.

Quitándonos de la mentalidad de adulto, coincidimos con Nateras (2004), que una cosa es la idea de juventud que mantiene la sociedad y otra la juventud en sí misma. Con riesgo de reducir el abanico de expresiones consideramos que visiblemente encontramos cuatro grandes agrupamientos con base en la posición que los jóvenes mantienen en torno del ideal social que se tiene de ellos: globalizados, globalifóbicos, globaidealizados y globaltribalizados. Los primeros, adaptados fácilmente al mundo circundante; los segundos, la resistencia activa en el marco de la política a la globalización neoliberal; los terceros, la generación emprendedora, asumen como único el pensamiento neoliberal; y los cuartos, todo el mosaico de manifestaciones artísticas, culturales y políticas derivadas de una resistencia a través de la saturación de la ética y estética de las buenas costumbres.

Las hordas juveniles se agrupan, mezclan, cruzan y se reagrupan constantemente. En lo político encontramos posiciones a favor de grupos juveniles, de la ecología, de los Derechos Humanos, de la causa ciudadana, en fin; en lo musical, encontramos adeptos al rap, hip-hop, techo, disco, pop, dark, industrial, punk, rupestres, heavy, etc.; en lo cultural, góticos, tatuadores, grafiteros, etc. No son agrupamientos cerrados, son móviles, transitan de manera vertical y horizontal entre ellos, (Nateras: 2004).

Sin pretender agotar los rasgos de la juventud posmoderna, anotamos los que consideramos relevantes:
• Territorio movedizo de identidades.
• Travesía entre la adaptación y la resistencia activa y pasiva.
• Emprendimiento y empresarialización de la subjetividad.
• Rupturas de la felicidad entre el discurso y la realidad.
Autoreflexibilidad como condición de ser joven, superando los límites de la modernidad de la idealización de la juventud, creando espacios de representación que trastoquen a los imaginarios sociales.
El papel de la escolaridad en el nivel superior
La escolarización como producto de la modernidad (Popkewitz: 1998), juega un papel importante como generadora de cultura e identidad, desarrolla un proceso de gubernamentalidad en el horizonte de formación profesional a través del currículum como sistema de razón que integra reglas y estándares de los objetivos de la gobernación de la reflexión y la acción. En otras palabras, como señala Sacristán (2003), el proyecto educativo corresponde a un determinado proyecto cultural en tanto producto histórico. La razón en este sentido se expresa como un campo de práctica cultural en la “fabricación” histórica de la escolarización que, en la modernidad significó forjar el presupuesto del ideal de “hombre universal” en búsqueda de la felicidad mediante la utopía del progreso. De esta forma encontramos que la escuela en la modernidad representa el nexo entre cultura, razón y progreso Sacristán, (2003).

La escuela anclada en esa triada se nutre de una concepción de educación que proviene desde la ilustración, quizá el mejor intérprete de esta tradición es Kant, quién como conocido representante de la modernidad plantea el principio de la dualidad: la educación es ambivalente, mantiene la instrucción como el lado positivo; y la disciplina como el lado negativo. Que juntas significan cultura y humanidad como forma de diferenciación de la condición natural y de la necedad: el gran secreto de la educación es la perfección de la naturaleza humana.

Según esa concepción, desde el punto de vista de Pineau (2002), se mantiene una serie de principios que son representativos de la modernidad: un sujeto regido por la razón y la contingencia; la razón como condición de humanidad; la prescripción de un futuro promisorio con la idea de progreso; la búsqueda de bienestar como eje de la gubernamentalidad en la relación entre educación y poder; la educabilidad como fin universal; presupuesto del vínculo pedagógico como parte de la jerarquía social; la educación bajo el doble mecanismo de opresión y liberalización; construcción de encierros especiales (escuelas) y el recorte arbitrario de saberes básicos y específicos.

La escolarización moderna en la educación superior parte precisamente de esos principios: razón, utopía, progreso, poder, civilidad, exclusión, represión, libertad, encierro y arbitrariedad. Podemos articularlos bajo la siguiente concepción: la educación superior en la modernidad se basa en la ciencia como credo del desarrollo tecnológico aplicado pragmáticamente en beneficio social, liberando la acción de la capacidad intelectual con base en el escenario de las conciencias sociales para el mantenimiento de la civilidad y los saberes socialmente construidos entre el poder y la utopía.

La realidad que vivimos pone en evidencia que los principios de la escolarización de la educación superior provenientes de la modernidad no se han cumplido, principalmente, en lo referente a la idea de progreso y beneficio público. Como señala Sacristán (2003), no se ha hecho real la universalización y humanización de la escolarización. Por esta razón coincidimos con Colli (1991), al expresar que la fe en la ciencia regulada por el poder del Estado condujo a una noción de cultura restringida a un ideal finalista como promesa pero no como realidad.
La educación y su desarrollo en el contexto de la sociedad contemporánea
Se integran los elementos de la educación y el desarrollo, las nuevas tecnologías y su impacto educacional, la relación de la educación con la democracia, así como elementos de la educación superior.

Los sistemas educativos en la actualidad, han de responder con sentido prospectivo a las características que han adoptado los escenarios del mundo globalizado; para lo cual se deberán diseñar estrategias que no sólo se adapten a esos cambios, sino que se anticipen a las expectativas o contribuyan a crearlas. En los inicios del tercer milenio uno de los elementos que ha adquirido mayor relevancia social, política y económica, es lo referente a la educación. Otro punto de análisis se refiere al desarrollo de capacidades individuales para el desenvolvimiento de los hombres como seres sociales. El tercer punto a debatir y en el que centraremos la atención, lo constituye la relación entre educación y desarrollo, abarcando los planos económicos, político y social.

Los sistemas educativos en la actualidad, han de responder con sentido prospectivo a las características que han adoptado los escenarios del mundo globalizado; para lo cual se deberán diseñar estrategias que no se adapten sólo a esos cambios, sino que se anticipen a las expectativas o contribuyan a crearlas.

Otra de las tareas predominantes en la educación superior lo constituye acompañar el avance de la ciencia y de la tecnología, pues es la escuela, y principalmente la universidad, el lugar donde la ciencia crece, se renueva y difunde gracias a sus difusores que son el cuerpo docente.

Un problema que debe resolverse, discutirse en hechos no sólo en palabras, es la prioridad de que la educación llegue cada vez a más personas.

En este ambiente no siempre se han podido cumplir estas metas:

La creciente complejidad de los sistemas de Educación Superior –su masividad, el vertiginoso crecimiento del sector privado, el carácter de variable clave para el desarrollo de las naciones y sus limitaciones con relación a la sociedad de la información y el conocimiento– han llevado a los gobiernos a abandonar la posición de laissez faire propia de la década de los ‘80 (en la que la privatización era considerada un paliativo a la expansión cuantitativa, sin que se controlase la calidad) y a adoptar una nueva actitud con la formulación de políticas que velen por la calidad mediante la certificación y la evaluación, con el objetivo de conciliar expansión y calidad, sin interrumpir el proceso de desarrollo de las IES privadas, pero sí formulando políticas y confeccionando instrumentos para su control.
Aprendizaje colaborativo: un reto para la educación contemporánea
La educación, formación y desarrollo de la personalidad constituye una problemática esencial en el mundo actual. El prodigioso avance de los conocimientos y el desarrollo tecnológico ha generado serios problemas en las universidades pedagógicas, no sólo en el ámbito investigativo, sino en la conservación, renovación y transmisión del aprendizaje, lo que propicia que el estudiante se vea inmerso en un amplio proceso de constantes cambios. El personal que se prepara en ellas, además de que necesita desarrollar métodos efectivos de aprendizaje, debe quedar listo para potenciar el desarrollo de sus estudiantes una vez egresados de la institución que los forma.

La nueva escuela requiere de directivos, profesores, tutores, adjuntos y estudiantes capaces de organizar, planificar, ejecutar, controlar y evaluar, así como atender y coordinar las acciones de los equipos de trabajo en general, cuya finalidad esencial es la gestación de comunidades de aprendizaje que garanticen el desarrollo continuo de los miembros, de las instituciones y la socialización de los conocimientos a través de la cooperación y la solución a tareas comunes encaminadas a establecer interacciones e interjuegos de adjudicación de metas y la asunción de roles diferentes que permitan resultados conjuntos a través del desarrollo de habilidades cognitivas y también sociales. Un proceso de cambio educativo se alcanza mediante la colaboración comprometida entre todos los agentes socializadores. El aprendizaje colaborativo propone la armonía entre la dirección, maestros, profesores, estudiantes, familia, comunidad y los medios de información y comunicación masivos, comprometiendo a todos en la búsqueda de respuestas a las exigencias sociales amparadas en un creciente desarrollo tecnológico.

La revolución tecnológica es una condición que ha cambiado los modelos de desarrollo organizacional de las instituciones educativas. Son varios los rasgos que caracterizan el nuevo enfoque curricular, pero sin duda el equipo (el grupo), el líder transformacional y la dirección colaborativa participativa son elementos comunes, lo que demanda la participación, el involucramiento y también la interrelación entre todos los implicados. El aprendizaje se apoya en la interacción que tenemos con nuestro medio y las personas que nos rodean. Esta interacción es para el que aprende fuente importante de asimilación a nivel cognitivo, afectivo y socializador pues le permite desarrollar actitudes frente al trabajo y responder a las exigencias sociales.
Neo educación, la educación permanente
Pretende rebasar la creencia de que el proceso “educación” sólo pertenece a los jóvenes. Este nuevo estilo de vida está orientado hacia la persona y no hacia la institución.  Rechaza la idea de que el aprendizaje formal es sólo para los jóvenes y la reemplaza por el convencimiento de que la educación es un proceso que dura toda la vida.  Se opone al concepto de que la educación superior se lleva a cabo únicamente en el campus, afirmando que la educación atañe igualmente a la oficina, las plantas industriales, las bibliotecas, las iglesias y los centros comerciales de la comunidad.

Este nuevo sistema de educación desecha la idea de que el aprendizaje se efectúa principalmente por medio del estudio formal, dentro de currículum reglamentado, y establece el principio de que la educación combina el aprendizaje y la acción, que une el estudio, con la experiencia y la actividad.

El nuevo concepto de educación no surgió solamente por iniciativa de los educadores. Refleja, por el contrario, algunas nuevas realidades y es una respuesta al fermento que agita a la sociedad: el cambio de las pautas de la vida rural a la vida urbana, el desequilibrio entre los adelantos tecnológicos y sociales, el desarrollo de nuevos conocimientos, unido al carácter anticuado de los antiguos, y la movilidad de alumnos y trabajadores.  Los cambios tecnológicos son tan devastadores para la competencia humana que el monopolio de la educación en manos de los jóvenes equivale a estrechez de miras y toma imperativo el aprendizaje permanente.  La disparidad entre la promesa de la educación y su eficacia es tan grande que el circunscribir la educación en los establecimientos escolares resulta a veces ineficaz; se impone desarrollar actividades educacionales de alcance comunitario. 

La ampliación de la idea de educación de modo que abarque el concepto de desarrollo humano permanente se expande tan rápidamente que ya no se puede confiar en los métodos tradicionales y es esencial adoptar una nueva serie de enfoques para la familia, la escuela, la corporación y la comunidad. Bajo estos imperativos subyace el compromiso básico de la búsqueda de identidad personal de los grupos e individuos. 
Una mirada a la juventud contemporánea
En nuestra vida cotidiana se suele hablar de los y las jóvenes atribuyéndoles faltas y carencias, así afirmamos con facilidad que los jóvenes son irresponsables, apolíticos, fácilmente influenciables, señalamientos que además se sustentan en las siguientes afirmaciones: «los jóvenes sólo viven el presente», «ellos y ellas son dominados por la sociedad de consumo». Así con esta frecuencia a la hora de hablar de los jóvenes se utilizan estereotipos que poco tienen que ver con la realidad, pues el mundo juvenil es diverso y se cimenta en la pluralidad.

Al nombrar a los jóvenes con el velo de los estereotipos sociales y culturales, los educadores suelen hacer un permanente ejercicio de sobre generalización. Esa sobre generalización les permite una economía mental, ya que el estereotipo preconcebido facilita y reduce la explicación de los mundos juveniles, sin tener que recurrir al reconocimiento y la confrontación de los Otros. Vemos como la relación educadores/jóvenes está marcada por una asimetría, primero generacional, pero sobre todo simbólica. Entonces una brecha generacional (adulto/joven) pone en evidencia cuánto le cuesta al adulto reconocer la diversidad, la diferencia y quizás, hasta el abismo generacional que existe entre ambos.
Una explicación ante el panorama de crisis, en transformaciones y perfiles, del sistema educativo
El mundo está anclado en el presente, situación que no ha sido captada por el sistema educativo, lo cual nos mantiene aún en las nubes y no con los pies en la tierra ante las exigencias reales, ante los compromisos actuales y lo que verdaderamente requiere la juventud, que es ser escuchada y hacerse presente, pues lo es y no solamente ser utilizada.

La crisis en el sistema educativo no atina a incorporar los cambios acelerados que experimenta la sociedad. Por citar un indicador, puede señalarse el crecimiento expansivo de las tecnologías de comunicación que, entre otras cosas, convierten al ciudadano de fin de milenio en un actor conectado a múltiples redes e interpelado por discursos muchas veces incompatibles.

La escuela y sus modelos en esta postmodernidad se han vuelto vacíos, nos damos cuenta de ello pero no podemos o no queremos hacer nada para remediarlo, puesto que los saberes legítimos, esos que la escuela pretende incorporar en los alumnos son saberes “consolidados” y en cierto modo “alejados” de la cotidianidad y la contemporaneidad.

Esta distancia tenía una razón de ser en el momento constitutivo de la escuela y el estado modernos. La escuela tenía una misión civilizatoria por así decirlo, tenía una función de reeducación (como se decía en la época). En muchos casos la distancia entre la cultura espontáneamente incorporada por los niños y la cultura que se quería inculcar era extrema, muy rigurosa. Por eso la escuela tuvo una función misionera y respetada en su momento.  La primera pedagogía era una tecnología de conversión, de allí la densidad, variedad e integralidad de sus tecnologías.

Zigmunt Bauman2 plantea la preeminencia de  tres tipos de lugares en la sociedad líquida actual3:

  • Los espacios públicos no civiles: lugares que instan a la acción pero no a la interacción.
  • Los no lugares: espacios que desalientan cualquier intento de permanencia.
  • Los espacios vacíos, que son lugares carentes de sentido, lugares donde no hay negociación posible: “... el vacío del lugar está en el ojo de quién lo contempla...son vacíos los lugares en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables ante la vista de los otros,”Bauman (2002: 111).

Entonces, ¿cuándo la  escuela se convierte en un  espacio vacío para algunos adolescentes?

      • Cuando la escuela separa la vida de las aulas, desconociendo el lenguaje y la cultura de los jóvenes.
      • Cuando niega haber perdido el monopolio de la inculcación de significaciones.
      • Cuando  reniega de otros modos de apropiación distintos a los consagrados en los programas y disposiciones escolares.
      • Cuando sostiene huellas del momento fundacional en sus programas (homogeneidad, sistematicidad, continuidad, coherencia, orden y secuencia únicos, etc.)
      • Cuando se convierte en frontera donde se encuentra y enfrentan diversos universos culturales.
      • Cuando la condición  normalizadora de la escuela hace que ésta obture la posibilidad de entender los significados que subyacen al conjunto de símbolos incorporados al vestuario, la epidermis que cubre el cuerpo de significados (tatuajes, piercings), la gestualidad, los murales, y entonces prefiere prohibirlos antes de entenderlos.
      • Cuando la  escuela se erige como fiscal, juez y jurado, pero difícilmente se asume como parte de la problemática de las culturas juveniles y mucho menos como propiciadora de esa problemática por su incapacidad de entender que el ecosistema bidimensional que descansaba centralmente en la alianza escuela-  familia ha sido agotado, y que entre una y otra institución hay un complejo conjunto de dispositivos mediadores, que posibilitan al joven el acceso simultáneo a distintos mundos posibles. De esta forma se convierte en un espacio vacío.

Estaría claro entonces, siguiendo esta línea de pensamiento, que resulta fundamental indagar sobre las fuentes que nutren los imaginarios de los jóvenes y ubicar los referentes a los que atribuyen mayor o menor credibilidad, y pensar cómo a partir de estas fuentes se derivan programas de acción reales.
También, si los bienes culturales no son solamente vehículos para la expresión de las identidades juveniles, sino además dimensión constitutiva de ellas, cabría preguntarse entonces: ¿Quiénes son los responsables de la distribución de los bienes culturales?

“Eres responsable de lo que has domesticado”. (El principito)4.

Con esto, la escuela no es ajena a las tensiones que circulan (sobre todo los desencuentros de sentido) y en medio de ellas los adolescentes configuran mundos y representaciones de ellos mismos y de los otros, en los que se produce un desplazamiento constante entre imágenes heredadas, búsqueda y construcción de otras y la dificultad de su adaptación en la institución.

“Sin embargo el significante escuela, con toda la carga simbólica que lo ha acompañado, se organiza de acuerdo con las condiciones concretas, simbólicas y materialmente construidas, en las que los sujetos inscriben sus relatos, y a su vez son portadores de otros nuevos o diferentes. Son precisamente estas inscripciones las que constituyen un referente significativo, ya que dan pistas para situar los alcances y límites que el término educación tiene en este momento histórico, así como las nuevas modulaciones que los diferentes agentes sociales están produciendo y que modifican profundamente las visiones en las que unicidad, dirección y certeza del porvenir constituyeron la base en la que ideologías, proyectos y movimientos, tanto intelectuales como sociales se asentaron”, Gómez Sollano (2005: 194).

El escenario actual plantea en el marco de la incertidumbre y complejidad en el que se teje la trama social contemporánea, ubicar los límites de los discursos pedagógicos que buscan su racionalidad teórica, política y ética en estructuras de pensamiento y acción que dejan de lado las particularidades de los sujetos involucrados en los procesos de formación y se organizan a partir de estándares de mediación que pretenden unificar al conjunto en función de ciertas normas, imágenes, roles, competencias, valores, jerarquías, que definen la forma de ser de los sujetos y de organizar  la institución más allá de las dinámicas que se producen cotidianamente en la relación pedagógica.

Es así que la trama de la relación pedagógica actual no podría expresarse ya más  con una tríada (alumno-docente-objeto del conocimiento) ya que este esquema deja espacios inciertos en los mundos en los que las adolescencias se producen, así como en las relaciones que construyen con la  dinámica escolar, con su entorno y con los agentes involucrados.

El significante alumno estalla frente a la diversidad de situaciones que viven los adolescentes y reconfigura el horizonte en el que la tarea educativa se lleva a cabo y adquiere sentido.

Dice Marcelo Carusso, que una institución es el lugar donde habita lo reificado. Reificar significa olvidar las cuestiones históricas que dieron origen a determinadas formas  y tomar esas formas como naturales. Reificar obtura la posibilidad de generar espacios donde la imaginación permita a los docentes tender puentes hacia los adolescentes y sus circunstancias.

La escuela es la única institución donde nadie está de más. En eso consiste la inclusión total: ingresar, permanecer  y egresar, haciendo del “estar” una experiencia dialogada de conocimiento.

Ahora bien, existen las ganas de “estar” pero... ¿dónde está puesto el interés?
…En los desaciertos del desinterés pero quizá no en sus desencantos, en la presencia de al menos “algo”, ese sentido que es convicción de posibilidad para que la motivación acontezca. Puede venir del hastío por la conformidad, por las nuevas experiencias, por la necesidad de corregir errores por haberse equivocado, por querer hacerlo o por sentirse atraído por cosas nuevas y como cosa rara el interés descansa donde la satisfacción por conocer comienza.

Conclusiones

¿Cuáles serían las características esperadas para una Institución que les diera la bienvenida a los adolescentes de hoy?

a) Una institución abierta que valoriza y tiene en cuenta los intereses, expectativas, conocimiento de los y las jóvenes.
b) Una escuela que favorece y da lugar al protagonismo de los jóvenes y donde los derechos de la adolescencia se expresan en instituciones y prácticas (de participación, expresión, comunicación, etc.) y no sólo se enuncian en los programas y contenidos escolares.
c) Una institución que no se limita a enseñar sino que se propone motivar, interesar, movilizar y desarrollar conocimientos significativos en la vida de las personas.
d) Una institución que se interesa por los adolescentes y los jóvenes como personas totales que se desempeñan en diversos campos sociales (la familia, el barrio, el deporte, etc.) y no sólo por los alumnos en tanto aprendices de determinadas disciplinas (la matemática, la lengua, la geografía, etc.).
e) Una institución flexible en tiempos, secuencias, metodologías, modelos de evaluación, sistemas de convivencia, etc. y que toma en cuenta la diversidad de la condición adolescente y juvenil (de género, cultura, social, étnica, religiosa, territorial, etc.).
f) Una institución que forma personas y ciudadanos y no “expertos” es decir, que desarrolla competencias y conocimientos transdisciplinarios útiles para la vida y no disciplinas y esquemas abstractos y conocimientos que sólo tienen valor en la escuela.
g) Una institución que atiende a todas las dimensiones del desarrollo humano: física, afectiva y cognitiva. Una institución donde las y los jóvenes aprenden a aprender en felicidad y que integra el desarrollo de la sensibilidad, la ética, la identidad y el conocimiento técnico-racional.
h) Una institución que acompaña y facilita la construcción de un proyecto de vida para las y los jóvenes. Para ello deberá desplegarse una “pedagogía de la presencia” caracterizada por el compromiso, la apertura y la reciprocidad del mundo adulto para con los y las  adolescentes jóvenes.
i) Una institución que desarrolla el sentido de pertenencia y con la que las y los jóvenes “se identifican”.

Con lo anterior, así mismo y en consecuencia el sentido del interés para la juventud dentro del sistema educativo cobra una gran importancia puesto que el joven no desconoce su situación actual, sino todo lo contrario, es un arquitecto silencioso de su propio destino y aprende de los destinos de sus semejantes, con lo cual se ingenia en la autentificación de si mismo contra el mundo. El silencio de la juventud debe romperse, alejarse de la penumbra que es la perspectiva donde lo tienen señalado, demostrar que ve, siente, aprende y como aprende. Que está dispuesto a conocer y que conoce.

La escuela, el educador, el sistema educativo necesitan acoger la experiencia del joven, eso implica «acoger la cultura de la calle que traen las y los jóvenes. La escuela debe ser capaz de reconocer la culturas que las y los estudiantes traen desde sus esquinas, calles, plazas, bandas, pandillas y grupos juveniles hacia el espacio escolar; reconocer también las formas de agrupamiento, las formas de los conflictos y de sus resoluciones, los códigos lingüísticos, la estética de cada grupo, las opciones y gustos, las cosmovisiones juveniles» (Duarte, 2000:117).

Negar, invisibilizar, reprimir, ocultar las múltiples y diversas manifestaciones juveniles ocultas en la escuela y vigentes en su exterior, implica mantener las relaciones asimétricas educador/joven, donde sólo se valora el mundo adulto. El educador necesita dejar de adoctrinar y más bien, buscar la figura de maestro, ese ser que admite la experiencia y la gran diferencia de los mundos juveniles. El maestro se deja alterar por el otro, en tanto explora y reconoce ese mundo juvenil desconocido e insólito para el mundo adulto.

En vista de lo que he escrito, señalo, cuán importante es responder a esta pregunta ¿y dónde están los jóvenes?, para aseverar… ¡aquí estamos!
Ver cuáles son los retos que debemos enfrentar y actuar en unidad con el sistema, no fuera de él, nunca distantes, ya se ha aislado suficiente el concepto juventud y se ha esquematizado bastante, privatizando en una serie de estándares y apariencias, no se puede dejar de estar en constante controversia. Realmente ¿cuánto hemos mejorado como sistema educativo?, para que los jóvenes se vuelvan activos creativos de su contexto y ya no más reflexivos pasivos. Para ello docencia, administración y estudiantado deben unificar esfuerzos, exigencias, compromisos y sentidos que cobren fuerza en intereses sólidos, que deben ser encaminados al crecimiento de la institución educativa que se sostiene.

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1 Estudiante de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma de Nayarit.
jangelmg@live.com.mx

2Zygmunt Bauman (Polonia, 1925), sociólogo Polaco.
3EL sociólogo Zygmunt Bauman es el autor del concepto «modernidad líquida» para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.

45El principito; Antoine de Saint-Exupéry