LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

Francisco José Tomás Moratalla (CV)

3.7-Valoracion del período.

A la espera de evaluaciones específicas de los distintos proyectos y acciones ejecutadas y sin desmerecer la importancia tanto de los temas abordados como de las contribuciones técnicas y monetarias realizadas por la CE en Venezuela; de una primera valoración del período analizado se desprende la idea de que la relevancia de la ayuda española, tanto respecto a su contribución a las prioridades nacionales, como a los logros del país en la reducción de la pobreza, estuvo bastante por debajo de su verdadero potencial. En términos generales la AOD española actuó de manera muy fragmentada, tanto en contenidos como actores; no respondió a criterios adecuados de concentración geográfica y sectorial, no tuvo un sentido estratégico en cuanto a las herramientas y sectores a abordar, fue poco previsible, si consideramos las muchas acciones ejecutadas no previstas en el PAE, y no contó con un marco jurídico y programático actualizado y suficientemente consensuado, tanto con el Gobierno Bolivariano, como con los actores de la Cooperación Española presentes en el país.

El programa de cooperación Hispano-Venezolano en el 2006-2010, respondió a un modelo de cooperación “vetusto” y muy poco adaptado a los particulares problemas del contexto de desarrollo venezolano que ya se señalaron en nuestro trabajo. Las herramientas aplicadas, los sectores prioritarios seleccionados y los objetivos perseguidos, respondieron a un formato de cooperación más propio de un PRM-baja o un PMA, que de un PRMA como Venezuela. Sorprende, sin embargo que se mantuviera esta inercia de trabajo durante todo el período estudiado, máxime si tenemos en cuenta las oportunidades para la reorientación que supusieron los cambios programáticos producidos tanto desde la perspectiva venezolana como la española. En este sentido la finalización del período de vigencia del PAE, en el 2008, fue una gran oportunidad perdida para evaluar y corregir la marcha del Programa de Cooperación. Tampoco se aprovechó la transición del II al III Plan Director, que como se sabe proponía claramente un nuevo enfoque de cooperación con los PRMA como Venezuela, para introducir nuevas herramientas, temáticas o modalidades de cooperación. Por supuesto, no se tuvieron en cuenta las recomendaciones para la cooperación con PRM emanadas de las conferencias internacionales impulsadas por España en Madrid y El Salvador (2007) o en Windhoek 2008. Por último el cambio del I al II PDES de Venezuela, tampoco significó, en lo absoluto, una reorientación de la Cooperación Hispano-Venezolana, pese al importante giro ideológico que supuso dicho cambio.

Un aspecto especialmente grave, en cuanto a potencial desaprovechado, fue la mínima articulación de la cooperación bilateral canalizada a través de la OTC, con la cooperación descentralizada, aportada por la CCAA de las Islas Canarias. Tampoco se aprovechó la ventajosa posición española, en términos de liderazgo entre los donantes, para impulsar una mayor integración de las misiones de cooperación con presencia en el país, especialmente en el marco de la UE, en su mandato de complementariedad y división del trabajo.
 
Pese a todo lo expuesto, la cooperación española se mantuvo, en cuanto a fondos aportados, en niveles de cooperación similares, aunque comparativamente bajos con respectos a otros PRMA de la Región, hasta que se hicieron sentir los efectos de la crisis; con lo que la sensación de potencial desaprovechado es si cabe todavía mayor.

Con respecto a las causas del particular desempeño de la CE en Venezuela, es evidente que hubo dos factores en los hechos del contexto que incidieron en el bajo potencial desplegado. En primer lugar las particulares y cambiantes condiciones institucionales, económicas, política y sociales, en que se desarrolló el trabajo de la CE en el país. En segundo lugar la falta de un marco de cooperación actualizado y acordado entre España-Venezuela que facilitara e hiciera más previsible el trabajo en el terreno.

En relación a la primera de las causas expuesta y como vimos en el análisis del contexto de desarrollo venezolano, las cambiantes condiciones del entorno de trabajo, supusieron un obstáculo, que si bien no era insalvable, si perjudicó la previsibilidad de la ayuda, el uso de los sistemas nacionales, cuyas instituciones públicas, por ejemplo, presentaron muy altos niveles de rotación tanto en los puestos ministeriales y viceministeriales, así como en buena parte de los cargos intermedios. Además también jugó en contra de un mejor rendimiento de la cooperación, las condicionalidades, reservas y valoraciones apriorísticas, de tipo ideológico, tanto por parte de España, como de Venezuela, que, como veremos con más detalle en el capítulo de las variables explicativas del desempeño de la cooperación Hispano-Venezolana, bloquearon relaciones de cooperación que en otros contextos hubieran sido normales. Esto, como también se analiza más adelante, limitó el uso de los sistemas nacionales, influyendo de manera negativa en las posibilidades de alineamiento y perjudicando la calidad del diálogo de políticas.

Precisamente en la calidad del diálogo de políticas se encuentra el motivo de la segunda de las causas ya expuestas y que no es otra que la falta de un marco de acuerdo a nivel de políticas de cooperación entre España-Venezuela que facilitara e hiciera más previsible el trabajo en el terreno. Como ya se mencionó en este capítulo, la no renovación de la Comisión Mixta desde el año 1999 nos indica bien a las claras de lo qué estamos hablando. Este hecho no contribuyó positivamente a la calidad y fluidez del diálogo de políticas con el país socio, pese a que a nivel operativo se mantuvo una interlocución constante con las principales instituciones que fueron contraparte nacional. Lo anterior es especialmente relevante si consideramos la posición de liderazgo de España entre el conjunto de donantes con presencia en el país, al menos desde la perspectiva de los fondos desembolsados y su proximidad cultural con Venezuela.

En todo caso y si bien los hechos generados en las condiciones del contexto supusieron una influencia negativa para el Programa de Cooperación desarrollado, no fueron determinantes, per se, en la poca calidad e idoneidad de la CE en Venezuela. En este sentido y como veremos en el capítulo de las variables explicativas del desempeño de la cooperación hispano-venezolana, el problema de fondo no estuvo tanto en los hechos del contexto, cualesquiera que estos fueran, como en las singulares interpretaciones que ambas partes hicieron de los mismos. Es decir, que ni las particulares y cambiantes condiciones Venezolanas, fruto de la excepcionalidad propia del proceso revolucionario, ni la falta del marco de cooperación actualizado y acordado entre ambas partes, fueron un obstáculo insalvable para haber desarrollado un programa de cooperación más efectivo; sino que el verdadero problema se situó en las interpretaciones restrictivas, en términos del interés nacional, que ambas partes, muy especialmente la española, hicieron de estos hechos.