LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

Francisco José Tomás Moratalla (CV)

2.1-Las interpretaciones españolas.

Si bien los hechos de la relación bilateral presentan un panorama sujeto tanto a interpretaciones favorables como negativas, lo cierto es que las interpretaciones de los actores españoles fueron fundamentalmente negativas. En este sentido y con el ánimo de recoger las más importantes, se puede señalar que: 1-Desde España, la formación de la opinión pública a través de agresivas campañas de prensa contra la Revolución Bolivariana, ver por ejemplo el diario ABC o incluso El País, presentaron a Venezuela como un “caos” en el que el clima político y social y la orientación “revolucionaria” del gobierno bolivariano suponían una amenaza real tanto para el pueblo venezolano en particular, como para la región latinoamericana y los intereses de España en general. 2- Esa visión no suficientemente contrastada, cuando no alimentada, por las distintas instancias de la Acción Exterior Española en el país, fueron consolidando la idea de un clima intensamente hostil para los intereses de España en Venezuela. 3- En dicho clima, se decía, habrían presentes más amenazas que oportunidades para España, a tenor del stock de inversiones acumulado, el saldo finalmente positivo de la balanza comercial y la importante comunidad española presente en el país. 4- Teniendo en cuenta todo lo anterior se fue imponiendo la idea de que lo más útil para la defensa de dichos intereses era la mantener un bajo perfil de toda la Acción Exterior Española en Venezuela, incluida la propia Cooperación Hispano-Venezolana, frente a quienes defendían, aunque de manera minoritaria, las potencialidades de la cooperación para favorecer el diálogo político y el entendimiento entre ambos gobiernos, en el marco de los grandes valores propugnados por la política de la Cooperación Española. 5- Esta posición de cautela, que fue plenamente asumida e impulsada por la OTC, llegó a convertirse, especialmente en este caso, en una suerte de “autocensura”, bajo la premisa de “mejor no hacer que errar”, con lo que las posibilidades para la implementación de la “AEA” quedaron muy mermadas al no contar, en el terreno, con el principal órgano encargado de liderar este proceso por parte Española. Una posición similar se adoptó, en el marco de la “reformulación a escala sub-estatal” (Sanahuja 2009:197) de intereses nacionales, por parte de otro de los principales actores de la CE en Venezuela, la Comunidad Autónoma de las Islas Canarias. Pero en este caso junto a la lógica cautela, se produjo también la progresiva orientación de la AOD hacia la atención social de la importante comunidad canaria presente en Venezuela. 6- Sin embargo y volviendo a la posición de la OTC, ésta estuvo respaldada y retroalimentada tanto por AECID en su sede central, sobre la base del argumento de la falta de interés mostrado por parte de las autoridades venezolanas en relación a la Cooperación Española, como por la ambigua y a veces “contradictoria” actitud de la Embajada. Dicha actitud osciló entre la promoción activa de la búsqueda de oportunidades de cooperación por parte de la OTC y el “miedo” a tener éxito en dicho activismo en cuanto pudiera no contribuir a apuntalar los mencionados intereses españoles en Venezuela, o bien en que al sí contribuir con dichos intereses pudiera también despertar las críticas del Gobierno Bolivariano. Al mismo tiempo existió miedo a que alguna iniciativa de cooperación pudiera acabar siendo criticada por los medios españoles en términos de actitud “colaboracionista” con lo que se denunciaba como el “Régimen Chavista”. 7-Sin embargo, en atención a la importancia del país para los intereses españoles y pese a considerarse que no se podía desplegar todo el potencial de la Cooperación, se siguió cooperando, sin que tuviera lugar el necesario replanteamiento o eventual cierre de dichas operaciones. Lo anterior se debió a una estrategia que osciló entre la pura “inercia” institucional y también, la esperanza, mal disimulada por parte de algunos funcionarios, sobre las posibilidades de un cambio que por la vía electoral diera acceso a otra opción política distinta al Chavismo, al Gobierno de Venezuela. En resumen la posición discursiva española podría resumirse en “hacer poco y de bajo perfil”, en lugar de aprovechar el potencial de la cooperación para fortalecer la relación bilateral, de modo que no se produjese un hipotético perjuicio al resto de temas en marcha. En este sentido, se argumentó que todo lo que no supusiese un beneficio claro en términos de la relación bilateral, como se interpretó era la AEA ampliada, mejor no llevarlo a cabo.