LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

Francisco José Tomás Moratalla (CV)

2.2-La mutua constitución entre estructuras y actores sociales.

Como ya se ha argumentado en este capítulo, la construcción social de la realidad y sus manifestaciones, en nuestro caso la AEA de la CID, parte de la mutua “constitución” entre actores o agentes y estructuras sociales en las relaciones internacionales (Wendt 1999, Ruggie 1998a, entre otros). Por un lado esto quiere decir que los actores sociales pueden producir, cambiar o reproducir las estructuras sociales tanto a través de la producción normativa como a través de sus costumbres o con la propia interacción entre actores en la práctica social. Es por ello que, el enfoque social-constructivista, aplicado a la interpretación de las relaciones internacionales, presta especial atención a la “función moral de agencia”, de los actores internacionales, entendida ésta como “institutional moral agency” (Erskine 2003) o la asignación de responsabilidades morales a los distintos actores de las relaciones internacionales en cuanto a lo que puedan hacer o dejar de hacer en función de sus responsabilidades. Esta “función de agencia” es también importante en relación a los actores de la cooperación, tales como los OOII, Estados y ONG, por cuanto se les supone promotores de determinados conceptos y valores propios tanto de la cooperación como del propio sistema internacional en su conjunto (Erskine, 2003: 21-24, en Sanahuja 2009:196). La “función de agencia” de los distintos actores de la cooperación constituye, así pues, un elemento fundamental para entender cómo se estructura la AEA y cómo, a través de la construcción social, ésta ha ido variando y transformándose a lo largo del tiempo en un proceso dinámico y todavía no finalizado. Desde este punto de vista cobran gran importancia no sólo las “dinámicas sociales y políticas domésticas” con la que los actores transforman la realidad, sino también “la manera en la que las sociedades construyen y proyectan a través de la política exterior los valores que las constituyen y en los que se basa su auto-percepción e imagen (Brysk, 2007 en Sanahuja 2009:196) y como esos mismos valores, a su vez tienen un papel fundamental en la “legitimación social y política de las instituciones y las normas internacionales” (Sanahuja 2009:196). Como señala Brysk (2007:3) “las identidades nacionales tienen una raíz histórica, pero no son fijas, por el contrario, las normas las reconstruyen de manera continua y dialéctica”. El modo en que esto sucede tampoco es uniforme, así para Brysk en algunos momentos “estas identidades aparecen inconscientemente, cuando han llegado a ser profundamente internalizadas, pero las normas socializadas aparecen cuando son contestadas por cambios externos o desafíos internos”

Por otro lado la construcción social de la realidad también significa que las estructuras sociales “constituyen” a los actores desde una doble perspectiva, les brindan el contexto que condiciona, “permite o limita”, sus posibilidades de acción y les proporcionan también una identidad social (Cox, 1996 y Ruggie 1998 en Schünneman 2010:52). Esta doble perspectiva es especialmente importante para lograr una comprensión más profunda de las relaciones internacionales en general y de la Cooperación al Desarrollo en particular. Como se intenta demostrar desde el enfoque social-constructivista, si entendemos los acuerdos y normas internacionales, en este caso los generados en el marco de la AEA, como estructuras sociales que permiten o limitan las posibilidades de acción de los actores internacionales, será más fácil explicar como éstas “influyen en la actuación de los Estados y en la conformación de sus intereses nacionales —en especial, los referidos a los derechos humanos, el medio ambiente y el desarrollo, incluidos los odm—, por lo que su política de cooperación no sólo estaría, por ello, determinada por actores y procesos políticos domésticos” (Kech y  Sikkink, 1998; Finnemore y Sikkink, 1998; Risse-Kappen, 1999; Park, 2006, en Sanahuja 2009:196). Resalta aquí la importancia de las teorías, en las Relaciones Internacionales entendidas en, la que es muy a menudo, su función normativa. Este aspecto es para Finnemore y Sikkink (1998:888) un “retorno a preocupaciones tradicionales de la disciplina” habida cuenta de que durante mucho tiempo se había negado esta posibilidad en aras de la objetividad de los estudios de las Relaciones Internacionales. En este sentido se vuelve clave entender cómo se constituyen las normas, cómo lo que “debería ser”, se traslada a lo que “es” y para ello es necesario entender cómo “las ideas de la gente sobre lo que es bueno y lo que debería ser el mundo, se convierten en realidad política” (Finnemore y Sikkink 1998:916). Pero el asunto no acaba aquí pues al mismo tiempo y como señala Rissen-Kappen (1999: 7), una vez que las ideas se convierten en normas, “todavía necesitamos saber como estas normas a su vez, influencian el comportamiento de los individuos o de los actores estatales”. Aquí cobra también enorme importancia, siguiendo nuevamente a (Finnemore y Sikkink 1998:915) prestar atención a los trabajos de la psicología que se centran en las “funciones del afecto, empatía, conformidad y estima” en cuanto a sus posibilidades para generar “micro-fundamentos para los comportamientos basados en normas”, lo que nos llevaría a su vez a preguntarnos sobre el papel que juega la elección de dichos comportamientos y “qué motiva la elección, así como el rol que juega la persuasión en los procesos normativos y cómo tratarla”.

Al mismo tiempo también las normas y valores, entendidos como estructuras sociales, “constituyen” a los actores dotándolos de una identidad social. Siguiendo a Risse-Kappen (1999:9), las identidades definen el “rango de intereses que los actores consideran como posible y apropiado”, o lo que es lo mismo, “lo que quiero depende en buena medida de lo soy”. Pero además las identidades “proveen una medida de inclusión y exclusión definiendo socialmente un “nosotros” que delinea sus límites contra los “otros”.Como señala Sanahuja (2009) dicha “constitución social” se produce “a través de procesos de socialización y difusión de normas y valores impulsados por organizaciones internacionales, ONG internacionales o «comunidades epistémicas» que contribuyen, desde la academia o instancias análogas, a definir agendas, enmarcar visiones y problemas, y legitimar o no comportamientos y funciones” (Kech y  Sikkink, 1998; Finnemore y Sikkink, 1998; Risse-Kappen, 1999; Park, 2006, en Sanahuja 2009:196). En este proceso de socialización de normas y valores hay una mutua interacción y retroalimentación constitutiva de sus identidades, entre los distintos actores. Así sucede, por ejemplo, con los OOII en su función de difusores de normas. Como demuestra Park (2006:342,343) al analizar el papel de los OOII en la difusión de normas, al preguntarse a su vez cómo, porqué y dónde consumen las normas antes de difundirlas, se hace evidente que los OOII no son únicamente difusores de normas. El argumento que usa Park para defender esta idea es que los OOII están conformados e influenciados tanto por estados como por actores no estatales tales como las ONG y redes de cabildeo transnacionales, lo que iría en contra de la opinión existente en la literatuta que tienden a combinar el papel de los OOII y de las ONG en el sistema internacional. Desde esa perspectiva postula que tanto las ONG como las redes de advocacy socializan con las OOII para que internalicen normas alternativas en procesos vis-à-vis de manera directa e indirecta, y es en este sentido que hay una mutua interacción y retroalimentación constitutiva de identidades en este proceso.

En definitiva y por lo expuesto hasta ahora es claro que los actores sociales existen dentro de un contexto y son entendidos o explicados en función de los significados o sentidos que se les atribuyen dentro de ese contexto (Cox, 1996 y Ruggie 1998 en Schünneman 2010:52).