LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

Francisco José Tomás Moratalla (CV)

MARCO TEORICO-METODOLOGICO PARA EL ANÁLISIS DE LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA.

En el presente capítulo se establecen los fundamentos teóricos y modelo explicativo que se considera más adecuado para interpretar la CID y la AEA, tanto en el caso específico de la Cooperación Hispano-Venezolana en particular, como en el marco más amplio de la Cooperación con América Latina en general. También se abordan las implicaciones metodológicas de la opción social-constructivista al ser aplicada al caso  de la AEA en la Cooperación Hispano-Venezolana.

I-Modelos teóricos para el análisis de la Cooperación Internacional para el Desarrollo.

La CID como fenómeno que podemos percibir de la realidad internacional, ha sido analizada desde distintos modelos teóricos de las Relaciones Internacionales, entendidas éstas como disciplina del conocimiento. Dichos modelos pueden ser aplicados a la CID en términos generales. También pueden utilizarse para explicar la AEA entendida como teoría y práctica para mejora la CID que se dirige a los países de América Latina. En especial la orientada a los PRMA como Venezuela, cooperación que debe estar especializada en las particulares circunstancias y problemas de desarrollo que presentan los países latinoamericanos de renta intermedia.

Siguiendo lo planteado por autores como Sanahuja (2011), habría al menos cuatro grandes corrientes teóricas de análisis de la CID. En primer lugar la que parte de la perspectiva del “realismo político”, para el que la cooperación al desarrollo se explica “como instrumento de la política de poder” (Sanahuja 2011:216) de los diferentes Estados, en el marco de lo que se considera es el interés nacional. Es importante aquí interpretar el interés nacional en términos de poder y como elemento articulador del Realismo Político (Morgenthau 1948). Desde este enfoque, que básicamente recoge los análisis de las corrientes del “realismo y neorrealismo”, se concibe la realidad internacional como un ámbito anárquico en el que imperan las relaciones de poder entre los distintos actores internacionales. Como señala Wendt (1999) los realistas y neorrealistas parten de un enfoque materialista para el análisis de la estructura internacional a la que conciben como una distribución de capacidades materiales entre los distintos actores que la integran. Desde estos análisis se niega la posibilidad de unas relaciones internacionales “éticas” que vayan más allá de los meros intereses nacionales y se concibe la cooperación al desarrollo como una herramienta enteramente subordinada a la política exterior de los Estados. Desde esta perspectiva, la AEA sería expresión de la “política de poder” de los países donantes, en el marco de relaciones de cooperación verticales entre el “Norte desarrollado” y el “Sur dependiente”.

Una segunda gran corriente sería aquella que desde la visión del “institucionalismo y las teorías de la opción racional”, (“rational choice”) concibe la ayuda como “medio para lograr intereses nacionales a menor coste y asegurar la provisión de bienes públicos y la acción colectiva internacional” (Sanahuja 2011:216). Estas teorías parten de una visión compleja de la realidad internacional a la que consideran a su vez como más descentralizada, en términos de poder, pero más conectada e interdependiente en términos de intereses. Volviendo a Wendt (1999) los institucionalistas neoliberales parten del enfoque materialista de la distribución de capacidades que proponen los neorrealistas para explicar la estructura del sistema internacional, pero le suman el componente institucional; es decir, le añaden, a la base materialista del enfoque, una superestructura institucional.  Es por todo ello que tampoco en este caso se concibe a la cooperación internacional desde una perspectiva ética, que pueda estar basada en “preferencias normativas”, sino que se la considera como una manera más “inteligente” o “práctica” de lograr intereses nacionales que por la vía del puro ejercicio del poder unilateral de un Estado, por poderoso que éste pueda ser. Desde esta perspectiva las normas y las instituciones son importantes en cuanto a su capacidad para “definir expectativas, incentivos y costes; reducir los costes de transacción derivados de la incertidumbre; propiciar acuerdos distributivos, y maximizar ganancias absolutas en términos del interés nacional” (Sanahuja 2009:195). Es por todo ello que desde el enfoque institucionalistas se concebiría la AEA como un instrumento al servicio de los intereses de la comunidad internacional del que obtener también ganancias en términos de los intereses nacionales.

Un tercer enfoque es el de los “social-constructivistas”, para los que la cooperación al desarrollo es “expresión de preferencias normativas e identidades colectivas” (Sanahuja 2011:216). Wendt (1999) señala que, a diferencia de los enfoques materialistas y racionalistas, el núcleo de este enfoque está en las ideas y los procesos de comunicación social que les dan lugar, como elementos claves para interpretar las relaciones internacionales. Para los social-constructivistas la realidad internacional no parte de una situación dada por el poder o los intereses, sino que es construida socialmente y por lo tanto no está predeterminada. En este sentido es posible pensar en unas relaciones internacionales éticas en las que la importancia de las ideas, en especial las relacionadas con los “valores e identidades”, estriba en su “papel constitutivo” sobre los “actores, las instituciones y normas sociales en los que éstos operan” (Sanahuja 2009:195). Desde la perspectiva social constructivista la AEA sería una “construcción social” compleja e incluso contradictoria, pues estaría atravesada por las relaciones de poder e intereses de los distintos actores de la comunidad internacional, en la que se reflejarían las “preferencias normativas” tanto de donantes como de receptores orientados a lograr una cooperación realmente efectiva.

Por último para el enfoque de las “teorías críticas y post-marxistas”, la cooperación al desarrollo se concibe “como una arena del conflicto entre la globalización neoliberal y las fuerzas sociales que pugnan por la redistribución de la riqueza y la regulación del capitalismo transnacional” (Sanahuja 2011: 216). Desde este enfoque, también la AEA sería ámbito concreto de manifestación del conflicto de los distintos actores de la comunidad internacional en cuanto a los principios, objetivos, componentes, y participantes que, entre otros aspectos, deberían integrar la AEA.

Cada uno de estos modelos parte de variables explicativas que, como señala Sanahuja, ponen el énfasis en el “poder, el interés o el conocimiento, lo que a su vez implica importantes diferencias epistemológicas y ontológicas” (Hasenclever et al., 1997: 1-7 en Sanahuja 2009: 195), como se analizará en el presente capítulo.

Como ya se ha se señalado al inicio de nuestro trabajo, optamos por la perspectiva del “social-constructivismo” como el marco teórico y analítico que, tomando como variables explicativas las identidades, los valores y los intereses, mejor ayuda a comprender y explicar la “Agenda de la Eficacia de la Ayuda” con América Latina en general y su aplicación en el caso específico de la Cooperación Hispano-Venezolana en particular. Expondremos a continuación en qué consiste esta corriente de pensamiento propio de las Relaciones Internacionales y analizaremos a su vez el debate actual entre “realismo” y “social-constructivismo” y su importancia en relación a nuestra tesis.