EL ESTUDIO OPERATIVO DE LA PSICOLOGÍA 
UNA APROXIMACIÓN MATEMÁTICA

EL ESTUDIO OPERATIVO DE LA PSICOLOG?A UNA APROXIMACI?N MATEM?TICA

Josep Maria Franquet i Bernis

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2. La cuantificación en el procedimiento experimental

Siguiendo ahora a R. Bayés, veamos que una de las soluciones propuestas para resolver el problema es el definir operacionalmente todos los términos que utilizamos en una investigación. Fraisse escribe: “La mayoría de los psicólogos admite, en la actualidad, esta forma moderna de empirismo, al menos como una norma que permite discernir lo que procede de la ciencia, de las especulaciones del espíritu”. Y a la pregunta de si debemos aceptar, o no, dicho método, Underwood contesta: “El problema no radica en aceptar o rechazar el operacionismo; plantearnos esta pregunta equivale a preguntarnos si aceptamos la ciencia como una técnica para comprender las leyes de la naturaleza. Sin ninguna duda podría afirmar que un criterio para conocer si un supuesto concepto empírico es o no un concepto científico consiste en comprobar si se encuentra, o no, operacionalmente definido”.

En realidad, mucho antes de que se inventara el término (Bridgman, 1927), los investigadores ya mostraron una clara preocupación en este sentido. Decía Claude Bernard : “La primera condición para hacer un experimento es que sus circunstancias sean tan bien conocidas y se encuentren tan precisamente definidas que siempre podamos reconstruirlas y reproducir los mismos fenómenos a nuestro antojo”.

Debemos tener en cuenta, sin embargo, que un concepto puede encontrarse definido operacionalmente y carecer de utilidad. La importancia de las definiciones operacionales radica en que permiten una clara intercomunicación científica, pero el operacionismo no es ninguna panacea para identificar qué variables son relevantes y cuáles no para describir un fenómeno. Si en lugar de actuar como lo hizo, Pavlov se hubiera dedicado a buscar definiciones operacionales de “adivinar”, “querer” o “desear”, es posible que lo hubiera conseguido, pero lo más probable es que las mismas no le hubieran conducido a ninguna parte.

En conclusión: la definición operacional de los términos que utilicemos es una condición necesaria, pero no suficiente, para efectuar una investigación provechosa. Más adelante volveremos sobre el tema.

En Psicología, lo mismo que en cualquier otra ciencia, la cuantificación y medición de los fenómenos no constituyen operaciones arbitrarias. Su función es permitir que observadores distintos puedan registrar un hecho utilizando los mismos datos y que, a partir de ellos, el hecho pueda ser explicado o reproducido con fidelidad por otros investigadores. A mayor precisión en la medida corresponderá mayor fidelidad en el registro de la observación y mayor fiabilidad en los datos. La utilización en Psicología experimental del término “variable” para referirnos a los aspectos del ambiente –variable independiente o explicativa– y de la conducta –variable dependiente o funcional– que, en cada momento, nos interesen, posee, lo mismo que en las demás ciencias, implicaciones cuantitativas: una variable, por sí misma, es algo que puede asumir distintos valores numéricos.

En el presente capítulo y en alguno anterior desarrollamos los conceptos básicos de probabilidad sobre los resultados o sucesos de un experimento psicológico aleatorio. Pero los experimentos aleatorios son tales que los resultados a que dan lugar pueden ser de naturaleza cualitativa (se expresan mediante “atributos”, como las preferencias de una persona acerca de un tipo de coche, o de un color, o de un partido político) o cuantitativa (como el cociente intelectual CI de los problemas del anexo 2). El hecho de trabajar con los resultados cualitativos introduce ciertas complicaciones, siendo de gran utilidad el cuantificar los resultados cualitativos del experimento aleatorio o, lo que es lo mismo, asignar un valor numérico a cada suceso del espacio muestral correspondiente al experimento aleatorio considerado. Esta relación entre los sucesos del espacio muestral y el valor numérico que se les asigna la establecemos mediante la variable aleatoria. También podemos decir, aunque de forma menos rigurosa, que una variable aleatoria es una variable cuyo valor numérico está determinado por el resultado de un experimento aleatorio .

La variable aleatoria puede tomar un número numerable no numerable de valores posibles, dando lugar a los tipos principales: discretas y continuas. Se dice que una variable aleatoria X es “discreta” si puede tomar un número finito o infinito, pero numerable, de posibles valores (v. gr., el número de personas). Por el contrario, la variable será “continua” si puede tomar un número infinito (no numerable) de valores, o bien, si puede tomar un número infinito de valores correspondientes a los puntos de uno o más intervalos de la recta real (v. gr., el tiempo de realización de un test).

En los experimentos de Pavlov, dos de las variables dependientes utilizadas fueron el número de gotas de saliva y la latencia de la respuesta (“tiempo de servicio” en Teoría de Colas) –tiempo transcurrido, en segundos, entre la presentación del estímulo y el comienzo de la respuesta–. Otra de las variables dependientes utilizadas en Psicología ha sido, por ejemplo, el tiempo que tardaba un organismo en recorrer un laberinto o solucionar un problema, la frecuencia de la respuesta, etc. Las variables independientes deben presentarse igualmente cuantificadas: en el caso de Pavlov, una de las variables independientes era el número de presentaciones asociadas de estímulo incondicionado y estímulo neutro; ejemplos de otras variables utilizadas en Psicología podrían ser: un programa de reforzamiento –por ejemplo, un FR 25, es decir, un programa en el que cada 25 respuestas que emite el organismo recibe un refuerzo–, la dosis de un fármaco concreto, el tiempo que el organismo ha permanecido privado de alimento, etc.

Como señala Bachrach , la primera cuestión básica es “¿Existe el fenómeno?”; la segunda, no menos importante, viene, a continuación: “Si existe, ¿en qué proporción?”. En el momento en que somos capaces de medir de forma fiable aspectos relevantes del fenómeno natural que nos interesa, hemos dado un paso de gigante en el análisis experimental de dicho fenómeno, el cual debe permitirnos su ulterior explicación, predicción y control.

Si repasamos los trabajos de Fechner, Pavlov, Thorndike, Skinner y tantos otros, veremos que todos ellos tienen un denominador común: la cuantificación de los fenómenos que estudian. Y en el contexto en que lo utilizamos, el término “cuantificación” no es, en absoluto, sinónimo de “estadística”.