La ética como disciplina es también denominada  filosofía moral, y es la rama de la filosofía que se ocupa de la reflexión  sobre la acción humana, sometida a reglas, dicho de otra forma, estudia la  moralidad de los actos humanos [Berumen, 2003; Canto-Sperber, 2001; Fagothey,  1983; Edel, 1968].
  La ética como reflexión tiene dos orígenes, el deseo  de fundamentar la acción humana o el deseo de explicar el mundo. Cuando se  trata del fundamento de la acción humana, su labor es llegar a plantear una  noción del bien, en esta noción se pueda reducir toda la actividad del hombre y  dirigirla de una manera perfectamente ordenada, conformando un sistema, que  relacione y haga concordar todos los preceptos de la práctica moral, con las  reglas de la vida que los justifiquen.
  Estas reglas suelen denominarse  moral práctica, conjunto de preceptos reguladores de la conducta del hombre en  las circunstancias ordinarias [Warnock, 1985: 161; Leclercq, 1960: 26].
  El segundo significado es el de la ética como sistema  de valores. Esta noción de ética está en relación con la moral y su condición  esencialmente normativa.
  Se puede entender por sistemas de valores, al conjunto  de reglas de conducta, tanto morales como sociales, o de cualquier otra índole,  que vienen a ser cualidades de carácter preferidas, y de metas típicamente  aprobadas dentro de una comunidad dada [Edel, 1968: 56; Leclercq, 1960: 11].
El sistema de valores es esencialmente normativo, porque se manifiesta por  un imperativo que se expresa en forma de precepto. Este imperativo va  acompañado de una construcción interior:
   debo hacer esto, debo  evitar aquello. Este imperativo genera una presión interior que inclina al  sujeto a conformar su acción de acuerdo con el precepto. 
    Los imperativos, y por lo tanto los preceptos, que  constituyen un sistema de valores, son de distintos órdenes, por lo que la  acción del sujeto responde a distintos tipos de imperativos, de los que algunos  se manifiestan por signos que guardan sorprendentes parecidos entre ellos. Por  dar algunos ejemplos podemos citar los imperativos sociales, religiosos,  profesionales, científicos, entre otros [Leclercq, 1960: 10].
    Para dejar más en claro este  punto, profundizaremos en algunos de estos tipos de preceptos. Los preceptos  sociales son aquellos que se imponen por el medio social. Comprenden la  imposición de ciertas actitudes a quien quiere ser aceptado en ese medio. Por  ejemplo, las reglas de cortesía exigen saludar de tal o cual manera, emplear  tal fórmula de saludo, encabezar y terminar una carta de tal forma [Leclercq,  1960:11].
    Otro ejemplo estaría en los preceptos de la ciencia,  la regla del rigor científico de Karl Popper, por citar un ejemplo, expresa que  para que un conocimiento sea científico necesita ser falseable. En este último  caso el precepto es impuesto por la comunidad científica y debe ser seguido y  ejecutado por todos los que deseen pertenecer a dicha comunidad, lo que no  ocurre si no son reconocidos como científicos.
    Por estas razones, cuando se hace referencia al  sistema de valores se plantea como el conjunto de reglas de conducta, de  distinta índole: morales, sociales, profesionales, etc., que quedan agrupadas  dentro del sistema y constituyen la moralidad de una comunidad dada.
    Así, cuando hablemos en el presente trabajo de la  ética de una comunidad específica, en realidad estamos haciendo uso de la noción  de ética como un sistema de valores que incluye todos los tipos de  construcciones normativas que regulan la acción de esa comunidad.
En el caso de las  comunidades científicas, al referirnos a la ética profesional de la comunidad  científica, se está hablando del sistema de valores internalizado en cada uno  de los miembros de la comunidad y al mismo tiempo compartido por todos,  derivado de la propia estructura social de la ciencia, por ello el sistema  integra valores de orden disciplinario, de orden técnico resultantes del  sistema nacional científico, de orden simbólico como son las normas elaboradas  por las sociedades científicas y de orden utilitario que son las normas  dictadas por el mercado de productos científicos.
  Como sistema internalizado de  valores en todos y cada uno de los miembros de la comunidad científica, la  ética profesional crea el marco de referencia común que permite la convivencia  y la cohesión social de la comunidad, por lo que constituye uno de los  elementos identitarios de la misma y de la integración del grupo.
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