Tesis doctorales de Economía


EL RIESGO DE DESASTRES: UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA

Carmen Delia Almaguer Riverón



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2.2.1 Los estudios sobre percepción social del riesgo: el enfoque psicométrico

La corriente más prolífica de estudios sobre percepción del riesgo, afirma Espluga (2002), desde finales de los años 70 del siglo XX, proviene de la psicología cognitiva , concretamente del enfoque psicométrico (representado por Slovic, Fischhoff, y otros investigadores del Decision Research Oregon).

El paradigma o enfoque psicométrico tiene por función: 1) Traducir los conceptos teóricos a indicadores mediante la operacionalización de constructos. 2) Aportar una lógica que posibilita la construcción de técnicas que evalúen rasgos psicológicos, psicosociales o ambientales de los sujetos. 3) Facilitar la articulación entre el discurso teórico y la aplicación práctica de los fenómenos psicológicos.

Según el paradigma psicométrico, se considera que la comprensión intuitiva del riesgo es un concepto multidimensional que no puede reducirse a un simple producto de probabilidades y consecuencias, sino que hay que integrar otros factores relacionados con todos los efectos indeseables que la gente asocia con una causa específica. En este sentido, las divergencias entre la percepción del público y la de los expertos no se deben sólo a la ignorancia de las magnitudes del riesgo definidas por los científicos, sino que hay otros elementos que las personas tienen en cuenta y que los expertos en ocasiones ignoran.

Los primeros trabajos sobre percepción del riesgo según Espluga (2002) intentaban descubrir los sesgos cognitivos que la gente tenía sobre los riesgos originados por ciertas tecnologías. Se pensó que una vez conocidos dichos sesgos cognitivos se podrían poner en práctica estrategias informativas y formativas para que aquellas personas “equivocadas” acercaran su percepción a las definiciones del riesgo realizadas por los expertos y aceptarán aquellas tecnologías o actividades.

Hay un cierto consenso entre la bibliografía, plantea Espluga (2002), en considerar que el debate sobre la aceptabilidad de los riesgos se inicia con un artículo de Starr (1969), quien basándose en las “preferencias implícitas” de los individuos, supuso que mediante un balance de daños y beneficios éstos son capaces de determinar hasta qué punto aceptan un riesgo. Sin embargo, con posterioridad se conoce que son muchos los parámetros que pueden usarse para caracterizar al riesgo y las percepciones sobre el mismo, por lo que su aceptabilidad no está sólo dada en los beneficios que puedan obtenerse.

Puy (1995) considera que a pesar de las limitaciones señaladas al enfoque psicométrico (tales como su carácter predominantemente descriptivo, sus pretensiones de universalidad, y las limitaciones propias de cualquier estudio correlacional), este enfoque debe ser reconocido como una aproximación metodológica útil para tratar de entender algunos de los discursos que subyacen en la percepción social del riesgo de una población, y en este sentido, pueden aplicarse a la hora de establecer un diagnóstico descriptivo que contribuya al diseño de determinadas estrategias de gestión e información sobre un riesgo determinado.

El estudio desarrollado por Sjöberg y Drottz-Sjöberg (1994) reseña las percepciones de riesgos radiológicos dentro del marco general de la investigación sobre percepción del riesgo, comentando la importancia y las implicaciones que tiene la elección de la terminología empleada, incluyendo además las múltiples definiciones que se dan de riesgo para la percepción y para la comunicación del mismo. Se describen en este trabajo, los factores esenciales que influyen sobre la evaluación subjetiva del riesgo que se encuentran en la literatura y se ilustra como ellos orientan las distintas reacciones respecto del radón en el interior de edificios y respecto de la precipitación radiactiva causada por accidentes de origen nuclear. También se ejemplifican las diferencias entre las evaluaciones del riesgo realizadas por expertos y por el público, presentándose algunos modelos exitosos sobre percepción y aceptación del riesgo y extrayéndose algunas conclusiones generales de las investigaciones.

Según Sjöberg y Drottz-Sjöberg (1994), la percepción del riesgo es un tema de investigación en el que se desarrolla gran actividad y citan en tal sentido la bibliografía publicada por Rormann (1991), las reseñas de Brehmer (1987), Drottz-Sjöberg (1991), y de Sjöberg (1979). Para los autores antes citados, las experiencias, las reacciones y las conductas humanas están guiadas por percepciones subjetivas de la realidad, basadas en información relativamente adecuada, de modo que las percepciones del riesgo están soportadas en experiencias subjetivas y en juicios intuitivos.

Resulta oportuna para la investigación que se presenta la consideración de los autores antes mencionados sobre los riesgos como esquemas teóricos estimados o construidos según los diversos contextos, ello subraya la idea de que los juicios intuitivos sobre el riesgo están relacionados tanto con estructuras personales, cognoscitivas, emocionales y de motivación, como con los ambientes sociales, culturales y políticos, cuestión que resulta relevante para la gestión local del riesgo.

La percepción del riesgo para Sjöberg y Drottz-Sjöberg (1994) depende del contexto en el que un peligro se convierte en realidad, así como del tipo de peligro de que se trata, y de la persona, o tipo de personas que emiten el juicio. El número de personas en riesgo de convertirse en víctimas o el número de muertos/heridos provocados por un solo evento son factores importantes, tanto como si las víctimas, o aquellos expuestos al riesgo, estaban o no informados del mismo. La exposición de personas no conocedoras de un cierto riesgo, incluyendo a las futuras generaciones imposibilitadas para influir sobre los acontecimientos actuales, ha sido causa, según los autores, de intensos debates éticos. Es importante, por lo tanto, distinguir entre los contextos normales de riesgos cotidianos y los de riesgos catastróficos, así como de eventos con un impacto inmediato o los de desarrollo lento o demorado.

El trabajo de Sjöberg y Drottz-Sjöberg (1994), ofrece una síntesis de los factores generalmente utilizados para explicar la percepción del riesgo, lo que sugiere la idea de abordar la percepción social del riesgo como un fenómeno complejo y multicausal. Tabla 1 (Anexo 2)

De significativa importancia para la realización de los estudios de percepción de los peligros son las valoraciones hechas por los autores antes citados, al referir la necesidad de tomar en consideración cuestiones tales como: el miedo, el control que supone el individuo que puede ejercer ante el peligro, el origen de este, la elección de los sujetos, los efectos que pueden generar en la población infantil, la presencia de peligros desconocidos, la posibilidad de ser impactado en lo personal, la confianza en las autoridades e instituciones encargadas de gestionar el riesgo, la conciencia ciudadana en materia de riesgos, la relación costo-beneficio, la memoria histórica, la difusión en el espacio y el tiempo atendiendo a que los eventos raros son percibidos como más riesgosos que los comunes y corrientes así como los efectos en la seguridad personal y en las propiedades personales junto a criterios de equidad y justicia social.

El estudio de las reacciones individuales y públicas al riesgo, según los autores citados, intentan mostrar qué cosas preocupan a la gente y sugieren que cuando las percepciones del riesgo estén inadecuadamente correlacionadas con las evaluaciones de los expertos en riesgos, se deberá investigar el tema con mayores detalles, completar o corregir la información faltante y suponer, incluso, que ha sido mal interpretada, o tomar acciones que mejoren el nivel sanitario y de seguridad. Es importante la consideración ofrecida en cuanto a que si bien el público puede carecer del conocimiento apropiado, es también cierto que las evaluaciones del riesgo de los expertos están, a veces, influenciadas por apreciaciones y no sólo por consideraciones reales.

Algunos autores, han propuesto listas de factores que pueden estar relacionados con la aceptabilidad del riesgo, así por ejemplo, Vlek y Stallen (1980) como valora Espluga (2002), apuntan a un listado de once categorías (las siete primeras más relacionadas con la decisión individual y las cuatro restantes más generales):

• Voluntariedad de la exposición

• Controlabilidad de las consecuencias

• Distribución de las consecuencias en el tiempo

• Distribución de las consecuencias en el espacio

• Contexto de la evaluación de la probabilidad

• Contexto de la evaluación de la magnitud del daño

• Combinación de la probabilidad y de la gravedad del daño

• Conocimiento de la actividad o tecnología (familiaridad)

• Condiciones de los individuos

• Consideraciones sociales (opinión pública)

• Confianza en los expertos / legisladores.

Otros autores como Otway (1982), según refiere Espluga (2002), elaboraron otros listados, pero advirtieron que nunca se podría listar un conjunto completo y generalizable ya que dichas características pueden ser cualquier cosa que la gente haya aprendido a asociar con la tecnología o actividad de riesgo, por lo que en cada caso concreto se podrían individuar nuevos factores.

En la investigación “Percepción Social de los Riesgos y Gestión de las Emergencias Ambientales”, Puy y Aragonés (1997), presentan los resultados empíricos de una investigación inspirada en el paradigma psicométrico sobre la percepción social de riesgos ambientales en el contexto cultural español. La finalidad de su investigación, es explicar cómo las personas entienden ciertos peligros ambientales a través de diversas dimensiones de juicio, tomando en consideración las diferencias grupales en función de la edad, género y nivel educativo de los participantes, con el objetivo, de explorar además, la influencia de los factores sociales y culturales en los juicios sobre el riesgo.

Al ser los individuos proclives a valorar la anticipación de los efectos que puede ocasionar una tecnología o un fenómeno natural, la percepción de riesgos pudiera resultar influenciada por el grado de preparación que los individuos tienen para enfrentar de manera efectiva los peligros y desastres en términos generales, y por lo tanto incidir en las respuestas inadecuadas o no que puedan dar ante el problema real una vez que se presenta.

Teniendo en cuenta lo antes dicho, resulta significativo conocer cuáles son los peligros que la población considera como más serios, de forma que las organizaciones, puedan proporcionarles la información y el desarrollo de destrezas necesarias para enfrentar los mismos. Igualmente resulta importante conocer las variables personales y sociales predictoras de los juicios de peligrosidad que los individuos establecen porque conociendo los mismos, es posible establecer, qué condiciones educativas o de intervención social así como qué tipos de personas son más proclives a percibir diferentes niveles de riesgo en cada contexto.

Slovic y Weber (2002:7) consideran que “…una estrategia amplia para estudiar el riesgo percibido es desarrollar una taxonomía para los peligros que puede ser usada para entender las respuestas predictivas del riesgo. Un esquema de taxonomías podría explicar por ejemplo las diferencias entre estas reacciones y las opiniones de los expertos (…) El acercamiento más común a esto lo ha empleado el paradigma psicométrico, numerosos estudios llevados a cabo dentro del mismo han mostrado que el riesgo percibido es cuantificable y predecible y que las técnicas psicométricas pueden ser apropiadas para identificar similitudes y diferencias entre los grupos con respecto a las percepciones de riesgo.”

Algo semejante sugiere Espluga (2002), al plantear que el paradigma psicométrico puede contribuir a explicar ciertos comportamientos ante los peligros y que las aportaciones de la teoría cultural ayudan a comprender que cada persona se halla inmersa en una red de relaciones que conforma un grupo social que privilegia unas creencias y unos valores respecto a otros, por lo que diferentes personas pueden percibir y temer a diferentes peligros, no obstante, considera el autor, se debe remarcar la importancia de la perspectiva sociológica ya que abre la puerta a una nueva dimensión para entender el funcionamiento en la práctica de la prevención social de riesgos.

En un intento por comprender y explicar los comportamientos y actitudes que las personas tienen o escenifican ante el riesgo, desde las ciencias sociales se han añadido nuevas dimensiones a dicho concepto. Así, Douglas y Wildavsky (1982) citados por Espluga (2002), suponen que las creencias y valores compartidos por determinados grupos (sociales y culturales) influyen en la selección de lo que se considera o no como riesgo, de tal manera que, las personas de estos grupos se preocupan especialmente de aquellos acontecimientos o aspectos que más pueden afectar o poner en peligro sus sistemas de creencias o valores, su manera de entender y de vivir las relaciones sociales. Cada grupo social selecciona (inadvertidamente) los riesgos que “quiere” temer con la finalidad de dar coherencia a su forma de vivir y a sus propios valores e ignora el resto de los posibles riesgos que pueden ser relevantes para otros grupos sociales. Desde esta perspectiva, la percepción del riesgo y el comportamiento seguro o inseguro de los individuos puede tener que ver con su socialización en alguna de las tipologías culturales propuestas por los autores: cultura jerárquica, igualitaria e individualista.

Espluga (2002) en el análisis que hace sobre la percepción social del riesgo en la dimensión sociológica, cita a Wynne (1996) quien sugiere que las percepciones sociales del riesgo no están tan directamente relacionadas con percepciones o evaluaciones de alguna cosa objetivamente existente, sino más bien con las relaciones que las personas mantienen con las instituciones responsables de gestionar el riesgo.

Según Espluga (2002), como en las estimaciones expertas del riesgo hay numerosos y elevados niveles de incertidumbre, es perfectamente racional que los individuos no se limiten a ellas a la hora de valorar las magnitudes de los riesgos y es lógico suponer que se pregunten también sobre cosas como qué tipo de confianza les merecen las instituciones implicadas en la gestión del riesgo. Las percepciones públicas y las respuestas al riesgo están basadas en juicios racionales sobre la conducta de las instituciones expertas y sobre su capacidad para ser dignas de confianza.

En el proceso de investigación se consultó el trabajo “Percepción sobre Riesgos y Cultura de la Población sobre la Gestión de la Crisis” del Centro Europeo de Investigación Social de Emergencias (CEISE) de la Dirección General de Protección Civil de España realizada por García y Puertas (1991). El estudio se realizó desde una óptica global del conjunto de la población española con la finalidad de obtener una primera aproximación para iniciar el conocimiento sobre la percepción de la población y la “cultura” de los españoles acerca de los desastres y de la gestión de las crisis provocadas por emergencias. La investigación, proporcionó elementos de referencia y algunas guías básicas susceptibles de ser utilizadas en otras investigaciones de carácter limitado como zonas específicas, desastres concretos y otras. Para la obtención de la información, se aplicó un cuestionario a 1 411 personas distribuidas por áreas Nielsen , las variables estudiadas fueron: percepción sobre la probabilidad de riesgos, riesgos sufridos alguna vez, primera sensación ante la crisis, nivel de conocimiento de planes de emergencia, de sistemas de alerta, nivel de formación y medios a través de los que se informó.

Otros estudios sobre percepción del riesgo de carácter cuantitativo lo realizan Corral, Frías y González (2003), quienes analizan las respuestas dadas por 200 habitantes de una ciudad del Norte de México. El instrumento diseñado y aplicado investigaba el grado de riesgo percibido en 84 situaciones diferentes, entre las que se incluían peligros potenciales debidos a la naturaleza, el uso de las tecnologías, conductas criminales y comportamientos personales de riesgo, por lo que se valora el riesgo ambiental, social y el propiamente personal.


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