Tania Machado Martínez  (CV)
			    
             taniam@ahp.vcl.cu
            
Archivo Histórico Provincial
                  
                                 
		      
			
			
			 
			
Resumen 
              El  conocimiento del papel de la agroindustria azucarera en la historia de Cuba,  resulta indispensable para la comprensión del proceso de Formación Nacional  cubano, teniendo en cuenta la influencia que tuvo ésta en la modelación de la  sociedad cubana, como primer renglón de la economía, alrededor del cual se  movió todo el acontecer sociopolítico y cultural del país, incidiendo, incluso,  en la formación de los grandes movimientos sociales, de instituciones y  personalidades prominentes, que determinaron la trayectoria política, jurídica  y social de nuestro país. Por tanto la deformación económica del desarrollo  capitalista del Estado cubano, tiene sus fundamentos en el modelo  agroexportador azucarero y en la fuerte vinculación al mercado norteamericano,  por el carácter dependiente y latifundista con que se estableció durante en el  siglo XIX, impidiendo la diversificación de la estructura productiva cubana.
  Palabras claves: agroindustria azucarera cubana, proceso de  formación nacional, estructura económica, modelo agroexportador.
Para entender el desarrollo de la  economía azucarera en el primer cuarto del siglo XX y su incidencia en el  proceso de formación nacional cubano es esencial realizar un análisis previo de  su evolución histórica de crecimiento y organización, concretamente desde  finales del siglo XVIII. Demostrar la hipótesis del presente trabajo exige, por  consiguiente, dedicar un epígrafe a este estudio.
En cuanto a lo anterior, se hace  preciso hacer un análisis acerca de la estructura agraria de Cuba establecida  desde el primer siglo de colonización, puesto que durante un largo período,  coexisten las viejas formas de propiedad agraria y las nuevas, creadas por el  proceso de lenta evolución interna ocurrido durante el XVII, lapso en el cual  el tabaco se mantuvo como principal producto de la agricultura para la  exportación. Desde la segunda mitad del siglo XVIII ocurre la transición de la  supremacía agrícola y comercial del tabaco a la del azúcar, que se profundizará  hacia 1780.1  A  diferencia de la agricultura tabacalera, basada en el minifundio y en la  inmigración blanca, la cañera se establece sobre la gran propiedad agraria, y  por consiguiente, de la inmigración masiva de esclavos. 2 Es importante destacar que, durante este período, la producción cafetalera  evoluciona a la par de la azucarera, sobre todo en la región occidental del  país donde esta no había penetrado suficientemente. No obstante, la caña logra  desplazar a sus rivales, estableciéndose a partir de 1790, como primer renglón  de la economía insular. 
Tabla 1
Promedio de  exportación de azúcar, café y tabaco entre 1760-1804 *
        
        *  Medias  quinquenales en toneladas (t) (salvo los cigarros, que son miles) y porcentaje  de crecimiento entre lustros. Cuando no hay información en alguna fecha, la  tasa de incremento se divide por el número de quinquenios transcurridos desde  el dato inmediatamente anterior. (Notal del Autor de la Fuente)
  Fuente:  Extraído de A. Santamaría: Reformas coloniales, economía y especialización  productiva en Puerto Rico y Cuba, 1760-1850, p. 12.
        Debe observarse que, entre 1790 y  1804, las exportaciones de azúcar cubano subieron de 16.630 a 34.930 t, o sea,  más del doble de la cifra anterior, mientras que las de tabaco en rama tuvieron  un ligero aumento después de la caída del período 1795-1799, lo que conllevó a  transformaciones en la estructura agraria del país, 3 provocando una crisis en el sistema económico metropolitano.
        La preeminencia del azúcar criollo en  el mercado mundial fue posible gracias a una serie de acontecimientos ocurridos  en el plano internacional, además de las favorables condiciones del terreno y  el clima cubanos. Un importante papel tuvo el deterioro a que se enfrentaba el  colonialismo español debido al largo período de guerras que contrarrestan su  sistema comercial y agudizan las ya críticas relaciones metrópoli-colonia. Es  esencial, para este análisis, en particular, y a la tesis de investigación, en  general, el ascenso de los Estados Unidos como nación independiente, hecho que  marcaría decisivamente el posterior acontecer socio-económico de la isla, como  consecuencia de la ruptura del marco comercial establecido en el Caribe, a  partir del advenimiento y consolidación de nuevas formas de dominación en  América, y en el mundo, en general, marcadas por la adquisición de nuevos  mercados y fuentes de comercio. El comercio ilícito entre Cuba y Norteamérica  existía antes de la independencia de las Trece Colonias, su volumen variaba de  acuerdo a la flexibilidad de los funcionarios locales. Estos contactos  constituyeron la base de la expansión posterior de las relaciones comerciales  entre los dos países. En sentido contrario, la crisis creada por la Revolución  independentista en Haití determina la cesación de este país como primer  proveedor de azúcar al mercado mundial y la conversión de Cuba en centro  principal de la producción azucarera.
        En tales condiciones se expande la  agroindustria azucarera, favorecida por las primeras medidas proteccionistas a  la producción del azúcar cubano,4  propiciando el aumento del número de plantaciones dentro de las principales  zonas cañeras establecidas desde mediados del siglo XVIII: la primera se extendía  desde la región habanera, hasta la jurisdicción de la ciudad de Matanzas,  bordeando la costa; la otra se encontraba en los alrededores de la ciudad de  Bayamo y de Santiago de Cuba; y la otra en la región central. No obstante, aún  este ritmo de crecimiento dependía, en gran medida, del desigual desarrollo  regional, el panorama agrario cubano, así como de las restricciones impuestas  por la metrópoli al comercio insular y la escasez de esclavos.5 
        La estructura agraria de Cuba sentó  sus bases sobre el desigual desarrollo regional, de ahí que mientras en el  Occidente ocurre el proceso de liquidación de las haciendas comuneras desde  mediados del siglo XVIII, propiciado por el desarrollo de la agricultura  comercial, en la región centro-oriental este proceso se inicia casi un siglo  después, entre 1830-40, lo cual “será  causa de su retraso y de las marcadas diferencias económicas con respecto a  Occidente, sobre todo en Camagüey y el Centro”.6  A partir de 1790, la acción estatal para el fomento de la propiedad territorial  estuvo prácticamente abolida, con la prohibición de las mercedes municipales de  tierras, y la sustitución de estas por la venta y composición de realengos. No  obstante, hasta bien avanzado el siglo XIX se mantuvo la mercedación de tierras  en Sancti Spíritus, Santa Clara, Remedios, Puerto Príncipe, contraviniendo la  disposición de 1739, lo cual reconoce el deterioro del sistema colonial a  medida que ocurre el proceso de transformación de la estructura agraria  insular. En el mismo sentido, el crecimiento desigual de la agroindustria  azucarera en las distintas regiones, posibilitó el desarrollo económico de unas  y el atraso de otras. A principios del XVIII, la ganadería constituía la  actividad económica primordial en las regiones centro-orientales, sobre la base  de la existencia de la hacienda comunera, constituyendo un obstáculo para el  desarrollo de la propiedad agraria, en detrimento de otros renglones  productivos, como la caña, y por consiguiente de la agricultura comercial.
        Una de las particularidades a tener en  cuenta para el análisis del desarrollo socioeconómico de Cuba es la existencia  de relaciones de producción esclavistas no correspondientes al nivel  económico-social establecido: el proceso de desarrollo histórico cubano ha  alcanzado el modo producción capitalista, pero mantiene formas de coacción  esclavistas, o sea, las necesidades históricas concretas fueron tan poderosas  que determinaron el resurgimiento, no solo en Cuba, sino a nivel mundial, de la  esclavitud como relación económico-social predominante en las colonias de  plantación.7  Desde la  segunda mitad del siglo XVIII, y durante todo el siglo XIX, la fuerza de  trabajo era insuficiente a las exigencias de la producción para el mercado  cubano. La adopción de las medidas necesarias por parte de la metrópoli,  hubiera permitido atraer inmigrantes a la Isla, pero esta no previó nunca una  acción estatal al respecto. 
        La constante situación de la mano de  obra hizo que la Comisión  de Población Blanca de la Junta  de Fomento buscara nuevos mecanismos oficiales, llegando a ofrecer premios al  proyecto individual que aportara soluciones. Atendiendo al problema y los  incentivos, Miguel Estorch, introdujo entre 1839-1840, cientos de canarios y  catalanes en la zona de Puerto Príncipe. Julián de Zulueta seguiría esta  política en su ingenio Álava, con  vascos como obreros asalariados de la industria. En 1847 comenzó la entrada de  inmigrantes chinos. 8 El capital  para estas empresas era suministrado por fondos públicos, por la Junta de  Fomento y por importadores particulares, que, en la mayoría de los casos, se  dedicaron a la trata negrera: Torices  Ferrán y D., de la Empresa de Colonización, Drake y Hermanos, Campbell, Pereda M. y Compañía, Villoldo W. y Compañía. Durante las décadas de 1850 y 1860  surgieron varios consorcios destinados a la inmigración de chinos, entre ellas, La Alianza y La Compañía de Hacendados. 9
        Los hacendados criollos se vieron  obligados a utilizar ciertas variantes financieras para la compra de esclavos y  equipamiento, 10 que, a la  postre, complicaron el desarrollo de la economía nacional. Los términos  impuestos para los préstamos hipotecarios se concretaban en condiciones  bastantes onerosas, tanto por los plazos como por los intereses, comprometiendo  las cosechas, muchas veces a precios inferiores al de los mercados, situando a  los comerciantes en una posición dominante frente a los hacendados. Asimismo,  un número importante de comerciantes refaccionistas logró el control de gran  parte de los ingenios existentes desde finales del siglo XVIII y la primera  mitad del XIX, llevados por el crecimiento que tuvo la economía cubana durante  el período.
        Ahora bien, desde inicios de la  segunda mitad del siglo XIX, el mercado norteamericano logra una incidencia,  cada vez mayor, en la economía cubana, a partir de la conversión de Cuba en  proveedora de azúcar no refinada, o mascabado, 11 para la industria refinadora estadounidense. Siendo así, la producción de  mascabado constituyó un beneficio económico-político para Estados Unidos, a  partir de la especialización de Cuba como productora de la materia prima,  complementaria de las grandes refinerías neoyorquinas, 12 renunciando a la realización de grandes inversiones en maquinarias y esclavos,  exigida por la culminación del proceso de producción de azúcar refino, imponiéndose  así el retraso técnico en los ingenios cubanos, situación esta que perduraría  hasta inicios de la década de 1890. 
        La Guerra de los Diez Años llevó a un  empeoramiento de la situación económica de la Isla. A ello se suma la división  existente en cuanto a las nuevas formas económicas y las formas tradicionales,  concentradas unas en el occidente, y otras, en el centro oriente de la Isla.  Siendo esta última la que sufriera más directamente los efectos de las  operaciones militares, sobre todo desde 1872. A consecuencia de la guerra,  pueblos y caseríos fueron destruidos, quemados los ingenios, arruinadas las  haciendas y los campos, especialmente, en Puerto Príncipe y Oriente. 
  Tabla 2
  Producción azucarera  durante la Guerra de los 10 Años por regiones
  
  Fuente:  M. Moreno: El ingenio complejo económico social cubano del azúcar, t.  III, p. 60.
        Según se aprecia, Puerto Príncipe no  produjo azúcar a partir de esta fecha, hasta tres años después de culminada la  contienda, en la zafra de 1881, que alcanzó solo el 0,86% de la producción  nacional, mientras que Oriente, mantuvo muy bajo niveles de producción  azucarera.13 
        Al culminar la guerra, en 1878, la  situación agraria del país es crítica. Caracterizada por la destrucción de gran  parte de la base agroindustrial azucarera en las regiones centro orientales,  especialmente, Puerto Príncipe y Oriente, donde la existencia, hasta el  momento, de formas tradicionales de explotación de la tierra habían  obstaculizado la inserción de las nuevas formas capitalistas de producción,  que, en tales condiciones, había obligado a la reorganización de la propiedad  agraria sobre la base de las crecientes necesidades de tierras para la  agricultura comercial. Este proceso, iniciado aquí, continuará durante la  República, y servirá de plataforma para la formación de los latifundios  azucareros, o sea la concentración de gran cantidad de tierras en manos de unos  pocos propietarios, teniendo en cuenta que las necesidades de materias primas  para la industria azucarera eran cada vez mayores, solo cubiertas a través de  la tenencia de plantaciones propias, o de colonos independientes, ya sean  propietarios o arrendatarios de las tierras.14  Este fenómeno, indiscutiblemente dominante en la agroindustria azucarera  cubana, mantuvo a la primera industria del país en circunstancias económicas  favorables para competir con los principales productores del mundo.
        Otra de las consecuencias de la guerra  que mayor incidencia tuvo en la transformación económica del país fue la  aceleración del proceso de concentración de la propiedad que venía  produciéndose, en Cuba, desde la década de 1840: eliminación de ingenios, unión  y/o fundación de otros nuevos de mayor nivel de eficiencia y perfeccionamiento,  conversión de los antiguos ingenios en colonias de los nuevos centrales en  manos de un número muy limitado de propietarios. No obstante, la reducción del  total de unidades productoras no redundó en una disminución de la producción  nacional azucarera, sino todo lo contrario. Según Julio Le Riverend, entre 1850  y 1860 desaparecieron no menos de 385 ingenios, mientras que el ritmo de  producción creció de 294.952 Tm, en 1850, a 428.769, en 1860. Asimismo, durante  el período bélico, 1868-1878, se mantuvo entre 720.250 y 553.364 Tm, siendo en  este último más bajo debido a la depresión iniciada en 1876, que desembocó en  la crisis de 1883-84. No obstante, en 1879, Cuba logró producir 55.000 Tm de  azúcar más que en 1868.
        Complemento de lo anterior, es la  centralización de la propiedad, o sea, el incremento del volumen de capitales aislados  a partir de la fusión de varios capitales, a través de la integración de  sociedades por acciones, en un solo propietario,15  que, a la postre, se manifestó en la formación de los grupos de poder económico  y en la influencia política alcanzada por ellos. En esto tuvieron un papel  fundamental las condiciones creadas por la utilización de los métodos tales  como: el embargo de los bienes a infidentes, establecido en los años de la  guerra, la supresión del “privilegio de ingenios”, de 1595, y la imposición de la Ley Hipotecaria, de 1880. 16 También,  y como parte de este proceso, entre los años 1840 y 1880 se produjo la  separación del sector fabril de la agricultura cañera, con una elevada  eficiencia técnica y un número considerable de trabajadores asalariados, del  sector agrícola, más atrasado, donde se concentraba la utilización de la fuerza  de trabajo esclava, que agrupaba, por lo tanto, los elementos de la burguesía  esclavista más afectados por la abolición del esclavitud.
        Entre 1883-1884 ocurre una severa crisis,  producto de la depresión iniciada en 1876, que tuvo su mayor incidencia en la  disminución de las exportaciones, principal fuente de ingresos hasta el  momento, que, junto a una ostensible reducción de los precios del azúcar  imposibilitaron aún más la urgente reestructuración que precisaba la industria  azucarera cubana. En estas condiciones se elevó la necesidad de las inversiones  extranjeras en el perfeccionamiento industrial sobre nuevas bases técnicas y  agrícolas obligando a los inversionistas cubanos o españoles a dedicarse a las  ramas de la economía que menos, o ninguna, inversión precisaba. O sea, en 1890  Cuba carecía totalmente de instituciones dedicadas al financiamiento de la  agricultura. De hecho, la Caja  de Ahorros, cuyo surgimiento se debió, en gran medida, a los industriales  azucareros, para operar esencialmente en ese sector económico, desapareció tras  la crisis de 1883-84. 
        El sistema monetario español se había  establecido en la Isla el 19 de octubre de 1868, por Real Decreto, pero las diversas  alteraciones que sufrió en su evolución lo convirtieron en una muestra más del  desorden económico que la metrópoli hispana imponía a sus colonias, “continuó durante la última Guerra de  Independencia y se complicó aún más a raíz de la intervención americana, cuando  el dólar comenzó a circular libre y predominantemente en el país”.17  La crisis  general existente, producto de la ineficiente organización económica y las casi  nulas perspectivas financieras resquebrajaron al límite las posibilidades de  desarrollo de la propiedad agraria e industrial. En consecuencia, apenas unas  pocas entidades bancarias sobrevivieron, las más significativas, el Banco de  Comercio y el Banco Español, acentuaron aún más las ya existentes limitaciones  a sus concesiones crediticias.
        Para abundar aún más en la situación  financiera insular, es necesario tener en cuenta la importancia que va tomando  la intervención del capital extranjero, indirectamente, a través del crédito  comercial, y directamente, en la minería del cobre, las cuales se venían  sintiendo desde mediados de siglo, y que, entre 1878-1902, aumentarían su  alcance, hasta convertirse en el único sostén financiero. Es el caso, por  ejemplo, de la firma norteamericana Edwin  Atkins and Company, de Boston, que llegó a Cuba en 1866,18  adquiriendo el central Soledad, en  Cienfuegos, Las Villas, a través de un crédito hipotecario. De la misma manera,  pero junto a Henry O. Havemeyer, del trust refinador norteamericano del azúcar,  erigió el Trinidad Sugar Co., en  1890, y, en 1915, junto a otros capitales bostonianos, participó en la creación  del Punta Alegre Sugar Company, del que fue presidente, y el American Sugar Refining Co.
        A partir de ese momento las  inversiones extranjeras, en especial, las norteamericanas, van a cumplir un  papel fundamental, no solo en el desarrollo de la industria azucarera cubana,  sino en el ámbito económico del país, en general. Los inversores  norteamericanos, corredores de azúcar y proveedores de equipos e insumos,  impusieron normas, cada vez más ventajosas, a los hacendados cubanos: elevación  de los intereses y plazos más cortos a los créditos, aprovechando al máximo las  operaciones financieras vinculadas a la producción azucarera cubana. De esa  manera, establecieron el control sobre un número, cada vez mayor, de las  propiedades adquiridas por el incumplimiento de sus prestatarios. En este orden  de cosas, las propiedades cubanas y españolas, fueron pasando a manos de los  grupos financieros, especialmente norteamericanos, poseedores de una  organización económica más eficiente y mayores recursos a su disposición: “Hacia 1899 se estimaba que las inversiones  norteamericanas en Cuba ascendían a 50 millones de dólares”.19  De hecho,  la razón por la que Cuba no experimentó un proceso de diversificación agrícola,  similar al ocurrido en otros países, durante la década de 1930, manteniendo el  modelo económico monoproductor y monoexportador azucarero, fue producto de la  fuerte vinculación con el mercado norteamericano adquirida desde mediados del  siglo XIX. En estas nuevas condiciones se iniciaron las tareas de  reconstrucción general que exigía la situación del país, a la llegada del  Gobierno Interventor norteamericano.
        Otra cuestión esencial para este  análisis es la situación socioeconómica en que había quedado el país después de  la Guerra de Independencia. La estrategia de lucha llevada a cabo por los  revolucionarios destruyó parcialmente la base de sustentación económica de la  Isla, especialmente la azucarera, evidenciado en un testimonio del corresponsal  del Louisiana Planter,que  escribía en abril de 1896: “Es imposible  ver sin un sentimiento de profunda pena y desesperanza las condiciones de  miseria a que la insurrección ha conducido este, antes próspero y rico país.  Parece que no se desea poner fin a la total destrucción de fábricas de azúcar,  casas de curar tabaco y toda clase de propiedades a través de esta infortunada  isla...”. 20 Un  informe del mes de abril de 1896, estimaba que el total de la deuda de Cuba,  por los daños de la insurrección más la deuda acumulada hasta ese período,  ascendía a 468.582.025$. 
        En un análisis de la situación el  corresponsal del Louisiana Planter,  expresó: “El valor total de las propiedades pérdidas como consecuencia de la  guerra se estima en 500 millones de dólares, en números redondos, y la Isla  necesitará ser provista de capital extranjero que venga en cantidad mayor que  antes y en seis o siete años para recuperar su anterior prosperidad”.21  El endeudamiento de los propietarios era tal que el Círculo de Hacendados solicitóla revisión de los créditos vencidos debido al nivel de  destrucción de las colonias y fincas.22  Como  resultado, el 24 de abril de 1899, se decretó la prórroga de dos años para el  cobro de las deudas contraídas después del 31 de diciembre de 1898.
        Acumulación de deudas, altos intereses  crediticios, moratoria hipotecaria con vencimiento en 1900, prorrogada luego  hasta 1903-1905, adquisiciones en espera de las propiedades por los  capitalistas norteamericanos, crecimiento de las inversiones extranjeras,  inexistencia de instituciones de crédito agrícola, prohibición de los subsidios  a las exportaciones azucareras, por la Convención de Bruselas y firma del Tratado de  Reciprocidad Comercial entre Estados Unidos y la naciente República de Cuba,  fueron los aspectos que caracterizaron el período de restauración que se  iniciaba para la industria azucarera, y la economía cubana, en general: “En esas condiciones se sale de la guerra.  Surge desde luego el problema de la reconstrucción del país. Bajo las garras de  la miseria nada progresa: la vida languidece y se extingue. La voluntad se  embota, el esfuerzo se paraliza, la inteligencia se apaga”.23 
        Durante el período de reconstrucción,  1899-1902, la producción azucarera mantuvo un ritmo bajo de crecimiento,  322.237 en 1899, 300.073 en 1900, 635.856 en 1901, y a partir de 1903 es que  inicia su ascenso con poco más de un millón.24  No obstante, el alza azucarero no se produciría hasta después de los  alzamientos de 1906-1907, que marcaron un nuevo descenso. 25 En ello incidió el auge resultante del desarrollo económico azucarero existente  durante el período, y, en especial, por el incremento ocurrido durante la  Primera Guerra Mundial, lo cual, producto de la reconstrucción de Europa y de  la persistencia del déficit azucarero en otras zonas productoras, a pesar de la  reducción sufrida a partir de 1921 por la crisis deflacionaria de post-guerra,  mantuvo al movimiento comercial cubano en alza hasta 1924.
        Junto a lo anterior, se inició un  período de creación de grandes centrales,26  especialmente en las provincias de Las Villas, Camagüey y Oriente, quedando las  tres provincias occidentales más rezagadas. En total, se fundaron 85 centrales  azucareros en distintas zonas del país, 27 de ellos solamente 15 en Pinar del Río, La Habana y Matanzas, mientras en las  demás provincias se fundaron 70 centrales, durante todo el período. Los  centrales más eficientes, con mejor equipamiento técnico y mayor cantidad de  tierras se establecieron en las dos provincias orientales. Ahora bien, en  cuanto a la eliminación de ingenios, esta se hizo más evidente en las  provincias occidentales, sobre todo Matanzas y Las Villas, a partir de 1907,  agudizándose después de 1921 con el inicio de la crisis deflacionaria.28  
        Según Julio Le Riverend, este doble  proceso de creación y eliminación de ingenios y/o centrales ha ocurrido  progresivamente decreciente. En 1901 participaron en la zafra 168 ingenios,  incrementando este número hasta 186, en 1906. En el siguiente año, decrece a  164 y de ahí aumenta lentamente hasta 1915, que alcanza la cifra de 189  unidades productivas, cuya mayor cantidad se alcanza en los años 1916 y 1917,  producto de la Primera Guerra Mundial. Es importante tener en cuenta que, a  pesar del decrecimiento en el número de centrales que sucede la culminación del  período bélico y el período deflacionario de 1921, la producción azucarera  mantiene su promedio de crecimiento, logrando, en 1925, 5.189.346 t, cifra muy  superior a la alcanzada en el año anterior, cuyas causas ya han sido analizadas  en párrafos anteriores. 
        En cuanto al precio del azúcar,  durante el período 1902-1925, se mantuvo bajo desde 1903 hasta 1913,  promediando 2,43 centavos, en ese lapso. (Ver Tabla 3) En el siguiente año hubo  una mejoría, a 2,63, como consecuencia del aumento de la producción, y a partir  de 1915 el precio del azúcar aumentó hasta cotizarse a más de 4 centavos, con  una producción total de más de 3 millones de toneladas. En 1918, el precio  continuó su ascenso, aún después de establecida la Junta de Igualación del Azúcar, que pretendió controlar el alza  final del precio del refino en Nueva York a 9 centavos por libra. No obstante,  el precio se estableció a 5,06 centavos por libra, en 1919, con una producción  de 4.009.734 t, según las estadísticas del Anuario Azucarero de Cuba. En 1920,  debido a la especulación en el mercado de Nueva York, el azúcar cubano alcanzó  el punto más alto en su precio, a 11,35 centavos por libra, e iniciaría su  descenso, alcanzando, en septiembre de ese año, los 9 centavos por libra. 
  Tabla 3
  Producción total,  precios promedios en los almacenes cubanos y en Nueva York (1900-1925)
  
  Fuente: Anuario Azucarero de Cuba 1952, pp.  97-202.
        Producto de las alteraciones del  mercado fue necesaria la realización de una serie de ajustes y transformaciones  en el sector azucarero que, a la larga, serían la causa principal de la crisis  estructural en la economía, y en el sistema sociopolítico cubano, en general.  Siendo así, la solución a estos problemas, reducción del precio del azúcar,  llegando a ser de 2,24 centavos, en 1925, e incremento de los niveles de  producción por encima de los 5 millones de toneladas, inició el decrecimiento  que conduciría a la economía azucarera cubana a la crisis de 1930-1932. 
        Como parte del desarrollo de la  agroindustria azucarera se fue haciendo más evidente la escasez de mano de obra  que, en otros tiempos, se aliviara con el comercio esclavo o con exiguos  proyectos individuales de inmigración familiar o en grupos. A pesar de que  estatalmente no se dieran los pasos necesarios en este sentido,29  sí hubo  un incremento de la inmigración, gracias a la acción individual de algunas  compañías, especialmente, norteamericanas, como fue el caso de la Nipe Bay Co. que, en 1913, introdujo  braceros contratados para el central Preston,  en Oriente,30  la  agroindustria azucarera estimuló la inmigración de miles de braceros,  especialmente antillanos, que sustentaron una parte del crecimiento demográfico  registrado durante estos años. 31 
  Tabla  4
  Población total, tasa  de crecimiento e inmigración, 1919-1925 (en miles) 
  
  Fuentes:  A. Santamaría: La industria azucarera y la economía cubana durante los años veinte y  treinta, p. 69; J. Le Riverend: Ob.  cit., pp. 562-574.        
        De  acuerdo con la información brindada por la Tabla 4, la situación demográfica de  Cuba, creada por las necesidades de la economía azucarera, tuvo graves  consecuencias en la sociedad cubana, con oscilaciones notables durante todo el  período. Puede observarse, además, que la población cubana, entre 1919 y 1925,  aumentó, como resultado de la inmigración, puesto que arribaron a Cuba 556.663  extranjeros, lo que, a la larga, provocaría un ascenso en el índice de  desempleo del 8%, en 1919, al 34%, en 1931, 32 con el subsiguiente desplazamiento de una elevada proporción de trabajadores  entre los períodos de zafra y el tiempo muerto. Esto fue utilizado en  innumerables ocasiones por los hacendados y colonos, como medio de coacción  para mantener sojuzgados a los obreros a las distintas zonas azucareras: es el  caso del pago con vales y fichas, solo cambiables en los establecimientos  comerciales de la compañía azucarera que los emitía, contraviniendo la Ley Arteaga de 1909, que prohibió tal  práctica.
        En 1902 se firmó el Tratado de  Reciprocidad Estados Unidos-Cuba, por el cual se establecían concesiones  arancelarias a los productos norteamericanos, como maquinarias, vehículos,  petróleo y sus productos, fertilizantes químicos, a cambio de la libertad de  derechos implantada para los productos cubanos, como azúcar, tabaco, minerales,  madera, frutas, entre otros. Por este convenio Estados Unidos consolidada su  papel como nación más favorecida en el comercio con la Isla, sobre todo en el  primer renglón de la economía cubana, el azucarero, conveniente a la industria  refinadora norteamericana. Todo lo cual redundó en una expansión de la  industria durante los primeros diez años del período republicano, y por  consiguiente, el ascenso del nivel de inversiones norteamericanas en suelo  cubano,33  beneficiadas por la proximidad geográfica y el abaratamiento de sus tierras,  asegurando así la prevalencia del modelo de crecimiento económico basado en la  elaboración y exportación de azúcar, por su fuerte vinculación al mercado  norteamericano.
        El principal motivo para la existencia  de las inversiones extranjeras, en general, ha sido el de utilizar las  industrias nacionales como complementos de la producción del país de origen del  capital, es este el caso de las inversiones norteamericanas en Cuba. O sea, los  altos rendimientos de las tierras, la facilidad para aplicar métodos altamente  capitalistas de producción y la organización industrial, tienen, en el caso  cubano, una marcada relación con el carácter complementario que adquiere su  estructura económica a partir de su relación con los Estados Unidos, favorecido  por las condiciones internacionales que posibilitaron el ascenso de la  actividad azucarera: 
  “La  coordinación entre las distintas labores agrarias e industriales y entre el  campo y el ingenio explica la especificidad de la industria azucarera cubana:  la construcción de un complejo sistema de producción, integrado por una o más  fábricas, un latifundio, un ferrocarril y hasta un puerto. Además de su tamaño  y la construcción de ferrocarriles privados, distinguió a los ingenios cubanos  frente a los de otros productores cañeros, la extensión de sus latifundios y la  descentralización de la oferta de caña. Mientras en Hawaii y Java, fábrica y  cañaveral estaban integrados verticalmente, cultivadores más o menos  independientes, llamados colonos, producían la mayor parte de la caña en Cuba”. 34 
        Esta situación propició, en gran medida,  la desnacionalización de la propiedad que se produjo durante las primeras  décadas del siglo XX en la Isla, por la que infinidad de compañías se  transformaron en sociedades anónimas, o  sea ocurrió una“corporativización de las empresas, para dar entrada al capital  financiero y mejorar el acceso de los productores al crédito”.35  No es  hasta después de la Segunda Guerra Mundial que ocurre la repatriación del  capital azucarero, por el que la mayor parte de los ingenios y centrales  azucareros pertenecerá al capital nacional.36  Como parte de esta desnacionalización de la propiedad ocurre el desarrollo del  latifundio, completando el proceso de acumulación originaria del capital en  Cuba, por la gran concentración de la propiedad agraria alcanzada en este  período, lo que presupone el agotamiento general de la agricultura y el auge de  elementos proletarios en la población rural a partir de la expropiación a que  fue sometido el campesinado. 
        En resumen, la deformación económica  del desarrollo capitalista del Estado cubano, durante el primer cuarto del  siglo XX, basada en el modelo agroexportador azucarero y en una fuerte  vinculación al mercado norteamericano, impidió la diversificación de su  estructura productiva.
Bibliografía
Notas y referencias
2 Ver J. Le Riverend: Historia económica de Cuba, pp. 35-49.
3 A partir de la década de 1790 se intensifica aceleradamente el nivel de fundación de ingenios, y con ello se observará un incremento de la eficiencia azucarera. Este desarrollo determinó grandes diferencias respecto a la capacidad, según las posibilidades que tuvieron sus dueños para introducir, o no, los adelantos técnicos: sustitución de molinos verticales por molinos horizontales produjo un aumento del 2% en el rendimiento del guarapo, la variedad Otahití, de los “trenes” Derosne-Cail, después de 1840, capaces de producir 10.000 cajas de azúcar, de las centrífugas, entre otros, dio un gran impulso a la producción azucarera de la primera mitad del siglo XIX.
4 Las Reales Órdenes del 22 de febrero de 1818 y del 6 de agosto de 1819 exoneraban del pago de impuesto las ventas de “tierras distantes de más de 25 leguas de La Habana siempre que fueran montuosas” y destinadas al comercio. J. Le Riverend: Ob. cit., p. 156.
5 Francisco de Arango y Parreño expone, en su Discurso sobre la Agricultura en la Habana y Modos de Fomentarla, las posibilidades que poseía el azúcar cubano y las necesidades de la metrópoli de aprovechar tal situación. Libertad de comercio, rebaja de aranceles, diversificación agrícola, introducción de esclavos y la libre inmigración blanca, eran las medidas propuestas por él para aliviar las difíciles condiciones por las que atravesaba la Isla. Asimismo, explicó las razones por las que La Habana alcanzó una posición superior al resto de las regiones.
6 C. Coll: Política oficial del Cabildo de Santa Clara: contribución a la identidad jurisdiccional en el desarrollo de la nacionalidad cubana durante el siglo XVIII, p. 12.
7 Ver M. del Carmen Barcia: Burguesía esclavista y abolición, pp. 5-29.
8 En 1846, la Junta de Fomento aprobó el proyecto de Julián de Zulueta para traer chinos a la Isla directamente desde Amoy. El primer envío debía trasladar 600 contratados para trabajar durante ocho años, con un salario de tres pesos mensuales y la mantención. La junta se comprometía a pagar a Zulueta 170 pesos en efectivo por cabeza. La rúbrica oficial del acuerdo es del 3 de julio de 1847; la firma se denominó Señores Zulueta y Compañía de Londres y en su representación aparece Joaquín Arrieta, propietario de uno de los grandes ingenios de la época, Flor de Cuba. El dinero para armar las expediciones se reunía en La Habana, sobre todo por lo grandes comerciantes refaccionistas españoles y los pagos a la casa consignataria, ya fuera norteamericana, francesa o inglesa, se hacían escalonadamente por pagarés de hasta 180 días, a veces se empleaban letras de cambio. Diversas fuentes coinciden en afirmar que el último cargamento de esclavos entrado a Cuba fue en enero de 1870, por la provincia de La Habana. Con respecto a este tema, Julián de Zulueta expresó: “Una de las cuestiones sociales en que el presente siglo más ha agitado los espíritus, debió hacer pensar al gobierno y a los propietarios de la Isla de Cuba en la manera de reformar un sistema de trabajo que fue común a toda América. A las formas empíricas de proveer a las necesidades de trabajo huyó otras más científicas y nació y aquí la idea de transportar al país colonos asiáticos; decidiéndose la opinión por los de China...”. Ver E. Marrero. Julián de Zulueta y Amondo. Promotor del capitalismo en Cuba, p. 55.
9 La Alianza, Compañía de Créditos y Seguros, presidida por José Morales Lemus, trató de lograr el monopolio. La Alianza y el grupo Zulueta buscaron una unión que se legalizó el 3 de agosto de 1865. Los socios de esta empresa son los hacendados más acaudalados de la isla. En 1871, Zulueta y socios fundan la Compañía de Hacendados, reafirmándose como un gran importador. Ob. cit., p. 75.
10 Roland T. Ely referencia la compraventa de una máquina de vapor, un molino y accesorios, en octubre de 1838, por poco menos de 8.000 dólares; en 1857, semejante pedido realizado por Juan Yznaga, se elevó a 12.000 dólares. La de veinte caballos de fuerza, costaba 8.460 y la de veinticinco, 10.200. El costo de un “tren” Derosne-Cail era de 60.000 dólares, y de un Rilleux de 44.750. Ver R. T. Ely. Ob. cit., pp. 515-524.
11 El mascabado se lograba cuando el jugo de la caña, mediante cocimiento, se convertía en un espeso guarapo, enfriado en tanques, vertido en grandes toneles y almacenado en bastidores, donde las mieles drenaban por gravedad hasta los bocoyes, envase definitivo en el que era vendido. Ob. cit., p. 547.
12 En 1869, Nueva York poseía 30 refinerías, las que procesaban específicamente azúcar cubano, renglón que, en ese año, alcanzó el 70% de las importaciones de Estados Unidos. M. Moreno. Ob. cit., t. II, p. 189.
13 Ver M. Moreno: Ob. cit., t. III, pp. 59-60.
14 Con la aparición de este nuevo sector agrario, el colono, se establecieron nuevas relaciones de producción. El sistema de colonato dio un matiz distinto al modo en que el industrial adquiría la materia prima para su central, quien, al decir de Julio Le Riverend, “vino acompañado de innumerables conflictos”, dado, sobre todo por la necesidad de este para fijar el precio de su caña, lo cual le otorgó cierta independencia frente al capitalista industrial. El precio era diferente de acuerdo a la región, por ejemplo en Matanzas, se mantenía más alto que en otras, como Manzanilla y Bayamo, lo que provocaba constantes protestas y sublevaciones de colonos.
15 Ya desde finales de la década de 1850 se habían iniciado la creación de las primeras sociedades anónimas también en algunas jurisdicciones del interior de la Isla, tales como Colón, Cárdenas y Matanzas, por ejemplo, La Gran Azucarera, propietaria de los centrales Santa Socorro, San Martín, Echeverría y Trinidad, y La Perseverancia, poseedora del Tinguaro, Ponina Santa Elena. E. Marrero: Ob. cit., pp. 101-102.
16 Tras la imposición de la Ley Hipotecaria, que comenzó a regir a partir de 1880, se definen los posibles bienes a ser hipotecados, facilitando así la conciliación de un número indefinido de hipotecas. De esa manera, se propiciaba el crédito agrícola, siempre y cuando, se efectuara sobre una base hipotecaria. Con ello el gobierno de la Isla mostraba un desconocimiento total de las peculiaridades de la refacción, práctica cada vez más difundida que cubrió las necesidades de financiamiento para los hacendados e industriales, teniendo en cuenta el decisivo papel que tuvo en la modernización azucarera.
17 J. Le Riverend: Ob. cit., p. 526.
18 Esta firma se dedicaba a la comercialización y refinación de azúcar, convirtiéndose en uno de los principales distribuidores de azúcar cubano durante los dos primeros decenios del siglo XX. Propietario de 4 centrales: Soledad, San Agustín, Trinidad y Caracas. Sus herederos solo conservaron el primero. Escribió sus memorias de Cuba en el libro Sixty years in Cuba, publicada en 1926 por su hijo, Elisha Atkins. En 1915, junto a otros capitales bostonianos, participó en la creación del Punta Alegre Sugar Company, que presidió, además del American Sugar Refining Co. El auge de los grupos financieros neoyorquinos y su absorción de la industria azucarera prescribieron su decadencia en Cuba antes de 1925. Dedicó las tierras de la colonia Limones, en el central Soledad, situadas a unos 15 Km. de Cienfuegos, a investigaciones sobre variedades de caña, las que, a partir de 1899, convirtió en el jardín tropical de la Universidad de Harvard y en 1932 fundó The Atkins Institution of the Arnold Arboretum, adscriptos ambos a dicha Universidad. Allí se reunieron las principales especies tropicales, entre ellas una importante colección de orquídeas. Era el único Jardín Botánico financiado por una fundación privada dotada con legado propio, en 1958 tenían unos 221 acres y alrededor de 4000 especies. Sus herederos mantuvieron intereses en el comercio con Cuba y en los ferrocarriles norteamericanos. Conservaron el central Soledad, Cienfuegos, Las Villas, que se mantuvo como uno de los más antiguos en propiedad norteamericana. Sobre el tema ver G. Jiménez: Los Propietarios de Cuba 1958, p. 579.
19 J. Le Riverend. Ob. cit., p. 533.
20 The Louisiana Planter and Sugar Manufacturer, New Orleans, vol. XXII, n°. 23, 1899, p. 359. Citado por F. Iglesias: Las finanzas de Cuba en el ocaso colonial, p. 216.
21 Ob. cit., p. 220.
22 Se estimaba que el factor que más contribuyó a la ruina de los propietarios cubanos eran los intereses crediticios impuestos por los bancos.
23 Patria, La Habana, marzo, 9, 1899. Citado por F. Iglesias: Ob. cit., p. 233.
24 Ver M. Moreno: Ob. cit., p. 38.
25 En 1908 la producción azucarera cubana alcanzó solo 995.373 Tm producto de la situación política creada entre 1906 y 1907. Ob cit.
26 En el mismo año 1902 se fundaron 28 centrales en todas las provincias, exceptuando Camagüey, siendo el año de mayor número de unidades productivas fundadas durante el periodo 1902-1925.
27 La aparición de los centrales “a la moderna” comenzó en 1900, como consecuencia del desarrollo que tuvieron los antiguos ingenios, gracias a las posibilidades otorgadas por la explotación de las nuevas técnicas.
28 Las fábricas más pequeñas e ineficientes desaparecían ante los embates de los precios del dulce en el mercado internacional, las regulaciones impuestas a las exportaciones cubanas y la situación creada por la crisis de postguerra. Como consecuencia, entre 1920-1925, 48 centrales cambiaron de propietario, 28 fueron desmantelados y 25 pasaron a ser controlados por corporaciones respaldadas por la banca norteamericana.
29 En 1906 fue promulgada la Ley de Inmigración y Colonización para promover la inmigración de familias y grupos para el sector azucarero y, en 1910, se aprobó el reglamento que le daría cumplimiento a la misma, sin embargo no se obtuvieron los resultados esperados.
30 Ver Decreto Presidencial No. 23, firmado por José Miguel Gómez, publicado en Gaceta Oficial de 14 de enero de 1913 que autoriza a la empresa Nipe Bay Company a introducir 1000 trabajadores antillanos para emplear en el central Preston.
31 Según el Censo de 1907, en Cuba, existían 228.477 extranjeros, el 11,2% de la población total, de ellos: 185.393 españoles (81,1%), chinos, 11.217 (4,9%), 7.948 africanos (3,5%), 6.713 norteamericanos (2,9%), 4.280 antillanos (1,9%), 2.918 puertorriqueños (1,3%), 1.476 franceses (0,6%), 1.442 suramericanos (0,6%), 1.252 ingleses (0,5%) y 1.187 mexicanos (0,5%). Censo de la República de Cuba de 1907, p. 211.
32 Ver A. Santamaría: La industria azucarera y la economía cubana durante los años veinte y treinta, p.70.
33 Las condiciones internacionales, propiciadas por la Primera Guerra Mundial, estimularon las inversiones norteamericanas en el azúcar, a partir de 1915, teniendo su mayor auge en 1926, con la fundación de los más grandes centrales del país y, en algunos casos, del mundo, igualmente una gran parte de las industrias y las tierras pasan a manos de grupos norteamericanos.
34 A. Santamaría: Ob. cit., p. 18.
35 Ob. cit., p. 77. Aunque los ingenios y centrales propiedad de los cubanos han sido más numerosos que los de propiedad de norteamericanos, su producción total es mucho menor. Ver Ob. cit., pp. 76-110.
36 Antonio Santamaría García, en su libro “Sin azúcar no hay país”, plantea la incidencia en Cuba del proceso de transición del capitalismo financiero al capitalismo nacional, ocurrido en varios países latinoamericanos, referente a los beneficios que obtiene el capital interno después de 1937, cuando los grupos financieros norteamericanos comenzaron a retirarse de la actividad azucarera, recuperando su control, lo cual fue favorecido por el alto grado de especialización productiva y comercial que alcanzó la estructura económica cubana, así como su fuerte dependencia del mercado norteamericano.