Contribuciones a las Ciencias Sociales
Julio 2011

DEL PENSADOR: REFLEXIONES Y PRÁCTICAS



Roxana Peña Frómeta (CV)
roxanapf@ult.edu.cu




RESUMEN

La presente investigación tiene como tema: Del pensador: reflexiones y prácticas. Su objetivo es sistematizar los diferentes criterios que ubican a determinadas personalidades dentro de la categoría de pensador. Dicha denotación es ampliamente utilizada en artículos, publicaciones y dentro del lenguaje científico en general, pero el establecimiento de sus características esenciales permite identificar aquellos cuya contribución al oficio del pensar es más pertinente y se adecua con mayor precisión a las necesidades de los momentos actuales. El propósito del artículo va encaminado a facilitar el desarrollo de investigaciones posteriores sobre el pensamiento de individualidades disímiles que asuman los retos de la praxis contemporánea. En el artículo también se analiza el tamiz ético de todo pensamiento y su correspondencia con pautas de actuación. De ahí se asume como objetivo del artículo la sistematización de los rasgos teóricos fundamentales del pensador para viabilizar la incorporación de los resultados teóricos de personalidades cuya experiencia práctica no se asocia habitualmente a dicho concepto.

Palabras Clave: pensador, personalidades, aportes teóricos, aportes prácticos

SUMMARY

The present investigation has like topic: Of the thinker: theory and practice. Their objective is to systematize the different approaches that locate to certain personalities inside thinker's category. This word is broadly used in articles, publications and inside the scientific language in general, but the establishment of its essential characteristics allows to identify someone which contribution to the occupation of thinking is more pertinent and it is adapted with more precision to the necessities of the current moments. The purpose of the article is to facilitate the development of later investigations on the thought of dissimilars individualities that they assume the challenges of the contemporary practice. In the article it is also analyzed the ethical quality of all thought and their correspondence with behavior rules. Of there it is assumed as objective of the article: to systematize the thinker's fundamental theoretical features for to favor the incorporation of the theoretical results of personalities whose practical experience doesn't habitually associate to this concept.

Keywords: thinker, personalities, theoretical contributions, practical contribution
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Peña Frómeta, R.: Del pensador: reflexiones y prácticas, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, julio 2011, www.eumed.net/rev/cccss/13/

DEL PENSADOR: REFLEXIONES Y PRÁCTICAS

Son disímiles los ejemplos de personalidades que se ubican por diversos autores como pensadores, todo lo cual se refuerza con un juicio objetivo en la mayoría de los casos. Sin embargo, el rostro del siglo XXI ha convertido el calificativo en un término recurrente no exento de superfluidades. Ello se explica por la acelerada capacidad de las sociedades modernas para intercambiar sus sistemas de conocimientos y aprendizajes junto a los cuales aparecen también sus distintivas jerarquizaciones de significados. En estas condiciones al apelativo se incorporan más ambigüedades que definiciones. La intención de la autora no consiste en delinear restricciones al término sino en develar su riqueza en su polisemia intrínseca.

El pensar es una actitud humana necesaria y cotidiana. Sin embargo, no todos los frutos de la misma permiten ubicar a cada hombre dentro de la selección de pensadores. Más que una adjetivación, el apelativo refleja la significación que le otorgan los pueblos a una manera peculiar de reflexión que trasciende el tiempo y las circunstancias. El artículo pretende redondear conceptualmente un término de manera que sin limitar su riqueza semántica, posibilite integrar la actividad práctica y trascender la tradicional visión contemplativa de esta concepción.

Este análisis teórico parte de las ideas de varios autores. Sin embargo, el estudio preliminar encontró que aunque es amplia la denominación de esta cualidad para diversas personalidades, los autores abundan poco en precisar los argumentos o características en las que se basan para atribuir dicha distinción. La intencionalidad del artículo va encaminada a este propósito para facilitar el desarrollo de investigaciones posteriores sobre el pensamiento de individualidades disímiles que asuman los retos de la praxis contemporánea.

En el artículo también se analiza el tamiz ético de todo pensamiento y su correspondencia con pautas de actuación.

A ello se unen las dimensiones ideológicas del término en tanto la explosión de movimientos sociales, políticos y de diferente índole ha eclosionado en individualidades que ejercitan el oficio del pensamiento junto a la acción. El pensar actual, a diferencia del privilegio contemplativo de los pensadores de la Antigüedad, constituye una actitud. El presente artículo responde a la siguiente problemática: las insuficiencias en la sistematización teórica del término pensador reducen las posibilidades de incorporar los resultados teóricos de personalidades cuya experiencia práctica no se asocia habitualmente a dicho concepto. De ahí se asume como objetivo del artículo la sistematización de los rasgos teóricos fundamentales del pensador para viabilizar la incorporación de los resultados teóricos de personalidades cuya experiencia práctica no se asocia habitualmente a dicho concepto.

Ser un pensador: ¿aporte práctico o teórico?

Como actividad humana, el pensamiento desafía la contingencia. El destino del hombre se debate entre lo adverso de las circunstancias y la oportunidad de modificarlas. En esta correlación de fuerzas solo él tiene el privilegio de utilizar su mente para confeccionar pautas de actuación. Sus ideas son el puente entre sus sueños y el presente. Sin embargo, el sometimiento de la realidad nunca es absoluto: el mundo se resiste y con ello, sus ideas se vuelven ineficaces, sordas. Es preciso volver al mundo: a escuchar.

Sus propiedades se vuelven más claras y comienzan a mezclarse tentativamente en la febrilidad de lo ficticio, lo no-real, aquello para quien la realidad es un referente, pero no un molde. Sin embargo, su permanencia allí, donde Dante situaba a los grandes pensadores de la Antigüedad, es demasiado breve. Compelido por un resorte superior, el pensar, auxiliado por el actuar, retorna a los desafíos angustiosos de la existencia humana y solo entonces recupera su grandeza.

Actuar: término y fuente nutricia del pensar se hace indisoluble de este último. De ambos, en simbiosis particular dependen las victorias y reveses del futuro: culpa o laurel siempre son compartidos. Es por ello que todo intento, siquiera del estudio individualizado de uno, remite indefectiblemente al otro. El pensamiento elabora imágenes, conceptos, representaciones y sus frutos independientes se suman al engranaje colectivo en virtud de las demandas sociales de actuación. Son conceptualizaciones que impiden silenciar la experiencia para el futuro.

¿Qué impulsa un pensamiento hacia la universalidad: el propósito de alcanzarla o la creatividad con que enfrenta la difícil tarea de actuar? Basta examinar la huellas del pensamiento y, más concretamente, de los pensadores. Son los sujetos pensantes los que hacen de este su actividad trascendente y es hacia ellos que se dirige el análisis.

Aunque la diferencia entre grandes y “pequeños” pensadores es perniciosa, porque la justeza de esta apreciación siempre depende de cánones de legitimación a veces discriminatorios con el saber común; el análisis particular de los primeros responde a una necesidad metodológica sencilla: sus aportes están mejor registrados, a pesar de que nadie escapa a la esfera de lo cotidiano y esto acrecienta su importancia.

¿Cómo distinguir esta especie de marca distintiva? ¿Qué áreas de reflexión le son exclusivas? ¿Qué privilegiar más: la intensidad o la amplitud? Estos enigmas son la brújula para descubrir algo tan entrañable a la esencia humana como el oficio de pensar. Oficio que aglutina carismas diversos y hacen del concepto de pensador una disonancia de aptitudes y formas. Alcanzar cierta univocidad ya es una meta escabrosa. En este sentido, E. Trías propone:

El sello distintivo del gran pensador es, a mi modo de ver, el cumplimiento de una expresión que prefiero decirla en terminología latina: unitas at que varietas. El gran pensador manifiesta su gigantesca magnitud, intensa y extensa, en la capacidad de aunar en una concepción intelectual unitaria una variedad inmensa e inaudita de cuestiones. (2007:1)

Según el autor el pensador es un aventurero cuya incumbencia desborda los límites estrechos. Si bien ser pensador es la añoranza de la totalidad, esta última no se alcanza completamente. De ahí la consagración que se les exige al ámbito efervescente de los asuntos humanos. También puede consistir en arriesgarse por una idea audaz que clarifique el curso posterior. Por tanto, el pensador siempre se viste de un halo profético.

Desde los primeros pensadores, frecuentemente ligados a la tradición filosófica, han rodeado su personalidad de cierto misticismo. Alrededor de Platón o Sócrates, Aristóteles o Heráclito, Confucio o Buda la leyenda hizo florecer misterios que el calor de los siglos solo ha sabido reforzar. Sin embargo, son sus ideas las que con ímpetu de alumbramiento, se utilizan para exorcizar las sombras y aquí reside el secreto de su grandeza y la de sus continuadores.

M. Zambrano reflexionaba sobre la abdicación del pensamiento del llamado intelectual, y así escribe:

El llamado intelectual no viene a ser otra cosa que el que da su palabra, el que dice y da nombre o figura a lo visto y sentido, a lo parecido y callado, el que rompe la mudez del mundo, compareciendo por el solo hecho de haber nombrado las cosas por su nombre, con el riesgo tan cruel de no acertar con la palabra justa y el tono exacto, en el momento exigido por la historia. (1987:44)

Esta autora alude a un principio fundamental de todo pensador: la correspondencia con su tiempo, con su situación histórica, de la que no es posible desprenderse; pero a la que se aspira superar. El pensador, en palabras de la Zambrano “comparece”, es decir, da cuenta de su época; pero su testimonio es aleccionador y su voz da contorno a la opacidad de lo circunstancial. Ser grande es ser preciso, nombrar con exactitud es no dejar espacio a los dobleces y los solapamientos, punto de partida de toda transformación fructífera.

A. Camus, de los intelectuales y creadores comprometidos con el tiempo histórico en la segunda mitad del siglo XX escribe: “Podemos salir del nihilismo. No saldremos de él aparentando ignorar el mal de la época, o resolverlo, negándolo. La única esperanza es, por el contrario, nombrarlo y hacer su inventario para encontrar la curación al cabo de la enfermedad.”(1951:57)

Un punto importante de todo pensador es su capacidad para resolver cuestiones de diversa índole. Sus reflexiones van encaminadas hacia la resolución de problemáticas que emergen en la sociedad que le ha tocado vivir. En la medida en que se solucionan paulatinamente, asimismo se evalúa por sus contemporáneos el alcance de sus ideas. Desconocer las rupturas, los desequilibrios y contradicciones que conmueven toda época es una actitud poco digna del pensador, aún cuando numerosos intelectuales podría citarse que padecen cierto modo de escapismo. La clave de la eternidad de todo pensamiento es su flexibilidad para ajustarse a las tensiones propias del “reino de este mundo”.

Un pensador, que llevó en su nombre la denominación de Hombre Grande postula: “Los cambios más profundos y consecuentes en la historia de la humanidad comparten una raíz común: su origen en los corazones de los hombres. No hay descubrimiento sin antes la curiosidad. No hay orden sin antes la serenidad. ¡No hay liberación sin antes el deseo de cambio!” (Gandhi; 2009)

Si una clave pudiera señalarse al logro del conocimiento y de sus cumbres es precisamente la curiosidad. Como impulso generador más que como motivación común, ella encarna un deseo superior de cambio que solo se satisface con la búsqueda incesante de la verdad. Esta se define, en su sentido más amplio, como continente de la justicia y también de la belleza: camino en que el pensar y el hacer se entrelazan y funden.

El compromiso de los hombres con su corazón es un pilar fundamental del ethos de todo pensador. La imparcialidad axiológica de la ciencia es una aspiración que quebranta el valor primero de saber: su humanidad. La cualidad que le reportan los valores humanos a las construcciones del pensamiento hace de este último un componente de la herencia del sistema de significaciones con el que se conducen los procesos fundamentales de la vida.

A. Sorel, en sus cuestionamientos sobre el papel del pensador en los contextos actuales apunta:

Un pensador es el que se preocupa con el que para mí es el gran problema y cáncer de nuestro tiempo que es la destrucción del pensamiento. Creo que el mundo capitalista e imperialista lo único que le interesa es, aparte de conquistar los mercados, conquistar las conciencias. Es decir, destruir los focos de análisis críticos y de libertad y de diferencia que exista entre las distintas culturas y los distintos seres humanos. (2004:5)

Una condición básica del pensador es su radical inconformidad con el presente, su constante renuncia al adormecimiento de las conciencias: esta es su función primordial. Encarar las realidades, no solo desde su complejidad y especificidad, sino desde el cuestionamiento. Ello le confiere a su pensamiento la originalidad, una de las características más importantes de todo pensador y que pocas veces es abordado por los autores que tratan el término. Pensar es un privilegio humano, hacerlo desde una posición crítica es un imperativo de los tiempos.

La novedad de un pensamiento está dada por la forma en que supera lo precedente o lo cristaliza. Todo gran pensamiento que se precie de serlo es continuador e iconoclasta a la vez. Derriba cánones con la misma facilidad que los refrenda. Toma lo aprovechable de su legado sociohistórico a partir de la libertad que suscita la creación y la criticidad.

Gramsci defiende este criterio cuando enuncia que la nueva concepción revolucionaria sólo puede presentarse inicialmente en actitud polémica y crítica, como superación del modo de pensar precedente y del pensamiento concreto existente (o del mundo cultural existente). Es decir, sobre todo, como crítica del sentido común. (1960:7-16)

Más adelante, al referirse a su concepto seminal de intelectual orgánico distingue: “El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia motora, exterior y momentánea, de los afectos y de las pasiones, sino que el intelectual aparece insertado activamente en la vida práctica, como constructor, organizador, persuasivo permanentemente, no como simple orador (…)” (1960:8)

Ello engendra la necesidad de perpetuarse para ser objeto de estudio de las próximas generaciones. Sin embargo, para constituir la fibra con se moldea el futuro, el pensamiento está obligado a acrisolarse y ofrecer su perfil más depurado. C. Rodríguez asegura:

Todo lo escrito es obra de cuidadosa reflexión. Hasta los discursos improvisados, surgieron como el brote natural de largas y extenuantes reflexiones previas. Aprendimos tempranamente aquellas categorías en que Shopenhauer dividió a los escritores: “los que escriben sin pensar, los que piensan para escribir y los que escriben porque han pensado”. Y confieso que siempre deseamos poder quedar inscritos entre los últimos. (2009)

Tanto la escritura como la oratoria, manifestaciones ambas del pensamiento, requieren de una acuciosidad sacrificada. La lucidez acompañada de la elegancia del estilo y la correcta presentación de las ideas hacen del pensamiento más que una facultad, un arma. Su empleo en las lides de la cultura es de vital importancia para la defensa del patrimonio intelectual y la desenajenación.

Ambos autores aluden al pensamiento a partir de su desempeño social. La atención a determinadas problemáticas exige la percepción completa y adecuada de las mismas y ello solo es resultado de “cuidadosa reflexión”. Por otra parte, el lugar de los pensadores los sitúa ante la responsabilidad de tomar partido ante los demás y ante sí mismos. Por eso, la autoconciencia de raíz socrática es un requisito indispensable para el ejercicio pleno de esta condición. Su organicidad responde a la unión íntima entre las apreciaciones singulares y la expansividad crítica y autocrítica sobre el entramado simbólico-estructural de la cultura en su dimensión más abarcadora.

Un atributo imprescindible de todo gran pensador es a veces soslayado por varios autores. J. Martí, con su proverbial avizoramiento para las grandes cuestiones hacía alusión a él: "¡La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería! Y morir, para que la respeten los que saben morir." (1996:96) El pensador solo tiene derecho a tal nombre cuando sus ideas se encuentran en completa coherencia con su modo de actuar, con su experiencia viva, con los principios que defiende.

El pensamiento se legitima cuando se respaldan los argumentos con la sinceridad de la concreción práctica. Las grandes ideas discurren entre la previsión y proyección del porvenir y la explicación de lo presente, pero ambas, aun cuando versan sobre contextos diferentes, requieren del prestigio de quien las esgrime. El mismo no se adquiere a título de una probidad nominal, sino de una disposición de espíritu hacia la virtud y la prueba de una vida decorosa.

La producción teórica desde estos referentes obliga a un redimensionamiento de la teoría como ámbito intelectual. El mismo en las actuales circunstancias es indisociable de la dimensión práctica. Solo es válido ante las problemáticas del mundo de hoy el pensamiento que ofrece soluciones viables y ancladas en su momento histórico presente y además encauza desde una proyección futurista. La absoluta coherencia con el modo de actuar, con principios éticos fundamentales y la reflexión cuidadosa determinan la profundidad y la magnitud del alcance y universalidad en el pensador.

BIBLIOGRAFÍA

1. Camus, A. (1951): Un hombre rebelde, Editorial Alianza, Barcelona,

2. Gramsci, A. (1960): Los Intelectuales y la Organización de la Cultura, Editorial Lautaro, Buenos Aires

3. Martí, J. (1996): “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868 en Hardman Hall”, Cuadernos Martianos III, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana

4. Sorel, A. (2004): Intervención durante la XIII Feria Internacional del Libro de La Habana en el encuentro “El intelectual y el mercado de las ideas”, La Habana

5. Sarfati, S. (2008): Diccionario de pensamientos de Fidel Castro, Editora Política, La Habana

6. Trías; E. (2007): “Grandes pensadores”, El Mundo, 23 de noviembre de 2007, Año XVIII, No.6550

7. Zambrano, M. (1987): Antonio Machado. Un pensador. Antología. Selección de textos, Suplementos Anthropos, Barcelona

WEBGRAFÍA

1. Gandhi, M.: Sé el cambio que quieras ver en el mundo.

En: http://lideresdelcambio.com.mx/blog/ Consultada: 3 de marzo de 2009

2. Rodríguez, C.: Otorgamiento del Premio Nacional de Ciencias Sociales.

En: http://www.cubaliteraria.cu/autor/carlos_rafael_rodriguez/biblioact.html Consultada: 11 de marzo de 2009