VISIÓN DE LA PLANEACIÓN Y DESARROLLO TERRITORIAL DESDE NAYARIT

VISIÓN DE LA PLANEACIÓN Y DESARROLLO TERRITORIAL DESDE NAYARIT

María Lourdes Montes Torres (CV)
Eduardo Meza Ramos
Ricardo Becerra Pérez
(Coordinadores)

Universidad Autónoma de Nayarit

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GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO, CULTURA Y PARTICIPACIÓN EN LOS PROCESOS DE DESARROLLO LOCAL EN CUBA

Roberto Garcés-González1
Addiel Pérez Díaz 2

Resumen

El desarrollo local no es una receta universal de aplicaciones generales aplicables a cualquier escenario, en realidad es una necesidad que se acrecienta y que requiere de estudios desde la complejidad del municipio hasta la manera en que es asumido desde las instancias superiores, tanto políticas, administrativas como académicas.
Este trabajo aborda algunas ideas sobre la concepción del valor sustancial que tiene lo comunitario en el desarrollo local y todos los demás procesos que inciden en él, como la gestión del conocimiento. En él se aborda lo comunitario como una cualidad del proceso y a la comunidad como la expresión de los vínculos simétricos que se gestan en él entre los diversos factores del desarrollo como son la cultura, la gestión del conocimiento y la participación ciudadana.
 
Palabras clave:
Gestión del Conocimiento, Cultura y participación.

Desarrollo
El papel de lo comunitario en el desarrollo local en las circunstancias actuales de Cuba demanda análisis a la medida de cada municipio partiendo de sus complejidades específicas, pero es necesario el logro de posiciones consensuadas en cuanto a algunas ideas generales que garanticen un punto de partida en la realización de aproximaciones teóricas acerca del tema.
Los investigadores del Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas consideran a lo comunitario como eje transversal en los procesos de desarrollo local, porque este en su planificación y despliegue demanda del concurso constante de todos los actores sociales vinculados directa o indirectamente al municipio y en ese esfuerzo son precisamente los vínculos que se establecen entre los sujetos participantes los que van a legitimar o no la esencialidad del proceso en sí y su real contribución medible en los principales indicadores locales y al mejoramiento de la calidad de vida de los todos los ciudadanos.
Este trabajo tiene el objetivo de esclarecer esta posición y dar un aporte teórico dentro de la diversidad de opiniones acerca del tema invitando a la reflexión a partir de las condiciones histórico-concretas de país.
El desarrollo local como conjunto singular de procesos donde se integran las cualidades de las personas, los recursos disponibles y las herramientas de gestión de cada lugar, es único e irrepetible. Labrada plantea que en el caso concreto de Cuba “… el desarrollo local es una perspectiva que ha estado presente en las prácticas del desarrollo del país, pensado este como un proceso integral” (Labrada 2008, p. 48). Esta aseveración es justa, si se tiene en cuenta que el desarrollo económico y social siempre ha sido uno de los objetivos fundamentales de la Revolución, pero existe como antecedente que las decisiones, aún cuando implicaban a los municipios, no se pensaban, ni se tomaban a instancia local; a causa de la centralización de la sociedad y la verticalidad en las decisiones, esa práctica ha generado que la habilidad de pensar y decidir sobre sí de manera creadora con independencia de las instancias centrales no está consolidada en el municipio para el desempeño de su gestión.
Esta razón, más la sectorialización en la economía y los servicios, está condicionando una inercia que obstaculiza el uso de importantes recursos locales, entre ellos, los conocimientos relevantes que son imprescindibles para fortalecer y dinamizar los procesos de desarrollo local, mientras prevalece la práctica enervadora de esperar por decisiones y recursos procedentes de instancias superiores, lo que no da tampoco mucho margen al desarrollo de la conciencia crítica y la creatividad local.
Lo local se expresa en la complejidad inmediata que representa al conjunto de actores entre los que se tejen las relaciones sociales en un entorno concreto. Es la internalidad de un lugar específico, en la que se refleja lo singular como elemento esencial, desde el que puede ser superada la visión tradicional que subsume al municipio con todas sus potencialidades en una condición de prestador de servicios, con una autonomía limitada por las tendencias verticalistas y sectoriales, que impiden el despliegue del potencial endógeno.
Muchos autores, tanto extranjeros como cubanos  se han referido a la necesidad del fortalecimiento de las dinámicas locales como precondición para dinamizar las estructuras y los actores locales, entre ellos, Palma (2006), considera que el desarrollo local debe propiciar el fortalecimiento de las estructuras urbanas, el tejido social y empresarial local, el aprovechamiento de los recursos endógenos disponibles, la eliminación de las desigualdades territoriales y la movilización y participación activa del ciudadano, a través de nuevas fórmulas participativas en los ámbitos político, social y obviamente en el económico.
Valdizán expresa que “…el desarrollo local no es una estrategia para acumular riqueza y crear bienestar a costa de otros territorios, sino que debe de saber recurrir a formas renovadas de cooperación, de mediación y de resolución de conflictos, participando en iniciativas locales regionales, nacionales y transnacionales. Lo que debe de constituir un aprendizaje social” (Valdizán 2006, p.433).
Esta autora contribuye a comprender que el desarrollo local se apoya en los recursos e iniciativas locales, pero también se nutre de recursos externos, porque unos y otros recursos se complementan y que “…conceptos como redes, cooperación, asociativismo, integración sinérgica de capacidades, desarrollo endógeno y coordinación están en la base de los procesos de desarrollo que intentan descubrir y rescatar las particularidades de cada territorio, potenciando y revalorizando las capacidades existentes en  la comunidad en función del logro de fines comunes” (Valdizán 2006, p. 435).
La argentina Susana Finquelievich, señala que: “…el actual paradigma de desarrollo local incluiría la interacción proactiva entre los diferentes actores sociales locales y regionales, las interrelaciones entre aspectos económicos, políticos, institucionales y culturales, la capacidad para implementar medios innovadores, para plantear estrategias adecuadas de gobernabilidad y de producción local y, sobre todo, la capacidad de gestionar las estrategias, planes e iniciativas locales, utilizar con eficacia los recursos humanos, financieros y tecnológicos disponibles, y a conseguir los necesarios para los objetivos planteados” (Finquelievich 2004, p. 4). A lo que esta autora llama “interacción proactiva”, no es otra cosa que la cooperación.
Los proyectos de desarrollo local deben conducir a la formulación de estrategias que articulen a todos sus potenciales endógenos con las oportunidades externas para superar los obstáculos, sobre todo en los momentos actuales, porque se ha tomado conciencia de las enormes reservas que puede revelar el despliegue del desarrollo local en Cuba y el gran aporte que significaría para la economía y la sociedad cubana, porque “…si no se resuelven los problemas municipales no se van a resolver tampoco los problemas globales…” (Alarcón 2012, p. 4).
Esta es una oportunidad inédita que le abre a los municipios una sólida perspectiva. En el caso de Cuba no se plantea este cambio de visión como ha sucedido en otros países, donde la introducción del desarrollo local ha sido apoyado con el objetivo expedito de municipalizar las crisis, sino para fortalecer una estructura política y económica que es fundamental para fortalecer el desarrollo integral del país lo que puede devenir en una contribución decisiva al éxito de los procesos de desarrollo local.
Daniel Arroyo, sociólogo argentino, analiza que algunas experiencias de desarrollo local en su país han fracasado por no haber tenido en cuenta que “…la clave son los actores locales, los que viven en el lugar; los que pueden realmente motorizar o no un proceso verdadero de desarrollo local” (Arroyo 2002, p. 3).Indudablemente que está llamando la atención sobre el papel decisivo de la participación.
Este autor además, desde su propia experiencia alerta sobre el espacio que debe ocupar en la implementación de políticas sobre desarrollo local el tema de la identidad y planeta la congruencia de estas políticas con las condiciones de cada lugar. “No es un problema de generar ideas, tiene que ver con ideas que, a la vez, se correspondan con la identidad local; que tengan que ver con lo que se sabe o no en relación con las expectativas de la sociedad. Si no tiene que ver con la identidad local, la mejor idea se puede frustrar” (Arroyo 2002, p. 3).
La anterior consideración invita a perfeccionar la visión sobre la singularidad de cada caso, atendiendo de manera especial que toda acción de desarrollo debe ser profundamente sensible ante los valores de la cultura local (Carranza, en Acosta 2002). Asumir lo contrario puede promover la realización de acciones ajenas a las necesidades y a las tradiciones locales, lo que tendría como consecuencia la desvalorización gradual de la estrecha relación que une a la población con sus valores patrimoniales tangibles e intangibles que representan de manera integral su identidad provocando su atomización. 
El planteamiento de estas ideas es ajeno a la pretensión de incentivar procesos de encapsulamientos localistas, ni distorsiones que contribuyan al aldeanismo en negación de lo universal; se ratifica que "...el sujeto aprehende la realidad desde y a través de su cultura..." (Aguilera y Bao 2008, p. 9). Si se deforma el legado cultural, los sujetos del desarrollo local construirán una realidad ajena que desvirtuará las esencialidades del proceso. En momentos en que existe una invitación constante al desarraigo y a asumir un “pensamiento único” la cultura debe servir para evitar la colonización de la espiritualidad desde lo local. El papel de la cultura es sustancial en la calidad de vida y en el mejoramiento de la condición humana (Prieto 2010).
Arocena (1995), ratifica la importancia de la identidad en el desarrollo local, este criterio es acertado porque en los procesos en que ella se constituye intervienen algunos elementos bien precisos: reúnen el pasado, el presente y el proyecto de un imaginario compartido e interiorizado por el conjunto de miembros de la sociedad; se desarrollan en una relación cultural en que valoran la innovación, el trabajo y la producción; marcan la diferencia y la especificidad, para situarse en la relación con otras diferencias y especificidades que permite el diálogo de lo local con el mundo, enriqueciéndose, sin dejar de ser. En la articulación de lo local con lo comunitario la identidad desempeña un rol fundamental como “…fenómeno principalmente sociocultural” (Martínez, en Colectivo de Autores 2009, p. 260).
Es una necesidad el fortalecimiento de la conciencia crítica en los contextos locales, como una de las vías de apropiación creativa de lo cultural como representación social y sentido de pertenencia; porque lo cultural, como valor compartido es un soporte de lo comunitario como elemento aglutinador en la sociedad. La apropiación social del conocimiento sobre los valores patrimoniales locales, tangibles e intangibles, debe ser integral y coherente para fortalecer la responsabilidad social y el sentido de pertenencia.
La valorización del conocimiento tradicional, como parte de ese patrimonio, es también un elemento relevante de la identidad local y está presente, de manera tácita, en lo que la gente ya sabe y se puede socializar y externalizar a través del diálogo intercultural en los contextos locales, donde "…los juicios de los no expertos suelen ser tan razonables y pertinentes como los de los expertos (argumento sustantivo). En muchas ocasiones, la complejidad de los problemas abordados por el conocimiento especializado, y la familiaridad de algunos agentes sociales con respecto a los mismos, hacen de la integración del conocimiento local una forma de mejorar sustancialmente la evaluación técnica" (López 2007, p. 8).
Lo cultural no es la actividad de determinado sectorial administrativo, es una construcción social. La identidad cultural del municipio debe tener una visibilidad coherente en el modo de actuar de las personas y en el sistema social de valores en la vida multisectorial local. Reconocer la importancia de lo cultural como eje trasversal del desarrollo significa que la cultura ha de configurarse como el punto de partida y como objetivo, en la que debe de converger todo, lo cual implica tomar en cuenta con mucha responsabilidad los valores e identidades de cada pueblo, de forma que se rompa con la idea singular de desarrollo para llegar a una plural, en la que quepan distintos modelos de desarrollo, dependiendo de las particularidades de cada grupo o comunidad y de las circunstancias de su aplicación (Habermas 1998).
Es un riesgo no asumir el desarrollo en correspondencia con la realidad local específica, sin respetar ni contribuir al enriquecimiento de la praxis humana auténtica de cada lugar. Para lograr su sostenibilidad, el desarrollo local debe fortalecer los valores de identidad, como el conjunto de elementos socioculturales y económicos que definen las características propias del municipio. La aplicación responsable de diversas iniciativas de desarrollo local no puede conducir a la atrofia y atomización de los rasgos de identidad, sino a su fortalecimiento. La cultura debe ayudar a buscar en los procesos de desarrollo local el lenguaje unitario y el valor transversal  (Leal 2011).
Lo cultural tiene un vigoroso potencial sinérgico y asumir su transversalidad en los procesos de desarrollo local también significa que la cultura individual de las personas se exprese a través de la actuación comprometida con la actividad concreta de cada cual; como una expresión de su profesionalidad, sentido de la ética, compromiso, responsabilidad social en su actividad concreta y en las demás manifestaciones de la vida personal y colectiva en correspondencia con un sentido de pertenencia profundo y responsable en congruencia con el legado cultural local de acuerdo a la idea martiana de que: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios es, sobre todo lo demás, la propagación de la Cultura” (Martí 1975, p. 301). Está claro que eso no se logra por decretos, sino a partir de la integración, la eficiencia en el trabajo intersectorial y la profesionalidad de los actores sociales implicados.
La gestión local de los gobiernos municipales debe nutrirse de nuevas capacidades para desaprender sus rutinas y superar las formas de gestión tradicionales relacionadas con la administración de la cotidianidad con un marcado carácter asistencialista para asumir el rol que les permita, dinamizar el desarrollo integral del territorio, potenciando la participación como elemento fundamental, a partir del reconocimiento de sus contradicciones y del uso coherente de sus potencialidades y recursos, entre ellos especialmente el conocimiento.
Esto significa que todas las acciones que se realicen para favorecer el desarrollo local deben tener como resultado la cohesión social a través del fortalecimiento de los procesos comunitarios, no “como producto residual”, como afirma Gallicchio (2004), sino como parte indisoluble de todo el proceso, porque en caso contrario podría provocar la atomización de los procesos sociales inherentes.
El desarrollo local debe planificarse cuidadosamente como una visión compartida de lo que el municipio será en el futuro, elaborada de manera conjunta entre todos los actores del proceso, en especial, por el pueblo, como actor más importante; en esta tarea, se asume el criterio de que los gobiernos municipales “…deben jugar el rol de conector indispensable para la interacción proactiva entre los diferentes actores. Facilitar las interrelaciones entre aspectos económicos, políticos, institucionales y culturales integrados en redes de actividades innovadoras, aún como condición de un desarrollo que incorpore fuertes componentes externos al propio territorio, pero con visión estratégica desde lo local” (Boffill 2010, p. 36). Se asume que esta visión estratégica es el resultado del pensamiento colectivo de los actores locales implicados como guía para el despliegue creativo de la gestión municipal.
El desarrollo local es también un proceso de vertebración social, económica e institucional, por eso como tarea inmediata dentro de la gestión municipal, el Gobierno junto a las demás instituciones locales debe articular y fortalecer los vínculos entre los actores y darle incentivos a la gestación de redes para producir y desarrollar las sinergias imprescindibles para el desarrollo del municipio.
Estas redes de relaciones tienen el objetivo de vincular estrechamente a los actores dentro de la sociedad local y se fundamentan en valores socioculturales compartidos entre sus miembros, lo que posibilita que puedan contribuir con éxito a la solución de problemas de interés social.
En las interacciones a nivel local intervienen organizaciones y también personas individuales. Los actores son internos y externos. Los internos son los individuos, grupos e instituciones que participan en el desarrollo local dentro de los límites del municipio. Los externos son los que tienen sus sedes o viven fuera del municipio, pero sus acciones se articulan en los escenarios municipales junto a los actores internos. La participación de los actores no es estática, es un esquema flexible que se adapta a la realidad cambiante y las redes locales no surgen por directivas, sino por la confluencia de criterios y valores compartidos.
A partir de todo lo anterior se puede plantear que el desarrollo local para ser pertinente en las circunstancias actuales debe integrar las cualidades y capacidades de las personas, los recursos disponibles y las herramientas de gestión propias de cada lugar por lo que puede catalogarse como único e irrepetible, enfocado hacia la singularidad de cada caso, para evitar generalizaciones innecesarias, de modo que pueda coadyuvar a la “…superación de contradicciones desde una perspectiva comunitaria en los municipios” (Rivero et al. 2008, p. 11).
Es cierto que la capacidad del municipio para su desarrollo depende de las potencialidades materiales de su economía, de la posibilidad de realizar inversiones en la base industrial, pero eso no es absoluto, es muy importante también la disposición de los actores locales involucrados, expresada en niveles concretos de cohesión social comunitaria y en cómo se aplican productivamente los conocimientos que poseen o los que pueden captar fuera de sus límites. Está claro que una fortaleza indiscutible de cara a la promoción de procesos de desarrollo en la escala local son las inteligencias que se pueden encontrar en cualquier lugar de Cuba, porque son la mayor riqueza del país y el mejor fruto de la política educacional inclusiva y equitativamente distribuida que aplicó desde 1959 que ha devenido en un sistema educacional consolidado (Guzón 2002).
Sin embargo, esos saberes diversificados pueden coexistir junto a los problemas sin intervenir en sus soluciones. La aplicación de la gestión del conocimiento en los procesos de desarrollo local en Cuba necesita de sinergias efectivas entre los actores implicados, para la construcción de redes sociales que articulen los conocimientos relevantes con las necesidades que los demandan, pero esos vínculos necesitan una concepción sobre lo comunitario que facilite su identificación, adquisición, desarrollo, difusión, utilización y retención de los conocimientos que están presentes en la vida social local o fuera de ella, lo que es posible si se fortalece como premisa un tipo de participación en la que "…los mecanismos de deliberación eficaces y la responsabilidad de los actores estratégicos involucrados pasan así a ser elementos constitutivos de la capacidad de la sociedad local para ejecutar una política de desarrollo viable y consensuada" (Cravacuore 2010, p. 2).
El desarrollo local, en las condiciones de Cuba, debe contribuir al fortalecimiento de las comunidades creando contextos donde se manifiesten “…ethos de comunidad, desligando comunidad (gemeinschaff) de sociedad (gesellschaff) (Enríquez 1997, p. 2). Esa concepción sobre lo comunitario como cualidad del desarrollo local se posiciona en que una comunidad se desarrolla cuando se convierten en dinámicas sus potencialidades y para ello es necesario: a) elevar la capacitación de la población sobre el tema. b) la existencia de personas formadas y con posibilidades de impulsar iniciativas, asumir responsabilidades y aportar nuevas propuestas en forma de proyectos. c) autoridades municipales con voluntad política, capacidad de convocatoria y comprensión de la tarea. d) una participación real de la sociedad a través de redes de actores. d) capacidad para atraer recursos que contribuyan a desarrollar plenamente las potencialidades locales.
Lo comunitario no sería un nuevo “apellido” al desarrollo local, sino una cualidad que para su implementación en la práctica se precisa de la apropiación social de una concepción sobre comunidad ajena a la tradicional que la circunscribe al espacio físico y a relaciones de vecindad, que se ha acomodado además dentro del discurso oficial y que puede ocasionar intervenciones “comunitarias” incoherentes con las realidades locales implícitas.
El concepto de comunidad es un reto para polemizar, en torno a él abundan los estudios que enriquecen el tema y aportan elementos sustanciales para el análisis. La noción de comunidad en el devenir de la Sociología es asumida, según Alonso, “…desde dos perspectivas, una, como lugar donde lo espacial constituye el fundamento de adscripción para ubicar procesos en los que se manifiesta la particularidad que la hace distinguible frente a otras configuraciones sociales; o como relación social en que la simetría social del vínculo existente entre los sujetos implicados permite señalar la esencialidad que la identifica y la lógica social de su devenir” (Alonso et al. 2012, p. 3).
Desde la primera perspectiva es difícil movilizar de manera efectiva o sostenible a los actores sociales para impulsar la gestión del conocimiento en los procesos de desarrollo local porque los sujetos convocados no estarían internamente implicados y se relacionarían de manera aislada mientras que las supuestas redes locales serían estructuras o creadas desde algún lugar y establecidas sobre los hábitos reiterados de la verticalidad y eso impide, en las condiciones actuales, la completa implicación de estos sujetos relevantes, que además no podrían participar en condiciones de simetría con sus semejantes. La comunidad es el punto de encuentro del consenso de la diversidad. La complejidad de la comunidad es la propia complejidad de las relaciones humanas.
Por eso se asume la segunda perspectiva para la cual “…comunidad es un grupo social donde transcurren procesos de cooperación y participación en torno a un proyecto colectivo” (Alonso 2009, p. 6). Esta definición se operacionaliza con mucha más coherencia en los procesos de desarrollo local si se tienen en cuenta sus ejes transversales, que son: conciencia crítica, creatividad, participación, cooperación y proyecto; también es muy importante para la construcción de las redes sociales imprescindibles en los procesos de desarrollo local, además permite desarrollar la habilidad de ir al encuentro de los emergentes; que es donde se encuentra la verdadera contradicción, oculta entre malestares o demandas de menor consistencia, para articular diagnósticos salidos de un diálogo local, en correspondencia con el criterio de que: “La verdadera medicina, siempre según la tradición hipocrática, comienza con el conocimiento de las enfermedades invisibles, es decir los hechos de los que el enfermo no habla, de los que él no tiene conciencia o que olvida de sacar a luz. Vale lo mismo para una ciencia social preocupada por conocer y comprender las verdaderas causas del malestar que se expresan a la luz del día a través de signos sociales difíciles de interpretar porque son en apariencia demasiado evidentes” (Bourdieu 1997, p. 57).
El desarrollo local como proceso de superación y anulación de contradicciones debe mantener una orientación comunitaria hacia la inclusión. “El tratamiento comunitario de cualquier asunto debe producirse a través de modos de actuación que propicien la emergencia, despliegue, fortalecimiento y consolidación de vínculos simétricos desde una lógica del método que no reduzca al otro a objeto, lo manipule y coloque en nuevas dependencias reproductoras de asimetría” (Alonso et al, 2012:14).
Esa idea ayuda a fortalecer la lógica interna del proceso para articular la potencialidad de todos los actores con las estrategias e impulsar de manera coherente el desarrollo local empleando la gestión del conocimiento, porque el fortalecimiento de lo comunitario puede contribuir a la legitimación de las redes de actores en los espacios locales y a potenciar los vínculos sinérgicos entre sí y con los sujetos decisores para garantizar el flujo del conocimiento donde es preciso, según Castro Diaz-Balart (2006) y Bacallao (2004), contar con un sistema que lo gestione y la necesidad de un entorno dinámico (Alhama, 2008).
Se asume que apropiación social del conocimiento es “…el proceso mediante el cual las personas participan de actividades de producción, adaptación, aplicación de conocimientos y acceden a sus beneficios. Significa que la gente interioriza el conocimiento y lo convierte en referente para el juicio y la actividad” (Núñez Jover, 2011b). Tal proceso, desde la connotación comunitaria que se propone es mucho más intenso y sostenible.
De ese modo la relación entre el conocimiento y los procesos del desarrollo local puede contribuir en gran medida a la transformación del municipio, porque es evidente que “…el desarrollo dependerá cada vez más de aquellos factores de naturaleza intangible que dependen de la capacidad de los actores locales para crear o mantener las condiciones e institucionalidad apropiadas para el fomento de las innovaciones, y que actúan objetivamente como propiciadores del desarrollo (…) Estos pueden ser los que marquen la diferencia entre localidades y ser determinantes en el éxito de las iniciativas de desarrollo local” (D´Angelo 2003, p. 20).
En correspondencia con eso, los procesos de desarrollo, incluyendo, por supuesto, el desarrollo local serán más realizables si están basados en el conocimiento y la innovación; pero necesitan “…de la participación cada vez más calificada e interesada de todos los actores involucrados (…) es decir, de todas aquellas personas y colectividades cuyos intereses sean susceptibles de estar afectados por el desarrollo en cuestión, exige entonces de calificación, entrenamiento y habilitación permanentes, no sólo de entusiasmo y deseos esporádicos e interventivos” (Limia, 2004 p. 6). Este autor también considera que la participación debe producirse en tres elementos primordiales, que son la definición de las prioridades a través de la construcción conjunta de los diagnósticos correspondientes; en la definición de las políticas a seguir para encauzar adecuadamente los resultados del diagnóstico, en la implementación de las políticas diseñadas a través de proyectos, en la evaluación de los resultados de las políticas y en el control de los resultados a corto, mediano y largo plaza (Limia 2004b).
La participación es uno de los temas más tratados en las ciencias sociales, pero es también uno de los asuntos que más polémicas despierta por su trasfondo político-ideológico. (Alonso et al 2004) Participar es mucho más que ser parte de algo, pero su enunciación denota la posición filosófica o político-ideológica de quien la postula, por lo que ante el desconocimiento o la repetición acrítica se puede plantear la participación en sentido ajeno a nuestro sistema social. Para el Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas “…la participación constituye una acción humana, necesaria y encaminada a fines concretos, influyente, multidimensional, que expresa una relación social democrática y permite aprendizajes de actitudes y vínculos” (Alonso et al 2004, p. 266).
Estos mismos autores consideran que el concepto anterior encarna como principios que la participación no se concede, es un derecho, no se participa en sucesos abstractos, sino en eventos específicos y con objetivos claros, deja en los actores sociales una impronta que se traduce en valores, se puede participar en cualquiera de las manifestaciones de la vida social en la que se establece una relación de simetría dentro de la horizontalidad ajena a posiciones verticalistas, y debe concebirse y promoverse como un proceso de construcción social en el que se facilitan los procesos mutuos de aprendizajes.
En estas condiciones se incrementan los vínculos sinérgicos entre los diferentes actores sociales que participan y dialogan entre sí en torno a una idea o proyecto compartido, que se hace más vigoroso y sustentable al aumentar su base social por donde fluyen los saberes que devienen en constructos colectivos altamente pertinentes con la idea de transformación que se quiere gestar.
La participación comunitaria en los procesos de desarrollo local requiere de:

  1. Información: No se participa en abstracto, se necesita un claro conocimiento previo acerca de la situación real, de los objetivos, las posibles vías, la calidad y cantidad de recursos necesarios, etc.
  2. Reflexión: Los actores sociales convocados tienen el derecho de exponer sus criterios, formular sus interrogantes y expresar sus propias ideas acerca de la posible solución a las contradicciones que enfrentan. La participación es diferente en cada etapa histórica. Esta reflexión es un diálogo de saberes mutuamente provechoso donde los conocimientos de cada uno de los participantes conforman un cuerpo de ideas mucho mayor, lo que se convierte en un proceso de aprendizajes mutuos que enriquece de manera medible a cada uno de los implicados porque "…no hay mejor estímulo para el aprendizaje que sentirse personalmente involucrado" (López Cerezo 2007, p. 7).
  3. Decisión: El consenso resultante de la construcción crítica de las diferencias contenidas en el conjunto de actores sociales implicados contiene las ideas principales que fueron discutidas, de manera que estos confluyen de manera visible en el contenido de las acciones que se ejecutarán, que en lo adelante serán entonces también las acciones o proyectos de los actores sociales involucrados, porque “… los problemas actuales requieren abordajes desde la proximidad para responder mejor a situaciones específicas” (Subirats 2005, p. 8). Los actores locales, además de conocer mucho mejor sus necesidades y recursos, aportan su proximidad geográfica y cultural, lo que facilita todo tipo de interacción, creando condiciones para que las redes que forman se consoliden como espacios idóneos para cuestionar a fondo todos los problemas locales que necesiten de conocimientos específicos y de cooperación para su solución a partir de un sentido de pertenencia.

De esta forma se podrían involucrar en los procesos de desarrollo local personas con diferentes y profundos conocimientos, que constituyen fortalezas no explotadas en cualquier rincón de la geografía nacional. El país ha creado una enorme capacidad intelectual, que es una de sus principales riquezas potenciales, pero no la logra explotar eficientemente; muchos autores cubanos indican ese problema, entre ellos Núñez Jover (2011) insiste en que el desperdicio de cerebros, brain waste, es tan nefasto para el país como el llamado drenaje de cerebros o brain drain. Esta contradicción se hace más evidente en los escenarios locales donde se precisa que forjar desde lo comunitario escenarios inclusivos.
La gestión del conocimiento no puede verse igual en todo tipo de escenario, por lo que al traspolarse hacia lo social puede contribuir a la interacción entre los diferentes contextos, al fortalecimiento de la conciencia crítica y  de la creatividad como hecho social y personal en la determinación y superación de las contradicciones, al diálogo entre saberes sobre la base de la cooperación entre diferentes actores sociales implicados, a la inclusión y la participación social, condicionando positivamente los procesos de innovación local que son elementos que fortalecen la condición humana y el espíritu comunitario como cualidad de los procesos de desarrollo si se asume la innovación “…como la solución creativa de problemas en ambientes productivos, material, cultural, simbólico” (Núñez Jover 2011, p. 207).
A tono con las ideas anteriores la gestión del conocimiento no puede aplicarse de manera mecanicista, sino en correspondencia con las características de los colectivos o individuos y es importante tener en cuenta, la calidad de la comunicación y el conjunto de relaciones que se crean donde se realiza y en especial “…el rol protagónico de los gobiernos locales para establecer políticas públicas orientadas a la utilización del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación; la utilización efectiva del capital humano que se posee en el municipio; y la vigilancia local que permita capturar, transferir, socializar y utilizar el conocimiento relevante (Boffill 2010, p. 19).
La gestión del conocimiento solo es viable si se aplica en correspondencia con las condiciones específicas de cada lugar. Pueden existir experiencias parecidas; pero cada una es particular e irrepetible y el éxito dependerá de la coherencia con la gestión de gobierno y el resto de las organizaciones que son las que le aportarán direccionamiento a estas acciones en lo inmediato, lo mediato y en lo estratégico.
La gestión del conocimiento, bajo estas concepciones, puede servir de catalizador en la determinación y solución de contradicciones en el municipio, provocando rupturas en la cotidianidad al crear nuevos espacios de participación que enriquecen el aporte social, el reconocimiento público y la vida espiritual de las personas involucradas; también revaloriza el saber extraacadémico, porque los conocimientos no son un recurso exclusivo de una élite de pensadores aislados, ellos pueden estar en todos los sectores de la sociedad y esa cualidad si se ejercita en un territorio puede contribuir al fortalecimiento del diálogo y a la cohesión social.
No se puede construir una estrategia de gestión del conocimiento desde el pensamiento no comprometido con el cambio que la sociedad está demandando, porque no se puede emplear el conocimiento relevante, que es “conocimiento en contexto” (Núñez Jover, 2007), para reproducir el pasado, sino para parecerse al futuro. Ese tipo de pensamiento es conservador y provoca ralentizaciones; se conoce que “…la herencia organizativa es muy defensiva. En las empresas más jerarquizadas, donde unos piensan y otros no, y en aquellas que trabajan con énfasis en el proceso, el cambio empieza por los propios directivos” (Simeón Negrín 2004, p. 7). Es recomendable la existencia de un equipo de asesores dedicado especialmente al diseño, al desarrollo y a la evaluación del proceso de gestión del conocimiento a tono con los diagnósticos construidos socialmente.
Durkheim declara “… no hay en el mundo dos fenómenos que se asemejen, por sencillos que sean” (Durkheim 1893, p. 271).  Esto no significa que no sean generalizables las mejores experiencias. Los proyectos de gestión del conocimiento para el desarrollo de una localidad no se pueden generalizar mecánicamente a otra; deben diseñarse en función de las características de la organización o del lugar (valores y objetivos, estructura, sistema relacional y funciones organizativas). La originalidad de cada aplicación puede ser una garantía de posible éxito; sin embargo la copia de experiencias y su aplicación mecanicista comprometen seriamente en lo estratégico el éxito, sin embargo una correcta proyección de cada una de las dimensiones de la gestión del conocimiento puede contribuir también al fortalecimiento de los vínculos comunitarios en beneficio del propio proceso.
Es necesario precisar que la gestión del conocimiento para el desarrollo local es esencialmente un proceso social que no significa solamente qué medios técnicos se deben elegir para garantizar el flujo de conocimientos, sino cómo se van a potenciar y dinamizar los vínculos comunitarios entre los seres humanos implicados en el proceso, porque el uso indiscriminado de la las tecnologías de la información puede obstaculizarla. Lo anterior no significa rechazo al uso de las tecnologías; sino destacar el papel de las personas, sus capacidades, interacciones y valores en el proceso que sí puede contribuir a vincular su talento innovador en beneficio del desarrollo local.
La identificación del conocimiento relevante es una operación que puede fracasar si no existe un ejercicio continuado y objetivo de la conciencia crítica en los actores. Esta acción se encamina a articular la sabiduría de las personas con las necesidades de cambio en el entorno en que vive, por lo que la gestión del conocimiento se convierte también en un mecanismo para la inclusión social porque puede transformar a cualquier persona en un actor significativo en los contextos donde transcurre su cotidianidad al identificarlo como dueño de saberes relevantes; así se puede evitar una forma de exclusión social a muchas personas que pueden ser actores significativos, con potencialidad para hacer importantes contribuciones a los procesos de desarrollo local desde sus respectivos saberes si se eliminan los obstáculos que impiden su participación Esta es una dificultad que afecta también a las demás dimensiones de la gestión del conocimiento.
La adquisición del conocimiento impone la necesidad de crear o fortalecer los vínculos internos entre los actores que conforman las redes para que el flujo de saberes compartidos contribuya a la solución de las contradicciones locales y estimulen intercambios en condiciones de simetría social que conduzcan a la superación constante del patrimonio humano; porque “…el conocimiento se (…) se concreta localmente en la manera en que la persona como sujeto de formación permanente materializa y aplica sus aprendizajes en el contexto de su sistema local mediante la práctica cotidiana (Valdizán 2006, p. 414).
El desarrollo del conocimiento como dimensión se basa en procesos de aprendizajes colectivos, que no son solo resultado de esquemas curriculares, sino fruto del diálogo de saberes, de intercambios de experiencias; estos aprendizajes se producen cuando un individuo o grupo toma, asimila y aplica los conocimientos en diversos contextos de acuerdo a intereses expresados en proyectos personales o colectivos; la pericia de los líderes de estos procesos debe encaminarse al fortalecimiento de los vínculos, no en balde una autora como Boffill alerta que: “…aún persisten en nuestros municipios debilidades como falta de comunicación y coordinación entre los diferentes actores, desarticulación de los procesos de planeamiento, insuficiente información y capacitación sobre gestión local de los dirigentes, falta de perspectivas para poder solucionar los problemas por la vía del desarrollo local” (Boffill 2010, p. 10). La superación gradual de esas contradicciones hará más sostenible y profuso el empleo de los conocimientos relevantes en los procesos de desarrollo local.
Compartir el conocimiento es una acción que está ligada a su adquisición, su desarrollo y al fomento de la capacidad de aprendizaje. Esta acción se dirige a fortalecer habilidades para que los diferentes actores del desarrollo local se apropien y desarrollen criterios y conceptos desde situaciones prácticas que promuevan formas de compartir el conocimiento; con razón Humberto Ríos (2011) considera que el nuevo conocimiento aparece en las interacciones. Se hace prioritario fomentar la capacidad de las organizaciones locales para potenciar al individuo como el principal ente que valoriza los procesos de aprendizaje colectivo a través del desarrollo constante de sus conocimientos, adaptándose a los cambios, incrementando su capacidad para desaprender y aprender.
Es un hecho comprobado que “…el papel activo del sujeto del conocimiento está fuera de toda discusión...” (Núñez Jover 2007, p. 161). Esto no significa negar que el conocimiento pueda apoyarse en bases de datos, programas, métodos operativos, rutinas empresariales, etc; pero estos elementos son sólo soportes materiales de un conocimiento que, en sus aspectos propiamente intelectivos, está en las personas y en sus relaciones sociales lo que significa que el proceso de gestión de los conocimientos tiene complejidades que lo hacen diferente en cada lugar independientemente de que tengan correspondencias conceptuales. Lo importante para potenciar el uso colectivo de ese conocimiento que es tácito es crear mecanismos eficaces de socialización, en este aspecto la importancia de lo comunitario como cualidad vuelve a manifestarse.
En este proceso es importante evitar el academicismo y los protagonismos indebidos y fomentar el trabajo en red como principal premisa, buscar el conocimiento y permitirle el flujo de manera natural facilitando el aprendizaje y el proceso de apropiación “…con el deseo de mejorar el rendimiento de la transmisión del saber diversificando las formas de la comunicación pedagógica y apegándose a la cantidad de saberes realmente asimilados más que a la cantidad de saberes teóricamente propuestos” (Bourdieu 1997, p. 79).
Según Rullani (2000), la valorización del conocimiento plantea un dilema a su poseedor porque para extraer valor del mismo es necesario acelerar su difusión lo que lleva a la socialización del conocimiento que deviene, así, patrimonio común de usuarios potenciales. La expresión de la madurez de los nexos comunitarios en una organización o en una localidad estimula la necesidad de compartir el conocimiento y revela la importancia creciente de las redes, porque "...no sólo será importante la producción de conocimiento, sino la capacidad que se logre para su distribución..." (Hernández y Coello 2007, p. 69).
Nonaka y Takeuchi (1999), consideran que la clave para compartir el conocimiento es la existencia de un ciclo dinámico de conversión de tácito a explícito y de explícito a tácito, a través de procesos de interacción social en grupos, en contextos compartidos de relaciones emergentes. En el municipio, esos contextos son las redes como espacios comunitarios de naturaleza crítica. La difusión del conocimiento por medio de redes formales e informales es tan importante para el desarrollo local como su generación. La conformación de las redes de innovación y de conocimiento debe formar parte de las estrategias de desarrollo en la agenda del gobierno local como procesos sistémicos que adquieren una expresión en la vida, a nivel individual, comunitario y local a partir de la cooperación, como elemento sustancial de lo comunitario que “…es esencial para el grupo como oposición a la competencia en la que el otro siempre está en la posición de adversario…” (Alonso et al, 2012:7). La competencia en el sentido de superar y anular al otro es lo contrario al fortalecimiento de lo comunitario en el empleo del conocimiento para el desarrollo local.
La acción de compartir el conocimiento se logra por medio de la creación y el fortalecimiento de relaciones sinérgicas que apoyen el diseño de proyectos sociales. Para Stiglitz (1998), el conocimiento y su gestión tienen como objetivos desarrollar sinergias dentro del sistema. Las interacciones hacen sostenibles estos procesos y fortalecen el patrimonio intelectual del municipio y sus organizaciones.
También es imprescindible potenciar la calidad de la comunicación entre todos los actores sociales involucrados para que todos puedan establecer entre sí nexos sólidos; siempre resulta oportuno desarrollar la habilidad de “… escuchar al de las ideas, así sea un individuo medio loco, medio cuerdo, analítico y con gran capacidad creativa para solucionar problemas desde una óptica que parece ilógica para muchos de quienes le rodean, es quien logra ver lo que nadie ve a donde todos miran” (Gómez Escobar 2008, p.1). Fidel Castro añade a esto que “…el capital humano no se crea con egoísmo, estimulando el individualismo en la sociedad” (Castro 2006, p. 705). Los ambientes más favorables para el desarrollo son aquellos en los que se producen procesos interactivos y cooperativos de aprendizaje y de innovación, donde la comunicación se gesta sobre el respeto a la bilateralidad, a la diversidad de criterios, encaminada a crear sinergias y no asimetrías.
En las condiciones actuales de los municipios cubanos la forma más conveniente de retener el conocimiento es su socialización efectiva entre las personas y las organizaciones que lo necesitan ampliando su base social; por esa razón se reitera que los decisores locales deben privilegiar la importancia al trabajo en red estimulando espacios de socialización y diálogo de saberes, porque la estructura técnica para el soporte informacional de esos conocimientos puede ser insuficiente y la gestión del conocimiento es un proceso social que se produce en las interacciones entre actores y las estructuras de la sociedad.
En este aspecto son necesarias políticas más efectivas en el tratamiento de los profesionales y de otras personas de saberes y desempeños relevantes para evitar su éxodo, que fortalece a otros territorios vecinos, pero contribuye a que en el municipio “se produzca un proceso de descapitalización humana de alta calificación” (García Cuevas, tomado de GUCID 2006, p. 25). Los que dirigen en una organización o localidad, deben entender que esas personas son vitales para ellos y el sistema que dirigen y es necesario conseguir que puedan permanecer en él.
Sobre este asunto pueden ser válidas en los diferentes contextos locales “…algunas políticas y prácticas orientadas a retener a los miembros de la organización, por ejemplo: la participación y libertad en la toma de decisiones; ofrecer medios y espacios para que los trabajadores puedan desarrollar sus conocimientos; establecer sistemas de recompensa equitativos; fomentar la existencia de valores compartidos; extender la creencia de que cada miembro es significativo más allá de los propios intereses organizacionales; fomentar un sentido del disfrute en el trabajo; ofrecer la oportunidad de trabajar con profesionales de alto nivel; y otras cuestiones también importantes como la estabilidad de los proyectos de innovación o un horario que se adapte a los requerimientos de la tarea, sin rigideces innecesarias” (Peris, Lloria y Méndez 2002, p. 11).  Sería además correcto promover diferentes vías para mejorar la atención y el reconocimiento social a estas personas como un medio para fortalecer su compromiso con sus territorios y organizaciones.  

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