ABUSO SEXUAL INFANTIL EN MÉXICO: Análisis Jurídico-Social de las Causas Consecuencias y Prevención

ABUSO SEXUAL INFANTIL EN MÉXICO: Análisis Jurídico-Social de las Causas Consecuencias y Prevención

Janeth García Velázquez
Macarena del Carmen López Huerta
María Fernanda Ramírez Navarro

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CAPITULO II. PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LA SEXUALIDAD INFANTIL

Remontarnos en el pasado constituye un medio para conocer los constantes cambios por los cuales la sociedad se ha visto afectada, y que debido a ellos se ha tenido la necesidad de modificar su modus vivendi, los seres vivos y muy en especial nuestra especie establece un complejo engranaje que lejos está de ser únicamente biológico.
Muy probablemente poco somos conscientes en plenitud de lo que ocurre a nuestro alrededor, sin embargo, éste es el seno de un sin número de esbozos de conducta humana que en muchas ocasiones nada tiene que ver con el progreso comunitario, y que configura más bien acciones aberrantes que rompen con la idea de convivencia pacífica, estudiar estos hechos es un parteaguas para la superación y prevención de los mismos.
A lo largo de la historia el ser humano ha sido capaz de realizar grandes hazañas en distintos ámbitos que hoy constituyen un presente fundamental en la evolución social, actualmente son innumerables los espacios donde el hombre domina no sólo la extensión territorial sino cada esfera de su entorno.  Paradójicamente aún continúa siendo extremadamente difícil para la población en general y potencialmente para ciertos círculos, hablar de temas de índole sexual y discutir abiertamente de ellos; el cuerpo humano a pesar de ser una evidente fuente infinita de estudio constituye también un asunto que se trata entre las sombras y el susurro, esta reticencia incluso dentro del núcleo familiar, ha creado un ambiente de vulnerabilidad para quienes representan el sector más débil socialmente: los menores, intensificándose con ello la cantidad de víctimas de abuso sexual infantil y generando un retraso evidente en materia de investigación del mismo.
Las posturas que niegan y trivializan el problema son las mismas que contribuyen a que se agudice y que sus efectos a corto, mediano y largo plazo sean prácticamente incontenibles, afortunadamente hoy existen numerosas organizaciones sociales y organismos de índole legal que prevén y analizan la protección del niño, que multifactorialmente éstos han proporcionado mayor visibilidad al problema; dando como resultado, que se alerte y se considere socialmente; sin embargo, los esfuerzos en muchos de los casos resultan poco fructíferos pues para conocer un problema a plenitud es de suma importancia analizarlo desde su origen, pues la visualización de éste, nos permitirá combatir una raíz que ha desencadenado en un ramificación que hoy representa un problema de salud pública mundial.
Es por ello, que hablar de antecedentes inevitablemente nos remite a contemplar los diversos hechos que influyeron en la protección de los niños a lo largo del tiempo, así como los elementos jurídicos, sociales y culturales que han constituido lo que hoy conocemos como abuso sexual infantil, proporcionando así un cuadro panorámico que servirá para juzgar, prever y entender a cabalidad el tema que hoy estudiamos.
Una de las creencias erróneas sobre el abuso sexual infantil y sobre otras manifestaciones referentes a la sexualidad humana es que son recientes; es decir, que en los últimos años; “el mundo se ha vuelto loco” y han aparecido las más impresionantes, reprobables e injustificables expresiones sexuales, lo cual es falso pues estas prácticas vienen desde los inicios de la humanidad y han estado presentes durante toda la historia.
También es falsa esa concepción de que los abusadores son sujetos extraños o en su defecto, se les considera como anormales, pues se ha encontrado que pueden ser de cualquier raza, edad, nivel socio económico o de instrucción; hallándose en común algunos factores de personalidad o historia familiar que mencionaremos más adelante.
Hasta hace poco existía la creencia de que el abuso y la violencia sexual eran poco frecuentes en los menores de edad, sin embargo el Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual, establece que “se ha encontrado en estudios recientes que dos de cada tres adultos norteamericanos recuerda haber sido objeto de caricias o juegos de naturaleza sexual durante su infancia, tanto con niños de su propia edad, niños mayores o adultos”. (Carmen Manrrique, 2015)
Evidentemente la práctica de estos abusos de índole sexual, no es poco usual, al contrario se presenta de manera constante y está en ascenso.
Ahora bien, si observamos el desarrollo de la especie humana veremos que desde cuando el hombre era más una bestia que aquello que percibimos como humano, se daban no solo la mayoría, sino en realidad absolutamente todas, las expresiones sexuales que hoy se presentan. Según el Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual, menciona que “En la era paleolítica, en los tiempos de la manada humana, la ley de la supervivencia era el supremo mandato y tal vez el único criterio de orden o autoridad”. (Carmen Manrrique, 2015) Es por ello que el conjunto humano existente en aquella época, era controlado por un (varón dominante), quien era el más fuerte e implacable,  en todas las actividades que realizaba, algunas ellas era cazar, abastecer de alimentos a la tribu, y en general, era el mejor en sus actividades. Esta figura  era seguida por la manada ya que en gran parte la supervivencia dependía de él; este varón dominador era el primero en alimentarse, en escoger refugio, y por supuesto era el primero al escoger las hembras, sin poner mucho reparo en la edad o el consentimiento de las escogidas, estamos ante una de las primeras manifestaciones de índole sexual que podemos considerar como antecedente al tema que hoy tratamos.
En esos tiempos cada día realmente se luchaba por sobrevivir, se ha encontrado que se da una fuerte asociación entre la situación de excitación generalizada que rodea al escapar a la muerte tras una lucha o confrontación y la inmediata continuidad de un estado de furor sexual que impelería al apareamiento al sujeto sobreviviente como parte del mecanismo que busca garantizar la supervivencia del más fuerte, y con él, la de su prole y la especie.
El antes citado, Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual, hace referencia que “Entonces tenemos que el hombre primitivo llevaba una vida gobernada por las necesidades viscerales más elementales, las mismas que por su naturaleza le resultaban impostergables”. (Carmen Manrrique, 2015) Estos mecanismos, por el valor que tenían para garantizar la continuidad de la vida quedaron como mandato genético o instintivo, transmitiéndose de generación en generación, durante cientos de miles de años.
En el periodo de la horda humana la vida transcurría arriesgada y llena de amenazas, puesto que no existía la familia y casi todos los machos se apareaban con casi todas las hembras sin distinción ni excepciones, ya que estas correspondían al mismo grupo y no se tenía conocimiento de los límites que hoy da el parentesco pues no había forma de determinar la paternidad de la descendencia y el instaurar esa relación no tenía ningún sentido en aquel entonces, por lo que era común que los hombres más astutos y fuertes tomaran a todas las mujeres capaces y disponibles para acercarse a ellas y tener una vida sexual activa, independientemente de la existencia; siendo aplastada violentamente cualquier oposición o resistencia.
Es así que esta conducta perduro en la especie humana durante siglos, hasta que con el paso del tiempo, la manada acumuló experiencia, la misma que al ser asimilada se convirtió en conocimiento, y este fue difundido a las nuevas generaciones; desarrollando una cultura, la cual alcanzó cierto grado de conciencia convirtiéndose la horda en una tribu dando origen a lo que hoy llamamos ser humano, con capacidad para distinguir sobre las conductas amenazantes, lo sorprendente respecto a lo anterior radica en torno a que en la actualidad aun después de haber pasado un proceso evolutivo que se traduce en millones de años, se siguen presentando signos primitivos en ciertos individuos que aun siendo conscientes de la relación familiar que los une con cierta persona realizan actos sexuales no consentidos, manifestando una conducta además de delictiva evidentemente anormal.
A medida que pasaba el tiempo se formó un estirpe, que dio paso al inicio a la formación de una casta de machos dominantes que mostraba el poder y control de la tribu, que descubrió la necesidad de tener seguridad sobre la paternidad de sus familiares consanguíneos descendientes, para garantizar la correcta sucesión de poder del jefe. Es en esta etapa donde el multicitado Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual, menciona que “Aparecieron así las primeras restricciones en el comportamiento sexual así como en el uso de la violencia y del asesinato como el principal medio de acceder al poder, estableciéndose las relaciones exclusivas y cerradas para un grupo unido por lazos de consanguinidad, es decir: la familia. Siguiendo un desarrollo simultáneo y paralelo aparece un periodo de protección para con la infancia que se extiende durante una larga etapa de la vida de los individuos, abarcando incluso la etapa reproductiva, aprendiendo así el homínido en trance de humanizarse a vivir su sexualidad no como una situación de violencia y sometimiento sino como una experiencia de comunicación, amor y ternura.” (Carmen Manrrique, 2015) Sin embargo los eslabones perdidos de la cadena evolutiva siempre han existido y quizá denominarlos de esa manera resulte osado, pero los actos de los que actualmente son víctimas los menores contradicen este proceso de superación humana desencadenando en una larga lista de infantes abusados sexualmente.
De esta manera se fijaron las clases sociales dentro de las tribus como un medio para asegurar el control del poder por una dinastía; para que con el establecimiento y practica de esta particularidad, aparecieran los tipos de condiciones y limites, que se instauraban para que se desarrollara armoniosamente la vida familiar, la conducta sexual, la consolidación de relaciones estables entre hombres y mujeres que serían el germen del matrimonio.
Por otro lado la singular alternativa para lograr sobrevivir conjuntamente, enfrentándose  a los continuos desafíos y enfrentamientos, ejecutados contra otros clanes era ostentado la cantidad de guerreros dentro del clan, de una manera significativa; por lo que se favorecían los enlaces que proporcionaran como descendencia dichos guerreros y con ello fortalecieran el poder de la tribu, sin poner mayor discrepancia en los vínculos de consanguinidad que pudieran existir, pero que ya se penalizaban los actos o  comportamientos sexuales que no tuvieran como finalidad la esencia de la reproducción particularmente, apareciendo así la  reprobación, del auto erotismo es decir masturbación, y del comportamiento homosexual, por ser conductas que no fomentaban el nacimiento de nuevos guerreros y que de prosperar podrían amenazar el futuro de la tribu.
transcurridos algunos cientos de miles de años durante los cuales, quienes eventualmente devinieron en seres humanos, habían ejercido la violencia como medio para ejecutar coacción, a las fieras y a otros de su especie; se habían apareado indistintamente guiados por la búsqueda del placer y de la supervivencia quedando estos tipos de conducta como atávicas, predispuestas genéticamente e instintivas. Tal como ocurre hoy con otras especies próximas a la especie humana en la naturaleza.
Según, el Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual, considera que “La evolución de la sociedad trajo consigo la aparición de la religión, la moral, la ética, la ciencia, los manuales de buenas costumbres y otros constructos mentales que pretendían describir y explicar la manera correcta sobre cómo debían comportarse las personas de acuerdo a los valores superiores de la sociedad”, (Carmen Manrrique, 2015) es en este punto donde se da una de las primeras manifestaciones del derecho.
“Una de estas falsas creencias es que los niños no tienen una vida sexual propia” (Carmen Manrrique, 2015) el Psicoterapeuta Ricardo Carmen Manrique, en su artículo llamado Acerca del Abuso y Violencia Sexual,  menciona certeramente, pues al hablar de la actuación y comportamiento infantil dentro de este ámbito lo hacemos desde nuestra expectativa de mayores inmersos dentro de situaciones, experiencias y concepciones propias de los adultos; que obviamente no ocurre en los infantes. El mismo Ricardo Carmen Manrique, en el artículo antes mencionado, hace mención que “Hoy en día está largamente comprobado que los menores al investigar y descubrir su propio cuerpo encuentran todo tipo de sensaciones, dentro de ellas, las de placer que naturalmente proporciona la investigación y manipulación de los órganos sexuales.” (Carmen Manrrique, 2015)
Así mismo expresaremos que la mayoría de niños en algún momento se siente atraído por alguien de su ámbito, siendo el origen de esta atracción de naturaleza puramente sexual; al igual se ha encontrado que un gran porcentaje de menores al relacionarse con otros, en algún momento tienen juegos eróticos, los que en la mayoría de los casos quedan sólo en eso, en juegos; aunque de acuerdo al entender del adulto y de acuerdo a sus normas puedan parecer inadecuados.
Entonces nos encontramos con la realidad que representa la existencia de una vida sexual infantil, desde un ángulo que se instituye como un descubrimiento sencillamente natural de del mundo y más que nada de la personalidad de los individuos, independientemente de sus creencias o de las épocas, su educación o cultura, sin duda el abuso sexual y la violencia sexual infantil son realidades  presentes desde hace mucho tiempo y de las cuales hemos comenzado a tener conciencia social más recientemente.
Entrando en materia de protección de la niñez a lo largo de la historia ha sido valorada de diferentes maneras; hubo tiempos en que los niños carecían de derechos y eran considerados como adultos.
En el Trabajo final del diplomado de Maltrato infantil, denominado Abuso Sexual Infantil, los doctores Marta Torres Suarez, Odalys Sarmiento, Marilin Hernández y Raiza Leyva. Citan al respecto que “No es sino hasta el siglo XIX en que se reconoce los derechos propios del niño y poco a poco se va generalizando esta actitud; prospera el interés por la pediatría, se modifican los métodos, sus instalaciones y su trato. Así a la par de los avances sociales y tecnológicos la niñez empezó a valorarse desde otra óptica”. (Torres Suarez , Sarmiento, Hernández, & Leyva, 2015)
De acuerdo al artículo llamado, Maltrato, Abuso y Negligencia contra Menores de edad por Elena Azaola, hace referencia que “Desde tiempos inmemorables se ha hecho padecer a los niños todas las formas de violencia, aunque no se sabe qué tan común era abandonar y dar muerte a los niños, se conoce que el infanticidio era una práctica ampliamente aceptada en las culturas antiguas y prehistóricas, Lloyd de Mause, en su clásico History of Childhood, documenta que el infanticidio de niños legítimos e ilegítimos era una práctica común en la antigüedad y hasta la Edad Media tanto en oriente como en occidente”. (Azaola, 2015)
Desde entonces y hasta la actualidad los menores han sido mutilados, golpeados, vejados y la utilización de niños para la gratificación sexual de adultos ha sido una práctica muy difundida y aceptada en numerosas culturas. Por ello, no es misterioso ni desconocido que la venta y la prostitución de niños sigan siendo una forma de vida bien identificado en prácticamente todos los países, el matrimonio con niñas, de igual modo, ha sido una práctica ampliamente difundida mientras que la victimización de niños fue frecuente durante la Edad Media.
El  antes mencionado artículo llamado, Maltrato, Abuso y Negligencia contra Menores de edad por Elena Azaola nos instruye que “Con todo, y a pesar de que la primera Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños se creó en Nueva York en 1874 y varias más surgieron durante los siguientes 80 años, diversos estudios han hecho notar que el interés público hacia el maltrato infantil era muy escaso antes de 1960. Aunque con los antecedentes de los estudios de Caffey en 1946, Silvermann, 1953, y de Wooley y Evans, en 1955, no fue sino hasta 1962 en que el doctor Kempe y sus colegas publicaron en el Journal of the American Medical Association su trabajo acerca del síndrome del niño golpeado, que se inició la preocupación moderna por el abuso y la negligencia hacia los niños, misma que ha crecido y se ha difundido entre todos los países durante las últimas cuatro décadas”. (Azaola, 2015)
Los conocimientos que desde entonces se han presentado, han permitido legar a la conclusión de que hoy en día cualquier ente, desde que nace, tiene un riesgo mucho más alto de sufrir diversos tipos de violencias y abusos.
Según articulo concerniente al Extracto del Informe Nacional Sobre Violencia y Salud “No es por ello de extrañar que, en 1999, la Organización Mundial de la Salud es-timara que 40 millones de niños de entre 0 y 14 años sufrían maltrato o negligencia al nivel mundial”. (OMS, 2015)  Sin embargo, la misma organización hizo notar que la falta de una definición única, las definiciones ambiguas y las diferentes disposiciones que en cada país existen para reportar los casos de maltrato o negligencia infantil, hacen inviable las comparaciones supranacionales.
En México, todavía no se cuenta con un registro nacional adecuado de todos los casos de maltrato infantil que son reportados a las distintas autoridades (salud, educación, protección a la infancia o justicia). Es decir, no hay manera de saber si los casos que reporta uno de estos sectores son los mismos registrados en otro. De igual modo, no debe olvidarse que sólo llegan a conocimiento de las autoridades los casos más severos mientras que la mayor parte no son reportados, quedando, por tanto, fuera de los registros y así de la historia.