PLANEACIÓN Y REFORMAS ECONÓMICAS EN EL MÉXICO POSTMODERNO

PLANEACIÓN Y REFORMAS ECONÓMICAS EN EL MÉXICO POSTMODERNO

Jorge Isauro Rionda Ramírez (CV)

Volver al índice

LA NUEVA PROSA

En el discurso oficial siempre existe un vocablo vedado. Algunas palabras por su carga de significado convencional pueden implicar juicios de valor y de bondad que bien no son apropiados para el régimen. Por dar un ejemplo, la palabra “control” esta desde tiempos de los años 90 prohibido dentro del discurso oficial. En un democracia las políticas son sugestivas, no impositivas, por lo que “control” suena a imposición. Control natal, por decir, se enfrenta de inmediato con lo que indica el artículo 4º. Constitucional que afirma que es libertad de las parejas elegir libremente la cantidad de vástagos que deseen tener. Por tanto, en su lugar se habla de “planificación familiar” y posteriormente de “salud reproductiva”.
En el discurso oficial, la semántica de los términos viene bifurcándose. Entre conceptos con carga normativa (juicios de valor y de bondad) y conceptos de carga positiva (juicios de verdad). La cuestión de llevar el discurso a una lingüística positiva es finalmente desnudarla de su peso político. Despolitizar la prosa, tanto en lo político, económico, cultural, incluso académico. Así el primer término que se adopta como parte de esta nueva jerga política es la palabra “solidaridad”, que viene a suplir el término de la justicia. La idea es posicionar – dicen otros: empoderar- el término de que no busca dar a cada quien lo que se merezca, sino por altruismo, hacer causa común de la desdicha humana, y en calidad fe generosidad respaldar a la población que se considera vulnerable. NO por justicia, ¡sino por lástima! Un término muy cristiano y propio del neoliberalismo humanista.
Viene en sucesión otro término acuñado como parte de esta corriente despolitizadora: pobreza, que suple al término de la explotación. Cuestión que tiene intimidad precisamente con la justicia. Hablar de pobres no es igual que hablar de explotación o de injusticia. Lo propio no es crear conciencia de ello, sino presentar a los pobres no como el producto de un acto reprobable socialmente, sino como engendros cuyo origen es natural. Pobreza habla de condición humana pero no implica que son producto de un acto de injusticia y explotación. No es tema de si lo merecen o no, si hay responsabilidad social en ello y si se debe tener compromiso con dichos sujetos. De nuevo entra el altruismo, la generosidad y la bondad cristiana y neoliberal humanista. Los pobres (por los que se siente lástima) hay que actuar por generosidad, altruismo, bondad y hacerles merecedores de la limosna del sistema, que es “sensible” a su penosa situación extrema y estricta.
Tras de ellos aparecen otros nuevos términos de despolitización y desconcientización, insensibilización e indolencia: transparencia, en lugar de honestidad; y sustentabilidad en sustitución de equidad. Incluso aparecen paliativos a la corrupción como son instancias de ajusticiamiento a la mala gestión pública, que sutiliza el cargo penal a servidores públicos corruptos dándoles “castigos” privativos y excluyentes del ejercicio civil de carrera, en lugar de arrestarles y contenerles en cárceles por cargos de peso penal. Finalmente, quienes gobiernan velan por procurar ser menos punitivas las responsabilidades y faltas en las incurren.