GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

Isis Arlene Díaz Carrión (CV)
Universidad Autónoma de Baja California

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 EL PROCESO DE EMPODERAMIENTO.

El empoderamiento no es un proceso fácil y puede estar lleno de contradicciones, como ya se constatará en las siguientes páginas. El empoderamiento es también un proceso de abajo hacia arriba, donde nadie puede empoderar a alguien, como si se tratara de un cetro o estafeta que se pasa de mano en mano; quien se empodera es la propia persona o institución; puede recibirse ayuda externa en forma de invitación a participar, a adquirir nuevas habilidades, a desarrollar capacidades asertivas para la decisión, ayuda para controlar los recursos propios; también el empoderamiento colectivo puede recibir ayuda externa para fundar organizaciones que atiendan las causas de la subordinación, promocionar la participación de las mujeres en organizaciones políticas, sirviendo de intermediación entre quienes tienen el poder y las mujeres que desean empoderarse (Oaxaal y Baden, Op. cit:7).  Las anteriores estrategias son apoyos que facilitan el empoderamiento pero no garantizan el éxito per se, pues es básico contar con mujeres que estén convencidas y comprometidas con el cambio a lograr.

          Sobre el proceso de empoderamiento hay que señalar que éste no puede ser definido a partir de los output; las mujeres deben ser libres de definir sus necesidades e intereses sin que influyan otros actores sociales; se puede acompañar en el proceso, pero influir en este sería utilizar la tradicional forma de planeación de arriba hacia abajo y anularía uno de las principales detonadores del proceso de empoderamiento personal.  A continuación se presentan  cinco modelos que han sido diseñados tanto desde la teoría como con fines más instrumentalistas, pero siempre buscando identificar los pasos del empoderamiento femenino.

El Marco Conceptual de la Igualdad y el Empoderamiento.

El Marco Conceptual de la Igualdad y el Empoderamiento fue diseñado por la UNICEF (1997:173-186) y considera al empoderamiento como un medio necesario  para lograr la igualdad; es un modelo sencillo que resulta útil como modelo introductorio a otros, como los que serán expuestos en las siguientes páginas; este Marco establece cinco niveles de adquisición de poder que impactarán en la igualdad y donde es el nivel de concientización el que resulta clave para cambiar el status quo de las relaciones de género.

          Los cinco niveles que plantea este modelo están interconectados más no deben interpretarse como si se tratara de una estructura rígida.  Para cada uno de estos niveles se plantea eliminar las brechas de género utilizando como medio al empoderamiento; poco hincapié se hace en el desarrollo de estrategias y acciones, de tal forma que la principal aportación de este Marco de Igualdad y Empoderamiento radica en la definición del proceso de empoderamiento  como  una  serie  de  pasos  que transita desde la cobertura de las necesidades básicas hasta los intereses estratégicos; es decir, del espacio privado al público.

Tabla 2.4. Marco de Igualdad y Empoderamiento de las Mujeres.
                                                


NIVELES DE IGUALDAD Y EMPODERAMIENTO

Bienestar

Acceso

Concientización

Participación

Control

Fuente: UNICEF (1997)

El primer nivel de este modelo es el de Bienestar, donde se contemplan los aspectos del bienestar material de las mujeres; al tratarse de necesidades de nivel básico su cobertura no debe ser entendida como empoderamiento, pero se incluye como punto de partida de los demás niveles donde sí se va trabajando en el incremento del empoderamiento.   El nivel de Acceso plantea el disminuir la brecha de género que resulta de un desigual aprovechamiento de oportunidades entre las mujeres como resultado de, precisamente, un acceso limitado por las normas sociales a los recursos para el desarrollo y la producción.  Este segundo nivel está muy ligado al nivel de Concientización, pues el darse cuenta de esa desigualdad en el acceso a los recursos implica comenzar a aplicar una perspectiva de género.  En el nivel de Concientización las mujeres analizan, desde una perspectiva crítica, a la sociedad en la que viven y a través de la sensibilización superan las creencias de una discriminación como consecuencia de la biología o de un orden divino.

          Participación y Control son los últimos niveles del modelo; el primero se caracteriza por buscar una participación activa de las mujeres en su comunidad; se busca incrementar su rol protagónico como resultado de un mayor poder.   El último nivel, el Control no solamente plantea el acceso a los recursos productivos, sino su propiedad; de tal forma que exista una igualdad en el reparto de los beneficios.  Para UNICEF (Ídem:182), los cinco niveles están interconectados pues cuando una mujer percibe la existencia de los problemas de acceso se motiva una mayor concientización, la que puede conducir a buscar una mayor participación en la toma de decisiones, lo que le llevaría a un mayor control de los recursos y beneficios.

Como ya se comentó anteriormente, este modelo resulta útil cuando se complementa con otros que visualizan el proceso de empoderamiento desde perspectivas de involucramiento en las diferentes esferas y espacios.  De forma aislada parece realizar un aporte poco significativo, aún así hace hincapié en uno de los vericuetos del empoderamiento al establecer que la satisfacción de necesidades básicas no es el punto final sino el de partida.

El Empoderamiento según López e INTRAC.

Para López (Op.cit:87-111), el empoderamiento es un proceso individualizado y multidimensional que ha sido retomado por el feminismo y se ha nutrido de propuestas de desarrollo comunitario, busca que quienes están sometidos a diversas formas de opresión interioricen un poder para hacer frente a dicho sometimiento; el proceso de empoderamiento comienza con el entendimiento de la subordinación dentro de un sistema de dominio que hace uso de la ignorancia, la negación, la renegación y la disonancia cognitiva con el fin de mantener la sumisión; al recurrir a dichos mecanismos logra impedir que las personas se hagan conscientes de su situación de desventaja y cierren oportunidades de imaginar mejores alternativas posibles.  En este sistema de sumisión también juegan otros elementos como las normas sociales y religiosas, los valores y las prácticas que sostienen las desigualdades de género al buscar ocultar la realidad de dominio masculino con el fin de desactivar cualquier conflicto que ponga en riesgo el status quo.

El esquema planteado por López permite comprender los puntos iniciales y finales del proceso de empoderamiento; cabe señalar que este proceso no es lineal y que al cambiar constantemente tanto las circunstancias del entorno doméstico, como fuera de éste, el proceso requerirá de negociaciones con el fin de mantener el equilibrio.  La importancia de entender el proceso interno del empoderamiento evita el centrarse exclusivamente en poner recursos en manos de las mujeres, lo que generaría situaciones donde se incrementa la riqueza del hogar sin que se presente un cambio real en las relaciones de poder (López, Ídem:95); situaciones como la anterior se ejemplifican con los casos de ingerencia masculina sobre las iniciativas empresariales de las mujeres, y también cuando éstas son puestas como titulares  buscando exclusivamente obtener apoyo económico –de gobierno o de cooperación-  para un proyecto que será ejecutado y controlado por los hombres. 

          En el modelo de empoderamiento realizado por INTRAC y citado por López (Ídem:96) es posible identificar seis dimensiones donde se encuentran contenidos una serie de intereses estratégicos de tipo psicológico, cultural, social, económico, organizacional y político que sirven de detonantes para incrementar la visibilidad y autoestima de las mujeres, así como hacerlas más autónomas y capaces de establecer sus propios objetivos; todo lo anterior les servirá para mejorar su posición de negociación en las esferas privadas y públicas.   No existe una receta fija de la combinación de capacidades de cada una de las seis dimensiones; pero sí hay una dimensión que se convierte en detonante: la dimensión psicológica, es precisamente el cambio en el espacio interno el necesario para acceder a las capacidades de las restantes esferas; el cambio interno que puede ser resultado de reflexiones intrínsecas o bien de apoyo extrínseco, de cualquier forma el primer paso es hacer propia la situación de desventaja y el deseo de mejorar dicha situación.

          No muy distinto a cualquier otro proceso humano, el empoderamiento no deja de ser convulso tanto para quien lo desarrolla como para quienes se ven implicados indirectamente; inicialmente son los hombres quienes asumen como consecuencia del empoderamiento una pérdida de privilegios y ventajas, esa postura puede llevarlos a instalarse en una actitud de sabotaje caracterizada por resistencias sutiles y no tan sutiles, ante la falta de habilidades de negociación puede incluso llegarse a recurrir a la violencia como medio de resolución del conflicto generado por el cambio de las mujeres.  Como resultado de esta situación algunas mujeres preferirán mantener el sistema de dominación antes de enfrentar la violencia de los hombres que prefieren una mujer que acate los principios tradicionales de dominación.  Romper la jerarquía de genero es lo más complicado, en algunos casos –especialmente cuando conviene a los hombres- aunque en apariencia las mujeres tienen las puertas abiertas para participar en los espacios públicos o en los puestos de poder; no obstante, siguen presentes las discriminaciones, siendo necesario actuar en dos líneas: visibilizar y explicitar los mecanismos soterrados de la discriminación y ejecutar acciones positivas.

El Empoderamiento de Rowlands.

Para Rowlands, el proceso de empoderamiento está en continua negociación como consecuencia de cambios tanto de las circunstancias como de la propia mujer –e involucrados secundarios-. Este modelo de empoderamiento  identifica tres esferas de actuación que comprenden a su vez una suerte de capacidades, habilidades, conocimientos y acciones que pueden ser considerados como el núcleo de cada dimensión; alrededor de cada una de las tres dimensiones se agrupan una serie de factores que bien incrementan, bien disminuyen las respuestas asertivas que las mujeres podrán generar ante diversas circunstancias  –oportunidades- de negociación con otros miembros de su grupo doméstico y comunitario (Rowlands, 1997:224). 1 Si bien del mismo modo que Agarwal identifica las mismas relaciones de cooperación y conflicto, Rowlands plantea en este modelo la necesidad de considerar una esfera personal, un espacio individual (no necesariamente físico) que puede ser entendido como la motivación/fortaleza personal que se convierte en el primer impulsor, o detonador del cambio. 

Las esferas donde se debe actuar en pos del empoderamiento son tres: la personal, la de las relaciones cercanas –o en otras palabras las que se mantienen dentro del grupo doméstico- y la comunitaria.  Para cada una se plantearán estrategias distintas y será necesario llevar a cabo cambios en las tres esferas transitando del conocimiento a la acción;  Rowlands (1995) señala que el empoderamiento trae implícito cierto desarrollo personal, siendo en esta esfera donde se llevan a cabo los cambios más profundos y se constituye en la base del empoderamiento en las restantes (Rowlands, 1997:230).  La autora también remarca que la reflexión sin acción no es sinónimo de empoderamiento, por lo tanto es necesario poner en práctica esas reflexiones –que han sido desarrolladas para fortalecerse al momento de iniciar negociaciones-, la acción tendrá lugar dentro de la esfera privada: el hogar, área que suele constituirse en la arena más difícil para que se instale el cambio,  porque se enfrenta a una situación de negociación cotidiana donde además están de por medio las relaciones de afecto; es sin embargo, precisamente allí donde resulta necesario exigir arreglos más equitativos.  Finalmente se encuentra la dimensión colectiva, donde los cambios se desarrollarán en la arena pública a diversas escalas –comunidad, región, estado, etc.- siendo aquí donde el empoderamiento de las mujeres se visibiliza y también el espacio para desarrollar la solidaridad femenina (sororities) que consolidarán los cambios que retroalimentarán el empoderamiento (Rowlands, 1997 en Hidalgo [2002]).

          Este modelo de empoderamiento identifica diferentes factores que motivarán o desmotivarán a las mujeres en su proceso de generar relaciones de género más equitativas.  Algunos de estos factores se repiten a lo largo de las tres esferas de actuación –p.ej. machismo-; otros se amplían o restringen según se trate de una esfera u otra –p.ej. un factor inhibidor para el empoderamiento es la dependencia, que en las esferas personal y de relaciones cercanas se identifica como dependencia de la mujer; pero que en la esfera colectiva se traduce como dependencia de figuras clave-.  Así como existen factores que son impulsores –p.ej. tener tiempo para una misma, que puede desencadenar el formar parte de un grupo, el ampliar amistades, el desarrollo de conocimientos, entre otros-, hay otros que son el resultado. 

Continuando con las características de los factores, hay que señalar que no todos resultan inherentes a la persona –p.ej. los problemas de salud- o a su grupo doméstico –alcoholismo y violencia del compañero-; también hay otros que son externos, e incluso dentro de este grupo existen aquellos sobre los que es más posible influir –p.ej. una comunidad sin cohesión- y otros que se ubican en la periferia de actuación  muy propia de los aspectos macro sociales –p,ej. una política inestable-.   Conocer las características de esta suerte de factores que potencian el empoderamiento y aquellos que le inhiben es útil al momento de establecer el alcance de los objetivos de una iniciativa, así como la estrategia y acciones a desarrollar; pues habrá factores que puedan atacarse con acciones puntuales, pero otros requerirán estrategias imbricadas y tiempos específicos de realización.

          De la interacción entre las esferas –núcleos incluidos- y los factores potenciadores e inhibidores se generará una serie de habilidades y capacidades que son el componente final –por así denominarlo- del proceso de empoderamiento.  Es el modelo de Rowlands uno más de los que plantean una base personal que se enriquece al momento de negociar mejores condiciones entre las relaciones cercanas, la que a su vez es la base de otras negociaciones fuera del grupo doméstico; dejando clara la necesidad de trabajar desde el aspecto personal; ahí es donde yace la aceptación de que no todas las mujeres seguirán un modelo específico y unilineal de empoderamiento.

En algunos casos prácticos –como es posible apreciar en los casos de microcréditos de financiamiento en Bangladesh- el empoderamiento ha tendido a prestar poca importancia al empoderamiento comunitario; contrario a eso, el modelo de Rowlands considera la presencia de las iniciativas (empresariales, políticas, religiosas o de otro tipo) de las mujeres como una parte básica del esquema, pues es a través de ésta que las mujeres se harán visibles, podrán negociar con fuerzas políticas y sociales, estarán en posibilidad de participar en la agenda; en resumen, hay que llegar hasta esa esfera colectiva para poder plantearse una modificación en las normas sociales y un beneficio más consolidado.

El Empoderamiento y la Negociación de Agarwal.

A diferencia de otros modelos Agarwal (1997) diseña uno donde el punto focal no está dado en el resultado final, sino en el proceso; es decir, en la negociación; para esta autora el empoderamiento debe lograrse como resultado de situaciones de cooperación/conflicto donde determinar quién hace qué, quién obtiene qué y cómo se trata a cada persona permitirán ir acumulando una serie de activos para balancear las relaciones de género.

El proceso de negociación se muestra como complejo, constante y seriado;  resulta imprescindible negociar cuantas veces sea necesario por cada uno de los recursos que la comunidad, el mercado y el Estado pueden poner a disposición del hogar.  En apariencia el modelo de Agarwal deja de lado la dimensión personal, nada menos que la base para el empoderamiento; sin interiorizar primero la desigualdad de género y las herramientas para atreverse a negociar el bien propio las mujeres seguirán negociando en nombre de la descendencia; ella y su familia como si fueran un all inclusive.  Es una omisión importante, pero que al tratarse de un modelo con énfasis en el exterior esa fuerza interior queda asumida; es por lo tanto un modelo que puede ser complementado con otro de los que se han discutido previamente; sin embargo, y en descargo de la autora cabe señalar que una mujer con poder es una mujer que se atreve a negociar con quien tradicionalmente se ha dedicado a imponer.

Este modelo que ha sido expresamente desarrollado para el mundo rural establece como bienes más preciados a título individual la tierra arable y la habilidad para trabajar (endowments), la propiedad y control de ambos elementos permitirán un uso en la producción y/o el intercambio (exchange entitlement mapping); pero los bienes individuales no son los únicos a negociar, se negocia también por bienes comunes que son provistos por agentes externos (p.ej. derechos comunales de los recursos, sistemas tradicionales de apoyo social y soporte de ONG´s).   En este juego de negociación no muy diferente al Monopoly, una vez que se ha establecido lo que se negociará hace falta revisar las reglas del juego; aquellas que ponen límites a lo que resulta negociable y las condiciones de negociación, estas reglas del juego vienen fijadas a partir de las percepciones y normas sociales aplicables en la comunidad.  El modelo de Agarwal también introduce en el juego no solamente la negociación individual sino también la colectiva, lo que añade complejidad al proceso; ante este esquema las mujeres tienen que construir alianzas con dos funciones primarias: fortalecer su capacidad de negociación individual, pero también fortalecer su capacidad al negociar en grupo o coalición.

El papel de las normas sociales en la distribución de los bienes y servicios de subsistencia puede favorecer los intereses de unos individuos sobre los de otros, o los de un grupo sobre los de otro; su alcance tampoco se restringe a la esfera privada, y pueden colocar a las mujeres como eternas dependientes de los hombres limitando su poder de negociación y manteniendo relaciones nada equitativas.  Pero las normas sociales, al ser producto de la cultura, son objeto de contestación y cambio a través de la negociación; cabe señalar que las normas sociales han estado modificándose como consecuencia de cambios en la economía, la cultura y la sociedad.   En el camino de demostrar dichos cambios la autora sustenta sus opiniones contestando a las preguntas ¿Son las mujeres altruistas o se manejan a partir del interés individual?, ¿Están poco dispuestas a negociar fuerte?, ¿Fijan sus prioridades únicamente a partir del bien colectivo sacrificando el bienestar personal?, ¿Se conforman con seguir órdenes no equitativas?, ¿Aceptan la legitimidad de esas órdenes? ¿Totalmente o parcialmente?, ¿Las obedecen por miedo o porque piensan que no hay otra opción?

El modelo que propone Agarwal identifica cuatro figuras clave: el Grupo Doméstico, la Comunidad, el Mercado y el Estado; ante cada una de estas figuras se negocian las relaciones de poder; en este modelo compuesto por cuatro esferas de negociación que no permanecen aisladas sino que se retroalimentan,  resulta ser precisamente la esfera del grupo doméstico la que recibe mayor influencia de las restantes y la comunidad la figura que sirve de intermediación entre el Estado y el grupo doméstico, así como con el mercado.  Agarwal define además una serie de ocho factores que potencialmente influyen en la postura de negociación de las mujeres rurales.  Uno de los factores de más peso, y que deja sentir su influencia en cada una de las cuatro figuras, son las normas y percepciones sociales; no es de sorprender que sean precisamente éstas las que, en mayor o menor grado, han sostenido la división sexual del trabajo con las consabidas repercusiones contraproducentes para las mujeres.

Altruismo e interés personal aparecen justificando el acatamiento de órdenes principalmente como consecuencia de una inexistente –o limitada- independencia económica.  Frente a la anterior situación de dependencia las mujeres desarrollan diversas estrategias de subsistencia como pequeñas inversiones a escondidas de la pareja o buscan la construcción de capital social: …if a women expend their energies and earnings on the family and extended kin, this appears to be as consistent with self-interest as with altruism, or both […] might be operating, it is difficult to say in what relative measure (Agarwal, 1997: 26).   No todas las negociaciones que se realizan tienen connotaciones altruistas; las negociaciones con el mercado –salarios, duración e intensidad del trabajo, condiciones laborales, entre otros- son guiadas particularmente por el interés propio; estas negociaciones pueden verse afectadas por las percepciones y las normas sociales, tal como se puso en evidencia cuando se trató el empleo femenino en el capítulo anterior. 

Las negociaciones con la comunidad pueden plantear también conflictos entre los intereses particulares y los comunitarios; sin embargo, estas relaciones no se negocian todos los días y cuando no se coopera con la comunidad se paga un costo pequeño o poco significativo, algo que no sucede con las negociaciones hacia el interior del grupo doméstico.  Con la comunidad las mujeres negocian principalmente recursos comunales o libertad social, y en algunos casos su poder de negociación ha demostrado ser más contundente cuando se han agrupado; cuanto mayor sea la capacidad de una mujer de sobrevivir sin el apoyo de la comunidad mayor será también su poder de negociación: …a woman’s fall-back position could depend on her direct rights in property, her access to extra-community economic opportunities and social support, and her intra-household bargaining strength. The inter-household political dynamics in the village would impinge on this as well (Agarwal, 1997:32).

Finalmente se encuentran las negociaciones que las mujeres desarrollan con el Estado, un Estado que puede mejorar o empeorar la situación de éstas pudiendo legislar y diseñar políticas y programas que entre otras mejoras incrementen el acceso de las mujeres a los recursos productivos, al empleo, a la educación; pero que también puede usar sus recursos para reforzar las diferencias de género.  En algunos casos el Estado resultará interesado –por iniciativa propia o por presión internacional- en mejorar la situación de las mujeres de sus países; pero en otros casos el Estado será más regresivo en sus iniciativas de género.  Estas relaciones de negociación a escala macro dependerán de qué tan comprometido esté el gobierno con los aspectos de género, si legisla buscando solamente intereses a corto plazo, si es un gobierno democrático y también de las características propias del grupo que solicita la negociación (tamaño, apoyo de los medios, si es parte del gobierno o forma parte de la oposición).

El Empoderamiento a partir de Charmes y Wieringa.

          Charmes y Wieringa (2003:419-435) proponen un modelo de empoderamiento consistente en dos etapas: por una parte la identificación de las áreas de desempoderamiento y después un proceso a través del cual las mujeres son concientes de su desigualdad, identifican alternativas y desarrollan estrategias para mejorar su situación. Para identificar las áreas de desempoderamiento los autores proponen utilizar como herramienta una matriz -diseñada por Wieringa (1999)- denominada Matriz de Empoderamiento Femenino (WEM por sus siglas en inglés); la utilidad de dicha herramienta es mostrar el carácter holístico del empoderamiento, ya que precisamente consiste en una serie de esferas y niveles de subordinación donde se registran los impactos que la desigualdad causa.

          Definiendo al propio empoderamiento como algo holístico con múltiples relaciones y condicionantes, mucho sería esperar que una matriz fuera capaz de reflejar todos los vericuetos de la situación; por lo que Charmes y Wieringa son conscientes de tres limitaciones de la matriz: no refleja las desigualdades existentes entre otras categorías distintas al género (p.ej. las resultadas de pertenecer a clases o etnias distintas); la utilidad exclusivamente cualitativa de la misma y el mostrar únicamente desigualdades puntuales –y no históricas-.  Sin embargo, la matriz es útil como herramienta introductoria al área de trabajo, y conociendo sus limitaciones es posible hacer uso de otras herramientas para suplir esas diferencias (p.ej. se puede recurrir al análisis PEST o a líneas del tiempo para obtener una perspectiva histórica de las desigualdades, o aplicar la misma matriz pero registrando las otras diferencias sociales y posteriormente superponerlas).

Los componentes de la Matriz de Empoderamiento Femenino ubican seis esferas de actuación de la desigualdad interpretadas como limitaciones que enfrentan las mujeres en los campos de actuación (físicas, socioculturales, religiosas, políticas, legales y económicas), estas limitaciones pueden interactuar entre sí (p.ej. el control de la movilidad de la mujer limita su acceso al empleo, es un ejemplo de cómo una limitación física tiene efecto en otra de tipo económico; o en el caso del turismo una limitación sociocultural que impide a las mujeres adquirir capacitación afecta su situación económica por acceder a ocupaciones no calificadas).  Igualmente se identifican seis niveles de subordinación que van de lo personal a lo global para registrar el impacto de las limitaciones que pesan sobre las mujeres; lo que afecta a las mujeres puede venir dado desde fuera de su comunidad, región o incluso de su país; y la matriz de Charmes y Wieringa plantea la posibilidad de ver la situación desde un nivel macro hasta desglosarla a la escala más pequeña.

Tabla 2.5. Matriz de Empoderamiento Femenino (WEM).

Física

Sociocultural

Religiosa

Política

Legal

Económica

Individual

Hogar

Comunidad

Estado

Región

Global

Fuente: Charmes y Wieringa (2003).

          Una vez que se ha reconocido el terreno sobre el que se trabajará se plantea la realización de acciones concretas internas o externas que detonen en las mujeres el reconocimiento de su situación desigual hasta que pongan manos a la obra y consigan modificar la desigualdad; en este modelo tampoco se establece el proceso como algo lineal y sí, en cambio, como dependiente de aspectos personales –fuerza interior y estima propia-, de acceso a información, de condiciones políticas o de los costos y riesgos que perciban las mujeres en la acción a ejecutar.  El cambio que resulte de la acción no siempre será algo positivo; se considera que cualquier cambio debe ser para bien, pero McNay nos recuerda que no todos los cambios necesariamente generan mejores escenarios para las mujeres: They [resisting or submitting to oppressive relations] may both produce new (either more egalitarian or more oppressive) relations of power, and/or reproduce existing power structures (McNay, 2000 en Charmes y Wieringa [2003:421]).   Reconocer lo anterior es importante ya que si bien no se tiene certeza total de los resultados de la acción, sirve para estar atentos a los efectos que éstos generen a corto, mediano y largo plazo y la necesidad de un seguimiento constante.

          El segundo paso en este modelo de empoderamiento es la generación de alternativas; el ser capaz de imaginarse las cosas de una forma diferente, donde las mujeres no necesariamente tengan que depender de los hombres y se ubiquen en una posición de seguridad (personal, económica, material, social, política) para establecer relaciones más equitativas.2   Esta es una etapa sensible pues si la mujer no cuenta con elementos que le permitan generar alternativas de acción, el solamente reconocer su subordinación puede ser un motivo de frustración que podría desencadenar una amargura o resignación total del sufrimiento.  Por eso resulta imprescindible acceder y controlar recursos materiales e inmateriales para generar alternativas de nivel individual y colectivo;  para generar esas potenciales líneas de acción también resulta útil el contar con espacios públicos para que las mujeres puedan discutir su situación actual y no sentirse solas ante ésta.

          Un tercer paso hacia delante en el proceso de empoderamiento es el pasar a la acción –lo que los autores denominan como agency, y que se compone de intervenciones significativas tendientes a nuevas construcciones de algo nuevo a nivel individual y/o colectivo.   Para que una mujer decida emplear sus recursos en alguna alternativa son igualmente importantes la propiedad y manejo de recursos; los autores llaman la atención sobre evitar pasar factura de las acciones de empoderamiento a otros grupos de mujeres en condiciones de mayor inferioridad –resultado de edad, clase o etnia-.  Esta etapa, que si bien metodológicamente se considera como el final, no termina con el proceso de empoderamiento, ya que se puede generar resistencia, negociación, manipulación o decepción; planteando un punto de convergencia con el modelo de Agarwal que ya se expuso con anterioridad.

          A manera de resumen de los modelos de empoderamiento expuestos en este apartado se subraya que el reconocimiento de situación de subordinación como consecuencia de las normas sociales, el control de los recursos, la visibilización de las mujeres, conflicto y cooperación, así como las habilidades y capacidades son algunos de los elementos que comparten los modelos resumidos.  Coinciden en considerar que el empoderamiento debe comprender las esferas individuales y colectivas, además de hacerse oír en las relaciones cercanas.  Unos modelos abordan el empoderamiento de manera muy sencilla –como lo hace la propuesta de UNICEF-, otros se centran en el proceso de empoderamiento a través de la negociación, Rowlands aporta su identificación de los factores inhibidores y detonadores para cada una de las esferas de negociación; mientras que Charmes y Wieringa contribuyen a la identificación de las limitaciones a niveles macro y micro.  Pero todos coinciden en la necesidad de pasar de la reflexión a la acción, de lo privado a lo público y de lo individual a lo colectivo.

1 En opinión de Hidalgo (2002:54-56) el modelo de Rowlands no menciona el papel del conflicto/cooperación –que como se verá a continuación es el punto focal del modelo de Agawal-; no obstante, la ausencia de nombrar explícitamente los posibles resultados de la negociación no resulta en la exclusión de éstos.  Es una buena observación la de Hidalgo, al hacer notar que en cualquier proceso de negociación existirán cambios que podrán resultar de estira y afloje que no solamente permitirán a las mujeres probarse en el campo de las negociaciones, sino que en múltiples ocasiones éstas impactarán en sus relaciones afectivas cercanas, debiendo así de asumir el precio que deberán pagar por ese empoderamiento.

2 Lo que por otro lado también plantea el reformar la propia identidad masculina;  esto no es objeto del presente estudio actual, pero se considera pertinente  señalarlo.