LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez (CV)
Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona

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2.- La tregua fecunda.  

La conocida históricamente como Tregua fecunda (50) período que transcurre desde la firma del Pacto del Zanjón hasta el inicio de la última guerra independentista el 24 de febrero de 1895 tiene una extraordinaria importancia en los aportes a la ideología de la Revolución Cubana, dada la trascendencia de los hechos que en su decursar  tienen lugar y de las personalidades que en ellos intervienen, portadoras de  un ideario de  significativo contenido ético-político. (51).
Dada la índole de nuestra obra priorizaremos tres momentos fundamentales, por su contribución a la producción espiritual, en el seno del pensamiento cubano de la época a partir de sus personalidades más representativas: papel del autonomismo en la confrontación de ideas; el surgimiento de la clase obrera y de las primeras organizaciones laborales, y particularmente, acerca de la obra trascendente de José Martí en la organización de la Guerra Necesaria.

2,1.- El autonomismo.

Esta  corriente de pensamiento siempre estuvo presente, inserta en  el reformismo del siglo XIX, aunque enmarcado en diversas peculiaridades, aspiraciones e intereses, acorde al contexto epocal. (52) aunque revelado en sus esencias, en diversos matices, si se percibe en la hondura de sus contenidos ético-políticos, desde el más progresista para su época, en las primeras décadas de la centuria, personificado en el ideario  de José Agustín Caballero, Francisco de Arango y Parreño, Félix Varela, Luz y Caballero y José Antonio Saco, para citar las personalidades  más relevantes;  el resurgido en el período de entreguerras (1878-1895), con su figura cumbre en Rafael Montoro; hasta sus rezagos más conservadores e incluso reaccionarios, en los dos últimos años de la contienda independentista (1897-1898).
En su complejo proceso de definiciones y reacomodos ideológicos es dable tener en cuenta, en sus diversos representantes, propiciado por un condicionamiento multifactorial, el transitar desde los intereses clasistas, la coyuntura  histórica tanto nacional como internacional, formación educativa y familiar;  su nivel de concientización; agudeza interpretativa de la realidad en que desarrolla su actividad y tantas otras.
El estudio del pensamiento cubano, tarea harto compleja, exige el no aferramiento a falsos objetivismos, intolerancias, .reflexiones  dogmáticas  o prejuicios, que nublen el juicio del analista, como el  identificar tales posiciones, en todos los casos, como carentes de afanes patrióticos. No es por mera casualidad que no pocas de tales personalidades transitaran desde el reformismo al independentismo, desde la excepcionalidad temprana de Varela hasta la relativamente mudanza tardía, pero siempre loable de Varona. (53)
Para un intelectual tan lúcido como Cintio Vitier, en el denominado período entreguerras…”…la cultura cubana, en la Isla, se saturaba de autonomismo y positivismo. El Pacto del Zanjón entrega el país a las corrientes más reaccionarias y conservadoras, cabalizadas en dos partidos, el Unión Constitucional, españolizante hasta la médula, y el Liberal, después llamado Autonomista, vocero criollo del reformismo y el evolucionismo”. (54)
La creación del Partido Autonomista responde a la particular situación política y económica en que se encuentra sumido el país tras el temporal fracaso de la primera contienda independentista y la firma del llamado Pacto del Zanjón el 15 de febrero de 1878. En este último…”…en que se agruparon profesionales,  profesores y hacendados cubanos incluyó desde partidarios del status colonial irreversible, sujeto a crecientes mejoras,  hasta separatistas encubiertos, decididos a aprovechar las posibilidades de propaganda crítica, obtenidas en el fondo, como la representación a las Cortes y la abolición de la esclavitud, al filo del machete insurrecto, e incluso contó en sus filas con peninsulares procedentes de la fracasada República Española. Los autonomistas medios o típicos eran pues liberales en el sentido español de la palabra, nunca libertarios de raíz americana. De todos modos,  antes de la fundación del Partido Revolucionario Cubano en el exilio (por José Martí. N. del A.), el autonomismo, mediante sus brillantes oradores y medios de prensa, desarrollan un intenso trabajo político, que, más allá de los objetivos inmediatos, ayudó a la toma de conciencia masiva de la problemática cubana frente a los cerriles planteamientos del integrismo peninsular”. (55)
Si nos situamos en el ideario autonomista en el período entreguerras éste pretende…“…identidad de derechos civiles y políticos para los españoles de uno y otro hemisferio; extensión de los derechos individuales que garantiza el título 1 de la Constitución a todos los españoles; la admisión de los cubanos, a la par que los españoles, a todos los cargos y destinos públicos, con arreglo al artículo 15 de la Constitución; inmediata entrada en el escalafón general de los funcionarios de justicia, del ramo de instrucción pública y de las demás carreras administrativas y rebaja de los derechos que pagan en las aduanas de la Península los azúcares y miles de Cuba, hasta reducirlo a derechos fiscales”. (56)
El agravamiento de la crisis económica tanto en la colonia antillana, suministradora de recursos financieros, que repercute necesariamente en la propia metrópoli, a partir de 1897, sume a la corriente autonomista, en su última etapa,  en posiciones ya francamente reaccionarias y antipatrióticas.
En esos dos últimos años de la segunda contienda independentista resulta evidente como…”…algunos indicadores económicos sugieren que al finalizar el año de 1897, los recursos de España se aproximan al límite. A la hacienda de la Isla le resultaba imposible cubrir los gastos financieros para mantener la guerra”.
En tal sentido…”…políticos e intelectuales como Francisco Pi y Margall, Pablo Iglesias y Vicente Blasco Ibáñez, en sus escritos, denunciaban la inutilidad de la guerra y sus consecuencias nocivas para la sociedad y economía españolas…El humillante fracaso del general Valeriano Weyler, apoyado en su último esfuerzo por el gobierno de Cánovas del Castillo, con grandes recursos logísticos dio punto final a tales intentos” (57)
 Tal situación extrema  no le permitía a España proseguir la guerra, sumado a los rotundos éxitos obtenidos por el Ejército Libertador, en el campo de batalla. Como bien reconociese el general  Ramón Blanco, sustituto de  Weyler, como máxima autoridad colonial en Cuba, a principios de noviembre de 1897…”…la administración se halla en el último grado de perturbación y desorden; el ejército agotado y anémico, poblando los hospitales, sin fuerzas para combatir ni apenas para sostener sus armas…”.  (58)
En definitiva la metrópoli se ve forzada a promulgar el 25 de noviembre de 1897 el decreto que aprobaba el régimen autonómico para Cuba y Puerto Rico. Ello estimula a los sectores autonómicos más retrógrados a incrementar su campaña contra los afanes independentistas materializados en su heroica  y desigual lucha en los campos de batalla.
En el periódico Cuba, fundado por estos en New York, estos nos revelan su verdadero ideario cuando expresan como…”…nosotros los que comenzamos nuestra vida política anunciando al pueblo de Cuba que será la autonomía colonial su forma de gobierno más efectiva, los que nunca fuimos a la Revolución desde 1879 hasta 1895, cuando precisamente íbamos de pueblo en pueblo tratando de alejar de ella a todos los cubanos, presentadas las ventajas del régimen autonómico y haciendo entender que el inolvidable Martí habrá  de conducirnos a la desesperación y la muerte”.  (59)
Controversial resultan los diversos criterios de  historiadores y especialistas acerca del papel  desempeñado por la corriente autonomista en el llamado período entreguerras. Si bien para unos desempeña un papel positivo en el sentido de ejercer una crítica sistemática a las manquedades e insuficiencias del status colonial implantado en su colonia antillana, creando un clima propicio, sin ser su propósito, en favorecer las  condiciones  para la labor organizativa encabezada por José  Martí, en  los preparativos para la Guerra Necesaria, para otros resultó un factor retardatario en ese empeño. Lo más  cercano a la verdad histórica, en nuestro criterio, es  que  ambas valoraciones son portadoras, en algo de certeza. No es la primera vez que algo similar ocurre, aunque en contextos disímiles, si analizamos el papel desempeñado en su momento por José de la Luz y Caballero y particularmente José Antonio Saco, en el período que antecede a la primera contienda independentista.