ENSAYO SOBRE PLANIFICACIÓN Y MERCADO EN EL SOCIALISMO

ENSAYO SOBRE PLANIFICACIÓN Y MERCADO EN EL SOCIALISMO

Yoandris Sierra Lara (CV)
Universidad de Pinar del Río

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Capítulo 3. Consideraciones críticas en torno a las ideas centrales discutidas por Mandel y Nove.

  1. El socialismo de mercado de Alec Nove. 

Elson comienza su análisis por una revisión crítica de la concepción de modelo económico socialista que propone Nove sobre la base de la economía dual o la integración del Estado y espacios importantes también para el mercado.  ¿Cuáles son las principales críticas que realiza Elson al modelo de economía que propone Alec Nove?
-Más allá de una defensa de las pequeñas firmas, no hay mucho énfasis en la reorganización del proceso de trabajo, y ninguno en la reorganización de las relaciones entre la producción de bienes y la producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
-No hay señales de la política de los valores de uso, o de la participación popular en la planificación a través de una cooperación directa entre las organizaciones de productores y los hogares que usan sus productos.
-Se le otorga poca importancia a la auto organización en la base, y se es particularmente suspicaz en lo referente al papel de los sindicatos, que son vistos como obstáculos a las reformas económicas, tanto en los países capitalistas como en los países socialistas.
-Para los miembros de la sociedad socialista de Nove, la acción pública parece confinada a comprar, vender y votar.
-El modelo brinda una discusión escasamente detallada acerca de lo que los mercados son en realidad, de cómo funcionan en el capitalismo, de cómo deben ser organizados en el socialismo.
En general, Elson sintetiza la esencia del modelo de Nove reconociendo que enfatiza la propiedad formal, y está definida centralmente en términos de la ausencia de empresas capitalistas de gran escala. Las ventajas que declara para su forma de economía socialista son la flexibilidad, la eficiencia, la elección y la evitación de los excesos tanto del capitalismo libre de trabas como de la planificación centralizada libre de trabas.

  • Despreocupación por los mercados como instituciones y como procesos.

Según la autora, existe un déficit común entre los teóricos sobre la economía socialista en lo referido a lo que es el mercado y a  cómo funciona efectivamente. Esto es aplicable también al caso de Nove. El hecho es que no toman en cuenta a los mercados como instituciones sociales y materiales. Se obvia, asimismo, el hecho de que los mercados requieran recursos para operar.

  • Críticas del mercado.

En opinión de la autora, el mercado ha sido objeto de una serie importante de críticas desplegadas históricamente por sus adversarios, críticas que sin embargo pueden ser refutadas con éxito por los defensores de esta institución. Las principales críticas y contra críticas de la coordinación económica que realiza el mercado se organizan alrededor de las siguientes cuestiones:

  • Significa producción para el lucro más que para la necesidad.
  • Es la antítesis de la cooperación.
  • Es impersonal y ciega.
  • Es una forma para disciplinar a los trabajadores.
  • Conduce a la inestabilidad económica.

Las principales defensas, planteadas en antítesis a los elementos señalados anteriormente  serían las siguientes:

  • La coordinación de mercado conduce a la satisfacción de las necesidades porque permite la elección del consumidor.
  • La rentabilidad es un indicador del grado en el que la producción satisface las necesidades.
  • Las necesidades satisfechas son las que están expresadas en la demanda solvente, pero el problema no es eliminar el mercado sino aplicar políticas de redistribución del ingreso para incorporar a los pobres a la demanda solvente.
  • Esta coordinación de mercado facilita la cooperación y ayuda mutua, porque satisface el interés común de vendedores y de compradores en hacer una venta y una compra.
  • La impersonalidad de la coordinación de mercado puede ser considerada una ventaja al defender la libertad individual y ser una barrera contra la tiranía personalizada.
  • En cuanto a los desajustes macroeconómicos se sostiene que más importante que prevenirlos, es tener una herramienta eficiente para corregirlos, y el mercado lo logra.
  • Si el mercado corrige los desequilibrios macroeconómico de forma lenta, entonces podrá ser complementado o acelerado por las políticas macroeconómicas del Estado.

Así, en el criterio de Elson, “los socialistas deberían aprovecharse del mercado como de un instrumento que permite la toma de decisiones descentralizada y flexible, y que motiva a los individuos a satisfacer el interés público a través de la búsqueda de sus propios intereses”1 .
Obviamente, la lista de posibles defensas o argumentos en favor del mercado que Elson cita pueden ser contrastados a su vez desde una posición crítica. Podemos analizar algunos de ellos. La denominada elección del consumidor muchas veces puede enfocarse como un eufemismo, dado el peso siempre dominante de la producción sobre las condiciones del consumo, de las campañas publicitarias que pueden convertir en sólo apariencias dicha libertad de elección, del grado de monopolización de la industria y el mercado realmente existente – lo que significa siempre menos opciones para los consumidores-,etc. Donde se expone que la rentabilidad es un indicador del grado en que se satisfacen necesidades, realmente debería hablarse de las necesidades del empresario, situadas muy evidentemente en la valorización del capital invertido, dado que en la práctica contemporánea las empresas pueden obtener grandes ganancias y eso no significa que se satisfagan necesidades, incluso en una sociedad altamente polarizada social y económicamente, el consumo va a estar condicionado por la demanda que realizan los segmentos poblacionales de más altos ingresos, estimulando así la producción e importación de bienes de lujos, que generan rentabilidad a la empresa pero ni de lejos cubren las necesidades de la sociedad en su conjunto. Este ha sido, de hecho, unos de los principales problemas en el desarrollo de países como los de América Latina. Por demás, el tremendo auge de la especulación financiera como vía para la valorización masiva del capital trasnacional que se ha suscitado en los últimos años demuestra cómo la rentabilidad del capital puede crecer sin cubrir ningún tipo de necesidades reales. En cuanto al reconocimiento que realiza Elson acerca de que el mercado realmente sólo toma en cuenta la demanda solvente y que por tanto lo que urge son políticas redistributivas, debemos considerar que, en una medida importante, la asimétrica o inequitativa distribución del ingreso a escala social puede ser un producto de la misma forma de funcionamiento de una economía que se organiza en torno al mercado y sus leyes objetivas, por lo tanto, el mal lejos de resolverse podría replicarse. Empíricamente sería complicado poder demostrar que el funcionamiento del mercado de por sí tienda a una distribución más equitativa del ingreso en lugar de una más inequitativa. Por otra parte, la historia económica del capitalismo del siglo XX y lo que va de XXI deja claro que las acciones de las políticas macroeconómicas en función de la redistribución de la renta es parte de una estructura más general del modelo de acumulación dominante, no una simple acción técnica sin más notoriedad. Por ejemplo, era mucho más factible aplicar políticas fiscales redistributivas en un modelo keynesiano dominante entre la postguerra y los años setenta aproximadamente, que bajo el predominio del modelo neoliberal de las últimas décadas. No en balde Paul Krugman ha señalado como una de las causas fundamentales de la actual crisis en los Estados Unidos la extrema inequidad social en el ingreso existente en dicho país. De hecho, la experiencia de algunos países de América Latina (Ej. Bolivia, Ecuador)  que en los últimos años han logrado mitigar en parte la pobreza extrema y la inequidad en el ingreso, ha sido no sólo sobre la base de la política fiscal redistributiva, sino también del amplio espacio que ha jugado el sector público y las nacionalizaciones en esas economías. En este aspecto, la relación contradictoria capital – trabajo, y el juego de las fuerzas políticas  juega un papel determinante. No debe olvidarse que la distribución del ingreso está determinado en gran medida por la naturaleza de la producción y por las vicisitudes de la lucha de clases.
Un elemento interesante sin embargo, es el que anota Elson con relación a cómo el mercado evita la personalización extrema del funcionamiento económico. Por una parte, debemos considerar que las condiciones del mercado libre, conllevan al monopolio, y con ello al control más o menos evidente de un grupo de personas sobre la economía, la sociedad y la política de un país. (Por ejemplo, se reconoce que las dos terceras partes del comercio mundial son dominadas por un pequeño grupo de enormes monopolios trasnacionales). Por lo tanto, esto no es algo que pueda desligarse del mercado. Por otra parte, es cierto que en la mayoría de los casos, en los países socialistas con planificación centralizada, distintas figuras políticas al frente de sus gobiernos adquirieron un control y poder prácticamente absoluto sobre la economía, la sociedad y la política. Quizás situaciones como esas hayan llevado en su momento a Sombart a plantear que tanto el mercado libre como la planificación centralizada son dos formas extremas de ilibertad. Encontrar una fórmula donde el mercado cumpla con sus capacidades técnicas sin generar o desatar males muy conocidos, y especialmente la monopolización, al tiempo que exista planificación centralizada sin que se convierta en un sistema autoritario,  totalizador o antidemocrático, es una tarea compleja aún por resolver tanto por la teoría económica como por la propia práctica económica socialista. El socialismo no solo tiene que llegar a ser más productivo que el capitalismo, sino también más democrático en el sentido más real del término. Obviamente, en el capitalismo el verdadero despotismo lo realiza el capital, que al ser una fuerza aparentemente impersonal es menos evidente y quizás más tolerable.
En una perspectiva de análisis más moderna, H. Mora y F. Hinkelammert identifican una serie de asuntos que el mercado no maneja adecuadamente y demandan, según ellos, de  una planificación estatal:

  • La pobreza y la integración social.
  • La distribución equitativa del ingreso.
  • Una estructura del empleo que garantice la inclusión de todos en la división social del trabajo.
  • El uso sostenible de los recursos naturales y la conservación de los equilibrios ecológicos necesarios para sustentar la vida.
  • Un desarrollo regional equilibrado.
  • La formación de mercados competitivos y no monopólicos u oligopólicos.
  • La universalización de servicios básicos como la salud, la educación y el acceso al conocimiento.
  • El uso de las tecnologías con visión holística y de largo plazo.
  • Un desarrollo internacional equilibrado”2 .

Debemos considerar, sin embargo, que la planificación de por sí, o cualquier tipo de planificación por más que sea socialista y centralizada, no va a resolver por decreto y simple voluntad problemas como estos y otros que no se indican. Demasiadas veces se ha señalado la carencia de determinados elementos que en el capitalismo imposibilita una planificación a escala de la sociedad completa, elementos que supuestamente si existen en el socialismo, pero que son sólo elementos de principio, que no son suficientes. Por lo tanto, urge desarrollar todo el sentido y capacidad científica, técnica y política de la planificación para lograr tales objetivos.

  • Toma de decisiones y mercados.

Continuando en el análisis que realiza Elson sobre el mercado, esta considera que los socialistas deberían reconocer sus aspectos progresivos. Sin embargo, y este acotamiento va dirigido con más fuerza a los defensores del socialismo de mercado, también deberían tomarse en cuenta sus aspectos negativos, referidos específicamente a la atomización que realizan en la toma de las decisiones económicas y que conllevan automáticamente al denominado  aislamiento de los tomadores de decisiones, siendo esta la principal limitación que muestra este mecanismo de coordinación económica.
El aislamiento de los tomadores de decisiones significa que el problema que cada uno considera es: ¿qué debo hacer para favorecer mejor mis intereses, conociendo los precios corrientes y la disponibilidad de bienes, pero sin conocer lo que los demás intentan hacer y estarían dispuestos a hacer? Esta sería la base de la denominada paradoja del aislamiento.
La limitación del mercado en este sentido del aislamiento estaría dada en que  no brinda información directa sobre las intenciones, deseos y valores, transmite sólo información referida a los resultados de las decisiones tomadas en la oscuridad.
Según la autora los resultados de la operatoria del mercado son entonces sentidos como una presión coercitiva externa, a la que los individuos deben amoldarse; y los procedimientos de mercado no ofrecen canales para que, a la luz del resultado agregado los tomadores de decisiones puedan reconsiderarsus elecciones antes de dedicarse a las compras y a las ventas, ni para considerar cambios en los objetivos.
De hecho, mientras más avanzado es el sistema económico y social, más tienden a desplegarse interdependencias entre las decisiones tomadas de forma atomística por los distintos agentes económicos. Ya hemos visto como el mecanismo de mercado no logra superar esta realidad. Es notorio además considerar, junto a Elson, como esta interdependencia actúa como premisa material para la toma de decisiones sobre cuestiones públicas, decisiones que el mercado por sí mismo no solo no logra realizar, sino que además tiende a socavarlas.
En las economías de mercado los tomadores de decisiones no se quedan satisfechos con la atomización y la ausencia de información directa acerca de las intenciones de los demás. Se buscan en este sentido formas y medios para superar esta carencia de información directa, que pueden comprender cuestiones como asociaciones empresariales, intercambio informal de información, etc; sin embargo, estas variantes están limitadas por la búsqueda de ventajas competitivas que cada empresa individual desea lograr.

  • El proceso de ajuste y reproducción de la fuerza de trabajo.

Según plantea Elson la importancia de la preocupación sentida en relación a las fuerzas del mercado depende de las convicciones acerca de la facilidad y la estabilidad del ajuste, y del grado en que se presentan alternativas a la coordinación atomizada que ofrece el mercado.
Los defensores del mercado, basándose en la teoría económica de la Escuela Austriaca y Neoclásica, consideran que el ajuste es relativamente fácil y rápido, solo observándose la condición de que los mercados no sean afectados por fuerzas externas. Elson señala dos críticas fundamentales a esta concepción sobre la capacidad de auto corrección por parte  del mercado:

  • Ninguna de las dos escuelas considera necesario distinguir al trabajo de los demás factores de producción en el proceso de ajuste.

No se toma en cuenta las capacidades, conocimientos, etc, de los hombres, tampoco sus elementos subjetivos de apego a su trabajo, a su profesión, etc. Estas escuelas de pensamiento reducen el ser humano prácticamente a la categoría de una máquina, lo que tiene implicaciones morales, pero también analíticas. Por supuesto, acercar al ser humano a un simple objeto haría más racional estas teorías y el funcionamiento mismo del capitalismo por lo que su práctica está dirigida en este sentido.

  • Ninguna economía puede ajustarse únicamente a través de un proceso de ajuste dirigido por el mercado porque hay recursos claves que no pueden ser completamente mercantilizados. (trabajo y  medio ambiente).

Según la autora, la fuerza de trabajo se puede comprar y vender en el mercado, pero no puede producirse como mercancía, he ahí su limitación para su total mercantilización3 . Igual lógica sería aplicable al medio ambiente.
Elson va más lejos en su crítica a los mecanismos de corrección que utiliza el mercado, pues también observa sus implicaciones para el caso del hogar. Ciertamente, un análisis de este tipo no aparece en los marcos de esta polémica ni en el pensamiento de Mandel ni en la opción del socialismo de mercado de Alec Nove.
Queda claro entonces que el proceso de ajuste del mercado, como institución social que es en definitiva, se basa y expresa relaciones de poder, de fuerza y de desigualdad entre sus componentes. Por lo tanto, no es un proceso meramente técnico o neutral donde la autodeterminación de todos sus miembros pueda concebirse como una realidad. De hecho, como plantea Elson: “El proceso de ajuste en una economía de mercado, en la que hay desigualdades sustanciales dentro del proceso de trabajo pago y del hogar, depende, por tanto, de aquellos con gran poder, capaces de persuadir o coercionar a aquellos con menos para que sean adaptadores pasivos o altruistas autosacrificadores; la autodeterminación que surge de la toma de iniciativas, tan celebrada por la Escuela Austriaca, está reservada a unos pocos”4 .

  • Las bases micro de los problemas macro y la intervención keynesiana en los mercados.

Aquí Elson, siguiendo a Mandel, reconoce que los problemas macroeconómicos están enraizados en el proceso de mercado, es decir, en los fundamentos microeconómicos de la economía capitalista.
Según plantea la autora, a nivel microeconómico rige una racionalidad, basada en la obtención de la mayor utilidad posible para la empresa capitalista, y toda la actividad, decisiones, objetivos, etc, de la misma están en función explícita y calculada de dicha racionalidad. Sin embargo, esta racionalidad microeconómica no garantiza la racionalidad macro o global del sistema. Esto se debe a la naturaleza de la toma de decisiones atomizada y secuencial. Los efectos de irracionalidad global estarían asociados a posibles excesos, booms, quiebras, crisis, inflación, etc.
La respuesta del capital a esta situación de dicotomía entre la racionalidad micro y la macro fue enfocada mediante la intervención keynesiana en los mercados capitalistas. Esta intervención estaría destinada a incrementar el monto de la demanda efectiva del sistema, especialmente aumentando el gasto público. Con posterioridad se le dio a este enfoque de Keynes un carácter funcional de acorde al momento del ciclo económico, pero en las dos décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial puede plantearse que el gasto público se convirtió en una pieza clave en la formación de la demanda efectiva y por ende en el funcionamiento del capitalismo.
Sin embargo, plantea Elson, existen una serie de problemas inherentes a los procesos de mercado que la intervención keynesiana, o cualquier otra forma de política macroeconómica como ha sido con posterioridad las políticas monetaristas, no pueden variar. El centro de la crítica que expone Elson a este mecanismo de intervención puede resumirse en la siguiente idea: “La intervención en los mercados cambia los parámetros corrientes que deben enfrentar los constructores de mercado y otros tomadores de decisiones (precios, tasas de interés, tasas de cambio, nivel de la demanda, etc), pero no las características del proceso de mercado en sí mismo. (…) la intervención en el mercado tiende a ser ineficaz o extremadamente costosa si los agentes responden únicamente a las fragmentadas ventajas individuales; pero el aislamiento social impuesto por el mercado hace difícil hacer alguna otra cosa. La intervención en los mercados no desarrolla instituciones que faciliten la reflexión colectiva antes que las unidades individuales tomen decisiones (…) De modo que el mercado como institución, tenderá a minar la implementación exitosa de las políticas keynesianas”5 .
En este momento de reflexión crítica sobre la viabilidad de la intervención política en los mercados, Elson introduce su hipótesis de la socialización del proceso de  formación de precios. En su criterio, tanto la política keynesiana, la monetarista, como una política de ingresos y precios diseñada para controlar estas variables económicas y hacer viables las políticas keynesianas y monetaristas sin generar problemas de inflación; deberían ser complementadas en la práctica por este proceso de socialización del proceso de formación de precios. Esta socialización del proceso de formación de precios estaría asociada a hacer transparente a los hogares toda la información posible acerca de cómo se crean los precios en el mercado, señalando elementos como los costos unitarios y los márgenes de ganancia. Pero esto debería ser un proceso simétrico, donde tanto los hogares como las empresas tengan un poder equivalente en el mercado. Sin embargo, la propia Elson es consciente que, tanto en las condiciones de una economía capitalista de mercado, como en los regímenes de economía socialista planificada centralizadamente, esta socialización del proceso de formación de los precios termina siendo inviable.
Los precios reflejan relaciones sociales, y específicamente relaciones de poder. Una forma extrema de fetichismo mercantil puede generarse no sólo cuando los productores directos son enajenados de los frutos de su trabajo, sino también cuando se le impide conocer a profundidad las cualidades que su trabajo ha sido capaz de elaborar, entre ellas el valor y los componentes concretos del precio de sus productos.
Por demás, el sistema de precios tiene efectos no sólo en el sistema empresarial o en los marcos estrechos del mercado, sino que, como apunta la propia Elson, tiene serias repercusiones en el desempeño de los hogares y los individuos, actúan de hecho como un vínculo material entre estos hogares e individuos y el sistema económico productivo.

  • La Tercera Vía de Mandel.

En este aspecto, la autora retoma sus análisis críticos de los enfoques que, sobre el mercado y la planificación centralizada como mecanismos de coordinación económica han desarrollado Nove y Mandel. En este caso se concentra en el análisis de la posibilidad o no de una tercera vía, alternativa al mercado y la planificación burocrática y centralizada, y de cómo la visualizan estos dos autores. Según la autora, Nove desconoce cualquier otra variante alternativa a la planificación centralizada condenada de antemano a la burocratización, o el mercado. Pero Elson sostiene, y en esto no estaría sola, que existe una tercera vía. Esta ha sido identificada como relaciones informales. Según una diversidad de autores, las relaciones informales actúan históricamente como complemento a los nexos monetarios que establece el mercado y a los nexos reglados que establece la planificación, y esto se debe a las limitaciones objetivas de ambas modalidades.
Según refiere, el propio Mandel identifica también un tercer nexo o sistema de coordinación económica, al que denomina como cooperación objetiva informal. Según Elson, es correcto suponer que existe un tercer nexo, pero cree que Mandel está en error cuando considera que esta tercera vía está efectivamente haciendo desaparecer al mercado y su sistema de relaciones, especialmente al mecanismo de precios.
Su propuesta aparece retomando la necesidad de una economía socialista, pero con un importante, a la vez que reformulado papel y naturaleza de los precios. Así plantea “la conclusión que yo saco no es que los precios y el socialismo sean incompatibles, sino que la relación social entre compradores y vendedores debe ser cambiada para que no sean antagónicas: el proceso de formación de precios debe ser un proceso público, y no uno controlado por las empresas; y la información no debe estar subordinada al mercado, sino que debe ser compartida, con el nexo de la confianza, la reciprocidad y la buena voluntad, estableciendo los límites dentro de los cuales éste opera”6 .
Elson desliza algunos elementos que se cuestionan varios de los inconvenientes que Mandel señala al mercado y a los elementos que presenta como alternativas. Por ejemplo, cuando Mandel de alguna manera fustiga al mercado por no ser capaz de generar a priori los macro equilibrios entre la oferta total y la demanda total antes que los recursos se hayan utilizado ya en la producción, ventaja que, según él, si caracteriza a la planificación que, a priori asigna los recursos productivos atendiendo al  equilibrio global como gran objetivo. En este sentido, concordamos con Elson cuando ubica a Mandel en la misma lógica de análisis de los economistas neoclásicos para los que el equilibrio es una preocupación extrema y prácticamente un fin de la actividad económica en sí misma. Tal noción de equilibrio sería trasplantada como una necesidad a la misma economía socialista. De hecho, el logro de este macro equilibrio global es lo que obliga a los organismos planificadores de la economía nacional a manejar un volumen de información a todas luces abrumador, que ha hecho brotar la hipótesis del super procesador para hacerle frente.
En este aspecto del flujo de información, como plantea Elson, el mercado al ser más selectivo con la información y su sentido, se torna más eficiente que la planificación centralizada. Elson lo explica así: “Una ventaja de los sistemas de mercado, comparados con la planificación central, no es tanto que generen información a bajo costo, sino que permiten una autonomía relativa de las decisiones, de modo tal que sólo una fracción de la información acerca de las posibilidades de producción y las necesidades de la demanda necesita ser procesada en un momento determinado y en un lugar determinado7 ”.
Otro aspecto que Elson fustiga a la concepción de Mandel es su criterio acerca de la necesaria abolición de los precios y el dinero como portavoces  o mediadores de las necesidades sociales, las que, en su opinión, podrían ser declaradas directamente por los mismos consumidores. La crítica de Elson a esta propuesta de Mandel se concentra en los siguientes aspectos:

  • Si los precios son abolidos efectivamente, será imposible llevar adelante la primera etapa de determinación del esquema del plan.
  • La planificación sería llevada a cabo en gran medida por los hogares, pero no queda claro cómo se enfrentarían estos a las necesidades no previstas, tampoco queda claro cómo se ajustaría la planificación ante las variaciones en el número de hogares o de sus miembros.
  • No se declaran o explicitan los mecanismos correctivos, y cómo estos operarían.
  • No está  claro cómo decidiría el congreso de obreros de cada industria la asignación de recursos entre empresas. Llegado un momento, estos enfrentarían los mismos problemas y realizarían las mismas tareas que lleva a cabo la burocracia planificadora en la URSS. Nada garantiza que ellos no se conviertan espontáneamente en una nueva estructura burocratizada. Mandel invoca a la autogestión como remedio a la centralización, pero la autogestión en sí misma, no superaría las divisiones entre distintos grupos autogestionarios.
  • Se discute muy poco el modo en que estarían organizados los cuerpos autogestionarios. La autogestión funciona más bien como una solución forzada para desplazar la burocracia, pero esto aparece más como una solución estrictamente lógica antes que práctica.

Mandel no logra distinguir entre los efectos del capitalismo y los efectos del mecanismo de precios. Su aversión hacia el dinero y los precios surge de la creencia de que el dinero y los precios son, en cierto sentido, formas irremediablemente capitalistas.
El tipo de economía al que se arribaría con la ausencia de precios, sería necesariamente una economía de repetición, donde no habría necesidad de ajustes y donde prácticamente se ignora los efectos del cambio tecnológico.
Resumiendo la polémica en cuanto a la posibilidad o no de una tercera vía, Elson llega a una posición interesante, muy cercana al campo de acción de la economía institucional, cuando plantea que  “el problema no es la ausencia de un tercer camino; el problema es cómo institucionalizarlo; y cómo asegurar que la cooperación sea brindada libremente, un producto genuino de la confianza y de la buena voluntad”8 .
En este sentido, la autora apunta a un tema que creemos crucial y que ha sido poco atendido por la economía política socialista, y es básicamente el tema de las instituciones que deberían crearse y potenciarse en una economía socialista hasta consolidar una institucionalidad orgánica al nuevo modo de producción que se quiere establecer. Por supuesto, en este aspecto como en otros juega un papel importante la realidad histórica del tránsito al socialismo en países subdesarrollados.

1 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? p. 127.

2 Mora Jiménez, H y Hinkelammert, F. 2009. Planificación económica y control democrático del mercado. En Abra. Revista de la Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Costa Rica. Numero 37 -38. EUNA. P. 148.

3 Ciertamente, Marx se refiere más a “reproducción” que a “producción” cuando analiza la mercancía fuerza de trabajo. En sus propios términos: “La fuerza de trabajo sólo existe como actitud del ser viviente. Su producción presupone, por tanto, la existencia de éste. Y, partiendo del supuesto de la existencia del individuo, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la reproducción o conservación de aquél”. Marx, C. 1975. El Capital. Tomo I. p. 132. De modo que Marx sólo da por sentado el proceso mediante el cual se “produce” la fuerza de trabajo, y se concentra más en cómo se reproduce. (YSL)

4 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 138

5 Elson, D.  1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado?  En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 141. Aun cuando no es el tema central de este ensayo, debemos sin embargo reconocer que el propio Keynes era consciente de la situación objetiva en la que el mercado ubicaba a los agentes económicos, además de que se mostraba crítico ante la idea del liberalismo e individualismo económico como régimen que garantizaría el funcionamiento adecuado del sistema económico. Así, en su tratado El Final del Laissez Faire plantea que: “No es verdad que los individuos tengan una “libertad natural” sancionada por la costumbre de sus actividades económicas. No existe un convenio que confiera derechos perpetuos sobre aquello que tienen o sobre aquellos que adquieren. El mundo no se gobierna desde arriba, de manera que no siempre coinciden el interés privado y el social. No es una deducción correcta en los principios de la economía que el interés propio sea generalmente ilustrado, más a menudo los individuos que actúan por separado persiguiendo sus propios fines son demasiado ignorantes o demasiado débiles incluso para alcanzar estos”. (YSL).

6 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 154.

7  Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 146.  

8 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado?  Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 145.