EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

Eduardo Escartín González (CV)
Francisco Velasco Morente
Luis González Abril

Universidad de Sevilla

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Componente subjetivo de la economía

En el epígrafe 5 se mencionó que la psicología humana hace valorar en el presente algo inexistente y que tan sólo pende de una etérea previsión: la de llegar a ser un bien económico en su día. Además, pensemos en el dinero moderno que, en realidad, no es nada: un pedazo de papel impreso o una anotación contable en el banco. Pero esto no impide que el dinero circule en lo que se llama la circulación fiduciaria, porque fiducia en latín significa confianza. El dinero existe y circula porque las personas no sólo confían en él y en la institución que lo creó, sino que lo aceptan por confiar en que los demás también lo aceptarán.
Por otra parte la gente confía en las previsiones económicas del gobierno y otras entidades siempre que, en alguna medida, acaben materializándose en hechos (pues “obras son amores y no buenas razones”, como asevera el refrán popular). Y ese grado de confianza suele ser irrazonablemente mucho mayor que el nivel de aciertos en las previsiones, de forma que, pese al sistemático error en la predicción y, a veces, a la deliberada intención de engañar, la confianza no se destruye así como así. Mas si se pierde ya no es fácil recuperarla; y resulta que la confianza es fundamental para el funcionamiento de nuestro sistema económico. Por esta razón, otro de los objetivos primordiales de la Unión Europea para remontar la crisis económica es fomentar la confianza coordinando con los Estados miembros que sus gobiernos ofrezcan garantías (Serrano y Navarro, 2009).
El componente psicológico es consustancial con todo tipo de relaciones humanas. En economía todo son relaciones entre personas, ora de producción, ora de distribución, ora de intercambio. Pero los actos de los sujetos económicos, con intereses contrapuestos, a menudo van en direcciones diferentes, como se muestra en la Figura 2.
            
Figura 2. Distintas direcciones según las componentes
La productividad será tanto mayor cuanto mejor sea la clase de relación que se establezca entre los diferentes grupos de personas, cuyos intereses suelen ser dispares. Por eso, las acciones de los diversos agentes económicos deberían generar confianza en los demás, para que sus reacciones se encauzaran en una misma dirección. En el mundo económico pasa algo parecido a lo que ocurre dentro de las familias, que si los miembros se llevan bien, todo marcha sobre ruedas. Cuando, en la economía, las relaciones humanas discurren por cauces apropiados se entra en lo que al principio se llamó la economía integradora. Es decir, si se lograra que los contrapuestos grupos de personas tuvieran un interés común, por ejemplo, el conocido como interés general de la sociedad –previamente a definir–, cada uno de ellos encaminaría en la misma dirección sus esfuerzos y, sumándolos, se obtendría un mejor resultado, una mayor productividad, que si los esfuerzos fueran en direcciones diferentes, si no opuestas. Por ejemplo, imaginemos que un carro pesado se encuentra atascado en un lodazal de donde hay que sacarlo y para ello se colocan ocho personas alrededor del carro tirando cada una para sí (como el caso representado en la Figura 2). La probabilidad de llevar el carro fuera del fango por este procedimiento es cero prácticamente. Pero si llega uno y tras el examen de la situación dice: “Tiremos todos en tal dirección por cuya trayectoria el fondo es firme pese a no ser la más corta”, entonces es seguro que el carro pronto saldrá de la ciénaga. En esta línea de pensamiento, otra de las grandes preocupaciones de la Unión Europea es lograr actuaciones coordinadas de todos los Estados miembros, evitando así que cada uno tire para sí en perjuicio de los demás; esto ocurrió, por ejemplo, cuando a finales de septiembre de 2008 el gobierno irlandés declaró que durante dos años garantizaba ilimitadamente todos los depósitos de las principales entidades financieras del país. Tal medida hubiera podido provocar una gran fuga de capitales de otras naciones, principalmente de la vecina Gran Bretaña, que, para impedirla, obligó a su gobierno a aumentar sustancialmente la cobertura garantizada de los depósitos bancarios y tras Gran Bretaña (en la guerra desatada por la cobertura de los depósitos) los demás Estados también ampliaron las garantías.
En la economía nacional hay cientos de miles de sujetos económicos haciendo esfuerzos en la dirección que más le interesa a cada uno. Los esfuerzos económicos se asemejan a la composición de fuerzas en el campo de la Física. Es posible que al componer muchas de esas fuerzas se coincida con la dirección del interés general; pero con toda seguridad el resto de los esfuerzos tendrá una resultante distinta de la del interés general (piénsese, por ejemplo en las actividades económicas fraudulentas). Así es que los cientos de miles de esfuerzos se reducirían a dos: aquellos cuya resultante coincide con la dirección del interés general y los que no. Este resultado se ilustra en la Figura 3, donde A marca el primer conjunto de fuerzas, las coincidentes con el interés general, y B el segundo.
 

 

La resultante “C” de dos fuerzas de intensidad “A”·y “B” cuyas direcciones forman un ángulo “γ” es:
                         
Cuando γ = 0, o sea, si las dos fuerzas van en la misma dirección, la del interés general de la sociedad si nos referimos a la economía, se obtiene el mayor valor de la fuerza resultante “C” y en la misma dirección que las dos componentes: C = A + B. Cuando γ ¹ 0, siempre ocurre que la fuerza resultante “C” es menor que la suma de las dos componentes: C< A + B y, además, la fuerza resultante “C” nunca va en la dirección de las otras dos; es decir, en términos económicos, nunca va en la dirección del interés general, representado por la dirección A de la Figura 3.
Por otra parte, las decisiones y actos de cada sujeto económico deben aportar confianza en los demás, porque en economía se obra en función de las expectativas generadas. En ellas, cobra especial fuerza el componente psicológico, que impulsa a obrar por sentimientos e incluso en contra de la razón. Teniendo esto en cuenta, se explican muchos de los acaecimientos que pertenecen a lo que se ha denominado la «economía desintegradora»; de ella forman parte diversos padecimientos de nuestro sistema económico: la gran conflictividad laboral en diversos sectores, como el del tabaco, el del automóvil o el naviero; el descontento de agricultores, pescadores, mineros y transportistas; y problemas en otros colectivos. Si se pierden horas de trabajo no se produce lo suficiente ni se consigue empleo para los parados. La falta de bienes y servicios se pone de manifiesto con el gran volumen de nuestras importaciones, que dan trabajo a los extranjeros, mientras que aquí no somos capaces de elaborar lo que necesitamos y que daría empleo a nuestra población. Quizás algunos productos no sea rentable obtenerlos en el país, pero más se destruye y se pierde con la conflictividad que subvencionando a los que se encuentran en paro o con dificultades económicas mientras se busca una solución estructuralmente apta. A veces las fuerzas económicas tiran en la misma dirección, como ocurrió con el New Deal y con los Pactos de la Moncloa y, bajo esta idea, se encuentran la actual propuesta de Canals (2008) referente a la necesaria contribución de las empresas a la consecución del bien común de la sociedad y el afán de la Unión Europea en alcanzar un objetivo común para todos los Estados miembros mediante la adopción por parte de sus gobiernos de políticas económicas coordinadas.