LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

LA AGENDA DE LA EFICACIA DE LA AYUDA EN AMÉRICA LATINA. Cooperación Hispano- Venezolana

Francisco José Tomás Moratalla (CV)

II-¿Qué es el social-constructivismo y cuáles son sus rasgos fundamentales?

En social-constructivismo surge como una reacción y respuesta crítica a las corrientes de pensamiento predominantes en el campo de las Relaciones Internacionales y que no son otras que el “realismo” y el “institucionalismo neoliberal”, a las que se considera como el “mainstream” o corriente predominante en la disciplina. Autores como Wendt (1999), Adler (1997), Ruggie (1998a) y Chekel (1998), entre otros, critican los enfoques racionalistas y utilitaristas en que se basan el “realismo” y el “institucionalismo” para explicar las Relaciones Internacionales. Mientras que para los socialconstructivistas, los distintos elementos de las relaciones internacionales, tales como los intereses, valores y las identidades, son construidos socialmente;  para los realistas e institucionalistas son el resultado de intereses nacionales exógenos y dados. 

Como señala Chekel (1998), en contraste con los enfoques racionalistas e utilitaristas, el socialconstructivismo pone el énfasis en lo social, tanto en los hechos como en las prácticas sociales, para introducir un cambio sustancial en la perspectiva teórica de las Relaciones Internacionales. El estudio de los hechos sociales (Ruggie 1998a) y de las prácticas sociales (Wendt 1999) permiten entender mejor cómo se produce la construcción social de la realidad internacional y la visión que se tiene de los distintos agentes y actores que operan en ella.

Otro aspecto fundamental del social-constructivismo es que, a diferencia del realismo, se otorga un valor fundamental a los factores “ideacionales”, es decir, no materiales, como elementos que provienen de la voluntad y capacidad humana, en la construcción de la realidad internacional (Ruggie 1998a). De ahí la importancia del aspecto subjetivo  e intersubjetivo de la acción humana al otorgar significados a la realidad y la importancia que los social-constructivistas le otorgan a este elemento en la construcción del orden social (Ruggie 1998a). Es decir, que siguiendo a Wendt (1999) las estructuras que constituyen las relaciones internacionales, son predeterminadas por ideas compartidas, más que por factores o fuerzas materiales dadas por naturaleza; y que de ese modo se construyen también las identidades, valores e intereses de los actores que participan en las relaciones internacionales. Lo anterior no quiere decir que los autores constructivistas nieguen la existencia del mundo material, ni la posibilidad de establecer relaciones de causalidad de orden racional entre dicho mundo y la respuesta que frente al mismo producen los actores internacionales (Wendt 1999), sino la imposibilidad de captar o entender los fenómenos materiales desconectados de la construcción de significados que le puedan brindar los actores. Es por ello que los social-constructivistas, tal y como plantea Sanahuja (2009), pueden llegar a “utilizar el realismo como herramienta crítica, para analizar cómo los intereses se definen en términos de poder y para cuestionar los supuestos ontológicos del realismo”, dicho de otro modo el realismo y sus categorías dejan de ser la explicación, para ser algo que debe ser explicado. Es la conocida expresión de alexander Wendt (1992), «Anarchy is what states make of it», o de Nicolas Onuf (1989), «World of our Making». (Sanahuja 2009:196).

A los efectos de nuestra tesis, la importancia del enfoque social-constructivista en las relaciones internacionales radica en que, a diferencia del realismo e institucionalismo, si efectivamente los distintos elementos que conforman las relaciones internacionales son construidos socialmente y no dados de manera inexorable por los intereses o las relaciones de poder, es decir movidos por la incontrolable naturaleza humana o política, lo anterior nos permite pensar en la posibilidad de unas relaciones internacionales de carácter “ético” (Sanahuja 2009). En este sentido la cooperación al desarrollo y sus manifestaciones como la AEA, no sería ya sólo explicable como “mero instrumento de poder o influencia” (Sanahuja 2009:195) o el resultado de un “calculo utilitarista guiado por intereses nacionales” (Sanahuja 2009: 199), tampoco el espacio de conflicto entre los que enfrenta a los que se oponen o impulsan los efectos de la globalización neoliberal; “Sería, por el contrario, la expresión de preferencias normativas y de identidades basadas en esos valores, así como en la lengua, la cultura o los vínculos históricos de índole postcolonial (Lumsdaine, 1993; Brysk et al., 2002 en Sanahuja 2009: 196). Es por ello que la AEA debe entenderse como una construcción social, en la que el elemento predominante serían las preferencias normativas e identidades basadas en los valores de la Cooperación y en las que sin desmerecer la importancia de las relaciones de poder o los intereses nacionales, éstos aspectos dejarían de ser la explicación de la Agenda y su grado de aplicación en casos como el de la Cooperación Hispano-Venezolana, para pasar a ser lo que debe ser explicado.

Aparte del énfasis en los factores ideacionales, que suponen una aproximación “idealista”, es decir basada en la importancia de las ideas en la construcción de la vida social, Wendt (1999) insiste también en la necesidad de una aproximación que podríamos denominar como “de conjunto” o “holística” al fenómeno de las estructuras sociales. Desde esta aproximación se pone el énfasis en las fuerzas emergentes de las propias estructuras sociales como tales, en contraposición a los enfoques “individualistas” que reducen el análisis de las estructuras sociales al mero individuo. Es por ello que Wendt (1999) critica la falta de comprensión que los enfoques individualistas y racionalistas tienen de la realidad social, al no prestar suficiente atención a cómo están también constituidos socialmente los actores de la política internacional. Es decir, la construcción social de la realidad implica la mutua constitución entre estructuras sociales y agentes o actores de las relaciones internacionales.