EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

Eficiencia y eficacia del trabajador

Un análisis de los determinantes de la productividad debe incluir las características propias del trabajador. Curiosamente, para el empresario tradicional,  como se expresó, tales características serían las únicas determinantes a tomarse en cuenta. Se dice que la eficiencia es el modo de hacer las cosas correctamente, mientras que la eficacia es hacer las cosas correctas. Aunque no hay una separación tajante entre ambos conceptos, es posible convenir en que la eficiencia proviene de una capacidad más bien intelectual y la eficacia, de una facultad más bien volitiva. Un incremento de cualquiera de las dos se traducirá en un aumento de la productividad. Nadie necesita un diploma en sicología industrial, para darse cuenta que ambos dependen también de las características mentales, emocionales, volitivas y físicas del trabajador. Mucho se ha escrito y hablado de que el trabajador boliviano tiene un índice de instrucción técnica inferior a sus homólogos de los países desarrollados y que su productividad, por ello, es menor. Puede que esto sea cierto, pero en todo caso es necesario averi-guar las causas.  

El empresario tradicional que opera en Bolivia considera que el obrero nativo perte-nece a una raza inferior y que por ello, su capacidad mental también sería inferior a las de las otras razas. El hitleriano consuetudinario aprovecha de tal teoría para pagar salarios bajos y ponerse a remolonear en su aureola de idílica vivacidad.... hasta que una huel-ga lo pone al ritmo de los tiempos.

La verdad es que nuestro trabajador promedio no tiene la instrucción requerida, sim-plemente por que nadie se la ha impartido. En algunos países, el Estado toma para sí la tarea de capacitar técnicamente a los trabajadores, sobre la base de las aptitudes y preferencias de cada trabajador. En otros países, son las empresas mismas las que ejecutan programas sistemáticos de enseñanza, para mejorar la capacidad de sus obreros. En cualquiera de los casos, no debe resultar extraño que el nivel de califica-ción de esos trabajadores esté por encima del nivel que tiene el trabajador promedio boliviano. Así, nuestro obrero, huérfano de toda ayuda, se las bandea como puede y penosamente recorre su camino productivo, camino que se hace aún más penoso porque tiene que recorrerlo a través de la topografía mental de nuestro conocido binomio empresarial. La estructura emocional del trabajador boliviano está presa de una red de imágenes de espantosa realidad y nitidez. Se ha dejado en el hogar, a la esposa postrada;  al hijo menor consumiéndose de fiebre y a todos probablemente sin desayuno y con pocas esperanzas de almuerzo. En estas condiciones tiene que ser muy difícil trabajar con fe y alegría.

Las condiciones físicas del obrero boliviano no son de las mejores y no podrán serlo, mientras continúe vigente un sistema que lo obliga a sobrevivir con una alimentación cuyo contenido proteínico, calórico y de microcomponentes vitamínicos, es de los más bajos del mundo. Con una dieta alimenticia y un-tricional de tal magnitud, no puede haber, en ningún país del mundo, algún superhombre que pueda ser eficiente y eficaz.

Estas son las razones por las que el obrero nacional se encuentra en inferioridad de condiciones, cuando se quiere comparar su productividad con la de otros países. El binomio capitalista-empresario nacional es injusto con los trabajadores bolivianos, al pretender echarle en cara desventajas de las cuales ese binomio es el único culpable. Sabemos que hay una nueva generación de empresarios que ya empiezan a compren-der este asunto con cierta claridad; pero aún conforman una proporción insignificante del total. Por lo general, el extraño binomio continúa postulando que el nivel de los salarios depende de la productividad del trabajador, siguiendo las recetas de una Teoría Económica artificial y falsa, tal como veremos en otra oportunidad.

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